CAPÌTULO 1: ¿CÒMO HE TERMINADO AQUÌ?

Levi Ackerman nació en una noche demasiado fría un veinticinco de diciembre en la ciudad subterránea; el peor lugar y época en la que se puede llegar al mundo. Hijo de una mujer que se dedicaba a la prostitución y de un hombre cuyo nombre nunca supo.

A pesar de que muchos le decían que era una locura, pues no tenía dinero ni para mantenerse, Kuchel decidió tener a su hijo y el nombre que le puso fue Levi que significa "El que une a los suyos." Como si ella supiera que al crecer su hijo se convertiría en una especie de líder.

Ambos vivían en la zona roja, mejor conocida como el lugar en donde las mujeres ofrecían sus servicios de prostitución y la persona poderosa que controlaba aquella zona era Madame Morton comúnmente llamada por esos rumbos simplemente como mamá.

Madame Morton era una mujer fuerte, ruda y causaba admiración, pues había cumplido bastantes años, cosa que no les sucedía a muchos en la ciudad subterránea. Ella en su juventud también había sido prostituta y con un poco de trabajo, adulación y astucia, había logrado obtener mucho poder.

Dirigía el lugar a base de reglas muy simples basadas en la "reciprocidad", por ejemplo, ella exigía una comisión por dejarlas trabajar ahí y por proporcionar seguridad, aunque ellas mismas sabían que aquella seguridad era solo para beneficio de Madame quién no dudaba en hacer uso de la fuerza si alguien no quería pagar. Otra cosa que hacía Madame era conceder favores dependiendo de su ganancia y entre más grande el favor más en deuda quedaban.

Para Madame lo único que importaba era el dinero, por lo que no era de sorprenderse que Kuchel fuera una de sus consentidas pues le hacía ganar bastante ya que por su belleza la zona roja había obtenido mucha fama y eso significaba más clientes. Incluso distinguidos Lores y miembros del consejo real se escabullían en busca de placer.

– Por favor mamá –pedía Kuchel hincada frente a la mujer que disfrutaba de ser atendida mientras estaba acostada en un sofá como si se tratara de la mismísima Cleopatra.

Kuchel apelaba a la poca humanidad que le quedaba a Madame esperando convencerla, aunque fuera por lastima, y así obtener un préstamo.

– Te pagaré en unos días.

Madame observó a Kuchel, ella estaba en los huesos debido a la mala alimentación y portaba ropa desgastada al punto de que había parches sobre parches anteriores.

Si bien era la consentida de Madame, eso no le ayudaba a llevar una vida lujosa o fácil. Simplemente se libraba más fácilmente de los constantes abusos físicos, aunque Madame se las ingeniaba para imponer castigos sin lastimar a su mejor mercancía.

– Olimpia querida -dijo con una sonrisa falsa la señora Morton ates de tomar una enorme fresa cubierta de chocolate y devorarla frente a Kuchel–. ¿No ves que lo hago por tu bien? –entonces sujetó el rostro de Kuchel de una forma agresiva y para poder acercarla–. Si te prestara dinero te cobraría intereses y eso te dejaría más miserable. - Entonces ella le acaricio la mejilla con el dorso de su mano fingiendo amabilidad-. ¿Ves lo buena que soy?

Olimpia era el nombre artístico de Kuchel, el cual se lo había puesto Madame pues para ella cada nombre significaba algo y en ese caso Olimpia provenía de la palabra antigua lamp que significa brillar y Kuchel era una luz en medio de tanta oscuridad.

– Mamá –habló con voz débil–. Se lo pido. Sin comida no podré ser capaz de continuar con mi trabajo.

Aquellas palabras parecieron causar un efecto en Madame Morton.

– Bien, supongo que puedo prestarte unas pocas monedas, pero eso es todo –accedió lanzándole una pequeña bolsa–. A cambio, tú y tu bastardo tendrán que limpiar todo el burdel y no quiero ver ni un poco de polvo o tendré que mandar a azotar a tu mocoso ¿has entendido?

Dicha esta amenaza Kuchel asintió y miró con miedo al guardia parado a un lado de Madame quien de inmediato tocó el látigo que llevaba atado en su cinturón como forma de reafirmar lo que acababan de ordenarle y si algo sabían todas las mujeres de la zona roja era que Madame Morton siempre cumplía sus amenazas.

– Quedará impecable Mamá, se lo prometo –dijo con voz baja al mismo tiempo que tomaba las monedas con prisa, después se levantó y salió del lugar lo más rápido que la energía de su cuerpo le permitió.

Con ese dinero Kuchel pudo comprar un poco de comida la cual esperaba que les durara, aunque fuera una temporada, sobre todo si aplicaba las técnicas aprendidas a lo largo del tiempo, como ponerle más agua a la sopa para que rindiera, así supiera insípida.

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Pero eso había sido en otra vida... En la actualidad Kuchel vivía en un pequeño pueblo llamado Paradai ubicado en el país Erdia. Era bailarina y cantante por las noches en un cabaré llamado Rouge, mientras que por las mañanas y tardes era mesera en un restaurante de comida rápida con un estilo de los años 50s.

Odiaba ambos trabajos y terminaba agotada, sobre todo por tener que lidiar con hombres que querían propasarse o invitarla a salir y quienes terminaban despechados por obtener un no por respuesta. Muchas veces había deseado renunciar, pero había cuentas por pagar y ser madre soltera no era nada sencillo.

Durante su juventud rebelde pensó que era buena idea escapar de casa buscando su libertad ya que su padre era un hombre demasiado estricto, pero fue cuando se topó con la cruda realidad. Estaba sola y sin un solo peso en el bolsillo llevándola a dedicarse a la prostitución y quedando embarazada. Kuchel no estaba orgullosa de su pasado, pero eso no le impedía disfrutar de su presente y tenía la creencia de que los errores existían para conducirte a tu destino, pues de no haber escapado de casa quizás no habría tenido a su hijo Levi a quien amaba con todo su corazón e incluso quizás si no fuera por Levi nunca hubiera hecho las paces con su hermano y abuelo.

El último show de la noche había concluido y agotada se dirigió a camerinos para cambiarse. La noche había sido larga y llena de hombres borrachos, más sin embargo ella trataba de verle lo positivo y es que entre más alcoholizados estaban mejores propinas dejaban.

En el vestidor las otras chicas estaban conversando animadamente mientras se cambiaban, pero en el momento en que Kuchel entró aquellas risas cesaron y fueron sustituidas por miradas serias y de desprecio hacia la recién llegada.

– Vámonos chicas, dejemos que la consentida se cambie a gusto –dijo una de las mujeres caminando a la salida y antes de irse se aseguró de darle un ligero golpe con su hombro.

Kuchel estaba acostumbrada a los malos tratos de las otras chicas y trataba de que sus malas actitudes no le afectaran. Ella estaba ahí para trabajar y no hacer amigas, aunque si tenía una.

Se sentó en su tocador designado y procedió primero a quitarse los accesorios que llevaba en su cabello hasta que su tarea se vio interrumpida.

– Estas mujeres son peores que mi hijo –se quejó la mujer que iba entrando–. En serio, dejan todo tirado.

Kuchel miró a la persona que se quejaba. Se trataba de Carla. Ella trabajaba ahí, pero no como bailarina, sino como asistente. Si las chicas necesitaban una bebida o que les arreglaran un botón antes del show, una toalla para el sudor o levantar la ropa... solo necesitaban llamar a Carla Jaeger.

– Sabes que ellas lo hacen a propósito –dijo Kuchel con tono cansado. Quitó un broche y su larga cabellera negra cayó elegantemente.

– Lo sé –contestó Carla mientras levantaba la ropa del suelo.

– Lamento que te fastidien solo por ser mi amiga.

– Ellas te odian porque eres bella además de que tienes talento –afirmó Carla.

– Lo dices porque eres mi amiga.

– Lo digo porque es la verdad. Tienes una hermosa figura y lo más importante es tu voz que no debería desperdiciarse aquí. Tu deberías estar en algún espectáculo de Las Vegas o de Broadway –comentó Carla mientras continuaba su tarea de levantar la ropa y la acomodaba en su respectivo sitio.

– Me encantaría, pero sabes que eso es solo un sueño, además ¿Qué haría con Levi?

– Levi ya no es un niño –alegó caminando a ella y notó el enorme ramo de rosas rojas colocado sobre el tocador de Kuchel.

– Siempre será mi niño –dijo con amor Kuchel–. Hablando de niños ¿Qué tal te va con Eren?

– Oh ya sabes, está entrando en su etapa rebelde. Todo le molesta y no le gusta que le digan lo que debe de hacer –contestó tomando la tarjeta del enorme ramo–. ¿El admirador de siempre?

– Si, desearía que dejara de mandar sus regalos extravagantes.

– Di lo que quieras, pero ese collar era precioso. –dijo dejando la tarjeta de nuevo en su sitio.

– Al menos sirvió para pagar las cuentas del hospital.

– Tienes que decirle a Levi –dijo Carla cambiando su semblante por uno de preocupación.

– No quiero generarle más problemas a mi hijo. Si le digo dejaría los estudios para trabajar y probablemente renunciaría a sus sueños de salir de este pueblo.

Después de decir esto, el lugar se quedó en silencio. Carla entendía a su amiga pues ambas eran madres jóvenes en una mala situación económica, aunque al menos ella daba gracias de contar con su esposo Grisha.

– ¿Qué tal las cosas con mi sobrina? –habló Kuchel para eliminar aquel silencio–. ¿Comienzo a planear la boda de Eren y Mikasa? –bromeó.

– Yo espero que no –contestó riendo–. ¿Qué me dices de Levi?

– Ya no sé si alegrarme de que no sea un mujeriego como mi hermano o preocuparme de que tendré un soltero eterno.

Dicho esto, ambas rieron hasta que la voz de una mujer sonó por el pasillo.

– ¡Carla, necesito mi aspirina!

– Tengo que irme. Madame odia esperar –dijo antes de irse, pero justo antes de que Kuchel regresara a su trabajo de desmaquillarse Carla se asomó–. Y ya contéstale a ese admirador que lo tienes esperando desde hace dieciséis años.

Kuchel le lanzó una prenda a su amiga en forma de broma.

– Estas loca –dijo riendo.

En cuanto se quedó sola ella miró el elegante ramo de rosas preguntándose a quién podría pertenecer. Tomó la tarjeta y la leyó. Como de costumbre no había ningún nombre. Solo letras escritas a mano con una elegante caligrafía.

Llevas tantos años presente en mi corazón que empiezo a pensar que nuestras almas se conocieron en otra vida.

Siempre tuyo. Tu más grande admirador.

Tras leer esto Kuchel rompió la nota enojada y la arrojó al cesto de la basura que tenía a un lado.

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En otra vida...

– La vida es una gran mierda Levi querido. –Solía decirle Madame cuando platicaba con el niño, lo cual sucedía cuando estaba ebria y en ese momento ella ya se había bebido más de una botella mientas supervisaba que Levi limpiara hasta el más pequeño rincón–. Aquel que diga lo contrario te está mintiendo, quiere venderte algo o es un reverendo imbécil.

– ¡Mamá! –regañó Kuchel mientras le cubría los oídos a Levi tratando de proteger su inocencia.

De hecho, Madame decía muy seguido la palabra mierda y también estaba borracha continuamente por lo que le daba por platicar con Levi muy seguido.

– Silencio Olimpia querida y mejor continuen limpiando que me deben mucho dinero –regañó antes de beber nuevamente hasta el fondo.

Al terminar su trabajo madre e hijo salieron a hacer las compras y aprovechar para dar un pequeño paseo así fuera por las calles sucias de la ciudad subterránea.

Las calles del mercado estaban muy concurridas como de costumbre y Kuchel trataba de estar atenta a todo, pero en especial de Levi a quien le sostenía de la mano.

– No se te ocurra separarte Levi –le dijo y su hijo asintió.

Ella se distrajo cuando miró a su hijo y debido a esto chocó con un hombre. El golpe le hizo incluso que se le cayera la canasta de las compras que llevaba.

– ¡Sucia mujerzuela! –gritó y la empujo haciendo que Kuchel cayera al suelo y el mar de gente se apartara, algunos para alejarse del conflicto y otros para ver mejor lo que pasaba.

– ¡Mamá! –exclamó Levi hincándose a su lado–. ¡Eres un maldito! –gritó furioso el pequeño y miró con odio al señor.

Levi era tan solo un mocoso de seis años, pero deseaba golpear a aquel sujeto por atreverse a lastimar a su madre, más sin embargo Kuchel se anticipó y lo tomó de la muñeca apretándola fuertemente para después atraerlo a ella y rodearlo con sus brazos protegiéndolo.

– ¡Lo siento, mil perdones! –pidió Kuchel con miedo y la cabeza baja.

– Enséñale a tu mocoso a comportarse –dijo el hombre arrogantemente alzando incluso el rostro en un acto de sentirse superior–. La verdad no entiendo como las ratas de tu tipo siguen reproduciéndose.

En ese instante notó un charco situado justo en medio de ambos por lo que decidió patearlo logrando salpicarla con el agua sucia. Una vez contento por haber humillado a la mujer se retiró y el mar de gente también continuo con su vida y sus compras.

Kuchel se levantó y madre e hijo caminaron de regreso a casa donde Levi recibió una reprimenda por parte de su madre.

– ¡Levi! –le gritó en cuanto la puerta de la habitación se cerró– ¿Acaso no te he enseñado a agachar la cabeza?

El niño amaba a su madre, pero odiaba su debilidad ¿Por qué tenían que vivir con la cabeza baja? ¿Por qué tenían que conformarse con vivir en un lugar tan sucio y repugnante como ese?

La habitación era iluminada apenas por unas velas que estaban a nada de consumirse, el suelo hecho de madera que rechinaba con cada paso justo como cada mueble que había ahí y una cama conformada por cobijas rotas que cubrían un muy desgastado colchón.

– Ese sujeto merecía una lección –contestó enojado evitando contacto visual con Kuchel.

– ¡Y entonces nos hubieran matado! –alegó y las lágrimas brotaron, acto seguido se agachó y sujetó a su hijo de los hombros mientras lo miraba directamente a los ojos. Ojos grises que para ella eran una maldición–. Prométeme que nunca te meterás en peleas.

– ¿Por qué? -la cuestionó su hijo.

Kuchel tomó aire y trató de calmarse.

– Tu no lo sabes, pero tu fuerza es diferente del resto.

– ¿Significa que no soy humano?

– Lo eres -contestó con ternura mientras pasaba su mano por el cabello negro de Levi de forma cariñosa–. Solo que llevas algo en tu interior que te hace destacar.

Kuchel deseaba explicarle más a Levi, pero aún era muy pequeño para saber el motivo por el cual el gobierno perseguía a los Ackerman y al notar la mirada confusa de su hijo continuó hablando.

– Algún día lo entenderás.

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Tiempo presente...

Kuchel salió del cabaré Rouge. La calle estaba alumbrada por la luz de las lámparas, pero ya comenzaban a salir los primeros rayos del sol para dejar atrás la noche.

– Otro día más en el paraíso –dijo alzando la vista admirando los colores del cielo con una amplia sonrisa.

Miró unos instantes aquel bello paisaje y después escuchó el camión que debía tomar para regresar a casa.

– ¡Espere! –gritó y corrió logrando subir, pagó al chofer y echó un vistazo rápido en busca de un lugar para sentarse. Todos los lugares estaban ocupados, pero en ese momento un señor le cedió el lugar.

– Que hermosos ojos grises tienes preciosa –dijo el hombre que le había cedido su lugar.

Ella no contestó, simplemente se colocó los audífonos para que nadie más la molestara en el trayecto y el camión continuó su ruta.

Tras unos minutos, algunos empujones y abrirse paso entre las personas, finalmente llegó a casa dejando su bolsa en la entraba junto al suéter que debía usar en su otro trabajo del cual colgaba su gafete de empleada que traía gravado el nombre de Olimpia pues los dueños del restaurante no deseaban gastar en nuevas identificaciones.

La casa se encontraba en silencio parecía que todos continuaban durmiendo. Miró su reloj que llevaba en la muñeca y comenzó la cuenta regresiva.

– Tres, dos, uno... –y al llegar a cero se escuchó la alarma del despertador proveniente del piso de arriba–. ¡Levi Ackerman, será mejor que despiertes o iré a tirarte de la cama yo misma! -gritó Kuchel pues sabía que su hijo siempre tenía problemas para despertar debido a su problema de insomnio.

En ese momento la puerta de entrada se abrió y a la casa ingresó su hermano Kenny quien parecía ir regresando de alguna fiesta.

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Mientras tanto en la casa de a un lado...

La alarma r sonó con música clásica de fondo despertando a su propietaria quien hubiera preferido seguir durmiendo.

Salió de su cama y miro a su alrededor, la pesadilla de ella iniciaba cada vez que se levantaba, pues tenía que ver su cuarto y cada vez que lo hacía sentía que le pertenecía a otra persona. Las paredes eran color rosa claro, los muebles blancos con miles de corazones pintados, estantes con un montón de trofeos y libros, su closet repleto de vestidos, faldas y blusas femeninas, incluso su cobija era fuera de su gusto, pues esta era rosa como todo lo demás en esa habitación de tortura con un montón de holanes.

Cepilló su castaña cabellera y se la amarró en una coleta alta perfectamente peinada donde ni un solo cabello estaba fuera de lugar. Se vistió con una falda café de rombos, blusa blanca y un chaleco azul marino, se calzó unos zapatos bajos perfectamente boleados y miró su reflejo en el espejo con desagrado, esa en definitiva no era la imagen que deseaba ver reflejada.

Una vez lista se apresuró a bajar con rumbo a la puerta principal antes de que su madre pudiera verla.

– Hange –llamó su madre en un tono cebero.

Hange no recibió ningún saludo amable y tampoco un abrazo o una sonrisa, solo la inspección meticulosa por parte de su madre mientras se acercaba esperando no encontrar algún defecto en su hija.

– Ese fleco –comentó finalmente haciendo una mueca de desagrado–. Debes cortártelo.

Hange quien había estado sosteniendo el aliento esperando pasar la prueba contesto.

– Así lo hare madre –dijo y caminó apresurada a la entrada antes de recibir otras miles de críticas sobre su aspecto.

– ¡Y no te olvides de llevar paraguas!

Al salir se sobresaltó cuando un auto con la música a todo volumen pasó rápidamente sobre la calle y el cual estuvo a nada de mojarla debido al enorme charco situado frente a ella provocado por las torrenciales lluvias de la noche anterior.

– ¡Oye es una calle residencial idiota! –Le gritó Hange logrando ver que este se estacionaba de golpe frente a la casa de su vecino Levi quien en ese momento abandonaba su casa con cierto andar apresurado.

Hange era su vecina desde que eran niños y por ello las personas podían pensar que se conocían de toda la vida o que eran grandes amigos, pero la realidad era que nunca habían hablado. Ella solo solía verlo y desear su vida, una sin preocupaciones y con una madre amorosa.

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A unas cuantas calles Erwin Smith regresaba trotando a su casa después de hacer su rutina de ejercicio. Él se había levantado y salido a correr antes de que amaneciera como lo hacía todos los días para mantener su cuerpo fuerte y atlético.

Subió a su cuarto y tras una ducha rápida mientras se arreglaba comenzó a ver su celular que estaba inundado con miles de mensajes de sus amigos, él sonrió, amaba ser popular entre las personas y sabía que ese día, así como los anteriores, sería grandioso. Revisó que su cabellera rubia estuviera perfectamente peinada y que el atuendo fuera el correcto, tomó su chaqueta del equipo escolar que traía bordada la silueta de un unicornio en la espalda y bajó a la cocina.

Estando ahí se sentó en la mesa mientras continuaba viendo las notificaciones de su celular y su padre cocinaba.

– Erwin, deja el celular, aunque sea en la mesa –regañó su padre.

– Tengo demasiados mensajes –alegó Erwin.

– Así sea algo importante ellos podrán decírtelo de frente en cuanto llegues a la escuela –contestó lanzándole una mirada seria.

– Bien –dijo con un tono de fastidio dejando su celular a un lado y John soltó un suspiro. A veces ser padre soltero no era una tarea fácil.

La madre de Erwin había muerto justo unas semanas después de que naciera su hijo y John Smith recordaba ese día con gran dolor. Discutían porque ambos estaban demasiado cansados tras varias noches sin dormir debido a los llantos de Erwin en las madrugadas. Estaban tan enojados que se dijeron cosas como que ya no se amaban y que estaban hartos el uno del otro, fue cuando su esposa le dijo que saldría a la tienda porque él había olvidado traer jugo de naranja. Se fue azotando la puerta y poco después estaba un policía parado frente a él diciéndole que su esposa había sido atropellada por un conductor ebrio que había escapado y que lamentablemente su esposa había muerto incluso antes de que llegara la ambulancia.

– Oye, estaba pensando que debe ser un fastidio para ti el tener que llegar a la escuela con tu padre que es profesor y ni siquiera el más cool entre los estudiantes –habló mientras servía el jugo de naranja.

– Ya no decimos cool papá –dijo Erwin–. Además, nunca diría que es un fastidio.

– Vamos hijo, también fui adolescente y creme que entiendo, por lo que te voy a hacer una oferta. –La palabra oferta hizo que Erwin prestara atención–. Si sacas buenas notas la camioneta es tuya –propuso su padre con una gran sonrisa en el rostro.

– ¿La camioneta anticuada? –se quejó.

– Es eso o seguir llegando a la escuela con tu pa –dijo mientras servía del desayuno.

– ¿Si saco puro diez este año me ayudarías para comprarme un auto? –preguntó Erwin bromeando pues sabía que ambas cosas eran improbables.

– Si sacaras puro diez, aunque sea un parcial te compraría un auto –dijo riendo.

– Lo haré si tú lo prometes –continuo con el trato Erwin.

– Bien, lo prometo, tu obtienes puro diez de aquí a Halloween y yo te compro un auto.

– Nuevo –especificó Erwin.

– Seminuevo –aclaró su padre y al ver la duda en el rostro de su hijo continuo–. Algo que no sea tan costoso, pero que sea cool para un adolescente.

– Es un trato –accedió Erwin y antes de sellar el trato con un apretón de manos añadió– y también debes de dejar de decir la palabra cool –dijo riendo un poco.

– Bueno, que esté en onda, que sea chévere, que sea aesthetic... –dijo haciendo movimientos extraños con las manos tratando de imitar a un rapero.

– Papá, para de querer ser moderno. Por eso no eres el profesor favorito.

– Yo pensaba que era porque soy el profesor de matemáticas –dijo encogiéndose de hombros procediendo a continuar con el desayuno.

Ahora un poco sobre el capítulo:

1. Madame Morton es un personaje OC inspirado en uno del mismo nombre que sale en la película Chicago.

2. El nombre Olimpia es mencionado como el seudónimo de Kuchel cuando Kenny va a buscarla.

3. Carla y Kuchel nunca se conocieron, pero en mi historia decidí que debían ser amigas.

4. Carla en la historia original de SNK es mesera, en mi historia ese trabajo lo tiene Kuchel.

Por último, me gustaría saber cuál es su teoría sobre quién puede ser el admirador de Kuchel. Si tiene algún candidato háganmelo saber en los comentarios.

Nos leemos en el próximo capítulo.