4 ANOTHER ONE BITES THE DUST
16 de enero del 2023. Boston, Massachusetts. Mansion Lockwood Spencer. 8:37 a.m.
Llegó el tan esperado viernes para Anne Spencer. El día que se reencontraría con Rachel y le podría contar la verdad de los hechos. Y aunque había sido una larga semana, ya que el último día que se habían visto fue un sábado, esperó ansiosa cada día que pasaba el mensaje por su parte, y cuando por fin llegó, el jueves a las 9:34 con 25 segundos, y sí, fue tan meticulosa que hasta contó las horas, minutos y segundos en los que llegó a su WhatsApp el tan apreciado mensaje, y no pudo ser más que feliz.
21:34 16/01/2023
De: Satine
Nos vemos el domingo en el café La Colombe,
el que está entre Lafayette Street y Soho.
Si es posible a las 6:00 p.m.
Sonrió a más no poder. Y luego de la danza a los dioses hawaianos, y que sus dedos no temblaran nerviosos, respondió con un simple:
21:39 16/01/2023
Para: Satine
Ok, Rach. Nos vemos allí.
Y no dijo más, no quería disgustar a Rachel con su perfección de espiar las últimas conexiones de sus contactos. Ya bastaba con lo incómoda que podía estar con su sola presencia. Ahora, lo más importante, y tratando que los nervios no le hicieran una mala pasada, continuaría con su rutina diaria y llevaría a sus pequeños al instituto.
—Elizabeth, mueve tu hermoso trasero al coche porque llegamos tarde —Anne contempló en la cocina como la nana le hacía una coqueta trenza a Emelie, al tiempo que la pequeña de seis años intentaba beberse su licuado de frutas sin lograr mancharse el elegante uniforme.
—¡Agh! Molesta al capitán bobo, que él ni siquiera se ha cepillado los dientes —Ellis buscó con desesperación su chaqueta preferida entre los armarios de sus padres—. ¡Dónde escondiste mi chamarra preferida demonio del mal! —le gritó a Tony; el chico asomó su cabeza por la puerta, evitando soltar una carcajada. Anthony era su otro hijo adolescente de 15 años de edad.
Ellis, al percatarse de su presencia, lo persiguió por todo el pasillo, logrando que a su madre se le pusieran los pelos de punta. Esas divertidas imágenes que salían en Facebook sobre los papás eran ciertas, ella no sabía cómo manejarlos cuando ambos reñían.
—¡Es lo que pasa por destruir mi videojuego de zombis! —corrió detrás de la cama para que no lo atrapara—. No sabrás jamás dónde está hermanita.
Eso enfureció aún más a Ellis. Ella logró atraparlo y comenzó a jalarle el cabello. Ambos lucharon sobre la cama al más estilo de la WWE.
— ¡Mamá! ¡Ellis me está pegando!
Y eso fue el fin para ambos, ya que habían provocado a su madre. Anne estaba completamente fuera de sí.
—Lo siento, cariño. En un momento regreso —acarició el cabello de Emelie para encaminarse a donde estaban discutiendo sus otros hijos—. ¡Cállense de una maldita vez! —ambos se separaron asustados—. Me tienen hasta aquí, me oyeron, hasta aquí —se señaló lo más alto de su frente—. Anthony Lockwood trae la chaqueta de tu hermana o ya verás como no permito que sigas en el equipo de Polo.
Desde luego, Tony también había seguido los pasos de Stephen y era el prodigioso y atlético capitán de la escuadra, además, de ser el chico más popular del Boston College, y por ello, no podía darse el lujo de perder su estatus social por una tontería como esconderle la ropa a su hermana.
—Y Elizabeth, quedamos en que pagarías con tu mesada el juego de tu hermano ¿por qué no lo has hecho? —la chica asintió sin decir más, y lo hizo, porque no quería perder los beneficios que había conseguido luego de acompañarla a Los Ángeles.
—Ahora, ambos, bajen a beberse el licuado que ya perdimos más de 20 minutos.
Ellis y Tony salieron con la cabeza baja dejando a su madre con un pequeño momento de paz, aunque sabía que eso no duraría absolutamente nada.
—Dios, dime en qué fallé. Dime qué error he cometido para tener a estos monstruos de hijos. ¡Oh sí, ya recordé! Embarazarme de una a los diecisiete y del otro a los diecinueve —se sentó sobre su cama, se inclinó sobre sus piernas y se cubrió la cara con ambas manos.
—¡Tony! ¡Te odio hijo del diablo! Comerás el polvo, me escuchaste. ¡Comerás el polvo, perverso demonio! —Ellis chilló una vez más por culpa de las fechorías del pequeño hombre de la casa.
—Pero tenías que ser una idiota y caer por segunda vez en tus errores —se reprendió a si misma—. Espero, mi amor, que tú no lo estés pasando tan mal como yo —suspiró dejándose caer de espaldas a la cama.
Soho, Nueva York. Loft Stone. 5:30 a.m. 21 de Enero del 2023.
—Entonces… ¿me estás diciendo que debo de correr a las seis de la mañana por Central Park con este horrible frío de mierda, para que unos estúpidos paparazzis vean cómo le devoro la boca a Rachel? —se colocó la indumentaria que ocuparía esa mañana—. No sé por qué permití que esa maníaca latina y tú intervinieran en esto. Tan simple es como que saliéramos con Jimmy Fallon y le confirmáramos la primicia —se sentó sobre su cama para amarrarse las agujetas de sus tenis Nike anaranjados—. Espero que esto valga la pena o los odiaré a todos. Mejor dicho, los despediré. Los despediré en un chasquear de dedos.
—Lo lamento por ti, pero no puedes por mi contrato. Lo de Jimmy ya vendrá después, pero primero, debemos conseguir un poco de ruido y expectación. No queremos que lo sepan desde un inicio. Esto debe ser un poco teatral y sorpresivo.
—Si tú lo dices, Jess —se puso de pie acomodándose los pants deportivos—. ¿Crees que me veo bien con esta ropa? Ya sabes que no suelo utilizar mucha cuando hago mis rutinas —admiró vanidosamente su culo y abdomen en el largo espejo de su habitación.
—No, aún te falta esto —le dio una gorra de los Yankees y un chaleco con una capucha—. Ya te dije que debes pasar desapercibida.
— ¿Hasta esto tengo qué hacer? —se colocó con disgusto las prendas—. ¿Feliz?
—Feliz —le arregló la capucha que cubría la gorra y su cabeza—. Ahora sí, cariño, ve por tu enana —le sonrió con malicia.
—Todo para poder tener a mis chicas sin que me critiquen y ayudar a esa morena desagradecida.
Se subió a su bicicleta de montaña que le haría llegar a donde su nueva conquista la estaría esperando. Acomodó su botella de agua e inició con la reproducción de: "Another One Bites the Dust", de una de sus bandas favoritas, Queen, en Apple Music.
—Allá vamos bajita y sensual Rachel.
Alex avanzaba con velocidad constante entre las calles de Manhattan, a las 5:45 de la mañana, para su encuentro con cierta diva de Broadway. Y en realidad no es que le molestara levantarse temprano para hacer ejercicio, lo que le molestaba, era que, a partir de hoy, su vida se haría más pública, y todos los focos de atención aumentarían aún más de lo que de por sí ya lo eran.
"¿Están listas?
¿Están listas para esto?
Otra que muerde el polvo…"
Aún no se podían distinguir siquiera los primeros rayos de sol, cuando llegó a la entrada pactada de Central Park, en la calle 72, donde se postraba la fuente Bethesda. Distinguió a Rachel haciendo sus primeros calentamientos, mientras Salma, sentada en una banca, procuraba que su cabeza no se estampara contra el suelo por culpa del profundo sueño que aun la aquejaba.
—¿De verdad, Anne? Un simple: "Ok Rach, nos vemos allí". No debería ir y así pagarías por todo —le reprochó a su iPhone.
—Así que esa mafiosa colombiana no es muy mañanera que digamos, cielo —le dedicó una sonrisa ladeada sin obtener alguna respuesta de su parte—. Ok, Rachel, no puedes seguir enojada conmigo —se acercó hasta ella para alzar su barbilla y le pusiera la suficiente atención.
Rachel era varios centímetros más baja que Alex. Con su un metro sesenta centímetros la hacían estar por debajo al promedio de la población americana.
—Es que no entiendo tus constantes cambios de humor. ¿Eres bipolar? —se soltó de su agarre para poder seguir con sus estiramientos.
—No sé a lo que te refieres exactamente —acomodó su bicicleta en un árbol y le puso una cadena para poder resguardarla.
—Sí, sí que lo sabes —susurró para no despertar a su amiga—. ¿Qué fue eso en el restaurante? Parecías una loca que no soporta que le digan un no por respuesta. Típico de las chicas petulantes que creen que con un chasquido tienen a quien quieran a sus pies.
—No es por eso, porque si quiero, te consigo sin la necesidad de chasquear mis dedos —se encogió de hombros y mantuvo el mismo matiz con el que Rachel hablaba—. Simplemente que no quiero, además, ¿Me dices loca porque las dejé cenar felices sin la necesidad de que te sintieras fastidiada por mi presencia?
Alex también imitó los calentamientos, que ya estaban de más por la actividad que había realizado con su bicicleta. Lo que trataba de evitar es que Rachel hiciera más preguntas y ella tuviese que mentirle.
—Además, porque lo noté, Rachel, sé que no te agrado y no te agrada mi personalidad, pero tendremos que tratar de soportarnos si queremos que esto salga bien y parezca un poco creíble.
—Vaya, ¿crees que no me agradas, Alexandra? Si no me agradaras, tenlo por seguro que no hubiera aceptado esta farsa.
—¡Pues eso no parece! —cambió el estiramiento de pierna—. Solo es cosa de notar cómo me ves para saberlo. Me odias, Rachel.
—No porque únicamente a veces, y recalco, solo a veces me desagrade tu forma de relacionarte con las chicas, significa que te odie o algo parecido. De hecho, creo que eres muy graciosa a pesar de ser una idiota sin modales —terminó con su última flexión y dio pequeños brincos para mantener el calor en su cuerpo. Salía vaho frío de su boca; estaban a 5 grados centígrados.
—¿No me estás mintiendo? —se sopló las manos para calentarlas—. Promételo, cielo.
—Lo prometo, Alex —hizo la divertida señal de dedo creación por parte de ella—. ¿Ya podemos iniciar a correr para atraer a esos feos paparazzis? —sonrió con malicia y emprendió su carrera dejándola atrás—. ¡Comerás el polvo si no comienzas a mover tu culo, lobito!
—¿Yo comiendo polvo? ¡Já! ¡Eso jamás sucederá mientras yo viva en esta tierra! Ahora Alex, hazla tragarse sus palabras. ¡Demonios! En definitiva, será difícil si no deja de moverse así… —suspiró desganada—. ¡Concéntrate, Alexandra! ¡Maldita Rachel y su perfecto culo! —inició con el recorrido.
Y así comenzaba la disputa de quién era la más atlética de las dos. Cuando Alex la dejaba atrás, Rachel corría más rápido, no podía dejar que le ganasen, y menos, la vanidosa y promiscua actriz. Esa que estaba divirtiéndose como una niña pequeña.
—Así es que quieres competir, cielo —Alex le susurró a sus espaldas aumentando aún más su velocidad—. Desde ya te digo que la que pagará el desayuno serás tú, Rachel. Y no sabes todo lo que me como —advirtió adelantándose.
— ¿Y quién ha dicho que se puede apostar? No has escuchado eso de mis labios —pasó por su lado dejándola tres pies atrás.
—Lo dice la reina de las carreras y triatlones. Así que déjame pasar —se acercó a ella desequilibrándola un poco con el hombro.
—¡Eres una maldita tramposa, Alexandra! —corrió más rápido recuperando la distancia perdida—. Y por eso, chica soberbia, costearás mi jugo verde.
Quería hacerla pagar con la misma moneda, así que, le dio un ligero empujón sobre su espalda para hacer que trastabillara. Y lo logró, y no fue porque realmente Rachel fuese tan fuerte, porque únicamente existía una manera para que Alex Stone se dejase caer, y era porque ya tenía un objetivo fijo y para nada era lo que Rachel esperaba.
— ¿Estás bien? ¡Oh por Dios! Yo no quería lastimarte, Alex —se lamentó al distinguir como la ojiazul permanecía tirada en el suelo actuando una perfecta escena de dolor.
— ¡Demonios! ¡Esguinzaste mi tobillo, Rachel! —lloriqueaba revolcándose en el suelo, pero escondiendo su sonrisa traviesa—. Ahora ven aquí y ayúdame.
—Yo no quería que te lastima… —Alex la atrajo hasta ella posicionándola sobre su cuerpo—. Eres una maldita embustera.
Se removió para quitarse de entre sus brazos sin conseguir nada, mientras la actriz, se carcajeaba. Alex era más alta, y, por ende, más fuerte. Y entre sus perversos pensamientos no estaba dentro de sus planes soltarla en un buen rato.
—Que me sueltes… —suplicó a escasos centímetros de su rostro—. Por favor… —observó con detenimiento sus labios.
— ¿Quieres que te suelte, cielo? —susurró de manera sensual—. ¿Realmente deseas que te suelte? —repitió sintiendo la acelerada respiración por parte de Rachel mientras esta negaba con la cabeza—. Sabes lo que acontece, ¿no? —la morena asintió mordiéndose el labio para acercarse más a los de Alex, y sucedería lo que estaba predispuesto, si no es porque Salma las interrumpió interponiéndose entre ellas.
—Chicas, no dudo de la asombrosa química sexual que tienen, pero no queremos que crean que son pareja, y menos, que las vean fajándose a mitad de Central Park. Hasta parecen conejos —ayudó a Rachel a que se pusiera de pie—. Ya me lo había advertido Jess, que tú —señaló a Alex, que estaba sentada en el suelo y la miraba frustrada—. Eres una sexópata, y tú —señaló a la morena—. No me lo esperaba de ti, Gizmo. ¿Dónde quedan los valores y la moralidad que tus bellas madres de Vermont te han enseñado? Me has decepcionado, Russo, me has decepcionado. Me veré obligada a acusarte con ellas —Rachel tenía las mejillas rojas por culpa de la vergüenza—. ¿No piensan en los inocentes niños que podrían pasar y verlas?
—Esos niños te aseguro que saben más que tú y que yo juntas —Alex se puso de pie y se acomodó la ropa—. ¿Y ahora qué prosigue latina ardiente?
—Nada, esperar a que un maldito paparazzi se pare por estos solitarios rumbos, y ustedes dos, se den un beso al más estilo de película barata de comedia romántica. Y gracias por lo de ardiente, lobito.
—Eso es ABURRIDO, me oyes, A-B-U-R-R-I-D-O —deletreó sentándose en una banca cercana y atrajo consigo a Rachel para ponerla sobre sus piernas—. Qué te parece si tú y yo —se señaló a ambas— ¿continuamos con lo que esta impertinente mafiosa no nos permitió hacer? —la jaló hasta su rostro.
—Eso sería menos aburrido, ¿no lo crees, lobito? —Rachel aceptó decidida dejándose llevar hasta los labios de Alex. Y solo lo hacía para hacer enfurecer a su amiga.
—Les he dicho que no, ¿acaso ustedes no entienden? —tiró de nuevo a Rachel a su lado mientras esta intentaba no soltar una carcajada—. Comenzaré a decirles conejitos, y si siguen así, no dudo que esta perfecta diosa griega —señaló directamente a Alex—, conseguirá procrear miles de bebés Gizmos a tu lado —Rachel abrió la boca escandalizada.
—¡Por Dios, Salma! Guarda silencio de una vez. No es necesario que seas tan… ¿Cómo decirlo?
Alex se carcajeaba por lo mal que lo estaba pasando su "chica".
—Gráfica, cielo, gráfica —se aproximó una vez más a ella para colocar el brazo sobre sus hombros.
—Eso… gráfica, Salma, gráfica —se removió para alejar a Alex porque sabía de los peligros que conllevaba tenerla a centímetros y una latina metiche merodeara a sus alrededores.
Salma negó frunciendo sus labios y cruzando sus brazos sobre su pecho.
—Y como estoy muy aburrida y no se me permite besar a mi novia, ambas sufrirán las consecuencias —se aproximó a ambas chicas con una sonrisa traviesa, mientras Rachel se escondía detrás de Salma—. Conocerán a la máquina de las cosquillas el torbellino Stone.
—¡No hablaras en serio, Alexandra! Dile, Salma, dile que eso está prohibido —soltó una risita y salió corriendo.
—Díselo tú, Russo —se unió también a la huida—. ¡Corre o el torbellino Stone nos atrapará!
—Ya encontré mi primera cláusula para el contrato, ¡No cosquillas! —Rachel no pudo continuar cuando Alex la abrazaba por la espalda e iniciaba con su cometido—. ¡Demonios, Salma! ¡Dónde quedó tu mirada de asesina psicópata!
Y luego de eso, no se supo el por qué ambas chicas terminaron llenas de pedacitos de pasto, con su ropa sucia y el cabello alborotado. Cuentan las malas lenguas, que una actriz vanidosa de Hollywood llegó como un tornado y las hizo llorar de risa las siguientes dos horas.
Era difícil no divertirse con Alexandra Marie Stone.
