II
Destino
Los registros de su familia se perdieron incluso antes de la caída del reino, lo único seguro es que habían sido guerreros desde siempre y él era su heredero.
El día que Link nació la rueda del destino comenzó a girar.
Nacido el décimo sexto día de la luna del prisionero en la aldea Mabe, Link era el hijo de un prominente soldado del reino de Hyrule y una instructora de música.
Fue durante esa época que la profecía del regreso de Ganon comenzó a tomar fuerza entre los círculos más internos del pueblo Sheikah. Fue antes de la tragedia de la familia real que el pequeño Link, de ya cinco años, sostuvo una espada, una de madera, pero eso no le libró de la paliza que recibió de parte de su padre.
— Las espadas, hijo mío, son instrumentos destinados a matar. Sin importar cuánto se idealiza, siempre será para matar, y ahora incluso esta de madera podría matarte. Yo podría matarte. — agregó con firmeza. — Pero no te equivoques, no es a matar lo que te enseñaré. Has tomado una espada en contra de mi voluntad y has derribado a un hombre sólo con tu habilidad innata, pero si crees que eso me llena de orgullo, te equivocas. — el hombre rubio le miró con dureza en medio del campo de entrenamiento, ahora vacío. — Si deseas aprender los caminos del guerrero, entonces has de entender la carga que implica realmente usar una espada y tú primera lección es el dolor.
El niño se enderezó con lentitud y vio a su padre con agotamiento. Su labio partido temblaba, sin embargo, las lágrimas se rehusaron a salir.
— El dolor es lo que sufrirás como guerrero, ya sea en cruenta batalla o en la incierta paz, es lo que infligirás a tus enemigos al salir victorioso y a tus seres queridos al fallar, el dolor puede darte fuerza, Link, pero a un precio, y por ello has de saber de primera mano cuánto duele antes de tomar una decisión.
Se arrodilló con gracia frente al niño y con delicadeza acunó su rostro.
— Ser un guerrero puede traer mucho dolor, hijo, puede consumirte por completo. Esto que te he hecho no sería nada en comparación al dolor que podrías sentir, y no me refiero a golpes o cortes, Link. — deslizó la mano por su cuello hasta su pecho y apuntó hacia este. — El dolor más grande que podemos sufrir está aquí dentro, y puede que ahora no lo entiendas, pero debes saber desde un principio que esto no es una obligación, tienes opción, al igual como yo la tuve y nuestros ancestros lo hicieron. Pero si aceptas ser un guerrero, y aunque no llegues a ser mi sucesor, o incluso un caballero de la corona, ten por seguro que sentirás dolor, igual o peor que el que sientes ahora.
¿Qué tan cruel es darle aquella charla a un niño?
Si somos objetivos nadie en su sano juicio elegiría un camino de dolor asegurado cómo el que su padre le prometió, pero aun así, el niño asintió y vocalizó su decisión un mes después de recibir paliza tras paliza.
Link sería un guerrero.
Y el tiempo pasó, la muerte reclamó a la reina para consternación de todos y con ello el retorno de La Calamidad se presagió.
El comienzo de la que sería la última leyenda del reino de Hyrule comenzó.
La leyenda del soldado más joven jamás conocido, aquel que se le llamó en honor de una deidad olvidada.
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Link llevó una infancia normal, al menos en parte, pues desde que su padre lo puso a prueba y el niño lo sorprendió con su férrea determinación, no pasó mucho hasta que comenzó un entrenamiento informal para que algún día siguiera sus pasos y se uniera a las filas del ejército real; y aquel fatídico día llegó.
El día en que a Link se lo arrebataron todo.
Bajo la lluvia, una noche sin luna, las hoces de los herejes cosecharon las vidas de una familia. Un padre, una madre y una hija, mas uno de ellos faltó, aquel al que los acólitos de Ganon buscaban, el elegido por la espada destructora del mal, el campeón de Hylia.
Link nunca estuvo con ellos.
El dolor fue su primera lección, pero no fue hasta esa mañana, mientras estaba en el dominio Zora, cuando una acongojada Mipha lo llamó, que finalmente entendió las palabras de su padre ahora que se había ido.
La sangre en la espada de su padre fue algo que nunca olvidó.
Tenía sólo diez años, era apenas un niño, y sin embargo ni una sola lágrima derramó aquel día frente a la tumba de sus padres y hermana, esta de tan sólo seis.
El rey mismo estuvo ese día para ofrecer su pésame y palabras en honor a quienes le sirvieron con honra, pero nada pudo decir frente aquel niño que sólo se arrodilló ante él mientras cargaba la espada de un hombre muerto.
Quizás fueron sus ojos de un azul como el océano, o tal vez la culpa al no haber querido oír a sus Consejeros sobre mantener a unos Sheikah vigilando a la familia del elegido, pero Rhoam sintió que debía hacer algo, pero la decepción por su propia descendencia y el ahora claro peligro que significaba perder a quien estaba destinado luchar contra el mal encarnado, fue lo que le llevó a tal decisión.
Una vez todos se fueron y Link sólo contemplaba en silencio las tumbas de su familia, el rey habló.
— He oído que no tienes con quién ir. — dijo con calma haciendo que el niño volteara. — ¿Es así?
Link sólo asintió.
No tenía más familiares, aunque aún tenía la casona de familia en la aldea Mabe y ahí un par de sirvientes contratados por sus padres.
Quizás ellos cuidarían de él o quizás Mipha le daría un hogar en el dominio Zora si se lo pedía a su padre el rey.
Pero el monarca frente a él parecía tener otros planes.
— Puedo ofrecerte un lugar para vivir. — anunció con calma, mientras se arrodillaba para quedar frente al niño. — Sé que te han estado entrenando desde hace tiempo para que algún día seas un caballero. Link, quiero que vayas al fuerte de Akkala y ahí continúes con tu aprendizaje. Sé que tu padre habría querido que estés seguro, y créeme que no hay lugar más seguro en el reino, y así también podrás obtener lo necesario para blandir esa espada que llevas contigo.
El destello en su mirada fue todo lo que el rey necesitaba para saber que su cometido había sido logrado.
Link aceptó.
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Zelda sólo contemplaba la taza de té que tenía frente a ella. Su peor temor se había vuelto realidad, Link había recordado la pérdida de su familia antes de que ella pudiera ser liberada.
— Era inevitable. — dijo Impa. — Así su letargo borrara sus memorias, hay cosas que el alma de Link nunca podría, el dolor que dejó en él la pérdida de su familia es algo que lo marcó profundamente.
La princesa no dijo nada, sólo se mantuvo cabizbaja. La anciana tenía razón ella misma sabía mejor que nadie cuanto podía marcar a alguien la pérdida, pero al mismo tiempo nunca fue capaz de entender cómo es que aquello cambió tanto a Link, hasta el punto que su propia esencia se vio afectada.
Nunca le conoció realmente hasta que su padre lo asignó como su escolta. Sólo lo había visto aquel día que de la nada se interpuso entre ella y el ataque de un guardián fuera de control. Había oído rumores sobre su existencia, pero no les halló sentido, sin duda era fuerte y talentoso, también era joven y diligente, pero la inexperta y reticente princesa fue incapaz de ver más allá de ello, para ella sólo era el recordatorio de su fracaso, aquel que fue bendecido con todo lo que ella no.
Zelda lo odiaba, y Link ciertamente lo sabía.
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En Hyrule las leyendas convergen con la realidad, y entre todas ellas había una leyenda que sólo aquellos que elegían por camino la espada, narraban.
En una tierra donde el tiempo fue olvidado existió un hombre, un guerrero de orígenes que ya nadie recuerda, sin embargo, su leyenda aún vive, pues él de todos los hombres amaba el combate más que nadie.
Sin importar contra qué o quién cargara, ni una sola vez su espalda fue vista por sus enemigos, el guerrero se abría paso a la victoria con sus armas y a través de campos de cadáveres, pues en su devoción no había espacio para la compasión. Quien lo enfrentara sólo conocía la muerte.
Fue así como lentamente se comenzó a creer que no era mortal, que su sed de lucha era una ajena a toda naturaleza mundana y que él mismo atendía a más que sólo sus deseos.
Una deidad, se le llamó, pero no una cualquiera, sino una cruel, despiadada y fiera.
Su poder sin igual creció, y cegado por su sed y ansias de guerra, marchó al campo de batalla una y otra vez, hasta que llegó al punto en que, incluso tras él, ya nadie cargaba, todo lo que alguna vez juró proteger se había ido, todos los que alguna vez amó habían perecido, sólo quedaba él.
Él y sus armas.
Algunos dicen que en su locura se embarcó en un viaje para desafiar a la luna, pues decía que sólo su grandeza podría detener a su espada, otros, sin embargo, creen que todas sus batallas sólo eran para prepararse para desafiar a la misma creación y que por ello las diosas le sellaron. Cierto o no, por generaciones esta historia pasó de maestros a aprendices, de caballeros a escuderos y de padres a hijos; siempre seguido de la siguiente advertencia.
"No esperes piedad por donde la muerte marcha."
No pasó mucho desde su despertar para que Link recordara esa leyenda, habían pasado apenas dos meses, y por supuesto fue en medio de una lucha a muerte.
Los gruñidos le trajeron de vuelta, y ahora más bestias se alzaban frente a él listas para atacar.
Sus ojos perdieron todo brillo.
Cargó solo, igual que en su recuerdo, igual como lo había hecho siempre.
Dos Bokoblins azules fueron los primeros en atacar. Sus garrotes chocaron con su escudo resonando con violencia, pero nada lograron. Resentidos por el impacto, ambos seres retrocedieron, sin embargo, Link siguió cargando y lanzó una estocada, impactando de lleno en la clavícula del monstruo.
El bramido de dolor llenó el lugar, aunque de todos él fue el único que no se inmutó de la misma forma y aún sin remover su arma la blandió hacia arriba destrozando todo a su paso para luego salir del cuerpo del Bokoblin, que no tardó en caer.
El segundo ni siquiera pudo reaccionar antes de que su cabeza fuera cortada.
Más le rodearon haciéndolo detenerse, aunque no por mucho.
Esquivó el swing del único de ellos que tenía una espada y simplemente le dio un puntapié en la entrepierna, pero el resto de enemigos le impidieron terminarle. Uno rojo, uno azul y uno negro lo atacaron, uno tras otro, haciéndole dar volteretas con gracia y al mismo tiempo ganando distancia de ellos.
Nunca hay mucho tiempo para pensar en medio de una lucha a muerte, muchas veces realmente ni siquiera sé es consciente de todo lo que se hace, en esta época y siendo un amnésico Link… más que nunca solía sentir eso.
Su cuerpo se movía antes de que pensara, sólo reaccionando a los estímulos, sólo siguiendo sus instintos.
Se movió, una vez más, y atacó al ser rojo que estaba a su alcance, un golpe en diagonal que en vano intentó bloquear con su porra de madera que cayó cortada en dos partes, igual que sí mismo.
Las bestias esta vez no se crisparon, y sin dudar volvieron a atacar, ahora aquel con espada reincorporado la táctica fue simple. Golpearlo hasta matarlo, Link esquivó, bloqueó, rodó y cruzó golpes con los monstruos por lo que fácilmente pudieron ser unos dos minutos, hasta que, sin poder evitarlo, fue golpeado. Un sólido impacto en sus costillas que incluso con la cota de malla le hizo retroceder, los esbirros de Ganon envalentonados por su éxito aumentaron el ritmo, más el héroe les bloqueó con su escudo.
No pasó mucho hasta que la madera de su protección cediera.
Otro golpe, esta vez de la espada hiriendo su brazo izquierdo y dejándole expuesto al ataque con salto del Bokoblin azul.
"No existe algo como el honor en el campo de batalla, no hay modales cuando se trata de sobrevivir"
Lanzó su espada hacia aquel que venía por los aires impactando su cabeza de lleno, y sin ningún hastío le dio un puñetazo al Bokoblin frente a él. Se tambaleó, mas no le derribó por lo que cargo y le tacleó con su hombro, enviándole por fin al suelo; tomó una flecha de su aljaba y antes de que el enemigo restante pudiera venir a socorrer a su compañero le atravesó el pecho dándole fin.
Finalmente, sólo quedaba el Bokoblin negro.
Tomó la espada del cuerpo inerte y sólo miro a la bestia que avanzaba con cautela hacía él, su respiración era pesada y sus heridas, aunque pocas, hacían mella, por lo que le dejó avanzar, pues era mejor guardar energías.
Para cuándo estuvieron al alcance del otro el primero en atacar fue Link con revés lateral, pero Bokoblin lo esquivó y contraatacó con su propio revés que el joven bloqueó con su arma, nuevamente cargó hacia la bestia, pero esta vez fue él quien saltó y con todas sus fuerzas alzó su espada en un rompeyelmos, que, aunque fue bloqueado, de nada sirvió.
Link aterrizó al sentir como su espada se detenía al chocar con el suelo y la sangre comenzaba a cubrirle.
"En los miles de años de historia de Hyrule, nadie nunca vio a alguien como él, un niño que antes de que todos se dieran cuenta se volvió la encarnación de la guerra, un avatar de la Fiera Deidad. Fue a él a quien llamamos héroe, fue a él, quien nadie nunca fue capaz de entender.
Link era sólo un niño, y al igual que la princesa cargaba con el peso del mundo, pero él sólo parecería estar listo para vencer.
Qué ingenuos fuimos.
Así como Zelda cargaba con el peso de su fracaso, Link cargaba con el peso de sus pérdidas.
Mientras que la princesa tenía con quién descargar sus pesares y lamentos; brazos que siempre le recibirían y apoyarían, Link estaba solo.
Un niño soldado, un elegido, el héroe de las diosas, un huérfano que solamente halló consuelo en su espada, en el campo de batalla."
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Sus ojos se abrieron con calma, la brisa lentamente comenzaba a tornarse fría indicando que ya estaba por anochecer.
Link sólo se sentó bajo el manzano, y sin mayor cuidado se desperezó, soltó un ligero bostezo, aun somnoliento, y con lentitud se puso de pie para tomar sus armas, que se mantenían apoyadas en el árbol, y así emprender el camino hacia la posada.
Caminó con calma. Hace dos días que tuvo aquella conversación con la princesa y ahora mismo sólo esperaba su respuesta.
Ir a Hateno y descansar, buscar paz, y quizás, sólo quizás, las respuestas que buscaban.
Llegó a la posada y subió las escaleras sin hacer ruido, pues como siempre el encargado dormía sobre el mostrador, no obstante, una vez estuvo frente a la puerta de su habitación, notó como esta estaba ligeramente abierta. En otro momento habría tomado su espada u otra arma, pero esta vez solamente entró y se encontró con Paya sentada al borde de su cama.
— Has tardado. — dijo con calma la chica.
— Ya no tengo que correr de un lado a otro. — fue toda su respuesta.
Link sólo dejó sus armas en la pared y miró hacia la chica. Pensar que la tímida y siempre nerviosa Paya ahora le hablaría con tanta naturalidad, lo cierto es que luego de dos años de despertar y recorrer todo Hyrule en su misión, Paya y él desarrollaron una amistad, principalmente debido a su hábito de volver a Kakariko cada cierto tiempo para informar a Impa de sus avances.
— Eso es signo de que hay paz. — comentó ella con suavidad. — Ya no tienes que correr.
— ¿Tu abuela sigue empeñada con ese estúpido plan de reconstruir el reino? — preguntó, suponiendo que su visita esta vez no era por amistad.
— Link, ella ha esperado toda su vida ver el fin de la calamidad.
— Y yo he vivido dos vidas para únicamente ponerle fin, Paya. Morí y volví del averno para acabar con Ganon y liberar a la princesa. Por ello, no puedo aceptar que nos condenen de nuevo a ser títeres.
— Nadie los hará títeres, Link, es necesario establecer un orden. La princesa es la única hija de Hylia de esta era, sólo ella puede reclamar soberanía sobre los pueblos de Hyrule, si ella se alza en el trono habrá seguridad y prosperidad para estas tierras.
— El reino de Hyrule cayó hace cien años y así debe permanecer. — dijo con mirada férrea.
— ¿Por qué estás tan empeñado en ello? Sabes que de ser reconstruido tendrías un lugar en el castillo y la corte. Eres el héroe de estas tierras.
— No lo entiendes.
— Link, ha acabado y lo sabes, ya has cumplido tu misión. Ya puedes vivir libre de ello.
— Mientras ese castillo se alcé y una corona comande este reino, yo seguiré siendo una marioneta.
— La princesa nunca haría tal cosa. — defendió la chica.
— Ella también lo será. — dijo él, sorprendiendo a la joven mujer. — Mientras Hyrule se deba a la realeza ninguno de nosotros será libre.
— ¿Tú la recuerdas?
— No.
— ¿Entonces, cómo lo sabes?
— Porque lo vi en ese momento, mientras tu abuela enumeraba cada una de sus ideas y expectativas. Todo en Zelda se eclipsó, toda la luz y alegría de su ser se vio consumida por un manto de estoicismo y mesura, una máscara de princesa.
— Ella es una princesa.
— Es una chica a la que cargaron con el peso del mundo, Paya.
— Tú también fuiste cargado con ello, Link.
— El camino que recorrí fue ajeno a toda voluntad divina y sólo siguió mis deseos egoístas. Hace cien años fue así y los últimos dos años también. Por ello, no permitiré que le nieguen a Zelda la opción de decidir su destino, si ella desea gobernar entonces seré su perro faldero por el resto de mi vida, pero si no, entonces no permitiré que ninguno se interponga en su camino. No sé qué habrá sido de mí realmente hace cien años junto a ella, pero sí sé que no dejaré que se marchite por seguir los designios de otros.
Paya lo miró realmente sorprendida, conocía a Link bien, quizás tanto como lo hizo su abuela o tía en su tiempo, pero ahora mismo todo eso parecía ser poco, algo cambió en él durante los últimos meses de su viaje.
¿Qué fue exactamente? Algo en ese hombre había cambiado y de cierto modo le asustó, pues él, de todos, siempre sería el más impredecible.
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Zelda contemplaba la nada mientras se abrazaba a sus piernas en la cama, todo parecía un sueño irreal, pero no lo era. Link la había rescatado, aquel por quien rezó durante un siglo siguió su llamado, aquel de quien nunca podría desligarse le dio la opción de ser quien guste ser. ¿Pero a qué costo? ¿Realmente quería reclamar su derecho divino al trono? No podía negar que se sentía culpable de todo lo que llevó a la caída de su reino, de la muerte de sus seres queridos, de la derrota del héroe, pero huir no se sentía correcto, pues así lo veía.
Sólo iba a huir, de la culpa, de Impa, de sus deberes como la última princesa de Hyrule. En cierto modo sentía que quizás era lo correcto, hace cien años, incluso a pesar de todo, nunca huyó.
Dos suaves golpes le hicieron voltear el rostro hacia la puerta.
— Princesa. — llamó Impa. — ¿Podemos hablar?
La chica le permitió el pasó y la anciana abrió la puerta que les separaba.
Como pocas veces Zelda no se molestó con mostrar entereza o un semblante digno ante Impa, es más, se mantuvo en su posición y sólo miró como la mujer avanzaba hacia ella.
— Le he pedido a Paya que hablé con Link, quizás ella pueda hacerle recapacitar.
Eso le sorprendió, no sabía que Paya y Link fueran cercanos. Bueno, ciertamente aquel día que por fin salió de la cama les halló juntos de paseo, al igual que siempre que se presentaba la oportunidad la chica le buscaba conversación a Link quien sorprendentemente le respondía.
Quizás pensar en ello ahora no era la mejor idea. De todas formas, Impa se encargó de enfocar su atención.
— Espero que mi nieta sea capaz de entrar en razón a Link. Puede que nuestra primera conversación no haya terminado bien, pero espero que recapacite y decida tomar su lugar.
— ¿Su lugar? — repitió la rubia sin entender del todo. — ¿De qué hablas?
— Me refiero a que Link debe tomar su sitio como héroe y soldado de la corona. No sólo es un símbolo para la gente, sino que sólo él puede comandar a la nueva generación del ejército.
Esta vez Zelda no pudo ocultar su indignación. Una cosa es que decidieran su destino, ¿pero el de él?
— ¿Planeas que Link siga siendo un soldado luego de todo lo que ha pasado? ¿Después de todo lo que ha sufrido? Debe ser una broma.
— Es porque es él quien debe tomar aquel lugar, tú lo sabes mejor que nadie, princesa, fue entrenado para ello. Link es el a…
— ¡No te atrevas a decirlo! — Zelda estalló con molestia. — Te juro que si te atreves a llamarle así nunca te lo perdonaré, Impa, así seas una anciana o la matriarca de esta aldea, nunca te perdonaré que uses esa palabra para referirte a él. — su mirada seria y llena de reproche fue capaz de hacer retroceder a la mujer, quien con cuidado bajó su cabeza en aceptación. — Nadie en esta tierra tiene derecho a elegir por Link, nunca más nadie lo hará.
— Lo lamento, alteza. — dijo con reverencia. — Pero debes entender…
— No me importa. — sentenció la princesa aún molesta. — Él tiene razón, lo utilizamos y dejamos que le arrebataran todo, por ello no dejaré que le quites su libertad, ahora que por fin la ha recuperado.
— No podíamos evitarlo, aunque quisiéramos, era su destino ser el elegido por la espada.
— Lo era, pero no era su destino perder su alma por ello. Link dio todo para ser digno y más, pero nosotros le fallamos en su momento de más necesidad, todos le fallamos.
— Princesa, era muy joven para entender, incluso su padre debió tomar decisiones difíciles y esa fue una.
— Lo era y no lo entendía, no lo hice hasta que fue demasiado tarde, y es por eso que no permitiré que la casa real de Hyrule vuelva a utilizar a Link. Si quieres que realmente considere tu plan de reconstruir el reino y tomar mi lugar como heredera, pues comienza por olvidar esa idea de forzar a Link a ser algo que no desea, y lo mismo aplica para mí, Impa. — Zelda se puso de pie para sorpresa de la mujer y luego de tomar aire, sentenció. — Por ahora aceptaré la oferta que me hizo Link e iré a Hateno a descansar; una vez lo haga iré a cada asentamiento del Hyrule y veré por mí misma si es que lo que ha dicho Link es cierto. Sólo una vez lo haya hecho tomaré una decisión.
La anciana sólo vio como la princesa se retiró sin darle derecho a réplica.
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A la mañana del día siguiente, Link estaba preparando las alforjas de su caballo. Zelda fue a verlo anoche y fue clara con su petición.
"Quiero que mañana mismo partamos a Hateno"
Fue inesperado, especialmente cuando Paya le dijo que su abuela también hablaría con la princesa, mientras ella lo hacía con él. De todas formas, no preguntó nada y solamente dio una respuesta afirmativa a la petición de la chica.
El golpeteo de las pezuñas del animal le hicieron voltear a mirarlo, su caballo, de un particular pelaje pálido con rastros de oliva, todo ello coronado como una crin de un blanco puro, se estaba impacientando ante la espera.
Respondía al nombre de Kharon, fue él quien le acompañó en todo su viaje, de un temperamento salvaje y un tanto caprichoso. Kharon era su compañero, pero Link sabía que no estaba acostumbrado a estar tantos días en un establo. Él al igual que su dueño, prefería estar en la naturaleza.
— Sé que quieres salir corriendo de aquí. — le habló con voz baja, mientras acariciaba su cuello. — Ya falta poco.
El caballo se calmó ante su toque, sólo dio un suave relincho.
— Buenos días.
La voz de Zelda le hizo voltear para verla a unos pasos de él, con Paya cargando un morral tras ella.
— Buenos días. — correspondió el saludo, para luego darle una pequeña seña a la joven Sheikah.
— ¿Hay algo en lo que pueda ayudar? — preguntó la princesa.
— No, sólo falta tu equipaje o alguna cosa que gustes llevar contigo.
Bien, ciertamente habría sido raro que tuviera algo más que su ropa de viaje que Impa guardó por cien años y el trapo viejo que era su túnica de oración, no obstante, Zelda no pensó mucho en ello, pues sólo miró con curiosidad al chico que había dejado atrás la túnica azul que le había visto desde su despertar, ahora llevaba una túnica verde con patrones geométricos en ellas, sumado a una ligera protección de cuero en su hombro derecho y pecho, más un par de brazales, su pantalón de algodón castaño, pero lo que más le llamó la atención fue la capa negra con capucha que se posaba en sus hombros.
— Estoy bien así. — fue toda la respuesta de la chica. — Una vez lleguemos me gustaría ver la posibilidad de comprar ropa.
— Está bien, seguro podemos encargar lo que necesites a Sofora y su padre.
— Entonces estamos listos para partir, Kharon está impaciente.
El caballo relinchó.
— Seguro tiene hambre. — dijo Paya, mientras tomaba una manzana y se la acercaba al animal. — Al igual que su dueño, Kharon es un glotón. — dijo la chica con humor al ver cómo el caballo se apresuraba por tomar la manzana de su mano. — Y al igual que su dueño si le das comida se calma.
— Paya… — habló Link con cierto desagrado, pero la chica le sonrió inocentemente y sólo le extendió una bola de arroz que mantenía en el morral. Por supuesto la tomó.
— ¿Ve? —dijo Paya, mirando a Zelda. — Son tal para cual.
La princesa miró un tanto curiosa, rara vez había visto a alguien que bromeara con Link, nadie que fuera Urbosa o Purah, para ser exactos, se atrevían, y más raro fue que este realmente le importara la broma o siquiera le prestara atención a su interlocutor.
Una suave sonrisa se formó en los labios de Zelda al ver como la expresión de Link se llenaba de alegría al comer, al menos eso era algo que no había cambiado.
— ¿Cuánto tiempo vais a descansar? — preguntó la joven Sheikah, mientras Link aún degustaba su comida.
— No lo sé. — respondió Zelda, pues honestamente no era algo que había pensado, así que miró a Link.
— El invierno llegará en unas semanas, creo que al menos esos meses serían un buen comienzo. Luego, ya veremos. — respondió el joven.
— Has pensado bastante en ello. — comentó Paya.
— No, realmente. — Link dio el último bocado a la bola de arroz y dirigió su mirada a Zelda. — ¿Partimos?
La princesa asintió y se acercó hacia él, quien le tendió la mano y la ayudó a montar, para luego hacer lo mismo, la posición era simple, Link delante de Zelda y está apoyada en los hombros de él con firmeza.
— Ha sido un gusto, Paya. — dijo Zelda. — Espero nos volvamos a encontrar y cuida de tu abuela.
La muchacha le sonrió con calidez.
— También ha sido un gusto, espero halle lo que busca, princesa, y si me lo permite déjeme darle un consejo.
La joven la miró curiosa y simplemente asintió.
— Link puede ser un poco necio, quizás demasiado, y a veces puede dejarse llevar un poco. — dijo notando que el mencionado la miró seriamente. — Cuide de él.
Zelda volvió a asentir, aunque no estaba del todo segura a qué venían esas palabras.
— Nos veremos, Paya. — fueron todas las palabras de Link.
— Lo sé, maestro Link.
El joven rubio agitó las riendas, dando comienzo al avance de su montura, quien lentamente comenzó a ascender el camino hacia sur. Una vez cruzaron la puerta que daba paso a la aldea, Link aumentó el paso a un trote suave.
— Deberíamos llegar pasado el mediodía. — habló Link.
— ¿Dónde nos quedaremos? — preguntó curiosa.
— En mi casa. — fue toda su respuesta.
— ¿Tienes una casa? ¿Cómo?
— La compré. La iban a demoler así que fue barata.
Zelda obviamente no lo sabía, pero durante los años que tardó en subyugar las bestias divinas y derrotar a Ganon, Link se permitió tomar algunos desvíos y muchos de ellos terminaron con ganancias monetarias, las suficientes para comprar una casa, remodelarla y ayudar a la construcción de una aldea completa, pero eso sería algo de lo que en otro momento podían hablar.
— Muero por verla. — dijo emocionada la chica.
— Entonces, vamos.
Las riendas resonaron con fuerza, y esa fue toda la señal que Kharon necesitó para correr libremente.
Zelda se asustó ante el súbito cambio de velocidad y se aferró con fuerza a Link, quien sólo parecía tan emocionado como su caballo de por fin estar en el camino.
— ¡Hyah! — exclamó, haciendo que nuevamente la velocidad aumentará.
— ¿¡Cuán rápido es este caballo!? — a Zelda no le quedó otra que abrazar a Link por la cintura, o de lo contrario, creía que se caería.
— Lo suficiente para llegar a Hateno en una hora. Kharon ama correr más que nada en el mundo.
Zelda realmente no creyó que un caballo podría mantener tal ritmo con dos personas, pero ahí estaban llegando al cruce de los Picos Gemelos, y aunque parecía que iban a detenerse, Link sólo aumentó el pasó.
La rubia notó la construcción a un costado con la enorme figura de un caballo coronándole, debía de ser uno de los establos que Link mencionó, aunque rápidamente lo dejó y sólo miro hacia el camino… y lo que vio le enfrió la sangre.
Sabía dónde estaban.
Era la planicie donde se llevó a cabo la batalla del fuerte Hateno.
El lugar donde Link murió.
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El sol ya se había puesto para cuándo llegaron hacia la planicie tras los picos gemelos. Podía ver el humo a la lejanía en el castillo, pero rápidamente lo ignoró al sentir el apretón de la mano de Zelda a la propia.
Volteo y la miró con la mayor calma que pudo reunir.
— Debemos ir hacia el fuerte Hateno. — dijo, sabiendo que su única posibilidad de sobrevivir estaba tras las murallas del fuerte.
Zelda pareció dudar e intentó hablar, pero antes de que pudiera, el fuerte relincho de un caballo le detuvo.
— Princesa, gracias a las diosas está bien.
El hombre era mayor, lo supo por su voz, pues su casco cubría gran parte de sus rasgos.
— ¿Quién está a cargo? — preguntó Link.
— Nadie, señor, el capitán partió ayer ante el ataque hacia el castillo y no ha regresado. Sólo quedamos veinte
Veinte… sólo veinte hombres.
— ¿Qué ha sucedido? Vimos el fuego y de pronto el color del cielo que ha cambiado.
— Ganon ha tomado el control de los guardianes, el castillo ha caído. — enunció secamente Link.
— No puede ser. ¿Cómo?
— No tenemos tiempo. — sentenció el rubio. — Reúne a todos y comiencen a prepararse. El enemigo pronto estará aquí
Aunque no se hallaron con ninguno desde que comenzaron a huir por las arboledas, Link sabía que, sin duda, les seguirán.
— Llevad a la princesa tras las murallas.
Zelda finalmente se sobresaltó al oírle e intentó protestar.
— ¿Qué hay de ti? — dijo rápidamente. — Estás herido, no puedes luchar así.
Huir mientras trataba de proteger a Zelda fue duro y arduo, incluso, aunque quisiera, no podía luchar con ella cerca, no cuando podía caer presa de aquellas aberraciones.
— Estoy bien, necesito que vayas a un lugar seguro.
A la princesa no le convencieron sus palabras.
— Link, no puedes. Si te quedas vas a m...
— ¡Zelda! — le interrumpió para asombro de todos. —Tú eres más importante, eres nuestra esperanza, y sin importar qué te llevaré tras esas murallas, así deba arrastrarte a ellas.
El caballero notó como no sólo el joven elegido había obviado todo protocolo al hablarle a la muchacha, sino como este realmente no estaba dando muestras de mentir.
Link había tomado una decisión en ese instante y sería una que marcaría un futuro que nadie jamás imaginaría.
La chica sólo asintió ante las palabras de su caballero, y antes de que alguno pudiera decir algo más, el guardia del fuerte le ofreció subir a su montura.
— ¿Vienes tras nosotros? — preguntó el mayor a Link, que de golpe sólo volteó para ver el horizonte.
— Mierda. — expresó para sí mismo. — Llévatela lo más rápido que puedas, no hay tiempo. — dijo, para luego darle una fuerte palmada al caballo quien comenzó a andar, antes de que Zelda o el guardia pudieran entender qué pasaba.
La Espada Maestra fue desenfundada y lentamente sintió como está se remecía expectante.
Los habían alcanzado.
Link no miró hacia atrás, ni siquiera cuando los gritos desesperados de Zelda llegaron a sus oídos, volteó.
Una vez el láser se posó sobre su pecho, Link cargó a la que sería su última batalla.
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Zelda sacudió la cabeza, buscando alejar aquellos pensamientos, y para su suerte una vez miró a su alrededor ya estaban en el último tramo antes de llegar a los restos del fuerte.
Finalmente, pasado el umbral, las sombras de los árboles los cubrieron, haciendo que Link redujera el paso.
— ¿Estás bien? — preguntó Link, girando su rostro hacia ella.
— Sí. — respondió. — Kharon, sin duda, es rápido y fuerte, no creí que podría ir a toda velocidad con los dos a cuestas.
— Puede, fuerza e ímpetu es algo que le sobra, no por nada me tuvo tres días enteros intentando domarle. — comentó el chico, mientras le daba una palmada en el cuello al caballo.
— ¿Tres días? ¿Cómo? Siempre has sido un experto en caballos.
— Este chico es sumamente duro, además era un caballo salvaje, por supuesto se iba a oponer.
— Cuéntame cómo le encontraste. — pidió Zelda a medida que avanzaban lentamente.
— Más allá del puente Hylia…
No pasó mucho hasta que llegaron a su destino.
Comentarios finales:
Saludos. (¿) Feliz año nuevo (?)
Bien, vamos al grano. ¿Alguien notó que en la primera nota no especifiqué cuándo actualizaría? ¿Sí? Genial, porque si lo notaron y se lo preguntan, pues la respuesta es simple… No sé cuándo voy a actualizar. Este es un trabajo en progreso y debo pulir la mayor cantidad de detalles en la narrativa para publicar, y sumado a mi trepidante vida de asalariado, no es algo a lo que pueda dedicar gran tiempo, así que el proceso es más lento.
¿Qué significa esto? Que no puedo prometer un capítulo cada quince días, pero si uno cada treinta. Aunque todo siempre está sujeto a mi capacidad de producción y energía.
Dicho eso, pasemos al capítulo.
Como ya se nota, los flashbacks serán cosas frecuentes, aunque no siempre impliquen que algún personaje esté recordando algo realmente.
Decidí caracterizar a Paya (Apaya en latino y Papaya para los entendidos) como alguien cercano a Link, motivo que da espacio a una dinámica que extraña a Zelda, pero que también explayaré a su momento.
En esta historia, Epona no va a estar presente de ninguna forma. Decidí ocupar un caballo propio, generalmente en mis partidas suelo nombrar a los caballos como momentos del día, fenómenos climáticos, entre otros, pero en mi última partida los llame como figuras mitológicas de culturas antiguas. Kharon viene de Caronte, el barquero que transportaba las almas en el Hades.
Esta historia se va a caracterizar por sus escenas de combate. Me gusta plasmar ese frenetismo y brutalidad en ellas pues como yo lo veo, por supuesto que los monstruos no desaparecen en una nube de humo, aquí va haber menciones un tanto gráficas de vez en cuando.
Espero hayan disfrutado la lectura y que se animen a comentar, pues siendo honesto es la única forma en la que puedo recibir retroalimentación de parte de ustedes, saber que les gusta, que no, si tienen visiones distintas de algunos temas, si les agrada ciertos recursos, etc.
Bueno, espero que eso pueda mejorar a medida que avance esta historia.
Se despide.
J_Leblanc
