El legado de Asakara: Entre guerreros y sombras
En un mundo donde las profecías de las estrellas y los antiguos dioses se entrelazan, la diosa Hécate renace como Asakara y crece a lado de los legendarios Caballeros Dorados del S. XX. Esta historia reinventa el personaje de Hécate, retratando sus luchas, conflictos y enfrentamientos contra enemigos formidables mientras encuentra un lugar propio en la batalla entre Atena y Hades.
Asakara: El nacimiento de HécateHace dieciséis años, el Patriarca Shion de Aries había observado en las estrellas el aviso que indicaba el descenso de la diosa Hécate a la Tierra en su forma humana. En cuanto vio el radiante resplandor de la bebé, tuvo la certeza de que efectivamente se trataba de la encarnación terrenal de la diosa griega.
Shion sabe que, dada la naturaleza ambivalente de la Diosa, ella podría aliarse libremente con Hades en lugar de con Atena, o mantenerse totalmente al margen del conflicto. La Diosa de las Encrucijadas representa una dualidad inherente, tambaleándose entre el bien y el mal, la luz y la sombra, y la vida y la muerte
Dirigiéndose a la niña, el Patriarca Shion dijo: "Pequeña Hécate, tu destino es defender la paz y la justicia junto a Atena. Te llevaré con quienes puedan ayudarte a dominar tu naturaleza, permitiendo que la bondad y la luz iluminen tu camino". Convencido de que la proximidad de Hécate al Santuario podría fomentar un profundo vínculo con Atena y sus caballeros, para el Patriarca esta alianza podría resultar en una ventaja crucial en la próxima Guerra Santa.
Comprendiendo la conexión del budismo con en el equilibrio y la paz interior, Shion decidió llevar a la joven diosa a la India para criarse junto a Shaka, el futuro caballero Virgo, que en ese entonces era también un recién nacido. En la India, recibió un nuevo nombre: Asakara (Asa-Esperanza, Kara-Espacio). Asakara y Shaka se criaron como hermanos, recibiendo un riguroso entrenamiento impregnado de las enseñanzas de Buda. Gracias a esta educación compartida, cultivaron una profunda conexión entre ellos y con el Cosmos.
Sombras del pasado: El recuerdo de AiorosEl Santuario está cubierto por sombras del pasado, marcado por una feroz competencia en la que la supervivencia y el poder superan la lealtad y la amistad. Los aspirantes a Santos participan en intensos entrenamientos de combate, con determinación y agresividad en sus rostros, y sus armaduras adornadas por cicatrices y heridas.
En este entorno feroz, Asakara, de 16 años, se alza con una presencia deslumbrante y enérgica. Su túnica, inspirada en la India, refleja la sencillez del budismo. Es delgada y de estatura media. Su largo y sedoso pelo castaño cae en cascada hasta la mitad de su espalda, con unas sutiles ondas naturales que añaden volumen y movimiento a su aspecto. Su rostro tiene forma de corazón, con pómulos altos que acentúan sus rasgos delicados.
Sus ojos grandes y almendrados, de un color dorado que recuerda a la miel, están enmarcados por largas y espesas pestañas. Sus cejas bien definidas y elegantemente arqueadas complementan su nariz pequeña y recta, mientras que sus labios carnosos y suaves se curvan de forma natural en una suave sonrisa. Su piel impecable, de tono suave y uniforme, resalta su belleza natural.
En un claro, Asakara se encuentra adiestrando a un grupo de perros encargados de asistir en la vigilancia del Santuario. Mientras acaricia cariñosamente a uno de ellos, se da cuenta de que Aioria ha vuelto. "Que alegría, al fin has vuelto. ¿Qué tal la misión?" pregunta Asakara emocionada. Aioria tiene la misma edad que Asakara, es de complexión atlética y musculosa y lleva el pelo castaño claro corto y desordenado. Aioria se acerca con expresión cansada y responde con desdén: "La misión... sólo otra excusa del Patriarca para enviarme lejos. Parece que últimamente me trae de recadero".
Asakara, con mucha cautela intenta abordar un tema delicado: "¿Has pensado en Aioros? Hoy se cumplen diez años desde que..." Aioria, suspirando y con el ceño fruncido, responde sarcásticamente: "Desde que intentó robar a la pequeña Atena y fue perseguido por otros Santos de Oro hasta su muerte. Ah, porque pensar en ello me hará sentir mucho mejor, ¿no?".
Sintiéndose culpable, Asakara se disculpa entre lágrimas, lamentando no poder hacer nada para cambiar la situación. Aioria, tras reconocer que se comportó como un idiota, la consuela y le recuerda que no debe cargar con el peso de la culpa, reconociendo que el paso de 10 años no ha sido suficiente para superar el dolor.
Mientras intentan dejar atrás la conversación cargada de emoción, Aioria sugiere una actividad recreativa: un simulacro de pelea con los perros adiestrados. A pesar de su incredulidad inicial, Asakara se une entre risas y la escena termina con una nota más ligera y juguetona en la que ambos amigos se divierten. Posteriormente, Asakara regresa al templo de Virgo acompañada de dos de los perros, mientras sus pensamientos se ven consumidos por los recuerdos de Aioros, el hermano mayor de Aioria.
Mientras camina, Asakara recuerda un momento inolvidable de su pasado, cuando estaba a punto de cumplir siete años, y se transporta a un día soleado en el que Aioros de Sagitario, un apuesto chico de 15 años con pelo castaño corto y penetrantes ojos marrones está de pie junto a los Caballeros Dorados más jóvenes: Aioria de Leo, Milo de Escorpión, Mu de Aries, Camus de Acuario, Shaka de Virgo y Aldebarán de Tauro.
Aioros los había reunido en torno a una serie de piedras dispuestas ante ellos y empezó a explicarles con voz firme y tranquila: "Para destruir una piedra con tu Cosmos, debes concentrar toda tu energía en un único punto. Visualiza tu poder fluyendo desde el Cosmos en tu interior, canalízalo a través de tu cuerpo y deja que estalle contra el objetivo."
Los jóvenes santos empezaron a concentrarse, y uno a uno fueron ejecutando la técnica con movimientos decididos, y sus piedras estallaron en pedazos ante la fuerza de su Cosmos. Aioros sonrió, satisfecho. Sin embargo, al volver su vista hacia Asakara, notó algo sorprendente: la piedra que tenía delante no había explotado, sino que simplemente había desaparecido.
"¿Dónde está tu piedra, Asakara?" preguntó Aioros, sorprendido. "La piedra se fue a otro lugar donde no pueden hacerle daño", respondió Asakara con calma y serenidad. Los demás niños miraron a Asakara con desconcierto, mientras Aioros sentía admiración y curiosidad. Aquella joven, una promesa para el futuro, había logrado lo inimaginable: no destruir, sino proteger de una forma que nadie podría haber previsto.
Al final de la sesión, Aioros se acercó a Asakara con una cálida sonrisa. Se agachó hasta quedar a su altura, mirándola directamente a los ojos, llenos de inocencia y potencial. "Asakara, lo que has hecho hoy es extraordinario. El poder que hay en ti no sólo puede destruir, sino también proteger. Es un don increíble", dijo Aioros con suavidad y sinceridad. Asakara escuchó atentamente, con el corazón palpitando de emoción ante el reconocimiento.
"Recuerda siempre que un verdadero Santo no busca sólo la fuerza y la destrucción, sino que también comprende el valor de proteger y cuidar a los demás", continuó Aioros tocando suavemente el hombro de Asakara y reforzando sus palabras con este gesto.
El jardín de Afrodita: En busca del loto sagradoAsakara está ensimismada en sus pensamientos cuando un grito la trae bruscamente al presente. Afrodita de Piscis, visiblemente molesto, acusa a los perros de Asakara de destruir nuevamente sus rosas. Afrodita tiene una complexión esbelta y delicada, una larga cabellera azul, unos llamativos ojos azules, una belleza andrógina y etérea con rasgos excepcionalmente apuestos.
Asakara se disculpa, explicando que uno de los perros debe haber entrado en el jardín de rosas mientras ella estaba distraída. Afrodita lamenta su decisión de ayudar a Asakara para que los perros se hicieran inmunes a las rosas venenosas, ya que habían dejado su jardín en ruinas, y amenaza con revertir el proceso volviendo a los perros nuevamente vulnerables a sus rosas.
A modo de chantaje, Afrodita ofrece perdonar a los perros a cambio de la ayuda de Asakara: "Tal vez hay algo en lo que puedas ayudarme, necesito tu ayuda para llegar al Templo Sagrado de Shanti Divya, en la India". Afrodita ha estado deseando recuperar algo de este templo, algo de gran valor para el Santuario: una flor de loto sagrada con enormes poderes curativos.
Afrodita advierte a Asakara que estas flores están protegidas por el Caballero de Ara, discípulo de Shaka, el hermano de Asakara, lo que podría suponer un importante problema para ella. Dudando, Asakara acepta, cerrando el trato.
Finalmente, tras un largo viaje, Asakara y Afrodita llegan al Templo Sagrado de Shanti Divya, en la India. Entran cautelosamente en el templo, rodeado de energías místicas y jardines llenos de hermosas flores. Entran en un jardín con una estatua gigante de un Buda Sonriente en el centro. El viento sopla suavemente a través de los jardines sagrados, y las flores emiten un resplandor místico.
Afrodita de Piscis está de pie frente a una resplandeciente flor de loto, sosteniéndola delicadamente mientras visualiza cómo esta flor sagrada se convertirá en la joya más preciada de su jardín. De repente, un estallido de energía dorada interrumpe a Afrodita.
Ariya de Ara, con su brillante armadura, aparece en el centro del templo, rodeado de un aura de serenidad y determinación. Ariya es un caballero de unos 14 años, de complexión delgada, pelo negro corto y ojos serenos y concentrados. Su presencia tranquila y serena irradia paz y sabiduría.
La Armadura de Ara resplandece en azul sereno y blanco puro. Está adornada con intrincados motivos que simbolizan la unión armoniosa de la mente, el cuerpo y el espíritu; transmitiendo una sensación de serenidad holística.
"Estas flores están bajo mi protección. Ninguna será tomada mientras yo sea su guardián", declara Ariya con firmeza. Afrodita responde seductoramente: "Tienes un espíritu valiente, Ariya, me gusta, pero esto es inevitable". Asakara recuerda con calma a Afrodita que ha cumplido su pacto al traerlo al templo, pero que no intervendrá en ninguna pelea. Afrodita responde confiado: "Perfecto, entonces yo mismo me encargaré".
Afrodita realiza movimientos rápidos y precisos, pero Ariya logra esquivarlos. Afrodita reta a su enemigo: "Interesante. Pero ¿puedes enfrentarte a esto? y ejecutando su técnica de lucha ¡**Rosas demoníacas**! Afrodita lanza una ráfaga de rosas rojas hacia Ariya.
"¡No permitiré que destruyas la paz de este lugar!" Ariya afirma con firmeza mientras extiende ambos brazos. Un campo de energía dorada se despliega, llenando el aire. Una luz blanca purificadora envuelve las rosas rojas, convirtiéndolas en polvo. Afrodita, asombrado, pero recuperando rápidamente el autocontrol, afirma: "Tu técnica es similar a la de Shaka. Pero no te creas tanto, los Caballeros Dorados somos infinitamente más poderosos que tú, Shaka, yo o cualquiera de los Santos de Oro podemos vencerte fácilmente".
Ariya amenaza a Afrodita: "Con esta luz, desterraré cualquier mal y tormento que haya dentro de ti; la serenidad de tu alma te inmovilizará". Mientras realiza su ataque !**Luz Celestial de Pureza**!, el cuerpo de Ariya comienza a brillar con una intensa luz cobriza. Con un movimiento de su mano, libera una ráfaga de energía que se dirige rápidamente hacia Afrodita.
Afrodita esquiva fácilmente el ataque, "¿De verdad crees que puedes alcanzarme? Nosotros, los Caballeros Dorados, nos movemos a la velocidad de la luz; pude ver tus movimientos antes de que tus bellos ojos parpadearan. Tu lentitud me resulta conmovedora. ¡Ríndete! El destino ya está decidido", ríe Afrodita.
Ariya, con expresión serena pero firme, responde: "La verdadera fuerza no reside ni en la velocidad ni en la arrogancia. Los ojos de un caballero que lucha por la justicia no ceden ante las amenazas. Estas flores aún no han decidido su destino y, mientras me quede aliento, lucharé para protegerlas". Este discurso moral molesta a Afrodita y le motiva a ejecutar su ataque final: ¡**Rosa Sangrienta**! Una rosa blanca atraviesa el corazón de Ariya.
Mientras Ariya agoniza cada vez más, Afrodita explica: "Esta rosa blanca absorberá gradualmente la sangre de tu cuerpo hasta convertirse en una rosa roja, y en ese momento, tu alma alcanzará la serenidad eternamente", se burla Afrodita con sarcasmo.
Firme e imponente, Asakara interviene, pidiendo a Afrodita que se detenga, pues no hay necesidad de tanta violencia. Le muestra a Afrodita una flor de loto que ha sacado cuidadosamente del jardín. Afrodita se acerca a Ariya y le quita la rosa blanca, parcialmente manchada de rojo. "Bueno, has arruinado la diversión, así que es hora de irse", se queja Afrodita, volviéndose hacia Asakara.
De vuelta en el Santuario, Shaka intercepta airadamente a Asakara y Afrodita. Shaka habla con firmeza: "¿Cómo pudieron hacer semejante tontería? Han traicionado todo lo que representamos".
Afrodita se adelanta desafiante; no permitirá que Shaka lo trate con condescendencia, como si fuera un niño: "Me importa poco tu juicio moral. Yo tomo mis propias decisiones". afirma enfadado Afrodita.
Asakara, angustiada, suplica: "Shaka, por favor, escucha... por favor, déjame explicarte..." mientras intenta acercarse a él. Shaka le da la espalda y le responde con voz gélida e indiferente: "No tengo interés en escuchar explicaciones".
Afrodita, frustrado, se cruza de brazos y dice: "Basta, Shaka. No somos tus peones para que nos trates con tanta altanería". Shaka mira, decepcionado, y fulmina con la mirada a ambos, esperando que algún día comprendan las consecuencias de sus actos.
Destinos entrelazados: La llamada del deberEs una tarde nublada y Asakara está adiestrando a los perros guardianes del Santuario cuando Shaka, el Santo de Virgo, se acerca con expresión decidida pero cariñosa.
Asakara siente su presencia y se endereza rápidamente, adoptando una postura sumisa y respetuosa. Con su larga cabellera dorada, sus penetrantes ojos azules y su porte tranquilo y sereno, Shaka emana un aura de iluminación e inmenso poder portando la Armadura Dorada de Virgo.
A Asakara siempre le ha maravillado la presencia pacífica de su hermano. Expresa su admiración y su deseo de alcanzar esa calma, aunque sólo sea por un instante. Shaka le responde solemnemente: "La meditación es el camino hacia la grandeza del alma. Sólo entonces podremos proteger este mundo con justicia".
Suspirando, Asakara admite: "Lo intento, Shaka. Pero mi espíritu necesita libertad. La vida me llama, y estar quieta me sofoca". Asakara, acariciando al perro, parece visiblemente preocupada y teme que Shaka siga enfadado con ella por haber robado un ejemplar del Loto Sagrado.
Shaka insiste en persuadirla: "Asakara, no puedes seguir así, metiéndote en líos, sin hacer algo verdaderamente provechoso. El Santuario necesita más de ti". Molesta, Asakara le refuta diciendo que adiestrar a los perros del Santuario y ocuparse de los asuntos del Templo de Virgo no es precisamente "no hacer nada". Pero Shaka afirma que jugar con perros y llevar una casa no es una contribución verdaderamente significativa.
Shaka, le señala con gravedad que no ha reclamado una armadura a pesar de su gran fuerza y entrenamiento, recalcando que ella posee la fuerza necesaria para superar a cualquiera de los aspirantes a una Armadura de Plata. Asakara insiste en que ocultar su rostro para siempre no es el camino adecuado para ella.
Frustrado pero afectuoso, Shaka insiste en el deber de Asakara hacia Atena y de cómo debe luchar por la justicia y la paz, concluyendo que ya no puede seguir evadiendo su destino. Asakara lo mira a los ojos y responde: "Mi lealtad no necesita demostrarse con una armadura". Shaka exhala lentamente y se da la vuelta, asegurándole que la situación tendrá que cambiar.
Cuando Shaka se retira, deja a Asakara rodeada por los perros, el aire está cargado de tensión y los gruñidos graves de los perros intensifican la solemnidad de la escena.
Shaka se encuentra ahora en el Templo de Atena, dirigiéndose a la cámara del Patriarca. A medida que se acerca, sus pasos resuenan por los grandes pasillos del Santuario.
El Patriarca está sentado en su trono. Viste una túnica blanca y fluida, ricamente decorada con símbolos antiguos de poder. Lleva también una detallada máscara ornamentada que le cubre el rostro, sólo se alcanzan a ver sus ojos feroces, que irradian un aura de autoridad y misterio. Su presencia es imponente e intimidante.
Shaka, conocido en el Santuario como "el hombre más cercano a Dios", se presenta ante el Patriarca, cada paso que da hace eco en la solemnidad de la cámara. Al llegar frente al Patriarca, inclina ligeramente la cabeza en señal de respeto. "Shaka de Virgo, ¿a qué has venido?", pregunta el Patriarca con autoridad.
Shaka comienza a hablar, su voz tranquila y serena contrastan con la frialdad del entorno. "Gran Patriarca, gracias por recibirme. He venido a Usted con una petición excepcional". Shaka explica al Patriarca sus preocupaciones sobre su hermana Asakara.
Mientras escucha, el ceño fruncido del Patriarca es invisible bajo la intrincada máscara que cubre su rostro. Las luces parpadeantes proyectan sombras en las paredes. "Asakara es... inquietante, pero tampoco me gusta la idea de desperdiciar potencial", dice, con sus enigmáticos ojos fijos en Shaka.
Shaka afirma con confianza que la fuerza de Asakara es comparable a la de los Caballeros Dorados. Está convencido de que al Asakara comprender el valor de su misión, se convencerá de buscar una armadura adecuada a su fuerza y talento.
Aunque asiente con recelo, el Patriarca acepta enviarla en una misión acompañando al Caballero de Escorpión, resaltando que sólo acepta como una consideración especial hacia Shaka. Es una oportunidad para que Asakara demuestre su valía.
El Caballero Dorado Milo de Escorpión es llamado a la Cámara del Patriarca. Al abrir la puerta, la sala está llena de un aire de autoridad Milo se sorprende al ver a Shaka de pie junto al Patriarca y, sin que esto se note, se acerca con curiosidad y respeto al trono del Patriarca.
La voz del Patriarca tiene el peso de una orden cuando se dirige a Milo: "Milo, acércate. Tengo una misión para ti". Milo escucha atentamente, sus ojos reflejan la luz parpadeante de las antorchas instaladas en las paredes.
"Necesito que vayas a la región cercana al monte Cárpatos", continúa el Patriarca. "Hay informes de disturbios causados supuestamente por caballeros renegados del Santuario. La población está siendo intimidada. Sin embargo, pude ver en las estrellas que esto podría ser más grave que sólo algunos caballeros renegados. Por eso te envío a ti Milo de Escorpión".
Milo acepta la tarea con gusto, el sentido del deber brilla en sus ojos mientras responde: "Entendido, Patriarca. Cumpliré la misión".
La voz del Patriarca se hace más firme: "Pero no irás solo. La hermana de Shaka, Asakara, te acompañará". Lleno de orgullo, Milo protesta: "No necesito ayuda, Gran Patriarca. Prefiero trabajar solo". El Patriarca lo mira con desaprobación, y Milo haciendo una reverencia sumisa rectifica: "Haré lo que se me ordene".
Mientras Shaka y Milo abandonan la cámara del Patriarca, Milo se queja con Shaka: "No necesito ayuda en esta misión, Shaka. Es una tarea sencilla. Además, no quiero que una chica sin armadura me estorbe". Shaka le anima pacientemente: "Dale una oportunidad a mi hermana. Verás cómo te sorprenderá con su fuerza, talento e ingenio".
Mientras Milo se dirige al templo de Escorpio por el largo camino de escaleras de mármol, sus pensamientos se remontan al día en que conoció a Asakara. El sol de la tarde proyectaba un cálido resplandor dorado sobre las majestuosas estructuras e iluminaba suavemente el camino. El aire estaba cargado de la solemne belleza que rodeaba al Santuario, y Milo se llenó de nostalgia y grandeza al recordar su infancia. En este tranquilo entorno, Milo recordó el día en el Santuario en que se encontró por primera vez con el resto de sus compañeros, los Caballeros Dorados.
El discurso del Patriarca resuena en la mente de Milo tan claro como si el tiempo no hubiera pasado, infundiéndole una sensación de destino y determinación. Los Santos de Oro se encontraban reunidos en torno al Patriarca, los imponentes pilares de mármol proporcionaban un impresionante escenario para la solemne ocasión. El ambiente estaba cargado de expectación cuando el Patriarca, con aspecto solemne, comenzó su discurso de bienvenida:
"Bienvenidos, Caballeros Dorados. Hoy marca el comienzo de una era prometedora. Cada uno de ustedes ha sido elegido por el destino para proteger la paz y la justicia en la Tierra. En este lugar sagrado, descubrirán sus verdaderos poderes y el significado del valor y la lealtad. Aunque son jóvenes, sus corazones son fuertes y sus voluntades inquebrantables: Mu de Aries, Aldebarán de Tauro, Saga de Géminis, Máscara de Muerte de Cáncer, Aioria de Leo, Shaka de Virgo, Milo de Escorpión, Aioros de Sagitario, Shura de Capricornio, Camus de Acuario y Afrodita de Piscis".
Milo recuerda como mientras escuchaba las emotivas palabras del patriarca, se distrajo brevemente al ver una joven de pelo castaño y ojos grandes y brillantes. De pie, y separada del resto del grupo observaba atentamente con sus grandes ojos brillantes bajo el sol de la tarde. La serena atmósfera del Santuario parecía rodearla, aumentando su misterio e inocencia. Intrigado, Milo no pudo evitar hablarle. "Tú debes de ser Libra", le dijo. Avergonzada, Asakara se escondió rápidamente detrás de un pilar cercano.
"El caballero de Libra se encuentra cumpliendo una importante tarea fuera del Santuario por lo que no lo veremos por aquí", aclaró el Patriarca; y les presentó a la niña escondida como Asakara, la hermana de Shaka de Virgo. "Aunque no es un Santo Dorado como ustedes, entrenará como si lo fuese. Pero no se preocupen, es tan fuerte como cualquiera de ustedes", dijo de forma tranquilizadora y tierna.
Los sentidos de Milo se despiertan al llegar al templo de Escorpión. La imponente estructura se alzaba majestuosa ante él, con una presencia cautivadora bajo el sol del atardecer.
Al día siguiente, Milo llega a la entrada del Santuario muy temprano, casi al amanecer. Viste un atuendo sencillo e informal, alejado de la formalidad de la Armadura Dorada de Escorpión. Cruzado de brazos espera impaciente.
Asakara se acerca con cautela, sintiéndose insegura sin saber que esperar de Milo; después de todo, su hermano Shaka la ha bombardeado con instrucciones sobre cómo debe comportarse.
Milo la saluda con arrogancia: "No estoy seguro de por qué el Patriarca te ha mandado conmigo para esta misión. No es exactamente un viaje adecuado para alguien sin armadura". Sintiéndose frustrada, Asakara responde: " No es que yo haya pedido ir, Milo ". Asakara pacientemente le explica que fue idea de Shaka.
Milo suspira críticamente y añade: "Shaka siempre ha sido... particular. Pero, sinceramente, creo que tú serás más bien un estorbo". Asakara agradece sarcásticamente a Milo sus palabras "alentadoras" y su "confianza" en ella.
Ambos caminan juntos en silencio. El rostro preocupado de Milo echa un vistazo a Asakara. "Las cosas han cambiado desde que ocurrió aquello", comenta, eligiendo sus palabras con cuidado. "Parece que últimamente sólo hablas con Aioria; te has distanciado del resto de nosotros", dice con el ceño ligeramente fruncido. Asakara, con cara de sorpresa, responde: "¿Qué esperabas, Milo? Nada ha sido igual desde entonces".
Desde la muerte de Aioros, todo ha cambiado para Asakara. Durante mucho tiempo, se ha sentido abrumada por el dolor causado por la pérdida de alguien a quien respetaba y admiraba profundamente. Todos en el Santuario están convencidos de la culpabilidad de Aioros, pero ella siempre se ha mantenido firme creyendo en su inocencia.
Asakara no puede si quiera imaginar cómo alguien con tanta compasión como la de Aioros, podría haber cometido un crimen tan terrible. Cada vez que llega a expresar sus dudas, es acusada de ser una ingenua influenciada por su ciega admiración por Aioros. Ha pasado años luchado contra la incredulidad y la frustración de no poder convencer a los demás de la inocencia de Aioros de Sagitario.
El crujido de la grava bajo los pies resuena en el aire, añadiendo una inquietante banda sonora a la tensión entre Milo y Asakara, mientras ambos caminan en silencio. La mirada de Milo está clavada en el horizonte, con los tonos del amanecer proyectando su resplandor sobre el paisaje. Los ojos de Asakara están fijos en el suelo. Su nerviosismo anterior es ahora una certera sensación de confrontación, dejándola en medio de la incómoda situación que tanto había temido.
Rompiendo abruptamente el silencio, la voz seria de Milo se dirige a Asakara: "Es difícil imaginarte pasando todo ese tiempo con alguien que lleva la sangre de un traidor". La respuesta de Asakara es rápida, su tono es serio e inquebrantable: "No hables así de Aioria. No tienes derecho".
Milo vacila momentáneamente, sintiendo el peso de la tensión tácita entre ellos. Se esfuerza por encontrar las palabras adecuadas, sabiendo que su tono pudo haber resultado más duro de lo que pretendía en un principio. También comprende la importancia de completar la misión, por lo que intenta bajar la tensión y suavizando la voz pregunta: "¿Recuerdas que bien la pasábamos de niños cuando aún éramos amigos? Tú, yo... las travesuras que hacíamos ". Asakara sonríe levemente, "Sí, los días en que el Santuario era un lugar alegre". Milo mira a Asakara con esperanza, "Quizás esta misión nos ayude a entendernos de nuevo". Asakara suspira, "Vamos, Milo. Cuanto antes empecemos, antes acabaremos". La frialdad de Asakara es palpable, reflejando claramente su disgusto por la actitud de Milo hacia Aioros y su injusta condena de Aioria.
La sonrisa de Milo se suaviza. "De acuerdo. Pero no esperes que sea pan comido, los Cárpatos son traicioneros. Tienes que estar alerta". Resuelta, Asakara responde: "No intentes asustarme, estoy preparada para lo que venga".
Reencuentro: Asakara y Milo se enfrentan a sus miedos.Ese mismo día, cuando el sol está a punto de ponerse, Asakara y Milo llegan a las afueras de un pequeño pueblo. El pueblo se encuentra en un sereno valle rodeado por los montes Cárpatos. Como es el fin del verano, la nieve se está derritiendo, creando arroyos cristalinos que bajan por las laderas, alimentando los ríos que serpentean por el valle.
Las casas del pueblo son pintorescas. Están construidas en madera y piedra; muchas tienen tejados a dos aguas cubiertos de tejas rojas. Los jardines están llenos de flores silvestres, que añaden toques de color al paisaje. Los caminos de tierra están bordeados de árboles altos y frondosos. A lo lejos, extensos bosques de abetos y pinos se extienden hasta donde alcanza la vista.
Milo mira a su alrededor, sintiendo una extraña energía en el aire. Asakara, serena pero alerta, coincide. Caminan por el polvoriento sendero que conduce a la aldea, con los ojos fijos en las montañas que se alzan a lo lejos. A medida que se acercan, distinguen junto a un árbol una figura encorvada que los observa atentamente.
A medida que Asakara y Milo avanzan, pueden ver con claridad a un hombre mayor de rostro curtido y mirada cautelosa que se levanta lentamente al verlos acercarse; sus modestas ropas ondean ligeramente con la brisa. Con un gesto vacilante, el hombre se acerca a los recién llegados. "¿Son viajeros?", pregunta con voz temblorosa y mostrando desconfianza.
Milo asiente con expresión seria. "Estamos buscando información. Nos han dicho que hay problemas en este pueblo y hemos venido a ayudar".
El aldeano asiente con vehemencia y desesperación: "Sí, es verdad. Ha llegado un guerrero que está aterrorizando a todo el mundo, preguntando sin cesar por la ubicación de un antiguo templo. Nadie se atreve a enfrentarse a él".
Asakara pregunta con firmeza: "¿Dónde está ahora? ", el aldeano traga saliva y señala con su mano temblorosa: "Allí, en la plaza".
Asakara y Milo intercambian una mirada de complicidad. Milo se levanta decidido, "Vamos, Asakara. No podemos dejar que esto siga así"; dice mientras se pone su armadura de Escorpión y al terminar entran en el pueblo, dirigiéndose hacia la plaza.
A medida que se acercan, el murmullo de la multitud y los gritos del guerrero se escuchan más claros. El miedo de los aldeanos es palpable. Asakara y Milo se acercan a la plaza, donde pueden distinguir al guerrero: un hombre de presencia imponente y enigmática. Es atlético y está lleno de cicatrices; lleva el pelo corto y negro azabache, y sus ojos son tan grises como una tormenta.
Con aire protector, Milo indica a Asakara que debe hacerse a un lado y mantenerse a salvo, antes de avanzar con determinación hacia donde se encontraba el guerrero golpeando sin piedad a un aldeano. El guerrero se percata de la presencia de Milo y comienza a dirigirse hacia él.
La armadura del guerrero es imponente, forjada en un metal oscuro y brillante. El casco le cubre la cabeza con una visera en forma de la constelación de Orión y cuernos, que simbolizan las estrellas Betelgeuse y Rigel. La coraza, decorada con runas antiguas emite un resplandor azul con una gema de obsidiana tallada con la imagen de una espada en el centro. Las hombreras están ornamentadas con figuras de lobos espirituales y unos robustos brazaletes adornados con escudos complementan su diseño.
El guerrero avanza hacia Milo con una sonrisa maliciosa y una actitud desafiante. Cuestiona la presencia de un Caballero de Atena tan lejos del Santuario y se presenta así mismo como Edrik, el Caballero Fantasma de Orión, y declara que será él quien derrote al Caballero Dorado.
Edrik confronta a Milo, con los ojos ardiendo de determinación, desatando una maniobra calculada. Una oleada de adrenalina recorre sus venas, dominando sus sentidos con la prisa de la batalla. La postura de Milo permanece inquebrantable mientras el peso de la responsabilidad cae sobre sus hombros, amplificando cada latido hasta convertirlo en un rugido ensordecedor.
En un repentino estallido de movimiento, Edrik extiende sus brazos, lanzando una inesperada maniobra: !**Visión Fantasma**!, envolviendo a Milo en una espesa niebla con su técnica. La niebla distorsiona los sentidos de Milo, sumiéndolo en una oscuridad que lo desorienta. Su pulso se acelera y su respiración se vuelve superficial mientras lucha por encontrar nuevamente un foco en medio de un abismo arremolinado, una sensación sofocante pesa sobre su pecho.
Cuando la niebla se disipa, Milo se queda atónito al ver a su amigo Camus de Acuario brutalmente herido. La conmoción y la angustia se apoderan de él y amenazan con acabar con su temple.
Mientras tanto, los aldeanos observan consternados cómo su entorno, antes pacífico, queda destrozado por el violento enfrentamiento que ocurre ante ellos. La urgencia de la situación es palpable, y el miedo y la tensión impregnan el aire mientras buscan refugio del violento espectáculo.
Sobresaltado por la inquietante aparición de su amigo herido, la concentración de Milo vacila momentáneamente, y el Falso Camus aprovecha la distracción para lanzar un nuevo ataque: ¡**Inmovilización de pavor**!, la energía oscura envuelve a Milo, dejándolo inmóvil.
Alarmada, Asakara corre hacia el combate. Al ver a Milo en peligro, rápidamente enciende su Cosmos preparándose para pelear: ¡**Om**! Con esta técnica libera un gran golpe de energía hacia Orión. El golpe desequilibra a su enemigo, pero éste contraataca rápidamente con su técnica: ¡**Visión Fantasma**!
En respuesta, Asakara se enfrenta ahora a una versión oscura y despiadada de sí misma, una doble malvada y amenazadora. Asakara Malvada se enfrenta a ella, declarándola débil y un blanco fácil. Asakara, cargando su Cosmos, utiliza ¡**Khan**! para activar su defensa impenetrable, protegiéndose de los ataques.
Sin embargo, Asakara Malvada desata una técnica devastadora: !**Fuego Oscuro**!, rodeando a Asakara con llamas oscuras. Asakara responde con la !** Invocación de Espíritus **!, un ataque indirecto que convoca solemnemente a una horda de espíritus para hacer frente al fuego. Asakara Malvada, enfurecida, amenaza cruelmente a su contrincante sugiriendo irónicamente que tal vez sería más fácil acabar primero al Caballero de Escorpión, dado que él está indefenso, mientras que ella no para de defenderse cobardemente.
Milo inmovilizado, observa angustiado el desarrollo de la batalla. Asakara Malvada lanza un poderoso ataque en su contra: ¡**Rayo de Orión**!; una ráfaga de energía luminosa se precipita rápidamente hacia él. Asakara no quiere que salga herido y se apresura a protegerlo con su técnica defensiva ¡**Khan**! Sin embargo, en el proceso de detener el ataque, resulta herida y cae inconsciente al suelo.
Furioso y alimentado por su intenso Cosmos, Milo se libera de su parálisis. Con la mirada feroz fija en su oponente, de forma amenazante, levanta la mano y se dirige a su enemigo: "Escucha bien, Edrik de Orión, esta técnica se llama Agujas Escarlata, un ataque que inflige una serie de 15 golpes de precisión en tus puntos vitales. Cada aguja causa un dolor indescriptible y paraliza una parte de tu cuerpo. Como has agotado mi paciencia, sufrirás 14 agujas a la vez".
Milo de Escorpión desata su técnica especial ¡**Agujas Escarlata**!, infligiendo golpes de precisión sobre Asakara Malvada, al recibirlos se transforma de nuevo en Edrik de Orión.
Milo le ofrece a Orión una oportunidad para redimirse; sin embargo, adolorido pero resuelto, Edrik afirma que prefiere morir antes que traicionar a su diosa. Rápidamente y con autoridad Milo pregunta: "¿Qué diosa?". A pesar del dolor, Edrik se niega a hablar. Por lo que, sintiendo una mezcla de respeto y decepción, Milo adopta su última postura de combate: ¡**Aguja Escarlata de Antares**!
Después de correr al lado de Asakara, Milo se siente aliviado al encontrarla despierta, aunque todavía se encuentra herida. Milo nota como Asakara se esfuerza por restar importancia al dolor. Con una mezcla de alivio y preocupación, Milo la reprende suavemente, diciéndole: "Eres necia", y cuidadosamente la levanta y se aleja, dejando atrás el cuerpo de Edrik de Orión.
1.6 La leyenda de Melínoe: el conflicto de las sombrasMilo y Asakara se encuentran en el interior de una modesta habitación de posada. Asakara se encuentra recostada en la cama mientras Milo termina de curarle la herida en su costado derecho; presionando suavemente la venda contra su piel, siente como el calor de su cuerpo se filtra a través de ella. Al encontrarse con su mirada, puede notar dolor en sus ojos.
"Ya está, ahora deberías sentirte mejor", dijo Milo. Asakara amablemente le agradece mientras lo mira con una suave sonrisa. "Es bueno saber que tienes este talento", añadió en tono agradecido.
Impresionado por su fuerza, Milo dice: "No es nada comparado con lo que hiciste por mí. La batalla contra esa versión malvada de ti misma fue impresionante". Asakara sonríe débilmente y murmura: "Sólo hice lo que tenía que hacer".
El sacrificio de Asakara conmueve profundamente a Milo. "Arriesgaste tu vida para protegerme, y te lo agradezco, pero sinceramente, no era necesario. Habría encontrado la forma de enfrentarme a Orión yo solo", dice orgullosamente.
Suspirando suavemente, Asakara responde sarcásticamente, mostrando una mezcla de exasperación y sarcasmo: "Claro, Milo". Se siente menospreciada.
Dejando atrás su frustración, Asakara pregunta a Milo por qué la ilusión de Orión se convirtió en Camus. Milo vacila momentáneamente, sus ojos distantes mientras considera la pregunta. "Me parece que fue porque enfrentarme a un amigo en combate sería mi mayor temor", responde finalmente, con una leve arruga en el entrecejo.
Mientras observa a Asakara, una sonrisa irónica se dibuja en sus labios. "Es interesante que, en tu caso, la ilusión adoptara la forma de una versión malvada de ti misma", dice, cambiando sutilmente de conversación y redirigiendo el foco hacia la experiencia de Asakara con auténtica curiosidad.
Tumbada en la cama, sintiendo el cansancio en los huesos, Asakara intenta cambiar de tema: "Estoy agotada... Gracias por todo, Milo. De verdad". Le dolía el cuerpo y ansiaba el abrazo del sueño. Cerró los pesados párpados y dejó escapar un largo suspiro de satisfacción. A pesar del dolor persistente, se sentía segura con la presencia de Milo.
Milo se sienta a un lado, vigilándola con mirada protectora. Se inclina hacia ella y le susurra: "Que duermas bien...". Sus dedos acarician su pelo, sintiendo su delicada suavidad bajo su tacto, un tacto que se detiene un momento más de lo necesario.
Asakara sueña vívidamente, se ve a sí misma de pie ante las imponentes puertas del inframundo. Envuelta en niebla y sombras, se siente rodeada de una atmósfera densa y oscura. De repente, aparece ante ella una mujer que sostiene un cetro envuelto en energía negra, con voz firme se dirige a Asakara llamándola "Hécate". Asakara responde: "Melínoe, debes detener esta locura". Melínoe expresa una profunda ira y un deseo de venganza, afirmando que el Caos debería gobernar el universo.
La tensión aumenta a medida que ambas mujeres preparan sus próximos movimientos, y el choque de energías crea explosiones de luz y oscuridad. Hécate afirma que la justicia y el equilibrio prevalecerán e invoca los nombres de Perséfone y Zeus, sugiriendo un propósito mayor.
La furia de Melínoe crece y señala con vehemencia el maltrato que ha sufrido. A medida que se desarrolla el sueño, el enfrentamiento entre las dos mujeres se intensifica, y Asakara siente que el destino del mundo depende de esta confrontación.
En un acto final, Hécate, decidida, saca un cofre cubierto de inscripciones antiguas y símbolos mágicos que brillan intensamente. Melínoe ríe: "¡Eso no bastará para retenerme! No, ¡no me encerrarás tan fácilmente!". Con determinación, Hécate sella a Melínoe en el cofre diciendo: "¡Yo, Hécate, diosa de la luna nueva y de las encrucijadas, te sello en este cofre! ¡Nova Nyx**! El cofre se cierra con un fuerte crujido, y las inscripciones brillan intensamente antes de volver a su estado de sombra, dejando a Asakara soñando inquieta, murmurando un nombre: "Melínoe".
El sol entra por la ventana, proyectando un cálido resplandor sobre la habitación. Milo está dormido, sentado en el borde de la cama, con la cabeza inclinada hacia abajo. Asakara, tumbada en la cama, con la cabeza apoyada en el regazo de Milo, lo mira mientras se despierta.
"Asakara", se sobresalta Milo, con la cara enrojecida por la vergüenza, mientras se levanta rápidamente, casi tropezando. Su expresión muestra una mezcla de nerviosismo y orgullo. "Buenos días, ¿cómo te sientes?", pregunta, con evidente curiosidad. "Increíblemente bien", responde Asakara con optimismo.
Milo está intrigado: "Anoche tuviste unos sueños bastante inquietos", observa. "Murmurabas algo... un nombre: Melínoe". "¿Melínoe?" Los ojos de Asakara brillan de interés.
Inhalando profundamente, Asakara recuerda: "Es la diosa de los fantasmas y los espíritus, asociada a la locura y el miedo. Cuando era niña, el Maestro Shion solía contarme esa historia. ¿Y si este sueño fuera una premonición?". Asakara se vuelve hacia Milo, buscando su reacción.
Milo levantando una ceja le responde: "¿Una premonición, dices?". Su tono teñido de escepticismo no podía ocultar un ligero matiz burlón. Asakara asintió, y Milo extendió la mano, colocándola teatralmente sobre la frente de Asakara como tomando su temperatura. "¿Seguro que te encuentras bien?", preguntó con sarcasmo.
Más tarde, Asakara y Milo se encuentran en el corazón de la aldea, rodeados de aldeanos curiosos. Con insistencia, buscan revelar los misteriosos motivos del caballero de Orión.
Uno de los aldeanos se encoge de hombros, desconcertado, y admite: "Lo siento, no sé de qué estás hablando". Milo intercambia una mirada con Asakara, transmitiéndole su frustración compartida. Asakara mira a lo lejos, reflexionando sobre su próximo movimiento. "Vayamos a la iglesia", sugiere, con los ojos llenos de determinación. Quizá encontremos información allí.
El dúo se dirige a la iglesia, cuya antigua estructura se levanta misteriosa. Al entrar por las antiguas y pesadas puertas, los envuelve una atmósfera de solemnidad y enigma. Mientras caminan por el pasillo hacia el altar, los ojos de Asakara se fijan en las paredes adornadas con un mural poco ortodoxo.
"Mira ese mural; no parece católico", comenta, con voz apenas por encima de un susurro. El mural representa dos figuras femeninas enigmáticas rodeadas de símbolos crípticos y letras griegas.
Con una leve sonrisa en los labios, el pastor se acerca a ellos: "Ese mural fue realizado por un artista desconocido hace siglos", cuenta. "Hay muchas leyendas sobre él".
Milo, señalando el mural, comenta: "Parece una escena de combate. Y el escenario podría ser la puerta al inframundo". Asakara, con curiosidad, empieza a descifrar las inscripciones. Al darse cuenta de repente, exclama: "¡Mira, Milo! Dice 'Melínoe'... ¡es un sello!".
1.7 El Templo de las Sombras: El encuentro con el destinoEl denso bosque de los Cárpatos está envuelto en un silencio inquietante mientras, solo se escucha el crujir de las hojas de los pasos de Milo y Asakara atravesando los árboles centenarios. Milo parece inseguro, pero sigue decidido en confiar en Asakara, que emana seguridad. La confusión de Milo se hace patente cuando le pregunta a Asakara por su propósito.
"El lugar que buscamos debe sentirse vacío, sin energía espiritual", afirma Asakara con confianza, cerrando los ojos y concentrándose en sentir la energía del bosque. Como la diosa Melínoe está asociada con los espíritus errantes y los fantasmas, Asakara cree que su sello debe estar oculto en algún lugar entre el mundo y el inframundo. Con curiosidad comenta: "Este bosque está lleno de energía espiritual y fantasmas. Vamos, sígueme". Milo, aunque confuso, decide darle una oportunidad mientras ella se adentra en el bosque, confiando en sus instintos.
Se adentran aún más en el bosque, ascendiendo hacia los Cárpatos. La energía espiritual se intensifica a medida que avanzan, Asakara puede percibir claramente la presencia de espíritus errantes, esperando la guía de su diosa.
Finalmente, tras una larga y traicionera caminata, llegan a un antiguo templo oculto entre las montañas. El templo está adornado con intrincados símbolos místicos y parece estar protegido por poderosas barreras de energía. A medida que se acercan, Asakara siente un vacío repentino, como si la energía espiritual que les había guiado hasta entonces hubiera terminado abruptamente. No puede evitar un escalofrío mientras comenta: "La energía espiritual se detiene aquí. Este vacío es casi abrumador. ¿Puedes sentirlo, Milo?"
Milo también percibe el cambio en la atmósfera. Un aura oscura palpable parece envolver el templo, provocándole escalofríos. Con profunda preocupación en su voz, insta a Asakara: "Recuerda que estás herida. Pase lo que pase, no debes interferir en la lucha. No llevas armadura, y eso es peligroso. Aunque el poder de tu Cosmos es grande, tu cuerpo es vulnerable como el de cualquier ser humano".
Asakara accede a regañadientes y se retira a un lugar seguro, observando con preocupación cómo la atmósfera se vuelve tensa, cargada de energía cósmica. Una figura, Omar, el Caballero Fantasma de Circinus, permanece en calma en el centro del templo en ruinas. Es un hombre de estatura imponente, vestido con una armadura añil oscura que se desvanece en negro, con un casco curvo con cuernos y una presencia amenazadora.
El silencio de la noche se ve interrumpido de repente por el suave sonido de los pasos de Milo. Omar se enfrenta a Milo con una mirada amenazadora: "Así pues, el destino ha puesto ante mí al asesino de mi compañero. Por fin podré vengarlo. Soy Omar, el Caballero Fantasma de Circinus. Y juro que pagarás por lo que le has hecho a Edrik", declara Omar con una feroz determinación. Milo, rebosante de confianza, replica: "Tus amenazas no me asustan".
Omar lanza su primer ataque ¡**Atadura de la Sombra**! Energía oscura se manifiesta en sus dedos, ejerciendo una presión invisible que reduce drásticamente la agilidad de Milo. Intrigado, Milo siente el peso de su cuerpo y se pregunta: "¿Qué es este poder? Siento que mi cuerpo pesa..."
Milo, emite ondas de energía mental e intenta inmovilizar a Omar, exclamando ¡**Restricción**! Sin embargo, Omar parece apenas afectado, sonriendo maliciosamente y declarando: "Tus esfuerzos son inútiles Escorpión. El destino ya ha sido esculpido. El sello de mi diosa se ha debilitado, y ella me ha bendecido con su poder.
Un enjambre hecho de sombras y arena rodea a Milo mientras Omar invoca el ¡Cincel de la Desesperación**!, envolviendo a Milo en un bucle temporal lleno de sufrimiento y confusión. Luchando por distinguir entre el pasado y el presente, Milo se esfuerza por concentrarse y lanza ¡Agujas de Escarlata!, apuntando directamente a los puntos vitales de Omar. Las agujas atraviesan el escudo de sombras de Omar, pero no lo suficiente como para detenerlo.
Confiado en su poder, Omar conjura: ¡**Destello de la Perdición **! Cadenas de energía oscura estallan del suelo, atando a Milo y sometiéndolo a una visión de un enfrentamiento a muerte con su amigo Camus de Acuario.
Milo observa la visión se despliega ante él, se ve a el mismo preparándose para desatar su ataque ¡**Aguja de Escarlata**! En respuesta, Camus, blandiendo su puño helado, intenta congelar a Milo con su ¡**Ejecución Aurora**! Los dos poderes chocan mientras Milo declara desafiante: "No importa si estoy herido, llegaré tan lejos como me lleve mi Cosmos". Camus, igualmente decidido, pronuncia: "Que el silencio absoluto te consuma hasta que la muerte te devore de nuevo".
En un último esfuerzo, Milo, consciente de que se trata de una ilusión, concentra toda su energía y desata su técnica más poderosa: ¡**Aguja Escarlata de Antares**! La aguja carmesí ilumina las ruinas, penetrando en las defensas de Omar y causándole un daño crítico. Omar, cayendo de rodillas, sólo puede murmurar: "¡Imposible...! ¿El destino... derrotado por un caballero dorado...?".
Milo, manteniéndose firme, responde: "El destino puede intentar controlarnos... pero nunca controlará nuestra voluntad".
Mientras Omar yace en el suelo del templo, Milo se alza victorioso, evaluando los daños después de la intensa batalla. Sin embargo, a pesar del triunfo, un persistente sentimiento de angustia arrastra el corazón de Milo. La ilusión de la pelea con Camus sigue atormentando sus pensamientos, ensombreciendo su victoria. "Por fin hemos derrotado al enemigo", declara. Asakara, con ojos que reflejan alivio, responde: "Sí, ahora podemos...".
1.8 El sello de Melínoe: el enfrentamiento del miedoAsakara se detiene súbitamente a mitad de la frase, mientras fija su mirada en un antiguo cofre de metal oscuro adornado con misteriosas runas que descansa en un rincón del antiguo templo. El cofre vibra suavemente, emitiendo un brillo sordo y etéreo. Cuando intenta acercarse al cofre, Milo interviene bruscamente, con una voz cargada de urgencia. "¡Cuidado!"
La atmósfera dentro del templo se intensifica, y una inquietante tensión se apodera de las ruinas. Una presencia mística comienza a materializarse y un temblor sacude los cimientos de la estructura. Polvo y fragmentos de piedra caen del techo mientras el cofre emite una luz brillante y etérea que proyecta sombras inquietantes por toda la sala. El aire se vuelve inusualmente frío. Asakara señala sorprendida: "¡El cofre...!".
Una niebla espesa y brillante se filtra por las grietas del cofre, envolviéndolo lentamente. La energía de Melínoe comienza a impregnar la atmósfera, infundiendo en el aire una presencia abstracta, casi sofocante. Sintiendo todo su cuerpo tensionado, Milo se pregunta: "¿Qué es esta sensación?".
El cofre se abre con un gemido metálico, liberando por completo la esencia de Melínoe. Un aura resplandeciente se cierne sobre las ruinas, y una voz distante resuena como un susurro penetrante que impregna de forma siniestra el aire: "Puedo sentir sus miedos, sus dudas, sus inseguridades... Cada uno de ellos alimenta mi fuerza".
Asakara y Milo sienten una fuerza opresiva sobre sus hombros, que les pesa y les obliga a arrodillarse. La voz de Melínoe, teñida de burla, dice: "Oh, niña bonita... ¿Es posible que no sepas quién eres? Qué ironía: ¡la naturaleza humana es tan desesperadamente débil! Es tan especial despertar así y encontrarte cara a cara con tu gran rival en tal desventaja".
Asakara y Milo luchan por mantenerse en pie, pero son incapaces de resistir el asalto. La voz de Melínoe se burla de Milo: "Oh, Escorpio... ¿el miedo a enfrentarte a tus amigos te debilita? Esa visión que te mostró Circinus era en efecto tu futuro, haces bien en temerlo".
La sonrisa siniestra de Melínoe es audible mientras continúa: "Escorpio, valiente guerrero, ¿cómo pesa en tu conciencia el destino que no puedes controlar? Hoy te haré prisionero de tu incertidumbre. Imagina tus miedos más profundos: no temerás perder, ni temerás ganar. No lo sabrás, y ésa será tu tortura eterna".
La mente de Milo se enreda en un doloroso nudo de dudas. Se siente prisionero en un laberinto mental lleno de la desgarradora incertidumbre creada por Melínoe. La sombra de la duda le consume, sin un final a la vista.
Las inquietantes palabras de Melínoe permanecen en su mente mientras la diosa se dirige cruelmente a Asakara: "Nunca estarás al nivel del gran Shaka de Virgo, para él tu rebeldía siempre será una carga. Él sólo encarna la virtud, y tú no eres más que una vergüenza para él". El peso de estas palabras se siente como una carga imposible sobre sus hombros.
"Asakara... cuánta culpa por la muerte de Aioros". El ataque de Melínoe se vuelve aún más perverso mientras continúa: "Deberías estar ahogándote en culpa, sabiendo que fueron tus palabras irresponsables las que causaron su prematura muerte. Eres responsable de su fallecimiento, y esa carga te perseguirá el resto de tus días". Sus palabras están llenas de crueldad e infligen una profunda herida a Asakara.
La mente de Asakara está atormentada por su implacable autoculpabilidad, perseguida por la creencia de que sus palabras desencadenaron la fatal secuencia de acontecimientos. Cada momento que pasa es un cruel recordatorio de la hipotética realidad alternativa en la que ella guardó silencio y Aioros vivió. El peso de su responsabilidad se hace más pesado con cada lágrima que cae, atándola en un sofocante abrazo de culpa.
La voz de Melínoe se vuelve cruel y aún más sarcástica: "Milo, te compadezco. Ella siempre ha preferido a otros antes que a ti: Primero Aioros, el traidor; ahora Aiora, quien comparte su misma sangre. Al parecer todos son mejores que tú. Qué patético, saber que nunca te verá como a ellos". Milo dirige una mirada llena de orgullo y resentimiento hacia Asakara. Ella le responde entre lágrimas: "¡Eso no es cierto, Milo! A pesar del tiempo que hemos estado distanciados, siempre has sido importante para mí". La voz de Melínoe se vuelve burlona y se ríe: "¡Jajajajaja, esto es entretenido!".
Asakara se da cuenta del alcance de la manipulación de Melínoe e intenta desesperadamente razonar con Milo, sonando sincera mientras suplica: "¡Milo, por favor, no la escuches, confía en mí!". Asakara hace estallar su Cosmos. Milo, al mirarla, eleva también su Cosmos al máximo. Con gran esfuerzo, ambos consiguen moverse para lanzar sus respectivos ataques. Milo, decidido, pronuncia ¡**Agujas escarlata**! Asakara, igualmente decidida, grita ¡**Nova Nyx**! Una explosión de luz y energía inunda la escena cuando ambos lanzan sus técnicas combinadas y se dirigen imponentes hacia Melínoe.
Al igual que en el sueño, Melínoe forcejea y grita, pero es arrastrada inevitablemente hacia el cofre. Asakara se arrastra por el suelo y cierra con fuerza el cofre. Con su Cosmos encendido al máximo y en un estado que parece de trance, dice: "Melínoe, yo Hécate te sello en este cofre".
1.9 Metamorfosis: La batalla entre el bien y el malEl Patriarca, con su túnica característica y su pesada máscara, se encuentra sentado en su trono, emanando su imponente autoridad. Milo de Escorpión está de pie ante él, reportando lo sucedido en el monte Cárpatos.
El Patriarca, intrigado se inclina hacia delante, está fascinado por la historia de Milo: "Así que, me estás diciendo que Asakara se enfrentó a una versión distorsionada de sí misma. Eso es particularmente interesante. ¿Por qué crees que ocurrió esto?"
Milo, con la mente vagando de vuelta al encuentro, habla pensativo. "Creo que Asakara se enfrentó a su mayor miedo: enfrentarse a sí misma. Lo supongo porque cuando yo me enfrenté al enemigo, éste tomó la forma de un gran amigo, lo que representa mi mayor miedo".
Milo elige cuidadosamente sus palabras, buscando revelar la mínima información posible. Siente un extraño malestar al describir la repentina mención del nombre de Aioros, el traidor, por parte de Melínoe. Esas acusaciones contra Asakara lo confunden, y se pregunta por qué ella se sentiría responsable por la muerte de Aioros, y dirigiéndose al Patriarca subraya que la situación no tiene sentido.
Al Patriarca, cuyas reacciones se ocultan tras la máscara, el relato le preocupa. Asakara parece saber algo sobre la muerte de Aioros. El Patriarca es el único culpable de su muerte, y necesita asegurarse de que este secreto permanezca oculto al igual que su verdadera identidad.
La curiosidad y el escepticismo del Patriarca son evidentes mientras escudriña a Milo. Le sorprende enormemente que ambos hayan sido capaces de restaurar el sello de un Dios, ya que para realizar dicha hazaña, se requiere de un gran poder. Las acciones de Milo hablan por sí solas cuando le entrega el cofre que contiene el sello. El Patriarca toma el cofre con autoridad y le despide con un gesto.
El Patriarca se queda solo al cerrarse la puerta. Sumido en sus pensamientos, mira el cofre y murmura burlona e irónicamente: "... su peor miedo, enfrentarse a sí misma...", seguido de una risa irónica. "Eso, lo entiendo mejor que nadie".
Mientras el Patriarca se ve envuelto momentáneamente en una oleada de contemplación. Sus pensamientos vagan por el laberinto de sus recuerdos y, por un momento, se ve transportado a esos días de su pasado como Saga.
Una voz dentro de la mente del Patriarca le advierte que no permitirá que cause problemas, no condenará a una joven a su mismo destino. Molesto, el Patriarca interrumpe bruscamente y retando a la voz pregunta: "¿Y tú, que harás al respecto?". Saga está decidido a no permitir que el Patriarca siga adelante con sus planes y se compromete a hacer todo lo que esté en sus manos para detenerlo. Sombrío, con una media sonrisa, el Patriarca declara que hará lo que le plazca, recordándole Saga quién de los dos es el que los ha controlado durante los últimos diez años.
El Patriarca cierra los ojos y respira hondo. Su mente empieza a divagar, recordando sus luchas internas. Mientras reflexiona, siente que la tensión crece en su pecho, el recuerdo de una batalla interior. El aire se siente pesado, cargado con las energías en conflicto de sus dos personas.
La mirada de Saga estaba llena de firmeza, su rostro endurecido ocultaba la profunda ansiedad que atormentaba su mente. El viento soplaba en el Templo Géminis, arrastrando una melodía inquietante, como si la naturaleza fuera testigo de la rivalidad que se desarrollaba en el interior de la casa. Saga se encuentra inmerso en una acalorada discusión con su hermano gemelo Kanon, acerca de la decisión del patriarca Shion de nombrar sucesor a Aioros, el Caballero de Sagitario.
Saga recuerda vívidamente aquel enfrentamiento. Aún podía sentir el peso del aire cuando su hermano, Kanon, le confirmó su inconcebible plan de matar a Atena. La incredulidad se apoderó de él, mientras luchaba por comprender la siniestra proposición de su hermano. Su corazón se aceleró, incapaz de aceptar la traición de su propia sangre.
La conversación resuena todavía en su mente, aún puede escuchar a Kanon hablando seductoramente, intentando tentarlo para participar en su traicionero plan. Las palabras rebotan en la cabeza de Saga, que inmediatamente sintió una oleada de exasperación e incredulidad ante la audacia de Kanon. El conflicto en su interior se intensificó cuando Kanon, desafiando su propia identidad, lo acusa de albergar la misma oscuridad que él en su corazón.
La confusión interior de Saga era palpable mientras lidiaba con las acusaciones constantes de Kanon. Podía sentir la batalla emocional y psicológica en su interior, dividido entre sus nobles responsabilidades como Santo y las inquietantes revelaciones sobre su naturaleza.
La discusión continúo escalando hasta alcanzar el clímax cuando Saga y Kanon desencadenaron simultáneamente su poderosa técnica: ¡** Explosión de Galaxias **!, dando lugar a un torbellino de fuerza mientras se enzarzaban en una feroz e implacable batalla. Los movimientos calmados y calculados de Saga contrastaban fuertemente con los ataques implacables y apasionados de Kanon.
Mientras Kanon luchaba sin descanso, Saga no pudo evitar sentirse molesto por el enfoque emocional de su hermano: "Tus emociones nublan tu juicio, Kanon. Nunca igualarás mi destreza si te dejas llevar por una rabia ciega", comentó Saga con decepción y tristeza.
Intentando sorprender a Kanon, Saga trató de usar su técnica ¡**Otra Dimensión**! Anticipándose al movimiento de Saga, Kanon contraatacó rápidamente con su técnica ¡**Triángulo Dorado**!, enviando el ataque de Saga a otra dimensión.
Enfurecido, Kanon desató una ilusión, creando múltiples clones de sí mismo que rodearon a Saga. Confiado, Saga le recordó a Kanon: "Por mucho que intentes escapar, hermano, siempre serás una sombra de mí, el verdadero Géminis. Todo lo que has conseguido, lo has hecho a mi costa, engañándote a ti mismo a cada paso".
Sintiendo el origen del Cosmos enfurecido de su hermano, Saga contraatacó inmediatamente con una versión refinada de su técnica, ¡**Otra Dimensión**!, con este ataque, Saga manipuló el espacio para abrir un portal al Cabo Sunion y sellar el destino de Kanon. Con un último estallido de energía cósmica, Saga logró debilitar a Kanon lo suficiente como para asegurar su confinamiento: !**Cierre dimensional**!, anunció Saga mientras sellaba la dimensión alrededor de Kanon, asegurando que su escape fuera imposible.
Desesperado, Kanon suplicó ser liberado, pero Saga se mantuvo firme: "Kanon, debes permanecer allí hasta que tu mente maligna desaparezca y Atena te perdone".
"Somos hermanos de sangre. Sí, yo soy malvado, entonces tú también lo eres, no te engañes a ti mismo. Algún día, tu maldad te controlará". Kanon estalló desafiante, sus palabras cortaban el aire como un cuchillo. Saga podía sentir el peso de las acusaciones, su mirada feroz taladraba a Kanon.
El recuerdo de la manipulación de Kanon aún perdura en la mente de Saga. Su voz resonaba en las profundidades de su conciencia, burlona e implacable. "Cuanto más lo niegas, más dejas ver tu verdadero yo. Sus palabras hacían eco en su cabeza, generando un miedo persistente que no lo dejaba en paz. "¡Maldita sea, Saga! Eres malvado; recuérdalo. Jaja. Estás desperdiciando tu poder, te pesará si sigues así. Mataré a Atena yo mí mismo, y voy a tener el control de la Tierra. Entonces será demasiado tarde para que cambies de opinión. ¡Demasiado tarde!", escuchó gritar a Kanon mientras se alejaba sin mirar atrás.
De regreso al Santuario, en un momento de profunda desesperación, Saga se vio reflejado en un charco de agua. Lo que vio lo impactó profundamente: sus ojos, normalmente llenos de determinación y bondad, tenían ahora un brillo inquietante y espeluznante. Su reflejo le había devuelto la mirada con una sonrisa perversa que había torcido sus facciones. Enfurecido, pateó violentamente el charco.
La oscuridad había consumido a Saga, dejándolo indefenso ante su implacable dominio. Desesperado por liberarse del abrazo asfixiante de su alter ego maligno, libera un grito angustiante que resuena como un testimonio abrumador del poder de sus demonios internos.
El patriarca, aún inmerso en sus recuerdos, se transporta ahora a los acontecimientos decisivos que ocurrieron hace diez años en Star Hill. El recuerdo de haber sido ignorado por el patriarca Shion enciende nuevamente una tormenta de frustración e ira en su interior. El vívido recuerdo de la inquebrantable negativa del patriarca Shion a nombrarlo sucesor aviva las llamas de su furia.
La furia se eleva en su mente mientras revive las poderosas emociones de aquel momento. Saga recuerda vívidamente haber asestado el golpe decisivo en el corazón del patriarca Shion mientras gritaba: "¡Muere!".
