Graciss a mi cómplice Li por su lectura previa, Los errores siguen siendo míos.

Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 9

Edward

Estamos tendidos bajo los primeros rayos del sol.

El entrenamiento ha dejado a Isabella sin fuerza para estar de pie. Tiene el rostro enrojecido y transpirado, mantiene los ojos cerrados. Está disfrutando de la brisa refrescando su cara.

― ¿Hasta cuándo usarás mi ropa? ―interrogo al ver que viste mi bóxer y camiseta.

En ella mi ropa le queda enorme. Sin embargo acepto que su lado testarudo me agrado a sobremanera.

― Te dije que no usaría esos atuendos ―reniega―. Jamás me verás usando encaje ni esas espantosas tangas y mucho menos usaré transparencias.

Resoplo y finjo enojo.

― Está bien, admito que para que este matrimonio funcione, debo tomar tu punto de vista ―explico―, tontamente pensé que porque eres muy joven, consideré que te gustaba vestir sexy y provocativa. Una esposa haría eso para su marido, ¿no?

― Creo que no conoces mi forma de vestir, soy bastante aburrida ―comenta―. No sirvo para seducir.

Me pongo encima de su cuerpo, apoyando los antebrazos en el piso. Ella se estremece por invadir su espacio personal, la observo detenidamente, se intimida un poco porque desvía su mirada y voltea su rostro. Es tanto su nerviosísimo que empieza a mover las manos encima de su estómago plano.

― No necesariamente la ropa seduce, Isabella ―murmuro―. Hay mujeres que solo necesitan hablar para tener a un hombre a sus pies.

Tal vez, Isabella me gusta mucho más de lo que realmente quiero admitir. Me atrae su timidez, me provoca su sensualidad inconsciente y me calienta con solo verla. La he imaginado en todas las posiciones y…

― ¿Por qué me haces esto? ―su voz es baja y sus ojos continúan rehuyendo mi mirada―. Ponerme nerviosa.

Mis dedos acarician dulcemente su mejilla.

― Mírame ―pido―. No tiene porque darte vergüenza hablar de lencería.

Voltea a mirarme. Sus labios están entreabiertos.

― Anoche le envié un mensaje de voz a mi padre ―cambia de tema. Me frustra que siga reservando sus emociones―. Les reclamé por asistir a la boda de Sam.

― ¿Qué te respondió?

Le doy tiempo para que ella esté acostumbrada a mis preguntas indiscretas.

― Nada. Y yo cómo idiota le expliqué que estaba en un viaje para tratar de recuperar mi estado de ánimo.

Hago una mueca. Charlie Swan es una mierda de persona.

― Es triste reconocer que no soy importante para mi padre ―dice―. Ni siquiera me preguntó si estaba bien, nada.

― ¿Quieres volver, Isabella? ―pregunto―. ¿Quieres enfrentarlos?

Arruga la nariz.

― No. Ya dije que me quedaré contigo, así que no vuelvas a insistir ―empuja mi pecho, intenta quitarme de encima y no me muevo―. Quiero darme una ducha.

― ¿Puedo acompañarte?

Sacude la cabeza.

― Edward, por favor, muévete ―sus palmas insisten en empujar mi pecho.

― Me gusta cómo se miran mis bóxer en ti, porque mi mente sucia. imagina tu piel desnuda bajo la tela de algodón.

― Eres un pervertido.

Beso sus labios y ruedo en el piso, quedo tendido y con los ojos casi cerrados por la resolana mientras ella se incorpora y me da su mano.

Acepto su ayuda y me pongo de pie.

― ¿Qué haremos todo el tiempo aquí? ―pregunta―. No hay muchas opciones.

Caminamos de regreso al interior.

― Es tiempo para que te relajes mientras yo trabajo. Si tienes algún antojo de un platillo, lo que tu quieras comer puedes pedirle a Sue que lo prepare, ¿ya la conociste?

― Anoche. Es muy tierna, me di cuenta que tiene un aprecio genuino por ti y tu familia. Por cierto, ella no habló mucho sobre los tuyos, solo me dijo que tienes dos hermanas. ¿Por qué no me cuentas de ti?

Suspiro profundamente y sonrío.

― En la noche podemos pasar tiempo bajo la luz de luna y platicar todo lo que quieras saber.

Se posiciona frente a mí mientras sigo avanzando. Mantiene su frente arrugada.

― ¿Quieres decir que no te veré este día? ―me extraña su desilusión―. ¿Por qué? ¿A dónde irás?

Resbalo mis manos en sus antebrazos y los sujeto con suavidad. Se ve tan menuda y frágil, que me provoca cuidarla.

― Tranquila, cariño. No iré a ningún lado, solo tengo que trabajar y me he tomado suficientes días de vacaciones, estaré en el despacho y puedes buscarme en el momento que quieras.

Mis palabras la tranquilizan porque me regala una sonrisa tímida.

― Quiere decir que no desayunas conmigo ―afirma con un gracioso mohín―. Tendré que acostumbrarme a hacerlo sola.

Por algún motivo sus palabras me hacen pensar en Sam. Estoy teniendo un maldito problema cuando se trata de él, es como si no quiero que exista en la faz de la tierra.

― Hoy no puedo ―aclaro. En estos días me la he pasado dando explicaciones de cada paso que doy, es nuevo y también exasperante―. Tengo una llamada importante por atender referente a mi negocio.

― Eres dueño de una de las navieras más importantes del país ―dice― y yo sin saberlo.

― No soy el dueño ―defino―. Cullen Group, lleva años perteneciendo a mi familia y socios, en este momento llevo la dirección administrativa, mi padre sigue siendo el encargado de la gerencia general.

Isabella mordisquea sus labios de esa forma que me desconcentra ahora que estoy hablando con ella, me distraigo más de la cuenta y no sé qué me ha dicho.

― ¿Disculpa? ―inquiero.

― Te estaba preguntando cómo fue que Sam te robó, ¿qué hizo?

Mis ojos siguen en sus labios. Trago y trato de obligarme a no mirarla, sacudo la cabeza saliendo de su hechizo.

Debo cuidar mis palabras. De esto depende poder emboscar a Sam Uley y la mejor opción es no hablar de más.

Resoplo.

― Nena, se hace tarde, debo hacer esa llamada ―me excuso.

― Bien ―susurra, dando media vuelta.

Sé qué no se merece que le oculte nada, sin embargo, aún es muy pronto para que ella sepa quien es Sam Uley y para quién trabaja.

Hola. En este capítulo sabemos que Edward sabe cosas y existe un motivo para haberse llevado a Bella con él, ¿qué piensan ustedes? ¿Será qué puedo traer otro capítulo mañana?

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