VI

Espada.

El pecado del rey fue uno y solo uno. No ser capaz de medir las consecuencias de sus actos.

Negándole el apoyo que la princesa necesitaba, negándose a cuidar aquello que era más importante que la corona que cubría su cabeza, negándose a amar abiertamente a su propia hija.

Y luego estaba él.

Rhoam decidió que su reino necesitaría un héroe sin igual, uno que superara toda leyenda, pero incluso él sabía que los héroes no se forjaban a base a entrenamiento, no, fue por ello que decidió crear no un héroe, sino un guerrero, uno que fuera digno de ser llamado invencible bajo los cielos.

Y esa fue la peor consecuencia de sus actos.

Link, se volvió un guerrero sin igual, uno tan fuerte que la única forma de asesinarlo requirió de todo un batallón de guardianes y un día de persecución.

Un hombre que dio su vida en un acto de devoción y aun así manchado por la oscuridad de su alma.

¿Quién era el verdadero monstruo?

¿El monstruo que combatía sin piedad o aquel que le creo?

El pecado de Rhoam le persiguió incluso después de la muerte y el remordimiento que sentía por fallarle a su hija como padre solo se vio opacado por la repugnancia que sintió por sí mismo al ver la pureza en los ojos de Link luego de su letargo centenario.

"Buscamos la ira de las diosas por su mano y ese fue nuestro primer error"

Zelda respiró profundamente, preparándose para salir.

Habían pasado tres días desde que Urbosa le habló sobre el pasado de Link.

Tres días en los cuales la princesa trató de asimilar lo que había descubierto y al mismo tiempo indagar más en ello.

—Es cierto. —dijo Impa aquella mañana una vez Zelda le convocó a sus aposentos y consultó al respecto. —Link, es huérfano y ha sido entrenado como un soldado por orden directa de su padre.

—¿Por qué no me informaste al respecto? —cuestionó la princesa. —¿Acaso mi padre lo prohibió?

—No. —fue todo lo que dijo.

—¿Entonces por qué? —Zelda estaba perdiendo la paciencia.

—Por respeto a Link no lo hice, alteza.—Impa agachó la cabeza con pesar.

—¿Qué quieres decir?

—Él nunca ha hablado con nadie sobre ello, ni una sola persona en Hyrule ha sabido sobre su pérdida de su propia boca. Link solo se ha dedicado a entrenar y luchar desde que lo perdió todo.

"Link es tan solitario."

De todas las personas ella mejor que nadie entendía el dolor de perder a alguien.

—¿Sabes dónde está? —preguntó finalmente a su consejera.

—Entrenando. Desde el amanecer que está en los campos de entrenamiento.

"Un niño criado como soldado"

—Entiendo. Puedes retirarte.

Impa le dio una reverencia y marchó dejando a la princesa con sus pensamientos.

Tenía sentimientos encontrados, ciertamente él nunca hizo nada más que seguir órdenes de su padre e incluso le salvó la vida a pesar de todos los malos tratos que le dió.

Y ahora entendía por qué nadie quería tratar con él, no era como el resto, no se trataba solo de la espada o su rango, no, él cargaba con algo más.

Al igual que ella.

Sus cavilaciones le llevaron a mantenerse en sus aposentos por la mayor parte del día mientras buscaba las palabras y valor para poder enfrentarle.

Volvió a respirar profundamente y abrió la puerta, ya no había marcha atrás.

El atardecer había llegado y Zelda pensó que el único lugar donde podría encontrar a Link sería en sus aposentos en los barracones

Avanzó tratando de no parecer particularmente apurada, aunque no tardó mucho en llegar a la entrada de los aposentos de la guardia.

La firme reverencia que recibió del guardia le ayudó a calmar sus ánimos.

—Alteza ¿En qué puedo ayudarle? —dijo con rectitud.

—Quisiera hablar con Sir Link.

La incomodidad del guardia llamó la atención de Zelda, pues obviamente no esperaba su respuesta.

—Me temo que él no se encuentra aquí, princesa, el…el campeón no duerme en los barracones de la guardia real.

—¿Entonces tiene sus propios aposentos?

—No. —negó. — Él duerme junto al resto de los caballeros de menor rango—dijo con cierto alivio.

—Ya veo. ¿Sabe el motivo de esto?

—Según se nos informó, fue el campeón mismo quien pidió expresamente no recibir ningún trato especial debido a su asignación como escolta de su alteza.

Entonces él vivía en las plantas más bajas del castillo.

—Agradezco la información. —Zelda se preparó para marchar.

—No quiero sonar entrometido, pero si le busca es probable que esté en los campos de entrenamiento. —dijo con cierta cautela.

—Imposible, Impa me dijo que estuvo entrenando en la mañana.

—Sir Link suele entrenar desde al amanecer hasta pasado el anochecer, siempre y cuando no esté en su deber como escolta.

¿Él realmente estaba todo el día en ello?

Zelda por un momento no pudo evitar sentir que su compostura se perdiera ante la idea. Aunque rápidamente agradeció al guardia y fue por sí misma a comprobar la información que le dieron.

Desde el alba hasta que la luna se alzaba, Link practicaba en completa devoción.

Él era fuerte, lo sabía, sabía mejor que nadie cuánto poder había conseguido a lo largo de su vida, pero aun así, incluso siendo elegido por la espada destructora del mal, siendo nombrando un campeón de las diosas mismas; Link nunca dejó de entrenar.

¿Fue ambición?

No.

¿Ego?

Tampoco.

Fue miedo.

Incluso él temía la idea de enfrentar al mal encarnado.

Miedo a fracasar en el momento más importante de su vida, de fallar y simplemente morir en el arrepentimiento y la frustración de ser débil e incapaz.

Debía ser un héroe para todos, así el mismo ya no tuviera nada.

Por ello entrenó cada vez que tuvo tiempo libre, por ello aprender a manejar la Espada Maestra como si fuera una extensión de su cuerpo no fue suficiente, Link se dedicó a dominar cada arma existente como su plan de contingencia, porque de una u otra forma debía vencer a la Calamidad.

Con el tiempo sus manos se endurecieron hasta olvidar el dolor punzante en ellas, sus brazos crecieron fuertes hasta dejar de agarrotarse; sus piernas dejaron de ceder ante la fatiga y su mente se centró en su cometido a tal punto que el alimento y el agua muchas veces fueron olvidados hasta que simplemente se desplomó.

Link dedicó su vida por completo a la espada.

Y justo como le dijeron ahí estuvo una vez, Zelda llegó hasta los campos de entrenamiento, en medio del lugar, practicando sus golpes una y otra vez en una danza sin fin.

¿Realmente estuvo ahí todo el día?

Era irrisorio, pero podía dar crédito de ello, no solo las obvias cantidades de maniquíes destruidos, sino el pronunciado rastro a sus pies que indicaba que había estado moviéndose únicamente en ese radio por quién sabe cuánto tiempo.

Zelda simplemente se quedó estupefacta ante la visión, pero rápidamente dejó sus pensamientos atrás y avanzó hasta él.

—Sir Link. —le llamó, sintiéndose un poco extraña de usar su título.

Link detuvo su espada en el instante en que le escuchó y aun con el sudor cubriéndolo y la respiración entrecortada volteó a verle.

La Espada Maestra fue devuelta a su vaina rápidamente y el mismo se inclinó ante la princesa.

Zelda sintió su estómago retorcerse ante la vista de él, postrándose ante ella.

—Por favor ponte de pie. —dijo con entereza.

Asintió suavemente y obedeció, su mirada se enfrentó a la de ella y eso solo aumentó la sensación de incomodidad.

—No esperaba encontrarle aquí.

Él no dijo nada.

Zelda tosió ligeramente, buscando un nuevo flanco para iniciar la conversación, aunque si era honesta sabía que solo sería un monólogo.

—Hay algo sobre lo que he querido hablarle desde hace unos días. —comenzó mientras dejaba simplemente fluir sus pensamientos. —No he sido particularmente justa con mi trato hacia su persona, tampoco he visto con ojos buenos su labor cuando de no ser por ella ni siquiera seguiría viva. —Zelda agachó sutilmente la cabeza y finalmente dijo. —Lamento mi mal comportamiento y agradezco profundamente el que haya salvado mi vida.

No hubo expresión alguna en su rostro, solo asintió como acostumbraba y por ello cuado hizo el amago de hablar, Zelda le interrumpió por su nerviosismo.

—Realmente lamento todo y sé que no es justificativo, pero si Impa realmente me hubiera informado antes, entonces nada hubiera sido así.

Zelda no lo noto en su propio ensimismado, pero la expresión de Link lentamente cambio.

—Realmente lamento mucho tu perdida.—dijo finalmente. —Yo compren…

—Princesa.—le llamó con su voz rasposa y aun así clara.

Zelda se detuvo por la sorpresa de oírle hablar; sin embargo, su mirada nuevamente le hizo sentirse arrinconada.

—Acepto sus disculpas. —dijo con calma. —Y entiendo que no le agrada mi compañía como su escolta. Pero…—su mirada se volvió dura y fría. —No quiero su lástima, princesa.

Zelda abrió sus ojos con lentitud, a diferencia de otros días la luz del no le molestó.

Refregó su ojo con somnolencia mientras trataba de alinear sus ideas, había despertado en medio de la noche y Link…

Había compartido su cama con Link.

Durmió abrazada a él.

Se dio la vuelta ante la vergüenza.

Realmente había dormido con un hombre, un hombre que no la estaba cortejando.

Un hombre con el que vivía a pesar de todo ello.

Se removió en la cama tratando de calmar tales ideas, ciertamente ya no era una princesa, no al menos de facto, pero también es cierto que la situación en sí iba en contra de toda la educación que recibió respecto al decoro.

Miró hacia su costado ahora vacío y suspiró suavemente.

Zelda se cubrió y dio media vuelta buscando volver a dormir, Link seguramente volvió a su cama en medio de la noche ante la incomodidad de compartir lecho con ella.

¿También pensará en tales cosas?

Últimamente, muchas veces se preguntaba qué había en la mente del otrora caballero.

¿Acaso él también lidiará con pensamientos intrusivos?

Cerró sus ojos, pero de pronto, a la distancia, en el silencio escuchó un ruido; una exclamación al aire, Zelda se apresuró a la ventana, puede que hayan pasado décadas, pero sin duda reconocía su procedencia.

Link estaba en medio de la nieve practicando con la espada.

El recuerdo de aquella noche en el castillo vino a ella y rápidamente paso de ello ante el cuestionamiento.

¿Cuánto tiempo lleva ahí?

Vestía su típico pantalón de viaje y una chaqueta verde, su expresión seria no demostraba agitación alguna, incluso en medio de sus movimientos.

Zelda lo vio con ligera aprehensión, incluso ahora que todo había acabado, él se negó a dejar su espada.

En medio de sus cavilaciones, él finalmente dio por acabado su ejercicio y ella al notar como el joven volvía hacia la casa se apresuró en volver a la cama.

Sintió su corazón latir con fuerza, y una vez escuchó la puerta abrirse, cerró sus ojos fingiendo aún dormir.

Los pasos de Link fueron lentos, la espada fue dejada a un costado de la puerta y sin pensar mucho subió escaleras arriba.

La princesa respiraba suavemente, manteniendo sus ojos cerrados, tratando de no levantar sospecha, sin embargo, de pronto sintió su piel erizarse ante el áspero tacto en su mejilla, una suave caricia que murió tan rápido como nació.

Él le miró con calma, verle así le traía paz, verla a salvo y lejos de todo mal, de alguna forma quería asegurarse que fuera real.

Sus manos nunca deberían estar tan cerca de su rostro, así fuera un campeón, lo sabía, pero por un momento se sintió tentado a acunar su mejilla y hundirse en la delicadeza de su ser para simplemente contemplarla en su sueño; tal idea desapareció en un instante al igual que alejó su mano de ella.

Link dio la vuelta y bajó nuevamente ahora para comenzar a preparar el desayuno.

Zelda esperó varios minutos y una vez escuchó el suave tarareo de Link abrió sus ojos.

Salió de la cama en silencio y le miró desde el balcón como con cuidado servía té.

Link volteó su vista hacia ella y notó con extrañeza como su expresión pacífica se llenó de curiosidad al verle.

—Buenos días. —le saludo con una ligera sonrisa.

—Buenos días, Link. —respondió para luego bajar a su encuentro.

Se sentó con calma frente a él, quien no tardó en servir un omelette en su plato junto a dos rebanadas de pan.

Zelda agradeció y esperó a que Link se sentará para finalmente comer, normalmente sus mañanas comenzaban en silencio, algunas veces Zelda decidía comentarle a Link sobre algún dato que halló entre los libros, cuando el tema era sobre flora y fauna, él se sentía lo suficientemente versado como dar su opinión, después de todo conocía la naturaleza del reino como ningún otro explorador vivo.

Otras veces Link partía la conversación preguntando a Zelda que le gustaría comer, la princesa había comenzado a tomar lecciones de cocina junta él o al menos eso se decía a sí misma, pues la verdad intentaba ayudar sin tener mucho conocimiento, pero él pacientemente la guiaba, pasaron un par de días hasta que por fin pudo hacer arroz en el punto exacto.

Pero hoy ninguno de los tópicos fue mencionado, Zelda estaba enfrascada en sus pensamientos y Link, bueno, Link solo comía con ahínco o eso parecía, pero tan pronto como Zelda bajaba la mirada hacia su plato, él dirigía la propia hacia ella.

—Zelda. —habló finalmente Link —¿Estás…

Tan pronto como habló la puerta resonó seguida de un llamado grave desde afuera.

—¡Link! ¿Estás en casa?

Ambos se miraron sorprendidos, él especialmente, pues no esperaba escuchar tal voz llamando temprano a su casa.

El aludido se puso de pie y abrió la puerta para encontrar a Reede, el alcalde de Hateno.

—Reede ¿Qué pasa? —fue todo lo preguntó al notar la agitación en su rostro.

—Han robado una de las ovejas de Dantz y Koyin.

Solo eso basto para que la expresión de Link se volviera rígida.

—Hemos hallado algunas huellas y sin duda son de monstruo.

Antes de su asalto final al castillo hubo una luna roja, por lo que todos los monstruos revivieron y sin duda eso incluía a los ladrones de ganado.

—Una oveja puede parecer poco, pero ahora en pleno invierno es algo a considerar, especialmente si la amenaza sigue latente ahí fuera. —el hombre miró a Link y con suavidad inclinó su cabeza.—Eres el único con las habilidades para enfrentarlos, sé que no llevas mucho tiempo en la aldea, pero te lo ruego, necesitamos tu ayuda.

—Lo haré. —fue todo lo que dijo.

El alcalde levantó la mirada con alivio, aunque fue en ese momento que notó que tras el joven espadachín, Zelda les miraba con precaución.

—Gracias. Aunque lamento interrumpirlos. —dijo volteando la vista al notar que la chica solo llevaba su camisón.

Link miró a Zelda y esta cruzó sus brazos en un intento de cubrirse.

—Iré contigo.—la princesa hizo el amago de ponerse de pie, pero él la detuvo.

—No, iré solo, con toda la nieve que hay es difícil moverse y es probable que tenga que descender todo el camino hasta la playa al otro extremo de la aldea. Es peligroso

Zelda iba a protestar.

—Señorita, Link tiene razón, —habló tras ellos Reede aun sin mirar hacia ella. —confíe en él, su esposo sabe mejor que nadie a qué se enfrenta.

Zelda sintió que sus ojos podrían salir volando de su cabeza, de tanto que los abrió al escuchar tal palabra.

¿Esposo?

¿Link?

¿Creía que era la esposa de Link?

¿Qué se habían casado?

Su rostro se volvió rosa y de no ser por la baja temperatura probablemente sería rojo como un tomate.

—Reede. —habló Link con calma. —Zelda no es mi esposa, no tenemos esa clase de relación.—fue todo lo que dijo para luego tomar la espada y voltear a mirar a la chica. —Volveré pronto.

No le dio tiempo de decir nada, simplemente salió y cerró la puerta tras él.

Link volvió luego de tres horas, Zelda a penas y se había movido para cambiarse de ropa y luego simplemente le esperó; sabía que él era la persona más confiable cuando se trata de enfrentar monstruos o cualquier otra amenaza, lo sabía mejor que nadie, pues le vio derrotar al mal encarnado en combate, sin embargo, ni ella misma entendía la preocupación que asaltó su corazón al verle marchar espada en mano.

La puerta se abrió y ella saltó de su asiento para recibirle.

—¡Link! —le llamó con apremio y este solo se detuvo frente a ella mientras cerraba la puerta. —¿Estás bien?

—Lo estoy. —dijo mientras giraba su rostro por completo hacia ella y dejaba ver su rostro herido en la mejilla.

—Estás herido. —Zelda rápidamente cerró toda distancia entre ellos y alzó su mano hacia su rostro, pero él le detuvo antes de que pudiera tocarle.

—No es nada, solo un rasguño. —Link bajo su mano con cuidado. —Fue mi culpa, me distraje y un bokoblin tuvo un golpe de suerte.

Eso no le tranquilizó, le había visto matar a dos lynels junto a una horda de monstruos y solo recibir una herida en su brazo, todo debido a que no llevaba un escudo, pensar que un bokoblin se las arregló para herirlo, era irrisorio.

Link soltó su mano y pasó tras ella hasta su improvisada habitación, bajó las escaleras dónde dejó la espada.

—¿Recuperaste la oveja?—pregunto la chica siguiéndole.

—No. —contestó ahora dirigiéndose hacia la mesa.— Se la comieron, probablemente no pudieron pescar nada debido a las bajas temperaturas y robaron la oveja como último recurso.—se sentó y espero a que Zelda hiciera lo mismo para continuar. —Sin duda iban a volver por más, me encargue de que no suceda.

Tanto su mirada como su postura eran relajadas, Zelda por fin pudo sentir que el nudo en su estómago desaparecía al tenerle sano y salvo de regreso

Un suspiro de él le saco de sus pensamientos, estaba mirando su comida ahora fría.

—Es una pena tener que comerlo frío.

La decepción en su rostro, seguida de la efervescente sonrisa una vez probo el omelette frío, hizo que Zelda riera divertida.

Zelda aprovechaba cada día que el clima no era tan inclemente para ir al laboratorio.

Purah había monopolizado la tableta, pues según sus palabras quería estudiar los datos que Link había recolectado durante su viaje, obviamente la princesa seguía teniendo el mismo interés en el objeto a pesar de que el mismo como tal nunca estuvo destinado para que lo usará y por su parte Link no parecía importarle mucho si tenía consigo o no la pieza tecnológica.

—Para Link la tableta no es más que una herramienta, una suerte de mapa glorificado, quizás. —dijo Purah mientras rebuscaba algo entre sus anotaciones. —Me sorprende que haya llenado el compendio, pero dudo también que siquiera le importe la información que hay en él.

—Lo dices como si fuera una especie de bruto. —Zelda le miró con cierto disgusto.

—Bruto es una palabra demasiado cerrada, princesa, Link es un hombre práctico, demasiado práctico, diría.

Ahora le miró confusa.

—¿Qué quieres decir?

—Link ve la utilidad de las cosas según su propia necesidad de ella. Cuando dije que a Link no le importa la información del compendio, me refería solamente al apartado científico de este, pues soy consciente de que la primera sección que completó fue la relacionada con los monstruos.

Conoce a tu enemigo.

Una lección básica aprende las debilidades de tu rival y aprovéchalas al máximo, la tableta era una fuente de información, de inteligencia inclusive y aunque no fue pensada como un artilugio de guerra para Link, no era distinto de un arma.

Un arma que ya no necesitaba.

—La practicidad de algo acaba cuando la necesidad de la misma desaparece, así es como actúa Link.

La necesidad de algo.

Zelda miró la tableta en sus manos, la sección de armas mostraba una foto de la espada sagrada.

—Purah. —llamó con suavidad. —¿Puedo preguntarte algo?

La pregunta en sí fue suficiente para hacerle dejar sus notas de lado y mirar a la chica, Zelda solo dudaba preguntar cuando algo era delicado.

—Adelante. —fue toda la respuesta de la sheikah.

—¿Tú sabes qué es lo que pasa con las memorias de Link?

La investigadora simplemente arreglo la postura de sus gafas con la palma para luego simplemente decir.

—No, aunque lo intenté convencer, no dejó que lo examinara.

Para los sheikah mentir era tan fácil como respirar.

—¿Por qué? —cuestionó.

—No había tiempo. —fue toda su respuesta.

—Pero ahora lo hay, quizás si habló con él…

—Princesa. —le llamó con seriedad Purah. —Sé que quieres poder sentirte más familiar con él, qué te gustaría poder hablar del pasado con Link, pero me temo que recuperar más de sus memorias solo le traería sufrimiento.

Zelda bajo la mirada con reproche, Purah tenía razón, recordar solo le traería más dolor a Link, más del que probablemente ya siente.

Despertar en un mundo donde nadie sabe de ti, en el que se te entrega una tarea titánica y debes cumplir en solitario; ahora que todo termino podía entender por qué se negaba a dejar su espada.

"Un niño al que todos utilizaron."

Zelda sintió repulsión de sí misma.

—Quizás no sea la persona más sociable o la más alegre, pero al menos ahora es más un hombre y menos un soldado. —Purah se acercó a la princesa y con suavidad tocó su hombro.—Aún puedes crear nuevas memorias junto a él; ambos han recibido una segunda oportunidad, Zelda.

—Solo espero poder hacer las cosas bien esta vez. —dijo la princesa mientras alzaba la mirada. —Por Link, la gente de Hyrule y yo.

—Tú deberías ser la primera en esa lista, debes ser tu mayor prioridad, recuerda que si no cuidas de ti no podrás cuidar de otros.

"A veces la mejor forma de conocerse es a través de los demás"

Zelda asintió con ánimo ante las palabras de su amiga.

A pesar de todo Link había estado cuidando de ella sin pedir nada a cambio, solo le dio amabilidad y bondad, incluso si lo expresa verbalmente, él siempre estaba pendiente de ella, de sus necesidades y bienestar.

Quería retribuirle.

Horas después salió del laboratorio aun con la idea en mente.

Una nueva noche arribó.

La vela en el candelero iluminaba el lugar, Zelda estaba ya en cama preparándose para dormir, por supuesto sola.

Link le había preparado una infusión de flor sigilosa.

—Ayuda a conciliar el sueño.—fue todo lo que dijo Link una vez arribo con la taza.

Miraba el líquido aún humeante entre sus manos.

"Ahora es más un hombre y menos un soldado"

Zelda lo bebió mientras para sus adentros rezaba por una noche libre de tormentos.

Los gritos perforaban sus oídos, incluso cien años después podía oírlos, valientes caballeros dando su vida en una batalla que nunca podrían ganar, sus vidas siendo cosechadas por aquellos que les debían proteger, honorables guerreros que solo desaparecieron entre gritos de agonía y llamas.

Imágenes de las cuales no daría crédito de no ser que estuvieran grabadas en su alma, la lucha desesperada y el terror, el ruido de la carne siendo quemada, los huesos aplastados, los gritos agónicos y como todo el campo a su alrededor se volvió simplemente una fosa de cadáveres.

Sus ojos se abrieron de golpe y un grito de horror resonó por todo el lugar.

Link sentía su corazón latir sin control, al igual que su respiración.

Había pasado mucho desde la última vez.

Miro sus manos en la oscuridad, no había forma real de hacerlo, pero él aun así lo veía.

La sangre cubriéndole, la sangre de quienes no pudo proteger, la sangre de los inocentes; la de todo un reino.

Incluso ahora la muerte le seguía a dónde fuera.

¿Por qué sobreviví?

Muchas veces Link se halló preguntándose a sí mismo, el porqué.

¿Por qué la muerte le fue negada?

¿Por qué su destino era uno cubierto de sufrimiento y pérdida?

Estaba demasiado ensimismado como para notar los suaves pasos en el ático, realmente ni siquiera los noto por sobre las escaleras, pero la luz que cubrió su rostro finalmente le hizo salir de su trance.

—¿Link estás bien?

Zelda estaba frente a él sosteniendo un candelero.

Alzó el rostro con sobresalto y mirada perdida.

—No…yo no…no quise despertarte. —fue lo único que dijo con lentitud.

Él no lo diría, por supuesto que no lo haría, siempre fue así, ocultaba sus miedos e inseguridades bajo esa máscara inexpresiva, pero incluso él podía temblar tras una pesadilla.

"No quiero su lástima, princesa."

La vela fue dejada a un lado y en un movimiento de audacia, Zelda simplemente atrajo a Link en un abrazo contra su pecho.

—Estoy aquí para ti, Link. Al igual que tú lo está para mí.

Su agarre era firme, contrario a la forma delicada con la que él solía envolverla.

Era distinto y, sin embargo, transmitía un mensaje igual de claro que el latido de su corazón en sus oídos.

Estoy vivo.

Estamos vivos.

Pudo sentir sus manos temblorosas, quizás dubitativas tras su espalda. Ella también lo sabía, nunca deberían estar tan cerca del otro, nunca deberían permitirse tales contactos y aun así no hubo pensamientos sobre la moral o la castidad, no tenían cabida, pues no la necesitaban, no ahora, no cuando estaban solos.

No cuando eran ellos.

Los brazos de Link se cerraron tras ella, aun sin poner ninguna fuerza en ello y en completo silencio se dejó acunar.

Zelda no dijo nada, él tampoco, no había qué; ella acarició su cabello con cuidado, buscando aplacar el suave temblor que le recorría.

Los minutos pasaron su suave respirar y el apenas audible latido de su corazón lentamente le trajo de vuelta, de pronto intento separarse, pero ella le detuvo.

No hubo protesta, ni ella tampoco las dio, simplemente aun estando en medio de las penumbras, sintiendo el calor de su corazón, arremolinarse, recordando cuanto él siempre le había dado.

Ya fuera que vistiera de seda, recorrieran los caminos, luchara para protegerla o cuidara de ella ahora que lo había perdido todo.

Él siempre había dado tanto.

Sus labios rozaron suavemente su frente en un ósculo solemne y casto, ajeno a cualquier motivo oculto.

Ajeno incluso a su ejecutor.

"Quizás nunca pueda compensarte por todo, pero al menos déjame estar a tu lado por ahora"

A diferencia de la primera vez, Zelda despertó sabiendo exactamente que había sucedido la noche anterior, pero la decepción que sintió al ver que nuevamente había despertado sin rastros de él fue duro.

La Espada Maestra tampoco estaba.

Fue la quinta vez, Link se detuvo durante su entrenamiento por quinta vez aquel día, suspiro suavemente y volteo con calma, pero como ya había notado las anteriores veces nadie estaba detrás de él.

La princesa Zelda se estaba ocultando tras el pilar.

Lo sabía y, sin embargo, decidió no decir nada, pero claro, ella tampoco lo hizo, por eso se detuvo y volteo a verla, no obstante, cada vez que lo hacía no veía a nadie. Link suspiró con avidez y volvió a su rutina, pensando que al igual que los días anteriores, ahora ella desistiría.

No estaba equivocado, la princesa simplemente no podía enfrentarlo, no después de entender lo que hizo.

"Él nunca ha hablado con nadie sobre ello".

Link no habla sobre su familia.

Fue criado como un soldado, luego de perderlo todo.

Él es el arma definitiva de Hyrule.

"Él entrena desde el amanecer hasta pasado el anochecer".

Link no habla con nadie.

No tiene con quién.

Era algo que implicaba algo tan simple y que, sin embargo, pasó por alto en su necesidad de sentirse bien consigo misma.

Zelda fue una necia al pensar que era la única que sufría cargando con el peso del mundo y sus expectativas.

Incluso cuando tenía con quién expresarse y desahogarse, él no tenía con quién, porque probablemente con la única persona que sería capaz de hablar estaba a kilómetros de distancia e incluso cuando estaba libre de su deber, él permanecía entrenando en el castillo en caso de que le necesitarán.

Link solo vivía para servir como soldado de la corona de Hyrule.

Todo lo que tenía era su espada.

Y ella no fue capaz de entenderlo.

"No quiero tu lástima, princesa"

¿Cuántas veces habrá tenido que escuchar esas palabras?

Palabras nacidas solo de la cortesía y el cinismo de quien las decía.

Quizás nunca lo hizo, después de todo él era un tabú.

Eso era Link para la mayoría de miembros de la corte. Un niño criado para ser un soldado, entrenado en las artes de la guerra desde tierna edad y demostrando tener un talento sin igual para el combate, tal así que su apodo de niño prodigio no pasó mucho hasta que se convirtió en el de Kishin, un avatar de la Fiera Deidad.

Y eso fue incluso antes de obtener la Espada Maestra.

La razón por la que le temían tanto era porque les aterraba el hecho de aquel niño fuera capaz de teñir todo a su paso con la sangre de sus enemigos.

Era solo un muchacho y aun así no había piedad alguna tras su espada, en especial cuando se trataba del clan yiga. Tres años antes de conocerle, Link fue asignado al puesto del cañón con solo quince años y un año después su padre le nombró capitán de este; aparte de los sheikah Link era la única persona que era capaz de seguirle el rastro al clan yiga y fue eso lo que le hizo destacar tanto, pues mientras otros solo buscarían informarle a los sheikah sobre el paradero de los renegados para que planificaran una escaramuza contra ellos, Link en persona los emboscaba y eliminaba sin atisbo de duda.

Las máscaras y hoces se volvieron una prueba de sus victorias, pruebas que no dudaba lucir cada vez que volvía cubierto de sangre.

Link solo vivía para pelear.

Nunca tuvo tiempo de llorar su pérdida.

Probablemente, a nadie le importó como se sentía, incluso a ella no lo hizo hasta una vez supo de ello.

Y ese fue su error.

Se presentó ante él y solo habló de cómo habría sido distinto su trato de haber sabido sobre la muerte de su familia.

Nunca le importó Link hasta que entendió cuán parecidos eran realmente.

El estruendo de la madera siendo partida le sacó de sus pensamientos.

Link había partido un muñeco de práctica.

Zelda solo miro como Link se mantenía cabizbajo observando la espada con la respiración agitada y de pronto simplemente volteó a verla.

—Nunca he podido oír la voz de la espada.

Su voz era grave, más de lo que se esperaría de alguien de su tamaño, sin embargo, sonó fuerte y claro,

Ella alguna vez le preguntó si podía oír a la espada hablar.

Fue su forma de poner en duda su derecho a la misma.

Esa vez él no respondió.

¿Entonces por qué hacerlo ahora?

"Link es tan solitario"

No estaba molesto.

Quizás nunca lo estuvo.

Link no habla con nadie.

No tiene con quién.

Zelda salió de su escondite, ante la mirada del joven.

—Link…

Fue la primera vez que la princesa fue realmente honesta con su caballero.


Comentarios finales.

¿Cómo les va?

Ha llegado mi momento favorito de escribir, tiempo de las quejas.

Honestamente, esta parte de la historia ha resultado más largo de lo que proyecté en un principio, hay mucho que contar sobre ellos, pero crear el tiempo adecuado para cosa es más duro de lo que pensé, es decir, tengo muchos aspectos que ahondar, pero si la situación en la historia no va con ello, siento que perdería mucho de su sentido.

Por otra parte, en serio me resulta todo un tema, no tener que darle tantos diálogos a Link, en mi historia anterior gran parte de la narración está enfocada en Link y su perspectiva, pero ahora no y seré honesto, como hombre escribir personajes femeninos es algo complejo.

Así mismo, mantener ese equilibrio entre lo que proyecta Link y lo que es realmente es simplemente algo complicado, pues partí la idea desde el principio de una contradicción.

Soy consciente que la etiqueta de romance está puesta en esta historia, no obstante llegado este punto creo que ya puedo decir que no será un romance como el que escribí en Anochecer, no será cortesano, ni tampoco melodramático, quiero llegar a un desarrollo más natural, aunque definir lo natural también es otro problema.

La escena final de este capítulo es algo compleja o quizás no muy clara.

Zelda se recrimina hasta cierto punto su hipocresía y negligencia, pues cómo admite nunca le importó Link hasta que supo de su la muerte de su familia y lo que le llevó a ser un soldado, fue solo cuando se vio identificada a sí misma en él que le trata de disculparse, pero no lo hizo desde una empatía honesta, sino solo desde el lado donde él podía entenderla a ella y no viceversa.

En definitiva, ideas hay, tiempo no, energía a veces.

Pero ya estamos aquí y luego de básicamente un año desde que comencé con la publicación, no puedo simplemente dejarlo ya. Especialmente porque ya pensé en que haré con la continuación sobre TOTK.

Espero hayan disfrutado de la lectura y como siempre cualquier comentario o critica sera bien recibido.

Saludos.

J_Leblanc