Capítulo 1: Despertar
En aquellos momentos Meliodas se preguntó si aquello que estaba a punto de hacer estaba bien, o si su amada y dulce Elizabeth lo aprobaría, más la respuesta le llegó increíblemente rápido, más rápido de lo que desearía.
No.
Elizabeth nunca aprobaría nada como eso, al menos no por el motivo por el cual Meliodas lo hacía.
Para traerla de vuelta.
Así es, Meliodas pondría en peligro el mundo reviviendo al Clan de los Demonios sólo para traer de vuelta a su amada, quien debería de haber sido la persona a la que más odiara, pero el destino les jugó una broma pesada al haber hecho que ambos se enamoraran y se vieran obligados a luchar contra los dioses de ambos clanes y dejar que sólo Meliodas viviera mientras que Elizabeth moría.
En ese momento no pudo creer lo fácil y rápido que fue conseguir los fragmento que le permitirían revivir a su clan y, con el tiempo, a su Elizabeth, quien seguramente se enojaría con él por lo que había hecho, más eso no le importaba, siempre y cuando Elizabeth estuviera a salvo y a su lado todo estaría bien.
Inmediatamente llegó al Valle Zhuhur, el lugar en donde los demonios habían sido sellados hace unos cuantos meses, quizás hace no más de un año, e inmediatamente se puso a pensar en como reaccionarían sus viejos camaradas al verlo, quizás lo matarían o lo perdonarían, sólo eso el destino lo sabía, más no le importaba, con esto traería a Elizabeth de vuelta y serían felices. Nada ni nadie se lo impediría.
Nada ni nadie.
Acomodó los cuatro fragmentos en su lugar y sacó la última, más no menos importante, pieza faltante: un trozo de tela negra con sangre.
La sangre de Elizabeth.
Aquella tela con sangre era el único objeto que conservaba de Elizabeth y que constantemente le recordaba el motivo de sus acciones. Aún recordaba con claridad la piel fría y el cuerpo inerte de Elizabeth en sus brazos mientras que él solamente era capaz de llorar y lamentarse el no haber podido protegerla o el haber muerto en su lugar.
Siguió llorando hasta que recordó que una vez Elizabeth le había contado de algo llamado "El sello de la Diosa", el cual podía sellar a cualquier raza a cambio de los cuerpos de las diosas. Inmediatamente dedujo que las diosas activaron el sello para acabar con la Guerra Santa. Rercordaba claramene que el horror que tuvo al pensar que los demonios volverían fue rápidamente reemplazado por felicidad al pensar que podría tomar el poder de su padre y traer de vuelta a Elizabeth, y, sin dudarlo, se puso en marcha para buscar los fragmentos, no sin antes tomar un poco de la tela ensangretada de Elizabeth y resguardar su cuerpo en un lugar en el que estaría a salvo.
-Sólo espera- le susurró gentilmente a Elizabet-Muy pronto volveremos a estar juntos-fue todo lo que le dijo antes de irse a buscar los fragmentos.
Ahora, tiempo después, se encontraba increíblmente cerca de lograr su cometido, reviviría al Clan de los Demonios, volvería a ganar la confianza de su padre, quien posteriormente lo convertiría en el nuevo Rey Demonio otorgándole su poder y así, después de tanto tiempo, reviviría a Elizabeth para después borrarle la memoria con ayuda de Gowther para que no lo odiara y estar juntos.
Como siempre debió ser.
Sólo necesitó decir las palabras del ritual para que su suelo se hiciera realidad.
-Más alla del sueño infinito...-comenzó a decir con voz autoritaria-¡DESAPARECE, MALDICIÓN SECULAR!-observó como la sangre del Elizabeth se disolvía para liberar el sello, más quedó sorprendido al sentir algo golpeandolo fuertemente.
Una trampa del sello, dedujó rápidamente al sentir como una parte de el estaba siendo rechazada, las diosas deben de haber sabido que algún demonio (o alguien que hubiera tomado su sangre) intentaría liberar el sello y las muy asturas tomarón todas las precauciones. Aún así no se rendiría, reviviría a Elizabeth aunque le costará el mundo entero, después de todo Elizabeth era su mundo, y si ella no estaba el mundo no debería existir. Siguió aguantando cuando que finalmente sintió como aquella fuerza desgarradora iba disminuyendo hasta que finalmente no quedó nada.
Cerró los ojos tan solo un segundo cuando sintío diez presencias que conocía a la perfección, y, sin decir ni una sola palabra, abrió los ojos con una sonrisa, no una sonrisa amable ni una triste, sino una sonrisa malefica que decía que había salido tal y como planeaba, más la reacción de los diez individuos no fue la esperada, pues los diez se arrodillaron ante el.
-Hermano-fue la voz de su más pequeño hermano la que llamó su atención.
-Hola Zeldris, realmente no me esperaba ésto por parte de ustedes ¿pretenden tenderme una trampa?-habló con el tono que usaba cuando aún era el líder de los Diez Mandamientos y heredero del Rey Demonio.
-No, no se trata de eso, hermano. Nuestro padre me ha explicado que todo aquello que has hecho ha sido para poder liberarnos del sello en el que el Clan de las Diosas nos había encerrado, por eso me disculpo por cada ocación en la que atenté en contra de tu vida, hermano-dijo Zeldris aún arrodillado.
-Yo también me disculpo, pero, por favor señor Meliodas, le suplico que la proxima vez nos lo explique para poder ayudarlo-dijo Melascula con aquella mirada indiferente.
-¡Oye, Meliodas!-lo llamó una voz que conocía muy bien, pues habían sido compañeros antes de treicionar a Stigma-Maldito, ¿realmente jugaste con los sentimientos de Elizabeth sólo para librarte del sello y después liberar a los demonios? ¡Elizabeth realmente te amaba! Y apun sabiendo eso, tú...-fue Gloxinia quien había hablado con ira dirigida hacía Meliodas, aunque el mismo Meliodas sabía que Gloxinia siempre consideró a Elizabeth una gran amiga y viceversa, así que no se impresionó ante la reacción de Gloxinia.
Aún sabiendo el daño que le provocaría a su amigo a decir lo siguiente, decidió seguir hablando, pues en aquello momentos lo que Meliodas más necesitaba era ganarse la confianza de los Mandamientos, así que sin dudarlo, soltó un bufido y dijo aquello que le quitaría a un amigo.
-Como si tu fueras quien para hablar, después de todo esa diosa también confiaba en ti y tanto tu como Drole la traicionaron, así que no me vengas a hablar de traición o de jugar con los demás.
Ante las crueles palabras de Meliodas, Gloxinia solo pudo apretar sus puños y mirar hacia abajo, pues aunque el lo sabía, no quiso reconocerlo, pero Meliodas tenía razón: tanto el como Dolor traicionaron no sólo a Elizabeth, sino también a Stigma y se unieron al Clan Demonio, y ahora no les quedaba más que pagar el precio de sus acciones.
-Hermano-fue Estarossa quien habló ésta vez-¿realmente murió esa molesta diosa?-preguntó con un tono arrogante y divertido, como si el hecho de que Elizabeth hubiera muerto le produjera una especie de entretenimiento, casi como un noble que veía a alguien de clase baja arrodillarse ante él y suplicar por su vida.
Molesta diosa. Meliodas no pudo hace nada más que apretar tanto los puños como los dientes ante aquel insulto hacia su amada Elizabeth, pues si quería revivirla tenía que asegurarse de que todos creyeran de que para él Elizabeth no era nada más que una herramienta o un juguete que lo había aburrido, aunque la verdad era que en esos momento todo lo que deseaba era arrodillarse ente ella y pedirle mil perdones por lo que estaba a punto de decir.
-Si Estarossa, esa molesta diosa finalmente ha muerto y nos ha dejado en paz. Las diosas han renunciado a sus cuerpos para sellar al Clan Demonio y los clanes humano, gigante y hada están demasiado débiles como para oponerse a nosotros. Ahora ya no existe nada ni nadie que se interponga en nuestro objetivo de controlar Britania- término de decir Meliodas con una sonrisa sádica y de satisfacción en su rostro, sonrisa que fue correspondida por los Diez Mandamientos.
Zeldris, que se había parado, decidió tomar el control de la situación y, con orgullo, gritar;
-EN ÉSTOS MOMENTO NO EXISTE NADIE QUE NOS DETENGA, ASÍ QUE ¡EN NOMBRE DEL REY DEMONIO TOMEMOS BRITANIA!-tan pronto como término de gritar su orden los Mandamientos volaron y se dividieron en direcciones diferentes, siendo Meliodas el único que se quedó contemplando lo ocurrido con una mirada incrédula que pronto se transformó en una sonrisa con un único pensamiento en mente.
Muy pronto volveremos a estar juntos, mi querida y hermosa Elizabeth.
