Hello, everypony.
aquí su amigo Diabolik kaze con otro capitulo de mi intento fanfic, Quiero aclarar que tanto los personajes de *MLP: FIM* como los OCs de Noru~ Aisurando y Woundead Sky son propiedad de sus respectivos dueños. ¡Muchas gracias por crearlos y por ser mi inspiración para escribir! y ahora sin nada mas que decir vayamos a la que nos reúne el día de hoy, que es la historia.
Después de llegar a casa de Melusine, me dirigí rápidamente a la ducha. El agua caliente me envolvía, lavando el cansancio del día y, al menos en teoría, despejando mi mente. Pero incluso después de salir, no pude deshacerme de esa sensación extraña en el pecho. Me vestí con mi bata y decidí intentar relajarme con algo reconfortante. Saqué un poco de té de rosas del refrigerador de Melusine y me preparé para disfrutar de la tarta que mi hermana había hecho para mí. Estaba a punto de darle el primer bocado cuando una melodía melosa me sacó de mis pensamientos.
Pensé que estaba imaginando cosas al principio, pero al asomarme por el balcón, vi a Blum y Den en el jardín, tocando instrumentos musicales. Blum estaba cantando con una intensidad que casi podía sentir en el aire. La canción era tan ridículamente dulce que sentí cómo mis mejillas se ponían al rojo vivo. La letra era un veneno azucarado:
"Donde me digas voy,
Donde quieras estoy,
Eres la única que mueve mis sentidos,
Por eso te quiero..."*
Mi corazón empezó a latir desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho. ¿Por qué tenía que ser tan persistente? ¿Por qué tenía que ser tan... Blum? Con cada palabra de la canción, mi rostro se ponía más y más rojo. Odiaba que él pudiera hacerme sentir así con tan solo una canción.
Cuando Blum terminó de cantar, mi corazón seguía a mil por hora. Sentía una mezcla de frustración y vulnerabilidad. Quería gritarle, insultarlo en todos los idiomas que conocía, y tal vez arrojarle la maceta que tenía al lado solo para liberar la frustración que hervía dentro de mí. ¿Cómo se atrevía a desarmarme de esa manera?
Pero justo cuando estaba a punto de soltar todo mi veneno, Blum me miró con esa sonrisa estúpida y despreocupada que tenía. Fue suficiente para desarmarme por completo. Antes de que pudiera pensar en lanzar la maceta, dijo algo que hizo que toda mi ira se desvaneciera en un instante:
"Xail, no tienes que decir nada. Solo quiero que sepas que eres todo para mí, y que estaré aquí siempre, aunque solo sea para verte sonreír."
Mis palabras se murieron en mi garganta. La maceta se quedó en su lugar, olvidada. ¿Cómo podía seguir enojada cuando me decía cosas como esas? Blum era un idiota, pero era el único que podía desarmar todas mis defensas con una sola frase. Sentí cómo la rabia se desvanecía, dejando solo esa extraña sensación en mi pecho, ese calor que no quería reconocer pero que tampoco podía ignorar.
"Solo... deja de ser tan ridículamente dulce," logré decir, cruzando los brazos y mirando hacia otro lado para ocultar lo roja que estaba. "No necesito que hagas estas cosas por mí."
Pero incluso mientras decía esas palabras, sabía que no eran del todo ciertas. En el fondo, había una parte de mí que adoraba cada segundo de lo que acababa de hacer, aunque nunca se lo admitiría. No podía permitir que supiera cuánto me afectaba, cuánto lo necesitaba... admitir eso sería reconocer que había perdido esta batalla de sentimientos.
Blum, con su sonrisa de idiota, dijo: "Vaya, hoy te ves más hermosa que de costumbre."
"¡¡¡ERES UN GRANDÍSIMO IDIOTA!!!" exclamé, completamente avergonzada. Mi cara estaba ardiente, y la frustración estaba a punto de estallar de nuevo.
Den, que estaba al lado, comentó: "Aun que no tanto como Noru."
"¡Tarado, la asustas!" dijo Blum, tapando la boca de Den con su casco.
"¡Okey, ahora sí los mato!" gruñí, sintiendo cómo el fuego comenzaba a arder en mi interior de nuevo.
Tomé una gran bocanada de aire y escupí un torrente de fuego en dirección a los dos. No sé cómo pasó, pero mi aliento de fuego salió en un arcoíris mortal que iluminó el lugar por un instante. Blum y Den lograron esquivar mi ataque, pero mi frustración seguía en aumento.
"Jejeje, eres dinamita, nena," dijo Blum, riendo.
"Wow, en todos mis viajes por Equestria no había visto un pony que pudiera hacer eso," dijo Den, completamente atónito.
"Te dije que ella es alguien muy especial," agregó Blum.
"V... váyanse, eso solo fue una advertencia. Si no se van de aquí, esta vez no fallaré," amenacé.
"Jejeje, eres muy graciosa, sabes. Pero tenemos que retirarnos por ahora," respondió Blum, sin perder su sonrisa.
"¡Vete de una maldita vez!" exclamé, furiosa.
"Adiós, señorita Xail. Que pase buena noche, y muchas gracias por ser amiga de Noru," dijo Den, mientras se despedía.
"..."
"Nos vemos mañana, linda Xail," dijo Blum, con esa sonrisa que tanto odiaba.
"Ya cállate, tonto," murmuré, tratando de ocultar la sonrisa que amenazaba con aparecer.
Finalmente, Blum y Den se fueron volando bajo la luz de la luna. Mientras veía a Blum alejarse, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. Casi me dan ganas de vomitar por eso, pero no pude evitarlo. Mi corazón volvió a latir a toda velocidad, y me pregunté qué era lo que tenía ese estúpido pegaso que lograba ponerme tan inquieta.
tras ese bochornoso momento volví a mi habitación a comer por fin mi tarta de manzana y mi té totalmente frío, tras terminar de comer me acomode en mi cama para luego tomar mi almohada y abrazarla mientras me quedaba dormida abrazando mi almohada no pude evitar suspirar por última vez el nombre de ese pegaso idiota.
-blum…-
A la mañana siguiente, me levanté tan temprano que el gallo aún estaba soñando con su desayuno. Tenía que ir a la casa de Twilight para mis lecciones de magia, así que, después de un desayuno ligero con Melusine, ambas salimos hacia el hogar de mi maestra. Al llegar, ya nos estaban esperando Twilight y sus amigas: Starlight Glimmer y Trixie, junto a una tercera unicornio con un estilo tan brillante que casi pensé que estaba encendida.
"Así que tú eres la nueva estudiante de Twilight. Un placer conocerte. Mi nombre es Sunset Shimmer," dijo la unicornio brillante.
"Encantada, Sunset Shimmer. Soy Xail, por si te lo preguntabas," respondí con una sonrisa que pretendía ser cortés, aunque probablemente se veía más como una mueca de cansancio.
Sunset Shimmer giró hacia Twilight con una expresión de "¿Qué acaba de pasar?", pero Twilight solo se encogió de hombros como diciendo que lo dejara pasar.
Una vez hechas las presentaciones, me dieron un libro tan grande que estaba considerando usarlo como arma de autodefensa contra un dragón. Según Twilight, el libro contenía los fundamentos de la magia y debía leerlo para estar al tanto de lo básico. "Lo leeré," prometí, aunque estaba pensando en cómo las páginas del libro podrían ser útiles como alfombra para mi casa.
Después de terminar el monumental tomo, Twilight y las otras acomodaron unas rocas en el patio y me dijeron que las levantara. Pensando que podría usar mis habilidades de fuerza bruta, intenté levantar las rocas con las patas. Resultó que eso no era exactamente lo que esperaban.
"¿Xail, qué estás haciendo? Se supone que debes levantar las rocas con magia, no con tus patas," dijo Twilight, visiblemente molesta.
"Ah… no puedo," respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.
"¿Cómo que no puedes? ¡Ni siquiera lo has intentado!" insistió Sunset Shimmer, frunciendo el ceño.
"¿Qué parte de 'no puedo' no entiendes?" repliqué, comenzando a desesperarme.
"Vamos, haz un esfuerzo. Inténtalo, Xail," dijo Starlight Glimmer con una paciencia digna de un santo.
"Está bien, lo intentaré," asentí, preparándome para lo que estaba seguro sería una tortura.
Concentré toda mi energía en hacer levitar las rocas. Un aura verde pálido rodeó mis cuernos y luego las rocas, que, para mi gran desdén, no se movieron ni un milímetro. No entendía cómo Noru y Twilight podían mover cosas con magia; para mí era como tratar de levantar un yunque con la mente. Finalmente, después de lo que me pareció una eternidad, logré mover las rocas, aunque estaba bastante cerca de desarrollar una jaqueca de proporciones titánicas.
"Listo, ¿están contentas ahora?" pregunté, con el aliento entrecortado.
"No está mal para ser tu primera vez. Ahora, de aquí en adelante, esa será tu tarea: mover las rocas sin que se te reviente una vena de la frente en el proceso," dijo Twilight, con una pequeña risa.
"Pensé que pasaríamos a algo más avanzado, como lanzar Avada Kedavras o el hechizo Imperius," propuse con una mezcla de esperanza y sarcasmo.
"¿Cómo vas a pasar a algo más avanzado si ni siquiera puedes mover tres simples rocas? Además, esos hechizos están prohibidos," respondió Sunset Shimmer con una mirada de incredulidad.
"Pero, ¿igual los puedo aprender?" pregunté, tratando de mantener una chispa de optimismo.
"¡¡¡NO!!!" gritaron Trixie y Starlight al mismo tiempo, como si estuvieran protegiendo el último trozo de pastel en una fiesta.
"Le quitan lo divertido a la vida," murmuré , casi como si estuviera enojada con la diversión en sí misma.
"Jejeje, creo que lo dejaremos por aquí el día de hoy, Xail. Puedes descansar, pero no te olvides de seguir practicando," dijo Twilight, con una sonrisa que parecía decir "lo hiciste bien, ahora vete y no nos hagas pasar por esto otra vez tan pronto".
Salí del lugar, con el deseo de lanzar un hechizo que me permitiera escapar de la realidad. La magia podía ser una tarea ardua, pero al menos tenía la certeza de que la práctica sería la única manera de hacer que mi próxima lección no involucrara otro libro del tamaño de una casa.
Después de que Twilight se marchó con su séquito de aduladoras, me quedé completamente sola. Aproveché el momento para seguir practicando mi magia, aunque la verdad es que cada vez que lo hacía, me invadían los recuerdos de mi antiguo maestro, Askeladd. Ese viejo semental, amigo de mi padre (aunque, honestamente, ¿quién en su sano juicio podría haber sido amigo de ese cerdo?), fue quien me enseñó todo lo que sé, tanto en lo académico como en el arte del combate. Si alguien podría decir que me dejó una herencia, sería él, y esa herencia fue el gusto por las peleas.
Askeladd no era un maestro comprensivo, como Twilight. No, él no tenía la más mínima compasión por los errores, y nunca dudaba en usar métodos duros para enseñar. Si tenía que romperme un par de huesos para que aprendiera, lo hacía sin pestañear. "La letra con sangre entra", solía decir, y vaya si lo creía. En su defensa, no es que yo fuera la alumna más brillante; siempre he sido bastante cabezadura. Mi hermana Nya, en cambio, siempre tuvo un talento natural y rara vez recibía esos "castigos" de Askeladd. A pesar de todo, ese viejo se convirtió en la figura paterna que nuestro verdadero padre nunca fue.
A su manera, Askeladd nos cuidaba cuando estábamos enfermas, se aseguraba de que estuviéramos seguras y no permitía que nadie nos hiciera daño. Pero los errores del pasado siempre vuelven a atormentarnos, y yo sabía que algún día tendría que enfrentar sus errores . El pasado, sin embargo, se presentó de una manera inesperada, en la forma de un potrillo no mayor que mi hermana, de nombre Thorfinn. Aunque ahora, espero que cundo noru recupere su reino, me pregunto si me permitirá alguna vez visitar la tumba de Askeladd y dejarle algunas flores en agradecimiento por lo que hizo por nosotras.
Me sentí nostálgica al recordar aquellos tiempos. A pesar de las dificultades, Nya y yo solíamos correr por el pueblo, jugar en los oasis de la villa y meternos en problemas con los lugareños. Pensaba en aquellos días lejanos cuando una voz familiar me sacó de mis pensamientos.
—¡Xail, holaaaaa! —la voz de Blum resonó a lo lejos.
—B... Blum, ¿cómo rayos diste conmigo? —pregunté, sorprendida.
—Le pregunté a Melusine, y ella me dijo que estabas aquí —respondió con una sonrisa.
—Esa bruja chismosa, luego me ocuparé de ella —murmuré, frunciendo el ceño.
—Además, ayer te dije que te vería hoy. ¿O ya se te olvidó? —dijo, burlón.
—...No se me ha olvidado —respondí, mirando hacia otro lado.
—Xail, salgamos un rato juntos. Anda, di que síiiiiii —insistió Blum con ese tono que tan bien conocía.
—No.
—Vamos, solo un ratito, porfis.
—... —mi silencio parecía no desanimarlo.
—¿Por qué eres tan insistente conmigo? Es decir, solo te he tratado mal para que te alejes de mí, y aun así tú... —no pude terminar mi frase porque Blum me tapó la boca con su casco.
—Porque de verdad quiero conocerte mejor —dijo, mirándome a los ojos con una sinceridad que me desarmó.
—Eres demasiado amable para tu propio bien —murmuré, tratando de mantener la compostura.
—Solo con los ponys que me gustan. Además, en tus ojos se refleja una profunda tristeza y soledad... y quiero ser capaz de cambiar esa mirada triste por una llena de alegría, y borrar esa soledad con mi amor.
—N... no digas tonterías. Mi mirada no es de alguien sola y triste... tengo a mi hermana, y con ella no estoy sola ni triste —traté de convencerme, pero mis palabras sonaron vacías.
—Un amigo me dijo una vez que estar rodeados de ponys no significa que no nos sintamos solos.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, algo confundida.
—No importa, jejeje. ¿Podrías cerrar los ojos un momento? —dijo, ignorando mi pregunta.
—S... está bien, pero no intentes nada pervertido o te arrancaré el... —otra vez no pude terminar la frase, porque Blum volvió a interrumpirme.
Antes de que pudiera protestar, Blum me dio un abrazo cálido, seguido de un suave beso en la mejilla. La sensación era extrañamente familiar, lo que hizo que mis mejillas se pusieran rojas como una manzana. Aún avergonzada, lo vi emprender el vuelo.
—Pasaré a buscarte mañana por la tarde para ir a una cita —dijo Blum con una sonrisa antes de alejarse.
Me quedé allí, entre confundida y sorprendida. Quizás, solo quizás, le daría una oportunidad a ese tonto. Pero por ahora, me concentraría en mi entrenamiento, tanto en magia como en artes marciales. Después de todo, necesitaba despejar mi mente antes de enfrentar lo que sea que Blum me tuviera preparado al amanecer siguiente.
(POV Blum)
A la mañana siguiente, me levanté muy temprano con un objetivo claro en mente: quería regalarle algo especial a Xail, algo que realmente le mostrara cuánto me importa. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a intentarlo. Mi primera parada fue la casa de Denmaku, un pony que ha viajado por todo Equestria y conoce cada rincón de este mundo. Si alguien podía guiarme, era él.
Den me escuchó con atención cuando le expliqué lo que quería hacer. Él sonrió y me dio una idea de dónde podría mandar a hacer el regalo que tenía en mente, pero también mencionó que aún faltaba algo. Algo que significara mucho para Xail. Me quedé pensativo, sin saber por dónde empezar. Entonces, Den me sacó del apuro de nuevo.
"El hermano de Noru IS es amigo de la hermana menor de Xail. ¿Quién mejor que ella para decirte qué le podría agregar al regalo para que sea verdaderamente especial?", sugirió Den con una sonrisa.
No lo pensé dos veces y me dirigí a Sweet Apple Acres en busca de Nya, la hermana de Xail. Al llegar, fui recibido calurosamente por Applejack.
—Buenos días, doctor Woundead. ¿Qué lo trae por aquí tan temprano? —preguntó con su característico acento.
—Buenos días, señorita Applejack. El motivo de mi visita es hablar con la hermana menor de Xail.
Applejack arqueó una ceja, visiblemente interesada.
—¿Oh? ¿Y a qué se debe eso?
—Es un asunto del corazón, jejeje —respondí, un poco avergonzado pero decidido.
—Veo que aún sigue detrás de esa pony. Le deseo mucha suerte tratando de llegar a su duro corazón… la necesitará —dijo con una sonrisa comprensiva.
—Muchas gracias, por cierto, ¿dónde se encuentra mi futura cuñada? —pregunté, sin poder evitar sonreír ante la idea.
Applejack soltó una carcajada.
—En verdad es muy optimista con eso. Ella está trabajando con Is en la parte oeste de la granja.
Agradecido, la seguí hasta donde los potrillos estaban trabajando. Applejack lanzó un fuerte silbido y ambos se acercaron de inmediato.
—Chicos, él es el doctor Woundead Sky. Salúdenlo, por favor.
—Mucho gusto, señor Woundead. Mi nombre es Aisurando, pero puede llamarme Is —dijo el joven potro con una inclinación de cabeza.
—Un placer conocerlo. Mi nombre es Zyanya, pero puede llamarme Nya —se presentó la pequeña potrilla con una sonrisa tímida.
—El placer es mío, señorita Nya. Quiero hablar contigo —le dije, intentando sonar serio pero amable.
—¿Conmigo? ¿Qué necesita de mí, señor Woundead? —preguntó Nya, sorprendida.
—Bueno, quiero hacerle un regalo a tu hermana mayor, pero no sé qué darle —admití, sintiéndome un poco torpe.
Nya me miró pensativa.
—A menos que me lleve de aquí envuelta para regalo, pierde su tiempo —respondió en tono serio.
Antes de que pudiera responder, Is intervino en tono burlón.
—Vaya, así que tu hermana tiene esos fetiches. No pensé que fuera una siscon.
—¡No digas tonterías, Is! Ella no pensaría en mí de esa manera. Es solo que nunca ha mostrado interés en nada más aparte de cuidar de mí —replicó Nya, un poco molesta.
—Eso reafirma que es una siscon —bromeó Is.
—¡QUE NO! Mi media hermana no es una siscon. Ella ha ocupado el lugar de la madre que nunca conocí, ya que murió cuando nací —respondió Nya, esta vez con un tono más triste.
Is bajó la cabeza, arrepentido.
—Lo siento, Nya. No debí hacer esa broma —dijo con sinceridad.
—¿Media hermana? —pregunté, sorprendido.
—Sí —asintió Nya—. El imbécil de nuestro padre era un monstruo. Cuando su retorcido experimento con la madre de mi hermana fracasó, buscó una nueva candidata para repetirlo. Pero al menos mi madre tuvo suerte de morir cuando nací yo… no como la madre de Xail, quien sufrió en agonía durante mucho tiempo.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar su historia.
—Lamento mucho escuchar eso, Nya… —dije, sin saber qué más añadir.
Nya continuó, su voz temblando ligeramente.
—Nuestro padre nunca quiso dos hijas. Solo quería dos armas para conquistar el reino del padre de Is. Por eso lo expulsaron del reino del hielo: por usar magia profana y extremadamente peligrosa para derrocar al rey y hacerse con el control del lugar.
Is y yo la escuchamos en silencio, asimilando la gravedad de sus palabras.
—Esto es algo que ni mi hermana sabe, y nunca se lo he dicho… Incluso el potro al que ella admira, ese tal Askeladd, no es más que otro repugnante traidor. Solo vio la oportunidad de quedarse con parte de tu reino, Is, si el plan tenía éxito. Pero todo se fue al carajo cuando los changelings entraron al juego por el control. Solo estábamos ella y yo contra un mundo que nos odia y teme. Nos odian por ser armas fallidas y nos temen por ser producto de la Magia de la Vieja Noche, como le llaman ustedes.
Is se quedó en silencio, y yo me acerqué a Nya, colocando una pezuña en su hombro con suavidad.
—Y por eso quiero estar a su lado, señorita Nya. Xail te protege, pero ¿quién la cuida a ella? Yo quiero ser quien cuide de esa delicada flor para que brille con todo su esplendor.
Nya me miró fijamente, su expresión era difícil de leer.
—Lo siento, pero aunque quisiera ayudarte, no hay nada que puedas agregar a tu regalo para impresionar a mi hermana.
Sentí que el peso del mundo caía sobre mí. Estaba a punto de resignarme y regresar a casa de Den para buscar una nueva idea, cuando Nya me detuvo.
—Sabes, quizás haya algo… pero depende de cómo lo ejecutes. Podrías llegar a su corazón… o podrías alejarla para siempre, y en el peor de los casos, terminarás despedazado —dijo con seriedad.
—Tomaré el riesgo —respondí sin dudar.
Nya asintió y salió corriendo hacia la casa de los Apple. Al cabo de unos minutos, regresó con una pequeña hoja de papel. Me la entregó y me miró con firmeza.
—Aquí está. Ahora todo depende de ti.
—¿Qué es esto? —pregunté, abriendo el papel con cuidado.
—Lo entenderás cuando lo veas —dijo Nya antes de darme la espalda.
Miré el contenido del papel y, en ese momento, supe lo que tenía que hacer. Me despedí de todos y salí volando, velocidad, primero a casa de rarity y luego a construir el regalo perfecto para mi amada.
(Fin POV)
Era tan temprano cuando me desperté que el sol apenas había decidido salir de su escondite. Lo primero que hice fue cepillar mi crin como todas las mañanas, asegurándome de que cada mechón estuviera en su lugar. Después de eso, bajé a desayunar con Melusine. Tan pronto terminé, me dirigí a casa de Twilight para continuar con mis lecciones de magia. A decir verdad, estaba empezando a disfrutarlo... al menos hasta que el "Mournival de la Princesa de la Cursilería" comenzaba a señalar todo lo que hacía mal. Eso sí que era agotador.
Tras soportar la ridícula magia de la amistad por un par de horas, me apresuré a volver al lugar que ahora llamaba hogar, preparándome para la cita con Blum. Después de una ducha rápida, me puse el traje que Rarity había hecho para mí. Apenas había terminado de arreglarme cuando escuché que alguien tocaba a la puerta.
Fui a abrirla, y allí estaba Blum, con un traje color melón que incluía una gabardina, una camisa púrpura, y una gorra a juego. No se veía nada mal, lo admito a regañadientes (casi me muero de la pena por pensarlo). Después de unos incómodos segundos de silencio, Blum finalmente habló.
"Hola, hermosa señorita. He venido por usted."
"Sólo terminemos con esto, ¿quieres?" respondí, cruzando mis patas como si no me importara.
"Doctor Woundead, no la traiga muy tarde, tiene que dormirse temprano para ir a la escuela mañana," dijo Melusine con una enorme sonrisa que me hizo hervir la sangre.
"C... cállate," le espeté, tratando de disimular mi sonrojo.
"¿Nos vamos?" preguntó Blum, extendiendo su casco hacia mí.
"S... sí, claro. Vayamos a eso que llamas cita," respondí, desviando la mirada.
Melusine estaba cada vez más atrevida, tomándose demasiadas libertades conmigo. A veces pienso que se atribuye un rol que no le corresponde. En fin, tras ese momento incómodo, tomé el casco de Blum para bajar el pequeño escalón en la entrada de la casa. Luego, nos dirigimos a nuestra primera parada "romántica": el lugar donde nos conocimos por primera vez.
Mientras caminábamos hacia allí, Blum extendió una de sus alas y me rodeó con ella, acercándome más a él. Mi corazón dio un vuelco y comenzó a latir a mil por hora, mientras un rubor se apoderaba de mi rostro. Caminamos un rato más hasta que llegamos a nuestro destino.
Al entrar al Sugarcube Corner, todas las miradas se volvieron hacia nosotros. Algunas eran de envidia, porque aunque me duela admitirlo, nos veíamos bien juntos. Otras eran de asombro, porque nadie en su sano juicio habría pensado que al final aceptaría la invitación de este tonto.
Blum me dirigió a la misma mesa donde Melusine nos presentó aquel día que ahora parecía tan lejano. Tras tomar asiento, Pinkie Pie hizo acto de presencia, y como es natural en ella, formó todo un maldito escándalo.
"¡OH, POR EL AMOR DE CELESTIA, SE VEN TAN LINDOS JUNTOS COMO UN PASTEL RECIÉN HORNEADO! ¡ESTO MERECE SER CELEBRADO!" exclamó Pinkie.
"Jejeje, tranquila, Pinkie," dijo Blum, intentando calmarla.
"No, no, ¡esto debe celebrarse!" insistió la hiperactiva pony rosada.
"No creo que sea para tanto, rosadita," murmuré, sintiendo el peso de la atención sobre mí.
"¡Claro que lo es! No había visto una pareja tan linda desde la de Shining Armor y la Princesa Cadence," dijo Pinkie con una sonrisa de oreja a oreja.
Después de decir eso, Pinkie comenzó a traer una serie de pasteles con forma de corazón y una malteada con dos popotes rosas, todo servido en un envase con forma de corazón. Me llené de odio hacia tanta cursilería, pero decidí que por hoy podría seguir el juego.
Blum y yo comenzamos a beber de la misma malteada cuando nuestros ojos se encontraron. Sentí de nuevo esa chispa en mi corazón, una sensación desconocida que me envolvía y que nunca había experimentado antes. Nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos, hasta que Blum rompió la tensión.
"Sabes, quizá no fue coincidencia que nos encontráramos," dijo, con esa maldita sonrisa encantadora.
"Tienes razón, me has estado siguiendo desde que llegué a este maldito pueblo, así que definitivamente no fue coincidencia," respondí, intentando sonar indiferente.
"Jejeje, eres muy graciosa. Pero sabes, estás más platicadora que de costumbre," comentó, inclinando la cabeza con curiosidad.
"No es que tenga otra opción," contesté, mirando a otro lado.
"Sabes, algún día me gustaría ver tu tierra natal," dijo Blum, con un tono de sinceridad que me desconcertó.
"Ahí no queda nada," le respondí, intentando cortar la conversación.
"Eso no es lo que me interesa. Quiero ver de dónde vienes," insistió, con una suavidad que me hizo sentir expuesta.
"¿Y qué ganas con eso?" pregunté, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.
"Saber un poco más de ti, lindura," respondió, sin dudar.
"Quiero saber por qué estás tan interesado en mí. Desde que te conocí no has dejado de acosarme y decirme cosas raras. ¡Siempre he estado en modo hostil contigo! ¿Qué quieres? ¿Qué esperas de mí? ¿Por qué no te alejas si sabes que te puedo matar? ¡Juro por todo el fuego del abismo sin fondo que lo he intentado con todo mi ser!" le grité, sintiendo que me desbordaba.
Ese tonto solo me miró de una manera que jamás había visto antes, y sonrió con una ternura que me desarmó. Acercó su casco a mi rostro y acarició mis mejillas con tanto cariño que sentí una opresión en mi pecho, como si una gruesa cadena apretara mi corazón. Con cada latido, parecía que intentaba liberarse. Esa sensación... realmente la desprecio. Es un sentimiento para los ponys débiles, y yo no soy una pony débil. Soy el máximo depredador de este lugar, una guerrera por naturaleza. O al menos, eso quería creer para negar todo lo que sentía en ese momento.
"Xail, quiero darte algo. Espero que sea de tu agrado," dijo Blum, sacando algo de su bolsillo.
"Lo dudo mucho, la verdad..." respondí con un suspiro, sin poder evitar sentir curiosidad.
De un momento a otro, Blum sacó una pequeña cajita musical, bellamente labrada en plata, con mi cutie mark hecha de oro y diamantes incrustados en la tapa.
"Jejeje, adelante, hazla sonar," dijo Blum, animándome.
"Está bien, ya que llegamos hasta este punto, no veo por qué no," respondí, tomando la cajita con una mezcla de desconfianza y sorpresa.
Me preparé para escuchar alguna melodía cursi, esperando lo peor, pero cuando empecé a girar la manivela, la melodía que emergió de la caja me sorprendió completamente. una melodía que evocaba una nostalgia inesperada.
La melodía de la caja musical, con sus suaves acordes, parecía entrelazarse con esos recuerdos, intensificando la sensación de pérdida y añoranza. La canción, tan inesperada y significativa, hizo que el dolor en mi pecho se convirtiera en una marea abrumadora de emociones, revelando una vulnerabilidad que había estado oculta bajo una capa de fortaleza construida a lo largo de los años.
Ahora suena "Simple and Clean" en versión de caja musical.*
"M-mamá..."
"Xail, tú estás..."
Las lágrimas comenzaron a caer sin control, rodando por mis mejillas mientras los recuerdos se arremolinaban en mi mente, como si cada nota de la canción que habíamos cantado trajera consigo fragmentos de momentos que jamás volverían. La habitación se llenó de imágenes de mi madre, postrada en la cama durante tanto tiempo, debilitada por la enfermedad y por la crueldad de mi padre.
A pesar de su debilidad, mi madre siempre encontraba la manera de crear un pequeño mundo solo para nosotras, un lugar donde las sombras que acechaban fuera de su habitación no podían alcanzarnos. Me inventaba juegos para que olvidara la oscuridad que nos rodeaba y siempre tenía una historia lista para hacerme soñar con tierras lejanas y felices. Esos pequeños momentos, aunque breves, eran lo que más atesoraba en la vida.
Recuerdo cómo solía colarse una sonrisa en mi rostro cuando ella me tomaba de la pezuña, su tacto suave pero firme, como si intentara sostener mi espíritu a pesar de lo mucho que su propio cuerpo se debilitaba. Oír su voz contarme una de sus historias era como escuchar una melodía que solo nosotras entendíamos. Cada palabra estaba impregnada de amor, y en esos instantes, todo parecía perfecto.
Pero también recuerdo con amargura los momentos en que mi padre me prohibía ir a verla, castigándome cuando no cumplía con sus exigencias. Era como si me arrancaran una parte de mi alma cada vez que me alejaban de ella. Ese dolor se agravó aún más con el tiempo, cuando su vista comenzó a desvanecerse. Ya no podía verme, pero eso no importaba. Seguía yendo a su lado, y ella me reconocía por mi voz, esa voz que ahora luchaba por salir entre sollozos.
El último día que estuve con ella fue el más doloroso de todos. Aún puedo sentir el peso de sus palabras, su último abrazo, su último suspiro. Sabía que estaba perdiéndola, pero me aferré a la esperanza de que de alguna manera, ella siempre estaría allí para mí. Sin embargo, esa esperanza se desvaneció cuando sentí su cuerpo volverse más frío en mis brazos, su aliento extinguirse lentamente, llevándose consigo la luz que siempre había iluminado mi vida.
Ese último momento nunca lo podré olvidar, una herida que aún sigue abierta en mi corazón, sangrando cada vez que la recuerdo.
(Flashback)
La pequeña habitación se sentía más oscura de lo habitual, como si las sombras se hubieran alargado para abrazarnos en su fría soledad. El viento afuera susurraba entre las grietas de las paredes de piedra, creando un murmullo constante que acompañaba la débil respiración de mi madre. La luz de la luna, pálida y distante, se filtraba a través de las cortinas gastadas, dibujando patrones inciertos en el suelo, como si los propios cielos lloraran en silencio.
Me acerqué a la cama con el corazón oprimido, mis pequeños cascos resonando suavemente sobre las frías piedras del suelo. Cada paso que daba hacia ella parecía pesarme más, como si mi cuerpo supiera lo que mi mente se negaba a aceptar. Allí, en esa cama que había sido testigo de tantas noches de cuentos y caricias, yacía mi madre, la única luz en mi mundo de sombras.
—Xail... ¿estás aquí, hija mía? —su voz, tan familiar y querida, apenas era un murmullo, como el último suspiro de una vela antes de apagarse.
Me acerqué más, tragando el nudo que se formaba en mi garganta. La vi allí, tan frágil, con su crin desordenada y su piel pálida, como si la vida misma estuviera escapando de su cuerpo. Pero sus ojos, aunque cansados y opacos, todavía buscaban los míos con ese brillo inconfundible de amor.
—S... sí, mami. Aquí estoy —respondí, mi voz temblaba mientras intentaba mantenerme fuerte para ella, aunque por dentro sentía que todo se rompía.
Cuando nuestras miradas se encontraron, sentí una calidez en mi pecho, esa misma calidez que siempre había sentido al estar cerca de ella, pero ahora estaba teñida de un miedo profundo, un miedo que no podía ignorar.
—Sabes, pequeña... tal vez esta sea la última vez que podamos estar juntas —sus palabras cayeron sobre mí como una pesada carga, como un adiós disfrazado de ternura.
El pánico me atravesó como un rayo, y todo mi ser se rebeló ante la idea de perderla. No podía permitirlo, no cuando aún había tanto que hacer, tanto que compartir. Mi mente se aferró a la esperanza con desesperación.
—¿De qué hablas, mami? Siempre estaremos juntas. Cuando sea grande y fuerte, derrocaré a ese monstruo y seremos libres —declaré con una determinación que intentaba ahogar mi terror, imaginando un futuro donde ella y yo podríamos escapar de esa pesadilla.
Una sonrisa, apenas perceptible, apareció en sus labios. Esa sonrisa que siempre había sido mi refugio, ahora era más triste que nunca, como si supiera algo que yo aún no comprendía.
—Mi pequeña luz del alba, no digas eso. A pesar de todo, él es tu padre, y no quiero que tus pequeñas y dulces patitas se manchen con la sangre de ningún pony, incluso si es alguien como tu padre —su voz estaba cargada de una súplica que me hizo estremecer, una súplica que me pedía algo imposible.
—Sí, mami. Te prometo que siempre seré una buena pony —le aseguré, aunque sentía que una parte de mí se resistía, anhelando hacer justicia por todo el dolor que nos había causado.
Ella suspiró suavemente, como si una parte de su alma encontrara paz en mi promesa. Sus ojos, cansados pero llenos de amor, se fijaron en los míos una vez más.
—Gracias, mi pequeña luz del alba —murmuró, y una lágrima silenciosa rodó por su mejilla, brillando bajo la luz de la luna—. Sabes, últimamente me siento más cansada que de costumbre.
La resignación en su voz me atravesó como una daga, y un terror frío se apoderó de mí. Sabía que estaba enferma, pero nunca había considerado que podría perderla de verdad. No hasta ese momento.
—Solo tienes que descansar, y mañana te sentirás mejor, mami —dije con la inocencia de una niña que aún cree que el amor y el descanso pueden curar cualquier herida.
Ella sonrió suavemente, una sonrisa triste y serena, como si ya hubiera aceptado lo que estaba por venir.
—Sí... pronto estaré descansando —murmuró, su voz se desvanecía como un susurro en el viento—. Pero me preocupa dejarte atrás, mi luz del alba.
El nudo en mi garganta creció, y sentí que el aire me faltaba. No podía concebir un mundo sin ella, sin su risa, sin su calor.
—¿A dónde vas, mami...? ¿Puedo ir contigo? —pregunté, con la esperanza desesperada de que me llevara a ese lugar donde podríamos estar juntas para siempre, lejos del dolor y la tristeza.
—Ven aquí, mi pequeña luz. Sube a la cama conmigo —me dijo, extendiendo sus patas hacia mí con un esfuerzo visible.
No dudé ni un segundo. Subí a la cama con torpeza y me acurruqué junto a ella, sintiendo su abrazo como si fuera la última fuente de calor en un mundo que se volvía cada vez más frío. Su cuerpo, que antes me había sostenido con fuerza, ahora era frágil y débil, su piel helada contra la mía.
—Mi pequeña luz del alba, eres tan cálida como el sol del verano y tan suave como una brisa —susurró, su voz temblaba mientras me abrazaba, como si intentara grabar mi calor en su memoria, aferrándose a mí con lo poco que le quedaba de fuerza.
—Mami, ¿te pasa algo? Estás muy fría... —pregunté con preocupación, sintiendo que algo estaba terriblemente mal.
—N... no te preocupes por eso, mi luz del alba —respondió, aunque noté que su voz estaba más débil que antes—. ¿Sabes? ¿Qué tal si cantamos la canción que te hice el día que naciste, juntas?
A pesar de la creciente angustia, la propuesta de cantar me llenó de una calidez momentánea. Esa canción siempre había sido nuestro refugio, un lazo que nos unía en los momentos más oscuros.
—¡Siiiiii, mami! Me gustaría mucho —exclamé con entusiasmo, tratando de ocultar el temor que me embargaba.
—Me alegro mucho, mi luz del alba —murmuró, y aunque su voz era apenas un susurro, noté una chispa de alegría en ella.
—Mami... ¿puedo preguntarte algo? —dije, recordando una pregunta que siempre había estado en mi mente.
—Dime, pequeña —respondió, su tono era suave, como si cada palabra le costara un esfuerzo inmenso.
—¿Por qué me llamas 'luz del alba'? —pregunté, deseando entender el significado detrás de ese apodo tan especial.
Ella sonrió, una sonrisa que iluminó sus ojos cansados, y por un momento, vi el destello de la madre que siempre había conocido.
—Es muy simple. Porque cuando la oscuridad me rodea, siempre llegas como la luz del amanecer, iluminando todo con tu pequeña sonrisa y tu dulce corazón —explicó, su voz se quebró ligeramente, pero estaba llena de un amor tan puro que casi me hizo llorar.
—¡Mami, no digas eso! ¡Me harás sonrojar! —protesté, aunque en mi corazón, sus palabras me llenaban de un calor que nunca había sentido antes.
—Ves, a eso me refiero. Llenas de felicidad mi mundo —dijo, su sonrisa se hizo más amplia, pero sus ojos comenzaban a cerrarse, como si la luz que quedaba en ella estuviera empezando a apagarse.
—Te quiero mucho, mami —le dije, sintiendo que esas palabras no eran suficientes para expresar lo que realmente sentía por ella.
—Y yo a ti, mi pequeña luz del alba —respondió, su voz era apenas un susurro.
—Tú también eres mi luz, mami —dije, aferrándome a ella, deseando con todas mis fuerzas que pudiera quedarse conmigo para siempre.
—No cambies nunca, mi pequeña luz. Siempre sé esa potrilla buena y amorosa —fueron sus últimas palabras antes de que comenzáramos a cantar, una última petición, una última esperanza.
Empezamos a entonar la canción juntas, nuestras voces entrelazadas en una melodía que siempre me había traído consuelo. Pero esta vez, con cada verso, sentía que la voz de mi madre se desvanecía, como un eco que se alejaba en la distancia. Estaba tan concentrada en la canción, tan absorta en esos momentos finales con ella, que no noté el momento exacto en que su voz dejó de acompañar la mía.
—Amor que dormía,
tu oscuro recuerdo,
tristeza abatida,
¿dónde te puedo encontrar?
Surge en la noche
la luz que ilumina
mi corazón.
Serás mi luz, siempre.
La habitación parecía haberse vuelto más silenciosa, como si el mundo hubiera contenido la respiración en espera de lo inevitable. Afuera, el viento dejó de susurrar, y las sombras que antes danzaban en las paredes ahora permanecían quietas, inmóviles, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
Me giré hacia ella con la esperanza de encontrar esos ojos llenos de ternura que siempre habían sido mi refugio. Cada vez que me sentía perdida o asustada, bastaba con mirar a mi madre para sentir que todo estaba bien. Sus ojos, profundos y cálidos, siempre me ofrecían un consuelo inigualable, como si pudieran absorber todo el dolor y la tristeza del mundo.
—Cómo me gusta esa canción, mami... —dije, con una sonrisa en los labios, esperando escuchar la risa suave de mi madre o su habitual comentario cariñoso. Pero lo único que recibió mi voz fue el eco vacío de la habitación.
Un frío inexplicable recorrió mi columna vertebral, y mi sonrisa se desvaneció lentamente. El silencio se volvió opresivo, envolviéndome en una sensación de soledad que nunca antes había experimentado. Me incliné un poco más, acercándome a su rostro, buscando ese destello de vida que siempre había brillado en sus ojos.
—¿Mami...? —mi voz tembló, cada palabra cargada de una creciente desesperación. No quería creer lo que mi corazón ya comenzaba a entender.
Mis ojos buscaron los suyos, pero se encontraron con párpados cerrados y un rostro que había perdido el poco color que le quedaba. Sentí que el aire se volvía más denso, más difícil de respirar, como si una cadena invisible estuviera apretando mi pecho.
—Mami, ¿estás bien? —pregunté de nuevo, mi voz apenas era un susurro. El pánico empezaba a arraigarse en mi interior, golpeando mi mente con la fuerza de un torrente descontrolado.
Acercándome aún más, mi pequeño cuerpo se acurrucó junto al suyo, tratando de sentir su calor, esa calidez maternal que siempre me había reconfortado. Pero su piel, antes tan cálida y acogedora, estaba ahora fría como el mármol, y su pecho ya no subía ni bajaba con su respiración.
Intenté llamarla de nuevo, deseando con todo mi ser que abriera los ojos, que me mirara y me sonriera como siempre lo hacía. Pero sabía, en lo más profundo de mi corazón, que ese deseo nunca se haría realidad. La pérdida se materializó de golpe, como un peso imposible de soportar, y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, mientras el vacío se extendía, tragándome lentamente en su abismo.
—Dime algo, por favor... —mi voz se rompió en sollozos, mientras mis lágrimas comenzaron a caer, mojando las sábanas. La realidad me golpeó con una fuerza devastadora, arrancándome cualquier esperanza.
El silencio, ese terrible y absoluto silencio, fue la única respuesta que recibí. Estaba sola. Mi mamá, mi luz, se había apagado para siempre, dejándome en un mundo que de repente se sentía infinitamente oscuro y vacío.
Estaba llorando desconsoladamente, abrazando a lo que alguna vez fue mi querida madre, cuando de repente, un aura verde pálido me lanzó con fuerza al piso. El impacto me dejó sin aliento, y mi vista se nubló por un momento. Al levantar la mirada, el horror se apoderó de mí: unos ojos rojos, tan sombríos como el Xibalba, emergieron de la oscuridad, irradiando una maldad palpable. Una voz fría como el hielo, pero inconfundiblemente familiar, llenó la habitación, haciendo que mi corazón se detuviera por un instante.
—Vaya, por fin esa estúpida dio su último aliento. Tardó cuatro malditos años en dejar este maldito mundo —dijo Gregor, su tono cargado de un desprecio que me hizo temblar. Con una sonrisa sádica, extendió una de sus patas para acariciar la crin de mi madre, como si se deleitara en su victoria.
—¡NO TE ATREVAS A TOCAR A MI MAMÁ! —grité, mi voz quebrada por el dolor y la rabia.
—¿Y qué harás, estúpida potrilla? —contestó con desdén, sus palabras impregnadas de veneno.
—Lo vas a pagar muy caro, bastardo —logré decir, aunque mi voz temblaba de furia.
—No cabe duda que eres la hija de esa idiota… Ambas son demasiado emocionales, unas fracasadas, repugnantes —espetó Gregor, sus palabras perforando mi corazón como un puñal.
El monstruo volvió a posar su mirada en el cuerpo inerte de mi madre. Esta vez, con un gesto calculado, usó su magia para levantarla, como si fuera un simple objeto, llevándola hacia un destino desconocido, un lugar donde yo nunca la volvería a ver. Sabía que lo hacía para provocar una reacción en mí, para desatar mi furia y, en su retorcida mente, disfrutar de mi sufrimiento. Y lo logró.
El odio y la tristeza se mezclaron dentro de mí, formando un torbellino de emociones tan intensas que no pude contenerlo. Fue en ese instante cuando manifesté por primera vez mi aliento de fuego. Con todas mis fuerzas, desaté una llamarada que se dirigió directamente hacia él, con la esperanza de quemar hasta la última fibra de su ser. Pero el bastardo estaba preparado; un escudo de magia lo protegió, y mi ataque rebotó contra él, esparciendo las llamas por la habitación.
—Vaya, si que eres estúpida. Acabas de incinerar cualquier recuerdo de tu inútil madre —dijo Gregor con una risa cruel, mientras dejaba caer el cuerpo de mi madre sobre la cama. Las llamas negras, nacidas de mi ira, comenzaron a devorar todo a su alrededor, incluyendo lo poco que quedaba de ella.
—¡AHHHHHHHHHHHHHH! —grité, mi voz llena de dolor y frustración, mientras veía cómo todo lo que amaba se desvanecía por mi culpa.
Estaba a punto de atacar de nuevo, cegada por la rabia, cuando Gregor me atrapó con su magia. Me levantó en el aire y, sin piedad, me arrojó contra el suelo una y otra vez. Cada golpe resonaba en mi cuerpo, pero el peor dolor venía de las palabras que escupía con cada impacto.
—Fuiste un desperdicio de mi material genético. Askeladd ha malgastado su tiempo entrenando a un producto fallido. Me da asco saber que eres mi hija, aunque bueno, no puedo esperar más que inutilidad de la hija de una yegua inútil. Espero que la que viene en camino no sea tan inútil como tú.
—¿L… la que viene en camino? —logré preguntar, mi voz rota por la incredulidad.
—Oh, es verdad, felicidades, estúpida. Vas a ser hermana mayor dentro de poco. Quizá la conozcas, o quizá no veas la luz del día. Eso ya depende de tu voluntad para vivir —dijo con una sonrisa perversa.
—V… vete al Xibalba —murmuré, con las últimas fuerzas que me quedaban.
—¿Y de dónde crees que vengo, dime? Mira mis ojos, disfrutaría mucho verte exhalar tu último suspiro… así como lo hice cuando tu madre dio el suyo —contestó, acercando su rostro al mío, dejando que la maldad pura que emanaba de él me envolviera.
Después de esas palabras, Gregor se fue, canturreando una versión retorcida de la canción que mi mamá me había compuesto cuando nací. Herida y casi sin fuerzas, me arrastré por la habitación en llamas, buscando desesperadamente unos baldes de agua para apagar el incendio que yo misma había desatado.
Pero era demasiado tarde. Las llamas habían consumido todo, dejando tras de sí solo cenizas en el lugar donde alguna vez fui feliz.
—Lo siento, mami. Yo no soy la luz del alba. Si pudiera repeler la oscuridad, aún seguirías aquí conmigo. Quizá Gregor tenga razón. Si yo no existiera, tú... —susurré al vacío, mi alma rota en mil pedazos.
Pasaron días antes de que mis heridas sanaran lo suficiente como para levantarme. Con una tristeza infinita, me dediqué a construir una lápida para mi madre, aunque no quedaba nada de ella para enterrar, salvo un pequeño dije que me había regalado dos años antes. Dentro, una foto de ambas abrazadas y sonrientes decoraba una de las caras, mientras que en la otra había una imagen mía de bebé.
Cuando me entregó ese dije, me dijo que era su segunda posesión más preciada en este mundo. Que cuando la oscuridad la envolvía, todo lo que necesitaba era mirar esa foto para recordar que, de entre la oscuridad, había nacido una luz que le daba fuerzas para seguir adelante.
Con cuidado, tiré el dije al pequeño agujero que había cavado y lo cubrí de tierra con mis patitas. Susurré unas plegarias al alma de mi mamá y, al terminar, miré la tumba donde había enterrado mi felicidad y mi esperanza.
—Sabes, mamá... A mi alma yo ya renuncié. Pues dime, ¿qué me queda aquí si ya no tengo nada para mí? —dije, sintiendo cómo la oscuridad me envolvía.
Esa noche pagué el precio de mi debilidad, de no haber podido liberar a mi madre del monstruo mucho antes. No tenía ninguna razón para sobrevivir, pero con el tiempo, encontré mi propia luz del alba. Decidí nadar de frente o morir en el intento. Me convertí en un lobo solitario, sin la más mínima intención de arrastrar a Nya en la senda que me dispuse a recorrer. Lástima que no pude cumplir la promesa que le hice a mamá. Mis patas están manchadas de sangre, pero al menos salvé el alma de Nya, condenando la mía al cumplir con el trato que hice con el monstruo.
(Fin del flashback)
Blum se acercó a mi para ver si estaba bien, pero no pude aguantar más, tome la caja y sali corriendo del lugar dándole un muy fuerte empujón a blum tanto que quizá Lo Haya lastimado de gravedad, pero en ese momento en verdad no me importaba solo quería alejarme lo más posible de todos.
así corrí y corrí mientras las lágrimas seguían fluyendo de mis ojos, cuando me detuve me encontraba perdída en un lugar llamado el bosque everfree pero en ese punto no podía importar me menos solo quería refugiarme en el enorme árbol que tenía frente a mi y quedarme ahí por un buen rato, mientras una frase se repetía una y otra vez en mi mente….perdóname mamá.
(POV Blum)
La vi alejarse a gran velocidad, me sentía de algún modo culpable, estaba tan empecinado en demostrarle mis sentimientos que olvide que ella aun era una chispa que en cualquier momento se podría convertir en un incendio.
Y su corazón es una tormenta de arena que me costará atravesar más de lo que pensé. Pero en ningún momento eh mentido….de verdad me gusta.
Así que me fui a buscarla en cuanto salió del suger cube coner (tengo facilidad para encontrarla) y tengo que encontrarla antes de que haga alguna tontería, podrá siempre llamarme idiota pero sé que sus palabras esconden algo más que aun no deja salir.
Si tal vez tenga razón y soy un idiota, soy un idiota enamorado no hay duda.
Y por eso no me daré por vencido tan fácilmente, tengo que encontrar la manera de atravesar esa tormenta de fuego que es su terco corazón, se que detrás se encuentra el más bello amanecer ya que iluminó mi vida con su luz desde que la vi por primera vez.
(Fin POV)
El peso de la soledad y la necesidad de ocultar mis sentimientos se hacía cada vez más insoportable. Había buscado un rincón apartado, un lugar donde pudiera dejar salir las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo. Pero, como siempre, Blum me había encontrado. Ese tonto pegaso tenía un don para desarmar mis defensas, para encontrarme en mis momentos más vulnerables.
Intenté mantener la distancia, intentando protegerme de lo que sabía que venía. Pero él no me dejó escapar. Con una destreza que me tomó por sorpresa, Blum me tackleó, derribándome con suavidad al suelo. Sentí su peso sobre mí, su calidez envolviéndome mientras su mirada se clavaba en la mía. Esos ojos llenos de ternura me desarmaban, y aunque quería resistirme, ya no tenía fuerzas para luchar.
Blum no dijo nada al principio, solo acarició mi rostro con una suavidad que me hizo estremecer. Las lágrimas, esas malditas lágrimas que había intentado reprimir, comenzaron a brotar sin control. No había a dónde huir, no había barrera que pudiera levantar para protegerme de la realidad que se imponía ante mí.
—¿Por qué siempre me sonríes? ¿Por qué me miras de ese modo? —murmuré, mi voz quebrándose mientras las palabras salían atropelladamente, como si fueran las últimas defensas de un castillo en ruinas.
Blum no respondió de inmediato. Su casco, cálida y segura, tomó suavemente mi barbilla, levantando mi rostro hasta que nuestros ojos se encontraron de nuevo. Sus pupilas reflejaban una calidez y un cariño que me desconcertaban. ¿Cómo podía alguien mirarme así? ¿A mí, una guerrera endurecida por la batalla?
—Me gustas mucho, Xail. Lo has hecho desde la primera vez que te vi pasar por la puerta del Sugarcube Corner —sus palabras fueron directas, sencillas, y sin embargo, llevaban consigo un peso que me dejó sin aliento.
—¡Tú… tú… IDIOTA! —grité, mi voz temblando entre la rabia y la vergüenza. ¿Cómo podía decir algo así con tanta facilidad?
Pero Blum no se inmutó. Con una pequeña risa, una de esas que siempre lograba desconcertarme, me abrazó con fuerza, estrechándome contra su pecho. El latido de su corazón resonaba en mis oídos, rápido y fuerte, como si estuviéramos sincronizados en una danza que no entendía del todo.
—Xail, solo quiero que seas sincera una vez —dijo, su voz adoptando un tono más serio—. Dime la verdad, ¿ya no quieres verme? Si es así, dímelo, y te prometo que no te molestaré más.
Sus palabras, tan simples y directas, hicieron que mi mundo interior se tambaleara. Quería decirle que sí, que se alejara, que me dejara en paz. Pero al mismo tiempo, no podía soportar la idea de no volver a verlo. Era como si una parte de mí se rompiera al imaginar mi vida sin él.
—B-bueno, yo… eh… no es que me moleste verte, sabes… —murmuré, mi voz apenas un susurro mientras escondía mi rostro en mis cascos, incapaz de soportar la intensidad de la situación.
Blum rió de nuevo, esa risa suave y cálida que siempre lograba desarmarme. Sin previo aviso, me besó. Fue un beso tierno, lleno de una dulzura que jamás había experimentado. Mi corazón latía desbocado, y sin pensarlo, me encontré respondiendo, dejando que mis barreras se derrumbaran, aunque fuera solo por un momento.
—Quiero estar contigo, odio cuando no estoy cerca de ti… — me susurro blum , apenas creyendo que esas palabras salían de su labios y que eres dirigidas a mi.
Blum sonrió, una sonrisa cálida que iluminó su rostro de una manera que me hizo sentir… querida. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que alguien me veía no solo como una guerrera, sino como una pony con un corazón que también necesitaba ser amado.
La lluvia comenzó a caer de repente, una tormenta que reflejaba el caos en mi interior. Pero no me importaba. Nos refugiamos bajo un árbol, y Blum, con esa ternura que siempre lograba desarmarme, extendió su ala sobre mí, protegiéndome de la lluvia. Me acurruqué bajo su ala, sintiendo su calor, y por primera vez en mucho tiempo, me permití sentirme segura.
En ese momento, mientras la lluvia caía a nuestro alrededor y el latido de su corazón resonaba en mis oídos, supe que no importaba lo que el futuro trajera. Con Blum a mi lado, quizás, solo quizás, podría enfrentar lo que viniera. Y por primera vez, me permití soñar con un futuro donde no estuviera sola.
(POV Blum)
Observé a Xail mientras su rostro se teñía de un suave carmesí, y no pude evitar sonreír ante su expresión tan dulce y vulnerable. La vi desviar la mirada, como si admitir que yo le resultaba cálido fuera un desafío para ella.
—¿Qué sucede? —pregunté con suavidad, inclinando un poco la cabeza para ver mejor su rostro.
—Nada, es solo que... eres tan cálido —murmuró Xail, su voz apenas un susurro, mientras evitaba mi mirada.
Sentí una ola de ternura invadir mi corazón y me acerqué un poco más, buscando sus ojos con una sonrisa cálida en los labios.
—Gracias, pero ¿sabes qué se necesita para ser así de cálido? —dije con un tono juguetón, tratando de aligerar el ambiente.
Sus ojos grandes y curiosos se fijaron en mí mientras preguntaba:
—¿Qué cosa necesitas para ser así de cálido?
Fingí pensar por un momento, dejando que mi sonrisa se ensanchara antes de responder:
—Pues... creo que un litro de sidra de Sweet Apple Acres.
La vi inclinar la cabeza hacia un lado, claramente confundida, lo que la hacía aún más adorable.
—¿Solo eso? —preguntó, sin estar segura de si hablaba en serio.
Solté una pequeña risa y sacudí la cabeza.
—Claro que no, tontita. Solo necesitas tener como compañía a la gatita más bella de toda Equestria —respondí con suavidad, lleno de afecto.
Xail parpadeó y, por un momento, pareció querer esconderse tras su melena antes de murmurar con un toque de coquetería:
—¿Pero quién sería esa? —fingiendo no saber a quién me refería.
Me incliné hacia ella, mis ojos brillando con una mezcla de diversión y amor.
—Pues obvio que tú, mi linda chispita del caos.
La vi voltear rápidamente la cabeza, tratando de ocultar el rubor que invadía sus mejillas. Un suave ronroneo escapó de su garganta, un sonido tan sincero que hizo que mi corazón se hinchara de alegría. Luego, ella se giró para mirarme directamente, con una pregunta en sus ojos.
—Oye, ¿te puedo hacer una pregunta? —dijo con un tono que mostraba más curiosidad que antes.
—Claro que sí, Xail. Pregunta lo que quieras —respondí, dispuesto a escucharla.
—Dime, ¿por qué te fijaste en mí en lugar de Noru o alguna de las Pie? —su voz temblaba ligeramente, como si no estuviera segura de querer conocer la respuesta.
La miré con cariño antes de responder, sabiendo que lo que iba a decir significaba mucho para ella.
—Pues verás, para serte sincero... la verdad es que la primera vez que te vi, me caíste mal —dije con una sonrisa traviesa, esperando su reacción.
—¿C… cómo que te caía mal? ¡Tú dijiste que te había gustado desde que me viste! —exclamó, sorprendida y un poco indignada.
No pude evitar soltar una carcajada suave antes de responder:
—Jeje, es broma, Xail.
—¡Idiota! —replicó ella, pero su voz carecía de verdadera ira.
—Ya olvídalo. Eso pertenece al pasado. Lo que es realmente importante es el presente —dije con seriedad, llevando la conversación de vuelta a un lugar más íntimo.
Xail suspiró, pero la curiosidad no la dejó.
—Bueno… pero aún no has respondido a mi pregunta. ¿Por qué te fijaste en mí? —insistió.
La miré con una intensidad suave, dejando que mis palabras salieran del fondo de mi corazón.
—Pues verás, me gustan las chicas que son difíciles de conquistar. Además, desde que te vi, supe que eras mi destino.
Xail se quedó en silencio por un momento, asimilando mis palabras. Luego, en un tono apenas audible, murmuró:
—B… bueno, si yo soy tu chispita del caos, tú serás mi lirio desierto, Blum.
La miré, confundido por la referencia, pero curioso.
—¿Qué es un lirio desierto? —pregunté, queriendo saber más.
—Es una flor nativa de la región en la que vivía —respondió Xail, su voz se suavizó al hablar de su hogar.
—¿Pero por qué dices que soy tu lirio desierto? —pregunté, genuinamente interesado en entender la comparación.
Xail sonrió, una sonrisa pequeña y cálida mientras explicaba:
—Verás, es una flor muy especial. Crece en los oasis del desierto. Durante el día, tiene un olor muy dulce que suele guiar a los ponys perdidos que se adentran en la Zona del Silencio hacia el agua del oasis. Durante la noche, no tiene olor alguno, pero guarda la luz solar en sus pétalos y, cuando la noche cae, brilla muy intensamente, alejando la oscuridad y permitiéndote ver en la negra noche.
Escuché atentamente, asombrado por la belleza de la historia.
—¿Oh? Es una flor muy interesante —dije con admiración, comprendiendo lo que ella quería decir.
Xail asintió suavemente antes de añadir:
—Sí, y lo más interesante es que crece cada cien años y es muy difícil de encontrar. Jejeje, espero que entiendas lo que te quiero decir, Blum.
Asentí, conmovido por la profundidad de sus palabras. La idea de ser su "lirio desierto", una luz en la oscuridad, me llenaba de un orgullo silencioso.
—Creo que lo entiendo, Xail… pero sabes, me gustaría que fueras a conocer a mi familia —dije, queriendo compartir con ella algo aún más profundo.
Xail me miró con una leve sorpresa, pero asintió.
—Está bien… no creo que nada malo pase si lo hago —respondió, permitiendo que la idea de conocer a su familia se asentara en su corazón.
La observé por un momento más antes de abrazarla con fuerza, agradecido por cada instante que pasábamos juntos, sabiendo que había encontrado a alguien tan especial como un lirio desierto en el vasto desierto de la vida.
(Fin POV)
La lluvia caía suave, formando un manto casi hipnótico que envolvía el mundo en un abrazo húmedo y frío. Podía sentir el peso de cada gota en mi piel, el aroma a tierra mojada, y el sonido constante del agua golpeando las hojas y el suelo. Pero, en realidad, todo eso quedó relegado a un segundo plano cuando me di cuenta de lo que verdaderamente importaba en ese momento: Blum. Bajo ese gran árbol, nos encontrábamos solo nosotros dos, nuestras respiraciones acompasadas, y el calor de su cuerpo pegado al mío. Sentía su aliento en mi cuello, y cómo sus patas me rodeaban con una firmeza que no dejaba espacio para el frío.
Me permití cerrar los ojos, algo que no hacía a menudo, y simplemente sentir. El peso de su abrazo me llenaba de una reconfortante calidez, que contrastaba con la fría humedad del entorno. Era un calor que no solo venía de su cuerpo, sino de algo más profundo, algo que reconocí en el fondo de mi ser: quería estar con él, más allá de cualquier miedo o duda. No se trataba solo de que él fuera mi destino, no... Había algo más. Éramos almas gemelas. Blum llenaba vacíos en mí que ni siquiera sabía que existían, y su presencia me hacía sentir completa de una manera que nunca había experimentado.
Pero, aunque sabía todo esto, no podía evitar que una pequeña voz en mi cabeza me hiciera dudar. ¿Sería yo lo suficientemente buena para él? ¿Podría estar a la altura de lo que merecía? La duda era como una espina, pequeña pero persistente, que intentaba opacar la luz de esa certeza que acababa de descubrir.
Cuando la lluvia finalmente comenzó a cesar, Blum insistió en llevarme en su lomo de regreso a casa. Sabía que podía caminar perfectamente bien, pero por alguna razón, no me opuse. Dejar que me tratara como una dama, al menos por esa vez, no parecía tan malo. Había algo indescriptiblemente dulce en cómo cuidaba de mí, en cómo su preocupación no era invasiva, sino genuina y suave. Y en ese momento, decidí permitir que lo hiciera, disfrutar de esa pequeña muestra de afecto.
Al llegar a casa, Melusine me regañó por estar empapada y por llegar tarde, pero sus palabras pasaron sobre mí como el agua de la lluvia. Estaba agotada, tanto física como emocionalmente, y no tenía energías para lidiar con sus reprimendas. Lo único que quería en ese momento era despedirme de Blum. Le di un beso en la mejilla, un gesto simple, pero cargado de significado. No era como los besos que habíamos compartido antes en el bosque, pero de alguna manera, se sintió igual de íntimo. Al ver la sonrisa que se dibujó en su rostro, supe que él entendía.
Melusine siempre tendía a sacar conclusiones erróneas, y lo último que necesitaba era que empezara a hacer conjeturas sobre cosas que no habían pasado ni pasarían. Así que el beso en la mejilla fue lo más prudente.
Una vez que me liberé de las reprimendas, estiré mis alas, sintiendo la tensión en mis músculos, y subí las escaleras hacia mi habitación. Cuando llegué, me dejé caer en la cama con un suspiro, el día había sido largo y complicado, y necesitaba descansar. Pero justo antes de cerrar los ojos, me di cuenta de algo. Mi pecho, que normalmente se sentía apretado, lleno de un dolor constante, ahora estaba más ligero. Había una sensación de alivio, como si algo se hubiera liberado dentro de mí.
Una pequeña sonrisa apareció en mis labios mientras los recuerdos del día revoloteaban en mi mente. Me pregunté cómo todo esto me afectaría, cómo cambiaría mi vida ahora que había dejado que Blum entrara tan profundamente en mi corazón. Las dudas seguían ahí, pero por primera vez, no me asustaban tanto. Si Blum era mi lirio desierto, esa rara flor que brillaba en la oscuridad y guiaba a los perdidos, entonces sabía que juntos podríamos enfrentarnos a cualquier cosa.
Me acomodé en mi cama, dejando que esa sonrisa se quedara un poco más en mis labios. El camino por delante seguía siendo incierto, pero por ahora, eso estaba bien. No estaba sola, y con Blum a mi lado, sabía que podría enfrentar lo que viniera. Con ese pensamiento, me permití relajarme por completo, cayendo en un sueño profundo y reparador, con la certeza de que, al despertar, mi corazón estaría un poco más ligero.
Ahora que las cosas llegaron hasta este punto me pregunto ¿Cómo me afectara eso?.
Jejeje! Este capítulo lo tuve que resubir por no me convencía como quedó, aun así espero les guste, nos leemos en el próximo y que tengan linda..tarde, noche o día sea cual sea la hora en la que estén leyendo esto.
…Hasta la próxima!…
