Nota: El español no es mi lengua materna, por lo que puede haber algunos errores gramaticales. Intenté hacerlo lo mejor posible utilizando un traductor en línea. Si encuentras algún error o algo que no tiene sentido, envíame un mensaje en twitter sorato_fan.

Espero que disfrute de la historia. Los comentarios son bienvenidos.

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Sora y Yamato se dirigían a su apartamento aquel sábado por la mañana con un montón de bolsas. Habían ido al supermercado a comprar algunos ingredientes que les faltaban para hacer galletas. Yamato no podía dejar de decir lo buenas que estaban semanas después de haberlas comido y seguía rogando a su novia que hiciera más. Al final, Sora cedió pero dijo que tendría que ayudarla y allí estaban.


Cuando terminaron de desempaquetar las cosas que habían comprado, Sora cogió dos delantales que estaban colgados en la pared y le entregó uno a Yamato.

– Creo que no necesito ninguno. – Miró la ropa que tenía en la mano. – Sólo voy a observarte.

– Oh no, lo vas a necesitar. Confía en mí. Te ensucias la ropa incluso cuando sólo estás observando, no sé cómo.

– No lo sé. – Empezó a protestar y se encontró con su expresión. Puso los ojos en blanco. – Vale, puede que sí. Pero no puedo evitarlo.

– Claro que no puedes. – Ella soltó una risita. – Vale, pues primero vamos a mezclar la mantequilla, el azúcar moreno y el normal y la esencia de vainilla. ¿Prefieres la masa de chocolate o de vainilla?

– Vainilla. Habrá gotas de chocolate de todos modos.

– Muy bien, entonces eso es todo. ¿Puedes coger el azúcar por mí en la alacena?

– Claro, ¿dónde está?

Sora miró por encima del hombro para darle la instrucción correcta. –Está en el de abajo, en el estante inferior.

Se centró en su tarea y, distraídamente, cogió el tarro que él acababa de poner sobre la mesa y puso el azúcar normal en la receta.

– Bien, ahora vamos a añadir el huevo. – Continuó después de notar que él se había detenido a su lado y miraba la masa de galletas sobre el bol. – Y después, la harina.

Yamato observó con atención cómo lo mezclaba todo. No era tan mal cocinero, de hecho era todo lo contrario. Pero se le daba mucho mejor cocinar comidas diarias que postres o platos más elaborados. Sora siempre tenía más facilidad para estas cosas y, po un momento, se preguntó si su futura casa tendría un postre de bienvenido especialmente hecho para él cada vez que volviera de una misión en el espacio.


– Baby, ya estoy en casa. – Anunció Yamato cuando cerró la puerta tras de sí.

Había una tarta recién horneada en la estufa. El olor que desprendía aún permanecía en la cocina, y también en todo el apartamento. No pudo evitar sonreír cuando la miró.

– ¡Mi baby! – Sora salió corriendo de su dormitorio y saltó sobre sus brazos, rodeando su cintura con las piernas. – ¡Te he echado tanto de menos!

– Yo también te he echado de menos. – Su sonrisa se hizo más amplia al tenerla entre sus brazos después de tres meses de estar alejados el uno del otro.

– Estaba contando los días para hoy. Los últimos fueron realmente insoportable; no podía esperar a verte.

– Sé lo que quieres decir. – Apretó el brazo alrededor de ella y llevó una mano a su mejilla, que empezó a acariciar suavemente.

Sora sintió que su corazón latía más rápido al verse atraída por sus ojos azules de bebé que tanto amaba. Miró momentáneamente la tarta que tenía a su izquierda y puso los ojos en blanco. –Me olvidé de hacer una cobertura para la tarta, no puedo creerlo.

– Está bien, todavía se ve delicioso.

– No deberías verlo también. – Ella lo apartó y se puso dos pequeños mechones de pelo detrás de las orejas. – Debería ser una sorpresa, pero por supuesto tenía que arruinarlo también.

– No has arruinado nada. – Yamato la agarró de las manos y la guió hacia el frente de él. Sus ojos se encontraron una vez más. – No me importa si esta tarta tiene una cobertura o no. Lo único que me importa es que es un postre de bienvenido a casa.

– Eres irreal, ¿lo sabías? – Ella susurró suavemente contra su camisa blanca después de rodear su espalda con los brazos. – Me alegro mucho de que hayas vuelto.

– Yo también. – Él le frotó la espalda con suavidad.


– Yama, ¿me estás escuchando? – Sora agitó la mano frente a él. Tenía una mirada de preocupación en su rostro.

– ¿Qué? – Yamato parpadeó un par de veces y negó con la cabeza. – Lo siento, me he perdido un poco en mis pensamientos.

– ¿Un poco? – Repitió ella con incredulidad. – ¿En qué estabas pensando?

– En nada. – Se rascó la nuca y soltó una risa incómoda. – ¿Estabas diciendo…?

Puso los ojos en blanco un poco molesta. –Ahora sólo tenemos que poner el polvo de hornear y las chispas de chocolate y hacer pequeñas bolas antes de poner la bandeja en el horno. Voy a ponerle el precalentamiento.

– De acuerdo.

Sora cogió una cuchara limpia de un cajón y la llenó con un poco de la masa cruda, entregándosela a su novio. - Pruébalo.

Yamato cogió la cuchara de sus manos y se la metió en la boca. Inmediatamente se arrepintió porque había algo diferente en ella. Tenía un sabor terrible. Se esforzó por no hacer una mueca delante de ella y hacerla sentir decepcionada y molesta. Aun así, le costó tragarlo.

– Entonces, ¿cómo estás? – Preguntó un poco ansiosa.

– Estás increíble. – Se volvió hacia el fregadero y puso la cuchara dentro de él, pero no tuvo coraje para mirarla a los ojos. Sabía muy bien que ella podía leer a través de él y no conseguía mentir mientras la miraba fijamente.

– ¿En serio? – La cara de Sora se iluminó con una sonrisa y él se sintió aún peor por no haber sido sincero con ella. – Yo también voy a probar un poco.

– ¡No! – Gritó él y le quitó rápidamente el tazón de su alcance.

– ¿Por qué no? – Preguntó ella con sorpresa. – Sólo quiero asegurarme de que es lo suficientemente bueno.

– Confía en mí, lo es. – Tenía la sensación de que no estaba mejorando la situación, pero era la única solución que se le ocurría en ese momento. – ¿Por qué no me dejas poner el polvo de hornear y hacer las bolas? Puedo continuar desde aquí.

– ¿Estás seguro? Realmente no me importa terminarlas.

– A mí sí. – Guardó el tazón y empezó a empujarla suavemente hacia el salón.

– D-De acuerdo. – Sora no entendía muy bien qué pasaba con él y su repentino cambio de actitud. – ¿Por qué estás actuando tan raro de repente?

– No estoy actuando raro. – Yamato trató de sonar lo más tranquilizador y calmado que pudo. – Simplemente no quiero que hagas todo el trabajo. Deberíamos empezar a compartirlo ya.

– De acuerdo. – No tuvo más opción que aceptarlo.


Unos tres minutos más tarde, Sora estaba apoyaba contra la pared viendo a Yamato hacer las últimas bolas de galletas. Puso la bandeja en el horno y luego se volvió hacia ella con una sonrisa orgullosa.

– Ya está. – Guardó el trapo de cocina y la vio caminar hacia él. – Queda algo de masa cruda porque no había suficiente espacio en la bandeja del horno.

– Vale, no hay problema. Seguro que has hecho un trabajo increíble. – Le rodeó con los brazos y miró el bol. – Ahora puedo probarlo para ver si está bueno.

Yamato cogió un poco de la masa con el dedo y la pasó por la mejilla izquierda de Sora, ensuciándola. Ella soltó un grito de sorpresa y sus ojos se abrieron de par en par ante la audacia de su novio.

– ¡Oh, no, no lo hiciste!

– Eh, estoy bastante seguro de que lo hice. – Él estalló en carcajadas y comenzó a correr cuando ella deslizó su dedo sobre ella y lo persiguió por su casa.

– ¡Baby, vuelve aquí! No quiero tener mi casa toda sucia.

– No, te vas a vengar de mí.

– No lo haré, lo prometo.

Sora volvió a la cocina y cogió una cuchara limpia y la puso sobre el fregadero para engañar a su novio y hacerle creer que realmente había renunciado a vengarse. Agradeció que hubiera una pared que separaba su cocina del salón, para que él no pudiera ver lo que estaba haciendo. Metió la mano en el paquete de harina y cogió un puñado, cerrando la mano justo después. Cerró el dedo de su otra mano con la masa. Haciendo cara de inocente y con las manos escondidas en la espalda, entró de nuevo en el salón.

Yamato estaba sentado en su sofá y se levantó rápidamente, caminando de espaldas hacia su balcón. Como no prestaba atención a dónde pisaba, su pie resbaló en la escalera que separaba ambas habitaciones y se cayó.

– Maldición.

Sora aprovechó la oportunidad para acercarse finalmente a él y se arrodilló a su lado. La sonrisa descarada seguía en su rostro. –No sé por qué sigues huyendo de mí. Ya he dicho que no voy a hacer nada.

– En ese momento, no me fío de ti. Tu cara dice lo contrario. Y es injusto que te aproveches así de mí.

– ¿Es así? – Ella le levantó la barbilla y le dio un breve beso en los labios. – Quizás… deberías… ya sabes… hacer una huelga de besos. – Intercaló sus palabras con besos y luego le pasó el dedo por la mejilla también. Su sonrisa se convirtió en risa cuando se levantó y se alejó.

Yamato se levantó rápidamente y la persiguió, rodeando su cintura con los brazos desde atrás y haciéndola girar. Sora dejó escapar un grito de felicidad.

– Una huelga de besos está fuera de discusión aquí.

– Oh, ¿te he tocado un punto sensible tuyo entonces?

– Ya te has vengado, no hay necesidad de castigarme más. – Su tono era juguetón mientras la dejaba en el suelo, pero aún mantenía sus brazos alrededor de su cuerpo.

– Baby, ni siquiera he empezado. – La sonrisa descarada volvió a aparecer en su rostro mientras levantaba la mano cerrada y la llevaba entre sus rostros, soplando la harina justo en la cara de él.

Yamato la soltó inmediatamente y se cubrió la cara con las manos. Esto permitió a Sora esconderse en algún lugar de su apartamento y tener algún tiempo antes de que él la encontrara y se vengara. El problema era que ella era consciente de que él conocía todos los rincones de su apartamento y sería sólo cuestión de tiempo que ella también tuviera la cara blanca. Pensó en esconderse en su guardarropa, pero sin duda no quería que su ropa se manchara de harina. Así que se tumbó en el suelo y se metió debajo de la cama.


Sora estaba espiando a través del edredón y vio cuando Yamato entró en su dormitorio. Una de sus manos se cerró con fuerza junto a su cuerpo y comenzó a buscarla. Se tapó la boca con las manos para asegurarse de no hacer ningún ruido.

– Baby, ¿dónde estás? – Abrió su armario y movió algunas cosas, pero no la encontró por ningún lado. – ¿Dónde está? Sor, sal. Ya he terminado de jugar.

Sora tiene que reprimir una carcajada por el hecho de que haya ido sin mirar debajo de su cama, que era un lugar tan obvio para esconderse. Salió rodando para esconderse en otro lugar.


Los siguientes acontecimientos sucedieron tan rápido que Sora tardó varios minutos en procesar todo. Cuando estaba a punto de envolverse en sus cortinas, sonó la alarma de él horno, lo que significaba que las galletas estaban listas. Pero también sintió la mano de Yamato deslizándose sobre su estómago, mientras la que tenía la harina se apretaba contra su cara. La habían atrapado y él se había vengado.

– No deberías ser tan ingenua como para pensar que no me daría cuenta de que estás debajo de la cama. – Habló suavemente detrás de ella, haciendo que se diera la vuelta e lo mirara.

– Entonces, ¿por qué no te agachaste para que me pillara? – Ella frunció el ceño cuando él no pudo contener la risa al ver su cara blanca.

– Porque sabía que al final vendrías a mí. Bueno, quizás no directamente a mí, pero las galletas no tardarían mucho en hacerse. Fue todo en el momento perfecto.

– Deberías saber que esto no cuenta. Me engañaste.

– ¿Ah sí? ¿Quién lo dice? – Yamato dio unos pasos hacia adelante, lo que automáticamente llevó a Sora a caminar hacia atrás hasta chocar con el borde de su cama.

Había una sonrisa traviesa en sus labios cuando cayó sobre ella y supo que la había engañado dos veces en menos de cinco minutos. Acarició suavemente su corto cabello antes de acortar la pequeña distancia que los separaba y rozar sus labios con los de ella.

– ¿Qué fue eso? – Preguntó Sora, hipnotizada por la intensidad de sus ojos azules.

– Sólo estaba recibiendo mi premio. – Contestó de forma descarada.

– Nunca dije que robarme un beso fuera tu premio.

– Lo sé, pero lo di como un premio para mí. Y sólo porque me cuestionaste, me di otro.

– Codicioso. – Se burló al ver cómo se inclinaba de nuevo hacia ella y capturaba sus labios en un beso profundo y apasionado esta vez.


Sora sonrió con orgullo a las galletas que estaban en la bandeja de horno colocada sobre la estufa frente a ella. Tenía que admitir que tenían muy buena pinta y que Yamato había hecho un magnífico trabajo al hacerlas todas del mismo tamaño, y pensó que quizás era mejor que ella en eso. Yamato, por otro lado, estaba más que nervioso y ansioso porque sabía que era cuestión de minutos – quizás segundos – hasta que ella se diera cuenta de que había usado salado en ellos, en lugar de azúcar. Hizo todo lo posible para que no se enterara, ahora sólo quedaba rezar para que no se enfadara demasiado por ello.

– A partir de ahora, vas a ser lo diseñador oficial de galletas. En serio, ¡mira esto! Esto es un trabajo profesional."

– No, estás exagerando.

– ¡No lo hago! – Sora no podía creer que estuviera despreciando su propio trabajo. – Incluso me siento un poco celosa.

– No sientas, estoy seguro de que puedes hacer unas bolas tan bonitas como las mías.

– Eso espero. – Apretó las manos alegremente. – ¡Ahora es el momento de probar por fin nuestras galletas!


Yamato sintió que las palmas de sus manos empezaban a sudar y que su corazón se ponía tenso cuando se sentaron frente a le mesa. Sobre ella había un bol de galletas, así como una tetera llena de té de manzanilla y dos tazas. También había algunas servilletas dispersas por el mueble. Intentó desesperadamente pensar en una razón para que ella no se comiera las galletas sin hacerla sospechar del desastre de la fabricación de galletas. Era su último intento de evitar que ella se entristeciera por ello.

– Estoy muy emocionada por ver cómo ha quedado. – Cogió una galleta del bol y se la llevó directamente a la boca hasta que Yamato le gritó que esperara y la asustó. – ¿Qué ha pasado?

– Debería probarla primero, ya que fue hecha para mí y soy un invitado aquí.

– De acuerdo, me parece justo.

Sin pensarlo ni dudarlo, Yamato se metió la galleta entera en la boca. Inmediatamente pensó que era una idea terrible, ya que no podía tragarla por su sabor. Empezó a ponerse un poco rojo y se golpeó la garganta varias veces para que le resultara más fácil tragar.

– Baby, ¿estás bien? – Sora se arrodilló a su lado y empezó a asustarse con todo lo que estaba pasando. – ¿Te has atragantado con la galleta?

Él asintió con la cabeza, así que ella le sirvió un poco de té en su taza y trató de que lo bebiera. El dulzor del té le facilitó un poco la tarea de empujarlo por la garganta y pudo volver a hablar.

– Gracias.

– ¡Dios mío, me has asustado! – Todavía estaba un poco alarmada. – No deberías comerlo todo de una vez. ¿En qué estabas pensando?

– Estaban tan deliciosos que no pude resistirme.

– ¿De verdad? Déjame probar uno.

Yamato sintió que el corazón se le iba a salir por la boca debido a lo tenso que estaba. Al minuto siguiente, se esforzaba por no estallar en carcajadas con su novia vomitando y tosiendo.

– ¡Esto sabe tan mal! ¿Qué ha pasado? He seguido la receta, no debería saber tan salado.

– ¿Seguro que no has confundido la sal con el azúcar?

– No, tienen frascos diferentes sólo por eso. Espera un minuto… ¡Te pedí que recogieras el azúcar para mí!

– ¡¿Qué?!

– ¡Lo has confundido! Ya lo sabías, ¿no?

– Sí. – Finalmente confesó.

– Por eso se te ocurría algo cada vez que intentaba probarlo y ver si era bueno.

– Siento haberte mentido. No quería que te disgustaras por esto porque estabas muy emocionada por hacerlo.

– No puedo creer que te hayas comido una galleta salada entera y no hayas vomitado. Fuiste muy valiente al tragarla toda.

– El té lo hizo un poco más soportable, pero aún así fue duro.

– No tenías que hacerlo todo por mí. Podrías haber dicho la verdad en su lugar.

– No quería verte triste. Pero en el fondo sabía que al final no iba a poder evitar que te lo comieras.

– Me pareció que eras muy valiente. – Sora le echó los brazos al cuello. – Tal vez incluso un verdadero héroe.

– ¿Puede este héroe de aquí tener un premio por su gran hazaña?

– Eso ya lo veremos. – Se apartó de él cuando empezó a inclinarse sobre ella.