Magistrado Astarion - Tomates
En aquel momento Astarion contemplaba un futuro a rebosar de respeto, riqueza y placer en todos los sentidos. Sentado en la terraza de un buen restaurante degustaba la que era su comida de hoy con un buen vino y la perspectiva de una tarde entretenida en el palacio de justicia.
Sin embargo, no había contado con un detalle: En su deseo de disfrutar la recomendación del cheff, había ignorado por completo el peligro que suponía comer salsa de tomate con un atuendo blanco en gran medida. Concretamente en su torso y brazos. Y cuando fue al lavabo a retocarse, la mancha acaparó su centro de atención.
—¿¡PERO QUE DEMONIOS…!? —Intentó lavar con agua esa mota ubicada en el fruncido del pañuelo del cuello, pero solo la empeoró. Se masajeó el puente de la nariz con incredulidad mientras se paseaba en la sala vacia. No podía presentarse así en público, no tenía ningún recambio y le parecía humillante tener que pedir ayuda a ningún camarero.
Así que hizo algo que también se le daba bien, una herencia familiar que aun conservaba: La creatividad en la moda. Aprovechando que no había nadie, convocó un pequeño ignis con el que fue quemando el borde del pañuelo y de los puños.
Y con una sonrisa altiva, el efecto quemado fue la última sensación en la moda de la alta sociedad balduriana.
El engendro magistrado - Alguien ha vuelto a mezclar deseos con colores
Yenna tenía muchas virtudes, los dioses bendigas a esa niña, pero la magia doméstica aun no era su fuerte, y lo había demostrado con una de sus camisas; entre otras prendas de color claro que le importaban un poco menos.
Tras pasar un largo y provechoso, pero no por ello menos duro, en el Underdark para guía a sus hermanos y los nuevos engendros, tanto Astarion como Tav necesitaban volver a la superficie. Especialmente Tav, cuya salud empezaba a resentirse por no seguir gastando mas oro en pergaminos de luz solar con la que adquirir vitaminas.
Además, Astarion necesitaba volver a tener una vida de él. Sus polluelos chupasangre habían aprendido deprisa y algunos habían dejado la nueva ciudad de no muertos. Los niños Gur habían vuelto con sus padres, algunos volvieron las familias que aun les quedaban y otros, simplemente, querían irse a hacer su propio destino.
Sus seis hermanos y hermanas podrían apañárselas bien. El mismo iría de vez en cuando, pero la ciudad alta de Baldur's Gate era su próxima meta, y por fin lo tenía:
·Un buena casa.
·Su antiguo puesto de magistrado, ahora sin dejarse llevar por la corrupción.
·Una familia con el amor de su vida y la niña que habían acogido juntos. Una víctima más de La Absoluta que había ido recuperándose con ShadowHeart en su granja.
—L- lo siento señor Astarion — Tartamudeo la niña. Agradecía que no estuvieran en el punto de llamarse papá-hija, pero el "señor" le chirriaba porque significaba que estaba asustada, y no quería que un niño le tuviera miedo otra vez—. Q-quería tenerla lista para el juicio que t-tiene hoy y q-quería hacerlo rápido con uno de los hechizos que me enseño el t-t-io Gale, pero…
—Pero en vez de dejar mi camisa blanca impoluta, seca y planchada, ahora es un arcoíris —Terminó Astarion por ella. Dejando escapar un suspiro, se fue hasta el biombo y se cambio la ropa de dormir por su ropa de trabajo: En tonos marrones estaban la chaqueta de traje y unos pantalones a la moda balduriana, con el forro en negro en los muslos internos. Tanto el chaleco como los zapatos tienen unos acabados en dorado y la camisa, blanca o beige según el día, ahora lucía una explosión de colores que, si bien eran muy claros en un intento de hacerlos desaparecer, seguían siendo detectables.
—A mi me gusta — Dijo Tav al cabo de unos segundos. Se acercó a él con la luz de una vela y le examinó de cerca—. No, en serio, parece holográfica. Queda… queda bien.
Una vez más, Astarion estuvo en boga por su atrevido, pero certero, estilo de vestimenta. Y le dio los créditos correspondientes a la dueña.
El magistrado ascendido - Tomates
A aquellas alturas, nadie podía dudar que Astarion era el vampiro ascendente, el primero de su clase (conocido públicamente). Todo en el lo indicaba: Desde sus ropajes hasta los colmillos que no se molestaba en ocultar. Y si tenía que hacer uso de sus dones de la noche para defender lo que era suyo, no vacilaría.
Se encontraba paseando a plena luz de la ciudad, haciendo presencia en una de las celebraciones de la ciudad que, si bien le parecía vulgar, era demasiado popular como para no dejarse ver un poco.
En cuanto notó el golpe en su espalda, lamentó profundamente no haber prohibido esa asquerosa fiesta. Su impoluto traje celeste y dorado presentaba una mancha roja a modo de burla. Una mueca que mancillaba su seriedad, su presencia y su dignidad.
Los niños pasaron rápido, pero él captó al mocoso que había arrojado aquel tomate, con la estúpida idea de manchar al compañero que claramente no estaba a la misa altura que su hombro.
En la ciudad desaparecían muchos niños, uno mas no iba a importar.
La sangre joven siempre sabía mejor.
