21/08/2024

Muchísimas gracias a sus comentarios:

Karii Taisho, invitado, Cindy Osorio, Rosa Taisho, MegoKa y Kayla Lynnet.

n.n


¡Hola mis queridos lectores! =D

Sí, tardé demasiado en actualizar, pero créanme que tuve que rehacer este capítulo casi por completo. Y digo "casi" porque había cosas que no me gustaban, otras cosas no cuadran con la historia. Quité muchas cosas y agregué otras… Es el capítulo más difícil que he editado hasta ahora je, je. Ojalá haya quedado mejor de lo que estaba.

¡Los dejo leyendo! =D


CONVIVIENDO CON MI EX.

Capítulo 15: Decisión difícil.

Bajó la escalera principal, aún tratando de calmarse; su cuerpo temblaba por el enfrentamiento con Kikyo, su mano apretaba el barandal y la ayudaba a sostenerse. Tenía muchos nervios, debía controlarse. Se había limpiado la cara, pero aún así se sentía mal.

–¡Dios mío! –exclamó Izayoi antes–. Te ves pálida Kagome –se acercó a ella con Towa en sus brazos–. ¿Qué tienes?

Kagome escondió sus manos en la espalda y agachó la cabeza.

–No se preocupe, no tengo nada... Será porque no dormí bien anoche.

Izayoi la tomó del codo y caminó con ella.

–Ven, te prepararé algo.

Towa la veía desde su sillita alta con curiosidad. Sus ojos se enternecieron, le trajo dulces recuerdos, cuando Moroha tenía su edad... Sonrió acariciándole una mejilla, tenía una mirada tan expresiva como Moroha. La bebé curvó sus labios dedicándole una dulce sonrisa. Definitivamente, extrañaría a las gemelas.

–Tomate una pastilla –Izayoi le dió un vaso con agua y una pequeña pastilla–. Es para relajarse, te ves muy alterada. Nunca te había visto así.

Kagome tomó el vaso con manos temblorosas y se tomó la pastilla. Agradeció la preocupación de Izayoi, tal vez se calmaría, pero sería momentáneo. Teniendo a Kikyo por ahí era peligroso... No iba a relajarse hasta que Kikyo se fuera... pero la que saldría sería ella, no Kikyo. Se recordó.

–Inuyasha está en su despacho –Izayoi puso los ojos en blanco–. Le llegó un trabajo momentáneo. Debería verte, tal vez te ayude.

Kagome negó levantándose.

–Descuide, ya me tranquilicé, iré a dormir un poco, tal vez eso ayude...

–Ese Inuyasha... Se que quiero otro nieto, ¡pero ya debería dejarte dormir tus horas!

Kagome se detuvo en la puerta con las mejillas sonrojadas.

Se pasó la tarde en la habitación, meditando. Agradecía que Inuyasha se pasará la tarde ocupado, no podía dejar que la viera así. Por suerte ya estaba más tranquila, y estaba pensando con la cabeza fría.

Kikyo cumpliría su palabra, debía contar con ello. Lo que más quería era verla sufrir, pero también sería capaz de vender su alma para nunca volverla a ver. Miró el armario, su maleta ya estaba hecha, si fuera posible, se podría ir el domingo por la noche, todo para evitar que Kikyo soltara su lengua. Se sentía vacía... porque su separación con Inuyasha estaba más cerca, otra vez volverían las noches de insomnio, y el dolor en el pecho de tanto llorar. Volvería ese sentimiento de dolor, pero está vez sería diferente. Porque está vez ella le rompería el corazón, no él a ella.

Aún le quedaba el sábado y domingo para estar ahí, le devastaba que tendría que irse pronto. Ya se había acostumbrado al lugar, a las gemelas, a Inuyasha... Inuyasha... Dios, no sabía cómo iba a poder dejarlo, pero había una razón superior para hacerlo: Moroha. Debía pensar de nuevo en todo lo malo que había en él.

Razón 1: La boda.

Razón 2: Le había mentido para traerla a ese lugar.

Razón 3: Si no cumplía ella, el dinero se negaría.

Razón 4: Él... Era cruel...

«¿Estás completamente segura?» –Pensó–. «¿Sigues creyendo que es un cretino después de estos días?»

Había conocido al Inuyasha del presente, y ahora estaba cuestionando todas sus conclusiones... Le había mentido, pero por Totosai. Había hecho lo imposible por su abuelo. Pensó que su estadía sería insoportable, pero al final habían terminado llevándose bien. Inclusive había conocido un lado diferente en él, y que ponía los intereses de su padre por sobre los de él… Si era así con sus seres queridos, concluyó en que jamás podría quitarle el dinero a los huérfanos. No era capaz... Inuyasha no era cruel, era... Noble, humilde...

«¿Y qué hay de la boda?»

¡La boda!

Se dejó caer en la cama, y miró el techo. Sí, ahí sí no tenía excusas... En la boda fué un completo patán. Nada que ver con el Inuyasha que había conocido antes de la boda y el Inuyasha de estos días.

«Y aun así, te enamoraste de nuevo, ¿Cierto?»

Sí, eso era cierto. Se tapó la cara. Lo amaba… Amaba todo, sus besos, su rostro, sus gestos, sus caricias... ¿Qué podía hacer? Estaba segura que él también la amaba, lo estaba permitiendo demostrarlo, pero... Iba a dejarlo. No podían llegar más lejos, no podían hacerlo saber al resto del mundo.Se levantó y salió al balcón.

Lo dejaría... Y sabía que le iba a romper el corazón. Iba a lastimarlo, porque se veía muy feliz con ella, notaba en su mirada aquel brillo. Pero no podía evitarlo, ella no podía permanecer a su lado. No quería alterar sus vidas, debían permanecer como hasta ahora. Apretó el relicario y suspiró. La suave brisa le daba en el rostro, refrescando cada poro de su cara. Ojalá sus problemas desaparecieran, ojalá pudiera dar vuelta atrás y corrigiera sus errores. Pero era imposible, sólo quedaba disfrutar de ahora. Y eso haría, disfrutaría cada minuto que quedaba con él. Se lamentaría más adelante, pero prefería disfrutar el poco tiempo. Para recordarlo con cariño.

–Así que aquí estabas... Te he estado buscando –Escuchó a Inuyasha a su espalda.

–Debiste empezar desde este punto, tontito –se iba a dar la vuelta, pero Inuyasha la abrazó y hundió su cabeza en su hombro.

–Oh, Kagome –el tibio aliento masculino le erizó la piel. Ella cerró los ojos–. Hay algo que…

–¿Qué… sucede? –no podía concentrarse del todo. Estaba muy cerca de ella

Hubo un silencio, comenzó a besar la piel de sus hombros, mientras ella temblaba de placer. ¿Se podía sentir algo así de fuerte con solo ese gesto? Sí, Inuyasha se lo había demostrado.

–Tengo que decirte algo –los besos pararon y ella se dió la vuelta.

El rostro de Inuyasha mostraba preocupación, debía ser algo serio. Entrecerró los ojos, tratando de descifrar lo que pasaba por su cabeza.

–Dime.

–Ven, acompáñame.

Se dejó guiar por él y salieron de la habitación.

–¿Qué sucede, Inuyasha?

Entraron en su despacho, lo reconocía por la última vez que habían estado ahí. Inuyasha la tomó de los hombros con suavidad y la sentó en la silla frente al escritorio. ¿Qué estaba pasando? Inuyasha mantenía su mirada oculta tras el flequillo.

–¿Inuyasha? –él se arrodilló y le tomó sus manos, les besó el dorso con suavidad y habló.

–Kagome, espero me perdones por lo que voy a hacer –al fin alzó la mirada, y notó una angustia en él.

–¿Qué pasa? –le acarició la mejilla y él pasó saliva. Eso no le estaba gustando nada.

–Prometí no tocar el tema, pero no puedo dejarlo así… Quiero aclarar las cosas, y decirte mi versión.

–No entiendo, ¿a qué te refieres, Inuyasha?

–Hablo de nuestra boda y la luna de miel.

Esas palabras le causaron un escalofrío.

–Ya... Te he dicho que no pensemos en eso –apartó la mirada y se quiso levantar, pero Inuyasha no la soltó, la mantuvo firme.

–No. No puedo seguir fingiendo que aquello no pasó…

Ella lo miró al instante.

–¡Yo quisiera que así hubiera sido! –soltó y se detuvo abruptamente–. Quiera que todo hubiera sido un mal sueño, que todo hubiera sido diferente…

–Yo también eso quisiera –suavizó su agarre y recargó su cabeza en su regazo–. Pero no puedo seguir así, no puedo seguir sonriendo sin pensar que te hice daño. ¡No puedo perdonarme por haberte hecho daño!

Aquello la dejó perpleja, esas palabras salieron de lo más hondo de él. Y sintió un peso sobre ella; porque ahora ella le iba a romper el corazón. La voz de Inuyasha tenía arrepentimiento y agonía, eso hizo que la torturara su consciencia.

«Vas a dejarlo, vas a destruirlo y vas a romperle el corazón. Todo por no decirle de la existencia de Moroha, ¿no crees que se lo debes? ¡Por lo menos deberías escucharlo!».

Sí, era cierto. Se lo debía, por todo lo que ella ocultaba. Inhaló y exhaló, preparándose para lo que iba a escuchar.

–Te escucho… –Inuyasha suspiró y continuó.

–La noche previa a la boda... Fue tu despedida de soltera. No te busqué, aunque me moría por hacerlo. Querías que respetara la tradición de no ver a la novia antes de la boda, así que decidí no hacer caso de mi móvil… Pero no sólo fué por eso, Kikyo Tendo estaba rogando otra oportunidad.

Kagome sintió un nudo en el estómago, ella sabía muy bien una parte de esa historia, la curiosidad de saber su versión la hizo hablar.

–¿Y después qué pasó?

.

Ya era hora que Kagome supiera su versión, lo que había pasado la noche previa a su boda. Lo que lo hizo cegarse y desconfiar de ella… Lo que arruinó todo.

–Por varios días me estuvo insistiendo, no importaba lo que hiciera, encontraba la forma de volver a contactarme. Esa fue la razón que cambiara mi número, ¿recuerdas? –Kagome hizo un sonido afirmativo–. La ignoré, pero el día de la boda, mientras recibía a los invitados, apareció… –Le contó todo, de sus palabras llenas de veneno, sus insinuaciones y como corrió tras Kikyo para evitar que le arruinara el día; finalizó diciéndole lo de las fotos de ella con Hakudoshi–. No sabes lo mucho que me arrepentí de creerle. Porque cuando estuvimos en el hotel, fué cuando descubrí tu inocencia… Y a la mañana siguiente, cuando desperté y encontré tu nota, me sentí el idiota más grande del mundo.

Kagome se quedó inmóvil, esperaba un grito, un empujón y reclamos. Alguna señal de su furia contenida. Pero no hubo nada, sólo tranquilidad, acompañado de un aire cargado de tensión. Se enderezó y vió su cara, pensó que encontraría un mar de lágrimas en ella… Pero no. Notó decepción, tristeza y dolor. Una mirada fija y ausente, como si ante ella pasara la escena.

–Kagome, yo… –quiso acariciarle una mejilla, pero ella se levantó de golpe y se alejó unos pasos de él–. Pensé lo peor de ti, creí en una imagen, y no pensé en pedirte alguna explicación –se levantó e intentó acercarse a ella, pero ella retrocedía ante cada paso que daba. Se detuvo y ella hizo lo mismo–. ¿Cómo pude dudar después de las veces que me demostraste tu lealtad? –esa pregunta era más para sí, que para ella–. Jamás dejaré de arrepentirme de la forma que te traté, de pensar que eras como Kikyo. Yo… –suspiró–. Lo siento.

–Lo sientes, ¿eh? –susurró, no esperaba esa reacción. Esas tres palabras demostraron la completa decepción, fue lo único que articuló, porque volvió a quedarse callada.

–Kagome… Háblame.

Kagome mordió su labio inferior y se abrazó, frotándose los codos. Sus ojos viajaron hacia el techo, como si buscara las palabras adecuadas.

–¿Quieres que sea sincera en esta conversación?

–Sí, quiero que me digas todo lo que sientes. Que sueltes todo lo que nunca hablamos en su momento –en Kagome surgió una sonrisa triste.

–En realidad, ya sabía lo de las fotografías –no esperaba esa respuesta. ¿Cómo sabía de las fotografías? ¿Cómo sabía que Kikyo le había hecho creer tal cosa?–. Las vi en tu móvil –añadió, como si hubiera leído su mente–. Nunca te había buscado algo, nunca fué necesario, ya que siempre tuvimos confianza… –suspiró y bajó la mirada a él–. O por lo menos yo si confiaba en ti, te desconocí ese día.

Aquellas palabras salieron de ella como una daga, daga que se le clavó en el pecho y dejó una completa pesadez en su corazón.Había citado una parte de la nota que había dejado.

«Pensé que estábamos destinados a estar juntos, pensé que te conocía a la perfección... Pero al Inuyasha de ayer, lo desconozco en su totalidad. ¿Cómo puedo estar con alguien que coquetea con otra? Tal vez nos adelantamos a esto, pero no te preocupes, te dejo en libertad... Kagome».

–Mi nota...

–Me la memoricé después de leerla tantas veces... Era lo último que tenía de ti –los ojos de Kagome lo evitaron–. Kagome, yo…

–Ahora es mi turno de hablar –alzó un dedo pidiendo la palabra–. Desperté en la madrugada, y escuché tu móvil. No quise contestar la llamada, debido a que nunca contestabas a extraños, pero al notar que tenías muchos mensajes, pensé que sería importante. Antes de intentar despertarte, contesté… Y era Kikyo Tendo, dijo que quería terminar lo que habían comenzado…

–¡Eso no fué cierto! –se peinó los cabellos con frustración–. Kikyo, esa maldita me…

–Aún no acabo –Kagome se acercó a él, sus movimientos eran lentos y temblorosos, le estaba doliendo hablar–. Añadió que ojalá hubieras recapacitado por algo que te mandó. Busqué en tu móvil de lo que estaba hablando, y encontré esas horribles fotografías en tu galería… En su momento me hice la siguiente pregunta: ¿Cómo pudiste asumir eso de mi?

–Me he hecho esa pregunta durante años… Se veía tan real.

–¡Uy! Tan real que en todas las fotografías tengo mis ojos cerrados –su voz mostraba sarcasmo.

–Lo sé –No iba a discutir con esa lógica; porque después de su luna de miel se preguntó porque no había notado ese detalle.

–¿Hiciste algo con ella?

Esa pregunta dolió, jamás iba a poder estar con ella, lo que hizo con Hakudoshi fué imperdonable.

–Jamás. Desde que me falló nunca quise tener algo con ella –está vez él la miró dolido–. Creí que había quedado claro.

–¿Qué querías que pensara después que estuviste flirteando con ella en nuestra boda? –los ojos de ella se humedecieron poco a poco–. ¿También vas a decirme que no estuviste con ella antes de subir a la suite del hotel? –pegó un dedo en su pecho, y él retrocedió hasta quedar pegado en la orilla del escritorio–. ¡Confiesa!

Los ojos de Kagome comenzaron a soltar lágrimas, aquellas lágrimas que detestaba ver. Se sintió un completo patán, tal y como años atrás, pero tenían que tener está conversación. Era necesaria para los dos.

–Sí, pero no es lo que crees… Me sentí dolido y coquetee con ella en la boda. Ella se ofreció a hacerlo y yo la usé. Al final quedó muy ebria y me ofrecí a dejarla en su departamento.

–¿Ustedes se..?

–No hice nada con ella –contestó al instante–. Por muy dolido que estuviera, no hice tal locura. Ella se me insinuó. Al final descubrí que fue una trampa, porque cuando la rechacé se puso furiosa, como si no hubiera tomado una gota de alcohol –no respondió nada, en cambio la notó procesar lo que acababa de decir–. Pasé la noche en un bar, y después regresé contigo.

–¿Y por qué dijo aquello en la llamada?

–Por molestarme, porque la encontré en el bar del hotel y estuvo molestando. Tuve que recurrir a la seguridad para quitarla de encima. No me estoy justificando, pero –se llevó una mano a la frente–, fué ella quien me mandó esas fotografías. Ella y Hakudoshi me envenenaron para hacerte quedar mal –suspiró con tristeza y puso sus manos en los hombros de Kagome, ella se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

–Y lo lograron…

–Pero lo he pagado caro, desde que renuncié a ti, no he sido feliz.

Era cierto, no había sido feliz desde que había renunciado a Kagome. Había renunciado a buscarla, a su amor y a arreglar las cosas, porque nunca supo dónde se escondió. Se la tragó la tierra.

–Nada de lo que te hice tiene excusa. Actué mal, desconfié de ti, dudé de tu integridad y tu moral… Y cuando quise hacerles pagar a los que mancharon tu nombre, no pude hacerlo.

Kagome lo miró sin entender.

–¿A qué te refieres?

–Amenacé a Kikyo, le dije que ella y Hakudoshi pagarían lo que hicieron, pero… Tenía las de perder. Amenazó con publicar tus fotografías en los periódicos –la boca de Kagome se abrió en sorpresa.

–Pero Hakudoshi aparecía en esas fotografías.

–Me dijo que sería muy fácil cortar la cara de Hakudoshi… No supe qué más hacer, quise proteger tu integridad, ya te había causado demasiado dolor –le acarició la mejilla–. Ya te había decepcionado, quise protegerte en ese momento..

Kagome aún lo miraba con la boca abierta y las mejillas húmedas por las lágrimas, probablemente estaba procesando todo.

En automático se sentó en la silla anterior y él se hincó nuevamente frente a ella, tomándole las manos.

–Me pusieron una trampa... ¡Y caí! Dudé de ti, dudé de tu amor... ¡Dudé de tu fidelidad y me comporté como un idiota! –de los ojos de Kagome brotaron lágrimas–. No importa cuántas veces te pida perdón por no confiar en ti, porque yo nunca me lo perdonaré,... Te traté horrible, y también... –escondió su rostro en el regazo de Kagome–. ¡Y también arruiné tu primera vez! Muchas veces te prometí que sería cuidadoso y sería una noche que jamás olvidarías…

Comenzó a lamentarse de ser tan imbécil. Porque cuando despertó, el mundo se le fué encima. Porque ella ya no estaba y había huido a escondidas... Sin poder siquiera decirle que había pasado. Su consciencia lo castigaba cada día desde entonces, desde que vió manchas de sangre en la sabana cuando la penetró. Fué ahí cuando supo que era virgen... Había sido un imbécil, había arruinado su primera vez y la había tratado como una desconocida. Esos pensamientos lo torturaban cada día.

Llamó a Kagome demasiadas veces, la buscó y preguntó con sus conocidos, pero nunca pudo contactarla. Kagome había estado desaparecida mucho tiempo, para él fué una completa tortura. Pasó noches sin dormir, y otras veces ahogadas en alcohol, había arruinado su matrimonio, había herido a Kagome.

Pero una mañana, recibió un citatorio. Y al ir con su abogado al lugar acordado, una abogada le entregó la demanda de divorcio. Por supuesto, se negó, por lo menos quería hablarlo primero con Kagome. Pero la abogada se negó rotundamente, la firma de Kagome estaba en el papel, solo faltaba la suya. La abogada siguió insistiendo cada día, insistió por teléfono, lo visitaba en su departamento... Pero no quería firmar nada hasta ver a Kagome.

Pero un día, pareció verla caminar por la ciudad, y al intentar cruzar la calle para alcanzarla… Todo se volvió negro. Cuando despertó notó el techo blanco y el olor a medicina. A su lado, su madre lloraba por verlo despertar. Había estado grave y había tenido una cirugía en el cráneo, por lo menos eso le habían dicho. Añadieron que su situación aún era delicada, pero aquello no le importó. Porque lo primero que le preguntó a su madre fué:

«–¿Y Kagome?»

Ayame lo visitó en son de paz, se había enterado de lo sucedido. Y él le rogó con gran dificultad que si podía pedirle a Kagome que fuera a verlo. Ayame lo miró con tristeza y asintió con la cabeza antes de irse. A la mañana siguiente, llegó sola. Recordaba muy bien lo que había dicho.

«–Cuando le dije que querías verla, volvió a negarse y no quiso escucharme. Dijo que no quería saber nada que tuviera que ver contigo… Insistí en que era algo importante, pero colgó antes de poder decírselo».

Aquello lo quebró, Kagome no quería saber más de él… y todo empeoró esa misma tarde. Fué doloroso que su abogada lo visitara, volviendo a insistir con el divorcio, y ella nunca apareció. No la culpaba, se merecía su rechazo. Fué ahí cuando renunció a ella. Fué cuando lo supo, debía dejarla irse y rehacer su vida. Se había negado antes debido a que quería hablar con ella en persona, como los adultos que eran... Pero ya había sido suficiente. Ella no quería volver a verlo, al fin lo había entendido... Se rindió, firmó el divorcio y le mandó dinero por cualquier gasto que se ofreciera. Y ese dinero fue devuelto a él unos días después, justo cuando le dieron el alta.

Suspiró por los recuerdos. Nunca le diría a Kagome todo aquello.

–¿Por qué querías hablar de esto ahora?

–¿Por qué? –alzó la cabeza y la miró con intensidad, Kagome lo veía con nostalgia y dolor, le limpió una lágrima de su mejilla–. Porqué quiero que sepas esa verdad, para que yo pueda avanzar… Quiero dejar todo lo malo atrás –la abrazó con fuerza–. Quiero comenzar de cerocontigo. Estos días no he fingido ninguna vez todas esas miradas y palabras dulces que te he dedicado.

–Inuyasha, yo…

–He vivido cosas a tu lado, que pensé que nunca pasarían. Desde compartir comidas diarias, besos, abrazos y hasta la misma habitación… Una vida de pareja, aquella que imaginamos, en el lugar que era tu sueño –sintió como le correspondía el abrazo con lentitud–. Todo esto me parecía un sueño imposible… Pero ahora me parece más real –la apartó de sí y le acarició una mejilla–. Desde que crucé los límites que pusimos, estoy decidido… quiero arriesgarme por ti, quiero ser ese hombre que mereces tener.

–Inuyasha…

.

No sabía qué decir, Inuyasha la miraba con ese brillo tan indescriptible y bello, como cuando se pertenecían. Ella había decidido vivir el momento a su lado, porque desaparecería como un espejismo, pero ahora… Esa confesión lo complicaba aún más.

–Yo tampoco he fingido esos detalles –confesó–. Desde que llegamos aquí cada muestra de afecto ha sido genuina, porque tampoco pude arrancarte de mi corazón. Y por eso decidí dejarme llevar… Pero –desvió la mirada–, hay alguien que espera por mi, alguien que me quiere.

Moroha la esperaba, era verdad. Pero quiso insinuar lo de su novio imaginario. Era una verdad a medias.

–No me importa –aquella firmeza la sorprendió–. Si he de competir para ganarme todo tu corazón, lo haré. Estoy decidido.

Inuyasha la tomó del mentón y la acercó a su rostro. No pudo evitar sonrojarse por su cercanía.

–Déjame amarte, y esta vez, no te arrepentirás…

Los labios de Inuyasha capturaron los suyos. Lo besó, suave, lento... Sus labios se abrieron con suavidad y sus lenguas se acariciaron con lentitud. Se detuvo cuando le faltó el aire.

–¿Qué dices?

La mirada ilusionada de Inuyasha le dio un pinchazo en el corazón. Algo surgió en su mente, algo que haría y le dolería hacer.

Se levantó de la silla y asintió con lentitud. Al instante, Inuyasha volvió a besarla con intensidad. El deseo no tardó en surgir, porque el beso no le pareció suficiente. Comenzó a bajar sus manos por sus pectorales y se topó con el borde de su camiseta. Comenzó a subirla lentamente, pero Inuyasha se separó al momento, y le sonrió con aire jocoso.

–¿Solo por el beso? –le susurró Inuyasha en tono sensual, el tono que usaban cuando hacían el amor. Ella se sonrojó–. Me encanta que te sonrojes.


ADVERTENCIA: LEMON

La tomó de la cintura y la pegó a él por completo. Kagome notó el bulto en su entrepierna, y jadeó sin poder evitarlo.

–Estamos igual –le confesó antes de girar y pegarla al borde del escritorio.

–Lo noté –susurró acariciando su pecho por sobre la tela.

–Esto me recuerda a algo.

–¿Cómo a qué? –se atrevió a decir. Él sonrió con malicia, y la fué recostando en el escritorio. Ella se dejó guiar.

–Una fantasía que siempre he tenido contigo.

Kagome lo miró con la espalda pegada al escritorio, Inuyasha la recorrió con la mirada desde su altura. Su intimidad comenzó a lubricarse tras esa caricia.

–¿Y cuál es esa fantasía, si se puede saber?

–Hacerte el amor sobre el escritorio –sonrió él, y le subió la blusa poco a poco hasta deshacerse de ella. A continuación, liberó sus senos tras quitarle el sostén.

Lo vio quitarse la playera con lentitud. Sus ojos no se apartaron de ella en ningún momento, la recorrían de arriba a abajo, como si fuera un león cazando a su presa. Se mordió los labios, tenía un cuerpo de Dios griego, le encantaba. Inuyasha le subió el borde de la falda, tomó sus bragas y las fue bajando por sus piernas. No había elegido bragas con facilidad de quitarse por los costados, pero lo que hizo Inuyasha a continuación la hicieron sentirse satisfecha por ese conjunto.

Cuando sus bragas estuvieron en la zona de sus rodillas, Inuyasha se acercó a sexo. Ese aliento caliente la hizo gemir de satisfacción. Ella se acarició los pechos, había sido... Glorioso.

–¿Te gusta? –preguntó encima de su sexo, ella se retorció cuando sonrió su lengua recorrer los pliegues.

–¡Sí!

Cerró los ojos, algo húmedo estaba sobre sus labios vaginales. Quería ver... Abrió las piernas un poco, y ahí estaba él, lamiendo su sexo, estaba totalmente expuesta, a lo que quisiera hacerle... Y vaya que quería tenerlo un buen rato en esa zona.

–¡Ah, Inuyasha! –exclamó cuando sintió que capturaba su clítoris.

–¡Oh, Kagome! –lo sintió succionar.

–¡Oh, sí! –soltó ella acariciando sus pechos. Sentía hormigueos en su vientre, el calor acumulándose en su sexo. Nunca había sentido tanto placer.

–Esto me estorba –le terminó de quitar las bragas y le abrió las piernas por completo.

Kagome comenzó a jadear sin poder controlarlo. Inuyasha estaba recorriendo su sexo por completo, por un momento se imaginó que estaban en su oficina de la empresa... Era lo más erótico que había hecho hasta ahora. Su corazón latía a mil por hora. Cuando Inuyasha comenzó a penetrarla con sus dedos, sus gemidos aumentaron de volumen.

Se retorcía, gemía sin poder evitarlo, y jadeaba cada vez que los dedos de Inuyasha se flexionaban dentro de ella, estimulando su punto G.

–¡Oh, Kagome!

Inuyasha se separó unos segundos y escuchó cómo se quitaba los pantalones. Se mordió los labios con los ojos cerrados, sentía corrientes por todo su cuerpo, calor y humedad en su sexo... Se acarició los pechos y gimió, los tenía sensibles. Abrió los ojos y le fascinó los ojos lujuriosos de Inuyasha. La veían a ella, a su cuerpo, pero lo mejor de todo, era que también la veía con cariño, con dulzura... Estiró los brazos, y él no tardó en acercarse. Lo rodeó con sus piernas y lo besó con frenesí. Amaba la fricción de sus pieles... Lo amaba a él.

–¿Lista? –susurró él contra ella. Sintió que algo duro le recorría sus labios íntimos. Le mordió los labios.

–¡Sí!

Al instante sintió como Inuyasha iba entrando en ella con lentitud, fue ahí cuando tuvo una idea. Con un movimiento de su cadera y con ayuda de sus piernas, logró que Inuyasha entrara rápido en ella. Ambos gimieron al instante, pero Inuyasha se mantuvo quieto.

–¿No te lastimé?

Aquello la cautivó, aunque ya habían tenido relaciones en más de dos ocasiones, seguía preocupándose por lastimarla. Y eso para nada la había lastimado... ¡Fué glorioso!

–Para nada –le besó el cuello lentamente, lo recorrió hasta la manzana de Adán. Inuyasha gimió y comenzó a moverse.

Se abrazo a Inuyasha con fuerza, se sentía mareada por tanto placer. Su cuerpo sudaba, sus manos temblaban, el borde del escritorio le lastimaba los glúteos... ¡Pero quería más! El ritmo de sus embestidas subió, y ella no pudo más que retorcerse. Inuyasha se irguió sin dejar de embestirla. Lo oía respirar rápido, y soltar gemidos entrecortados. Sus manos estaban fijas en sus caderas, lo ayudaban a ir mas rapido, mas hondo. Y era lo que ella quería. Se sentía en el cielo.

–¡Inu…yasha! –gritó cuando sintió que se corría.

Cuando sus paredes íntimas apretaron el miembro de Inuyasha, él comenzó a gemir y aferrarse a ella. Sintió como la llenaba y lo escuchó soltar un gemido gutural, antes de dejarse caer sobre ella. Kagome se abrazó a él sintiendo las corrientes recorrerla por completo... Le abrazó la cabeza, gimiendo y respirando con rapidez. Inuyasha estaba más agitado que ella. Igual temblaba, y lo sentía respirar sobre su piel.

–¿No te aplasto?

Aquello la hizo reír, no, no lo estaba haciendo, los brazos de Inuyasha le impedían que cayera por completo su peso. Incluso así era cuidadoso.

–Supongo que eso es un «no», verdad –Inuyasha alzó el rostro, y ella asintió–. Ven aquí... –la levantó y le abrochó el sostén, después siguió con su blusa. La dejó sentada mientras se colocaba su ropa otra vez. Kagome lo miraba atentamente, tenía sudor en su frente, y aún notaba que su respiración estaba agitada.

Inuyasha levantó su ropa interior y la metió en su bolsillo.

–¡Oye!

–Te los devolveré –le guiño un ojo–. Si estuviéramos solos, no habría necesidad qué usaras ropa –se acercó a ella y la bajó del escritorio. Se acomodó la falda, por suerte tapaba desde el muslo hacia abajo.

–¿A dónde vamos ahora? –preguntó una vez que Inuyasha la tomó de la mano y caminaron hacia la puerta.

–A la habitación, no te dejaré dormir bien esta noche –dijo mientras le enseñaba sus bragas en la mano.

–¡Inuyasha! –con sus mejillas ruborizadas intentó quitarle esa prenda.

Él sonrió con malicia mientras la besaba y acariciaba sus glúteos por debajo de la falda. Kagome cedió y le correspondió al beso. En travesura, metió su mano por debajo de sus boxers y le pellizco un glúteo.

–Señorita Higurashi –susurró él fingiendo ofenderse–. Creo que merece una sanción por tal atrevimiento a su jefe.

Después fueron a la habitación, dónde cumplió su promesa de no dejarla dormir bien... Y "sancionarla", por supuesto.

Cuando quedaron satisfechos, Kagome quedó sobre el pecho de Inuyasha. Estaba cansada, pero no podía dormir, las palabras de Inuyasha seguían surcando su cabeza... Les habían jugado pesado años atrás.

Hakudoshi estuvo relacionado con eso, pero había otra persona... Kikyo Tendo. Lo que les habían hecho fué bajo. Se le escapó una lágrima, Kikyo les había tendido una trampa... Y todo se fué al drenaje. Sufrió tantos años de soledad, tantos meses de depresión… Pero Moroha fué quien la sacó adelante. Cuando la tuvo en sus brazos supo que era lo más importante de su vida, y que lucharía por ella, por darle una excelente calidad de vida.

Moroha...

Miró a Inuyasha, dormía profundamente. Sintió un nudo en la garganta, Inuyasha perdió años de la vida de su hija. Jamás perdonaría a Kikyo ni a Hakudoshi... Tampoco se perdonaría a sí misma. Porque no podía decirle a Inuyasha la verdad.

Kikyo triunfaría otra vez, pero en esta ocasión, sería ella misma quien los haría pasar el infierno de nuevo. Había tomado una decisión difícil, iba a dejarse guiar por el momento… Pero antes de irse, tenía que romperle el corazón. Así se aseguraría de que jamás volvería a buscarla, para lograr eso, tendría que mentir sobre sus sentimientos. Tenía que prepararse.

Con ese último pensamiento, se quedó dormida.


Continuará...


Siento que haya quedado corto, pero quité muchas partes que ya se habían mencionado. Espero traerles un nuevo capítulo el próximo viernes C= y más extenso mi gente hermosa =D

Algo más, nos acercamos al final… me sorprende que haya llegado a los 15 capítulos, calculé 10 xD pero bueno. Ahora calculo 5, pero ya ven que hago mal mis cuentas xD