- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.


Strangers on a train

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Capitulo II

"Lunes… otra vez"

Lunes otra vez… La rutina a veces era tan abrumadora que ella sinceramente pensaba que algún día terminaría acabando con su vida. ¿Por qué siempre las personas terminaban haciendo lo mismo, todos los días?

En la mañana temprano, ella se despertaba, se vestía con ropa cómoda y salía a correr por los alrededores de su casa, saludando amablemente a los pocos vecinos del barrio que encontraba en su camino. Cuando regresaba a su casa, tomaba un baño y se vestía con su uniforme para irse a trabajar. Compartía el desayuno con su familia, hablando de todo un poco, pero de nada importante y luego salía en dirección a su trabajo, con su bolso y el almuerzo que cada día le preparaba cariñosamente su hermana mayor.

Siempre ingresaba a la estación de metro por la misma puerta, bajaba las escaleras y marcaba en la misma entrada el valor de su pasaje y cruzaba el torniquete una vez que la máquina le daba la señal de ingreso; esperaba el vagón todos los días en el mismo lugar, el cual sabía de antemano, la dejaría justo frente a la puerta de salida de la estación en la que debía bajarse para caminar las cuadras que la separaban de su destino final.

Luego, ingresaba a su lugar de trabajo, saludaba a sus dos compañeras, guardaba sus cosas en el sitio que el personal tenía predispuesto para hacerlo y conversaba con las dos chicas trivialidades mientras ordenaban, limpiaban, o acomodaban las exclusivas prendas que exhibía la tienda, soñando que algún día sus novios o esposos llegarían con uno de esos modelos como regalo de cumpleaños o aniversario.

Claro, como si ella, Sayuri o Yuka, las dos chicas que trabajaban con ella en la tienda, tuvieran muchos lugares y eventos importantes en donde lucir una prenda semejante.

Es fácil soñar de vez en cuando, también es saludable, pero Akane se encontraba muy consciente de su propia realidad, así que no se quedaba en las ilusiones de una adolescente soñadora; no, ella se decía y se auto convencía a sí misma que ya había pasado por aquello y que los sueños de ese tipo rara vez se cumplen, así que acompañaba a sus compañeras en esas charlas y lograba hacerles creer que ella era tan soñadora como ellas.

El caso es que generalmente así se les pasaba el día la mayor parte del tiempo, entre clientes inconformistas, charlas triviales, risas por algún hecho puntual y todo bajo la atenta mirada de la señorita Kuno, la supervisora de la tienda.

La señorita Kuno era una mujer de treinta y tantos años, amargada y odiosa que siempre les exigía el doble de lo que a ellas como dependientas les correspondía hacer. Sobre todo el mal trato de la señorita Kuno era demasiado evidente con Akane. Era como si la chica se hubiese ganado la animadversión de su supervisora con sólo poner un pie en esa tienda al momento en que ella había ingresado a trabajar allí.

Sus compañeras se habían percatado de ese detalle y entre las tres le habían buscado un apodo acorde a la insoportable supervisora, por tanto la habían comenzado a llamar cariñosamente "mademoiselle citron", por lo amargada que podía llegar a ser la mujer.

Por otro lado, se rumoreaba que la señorita Kuno tenía ese puesto de importancia porque era la amante del dueño, un señor de unos cincuenta años, elegante y apuesto, todo hay que decirlo, pero casado y un perfecto casanova.

Él no la tomaba demasiado en cuenta cuando iba a la tienda, de hecho parecía ignorarla cuando ella trataba de entablar conversación con él de temas que no estuvieran relacionados con su negocio, pero las chicas aseguraban que ellos eran algo más que jefe y empleada, lo cual nunca habían comprobado.

Las tardes siempre pasaban más rápido que las mañanas en la tienda, tal vez por el simple hecho de que las chicas se encontraban ansiosas porque se acercara el horario de salida.

En fin, así era todos los días, rutina tras rutina. Akane siempre se había preguntado cómo era que había soportado hacer lo mismo diariamente durante tres años, tiempo por el cual había conservado su puesto en la tienda y la respuesta siempre era la misma: la paga lo merecía.

Ganaba bien, eso nunca había estado en duda, le alcanzaba para ayudar en su casa y darse unos cuantos gustos de vez en cuando.

Después de todo, las personas suelen acostumbrarse a todo, al menos esa era una de las frases que uno de los encargados del transporte en donde llevaban los diseños que cambiaban en la tienda según la estación de año siempre le decía: "El ser humano es un animal de costumbre, señorita Tendo" y ella solo asentía ofreciéndole una sonrisa al anciano hombre.

Sin embargo, ese día lunes, algo distinto había sucedido que quebró todo el esquema de la rutina a la cual las tres chicas estaban acostumbradas.

A las seis con treinta minutos de la tarde, recibieron la orden de cerrar la tienda y dirigirse a sus respectivas casas. Para Akane resultó evidente que las sospechas de sus compañeras de trabajo no resultaban tan erradas después de todo, porque mademoiselle citron se apresuró para que cumplieran con la orden rápidamente, con una sonrisa de oreja a oreja que dejaba atisbar lo contenta que se encontraba con ese cambio de planes.

Y es que simplemente ése era un comportamiento sumamente extraño para una mujer que no sonreía nunca.

Así que las muchachas decidieron cumplir la petición sin hacer preguntas, pero antes de regresar a sus hogares, se dieron el gusto de visitar distintas tiendas y comprarse algún accesorio económico y que estuviera al alcance de sus ingresos.

Luego, Sayuri propuso la idea y Yuka y Akane la aceptaron. Entrarían a un local de comida, pedirían algo bien dulce y lleno de calorías, acompañado con una bebida del gusto de cada una y conversarían un rato antes de regresar a casa.

Así lo hicieron y así habían permanecido largo rato charlando animadamente en un pintoresco local cercano a la estación de metro.

Las chicas se entretenían contándole a Akane sobre sus respectivos novios, de sus problemas con ellos, de sus planes a futuro y sus sueños. Ella por su parte, las escuchaba con paciencia y una sonrisa en el rostro. Era tan fácil ilusionarse con las historias de amor de otras personas, y sin embargo, sus propias relaciones amorosas nunca habían terminado bien, por lo que ella se había convencido que el amor no era y nunca sería su aliado.

A sus veintidós años, Akane podía decir que nunca había llegado a enamorarse verdaderamente, al menos no como se imaginaba que debía sentirse estar completamente enamorada de un chico. Había mantenido una que otra relación, claro, pero nada importante y mucho menos duradera, y no estaba segura si era por auto convencimiento o aceptación que había llegado a pensar que nunca encontraría al chico indicado el cual la hiciera soñar y plantearse una relación duradera en la cual ambos estuvieran dispuestos a permanecer juntos por el resto de sus vidas.

Sí, ella sabía que cualquiera que la escuchara hablando así de convencida podría decir que ella era una exagerada y que alguien con veintidós años de edad era demasiado joven para desilusionarse de esa manera del amor, pero ella no podía hacer nada al respecto, simplemente su príncipe azul no había aparecido todavía ante sus ojos y de todos los chicos que conocía, ninguno lograba hacerle sentir esas mariposas en el estómago que se suponía, las personas enamoradas sentían cada vez que se encontraban cerca de la persona amada.

-A Akane la persigue un guardia del metro –escuchó decir de pronto.

Sayuri y su comentario totalmente fuera de lugar consiguió que volviera a la realidad de golpe y pusiera atención a la conversación que por un momento había dejado de escuchar. Observó a sus amigas totalmente desconcertada y quiso hablar, pero Yuka fue más rápida que ella.

-¿En serio? –preguntó la chica, con más asombro que curiosidad.

-Sayuri no sabe lo que dice –interrumpió Akane, regalándole una mirada furibunda a la indiscreta chica que se decía su amiga.

-¡Pero si tú misma me contaste que el guardia te recibe sonriendo cada noche en la entrada del metro! –exclamó la aludida.

-¡Porque ése es su trabajo! –rezongó Akane remarcando cada una de las palabras que decía.

-Yo me lo he encontrado y no me saluda –acotó Sayuri dando un sorbo a su bebida-, no se me acerca y no me sonríe ni me trata con la amabilidad que tú dices que te trata a ti.

-¿Cuál guardia? ¿El del colmillo? –preguntó Yuka, ahora sí totalmente interesada en el asunto.

-¡No! –exclamó la joven de azulados cabellos en su defensa.

-¡Ése mismo! –Rebatió Sayuri con una sonrisa de triunfo adornando sus labios-. El joven apuesto del colmillo.

-¡Ah! –Intervino Yuka dando golpecitos sobre la mesa-. Sé quién es. Se llama Ryoga, tiene veinticuatro años, estudia por las mañanas y trabaja en el turno de tarde en el metro.

Sayuri y Akane la quedaron observando sorprendidas. ¿Cómo era posible que ella pudiera saber tanto de un desconocido?

-¿Cómo lo sabes? –preguntó Sayuri, poniendo en palabras los pensamientos de Akane.

-He estado ayudando a alguien a conseguir información –contestó con simpleza.

-¿A quién? –quiso saber Sayuri.

-Una chica que trabaja en la tienda de joyas, su nombre es Akari.

-¡Oh! –Contestó Sayuri decepcionada-, tienes competencia, Akane.

La aludida de sobresaltó y observó a su amiga con incredulidad.

-¿Quién te dijo que yo estaba interesada en ese chico?

-Ryoga –intervino Yuka asintiendo con un movimiento de cabeza.

-Ryoga, Myoga, o como se llame –contestó Akane haciendo un gesto displicente con una de sus manos.

-Deberías poner atención a los designios del destino –dijo Sayuri seriamente esta vez-, estás muy sola, amiga. Quién te dice que ahora mismo no estás rechazando al amor de tu vida.

-No creo que él sea el amor de mi vida y además… -la chica se interrumpió de pronto al divisar la hora que marcaba el reloj de su amiga- ¡Diablos, es muy tarde! –continuó diciendo al tiempo en que se ponía rápidamente en pie para tomar sus cosas-. Debo irme chicas, las veo mañana.

-Sí, huye, Akane, huye como siempre –dijo Sayuri riendo irónicamente-. Sólo asegúrate de no huir del amor cuando éste se te presenta tan claramente.

La muchacha cerró sus ojos y sacó su lengua en un gesto bastante infantil, pero que a veces le servía para escapar de las garras de sus amigas.

-Hasta mañana –dijo ya saliendo del lugar casi trotando.

Era cierto que si no se daba prisa, perdería el tren que acostumbraba a tomar y además, sabía muy bien que aquel tren seguramente vendría atestado de gente por ser lunes.

-Hasta mañana.

-Que descanses.

Escuchó que se despedían las chicas mientras abría la puerta del local. Una ráfaga de viento helado la recibió en la calle. Todavía no cambiaba la estación dando paso al otoño, pero los primeros signos de su llegada, ya se hacían notar en el ambiente.

Apresuró el paso y consultó la hora en su reloj, todavía contaba con diez minutos antes de que el tren que acostumbraba a tomar llegara a la estación, así que decidió pasar a comprar unos cuantos pastelillos de los que le gustaban a su hermana a un pequeño local a media cuadra de la estación.

Cuando salió del lugar con su bolsita de papel firmemente tomada, apresuró su caminar y divisó la entrada a la estación. Allí estaba el guardia, imperturbable y con su impecable uniforme.

No supo muy bien por qué, pero ésta vez se sintió nerviosa al acercarse al joven y lentamente comenzó a notar cómo los colores le subían al rostro. Quiso pasar lo más desapercibida posible por donde él se encontraba, pero cuando se es la única persona que va en dirección a una estación de metro, es difícil ocultarse, así que tuvo que enfrentarlo.

El chico inclinó su cabeza a modo de saludo como siempre hacía y el colmillo apareció en su rostro sonriente.

Contra todas sus propias convicciones y respondiendo a un extraño e inconsciente estímulo, Akane contestó amablemente y con una sonrisa.

-Buenas noches –dijo con una inclinación de cabeza.

El joven pareció sorprendido y turbado, pero luego se recuperó y sonrió con mayor ímpetu, o al menos eso le pareció a la chica.

-Buenas noches, señorita.

Entonces, ella bajó los escalones totalmente sonrojada y preguntándose por qué había cometido la estupidez de saludar amablemente al guardia.

El tren ya estaba detenido y con las puertas abiertas de par en par, así que subió al vagón y buscó su lugar acostumbrado en la puerta de enfrente. Dejó descansar su cuerpo y comenzó a ver cómo lentamente el vagón se iba llenando de personas con el cansancio reflejado en sus rostros.

Un minuto después se escuchó la sirena que anuncia el cierre de las puertas y el tren comenzó a avanzar.

Ella todavía se encontraba tratando de descifrar su poco usual comportamiento, así que no prestó mucha atención a su alrededor; tampoco quiso abrir el libro que llevaba en sus manos de inmediato ya que las palabras de Sayuri hicieron eco en su cabeza.

Tal vez su amiga tenía razón y su príncipe azul estaba más cerca de lo que ella creía o quería aceptar. Tal vez si dejaba de huir y decidía darle una nueva oportunidad a su corazón de tomar las riendas de su vida, por sobre su cerebro. Tal vez si…

-Ojos azules –pensó de pronto, dándose cuenta tardíamente que había puesto ése pensamiento en palabras.

Se sonrojó profusamente y dejó caer el libro torpemente al piso. Un jovencito de unos dieciséis años que iba a su lado se percató del incidente, se agachó ágilmente y le devolvió el libro con una sonrisa en el rostro.

-Gracias –atinó a decir la chica totalmente turbada.

El chico sólo inclinó su cabeza en asentimiento y se dio media vuelta para tratar de afirmarse de uno de los asientos.

El atractivo desconocido de ojos azules había subido en la estación que acababan de dejar atrás y se había acomodado de espaldas a ella, permaneciendo de pie ante la hilera de asientos que quedaban al frente de donde Akane se encontraba. La chica lo vio afirmarse con una mano del pasamanos y con la otra, sostener un libro que se dispuso a leer con la poca comodidad que ofrece estar en esa posición mientras el vaivén del tren hace difícil la concentración.

El que estuviera de espaldas a ella le dio a Akane la oportunidad de observarle con mayor detenimiento. Ese lunes vestía una camisa china en un tono azul claro, sus cabellos azabaches le llegaban poco más abajo de los hombros pero ella pudo suponer que eran más largos, ya que al igual que el lunes anterior, los llevaba trenzados firmemente. Su espalda era ancha, sus manos grandes y el bolso de deporte que descansaba a sus pies le hicieron suponer que practicaba algún tipo de deporte. ¿Atletismo quizás?, ¿béisbol o natación?... No, no daba el tono, ¿algún tipo de lucha o arte marcial? Quizás era profesor de deportes…

Lentamente la chica de cortos cabellos azulados se fue enfrascando en un monólogo mental tratando de descubrir la identidad de su atractivo desconocido, sin percatarse siquiera que no había dejado de mirarlo desde que él hubiera subido al vagón del metro.

Tan concentrada estaba, que ni siquiera se percató de cuántas estaciones habían pasado ya, hasta que ojos azules se giró de pronto y quedó de frente a ella, muy cerca de donde permanecía y se tomó ágilmente del otro pasamanos.

Akane se sobresaltó y esquivó su mirada tratando de disimular que iba muy concentrada leyendo los avisos publicitarios que había sobre la puerta del vagón.

La chica finalmente observó por el rabillo del ojo al desconocido y pudo respirar aliviada al comprobar que él no había quitado la vista de su lectura. Suspiró profundamente y trató de hacer lo mismo; abrió su libro y comenzó a leer, sin leer realmente.

Así pasaron un par de estaciones más hasta que el grito de una señora en los asientos que tenía a su lado izquierdo y que ojos azules tenía frente a él, captó la atención de todos los que iban en ese sector del vagón.

-¡Por qué no me despertaste a tiempo! –Exclamó de pronto la señora, dándole golpecitos con su mano a un asombrado jovencito que iba a su lado- ¡Dejaste que me durmiera y ahora nos pasamos de estación y…!

-¡Madre! –Dijo el muchacho que antes había recogido el libro de Akane -. Madre, acá estoy y la próxima es nuestra estación.

La señora enrojeció a niveles poco saludables, se puso de pie y observó al asustadísimo joven que iba sentado a su lado.

-Lo siento mucho, yo…

-Mamá, debemos bajarnos.

-¡Perdón! –exclamó la señora, bajando rápidamente al escuchar la sirena del metro y justo momentos antes de que se cerraran las puertas del vagón.

Akane no pudo evitar reír ante la escena presenciada; el joven que recibió los golpes también rio, al igual que las dos señoras que iban sentadas a su lado… y el atractivo desconocido de la camisa china rio a carcajadas.

Cuando él pudo controlar su risa contagiosa, observó directamente hacia donde se encontraba Akane y todavía sonriendo, le dirigió la palabra.

-¿Quieres sentarte? –preguntó haciendo un gesto para indicar el asiento desocupado con el libro que todavía conservaba en su mano.

Su voz profunda y varonil casi logra alborotar su corazón como hacía tiempo no lograba hacerlo nadie. Faltaban cinco estaciones para su parada, así que sólo atinó a asentir con un movimiento de cabeza y desplazarse hacia el lugar que él le ofrecía.

-Gracias –dijo la chica al momento de tomar asiento y se sumergió rápidamente en las letras de su libro, otra vez, leyendo sin leer.

¿Cómo entablar conversación con un desconocido?, se preguntó, simplemente ella no podía hacerlo.

Seguramente su hermana Nabiki en esa misma situación ya hubiera conseguido saber el nombre, la ocupación y hasta el número de teléfono del chico de mirada azulada… pero Akane era diferente a su hermana y no se atrevería siquiera a despedirse de él.

Otra estación y el joven y las dos señoras que iban sentados en su misma fila de asientos se pusieron de pie para bajar. Finalmente, ojos azules se sentó tranquilamente al lado de Akane.

¡Por todos los dioses!... ¡Tenía tres asientos disponibles!, ¿qué no podía simplemente sentarse más lejos de ella? Se preguntó la chica totalmente consternada ante la acción del desconocido.

Nerviosamente cerró su libro marcando la página en la que iba y comenzó a buscar en su bolso las malditas esferas de menta que tenían la virtud de tranquilizar su estado nervioso cuando experimentaba ése tipo de tensión.

El estúpido envase apareció en su mano, pero ya no quedaba ni una mísera esfera en su interior. Decepcionada, la chica suspiró con resignación ante el percance y devolvió el envase vacío al interior de su bolso, sin percatarse que una mano masculina se encontraba sosteniendo un envase igual al que acababa de devolver a su bolso, ofreciéndole una de las esferas que éste contenía.

-¿Quieres? –preguntó el chico de la trenza a una sorprendida e incrédula Akane.

Entonces, ella supo que él la había estado observando todo ese tiempo. De qué otra forma sino había sabido que a ella no le quedaban dulces que degustar como para ofrecerle él mismo de sus propios dulces.

-Gracias –logró contestar la chica aceptando el ofrecimiento con la palma de su mano abierta.

Él depositó una esfera en la mano de ella y luego sacó una para él.

Ni siquiera habían rozado sus manos, no hubo contacto físico y tampoco es que fuera una conversación propiamente tal, pero para Akane resultó evidente que ese chico tenía la facultad de poner su mundo de cabeza y quizá fuera demasiado apresurado, pero también reconocía que algo muy parecido a las famosas mariposas en el estómago se habían posicionado en su interior y ahora revoloteaban libremente en esa parte de su anatomía.

-Mariposas –susurró llevándose el dulce a los labios, sin darse cuenta que lo hacía y sin percatarse tampoco que el desconocido ahora la observaba de soslayo sin saber cómo volver a hablarle.

Una estación más y Akane fue consciente que era su parada. Decepcionada por no poder intentar seguir conversando con el desconocido de camisa china, se puso en pie, tomó sus cosas y antes de avanzar hacia la puerta, observó con una sonrisa al atractivo chico.

-Gracias -volvió a decir haciendo una leve reverencia con la cabeza antes de bajar del vagón totalmente sonrojada.

Salió de la estación sonriendo ampliamente y diciéndose que tal vez su amiga Sayuri sí tenía razón en eso de poner atención a los designios del destino, porque quizá el destino no le estaba indicando que pusiera atención al joven guardia del metro, sino a otro joven totalmente desconocido pero el cual había tenido la habilidad de llamar poderosamente su atención hacía una semana atrás, cuando ella había notado su presencia en aquel vagón de metro. Después de todo tal vez no era una casualidad el encontrarse al desconocido dos lunes seguidos en un tren en donde viajan miles de personas todos los días, quizá era una señal que ella debía captar.

-Ojos azules –dijo suspirando-. Espero volver a verte el próximo lunes en el metro.

Todavía sonriendo y saboreando la pequeña esfera de menta que mantenía en su boca comenzó a avanzar hacia su casa, esperando que pudiera repetirse un tercer encuentro con el desconocido del metro y esta vez, pudiera encontrar el valor para hablarle y decirle algo más que tres escuetos "gracias".

Quizá el próximo lunes tendría esa oportunidad… o quizá no.


Notas finales:

1.- Bueno, segundo capítulo de esta historia. La verdad me ha gustado escribir estas líneas y como ven, los capítulos no están resultando ser tan extensos y creo que se mantendrán así. Si alguien quería ver más interacción entre nuestra querida parejita lamento decepcionarles, pero pienso que las cosas entre estos dos si no se conocieran de nada y tuvieran que entablar conversación, serían así de lentas. Además, para qué voy a negarlo, siempre me ha gustado hacerles las cosas un poquitín difíciles a nuestros chicos (quienes me hayan leído ya me conocen), así que para mí es genial jugar un poco con la timidez de ambos.

2.- Esta historia está pensada para ser contada desde el punto de vista de Akane, así que son "sus" encuentros en el metro con el desconocido, por eso no quise poner en palabras las cosas que pueda llegar a pensar/sentir Ranma con respecto a ella; sin embargo, no descarto hacer algunas modificaciones más adelante en la forma de relatar los hechos.

3.- Finalmente y no por ello menos importante debo, quiero y me siento muy feliz de agradecer a quienes dejaron un comentario por el primer capítulo de esta historia. A Escarlatta, BUBU30, RANMAA-K, Fleuretty, nancyricoleon, IramAkane, Haro Adrianne, Tsukire y Faby Sama, muchísimas gracias de todo corazón por cada una de sus palabras, sus comentarios son realmente importantes y me alegra mucho que a cada uno/a de ustedes les haya agradado esta nueva historia, así que una vez más, gracias, gracias, gracias por el apoyo.

Ya me despido por ahora, un abrazo grande y buena suerte para lo que queda de este año y para el próximo también!

Madame…