CAPÌTULO 2: UNO DE LOS POPULARES DE ESTE AÑO

La salud de Kuchel fue empeorado, pero siempre trató de ocultárselo a su hijo y por las noches ella suplicaba poder vivir lo suficiente para no dejar a su hijo solo. Aquello le preocupaba tanto que incluso se vio tentada en escribirle a su hermano Kenny, aunque esa idea la descartó de inmediato al recordar el motivo por el cuál había escapado y terminado en la ciudad subterránea. Ella vivía al día y sin lujos, pero al menos protegía a su hijo de convertirse en un asesino y de ser duramente entrenado.

Aquel día después de atender a un cliente regresó a casa sintiéndose cansada, pero al ver a su hijo esperándola ella fingió su mejor sonrisa para no preocuparlo y se dispuso a preparar el té.

Levi amaba cuando llegaba la hora del té pues era el momento en el que Kuchel le contaba cómo era el mundo exterior.

– Allá arriba cuando la lluvia cae no representa un peligro para sus habitantes –le narró Kuchel pensando en todas las veces que la ciudad subterránea se veía en problemas de inundaciones debido al agua que se filtraba–. Los niños salen a jugar y la tierra suelta un aroma delicioso.

Levi siempre escuchaba atentamente tratando de imaginar todo aquello y deseaba algún día poder también jugar bajo la lluvia.

Sin saberlo aquella fue la última conversación que tuvieron sobe el mundo exterior. Al siguiente día Kuchel se despertó con gran dolor en el cuerpo, constantes vómitos y ya no se sintió con fuerzas para poder trabajar por lo que no le quedo otra opción más que la recurrir a empeñar las pocas cosas que aún conservaba, como el conjunto de tazas y tetera de porcelana.

Su enfermedad se agravó en esa semana dejándola tumbada en cama mientras Levi la cuidaba lo mejor que podía pues solo era un niño, además de que no tenían para pagar a un doctor y mucho menos para medicinas.

– Levi –Lo llamó su madre estirando su mano y él corrió aprisa para sujetarla–. Prométeme que serás valiente –le pidió y él asintió conteniendo las ganas de llorar.

Kuchel lo entendía, sentía que su hora de partir había llegado. Ella era una guerrera, pero no una sobreviviente. Su débil corazón dejó de latir y su alma partió de ese mundo.

Levi cubrió a su madre con la sabana hasta el cuello y se sentó en un extremo de la habitación llorando desconsoladamente su pérdida.

A medida que la muerte en el rostro de Kuchel se notaba más y más, el cuerpo de Levi también enflacaba llegando al punto de estar tan débil que no pudo ni siquiera ponerse de pie. Él solo aguardó la muerte con el único consuelo de que quizás nuevamente se reencontraría con su madre.

Entonces la calma se vio interrumpida cuando un hombre entró. Usaba un traje y gabardina además de llevar en la mano un maletín. Su rostro era tapado por la sombra del sombrero vaquero que traía y solo se le podía ver su barbilla marcada por una barba corta bien arreglada.

Levi no lo conocía y por ende lo vio como una amenaza. El hombre misterioso caminó hasta la cama donde yacía el cuerpo de Kuchel y la admiró un instante para después hablar.

– Oye, adelgazaste mucho Kuchel -dijo mientras la veía y por lo visto no había notado la presencia del niño.

– Está muerta – dijo Levi con voz débil.

– ¿Y tú estás vivo? – habló el hombre misterioso mirando a Levi.

El niño levantó el rostro y lo miró fijamente con desprecio sin emitir ninguna respuesta.

– Ya basta ¿me oyes? – dijo serio–. ¿Cómo te llamas?

– Levi, solo Levi – contestó.

– Claro Kuchel –dijo soltando su maletín y recargándose en la pared–. No vale la pena usar el apellido –bajó la cabeza y se deslizo hasta estar sentado en el suelo–. Yo soy Kenny, solo Kenny –se presentó–. Conocía a Kuchel.

Fue lo último que dijo antes de que ambos guardaran silencio por unos minutos. Kenny necesitaba meditar lo que debía hacer ahora.

Cuando se levantó Levi pensó que se iría finalmente y lo dejaría tranquilo en su miseria, pero en lugar de encaminarse a la puerta caminó en su dirección y lo cargó como si fuera un bulto.

–¡Déjame! –le grito y pataleo, pero Kenny no hizo caso. Levi no quería irse, solo deseaba permanecer al lado de su madre y morir.

Kenny caminó por las calles de la zona hasta que unos hombres le cerraron el paso.

– Hey ese mocoso es propiedad de Madame –le dijo quien parecía ser el líder.

– No sé de lo que hablas. El mocoso era hijo de Kuchel, por lo tanto, es mío –dijo Kenny con tranquilidad.

– Si eres el padre tendrás que pagar para podértelo llevar –habló una voz femenina perteneciente a Madame Morton.

– No lo soy. Mi nombre es Kenny –contestò lanzando una mirada fría a la mujer, pero esto no le importó a ella.

– ¿Ke... nny el destripador? –preguntó el hombre nervioso y tartamudeando al inicio el nombre.

Kenny miró a los hombres que le impedían el paso. Ellos lucían ahora asustados posiblemente pensando en que aquel encuentro terminaría en una pelea con muchas muertes, pero no fue así, en su lugar Kenny sonrió y de su bolsillo sacó un saquito de piel arrojándoselo a Madame Morton haciendo sonar unas monedas que estaban en su interior en cuanto cayó al suelo cerca de sus pies.

– Creo que esto resolverá el problema –dijo Kenny y luego se retiró con Levi cargado sobre su hombro.

– Yo no recibo limosnas –contestó ofendida por lo que había hecho Kenny pateando el saquito de dinero–. Me importa una mierda quien seas, aquí mando yo y ese mocoso va a ser mío. –miró a su subordinado y emitió su orden–. ¡Hagan su trabajo y mátenlo!

Aquellos hombres no dudaron en atacar pues solo se trataba de un hombre. Kenny soltó a Levi quien contemplo la pelea y le pareció que era asombrosa la forma de pelear de aquel hombre que salió invicto y sin un solo rasguño.

Por su parte Madame al ver que sus hombres eran aniquilados con gran facilidad escapó.

Al final Kenny caminó hacia su sombrero el cual en medio de la pelea se le había caído, lo tomó y sacudió el polvo, luego se lo colocó nuevamente y después su mirada se posó en el niño.

– ¿Quieres morir? Adelante, ve y muere como una miserable rata –le dijo–. ¿Así es como le pagarás a tu madre? –Kenny se apartó su gabardina y llevó su mano a una funda que colgaba de su cinturón. De esta funda sacó un cuchillo y lo tiró frente a Levi–. Aprende a usarlo, aprende a sobrevivir y entonces la deuda que tienes con ella estará saldada o muere, tú decides, úsalo para terminar con tu vida o para volverte fuerte.

A veces en la vida haces elecciones y otras veces esas elecciones te hacen a ti. Levi escogió vivir tomando el cuchillo y guardándolo.

Kenny asintió y comenzó su caminata. Levi se puso de pie y lo siguió pensando que en algo tenía razón Kenny y era que tenía una deuda con su madre quien muchas veces dejó de comer para que lo hiciera su hijo.

Más noche Kenny llevó a Levi a una posada, rentó un cuarto y le dio alimento. Levi tenía tanta hambre que en cuanto colocaron el plato frente a él comió apresurado, tanto que incluso se ensució la ropa, pero no le importó, después de todo ya estaba demasiado sucio, aunque al parecer a Kenny si le pareció molestar.

Pronto Levi entendió que Kenny era como Madame, si quería vivir con él tenía que seguir sus simples reglas.

– Regla número uno, no pienses que cuidare tu espalda. En esta vida cada quien se rasca solo –dijo mientras tallaba la cabeza del niño con fuerza para eliminar la suciedad–. Regla número dos, mantente limpio, así como el lugar donde vives, no querrás enfermar y tampoco querrás parecer una rata callejera, así nadie te dará respeto –continúo diciendo antes de tirarle encima una jarra de agua para eliminar el jabón.

Levi asentía mientras escuchaba y trataba de memorizarlo todo. Limpieza y presencia era igual a respeto.

Cuando terminó su baño se puso la ropa nueva que Kenny le había comprado, usualmente usaba una camiseta grande y holgada como única prenda, por lo que usar nueva ropa le hacía sentir diferente.

Kenny le cortó el cabello que estaba tan largo que le tapaba la vista y cuando estuvo aseado se miró al espejo quedando sorprendido ante su reflejo pues era una persona completamente diferente.

– Una última regla –le dijo Kenny agachándose para verlo directamente a los ojos, fue cuando notó que los ojos de Kenny también eran grises–. Nunca olvides de dónde vienes. El pasado forma parte de ti. La forma en la que lidias con él es la persona en la que te conviertes –dicho esto le entregó un trozo de tela con las siglas K.A. bordadas con hilo plateado–. Perteneció a tu madre, ella me lo dio la última vez que la vi y ahora te lo entrego a ti, has lo que quieras con este trapo viejo –dijo y luego se levantó para alejarse.

Así era Kenny, aun cuando lo quisiera no podía darse el lujo de formar un vínculo con aquel niño, por lo que simplemente se alejaba temeroso de encariñarse con él, después de todo no era tan cruel como para dejarlo morir, pero tampoco era tan bueno como para asumir el papel de padre.

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Pero eso había sido en otra vida. En la actualidad Kenny era un hombre que la mayor parte del tiempo se la pasaba borracho mientras apostaba y cuando no estaba haciendo eso entonces trabajaba como guardaespaldas de un hombre adinerado llamado Uri Reiss, aunque tanto Kuchel como Levi sabían que Kenny también tenía uno que otro negocio turbio.

Cuando Kenny se despertó en plena noche vio que a su lado dormía una mujer desnuda cuyo nombre no lograba recordar y tampoco era que le importara mucho. Aquella chica era una más del montón. Unos tragos, unas palabras endulzantes y unos minutos después ya estaban en aquel cuarto disfrutando del sexo casual.

Tomó sus pertenencias con cuidado de no hacer ruido, se vistió y una vez seguro de no olvidar nada salió sintiéndose victorioso por nuevamente no tener que lidiar con mujeres gritándole que era un patán, llorando por darse cuenta lo crédulas que habían sido o haciendo actuaciones mediocres para tratar de convencerlo de que eran la indicada.

Estando en el pasillo decidió prender un cigarrillo mientras esperaba el ascensor y cuando las puertas se abrieron vio a una mujer que al parecer regresaba de una fiesta por el vestido corto de lentejuelas negras que llevaba puesto.

Kenny se le quedó viendo sintiendo algo extraño en su pecho, como una punzada.

– Aquí no se puede fumar –regañó la mujer rubia saliendo del ascensor y pasando al lado de Kenny apenas logrando caminar debido a que se encontraba borracha.

Mientras él estaba llegando a sus cuarenta aquella chica parecía estar en sus veintes.

– Caven –pronunció aquel nombre en un susurro al entrar al ascensor.

– Es mi apellido –contestó la aludida girándose para verlo preguntándose si en algún momento habían coincidido.

Las puertas del ascensor se cerraron y Kenny se recargó en la pared agobiado por lo que había pasado.

– Traute –pronunció aquel nombre sonriendo–. Tantos años buscándote y justo hoy... –No pudo terminar su frase, le parecía una terrible ironía de la vida.

Salió del edificio y admiró su fachada luchando contra el impulso de subir de nuevo y hablar con aquella chica quien era la viva imagen de Traute Caven, un viejo amor de su pasado o mejor dicho de su vida pasada.

– No seas ridículo Kenny –se regañó mientras caminaba a su auto que era un Camaro SS 396 del año 1967 color negro con franjas blancas el cual era su adoración–. Son las tres de la mañana ¿De dónde carajos venía? –habló solo mientras ingresaba en el auto–. ¿No se da cuenta que la ciudad es peligrosa? y más este barrio de mierda.

Arrancó el auto y la música comenzó a sonar. Tenía mucho en qué pensar mientras manejaba de regreso a casa y para fortuna de él su camino era largo pues en ese momento se encontraba en la ciudad.

Continuo su camino al menos por un par de horas hasta que supo que estaba por llegar a casa cuando vio el letrero en donde se leía "Bienvenido al pueblo Paradai, el paraíso para todos."

– Tsk, paraíso, si claro –dijo burlón mirando por el espejo retrovisor el letrero que lentamente quedaba atrás.

Kenny llegó a la calle en donde vivían, bajó del auto y caminó a la entrada siendo recibido por Kuchel quien no parecía contenta.

– ¿Dónde estabas? –regañó en cuanto cruzó la puerta–. Hueles a alcohol.

– Tranquila hermanita, no actúes como si fueras mi madre –dijo despreocupado Kenny dejando su sombrero vaquero en el perchero de la entrada–. Tomaré un poco de café antes de ir a trabajar.

– Nada de eso Kenny –insistió Kuchel poniéndose frente a él logrando bloquearle el paso–. ¿Cuántas veces te he dicho que debes de ser un buen ejemplo para Levi?

– Ni que fuera el padre del mocoso.

– Puede que no, pero eres como una figura paterna para él.

– Tsk –hizo Kenny su sonido habitual con la boca mostrando su enfado y se cruzó de brazos al mismo tiempo que evitó mirar los ojos suplicantes de su hermana.

Y es que, aun cuando no lo quisiera admitir, Kenny Ackerman tenía dos grandes debilidades. Una era su hermana menor Kuchel y la segunda era el hijo de ella a quien había cuidado desde siempre.

– ¿Por qué no te llevas a Levi a entrenar o algo así? –sugirió Kuchel–. Hace mucho que no pasan tiempo juntos.

– Hermanita, tu hijo es un adolescente, lo que menos desea es pasar tiempo con un adulto.

– Pero me preocupa que esté tomando un mal camino –dijo Kuchel–. Durante las vacaciones estuvo saliendo de noche y regresando a altas horas de la madrugada.

– Tiene casi dieciséis -le recordó Kenny y no pudo evitar sonreír pues algunas veces su hermana se preocupaba en exceso–. ¿En qué lio se podría meter un mocoso de esa edad? Ni siquiera puede conseguir su propia bebida.

– No es gracioso Kenny, ayer vi un programa llamado "Jóvenes y convictos."

– Ni que el mocoso se fuera a dedicar al robo.

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En otra vida...

Kenny dedicó un par de años a entrenar a Levi ya fuera para que despertara su instinto Ackerman o para que por lo menos supiera cómo defenderse. En algunas ocasiones el entrenamiento era tan agotador que al día siguiente a Levi le costaba levantarse por todos los moretones en el cuerpo y el dolor en los músculos.

– ¡Levántate maldita sea! ¡levántate y pelea! –le gritaba Kenny y de algún modo él lo hacía.

Había ocasiones en las que Kenny salía de viaje a la superficie, pero siempre se despedía diciéndole a Levi cuándo regresaría.

– ¿Puedo ir contigo? –le preguntó en una ocasión Levi mientras veía como Kenny empacaba dispuesto para partir a uno de sus viajes–. Ya soy más fuerte Kenny –agregó al ver que no recibía respuesta.

– Oye, no insistas, si quieres subir a la superficie lo tendrás que conseguir por tu cuenta –dijo cerrando su valija–. Me voy por dos días, entrena y no te mates –ordenó poniendo su mano en la cabeza del niño y despeinándolo. Tomó su sombrero y se fue.

A Levi no le preocupaba, Kenny siempre regresaba, lo sabía porque dejaba un reloj antiguo de bolsillo en el cajón de la mesita al lado de su cama, no lo decía, pero sabía que era su posesión más valiosa, así como lo era el pañuelo de su madre para él.

A veces tomaba aquel viejo reloj y se quedaba viéndolo por horas. El reloj era dorado con una larga cadena de oro y en la parte posterior tenía las iniciales K.A. gravadas, aunque sabía que no eran las de su madre pues dudaba que ella hubiera podido algún día tener un objeto tan caro como ese en sus manos y mucho menos regalarlo.

A él también le gustaba dormir con el reloj pues extrañamente le reconfortaba escuchar su ligero tic tac porque así sentía que el tiempo avanzaba más rápido y eso significaba volver a ver a Kenny.

Kenny se quedó el tiempo suficiente para enseñarle a valerse por mí mismo y un día simplemente se fue sin decir adiós.

Ese día fue justo cuando Levi se topó con el hombre que había humillado a su madre empujándola en la calle y sintió mucha rabia, la cual Kenny notó.

– Oye ¿Qué pasa mocoso? –preguntó y Levi le contó–. Ya veo, la pregunta es ¿Qué harás?

Entonces Levi lo atacó, el hombre parecía sorprendido pues no esperaba que un mocoso fuera a tumbarlo de una sola patada. Kenny también se sorprendió. Estaba claro que Levi en algún momento mientras viajaba había despertado su instinto Ackerman y ya no lo necesitaba.

– ¿Me recuerdas? –le preguntó furioso sujetándolo de la playera, aunque el hombre no podía ni hablar por el dolor debido a que de una patada le había tumbado los dientes.

Tras unos golpes más Levi miró detrás suyo en busca de la cara de Kenny, siempre lo hacía esperando ver aprobación reflejada en él, claro está, nunca recibió esa mirada.

Había una enorme multitud sorprendida por lo ocurrido, pero Kenny se había ido y Levi pensó que quizás había ido a un encargo o a divertirse un rato, así que decidió regresar a casa para esperarlo.

Al llegar notó que la puerta estaba abierta y las cosas de Kenny no estaban. Corrió hacia el cajón con la necesidad de comprobar que Kenny regresaría, pero no estaba el reloj, era oficial, Kenny se había ido sin dejar una nota o un adiós, nada.

Al inicio sintió pánico, el aire le faltaba. Nuevamente estaba solo, pero entonces se calmó y respiro profundamente. No lo necesitaba, ya era fuerte y sabía el arte de robar para vivir. No necesitaba a nadie, así como no había necesitado de Kenny cuando recuperó el juego de té de su madre de aquellos hombres que manejaban la casa de empeño y cuyos cuerpos ahora se encontraban en el fondo del precipicio.

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En la actualidad...

La alarma del despertador sonó y Levi se apresuró a apagarla cubriendo su cabeza con la almohada deseando poder dormir un poco más.

– ¡Levi Ackerman, será mejor que despiertes o iré a tirarte de la cama yo misma! –escuchó a su madre gritarle.

A pesar de su cansancio Levi se levantó perezosamente y procedió a alistarse.

Levi Ackerman era un chico bajito de estatura pues apenas media 1.60, su complexión era delgada, cabellera negra y ojos color gris ceniza acompañados de una expresión malhumorada estática en su rostro.

En cuanto estuvo listo salió de su cuarto y escuchó las voces provenientes de la planta baja. Seguramente se trataba de su madre regañando a Kenny por algo que había hecho como llevar alguna mujer a la casa, llegar borracho o quizás apenas ir llegando. Fuera lo que hubiera pasado para él era lo más normal por lo que cuando bajó y los vio discutir no dijo nada.

– Buenos días mi niño –dijo amorosamente Kuchel abrasándolo–. ¿Emocionado por el regreso a clases?

– No puedo aguantar la emoción –contestó irónicamente de un modo serio y un poco fastidiado mientras esperaba estático y pacientemente a que su madre lo soltara.

– Voy a fingir que eso no fue con ironía –dijo su madre antes de soltarlo–. ¿Qué te parece si desayunamos juntos?

– No gracias –contestó casi de inmediato.

– Pero... iba a preparar el desayuno –comentó Kuchel con un tono de decepción antes de que Levi saliera de la casa.

Kuchel miró por la ventana en el mismo instante en el que un auto descapotado en muy malas condiciones, casi al punto de ser llamado chatarra, se estacionaba frente a la casa y tocaba el claxon que apenas se logró escuchar debido al volumen alto de la música.

Levi caminó hacia la carcacha andante y antes de subir se escuchó la voz de su madre regañando al conductor.

– Farlan Church –llamó Kuchel mientras salía de la casa–. ¿Cómo vas a manejar bien con tan semejante ruido y esos lentes?

El conductor que era un chico rubio de melena alborotada se quitó al instante los lentes oscuros asustado.

– No se apure señora A, todo el verano estuve practicando y le puedo asegurar que Penélope –Así había decidido llamar a su auto–, cumple los protocolos de seguridad como cinturones y esas cosas.

– Aun así, más les vale que se comporten y vayan directo a la escuela. No creas por un instante que no llamaré a tu madre para contarle todo lo que han hecho desde el prescolar.

Farlan se estremeció.

– Si señora A. Le prometo que su retoñito está en buenas manos –dijo levantando el pulgar y en cuanto Levi subió al auto este arrancó a toda prisa dando una vuelta en U dejando huellas de neumáticos en el pavimento.

– ¡Y pónganse el cinturón de seguridad! –gritó aun sabiendo que no la escuchaban.

Se quedó mirando la calle unos instantes mientras el auto continuaba alejándose y suspiró pensando que desde un tiempo atrás Levi era distante y serio.

– Ya deberías irte acostumbrando hermanita. Levi es un chico grande y pronto dejará el nido –comentó Kenny tratando de animar a Kuchel.

Ella estaba por contestarle a su hermano cuando una enorme camioneta negra estacionó justo a un lado de ellos.

– Llegó mi transporte –dijo Kenny procediendo a darle un beso en la mejilla a su hermana–. Hoy Uri quiere que sea el guardaespaldas de dos de sus mocosas.

Este último comentario hizo que Kuchel dejara de concentrarse en Levi para centrarse en su hermano y el motivo por el cual lo estaba regañando en primer lugar.

– Hueles como si te acabaras de bañar en alcohol y ¿pretendes cuidar de dos niñas?

– Incluso borracho puedo manejar y disparar si es necesario –alegó Kenny mientras subía a la parte delantera de la camioneta.

– Mas te vale que eso solo sea una broma –le regañó su hermana.

Mientras el vehículo avanzaba Kuchel intentó ver de quienes eran las pasajeras, pero los vidrios estaban polarizados por lo que no pudo ver absolutamente nada.

– Señoritas Reiss –saludó Kenny a las dos adolescentes que venían como pasajeras en la parte de atrás.

La más grande de edad se llamaba Frieda y Kenny la conocía desde su nacimiento a diferencia de la otra chica rubia.

– ¿Es en serio? –se quejó Frieda despegando la mirada de su celular y mirando con desagrado a Kenny–. ¿Tío Uri está tan alterado que te ha mandado a ti a vigilarnos?

– Créeme niña, a mí tampoco me agrada ser tu niñera –contestó Kenny–. Pero tu padre Rod se portó muy mal este verano y ahora me toca cuidar sus traseros.

– Como sea, antes de ir a la escuela quiero un café y también debemos pasar por mis amigas –dijo Frieda antes de regresar a su celular.

– Nada de cafés –regañó Kenny sin mirar a Frieda pues su vista estaba fija en un auto que venía siguiéndolos– ¿Ya habías notado ese auto negro? –preguntó al chofer quien no dijo ni una sola palabra y solo negó con la cabeza.

Desde el momento en el que llegó a la mansión Reiss, Historia supo que su vida sería completamente diferente a la que solía tener en la granja donde vivía con su madre.

Ahora vivía en una mansión rodeada de sirvientes que estaban pendientes de ella las veinticuatro horas del día, comía comida costosa y todo en su cuarto parecía muy elegante además de que le parecía exageradamente amplio.

– Ahora recuerda mocosa –habló Kenny dirigiéndose a Historia–. Tu nombre en la escuela es Krista Lenz y tus padres son sirvientes que viven en la mansión Reiss ¿entendiste?

– Nada diferente de la realidad –dijo Frieda–. Solo que evita la parte en la que tu madre buscó acostarse y embarazarse de su jefe.

Las palabras de Frieda hicieron que Historia bajara la cabeza sintiendo vergüenza. Ella entendía el motivo del rechazo que sentía la familia de su padre Rod hacia ella, después de todo era la hija de una amante, pero Historia no había pedido ser llevada a esa mansión ni recibir nada.

La camioneta estacionó frente a una casa enorme, aunque no al grado de la manción Reiss y al vehículo ingresó una chica rubia vistiendo ropa que parecía ser muy costosa y a la moda.

– Hola Nanaba, luces espectacular –dijo Frieda en cuanto su amiga subió al vehículo.

– Eso espero porque tardé horas en elegir mi atuendo –contestó y luego miró a Historia–. ¿Quién es ella?

– Te lo contestarè en cuanto pasemos por Marie –respondió Frieda y la camioneta nuevamente se puso en marcha hasta que hizo una última parada frente a otra casa lujosa donde ya aguardaba una chica quien para sorpresa de Historia llevaba un vestido sencillo e incluso de mal gusto o al menos eso aparentaba hasta que se lo quitó revelando el atuendo debajo.

– Marie tu madre debe de dejar de exagerar con la ropa –dio Nanaba en cuanto la chica ingresó al vehículo.

– Ya sabes que no le gusta que enseñe nada –dijo guardando el vestido en la mochila–. Ahora veamos –habló antes de proceder a inspeccionar cada parte de la ropa que llevaban–. Gucci, clásico y elegante. Tienes un diez Frieda y... –miró a Nanaba–. Balenciaga, aunque no de esta temporada, tienes un siete Nana.

– Es que...

– Silencio Nana –dijo la chica y miró a Historia quien hasta el momento había sido invisible–. ¿Quién es esta chica tan mal vestida?

– Marie te presento a Krista, ella es hija de una sirvienta de la casa –aclaró Frieda.

– ¿Y nos agrada? –preguntó Nanaba.

– No –contestó y eso bastó para que el resto del camino las chicas la ignoraran.

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Tras un trayecto tranquilo en el autobús, Hange llegó a la escuela y caminó apresurada en busca de su nuevo casillero para asegurarse de tener todo listo antes de que sonara la campana, solo que estaba tan apresurada que no notó cuando la puerta de la camioneta a un lado de ella se abrió dándole un portazo haciéndola caer al suelo junto con sus gafas.

– Ups, ten mas cuidado torpe Zoe –dijo una voz femenina en tono de burla la cual Hange reconoció de inmediato.

Si el diablo hubiera tenido una hija en la tierra esa probablemente sería Marie Carlsted. Ella era la chica más popular de la preparatoria Paradai. Siempre reconocida por cuidar cada parte de su aspecto como su cabello teñido, maquillaje perfecto que resaltaba sus facciones, usaba ropa a la moda que dejaba ver su buen físico y se pavoneaba por la escuela como si le perteneciera.

– Lo has hecho a propósito Marie -dijo enojada Hange y estaba por levantar sus gafas cuando Marie las notó, sonrió y acto seguido los piso con su tacón.

– Ay cuanto lo siento.

– ¡Mis lentes! -se quejó parándose furiosa–. ¡Ahora si te has pasado!

– Tranquilízate Zoe –le dijo Frieda interponiéndose entre ambas chicas–. De todas formas esas gafas estaban horribles como tu –al decir esto tanto ella como Marie rieron, en cambio Nananba prefirió quedarse callada.

Marie apartó a Frieda, se acercó más a Hange y se inclinó un poco para quedar más cerca y a la altura ya que por los tacones la rebasaba por unos cuantos centímetros.

– Si, lo hice a propósito, ahora dime ¿Qué vas a hacer al respecto? –dijo barriéndola con la mirada de arriba abajo.

– Algún día Marie vas a colmar mi paciencia. –Hange apretó los puños para contener su enojo.

Dentro de la camioneta el chofer y Kenny veían la escena.

– Oye esa chica parece furiosa y a punto de golpear a alguien ¿no vas a intervenir? –le preguntó el chofer a Kenny.

– Me pagan para evitar que la secuestren o que una bala atraviese su cuerpo, no para protegerla de adolescentes –respondió Kenny.

Hange Hubiera deseado agredirlas a ambas en ese instante, pero de hacerlo sería expulsada y todas sus metas se verían arruinadas. No, Marie podía meterse con ella, pero no le impediría cumplir sus aspiraciones solo por un arranque de ira.

– Por favor Zoe, tú y yo sabemos que nunca harás nada –Marie sonrió–. Mejor mantente alejada de mí.

Tras esta amenaza el trio del mal, como solía llamarlo Hange, continuó su camino.

Hange llena de rabia se agachó para tomar lo que quedaba de sus lentes rotos, pero una mano le ganó en levantarlos.

– Déjame ayudarte –dijo una voz familiar–. Por suerte para ti siempre traigo un repuesto –dicho esto sacó unos lentes de su mochila. Él ya estaba acostumbrado y preparado ya que constantemente Hange los perdía o se le rompían.

Hange se puso los lentes y miró al chico que le sonreía correspondiéndole también con una sonrisa.

– ¿Qué haría sin ti Moblit? –dijo Hange abrazándolo contenta de tener a su mejor amigo.

Moblit Berner podía describirse como un chico sumamente delgado y alto, pero su mejor descripción era que poseía un alma noble. Era el mejor amigo de Hange desde que ella tenía memoria, siempre estaban juntos en todo y era la persona que mejor la conocía en el mundo.

– Pues no lo sé líder, quizás estarías perdida y tu vida sería triste y desolada.

– En definitiva, si estaría perdida sin ti. –coincidió y después le dio un ligero golpe en el hombro–. Y no me llames líder.

– Pero eres la líder de los mate atletas –contestó sobándose.

– Es verdad y gracias por los lentes. Siempre estas para salvarme.

– Lamento no haber llegado antes.

– No es tu culpa. Marie es una odiosa y creo que se ha vuelto más odiosa durante el verano –dijo enojada Hange.

– No entiendo por qué lo permites.

– Porque si le diera unos cuantos golpes entonces llamarían a mi mamá quien daría el grito en el cielo, su preciosa hija castigada en dirección o peor aún, sería expulsada –se lamentó–. Chao oportunidades laborales, chao universidad –sacudió la mano como si se despidiera y después apretó el puño–. Si fuera por mí ya le hubiera roto su nariz falsa.

– ¿Es falsa? -pregunto Moblit fingiendo sorpresa.

– Moblit, ¿Acaso no recuerdas como era en la primaria? Ella tenía la nariz más grande que he visto en toda la vida, más grande incluso que la mía.

– Velo por este lado, ella se operó para no parecerse a ti.

– ¿Estás diciendo que mi nariz es fea? –preguntó molesta–. Peor aún, me está comparando con ese demonio.

– Es un poco prominente –confesó con nerviosismo–. Además, no te comparo, solo digo que ambas se parecen, creo que sin el maquillaje y el corte... definitivamente si las personas las vieran juntas pensarían que son gemelas –Moblit notó la mirada de desaprobación de su amiga–. Hey no es un insulto. Marie es muy guapa y tú te pareces...

– ¿Acaso dijiste que Marie Carlsted es guapa?

– No niego lo que veo, es un ser horrible, pero atractivo –dijo encogiéndose para protegerse del inminente golpe en su hombro que no tardó en llegar–. Oye yo no soy quien usa lentes, quizás deberías de verificar la graduación porque si dices que Marie es fea...

– O quizás tu deberías hacerte un estudio, a lo mejor necesitas lentes -alegó para después alejarse.

– Moblit un consejo –dijo Abel acercándose a su amigo y tomándolo por sorpresa.

– ¡Abel! santa Ymir, no hagas eso –reclamó en cuanto se recuperó del susto pues su amigo tenía siempre la tendencia de acercarse a las personas sin hacer ningún ruido tomándolas desprevenidas.

– Decirle a la chica que te gusta que su archienemiga es guapa no te va a ayudar a conquistarla.

– Es que ella no entiende de indirectas, si pienso que Marie es guapa y ambas se parecen entonces por ende pienso que ella es guapa, pero creo que no lo entendió –dijo triste Moblit.

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Erwin llegó a la escuela y bajó apresurado del auto. Nile, su mejor amigo ya lo esperaba en la entrada recargado en la pared.

– Hola capitán –saludó amigablemente.

– Aún no es oficial –aclaró Erwin mientras ambos ingresaban a la escuela.

Nile Dok era popular, mas no por ser un buen atleta y en definitiva no porque fuera guapo. Él era rico y eso atraía a las chicas, además de que sabía emplear muy bien su labia y era el mejor amigo de Erwin, o al menos eso fingía, pues en el fondo le tenía muchos celos a su amigo.

Erwin poseía todo lo que Nile deseaba: estrella del deporte y llamaba la atención de las chicas, sobre todo de Marie. Nile estaba acostumbrado a tener todo lo que quería y Marie era algo que se le escapaba de sus manos.

– Vamos, el entrenador te nombrará capitán, yo no tengo tanta oportunidad –dijo Nile fingiendo amabilidad mientras caminaban por el pasillo.

– Por supuesto que me nombrará, pero no quiero adelantarme –dijo Erwin deteniendo su andar.

Nile estaba por decir algo, pero en ese instante el ruido atrás de ellos hizo que ambos voltearan.

Marie hizo acto de presencia junto con sus dos amigas inseparables Nanaba Inocensio y Frieda Reis y mientras desfilaban por el pasillo de la escuela las personas miraban ya fuera por celos o admiración. Todas las mujeres deseaban ser ellas y todos los hombres querían una cita e incluso algunos se acercaban para tratar de conseguir una.

Marie y sus dos mosqueteras se detuvieron frente a Erwin y Nile y mientras al segundo lo ignoraron por completo con Erwin fue todo lo contrario.

– Hola Erwin –saludaron al unísono las tres.

– Hola chicas.

– Bonito, he escuchado rumores de que te nombraran capitán del equipo a finales de esta semana –dijo de forma coqueta Marie.

– Ya es casi oficial –contestó Erwin.

– Ten por seguro que yo te estaré animando, quien sabe, quizás me convierta en tu porrista personal –dicho esto último se acercó y besó muy cerca de la boca–. Chao bonito.

Bonito era el apodo y la forma cariñosa en la que Marie siempre se refería a Erwin. A él no le molestaba, pero si le fastidiaba a Nile.

Marie se alejó y en el pasillo fue abordada por una chica bajita que llevaba una tablet en mano.

– Hola Marie ¿Tienes tiempo? Me gustaría hacerte unas preguntas –dijo la chica–. Es sobre Erwin...

– Lo siento, pero no tengo ganas –dijo de forma grosera–. Ahora aléjate de nosotras.

Tanto Frieda como Nanaba fulminaron a la intrusa con la mirada y la chica se fue asustada.

– ¿Quién era esa? –preguntó Marie.

– Ilse Lagner –respondió Nanaba–. Es del periódico escolar, maneja el blog de chismes de la preparatoria y también tiene una página dedicada a Erwin.

– Patética –hablo Frieda–. Pensó que podría sacarte información.

– De seguro se pregunta cuándo van a comenzar a andar –continúo hablando Nanaba–. Hubo un rumor de que ya estaban saliendo en el verano.

– Aun no me decido entre Nile o Erwin, ya veremos al final de la semana –dijo Marie viendo a ambos chicos desde lejos.

– Pues para mi ambos son unos tontos –comentó Nanaba–. Son seres superficiales sin sentimientos.

– Los chicos con sentimientos son como esos de ahí –señaló Marie a un grupo de chicos que platicaban sobre sus series favoritas mientras presumían sus playeras estampadas–. Desalineados y obsesionados con sus cosas.

– Pero Mike es amable y es amigo de Erwin –alegó Nanaba tomando uno de sus largos mechones rubios y retorciéndoselo en sus dedos mientras miraba al chico del cabello algo largo que le cubría prácticamente los ojos.

Mike era sumamente alto, aunque la mayor parte del tiempo se encorvaba o caminaba sin ninguna preocupación. Era un chico que vestía jeans rotos y holgados acompañados por unas cadenas, tenis siempre descuidados al igual que sucios y playeras de sus series de ficción favoritas. La de ese día hacía referencia al lobo de la casa Stark de Game of Thrones.

– Que Erwin sea amable con él no significa que sea su amigo, además es desagradable. –alegó Marie–. Yo no permitiré que salgas con alguien así –sentenció haciendo una mueca de asco–. porque si llegas a salir con un sujeto como esos dejaras de ser mi amiga.

– Si decido salir con alguien es por amor.

– Por favor Nanaba, no seas tonta, las relaciones son estatus, no amor.

Ahora un poco sobre el capítulo:

1. La parte del reloj de Kenny así como la del pañuelo de Levi es inventada y las siglas K.A. hacen referencia al nombre del padre de Kenny el cual no se conoce en el manga, pero ya que ambos nombres de los hermanos empiezan con K pensé en poner que el padre de ambos también iniciara con esta letra y que Kuchel se había saltado esta tradición al ponerle a nuestro heichou un nombre cuya inicial no es K.

2. Hace poco salió el manga de Levi donde se nos explica el motivo por el cuál toma la taza de esa forma tan particular por lo que quise hacer una pequeña mención y esto es cuando se habla del juego de té y los hombres a los que eliminó.

3. Quizás los personajes en este momento tengan una personalidad diferente a la que estamos acostumbrados como que Hange es más ordenada, pero a su debido tiempo y tras diferentes acontecimientos irán evolucionando tato en su apariencia como en su forma de actuar, por ejemplo, Nanaba en su versión High School tienen el cabello largo, pero más adelante tendrá un corte extremo ¿el motivo? Ya lo sabrán a su debido tiempo.

4. A mí me gusta mucho incluir clichés en mis historias y uno de esos es el típico trio de populares. Si ustedes notaron otro déjenlo en los comentarios (créame hay bastantes).