5 BACK TO DECEMBER
16 años atrás…
St. Brendan Catholic Church. Boston, Connecticut. 16:23 p.m. 30 de diciembre del 2007.
—¿Qué haces, Russo? ¡Detente! No puedes entrar a una boda e interrumpirla simplemente porque a ti se te da la gana, ni siquiera estás invitada —Salma la detuvo del brazo—, y menos, si no estás completamente segura de que Anne no siente algo por el niño bonito de Harvard.
—¡Claro que estoy completamente segura de que Anne no siente nada por Stephen! —Rachel se soltó del agarre—. Y sé también que Anne no será feliz con él. Salma, entiéndelo, ¡Ella no lo ama!
— ¿Y tú cómo lo sabes? —se interpuso en la entrada de la iglesia.
Salma aún desconocía los encuentros que se llevaron a cabo después del beso que se habían dado en su fiesta. Porque sí, existieron otros más. Anne y Rachel se reunieron en Nueva York para solucionar lo que había pasado ese día. Anne le confesó sus sentimientos y Rachel los suyos. Ambas coincidieron que se gustaban, y que no tenía nada de malo eso, incluso, Anne admitió que todas sus humillaciones habían sido por culpa de no querer afrontar su sexualidad y sentir irremediables celos al verla con otros chicos. También aceptó, que quiso esconder ese gran secreto a partir de una personalidad malcriada y abusiva. Pero al sentirse más libre en Harvard y tener el apoyo de Stephen, fue que se decidió por dar el siguiente paso con ella.
—Contesta, ¿Cómo lo sabes? Porque si crees que por el beso que se dieron esa vez en mi casa como adolescentes, evitarías esta boda, estás equivocada.
— ¡Porque salimos a escondidas y te lo ocultamos! Ella no quería que nadie lo supiera y me pidió que fuera un secreto entre nosotras, porque no estaba lista para que todos supieran que salía con una mujer —Salma no podía creer las palabras de su mejor amiga—. Ella me ama, Salma. Solamente está confundida y tiene miedo, yo lo sé. Por favor, déjame entrar. Ella no se puede casar con él —suplicó con lágrimas en los ojos.
—Aunque no entiendo muy bien qué pasó por tu mente para aceptar eso, y estoy bastante molesta de que me ocultaras algo así, dejaré que detengas esta mierda, porque hasta yo sé que esa idiota rubia no ama al chico de plástico —se quitó del camino para que Rachel pudiese pasar—. Sin embargo, después me tendrás que contar todo. Esto hasta para ti, está muy mal.
—Te lo prometo.
La iglesia relucía por la elegante decoración; todo era pulcro, inclusive, las flores lo eran. La familia de Stephen Lockwood había decidido que fuese así. Anne no había tenido ni voz ni voto en alguna decisión. Había tenido que aceptar cada una de las disposiciones impuestas sobre ella. Lilly, la mamá de Stephen, trataba de ocultar el escándalo que se vendría para su familia, fue por esto por lo que organizó con tal premura aquel festejo. Y eso no lo sabía Rachel, jamás se enteró del enorme secreto que Anne estaba guardando con tanto recelo para poder protegerla.
Rachel atravesó atropellada el pasillo, llevándose el asombro por parte de todas las personas del lugar, pero eso no le importó, ella ya tenía un objetivo fijo, llegar hasta Anne y detener esta estupidez.
Se presentó hasta donde estaba situada la pareja, y así sin más, interpretó la canción que le expresaba todos sus sentimientos después de su partida, además de estar basada en su libro favorito, "Cumbres Borrascosas". "It's All Coming Back To Me Now" de Celine Dion.
Tal vez cantarla allí, detendría la situación y la haría cambiar de opinión. Quizás, y sólo quizás, los recuerdos la harían volver. Recuerdos que habían vivido ese último mes y ya jamás olvidarían. Recuerdos de las veces que ambas se habían reído hasta llorar por culpa de cualquier simpleza; recuerdos de las veces que Anne había viajado de Boston hasta Manhattan y Rachel la había recogido en el aeropuerto con un beso de bienvenida; de aquel asiento que le tenía apartado con tanto recelo, solo para que la viera cantar en la matiné; de todas las pláticas que se alargaban hasta la madrugada y necesitaban de un café para seguir con ellas; de todas las mañanas que despertaba entre sus brazos; de los tantos paseos que dieron por Central Park mientras Anne le hablaba de los sueños que tenía para un futuro juntas. Esos recuerdos, y muchos otros más, parecían haber sido olvidados por la que aún en ese momento, seguía considerando como su chica.
Rachel desconocía la razón de su actuar, ella solo sabía que de la noche a la mañana Anne había decidido abandonarla. Se había despedido con una nota pidiéndole que no la buscara más, incluso, había cambiado su número celular y su dirección. Por un largo mes no supo más de ella, hasta que se enteró por parte de Salma que se iba a casar.
Por eso no se contuvo en su intento de detener la boda y demostrar su amor de la mejor manera que podía. Con su mejor arma, con su voz.
"Terminé de llorar en el instante en que te fuiste.
Y no puedo recordar dónde ni cuándo ni cómo,
Desterré cada recuerdo que tú y yo creamos."
— ¡Oh, por Dios! ¿Qué crees que estás haciendo?
Anne al escuchar el sonido característico de su armoniosa voz, sintió terror. La conocía de memoria, reconocía perfectamente esa canción.
"Pero cuando me acaricias así,
Y me sostienes de esa manera,
Sólo tengo que admitir que todo está regresando a mí,
Todo está regresando a mí…"
—¿Qué está pasando, Anne? —Stephen susurró desconcertado—. ¿Qué hace Rachel aquí? Pensé que le habías explicado todo.
"Hubo momentos de oro, y hubo destellos de luz.
Hubo noches de interminable placer.
Fue más de lo que tus leyes permiten, amor, amor…"
—¡Basta, Rachel! —la tomó de la mano y la arrastró hasta la salida mientras todos los presentes las observaban perplejos. Stephen, Salma y Allison las siguieron de cerca—. ¿Quién te crees que eres para venir a hacer esto a mi boda? Pensé que te había quedado bastante claro la última vez que nos vimos. Me voy a casar y no hay marcha atrás.
—¡Tú no te puedes casar con él! Por eso vine a evitar esta locura.
Stephen no entendía el por qué Rachel era tan valiente para interrumpirlo todo, pues Anne le había prometido que no iban a existir dramas al respecto, que ya había hablado con ella y habían terminado todo, sin embargo, estaba allí, tan decidida.
—Tú no lo amas, y si sigues adelante con esta locura, serás infeliz. Tú me amas a mí y no puedes cambiar lo que dicta el destino —le acarició su mejilla.
— ¡Dios! —Anne cerró fuertemente sus ojos—. Dime por favor que no estás haciendo esto.
—No puedo permitir que te cases con él sabiendo que serás desdichada —insistió dejando sutiles caricias en su cuello—. Veme, Anne, aquí estoy. Escúchame, mi amor, aquí estoy. Dejaré Moulin Rouge por ti. Nos iremos lejos si así lo deseas. Donde nadie nos haga daño. Donde nadie sepa de nosotras.
Anne suspiró y guardó silencio por unos cuantos segundos, y es que estaba sobre pensando qué decirle para que no insistiera más. ¿Qué podría hacer o decir para no seguir con aquel tormento que, sin duda, de un momento a otro se transformaría en un nudo dentro de su pecho? Fue así como inició con la más grande mentira que podría decir en toda su vida. Se convirtió en la mejor actriz dentro de escena, aunque esta escena estaba muy alejada de ser ficción.
—¿Es que nunca lo entenderás, Rachel? ¿Cuántas veces debes de cometer el mismo error para entender que no funcionaremos? —comenzó a dar pequeños pasos a su alrededor y así evitar más contactos que le harían cambiar de opinión—. Que tú y yo somos como el agua y el aceite. Siempre trataré de herirte y siempre trataré de humillarte. ¡Entiéndelo! Esas veces que nos vimos solamente fueron un juego para mí. No significó nada.
—Yo sé que estás mintiendo, Anne. Yo sé que a quién amas es a mí y no a él, y sabes que tenemos esa conexión que nadie más tiene —tomó delicadamente sus manos entre las suyas—. Sé que el destino nos ha tenido unidas para siempre, así que no creo que sea cierto lo que dices.
— ¿Y cuánto crees que durará esto? ¿Cuánto tiempo creerás en esta estupidez en la cual yo soy la buena de la historia? —la encaró—. No sé ni siquiera por qué pensaste que entre tú y yo podría existir algo más. Solo me divertí un rato contigo, te lo dejé en claro hace un mes, te advertí que después de esa última noche, no quería nada de mensajes, cero contactos. Solo fue una equivocación.
— ¿Por qué no quieres aceptarlo? ¿Por qué te aferras a ocultar tus sentimientos? —le acarició de nuevo su mejilla persistiendo en hacerla entrar en razón.
—¿Quieres saber cómo termina la historia que en vez de estar llena de amor es de terror? —disminuyó la fuerza de su voz, si los gritos no habían funcionado, posiblemente la delicadeza sí—. Yo me casaré con Stephen y me quedaré en Boston a hacer una hermosa familia. Seré una abogada o tendré un puesto dentro de su empresa y seré reconocida como la esposa del hombre de una de las familias más distinguidas del país, y tú, tú te irás a Broadway a tratar de convertir en realidad tu sueño, el cual, llevas repitiendo a todos a tu alrededor una y otra vez hasta el cansancio.
—¡Basta, Anne! ¡Lo nuestro no ha terminado! —sollozó—. Me niego rotundamente a ello… Lo nuestro no puede terminar así. Así no es como nuestra historia está escrita y debe de acabar. No acepto este punto final.
—Claro que sí, ¡Eres tan frustrante, Rachel!
Llegó el momento de usar la última de sus armas, la que no quería tener que utilizar porque podría terminar con todo lo que habían construido juntas.
La humillación.
—Porque vives en tu estúpida fantasía de cuento de amor, en el cuál, necesitas que alguien constantemente te esté diciendo lo maravillosa que eres, que, para mí, me vale una mierda y un poco más. Rachel, si te aferras a encontrar el final feliz conmigo, entonces jamás serás la mejor y lograrás tus sueños —le dio la espalda suspirando una y otra vez pretendiendo tranquilizar a su ya destruido corazón.
—¡No me iré hasta que me digas directamente a los ojos que no sientes nada por mí! Porque viéndome a los ojos me dijiste que me amabas —lo intentó por última vez.
—Fácil —la encaró nuevamente—. Acércate, porque lo repetiré una sola vez.
Rachel le temió por primera vez en su vida. Anne había perdido su dulce mirada para convertirse en una chica mucho más fría que la que había conocido incluso en el pasado.
— ¡Jamás podré sentir algo por una persona como tú! Una hija frustrada que, porque no tuvo el cariño de parte de su madre biológica y la entregó a alguien más, pretende que todos debemos de sentir algo por ella, que debemos hacerla sentir valiosa e importante, pero no, sigues siendo la misma chica intensa y desesperante con aires de grandeza. ¡La misma chica estúpida que cree en insulsos cuentos de amor!¡Nunca me importaste! ¡Ni antes, ni ahora!
—Basta, Anne. No sigas, por favor —las lágrimas ya no le permitían siquiera distinguirla.
—Santo Dios, hija. ¡Qué está sucediendo aquí! —Isabella intervino, la madre de Anne. Desde la puerta había estado observando toda la plática y no podía aceptar que su hija estuviera una vez más avergonzándola—. ¿Por qué esta chica está diciendo todo eso? Dime por favor que no es cierto… Seremos la comidilla de todos, Anne.
—No es cierto nada de esto madre, Rachel simplemente está mintiendo, ya la conoces —suspiró y observó de reojo a su chico. Stephen había decidido no intervenir—. Y tú, ahora me vas a escuchar —la llevó hasta su madre y comenzó con una más grande mentira—. Jamás sentiré nada por una hija de dos madres lesbianas, eso, eso es una abominación para todos. Mi estatus social y educación no me lo permiten —siguió con lo peor que pudo decir, porque sabía que, si se metía con Sarah y Alice, claramente estaba poniendo el último clavo al ataúd, además, porque afectaría a más personas que quería, pero si con eso la alejaría, tenía que mentir, aunque le doliera y perdiera a más personas a su alrededor—. ¡Las lesbianas no deberían siquiera existir en este mundo! Me dan asco. Dios las detesta. Y yo no entro en esos estúpidos estándares de inclusión forzada.
—¡Retira lo que acabas de decir, Spencer! —Salma decidió intervenir mientras Rachel permanecía pasmada—. Retíralo o en este mismo instante te quedarás sin las personas que te ayudaron durante los peores años de tu mediocre existencia —señaló a su grupo de amigos, quienes también habían salido de la iglesia al escuchar los gritos por parte de la rubia—. Anda, Anne, danos la espalda y seguramente te quedarás sola como es tu costumbre.
—Anda ya, ambas, tienen que dejar de discutir, y es que son mejores amigas —Allison intentó calmar a Salma acariciando sus brazos.
— ¿Desde cuándo proteges tanto a esta chica tan patética e insignificante, Salma? Si mal no recuerdo, tú eres la peor de todas. Tú y solo tú la has humillado más veces de las que yo pude hacerlo, y ya es mucho decir después de lo que hoy pasó —se carcajeó sarcástica—. Olvídalo, no respondas, y no, no lo haré, ustedes tampoco me interesan —señaló a todos sus amigos y mintió una vez más sin tener el valor de dirigirle por última vez la mirada a la persona que más amaba en la vida y caminó de vuelta a la entrada—. Ahora si me lo permiten, debo continuar con mi boda, ya saben dónde está la salida —se acomodó el vestido y el peinado.
—No intervengas, Salma. Por fin entendí —Rachel dirigió dolida sus palabras a la espalda de su amor—. Nunca más te buscaré, Anne, tenlo por seguro. Será como si nunca hubieses existido. Estás muerta para mí —sentenció con dureza—. Ojalá puedas ser feliz con tus mentiras y con las apariencias con las que te ocultas para demostrar que no te duele —su voz temblaba por la falta de respiración—. Es una lástima que tus padres te hayan convertido en esto, porque, aunque te burles y ofendas a las mías, a mí sí me dieron lo que a ti no… ¡Comprensión! Y no te preocupes, nadie muere de amor, menos yo, y espero que tú tampoco, porque entonces no habrá valido la pena todo esto. ¡Entonces no te habrán valido tus mentiras!
Lo último que hizo fue, lanzarle a los pies el elegante collar con diamantes que tenía destinado para ella y salió corriendo sin poder distinguir nada a su alrededor más que el dolor que le provocaba su corazón roto en mil pedazos.
21 de enero del 2023. Café La Colombe, Nueva York. 17:24 p.m.
—¿Anne? ¿Anne?
Quien la estaba haciendo volver de sus peores recuerdos, era Rachel, y lo hizo, con incesantes movimientos de mano que pasaba por enfrente de su rostro.
Anne estaba sentada en una de las mesas más cercanas a la ventana; se había perdido dentro de sus pensamientos mientras veía la nieve caer y en sus audífonos resonaba: "Back To December" de Taylor Swift; jamás una canción, había descrito a la perfección su historia de vida. Se había colocado justo allí para no ser sorprendida por su cita, pero sus planes se vieron frustrados, porque cuando menos se dio cuenta, Rachel estaba mirándola desconcertada.
—Llevo más de un minuto tratando de saludarte y hacer que me pongas un poco de atención —la obligó a despabilarse y dejar de sollozar—. ¿Estás bien? ¿Estás llorando? —cuestionó preocupada—. Espero no ser yo la culpable, porque aún no te he dicho nada.
—Lo siento, Rach, es que tengo una pequeña basura en el ojo, ¿lo notas? —se acercó hasta ella para mostrarle su ojo derecho—. Y… hola —sonrió admirando el par de ojos color avellana que la contemplaban con atención a centímetros de su rostro.
—Yo no veo nada, Anne, pero si tú insistes —se sentó bien sobre su silla que estaba enfrente de la de ella.
—Pensé que no vendrías.
—Oh, eso, lo siento, es que he estado un poco atareada esta mañana, de hecho, muy atareada. Te cuento… salí a correr, a comer —sonrió recordando el paseo con Salma y Alex en Central Park—, y apenas tuve tiempo de pasar a mi apartamento para poder bañarme, además, mi celular se quedó sin carga y no podía comunicarme contigo.
—Espera, espera, veo que sigues siendo la misma chica con mil palabras por decir —soltó una sonora carcajada —. Y no, no te preocupes, yo también llegué un poco tarde, no tienes que darme explicaciones.
—Pero quiero hacerlo —se encogió de hombros.
—Ten, esto es para ti… —le entregó la Gardenia que le había comprado una hora antes —. Te la traje porque la última vez no pude entregártela.
—Gracias, es hermosa… —le regresó una sonrisa por su hermoso detalle—. Bueno… ¿Y entonces? ¿Qué hacemos aquí?
—Antes de decir cualquier cosa, ¿deseas algo? ¿Un Mocca blanco? Podría llamar al mesero si así lo deseas —ofreció nerviosa queriendo alargar la tortura que sabía que se le vendría.
—No es que quiera escucharme ansiosa ni mucho menos, pero… Anne, al grano.
—De acuerdo… verás, Rach. No sé ni siquiera cómo comenzar —movió inquietamente sus dedos sobre la mesa.
—Por el principio, Anne —sugirió.
—Bien, yo sé que no tengo el derecho siquiera a que estés aquí sentada escuchando todas las razones por las cuales actúe como actúe, sin embargo, sé que eres la persona con el corazón más grande en este mundo de mierda y por eso estás aquí dándome una tercera oportunidad. Pff, creo que estoy diciendo puras tonterías —se regañó por la verborrea que salía de sus labios—. Rachel, debes de saber la primordial razón por la cual comenzó todo… —resopló por primera vez en lo que iba de la plática y se quedó en silencio por algunos segundos que parecieron una eternidad para Rachel—. Después de la última vez que nos vimos aquí en Nueva York y…
—De que me vieras a los ojos y me dijeras que me amabas, sí… de esa, de esa después de haber hecho el amor y me abrazaras con tanto cariño. Sí, lo recuerdo perfectamente —la interrumpió.
—Sí, Rachel, de esa —cerró fuertemente los ojos y se mordió el labio—. Pues bien, me enteré de que estaba otra vez embarazada, pero esta vez, de Stephen, y no quería romperte el corazón. Y no, no me embaracé en el tiempo que tú y yo estuvimos juntas, sucedió incluso antes, pero yo no lo sabía. Te juro que no quise herirte, aunque fue estúpido porque lo hice después, y no sabes el cómo hoy me arrepiento de ello.
Rachel se quedó completamente muda. ¿Estuvo embarazada? ¿Su Anne tenía otro hijo además de Ellis? Eso no era suficiente razón para tratarla como la trató o ¿Sí?
—¿No dirás nada? —preguntó preocupada. Rachel negó con la cabeza permitiendo que continuara —. Y creo que te conozco lo suficiente para saber que la pregunta que tanto miedo quieres hacerme es la siguiente, ¿te amaba? —Rachel asintió sin poder pronunciar ninguna palabra—. La respuesta es sí, Rachel, sí te amaba. Te quería más que a nada en la vida. Los días que pasé contigo, genuinamente fueron los más felices de mi vida.
— ¿Me amabas? ¿Del verbo pasado? —ignoró lo último.
— ¿Eso importa ahora?
—No —respondió fríamente.
—De acuerdo —susurró—. También quiero que estés al tanto de toda la historia, y aunque tal vez ya no importe, deseo que lo sepas. Rachel, yo estaba mal por lo que pasó con Allan, nuestro amigo. Él se fue, así como si nada —soltó un sonoro suspiro—.Y oye, yo sé que mi dolor no se comparará jamás con el tuyo, pero él era importante para mí y cada uno vive el duelo de diferentes formas. Yo sé que las mías no fueron las correctas, ni mucho menos las mejores —se cubrió el rostro—. Y Rachel, soy tan estúpida que cometí por segunda vez el mismo error, ese error que se ha vuelto la constante en mi vida.
— ¿Y Stephen? ¿Él sabe que no le amas? Creo que merece la verdad.
—Stephen, ¡Pff, Stephen! He llegado a quererlo, pero esa es otra historia. Stephen estuvo para mí durante todo mi duelo. Él me ayudó cuando más vulnerable me encontraba. Él es un buen chico, él es mi mejor amigo y no es el culpable de nada. Siempre supo mi amor por ti.
—¿Segura que es de él? Sé que ya dijiste que pensabas que era suyo, pero pudo haber sido de Christian, como pasó con Ellis. Me enteré meses antes de la fiesta que habías regresado con él —cambió de tema, porque no quería escuchar la verdad. Le era mucho más fácil que fuese de su exnovio, del padre de Ellis.
—Sí, Rach. Stephen es el padre. Las pruebas genéticas lo confirmaron. Y es que yo solo anhelaba calidez, consuelo, la certeza de que todo estaría bien. Sé que es estúpido echarle la culpa, pero él estaba allí… conmigo… mientras todas las personas que amaba estaban lejos, muy lejos de mí. Me sentía completamente sola en Boston y todos parecían tener a alguien, pero ¿yo? ¿A quién tenía? No tenía a nadie, y él fue el único que estaba allí, así que sucedió —confesó mientras las primeras lágrimas se asomaban de entre sus ojos.
Rachel estaba incrédula por la historia que Anne le estaba confesando. Y es que no la entendía, no entendía el porqué de sus errores.
—Cuando descubrí que estaba embarazada, supe que no podía fallarle a mi bebé, no otra vez, no como lo hice con Ellis años atrás, cuando permití que mis padres la enviaran a un internado lejos de mí porque Christian y yo no éramos suficientes para ella —aspiró con dificultad por la nariz—. Comprendí que lo mejor para el bebé era darle una verdadera familia, no como la mía, que es un verdadero desastre. Por eso sacrifiqué mi felicidad, lo hice por él, sacrifiqué mi corazón por él.
—Pero yo te podría haber ayudado si me lo hubieras pedido, Anne —unas incipientes lágrimas corrían entre sus mejillas—. Yo podría haber estado a tu lado. No había necesidad que se casaran si no lo querías. Nos amábamos y yo hubiera hecho cualquier cosa por ti y por el bebé.
—Rachel, jamás me hubiera permitido eso. Tú estabas a punto de cumplir uno de tus más grandes sueños, el de ser una estrella brillante. ¡Eras Satine! ¡Amor, eras la protagonista de la obra que te catapultaría a ser la mejor actriz de Broadway! Y estaba segura de que eso solo era el comienzo para ti y que lograrías cosas más increíbles, y para eso tenías que vivir sin piedras en tu camino, vivir esas experiencias sola, sin mí, sin que yo fuera una carga para ti —Rachel la vio devastada—. No pertenecías a mi lado, y no quería que me odiaras por impulsarte hacia adelante —le acarició las mejillas limpiándole delicadamente las lágrimas que ya sí corrían sin control—. No quería que las dos personas que más me importaban en mi mugrosa existencia sufrieran las consecuencias de mis actos. Jamás me hubiera perdonado el hecho que tú no cumplieras tus sueños. A ese grado te amaba, a ese grado estaba dispuesta a dejar mi felicidad para que tú consiguieras la tuya —se alejó de ella y se derrumbó en llanto sobre la mesa.
—¿Quién te dijo que ese era mi gran sueño? ¿Quién te dijo que abandonaría mis ilusiones? Hubiera ido a donde fuera que tú hubieses ido si tú estabas a mi lado —le acarició su cabello—. Podríamos haberlo solucionado juntas sin necesidad de abandonar nada. Tú tomaste la decisión sola, sin siquiera consultarme. Y hoy todo hubiera sido tan distinto.
—Rachel, te conozco. Cuando algo se te mete en la cabeza, no hay nadie en este mundo que te haga cambiar de parecer. ¡Dios, eres tan obstinada y tenías que ceder de la manera que fuera! —se levantó sintiendo aun las delicadas caricias sobre su cabeza—. No quería hacerte daño. No quería que sufrieras a mi lado, ¿no lo puedes entender? Con mis duras palabras quería que te rindieras, y sabía que era difícil para ti, porque sueles aferrarte a todo hasta el final —se levantó de la silla y se sentó a su lado, tomó su mano entre las suyas y las llevó hasta su corazón—. Y si lo que fuese que existiera en el mundo nos tenía destinadas para estar unidas y estar juntas para siempre, yo lo aceptaría, pero no hasta que no alcanzaras tus sueños y yo te mereciera.
—¡Pero no te importó herirme en el camino! ¡Te importé una mierda!—se alejó de ella golpeando la mesa—. ¡Por Dios, Anne! Después de lo que pasó, ir al teatro fue una tortura, ya no quería seguir allí. Todo me recordaba a ti. Después de Moulin Rouge, no quise seguir en Broadway, así que tomé la peor decisión que pude tomar, intentar entrar a Hollywood, pero no salió como yo quería y yo necesitaba a mi mejor amiga, porque a pesar de lo que pasó entre las dos, eso eras para mí, mi mejor amiga. No sabes el dolor por el que pasé cuando más te necesité. Cuando todos me cerraron las puertas. Cuando todos dijeron que no era lo suficiente para conseguir un papel o brillar allí en Los Ángeles.
— ¡¿Y tú sabes por lo que yo pasé?! No sabes por todas las noches que lloré y lloré sin poder detenerme porque tenía que dejarte ir. ¿Crees que no fue difícil para mí? Tuve que desaparecerme porque no podía dejarte y ya está. Sabía perfectamente que no podía verte a los ojos y decirte adiós.
Y ahora sí, se derrumbó por completo, ya no solamente lloraba sino le faltaba la respiración e inhalaba y exhalaba tratando de que el aire pudiera pasar por su nariz.
—Solo respóndeme una pregunta más, Anne —demandó sintiendo su dolor—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tanto tiempo después?
—Porque Ally me contó lo mal que estabas, y el terror que tenían que te hicieras daño… Y lo sé, yo soy la maldita culpable de que te sientas así —musitó apenas audible.
—¡Eres una maldita hija de puta! Lo hiciste por ti, por no sentirte con la culpa de que me pasara algo y tuvieras que pasar toda tu vida con remordimiento de conciencia —se levantó de la mesa.
— ¡Eso no es verdad, Rachel! —la detuvo con el rostro cabizbajo—. Eso no es cierto, mi amor, toda mi vida gira por y para ti. ¿Aún no lo entiendes?
—No… no lo entiendo. No lo sé porque te encargas una y otra vez de tratar de lastimarme.
—Entonces, dime… ¿Qué hago para que me perdones? —se puso de rodillas ante ella aun sin verla a los ojos—. ¿Qué hago para que me creas que nunca quise lastimarte? Haré lo que sea para que me perdones, así tenga que recorrer el mundo mil veces o tenga que humillarme ante ti un millón de veces más —alzó la mirada.
Rachel se encontró con una mirada con la que no estaba preparada; llena de tristeza y arrepentimiento.
Con la mirada que había extrañado por tantos años. De su Anne, de su amor.
