—¿Juicio marcial? ¿de qué estás hablando? —preguntó Rebecca extrañada, sin entender lo que estaba ocurriendo en la mente de su excompañero.

—Hace no mucho, uno de mis excompañeros de la misión en África me encontró en Louisiana…

—Louisiana ¿dónde fue la explosión de la casa Baker? —preguntó Rebecca con recelo, no queriendo revelar mucho de lo que sabía de esa situación —¿qué hacías allá?

—Digamos que los recuerdos me hicieron ir… nunca he sido cobarde, tal vez cínico sí, pero cobarde jamás, Rebecca.

—Eso lo sé muy bien —desvió la mirada a la mesera, quien le traía su orden, un frappuchino especialmente dulce, como siempre se supo que le gustaban los sabores a la antigua miembro de S.T.A.R.S. —las pesadillas pueden hacer que regresemos a ellas.

—Sabes que yo no tuve nada que ver con la muerte de esos militares en las montañas Arklay, sabes que fueron esos perros… esas… cosas —completó refiriéndose a los zombies del evento que unió sus caminos —y como bien sabes, estos delitos en el derecho militar no prescriben, Rebecca.

—Lo sé muy bien, mi amigo Chris me ha explicado como funciona todo ese mundo —sacó a relucir la chica mientras daba un sorbo a su dulce café —pero no me has terminado de contar…

—Tampoco te terminé de platicar lo que pasó después de la misión en África. Me negué a matar a los civiles allá, y mi general me noqueó para que no lo pudiera evitarlo, solo pude ver el horror ahí. Hice mi acusación formal, pero él al tener más tiempo, experiencia y contactos, logró hacerme ver como el principal culpable, y así fue como acabé donde… nos conocimos.

—Aún te cuesta trabajo pronunciarlo —remarcó Rebecca, notando la seriedad del trauma causado por el virus T —pero yo dejé un informe que detallaba tu muerte, lo mandé, incluso guardé una copia en Raccoon, y así hubieras ido a Louisiana, hubiera sido imposible comprobarlo, por lo que pregunto ¿qué hizo que terminaras en el juicio marcial?

Suspiró, apretó la mano de Rebecca con más fuerza, lo que no pasó desapercibido para la chica, quien no pudo evitar sentir más ansiedad, e incluso rubor en sus mejillas tras ese contacto, considerando que la última vez que lo había tenido así de cerca él se estaba ahogando tras caer en la planta de tratamiento de aguas residuales de ese maldito laboratorio, donde al encontrarse con un montó de cadáveres, puro notar que los recuerdos, ya en ese entonces, atacaban al exmarine con fuerza.

—Al llegar, supe de inmediato que uno de mis excompañeros en esa misión se retiró y fue un vecino de los Baker. Él me vio a lo lejos. No nos dirigimos la palabra, solo nos distinguimos. Matt no siempre fue el más justo, y aunque supo todo lo que ocurrió, no dudó en dar aviso de mi paradero. El juicio se retomó en mi contra, y si me encuentran culpable, iré de nuevo al pelotón de fusilamiento.

—¡Billy! —exclamó Rebecca sin saber que más decir.

—También te marqué porque además de ser testigo, necesitarás aclarar tu papel en la situación.

—¿A qué te refieres?

—Te están acusando de encubrimiento, Rebecca —reveló Billy mientras le tomaba las manos con aún más fuerza.

—¿Qué? —preguntó ahora con la ansiedad a flor de piel —¿cómo pasó eso?

—Después de la acusación, se percataron de que el documento que mandaste era falso, y ahora hay una investigación en la que se preguntan tus motivaciones. Rebecca, debes prepararte para recibir una notificación en estos días.

Apenas Billy formulaba estas palabras, una llamada entró al teléfono celular de la investigadora, quien lo tomó solamente para ver el nombre en el identificador.

Chris Redfield…

Suspiró, recordando las cosas que alguna vez la ahora terapeuta de Jill le había comentado.

"Está pasando o ya pasó. No tienes control de nada más de lo que tú hagas". Y con eso en mente, contestó la llamada mientras le pedía a Billy que esperara usando un gesto con los dedos.

—¡Rebecca, quiero saber qué rayos significa esto! —exclamó Chris desde el otro lado de la línea, obviamente furioso, al punto en el que hasta Billy escuchó desde su lado de la mesa e impulsivamente se levantó molesto con el afán automático de defender a su actual compañera —¡Doctora Chambers, contesta!

—¿De qué estás hablando, Chris? —preguntó la mujer mientras buscaba como sortear la situación.

—Sabes perfectamente de qué estoy hablando, Rebecca —volvió a exclamar —hablo del presunto encubrimiento que hiciste.

—Chris, puedo…

—Espero que tengas una buena razón para hacer que todo por lo que hemos trabajado peligre. Tu seguridad, la de la B.S.A.A. y la del mundo entero si…

—¡Chris! —gritó una voz femenina del otro lado, posiblemente Jill —antes de gritar deberíamos hablar con ella.

—Esto es serio, Jill —remarcó, pero entonces bajó el tono de su voz —te esperamos en la base, Rebecca.

—Sí. Y dile a Jill que le agradezco por aplacarte —respondió mientras colgaba la llamada.

—¿Buenas noticias? —preguntó Billy con el sarcasmo que le caracterizaba, siendo de las cosas que no había perdido.

—Supongo —contestó ella sin saber que pensar, pero aliviada de que a pesar de todo, su viejo amigo seguía ahí —Chris quiere hablar conmigo.

—¿Redfield? ¿El de la B.S.A.A?

—¿Lo conoces también?

—No, pero hay internet, sé que él es de los miembros fundadores, pero eso no importa si te grita de esa manera.

—Está enojado, Billy —respondió intentando justificar a su amigo —seguramente encontró la notificación.

—No es motivo para gritarte, Rebecca.

—Eso ya no importa ahora —se levantó mientras dejaba algo de dinero para pagar su café, pero Billy la detuvo y él se ofreció a pagar su cuenta.

—Oye, Los modales hacen al hombre… —dejó el dinero, le dijo a la señorita que se quedara con el cambio y se dirigió junto con Rebecca a su automóvil —¿vas a ir con Redfield?

—Vamos a ir con Redfield —corrigió la chica.

—Cierto, olvidaba lo mandona que podías llegar a ser —añadió con una pequeña risa, Rebecca solamente torció los labios mientras le pedía que subiera de copiloto y tomaban rumbo a la base donde se vería con su amigo.

El silencio del trayecto se interrumpió con la voz de Coen, quien le preguntó un tajante '¿y cómo saliste tú de esa mansión?'.

—Redfield me ayudó a mantenerme con vida —contestó, entonces Billy la miró asombrado, sorprendido. El vínculo que tenía con él era igual de viejo que el de ellos —cuando dividimos caminos, llegué con tranquilidad, curiosamente no había más zombies en el bosque, así que entré y me quedé dormida en una habitación de servicio. Me encontré con Ri… —calló súbitamente, recordando a Richard Aiken, el joven que murió a pesar de sus esfuerzos como médico de campo —un compañero, y como te imaginarás, las cosas con él no salieron bien.

—Entiendo…

—No lo entiendes —sentenció ella mientras conducía de camino a ver a su también salvador —tú como soldado entiendes lo que son las bajas y causarlas, yo no solo como soldado, sino como médico tenía que evitar que mis amigos cayeran… uno a uno —exclamó la chica —Richard me encontró en esa mansión, me ayudó a sobrevivir y también me salvó al dejar que una serpiente gigante del tamaño de un cuarto lo mordiera a él en vez de a mí —explicó con los ojos comenzando a humedecerse —él fue uno de los más comprensivos en el equipo conmigo y lo que Umbrella nos hizo esa noche… el helicóptero en el que llegamos fue saboteado por ellos… para convertirnos en carne de cañón. No sobreviví de milagro, sobreviví gracias a la caída de otros.

Billy suspiró. Volteó a ver a la ventanilla del automóvil mientras asimilaba toda la culpa que Rebecca había externado por seguir con vida.

Culpa del sobreviviente, síndrome del sobreviviente.

—A Enrico no lo volví a encontrar, Kenneth y Forest fueron asesinados vilmente por esas malditas cosas, Edward cayó al tren… y cuando llegué a ese lugar, cuando me di cuenta de que mi equipo ya no existía…

—No tienes la culpa de nada —sentenció Billy —tú hiciste lo que pudiste. No estaban preparados para nada.

—Aprendí muchas cosas en esos días… aprendí que separarte de tus compañeros solamente trae el caos. Verte con vida me alivia ahora y de eso no me arrepiento, pero pienso que si no me hubiera separado de ellos, tal vez hubiera podido hacer algo para que siguieran bien, o al menos aquí.

—Fue tu primer día de trabajo —intentó aliviar Billy —no tenías tanto entrenamiento, apenas sabías que hacer. No fue tu culpa.

—Fue mi primer día de trabajo y el último. Me escondí en las aulas del doctorado y decidí que podía combatir desde un laboratorio, pero el pasado siempre vuelve, y en 2014 volvió en forma de una nueva cepa llamada virus A que casi me mata en una universidad de Chicago… yo volví a vivir mientras que mis amigos volvieron a caer.

Rebecca se estacionó al llegar a la base, donde sabía que Chris la estaba esperando, donde sabía que su pasado, aunque compartido con varios, se reviviría de una manera particular, y ahora con una prueba caminante. Volteó a verlo directamente a los ojos mientras se los limpiaba.

—Gracias por escuchar, supongo.

—La culpa del sobreviviente es muy similar al estrés postraumático ¿sabías? —señaló Billy con una pequeña risa —no somos tan diferentes después de todo, mientras que a ti te da rabia haber vivido para contarlo, a mí me enoja no poder dejar de soñar —Rebecca lo miró extrañada, pero aliviada de sentirse comprendida, de un modo que últimamente, su ahora exnovio Dereck no podía brindarle.

Dereck solamente le daba la frase 'no fue tu culpa', 'no es tu culpa' o 'te admiro, Rebecca', pero ella no sentía ninguna de esas cosas como una realidad, sino como excusas para invadir su privacidad, también para sutilmente echarle la culpa de miles de situaciones que podrían llevar a la manipulación. Y aunque la conocía bien por la ayuda que su exterapeuta le brindó para identificar las malas actitudes, decidió que no quería tener que lidiar con ella. Le había perdonado muchas cosas, pero la intromisión a sus recuerdos fue el colmo para ella, y más cuando se veía envuelta en medio de un sinfín de porras baratas que lo único que hacían era justificar lo que ella consideraba un crimen, cayendo de nuevo en la trampa de la culpa.

—Creo que ambos vivimos las consecuencias de seguir con vida, y aunque sé que vale la pena, no dejo de pensar…

—Rebecca —le acercó un dedo a los labios, lo que volvió a mostrar ansiedad en la mujer —no le debes explicaciones a nadie ¿me entendiste?

La chica suspiró y se recargó en su asiento, soltando todo el aire al momento, sintiendo calma, una inusual calma a pesar de toda la tormenta a su alrededor.

—Gracias —dijo mientras le tomaba la mano, aprovechando que él le estaba cerrando la boca con uno de sus dedos, entonces le sonrió levemente y levantó su pulgar, como solía hacerlo tras confirmar que estaba bien, pero se sentía abatida.

Al salir del vehículo, ingresaron a la base con la identificación de la chica, quien exigió que su acompañante entrara con ella.

Chris Redfield, imponente como solamente él podía ser, se encontraba sentado en una de las sillas del laboratorio de Rebecca, acompañado por su fiel amiga, Jill, quien aún ostentaba aquella juvenil apariencia que aún le traía el recuerdo de cuando Nemesis la infectó en Raccoon City.

—¿Tú crees que esto es fácil? Rebecca no solo es nuestra amiga, sino que es nuestra mejor viróloga —exclamó el castaño mientras se llevaba los dedos a la sien y volvía a leer la notificación que involucraba a Rebecca —tenemos que hacer algo, alegar que fue hace veinte años o…

—O preguntarle a Rebecca qué tanto tiene esto de verdad —dijo Jill —no estoy diciendo que ella sea culpable, sino que esto ocurrió 24 horas antes de que nos enviaran a nosotros.

—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó Chris cegado por el descontento de la situación.

—Piénsalo, Chris —comenzó a decir la mujer eternamente joven —en 24 horas perdimos a Richard, Enrico, Edward, Kenneth, Forest y a Joseph, en 24 horas encontramos un laboratorio debajo de una mansión junto con toda una conspiración para matarnos.

—Sé breve, Jill —pidió Chris mientras volvía a leer el documento, pensando que no podía ser cierto.

—Digo que en 24 horas puede pasar cualquier cosa, y el equipo Bravo fue enviado 24 horas antes —dijo la experta en bombas.

—En otras palabras…

—Es muy posible que Rebecca cometiera el encubrimiento, y si lo hizo, tenemos que entender sus razones.

Rebecca y Billy entraron rápidamente al laboratorio, al ser ella la que llevaba a su invitado, no la cuestionaron y simplemente la dejaron pasar con él. ¿Qué iban a cuestionarle a una de las personas de más confianza de Chris Redfield?

La puerta se abrió, dejando ver al soldado junto con la agente, quienes rápidamente miraron a la joven, pero se enfocaron en el fornido hombre que llevaba a su lado.

—¿Podrías dejarnos solos con Rebecca? —preguntó un Chris extrañado ante el desconocido.

—Chris, no —dijo la chica mientras detenía a Billy al tomarle la muñeca —él tiene que quedarse.

—¿Quién es él? —preguntó ante la insistencia de su amiga.

—Billy Coen —respondió Jill mientras lo miraba —la persona encubierta.

—¿Cómo supiste…? —preguntó Rebecca aún más desconcertada ante la situación. Durante la mañana, Jill había hecho algunas llamadas a las fuerzas de seguridad. Por sus contactos y reputación, no tardaron en darle la información.

—Atando cabos —contestó tajante la mujer mientras suspiraba cansada por lo que aparentemente vendría para ellos —traerlo puede complicarte las cosas.

—O puede ayudar, lindura —contestó Billy, pero su expresión causó descontento en Chris y en la propia Jill, lo que acentuó las tensiones entre todos los presentes.

—No es momento de jugar —exclamó Rebecca —Chris, te debo una gran explicación.