Hola muchas gracias por tu comentario, anonimo es agradabel ver que sigues la hsitroia y el capitulo te gusto.
Sin mas les dejo con este nuevo capitulo, el despertar, a veces puede ser dificil y mas tras una noche intensa
Banda sonora recomendada:
Hozier-Too Sweet
Cigarettes After sex. Stop Waiting
Chappell Roan-Good Luck
Arctic Monkeys-no 1 party anthem
Duelos y sospechas
Snape se encontró solo en su despacho, acomodándose la ropa con manos temblorosas y una mente hecha un tela estaba húmeda, faltándole varios botones, mientras su cuerpo mostraba rasguños y moretones. ¿Qué había sucedido? El pensamiento lo golpeó como una ráfaga helada, pero no podía negar la satisfacción que se filtraba por los bordes de su culpa. Erin, lejos de mostrar desagrado, había revelado una pasión que lo sorprendió, una entrega absoluta que despertó en él algo que creía muerto hace mucho tiempo, la mujer era hermosa, talentosa, y de carácter, y sin embargo, pudiendo tener a quien quisiera lo cual incluía al padre de su hijo, había bajado la guardia con el . La intensidad de ese momento, tan inesperada y poderosa, le dejó claro que ambos habían estado conteniendo esa sensacioon durante demasiado tiempo, y ahora, esa contención había estallado de una manera que no podía ignorar.
Una satisfacción primitiva, casi animal, lo recorría, mezclada con la culpa y el temor, sin embargo ella no era cualquier mujer, era una mujer casada y nada más y menos que con un imbécil con acento Francés, el nuevo ministro de aurores de reino unido, el cual de enterarse no creo estaría muy feliz y sin embargo la idea de la reacción del hombre si llegara a saber le proporcionaba una satisfacción inmensurable. Sin embargo, ese placer se desvanecía rápidamente al recordar que ella también tenía un hijo, cuya presencia le generaba una incomodidad particular y por consecuencia toda lo que implicaba la plática con Lucius Malfoy.
Un pase directo a Azkaban no estaba fuera de la posibilidad si las cosas se descontrolaban. Y lo que tenía en mente para lo que había planeado antes de que todo cambiara, ahora parecía aún más complicado de llevar a cabo. Y a pesar de todo, Severus no podía negar cómo se sentía. Había algo profundamente primitivo, natural, en la satisfacción que experimentaba en ese momento,¿ego?¿placer? ¿Era solo un deseo carnal lo que lo había llevado a esto? La pregunta resonaba en su mente, pero las respuestas se escapaban entre sus dedos como agua.
Severus se dirigió a sus aposentos, guardo el filtro para el sueño entre sus manos. Sin embargo, a punto de irse a la cama, noto que por primera vez en mucho tiempo, no lo necesitaba. El descanso lo alcanzó no como resultado de una poción o del agotador cansancio de una misión, sino como la consecuencia de haber vaciado cada gota de su ser en una actividad mucho más satisfactoria. Apenas se cambió de ropa y se recostó, el sueño lo envolvió rápidamente, llevándolo a un descanso profundo, uno que no había experimentado en años.
Erin estaba profundamente dormida, su cuerpo exhausto por los acontecimientos de la noche anterior. El sueño la envolvía, manteniéndola inmóvil en la cama, hasta que sintió una pequeña mano empujándola suavemente. Lucas, con su habitual energía matutina, estaba a su lado, sacudiéndola con insistencia.
Erin abrió los ojos de golpe, su corazón acelerándose al darse cuenta de que había dormido mucho más de lo habitual. Lucas la miraba con una mezcla de ternura y preocupación infantil, su pequeña mano aún descansando sobre su brazo.
—Mamá, pensé que estabas muerta —dijo Lucas con una inocencia que hizo que el corazón de Erin se encogiera y luego se desbordara de amor.
Por un momento, Erin solo lo miró, dejando que las palabras del niño se asimilaran. La sinceridad en sus ojos y el toque de juego en su voz, que mezclaba la preocupación con la simpleza de la niñez, hizo que una sonrisa suave apareciera en sus labios. Se incorporó lentamente, tratando de sacudirse la sensación de pesadez que aún la invadía.
—No, amor —murmuró, acariciando su mejilla suavemente—. Solo estaba muy cansada-
Erin no podía escapar del torbellino de emociones que la acosaban. El miedo y la culpa la perseguían, especialmente después de lo que había ocurrido. No solo había cedido a sus deseos más profundos, sino que, al hacerlo, había expuesto a Lucas, el ser más importante de su vida. Quería creer que todo había sido un error, un simple desliz, algo que podría olvidar si se enfocaba en lo que realmente importaba: proteger a su hijo.
Lucas, aliviado por la respuesta de su madre, sonrió con esa inocencia que siempre lograba calmar su alma y se abrazó a ella. Erin lo sostuvo con fuerza, dejando que la calidez de su pequeño la trajera de vuelta a la realidad, disipando las sombras de la noche anterior y el reproche que la consumía por dentro. Mientras lo abrazaba, se dio cuenta de lo mucho que significaba estar en Hogwarts, no solo para ella, sino para Lucas. A pesar de lo ocurrido, no podía permitirse el lujo de sobrepensar. Lucas era su mayor razón para seguir adelante, su ancla en medio del caos.
Con cuidado, se apartó ligeramente, mirándolo a los ojos con una sonrisa suave, intentando recuperar la rutina que ambos necesitaban.
—¿Te parece si desayunamos juntos? —le preguntó, esforzándose por que su voz sonara lo más normal posible tratando de reestablecer la rutina que tanto necesitaban ambos..
Lucas la miró con sus ojos llenos de curiosidad, tomando asiento en el comedor mientras Con la naturalidad que solo un niño podía tener, preguntó:
—Mamá, ¿no tienes clase con los aprendices en unos minutos?-indago
Erin sonrió levemente, tratando de ocultar el cansancio que aún sentía. Erin sonrió levemente, tratando de ocultar el cansancio que aún sentía. Con un ágil movimiento de su varita, comenzó a preparar el desayuno.
Era la primera vez que Erin utilizaba la cocineta equipada de sus habitaciones. Los días anteriores apenas se había permitido morder un trozo de pan tostado, beber un café demasiado fuerte, comer algo esporádico, y luego apresurarse de un lado a otro. Pero esa mañana, sentía la necesidad de algo diferente, algo más significativo. Sabía que ese ritmo frenético no era lo que quería para Lucas. No solía depender de la magia para todo, pero hoy quería que fuera especial.
El simple hecho de preparar un desayuno con él la llenaba de una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Necesitaba ese confort, ese pequeño ritual matutino con su hijo, después de haber pasado un tiempo sin verlo. Además, era el momento de reconocer que ahora ese lugar, esas habitaciones en Hogwarts, eran su hogar.
Lucas, quien siempre disfrutaba de las habilidades mágicas de su madre, sonrió ampliamente mientras la observaba
Los ingredientes volaron de los estantes hacia el aire, Los huevos se rompieron suavemente en el aire, cayendo con precisión en una sartén flotante que comenzó a calentar. En cuestión de segundos, un esponjoso omelet se formó, dorándose perfectamente. Mientras tanto, una mezcla para hotcakes se vertió en moldes mágicos, creando pequeñas figuras que tanto amaba Lucas: estrellas, dragones y búhos, que se doraron uniformemente y saltaron con ligereza al plato.
Al mismo tiempo, la tetera comenzó a silbar, preparando el té con leche espumosa recién hecho para Lucas, mientras una cafetera servía café negro fuerte para Erin. Las salchichas y los tomates se asaron a la perfección en la pequeña parrilla, sus aromas mezclándose con el del tocino crujiente que chisporroteaba en otra sartén. Un poco más allá, el jugo de naranjas frescas se exprimió solo, llenando un vaso que aterrizó suavemente en la mesa junto a un cuenco de puré de papa cremoso, que se formó sin esfuerzo.
En unos minutos, todo el desayuno estaba dispuesto en la mesa, una muestra de magia doméstica en su máxima expresión, que Erin en pocas ocasiones utilizaba disfrutaba ver esa sonrisa en los labios de Lucas, terminó con un último toque de su varita los platos volaban suavemente hacia la mesa, acomodándose en sus respectivos lugares.
—Hoy tengo compañeros que pueden cubrirme. Estoy segura de que Lupin, Black y el profesor Snape podrán encargarse de todo, si demoro un poco-aseguro
Lucas quien habia dado un mordisco de sus hotcakes levantó la vista al escuchar el nombre de Snape. Había algo en su expresión que revelaba un interés particular.
—¿Sabes, mamá? El profesor Snape es curioso —comentó Lucas mientras se inclinaba hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de admiración y misterio—. Aunque es muy serio, es divertido…-
—¿En serio? —dijo con una calma estudiada, evitando que su voz traicionara la inquietud que sentía—. ¿Qué hace el profesor Snape que te parece curioso y divertido?
Lucas se encogió de hombros, sin darse cuenta de la tensión que se acumulaba en su madre.
—Es que... me parece curioso cómo siempre te sigue por ahí, pero no te habla mucho. Como si estuviera jugando a un juego raro —Lucas se detuvo por un momento, observando la reacción de Erin antes de continuar—. Es raro, pero también me parece que te cuida… como el abuelo Moody.
Las palabras de su hijo resonaron en Erin, despertando una mezcla de emociones. ¿Snape cuidándola? o mas bien los seguia, después de todo seguía yendo al parecer el lacayo de Lucius, la idea la desconcertaba, pero más que eso, la preocupaba. No quería que Lucas se viera envuelto en sus complicadas relaciones, y menos aún con alguien como Severus Snape. Mientras tanto, Lucas, ajeno a los conflictos internos de su madre, continuó disfrutando su desayuno, satisfecho con su pequeño descubrimiento.
—Oh, ya veo... —respondió finalmente, manteniendo su tono neutral—. Bueno, el profesor Snape es un hombre reservado, pero... tiene su manera de hacer las cosas…no es que me siga Lucas…por cierto ¿Te gustaría acompañarme a clase después del desayuno? seria solo rato y luego pasarás tiempo con el abuelo Albus-aseguro Erin
Lucas asintió emocionado, dejando de lado el tema de Snape al concentrarse en la idea de pasar tiempo con su madre. Erin lo observó con una mezcla de alivio y preocupación, aún desconcertada por lo que su hijo había mencionado. Snape, siguiendo sus pasos, casi como si la vigilara... La idea la inquietaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Mientras Lucas seguía comiendo, Erin se sentó junto a él, notando de repente la cantidad de comida que había servido. Era evidente que había preparado mucho más de lo necesario, algo inusual para ella. No solo porque era consciente de no tener un gran apetito, sino porque Lucas estaba acostumbrado a verla comer apenas un poco, siempre ocupada y distraída. Pero hoy, por primera vez en mucho tiempo, había comido con una voracidad desconocida para ella.
La noche anterior había sido desgastante en muchos sentidos, y aunque no quería reconocerlo, una parte de ella sabía que su apetito era producto del encuentro más que intenso que había tenido con Snape. La mera idea la hizo sonrojarse profundamente, casi al punto de rubor.
Lucas, casi satisfecho, notó la cantidad de comida restante y, con la típica curiosidad de un niño, se inclinó hacia adelante, señalando los hotcakes.
—Mamá, ¿puedo llevarle algunos al abuelo Albus? Seguro le encantarán.
Erin, todavía recuperándose de sus propios pensamientos, parpadeó y asintió con una sonrisa, agradecida de que Lucas no hubiera comentado nada sobre su repentino sonrojo.
—Claro, cariño, puedes llevarle lo que quieras —respondió, tratando de mantener la compostura. Se levantó para ayudar a empacar algunos hotcakes para Dumbledore, sintiendo cómo la realidad de la situación la alcanzaba. Había hecho demasiada comida, y era obvio que esa cantidad no era solo para Lucas. Una parte de ella, la más humana, había buscado consuelo en el acto de cocinar, quizás intentando reponer la energía perdida durante la noche anterior.
—Mamá, ¿qué tienes ahí? —preguntó Lucas de repente, sus ojos fijos en una marca oscura en el cuello de Erin.
Erin se sobresaltó, llevando una mano automáticamente a su cuello para tocar la marca que apenas recordaba haber cubierto.
—Oh, esto... —dijo, tratando de mantener la calma—. Es solo... una marca, nada de qué preocuparse. Me lastimé un poco con una planta en el invernadero. Pero estoy bien.
El color se desvaneció de la cara de Erin al darse cuenta de lo que Lucas había visto. La marca no era producto de una planta, sino de su encuentro con Snape. Intentando ocultar la sorpresa y la vergüenza que sentía, se levantó rápidamente y se dirigió hacia su armario. Con manos temblorosas, escogió una blusa de cuello alto, asegurándose de que cubriera completamente cualquier rastro visible de lo que había ocurrido.
Mientras se cambiaba, Erin se dio cuenta de que tendría que ser más cuidadosa en el futuro. Las blusas de cuello alto se convertirían en parte de su vestuario habitual, no solo para ocultar las marcas físicas, sino también para protegerse de cualquier recordatorio de su propia vulnerabilidad. Por más que intentara negar lo que había pasado, las marcas estaban ahí, y la necesidad de ocultarlas era más que evidente.
Lucas, mientras tanto, se vestía con su usual atuendo que Erin había elegido cuidadosamente para él. Desde que tenía memoria, su madre lo había acostumbrado a vestir de manera elegante, pero también práctica, inspirado en el estilo de los Peaky Blinders. Trajes pequeños y chalecos que no solo eran encantadores, sino que tenían un propósito. No era una simple cuestión de moda; Erin había formado a Lucas para estar siempre alerta. La ropa que llevaba estaba hechizada con algunos conjuros protectores, y en los bolsillos había pequeñas pociones y antídotos. Lucas siempre tenía a mano lo necesario para protegerse, un reflejo de la constante preparación y desconfianza de su madre.
Sin embargo, mientras Erin terminaba de ajustarse la blusa, una pequeña parte de ella se preguntaba si bajar la guardia, al menos un poco, no sería tan malo. Estaban en Hogwarts, después de todo, un lugar que debería ser seguro. Con esa idea en mente, decidió quitar algunas de las pociones y herramientas de la ropa de Lucas, confiando en que estar en el castillo les permitía relajarse, aunque solo fuera un poco.
Cuando regresó a la mesa, Lucas observó el lugar donde antes había estado la marca, con una mezcla de curiosidad y preocupación en su expresión. Aunque aceptó la explicación de Erin, no parecía del todo convencido.
Erin, esforzándose por sonreír, intentó reanudar la conversación, con la esperanza de que su hijo no insistiera más en el asunto. Pero mientras lo hacía, no pudo evitar sentir que, aunque intentara ocultarlo, algunas cosas simplemente no podían ser ignoradas o escondidas bajo una blusa de cuello alto
Snape se removió en la cama, despertándose con una sensación de desconcierto. No era normal para él levantarse tan tarde. La luz del día ya inundaba la habitación cuando finalmente se incorporó, sintiendo una inusual pesadez en su cuerpo, aunque no desagradable, se dirigio a la ducha, para despertar al fin .
Snape salió de la ducha, permitiendo que el vapor llenara el baño mientras pasaba una mano lentamente por su cuerpo. A medida que sus dedos rozaban las marcas que Erin había dejado, una mezcla de sensaciones lo invadió. Sabía que no tendría problemas en cubrirlas con un hechizo, pero la idea de hacerlo le parecía innecesaria. Después de todo, ¿quién iba a notar algo? Nadie en Hogwarts se acercaba lo suficiente a él para descubrirlo, y mucho menos tocarlo.
Sin embargo, mientras sus manos exploraban aquellas pequeñas huellas, notó algo peculiar. Aunque sentía la pesadez de la noche anterior, su cuerpo también irradiaba una inusual sensación de satisfacción. Era como si, pese a la intensidad del encuentro, algo en él hubiera encontrado una especie de paz momentánea.
Una vez vestido, Snape se dirigió al comedor. A medida que caminaba por los pasillos de Hogwarts, su mente seguía volviendo a las marcas y a la noche anterior, pero se obligó a centrarse en la rutina diaria. Sin embargo, al llegar al comedor, algo lo sorprendió: su propio apetito. Se sirvió una cantidad generosa de comida, un comportamiento completamente fuera de lo común para él. Incluso tomó un pedazo de pan, algo que rara vez hacía, ya que su costumbre era apenas comer lo necesario.
Mientras se sentaba, los demás profesores, habituados a su usual indiferencia hacia la comida, notaron de inmediato el cambio. Dumbledore, siempre observador, levantó una ceja, claramente entretenido por la transformación en el comportamiento de Snape.
Justo en ese momento, Poppy Pomfrey entró al comedor. Al ver a Snape devorando su desayuno con un entusiasmo inusitado, no pudo evitar sonreír. Se acercó a su mesa con una mirada que mezclaba satisfacción y algo de picardía.
—Es bueno ver que el filtro para dormir te ha ayudado, Severus —comentó, refiriéndose a la poción que ella misma le había proporcionado-Y es aún más agradable ver que te alimentas bien.
Snape, que casi nunca dejaba traslucir emociones, hizo algo que sorprendió a todos los presentes: sonrió. No fue una sonrisa amplia, pero el simple hecho de verla en su rostro fue suficiente para que más de un profesor intercambiara miradas curiosas.
—Gracias, Poppy —murmuró, esbozando esa ligera sonrisa que dejaba a todos con una sensación de desconcierto. Para Snape, aquella mañana estaba siendo diferente, y aunque no lo admitiría, la razón detrás de su cambio de humor le traía más satisfacción de la que estaba dispuesto a aceptar.
Justo en ese momento, Black y Lupin entraron en el comedor. Ambos notaron el ambiente ligeramente diferente, y Black, con su usual actitud provocadora, no pudo evitar comentar.
—Vaya, Severus. Parece que pasaste una buena noche—El tono de Black era procaz, y aunque sus palabras parecían una broma inocente, había un trasfondo de intenciones que Snape no pudo ignorar.
Snape, quien estaba en medio de un bocado, se atragantó al escuchar la pregunta, su mente saltando inmediatamente a los acontecimientos de la noche anterior, pero no en la dirección que Black insinuaba. No pensó en Lucius Malfoy, sino en Erin, y la intensidad de lo que había compartido con ella. El recuerdo lo golpeó con fuerza, haciendo que su estómago se revolviera, pero no por el malestar usual, sino por una mezcla de emociones que aún no lograba descifrar.
Black notó la reacción de Snape, y su sonrisa se ensanchó, sabiendo que había tocado un nervio. Era raro ver a Snape mostrar emociones, y cualquier oportunidad de hacerlo tambalear siempre era un triunfo para Sirius. Sin embargo, antes de que pudiera seguir con sus comentarios mordaces, Lupin, más prudente y consciente de las tensiones latentes, puso una mano en el hombro de Sirius, apretándolo ligeramente. La mirada de advertencia de Lupin no pasó desapercibida, y Sirius se contuvo, aunque con dificultad.
Snape, siempre agudo, captó el gesto y no dejó pasar la oportunidad de lanzar una flecha de vuelta.
—¿Pregúntale a Dune? —dijo Snape con una sonrisa apenas perceptible, su tono goteando ironía.
Sirius lo observó con una expresión inquisitiva, sus ojos oscuros entrecerrándose con desconfianza. Aunque no había llegado a dar la respuesta que él esperaba, lo que Snape insinuaba le molestaba profundamente.
—¿Erin? Según se, fuiste a ver a Lucius anoche —respondió Sirius, su voz cargada de sarcasmo y desafío, una mezcla peligrosa de desprecio y provocación—. ¿Hay algo que quieras compartir, Snape?
Las palabras flotaron en el aire, tensando el ambiente en el comedor. Snape apenas levantó la mirada, su rostro permaneciendo impasible, como si las palabras de Sirius rebotaran contra un muro impenetrable. El silencio que siguió fue denso, cargado de una hostilidad contenida.
—No te debo explicaciones a ti, Black. Ni a nadie más que quiera opinar sobre lo que hago —respondió Snape con su tono habitual de frialdad, sin apartar la mirada de su plato. Su voz era tan helada que casi se podía sentir el aire enfriarse a su alrededor.
Sirius frunció el ceño, su frustración evidente. Había esperado provocar una reacción más tangible, algo que le diera una ventaja en su continua batalla con Snape. Pero lo que había recibido era la misma indiferencia impenetrable que siempre lo había enfurecido. La respuesta de Snape no solo era un recordatorio de su propia reticencia, sino también de su capacidad para mantenerse ajeno a cualquier ataque personal, un rasgo que siempre había exasperado a Sirius.
—Pensé que habías cambiado, pero sigues igual —murmuró Sirius, su voz cargada de desilusión, casi en un susurro que apenas llegaba a los oídos de Lupin.
Lupin miró a Sirius con una mezcla de comprensión y advertencia. Sabía que su amigo estaba tratando de llegar a algún tipo de entendimiento con Snape, pero también sabía que tales esfuerzos eran inútiles. La fricción entre ellos era demasiado profunda, demasiado arraigada en un pasado que ninguno de los dos parecía dispuesto a dejar ir.
Dumbledore, quien había estado observando la interacción con su característica calma y ojos centelleantes detrás de sus medias lunas, decidió intervenir antes de que las cosas se intensificaran más. Con una ligera inclinación de su cabeza, habló, su voz resonando con autoridad y un toque de amabilidad, como si intentara disipar la tensión en el aire.
—Severus tiene el derecho de tomar las decisiones que considere apropiadas —dijo Dumbledore, su tono firme, pero con una calidez que suavizaba el peso de sus palabras—. Su vida personal y las personas que decide frecuentar son decisiones meditadas que él se ha ganado el derecho de tomar.
Las palabras de Dumbledore fueron un recordatorio suave, pero ineludible, de que la vida de cada persona en ese castillo era su propia responsabilidad, y que cualquier juicio al respecto estaba fuera de lugar.
Antes de que la conversación pudiera continuar, un mensaje de Erin llegó flotando en la sala, su voz resonando clara en el aire. Solicitaba que alguien se encargara de la primera clase con los aprendices, una tarea que requería atención inmediata. Sirius, aún visiblemente molesto, se levantó para cumplir con la petición. Pero antes de alejarse, se inclinó hacia Snape, su rostro endurecido por la ira contenida.
—Erin es importante para mí, aunque la desprecies —susurró Sirius, su voz baja pero cargada de emoción contenida—. Sé que estuvo en los mismos lugares que tú muchas veces, y aun así, no moviste un dedo para ayudarla. No esperaba que eso cambiara, pero si decides sabotearla para salvar a tu "noviecito" —la última palabra fue pronunciada con un veneno palpable mientras hacía referencia a Lucius Malfoy—, iré tras de ti. Y no me detendré hasta asegurarme de que no vas a lastimarla ni a Lucas.
La mención de Erin como alguien importante para Sirius fue un golpe inesperado para Snape, quien sintió una punzada de celos y posesividad, emociones que rara vez permitía salir a la superficie. La idea de Sirius viendo a Erin de esa manera, y peor aún, de Erin correspondíendole en alguna medida, lo irritaba profundamente. Pero Snape no era alguien que dejara ver sus emociones fácilmente, y mucho menos en un lugar tan público.
Sin perder la compostura, Snape dejó escapar una risa sarcástica, un sonido frío que parecía resonar en la gran sala, contrastando con la intensidad de las palabras de Sirius.
—¿Tú, con un lado paternal, Black? —dijo Snape, su voz impregnada de burla mientras una sonrisa torcida se dibujaba en sus labios—. Es casi cómico. Te postulas como una figura paterna para una mujer que apenas te nota. Un papel bastante patético, si me permites decirlo.
Sirius no se inmutó, su mirada se volvió aún más fría, y sus labios se curvaron en una sonrisa amarga, una expresión que hablaba de años de resentimiento y desprecio acumulado.
—¿Crees que Erin te trata mejor que al resto por algún interés especial? —respondió Sirius, su tono cortante como una cuchilla—. La única razón por la que Erin no te evita como todos los demás es porque le sirves para sus propios fines. No porque sienta un sesgo de atención por ti. Si estás esperando algo más, Snape, te estás engañando a ti mismo.
Las palabras de Sirius resonaron en la mente de Snape como un recordatorio doloroso de su posición. Por más que él intentara racionalizarlo, no podía ignorar el aguijón de la verdad en lo que Sirius había dicho. Erin siempre había sido una mujer pragmática, con objetivos claros y sin tiempo para distracciones innecesarias y ese juego ya lo había hecho con Rabastan, el hombre que se supone ella había amado. Snape sabía que Sirius tenía razón en cierto sentido; Erin lo mantenía cerca porque le era útil, y cualquier otra interpretación de —Black, lo que tú pienses o creas no me importa lo más mínimo. Erin no es alguien que necesite de tus intenciones 'paternales' ni de mis protecciones. Ella es más capaz de lo que tú podrías entender. Así que, si crees que con tus palabras puedes manipular la situación a tu favor, te equivocas —respondió Snape, su tono más frío que nunca, antes de levantar la mirada y fijar sus ojos oscuros en los de Sirius—. Y te advierto, no te metas donde no te llaman.
Sirius apretó los dientes, luchando por contener la rabia que se arremolinaba en su interior. Pero antes de que pudiera replicar, Remus Lupin, que había estado observando la situación en silencio, dio un paso adelante, colocando una mano firme sobre el brazo de Sirius.
—Es suficiente —dijo Lupin en un tono bajo pero firme, sus ojos oscilando entre Snape y Sirius—. No es el momento ni el lugar.
Snape no respondió, simplemente bajó la mirada nuevamente a su plato, su rostro volviendo a su máscara de indiferencia. Sirius, aún furioso, lanzó una última mirada a Snape antes de girarse y salir del comedor, con Lupin siguiéndolo de cerca, ambos dejando detrás de sí un rastro de tensión palpable. Snape continuó comiendo, aunque la comida ahora le sabía a nada. Las palabras de Sirius, aunque aparentemente intrascendentes, habían dejado una huella en su mente. La irritación y el desasosiego comenzaron a agitarse en su interior, haciéndole perder el apetito que tan inusualmente había mostrado antes. Finalmente, con un gesto brusco, dejó el plato a medio comer, empujándolo a un lado como si la comida misma fuera culpable de su malestar.
Dumbledore, observando la escena con su habitual serenidad, no pudo evitar notar el cambio de humor en Snape. Era un hombre que, aunque reservado, mostraba sus emociones a través de pequeños gestos, y Dumbledore sabía leer entre líneas mejor que nadie. Con una sonrisa sutil y una voz cargada de sabiduría que parecía resonar en el aire, lanzó unas palabras al viento, como si fueran un consejo casual, pero dirigido específicamente a Snape.
—Todo a su tiempo, Severus. —Dumbledore dijo con calma, sin apartar la mirada del mago—. Si muestras demasiada indiferencia, la presa se escapará.
Snape detuvo sus pensamientos un instante, asimilando el significado oculto en esas palabras. Aunque no respondió, el comentario de Dumbledore caló hondo en su mente, despertando una mezcla de inquietud y reflexión. Sabía que Dumbledore rara vez decía algo sin un propósito claro, y aunque le desagradaba admitirlo, Snape no podía negar que el viejo mago tenía razón.
Volvió a mirar su plato con un suspiro interno, pero esta vez, sus pensamientos no estaban en la comida. La imagen de Erin, su determinación y la forma en que había lidiado con las cosas en los últimos días, se entrelazaron con la advertencia velada de Dumbledore. Tal vez, en su esfuerzo por mantener la distancia y protegerse, estaba perdiendo algo más importante.
Sin decir nada más, Snape se levantó de la mesa, dejando atrás el comedor, con las palabras de Dumbledore resonando en su mente, mientras su mente calculaba sus próximos movimientos con una precisión fría y característica.
En el aula de aprendices, la atmósfera estaba cargada de concentración y actividad. Los jóvenes magos estaban inmersos en la práctica de hechizos defensivos. Durante las últimas dos semanas, se habían dedicado a perfeccionar sus habilidades en estos encantamientos, junto con un riguroso acondicionamiento físico en una sala espacial que Erin había preparado, algo que Erin consideraba esencial para cualquier aspirante a Auror.
Dean Thomas, uno de los reclutas, alzó la vista de su varita con una expresión de frustración. Las gotas de sudor corrían por su frente mientras observaba a sus compañeros luchar con los hechizos que Erin les había enseñado. Sin poder contener más su impaciencia, habló en voz alta, interrumpiendo el murmullo concentrado de la clase.
—¿Cuándo vamos a aprender hechizos ofensivos? —preguntó, su tono cargado de frustración. Sus palabras resonaron en la sala, atrayendo la atención de los demás aprendices, quienes parecían compartir su inquietud.
Desde la distancia, Snape y Sirius estaban mas ocupados en dirigirse miradas llenas de desprecio, que en las palabras del mago ignorando el comentario. Remus, consciente de la situación, pidió a los estudiantes paciencia y recordó que debían seguir el programa establecido por la profesora Dune.
—Sigamos el plan de la profesora Dune —dijo Remus con calma—. Es crucial que cubramos todas las bases antes de pasar a hechizos ofensivos.
Eloise Migen, visiblemente cansada, murmuró para sí misma.
—Es una buena profesora, pero nos hemos explotando durante semanas y no sabemos si realmente nos enseñara en algún momento algún hechizo que no sea para defendernos…
Snape, desde su posición en la sombra, se quedó momentáneamente perplejo al verla entrar. Erin Dunne avanzaba con pasos firmes, su mano entrelazada con la de Lucas, y una expresión que combinaba serenidad y determinación. Aunque él intentaba mantenerse impasible, la visión de Erin ocupando la sala lo desarmaba de una manera que no esperaba. Los recuerdos de la noche anterior lo inundaron: la sensación de su piel bajo sus dedos, la forma en que su voz había quebrado bajo el peso de sus caricias. Pero ahora, frente a él, estaba esa misma mujer, completamente en control, proyectando una autoridad que lo desconcertaba.
Por su parte, Erin se mentalizaba para no mirar impulsivamente hacia Snape al entrar al aula. Sabía que estaba allí, en algún lugar, observando, pero se forzó a mantener su mirada fija en sus estudiantes. Su mente luchaba por mantenerse enfocada en la clase, mientras una parte de ella no podía ignorar la presencia de Severus. Lucas, sin embargo, notó la ligera tensión en su madre, aunque no entendía la razón detrás de su nerviosismo. Con un gesto amable y una ligera presión en su mano, Erin le dio la confianza para que entrara con ella, reafirmando su presencia en el aula.
—¿Podrías repetir eso? —preguntó Erin, su tono firme pero amable, mientras dirigía una mirada desafiante a Eloise.
—Solo… solo quería decir que hemos estado trabajando mucho, profesora —comenzó Eloise, intentando suavizar su queja—. Y a veces, no estamos seguros de cuál es el propósito de todo.
Erin, sin perder su compostura, soltó suavemente la mano de Lucas y dio un paso hacia Eloise, manteniendo su tono firme.—Entiendo que estén cansados —respondió Erin, su voz resonando con una autoridad calmada—. Pero cada lección, cada desafío, tiene un propósito. No se trata solo de fuerza física, sino de resistencia mental. De estar preparados para lo inesperado. ¿Creen que las situaciones reales serán fáciles o predecibles?
Los ojos de Erin brillaron con una intensidad que no dejaba lugar a dudas sobre su compromiso.
—Les estoy exigiendo porque sé de lo que son capaces. Porque quiero que, cuando llegue el momento, estén listos para cualquier cosa. Si alguna vez dudan de mi propósito, les pido que confíen en mi experiencia.
Snape, desde su posición en la sombra, observaba a Erin con una mezcla de emociones que no podía controlar del todo. El rubor en sus mejillas era una traición de los recuerdos que lo acosaban; la noche pasada, la voz de Dune sus quejas transformándose en susurros y gemidos. Ahora, frente a él, estaba esa misma mujer, pero en un rol tan decidido y dominante que lo desarmaba incómodamente.
Snape no podía ignorar la forma en que Erin se mostraba, taciturna, evitando cruzar miradas con él. La distancia deliberada que ella había colocado entre ellos era palpable. Cada palabra, cada gesto de Erin, parecía calculado para mantenerlo a raya, como si intentara recordarle que lo ocurrido entre ellos no tenía cabida en la vida diaria. Sin embargo, no pudo dejar de notar el cuello alto de la blusa que ella llevaba. Sabía, sin necesidad de preguntarlo, que Erin no había borrado las marcas con ningún hechizo ni tónico. Las había guardado celosamente, como una huella de la noche pasada que ninguno de los dos parecía dispuesto a olvidar.
Sirius, quien había estado observando la escena desde un rincón, no pudo evitar notar la forma en que Snape dejaba que su mirada recorriera el cuerpo de Erin, como si estuviera buscando algo, una señal, una conexión con la mujer que ahora se mostraba tan distante. La molestia se encendió en el interior de Sirius, una mezcla de celos y desprecio que lo impulsó a intervenir.
—La profesora Dunne tiene más experiencia que cualquiera de ustedes —dijo Sirius con un tono firme y cargado de intención—. Escúchenla y aprendan.
Snape, al escuchar las palabras de Sirius, soltó un bufido despectivo, un sonido lleno de desprecio que resonó en el aula. Erin, quien había estado concentrada en mantener su compostura, sintió la tensión aumentar. Sus emociones amenazaban con romper su control, pero se obligó a ignorar a Snape. Estaba decidida a no dejar que él la desestabilizara.
Con un carraspeo, Snape intentó captar su atención, un gesto que normalmente habría provocado una respuesta mordaz de Erin. Sin embargo, ella lo ignoró deliberadamente. Con la mirada fija en sus aprendices, lanzó un comentario ácido al aire, dirigido más al espacio que a Snape en particular:
—Algunos aquí parecen olvidar que la disciplina y el autocontrol son más valiosos que cualquier poder mágico —dijo Erin, su voz clara y autoritaria, mientras dirigía la atención hacia el grupo de aprendices—. La verdadera fortaleza no reside en la habilidad para destruir, sino en la capacidad para contenerse, para elegir el momento adecuado.
Snape, aunque mantuvo su expresión imperturbable, sintió el golpe de sus palabras. Era como si Erin hubiera encontrado una manera de confrontarlo sin mirarlo, de recordarle que la noche anterior no significaba que tuviera algún poder sobre ella. Erin, por su parte, continuó dirigiendo la lección, decidida a no permitir que sus emociones, o Snape, interfirieran en su misión de enseñar y proteger a sus estudiantes.—Ahora si cualquiera de ustedes de verdad creen que están listos para continuar vamos a hacer una práctica de duelo —anunció Erin—. Mi ayudante les ayudará con los ejercicios.
Mirando a Lucas, quien observaba con ojos grandes y expectantes, Erin le dedicó una sonrisa alentadora. La idea de un niño de apenas seis años participando en la práctica generó risas en el aula. Sin embargo, Erin percibió el desconcierto y la falta de respeto implícita en esas risas.
Con una mirada desafiante y decidida, Erin tomó una medida drástica para asegurar la seriedad del ejercicio.
—Voy a proponerles algo —dijo con voz firme—. Si alguien es capaz de esquivar un ataque de Lucas, recibirá una semana de descanso. Pero si fallan, tendrán que presentarse a las cinco de la mañana para dar una vuelta completa alrededor del lago de Hogwarts.
Erin observó a los estudiantes con una mezcla de expectativa y curiosidad.
—¿Algún voluntario? —preguntó, su tono desafiante.
Draco Malfoy, consciente de las habilidades de Lucas tras haberlo observado en una de sus visitas, retrocedió, dejando claro su desinterés. La reacción de Draco no pasó desapercibida y provocó risas en el aula. Marcus Flint, el único miembro de Slytherin que aún formaba parte del grupo de aprendices, se unió al ridículo.
—Eres tan cobarde como tu padre, Malfoy —se burló Flint con una sonrisa despectiva.
El comentario de Flint no pasó desapercibido para Erin, quien sonrió ante el desafío que se le presentaba.
—Tenemos al primero —anunció con actitud decidida.
Flint, con una mueca de burla, respondió:
—Ya entendimos el punto, profesora. Los hechizos defensivos son necesarios, pero no quiero hacer llorar a un niño frente a su madre- aseguró presuntuoso
Lucas, con la misma intensidad decidida que su madre, observó a Flint sin inmutarse. La mirada del niño, comparable a la de Erin, transmitía un mensaje claro de que no se dejaría intimidar. Snape, desde su rincón, notó la determinación en los ojos de Lucas, una mirada que era imposible de ignorar.
—No se preocupe por ello, Flint —aseguró Erin con calma.
Flint, suspirando con desdén, finalmente aceptó el reto.
—Está bien —dijo con una mezcla de pretensión—. Pero no me reclame por su hijo, sale llorando-
Erin asintió, satisfecha con la respuesta.
—Muy bien, Lucas. Vamos a ver cómo se desenvuelve Flint. No le hagas daño, cariño —le dijo con una sonrisa alentadora.
Flint, con una actitud de superioridad, se preparó para el duelo, claramente subestimando al pequeño Lucas. La tensión en el aula era palpable, con todos observando atentamente el desenlace de la prueba.
El murmullo de sorpresa que siguió dejó claro que Erin hablaba en serio cuando deslizó su varita y se la entregó a Lucas, quien la tomó con una mezcla de inseguridad y determinación. Luego, con un movimiento decidido sin uso de varita, Erin apiló las bancas para despejar el área de práctica, dejando un espacio amplio para el duelo.
Remus y Sirius, que habían estado observando desde el borde del aula, intercambiaron miradas de asombro y preocupación. La audacia de Erin era evidente, y el desafío que había planteado a los estudiantes era considerable.
Sirius, visiblemente preocupado, se acercó a Erin con pasos rápidos.
—Erin, no es necesario que uses a Lucas para esto —dijo Sirius en un tono suave pero firme, tratando de apelar a su sentido protector-creo entienden el punto.
Erin arrugó el ceño, claramente no contenta con la intervención. Antes de que pudiera responder, Lucas, sin mostrar ningún temor, se apresuró a colocar los hotcakes que llevaba en un lugar seguro. El pequeño no había dudado ni un instante en aceptar el desafío que su madre le había confiado.
—No te preocupes, Sirius —dijo Erin, con una mano apoyada en el hombro de Sirius, su mirada firme—. Lucas sabe más de lo que imaginas. No lo subestimes.
Sirius se quedó un momento sosteniendo la mano de Erin, sus ojos encontrando los de ella con una mezcla de admiración y algo más profundo.
—Nunca te subestimar o el..—respondió Sirius en un susurro, su tono cargado de significado, mencionó tocando su hombro.
Snape, que observaba la escena desde la distancia, sintió una punzada de fastidio recorrerle el cuerpo. La familiaridad entre Sirius y Erin, la manera en que Sirius sostenía su hombro, todo le resultaba irritante, aunque no entendiera del todo por qué. Pero antes de que pudiera reflexionar más sobre ello, su atención fue capturada por el pequeño Lucas, que ahora se preparaba para el duelo, sus movimientos seguros y decididos, como si estuviera listo para demostrar que, al igual que su madre, él también era una fuerza a tener en cuenta.
Lucas hizo una reverencia elegante, marcada por una seriedad sorprendente para su tamaño. Flint, con una sonrisa de burla en los labios, imitó la reverencia de manera despreciativa, claramente subestimando al niño.
Cuando Erin dio la señal, Lucas se enderezó con una postura firme y, con una destreza inesperada, conjuró un hechizo que primero elevo al mago y luego lo expulsó. La velocidad y precisión del hechizo sorprendieron a todos. Flint, que había subestimado al niño, no tuvo tiempo de reaccionar. Fue lanzado varios metros hacia atrás, su varita voló por los aires y cayó al suelo con un golpe seco. La expresión de burla en su rostro se transformó en una mezcla de shock y vergüenza mientras se levantaba, su cara roja como un tomate.
El aula quedó en un profundo silencio. Los aprendices miraban boquiabiertos, sorprendidos por la destreza de Lucas. Erin, con una ligera sonrisa de satisfacción, observaba cómo Flint se levantaba, el orgullo y la determinación en los ojos de su hijo evidenciaban la calidad de su enseñanza.
—Gracias, Lucas —dijo Erin, elogiando a su hijo mientras se acercaba a Flint para ayudarlo a recoger la varita de —. Has demostrado que la habilidad y la confianza son más importantes que el tamaño o la edad-
Flint, aún recuperándose de la humillación, miró a Lucas con una mezcla de respeto y desdén.
La mirada de todos se centró en Lucas, quien había demostrado una habilidad impresionante para su corta edad. La habilidad del niño hizo que todos se preguntaran qué más sería capaz de hacer cuando creciera. Snape observó a Lucas con una mezcla de análisis. Había algo en la manera en que el niño se movía, su precisión y la mirada en sus ojos que le resultaba inquietante, desafiando sus propias expectativas y su capacidad para controlar sus emociones.
—Bueno, si un niño puede dejar sin varita al señor Flint, no creo que se deba a la falta de habilidad. Más bien, es la carencia de valor y la complejidad de ser orgulloso —dijo Sirius con una sonrisa irónica—. Después de todo, solo hay dos Slytherin en esta aula, y ya sabemos en espíritu a quién han tenido como jefe de casa…
Erin frunció el ceño, claramente molesta por el comentario. Algo en la burla de Sirius, dirigida de manera tan insidiosa hacia Severus, la irritó profundamente. Sin saber exactamente qué la impulsó, habló con una firmeza que sorprendió a todos, incluida ella misma. Parecía más una novia molesta defendiendo a su pareja que una profesora protegiendo a un colega.
—Bueno, si el problema es la casa, veamos cómo le va a un Gryffindor —dijo, dirigiéndose hacia Sirius, que al ver la expresión decidida de Erin, notó algo que no esperaba. La tensión en el aula aumentó al ver que Harry, a regañadientes, aceptaba el reto- escoge el estudiante Sirius-
Sirius, que hasta ese momento había estado en un tono burlón, se puso serio al instante. Miró a Harry, quien lo observaba con una mezcla de determinación y nerviosismo. Sin mucho más que pensar, Sirius asintió hacia su ahijado, indicándole que fuera él quien participara.
Un ligero sonrojo subió a las mejillas de Erin al darse cuenta de la intensidad con la que había hablado, pero su determinación no flaqueó. Estaba dispuesta a demostrar que, independientemente de las casas, el valor y la habilidad no se limitaban a una en particular, y aunque ella misma no podía explicar del todo por qué había defendido a Snape con tanto fervor, sabía que no permitiría que Sirius lo despreciara de esa manera.
Hermione y Ron empujaron a Harry hacia adelante, alentándolo para que participara. Harry, aún perplejo por el inesperado desafío, hizo una reverencia ante Lucas. Se preparó con determinación, intentando concentrarse en la lección que acababa de presenciar.
Mientras tanto, Hermione y Ginny, más atentas al lenguaje no verbal de sus profesores después de su noche en Hogsmeade, notaron algo peculiar en la interacción entre Erin y Snape. Erin parecía prestar una atención especial a Snape, como si hubiera algo más entre ellos que una simple relación profesional. Hermione y Ginny intercambiaron miradas, sorprendidas por la posibilidad. No podían creerlo, pero al mismo tiempo, la idea de que Erin y Snape tuvieran algún tipo de conexión empezaba a parecerles cada vez más plausible. ¿Podría ser cierto? ¿Podrían esos dos realmente tener algo o, al menos, sentir algo el uno por el otro? La idea, por improbable que pareciera, comenzaba a asentarse en sus mentes.
Lucas lanzó el primer hechizo con la misma precisión que antes. Harry esquivó el hechizo hábilmente, manteniendo la compostura y la concentración. Sin embargo, cuando Lucas conjuró el segundo hechizo, Harry no pudo evitar que su varita saliera volando de un golpe. Cayó de costado al suelo, su expresión una mezcla de sorpresa y cuidado.
El aula estalló en murmullos de sorpresa y admiración. Black se quedó en silencio, el comentario burlón se le quedó atrapado en la garganta al ver que su ahijado estaba en el suelo.
Erin, observando la reacción de los presentes, permitió que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro, satisfecha con la demostración de su hijo y la forma en que su desafío había sido recibido. El desafío no solo había resaltado la habilidad de Lucas, sino que también había puesto en evidencia el nivel de competencia en el aula, estableciendo un nuevo estándar para todos.
Sin embargo, el creciente malestar entre los dos profesores no tardó en estallar. Snape, con su característica mordacidad, lanzó un comentario cortante en dirección a Sirius:
—No esperaba menos de alguien que confunde valentía con temeridad. Quizás un Gryffindor no es el mejor ejemplo de habilidad cuando solo depende de la suerte.
Sirius se giró hacia Snape, su rostro endurecido por la ira contenida:
—Y no esperaba menos de un Slytherin, siempre buscando excusas para no enfrentarse a un verdadero desafío. Quizás deberías preocuparte más por tu habilidad para mantener a tus estudiantes en pie y menos por menospreciar a los demás.
—¿Es eso una invitación, Black? Porque parece que necesitas que te recuerden cómo son los duelos de verdad —replicó Snape, su tono gélido.
Antes de que las cosas pudieran ir más lejos, Erin, claramente harta de la disputa, intervino con autoridad:
—¡Basta ya, los dos! Si tanto quieren demostrar algo, que lo hagan con un duelo y no con palabras.
La propuesta de Erin dejó a la sala en silencio. Sirius, sorprendido por la severidad de Erin, la miró con recelo, pero también con un poco de arrepentimiento.
—Erin, no era mi intención… no pasara de nuevo —Sirius comenzó a disculparse, claramente incómodo con la dirección que había tomado la situación.
Snape, con su expresión habitual de desdén, respondió con frialdad:
—No tendría ningún problema en demostrar un duelo real. Soy más que capaz de enseñarles algo, y quien sea capaz de memorizar los hechizos correctamente podría ahorrarse el castigo de Dune—dijo, refiriéndose al reciente castigo asignado por una falta de disciplina.
Sirius, con una sonrisa burlona, replicó rápidamente:
—Si estás tan confiado, ¿por qué no lo haces con Erin? —La forma en que pronunció su aquello, fue un suso muy particular de palabras dejó claro que pretendía provocar a Snape, pero no supo que al hacerlo tendría la reacción contraria..
Snape esbozó una leve sonrisa, pero no era una sonrisa de satisfacción por la idea de un duelo. Más bien, era una sonrisa que reflejaba un recuerdo de la noche anterior, un recuerdo que lo distraía de la propuesta de Sirius.
Erin, al darse cuenta de la dirección que estaba tomando la conversación, negó rápidamente con la cabeza.
—Severus sigue recuperándose, y no es necesario que se esfuerce tanto en este momento —respondió apresuradamente, sin pensar demasiado en sus palabras, mientras una leve incomodidad se instalaba en su interior.
Su mirada se volvió hacia Snape, y pudo ver cómo su rostro, a pesar de la sonrisa burlona, mostraba una mezcla de emoción contenida. Sabía que la mención de su "recuperación" podía ser malinterpretada de manera que resonaba con sus reciente encuentro
Erin intentó mantenerse enfocada en la situación actual, pero el recuerdo del despacho de Snape, la removió.
Antes de que pudiera decir más, Lucas, impulsivo como siempre, rompió el tenso silencio:
-¿porque no quieres tener un Duelo con Snape, mama? ¿no quieres lastimarlo?-indago
La pregunta de Lucas cayó como un rayo en el aula. Todos, desde los estudiantes hasta los profesores, quedaron paralizados por la osadía de la idea. Los ojos de todos se posaron en Erin y Snape, esperando su respuesta.
Erin, que hasta ese momento había mantenido una fachada de calma, sintió que su corazón se aceleraba. Lentamente, sus ojos se encontraron con los de Snape. Había una mezcla de emociones en esa mirada. Después de unos largos segundos que parecieron durar una eternidad, Erin habló, su voz firme pero con un matiz que solo Snape pudo captar:
Snape, contesto—¿Tienes miedo, Dune? —le preguntó con una sonrisa burlona.
—Lucas, ve con Sirius —le dijo, dando una clara indicación.
Cuando Snape se acerco para indicarle que tomara su posición para el duelo, su mano tocó ligeramente la cintura de ella. La proximidad hizo que un escalofrío recorriera la piel de ambos. Snape la miró de pies a cabeza. La conexión física, aunque sutil, era suficiente para que ambos se sintieran conscientes de la intimidad que había pasado entre ellos.
Erin se acomodó en su lugar, su mente atrapada en una maraña de recuerdos recientes que le era imposible ignorar. Los toques de las manos de Snape, la intensidad de sus besos, los sonidos que ambos habían hecho en la intimidad de la noche anterior, invadían sus pensamientos.
Su mirada involuntariamente se dirigió hacia los labios de Snape, que aún parecían tener un tinte rojo, recuerdo de su cercaní visión de esos labios, apenas un poco hinchados, la hizo tragar saliva con dificultad.
El hábito de Snape, siempre meticulosamente abotonado hasta el último botón, parecía esconder mucho más de lo que él estaba dispuesto a mostrar. Erin sentía una mezcla de deseo y frustración mientras trataba de concentrarse en la clase, pero las imágenes de su noche juntos y la tensión palpable entre ellos la hacían casi imposible de ignorar.
El pequeño obedeció con una mezcla de emoción y curiosidad. Se acercó a Sirius, quien lo miró con una sonrisa, mientras Snape observaba la escena con una expresión imperturbable.
Ambos se inclinaron, haciendo la reverencia formal para iniciar el duelo. El aire estaba cargado de tensión, no solo por el desafío de la clase, sino también por el peso de los recuerdos compartidos y las emociones no resueltas entre ellos. Erin, intentando mantener el enfoque profesional, se preparó para el duelo, pero Snape hizo un comentario inesperado.
—Sería bueno solo mostrar sólo cuatro hechizos defensivos, Snape… —dijo Erin, hasta que Snape la interrumpió con una voz grave y desafiante.
—¿Sabes, Dune? Un duelo no es un duelo si realmente no hay algo que ganar —dijo Snape, su tono cargado de desafío.
—¿De qué estás hablando, Snape? —indagó Erin, su expresión una mezcla de sorpresa y escepticismo.
—Hablo de que si me ganas, sería injusto condonar el castigo de ellos y no gana run beneficio, sabe que si esta tan preocupada de mi recuperación, puede ser mi enfermera hasta que mis heridas sanen por completo. Madam Pomfrey se enojará cuando se entere de que me usara como muñeco de prueba —replicó Snape, su voz grave y llena de ironía.
Erin suspiró, entendiendo que la propuesta era absurda. —No te heriré, si eso es lo que temes —aseguró, sin apartar su varita. —Ahora, atente al plan.
—Creo que sabes que no puedes ganarme —dijo Snape con un leve hilo de fastidio—. Los chicos no aprenderán más que en un buen duelo prefabricado.
Erin levantó una ceja, sorprendida por el giro inesperado. Aunque conocía el sentido del humor oscuro de Snape, este desafío parecía llevar consigo una carga de significado más profunda.
—Este no es el momento para juegos, Snape —respondió Erin, intentando mantener la calma, pero con una clara nota de fastidio en su voz.
Snape, imperturbable, lanzó su reto de nuevo. —No estoy jugando. Te propongo que si me ganas, cuidare de tu pequeño ayudante. —La mirada de Snape era fija y desafiante, con una pizca de orgullo en sus ojos.
Erin lo miró fijamente, su fastidio evidente. Evaluó el reto y el tono en su voz, y finalmente asintió, con una mezcla de resignación y determinación. —Muy bien, de todas maneras me hace falta una niñera y cuando pierdas tendrás que cuidar de Lucas y de manera digna Snape—dijo con firmeza—
El duelo comenzó. Ambos se movieron con rapidez y precisión, lanzando hechizos defensivos y ofensivos con habilidad. Los hechizos vibraban en el aire, creando destellos de luz y explosiones suaves que resonaban en el salón. La clase observaba en silencio, cautivada por la demostración de habilidad mágica entre dos de los brujos más competentes que conocían.
Erin y Snape se enfrentaban con una intensidad que iba más allá de lo físico, cada movimiento cargado de la historia y los sentimientos que compartían. Erin, con una agilidad sorprendente, esquivaba y contrarrestaba los hechizos de Snape, mientras que él, con su maestría y precisión, lanzaba ataques que ponían a prueba la destreza de Erin.
Ambos estaban igualmente decididos a ganar, sus varitas zumbando en el aire mientras ejecutaban hechizos complejos y elegantes. El duelo no era solo una prueba de habilidades mágicas, sino también un reflejo de las tensiones y deseos ocultos que se entrelazaban en su relación.
Dumbledore, al llegar para llevarse a Lucas, observó el duelo con un interés sereno. La habilidad y destreza de Erin y Snape en combate eran impresionantes, y el espectáculo no era solo un ejercicio mágico, y lo sabia el mago
Ambos magos estaban inmersos en un duelo vibrante que no notaron la llegada del mago. Snape y Erin intercambiaban hechizos con precisión y velocidad, mostrando no solo su maestría en la magia, sino también el profundo conocimiento que ambos tenían el uno del otro. Las estrategias y técnicas empleadas eran avanzadas, cada hechizo meticulosamente ejecutado y contrarrestado.
Erin, con una varita en mano, conjuró el hechizo Crasso armorum, un hechizo que fortaleció sus vestimentas, haciéndolas parecer como si fueran armaduras, rebotando algunos hechizos de Snape
Snape, con un gesto rápido, invocó Expectro protego. La creación de oscuridad que apareció, una sombra poderosa y cambiante, se movió con agilidad, protegiéndolo de los ataques directos de Erin. La criatura de oscuridad, al ser tan formidable y adaptativa, se convirtió en una barrera efectiva contra los hechizos de Erin.
Erin conjuró Devaister. Raíces gruesas y resistentes emergieron del suelo, intentando atrapar a Snape y restringir sus movimientos. Snape, con una habilidad refinada, logró esquivar las raíces enredadas, aunque no sin esfuerzo, materliazando una dago cortando las ramas.
Snape, con una sonrisa desafiante, lanzó Jinx, un rayo azul que salió disparado de su varita. El rayo golpeó a Erin con un impacto brusco, pero ella se recuperó rápidamente, manteniendo su concentración y su enfoque en el duelo..
Erin, al observar que Snape se tocaba el cuello, decidió bajar la guardia, momentáneamente desprotegida. Snape, aprovechando la oportunidad, conjuró Locomotor Mortis, haciendo que las piernas de Erin se unieran y la hicieran caer al suelo. Todos en la sala contuvieron el aliento al ver a Erin en el suelo, preguntándose si sería el fin del duelo.
Sin embargo, Erin, con una determinación férrea, se recuperó rápidamente. Con un gesto ágil, emuló Incarcerous, conjurando gruesas cuerdas que ataron a Snape. Mientras él yacía en el suelo.
A la par, conjuraron Supplo, un hechizo que evocaba un viento negro y una densa humareda, disminuyendo la visibilidad y empujando a Snape y a Erin aún más. Ambos cayeron al suelo, atados y sin varitas, respirando con dificultad. La tensión del duelo impregnaba el aire, y la sala quedó en un silencio absoluto mientras los participantes intentaban recuperar su compostura.
Dumbledore, observando con una sonrisa enigmática, permitió que la situación se asentara antes de intervenir. Se acercó a Erin y a Snape, ofreciendo su mano a ambos para ayudarles a levantarse y deshacer los hechizos que los mantenían atados.
—Una demostración impresionante, sin duda —dijo Dumbledore con tono suave—. Creo que hemos visto hoy más de lo que esperábamos.
Erin y Snape, aún recuperándose del duelo, intercambiaron miradas. A pesar de la intensidad del enfrentamiento, sabían que el duelo no solo había sido una prueba de habilidad mágica, sino también un reflejo de la complejidad de su relación. Los murmullos y comentarios de los aprendices llenaron la sala, impresionados por la demostración de habilidades y la fortaleza de ambos magos.
El ambiente seguía cargado de tensión cuando un sonido desde el fondo interrumpió el debate sobre quién había ganado el duelo. La voz de George Weasley se alzó por encima del murmullo de los aprendices.
—¿Quién ganó? —preguntó George, con una expresión de curiosidad que reflejaba la intriga de los presentes.
Erin y Snape estaban listos para continuar su enfrentamiento, pero Dumbledore, con una sonrisa divertida, intervino antes de que pudiera haber más conflictos.
—Creo que, desde mi perspectiva, esto ha sido un empate —dijo Dumbledore con tono ligero, señalando que ambos magos habían demostrado habilidades sobresalientes y que el duelo no había favorecido a ninguno de ellos.
La declaración de Dumbledore provocó una mezcla de reacciones. Los aprendices comenzaron a murmurar entre ellos, sorprendidos por el veredicto. George Weasley, sin perder la oportunidad de añadir un toque de humor, comentó:
—Entonces, ambos tendrán que pagar la apuesta…-
Las miradas de Erin y Snape se dirigieron hacia el pelirrojo, y el comentario de George provocó un instante de sorpresa. Dumbledore, aún divertido, asintió y le dio la razón a George, confirmando que la apuesta debía cumplirse.
—Parece que George tiene un buen punto —comentó Dumbledore, disfrutando de la situación—. La importancia de mantener su promesa frente a los aprendices no puede ser subestimada.
Erin miró a Lucas, quien observaba el desenlace con una mezcla de curiosidad y orgullo. Le dedicó una sonrisa tranquilizadora, mientras Snape también lo miraba y asentía en señal de aceptación. Snape, aparentemente fastidiado, se mostró resignado a la situación.
Sin embargo, la voz de Sirius se alzó desde el fondo, interrumpiendo el momento.
—No creo que Lucas deba ser castigado con tener que ser cuidado por Snape —dijo Sirius, claramente preocupado.
Pero Lucas, con una sonrisa juguetona, se dirigió a Sirius. —¡No, profesor Black! —dijo con entusiasmo—. Creo que el profesor Snape será divertido. ¡Tal vez me enseñará cómo esconderme, como cuando sigue a mamá!
El comentario de Lucas provocó un silencio repentino en la sala. Erin, con una mirada retadora, fijó su atención en Snape, esperando que él negara la sugerencia. Snape, visiblemente tenso, se preparó para responder, pero antes de que pudiera abrir la boca, Dumbledore intervino con una risa ligera.
—Oh, Lucas —dijo Dumbledore, su tono juguetón—. Aunque el profesor Snape puede ser extremadamente analítico y a veces, un tanto paranoico, eso no significa que esté siguiendo a tu madre de la misma manera que tú dices.
La risa de algunos presentes se desató ante el comentario de Dumbledore, aliviando la tensión en la sala y lo mas importante quitando dudas particulares en casi todos. Sirius, aunque aún algo incómodo por la situación, no pudo evitar sonreír ante la inocencia de Lucas y le lanzó una mirada a Harry.
Snape, por su parte, observó con cuidado, prefiriendo ignorar el comentario mientras Lucas le daba un beso de despedida a su madre. Sirius, mostrando una afectuosa calidez, se inclinó hacia Lucas y le dijo:
—Eres un niño muy talentoso, como tu madre. Yo estaría feliz de cuidarte y enseñarte algunas cosas de mis viajes, sin necesidad de una apuesto, cuando quieras demos una paseo….-
Lucas sonrió ampliamente y chocó su manita con la de Sirius. La escena transmitió una inesperada ternura a Erin, al ver la familiaridad y el afecto de Sirius hacia su hijo, esbozó una sonrisa de gratitud.
Snape no podía dejar de cuestionar por qué este gesto le había afectado tanto. Sentía una incomodidad que no podía explicar completamente. El hecho de que Sirius, con su estilo despreocupado, pareciera tener una conexión tan natural con Lucas y con Erin le resultaba molesto. Snape no entendía por qué sentía aquello, si en realidad la tarea de niñero era un castigo, solo sabía que no podía evitar compararse con el comportamiento despreocupado de Black, que parecía ganar la aprobación de todos con facilidad y aquello le generaba una repulsión natural.
Remus inclinó la cabeza en señal de despedida, al niño y Snape, al notar la ultima mirada de Erin hacia Sirius, se sintió impulsado a hacer algo fuera de lo común. Con una expresión inusualmente menos seria en su rostro, miro a Lucas y le dijo tajante
—Espero que te comportes bien cuando te cuide…-fue mas una orden que como despedida y sin embargo mas de lo que a muchos les decía en un dia.
Lucas, con una sonrisa amplia y sin atisbo de miedo, se despidió con un gesto alegre asintiendo, antes de irse con Dumbledore. El pequeño, sin temor ni inseguridad, se mostraba completamente cómodo y confiado en la interacción con Snape..
Erin observó la escena con una mezcla de sorpresa y calidez. Ver a Snape, tan acostumbrado a ser percibido como una figura dura y distante, mostrando una faceta más suave y hacia su hijo, la removió.
A la hora de la comida en el Gran Comedor, Sirius Black aprovechó la oportunidad para intervenir a Harry, Ron y Hermione, mientras se dirigían al Gran Comedor después de un largo día de clases, ya anticipando su práctica obligatoria en el aula especial que Erin había acondicionado al estilo de la Sala de Menesteres, Sirius Black los interceptó en el pasillo.
—He estado pensando en Snape —comenzó, su tono más preocupado de lo habitual—. Como saben, Lucius Malfoy está preso... Y nos enteramos recientemente de que, en realidad, fue Erin quien lo atrapó y lo entregó. Está metida en algo contra él, pero no sé exactamente qué es. Dumbledore nos ha advertido que no nos metamos en ese asunto; ni Remus, ni Arthur, ni yo. Lo que sí sé es que, mientras nosotros mantenemos las distancias, Snape podría estar ayudando a Malfoy. Por eso creo que pidió un puesto como profesor para los aspirantes a Aurores, para proteger a Draco… Y la forma en que se pelea con Erin… —Sirius dejó que sus palabras flotaran en el aire, su preocupación evidente.
Hermione levantó la vista, frunciendo el ceño. La posibilidad de que Snape estuviera involucrado con Lucius Malfoy le parecía descabellada y más con una teoría que tenía . Sabía que Snape y la profesora Dune compartían una relación complicada, pero no podía revelar sus sospechas sobre la naturaleza de esa relación, no sin pruebas. Su mente volvía a las miradas furtivas, a los momentos en que Snape y ella parecían estar demasiado sincronizados, y a las palabras no dichas que flotaban en el aire entre ellos.
Hermione meditó en silencio. No podía decirle a Sirius que sospechaba que había algo más entre ambos, no sin parecer que actuaba por simples corazonadas. Además, estaba claro que la preocupación de Sirius por Erin no solo se debía a su rol como miembro de la Orden, sino a algo más personal, algo que involucraba sus propios sentimientos. Decidió que, por ahora, lo mejor era mantener sus pensamientos para sí misma.
—¿Estás seguro, Sirius? —preguntó Hermione finalmente, intentando no revelar demasiado de lo que estaba pensando—. ¿Snape ayudando a Lucius? Después de todo lo que ha pasado…-
Sirius asintió con un ligero encogimiento de hombros, pero su expresión seguía siendo tensa-No estoy diciendo que lo esté ayudando directamente, pero no me da buena espina. Snape siempre ha sido asi… y no confío en él, especialmente cuando hay asuntos de por medio que involucran a Malfoy.-
Harry miró a sus amigos antes de responder. -Tal vez no deberíamos meternos en esto. Quiero decir, Snape siempre ha sido así, pero no tenemos pruebas de que esté haciendo algo malo, Sirius…tras todos estos años siempre pensé mal de el y el…-.
Sirius apretó la mandíbula, su frustración era evidente. -No le debes nada Harry y no estoy diciendo que sea algo malo, solo creo que si Erin está en medio de todo esto, es injusto por mucho que sea por la amistada que mantiene con los Malfoy…-
Draco Malfoy, que estaba en ese mismo pasillo leyendo no pudo evitar escuchar la conversación. Sus manos se apretaron alrededor de su libro cuando escuchó el nombre de su padre, a Erin y Snape y las sospechas que tenían.
Ron, siempre desconfiado de Snape, miró a Sirius con preocupación. -Entonces, ¿qué hacemos? -
Sirius miró al trío de oro, su expresión decidida. -No me gusta quedarme al margen, Ron. Ya he visto lo que sucede cuando ignoramos las señales. Si algo le pasa a Erin, o si Snape realmente está ayudando a Lucius, no voy a permitir que le hagan daño a ella…-
Harry suspiró, sintiendo el peso de la situación. -Sirius, no podemos meternos pero estaremos atentos, talvez Draco sepa algo, nos acercaremos a él después de todo la profesora Dune nos pidio lo acercaremos al grupo y si sabemos algo tal vez podamos hablar con Dumbledore para que lo reconsidere -
Hermione asintió, decidida. -pero no hagamos nada precipitado. No podemos permitir que nuestros prejuicios nos nublen el juicio.-añidio Hermione siendo consciente de todo lo demas.
Sirius asintió lentamente, aunque seguía sin estar del todo convencido. -De acuerdo..-
En ese momento, Draco estuvo a punto de intervenir, pero accidentalmente dejó caer sus libros al suelo. El sonido alertó a Hermione, quien evitó que Harry o Ron se dieran cuenta pidiéndoles que se adelantaran. Cuando se acercó a Draco, este estaba a punto de soltar una maldición, pero Hermione lo detuvo con un gesto.
—Sé que nos escuchaste —dijo Hermione, manteniendo la voz suave pero firme.
Draco negó con la cabeza, su voz temblorosa pero tratando de mantener la compostura. —No puedo asegurar que Snape esté ayudando a mi padre. No lo he visto desde hace meses. De hecho, Snape... desde el final de la guerra apenas lo he visto.
Hermione lo miró con seriedad. —Te creo —dijo sinceramente. Draco se mostró desconcertado, como si no supiera cómo reaccionar ante esa afirmación.
Justo cuando estaba a punto de irse, Hermione lo detuvo. —Y quiero que sepas que cuando la profesora Dune nos pidió que te integráramos al grupo, no fue solo para investigar. He notado que has cambiado.
Draco, sin saber qué decir, simplemente asintió, y antes de irse, murmuró un agradecimiento. —Gracias... Y si Snape intentara hacerle daño a la profesora Dune, yo sería el primero en detenerlo.
Hermione se sorprendió por la inesperada confesión, sus ojos se abrieron con asombro mientras veía a Draco alejarse. Las palabras de Draco resonaron en su mente, dejándola reflexionando sobre lo mucho que él había cambiado y lo compleja que era la situación que inevitablemente ahora le generaba mas dudas con la reacción de Draco.
