- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
Strangers on a train
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Capítulo V
"Bendita lluvia"
Ese no estaba resultando ser un día normal y agradable para el joven que caminaba a paso rápido por uno de los pasillos del gimnasio en donde trabajaba dando clases de artes marciales.
Todo había salido mal para él aquel día. Al empezar su jornada, se había quedado dormido porque la estúpida alarma que le despertaba cada día simplemente no había funcionado, con lo cual había tenido que correr para alistarse y salir a su lugar de trabajo, sin desayunar y con el tiempo en contra.
Luego de salir de su hogar mordisqueando un trozo de pescado que había quedado de la cena de la noche anterior, tuvo que devolverse en busca de algo con qué protegerse de la lluvia que amenazaba con caer, por ende, llegó tarde a su lugar de trabajo, ganándose una reprimenda del dueño del gimnasio y una no muy grata bienvenida de sus alumnos por haberlos hecho esperar por más de media hora para comenzar la clase.
A medio día había hecho un alto para almorzar, aunque al instante mismo en que pidió su comida, quiso haberse retrasado o por lo menos haber encontrado una excusa para alejarse del lugar que había elegido para comer, ya que sólo tuvo el agrado de sentarse y ya las tenía junto a él, parloteando y desafiándose mutuamente.
El joven se estaba cansando de escuchar a dos de sus más destacadas alumnas discutir por quién era la mejor, aunque eso no le hubiese molestado tanto de no ser porque él siempre parecía ser el premio para ambas chicas. A una la conocía desde que eran unos niños y desde entonces la chica parecía estar interesada en él, pero para él se había transformado en una buena amiga, casi en una hermana, aunque sus padres buscaran cualquier medio para insistir en que ellos dos debían casarse y permanecer juntos. La otra chica había llegado hacía unos dos años desde China y desde que se habían conocido en una exhibición de artes marciales, parecía haberse obsesionado con él, así pues, lo había seguido y había comenzado a practicar junto al resto de sus alumnos y fue ahí cuando ambas chicas habían comenzado a rivalizar por ver quién se ganaba la atención del joven maestro, tratando de conquistarlo con innumerables atenciones que a él le parecían exageradas.
El joven artista marcial reconocía que ambas chicas eran atractivas y con muchas cualidades que a cualquier hombre le llamarían la atención, pero si le preguntaban sinceramente, él no se encontraba interesado en mantener una relación con ninguna de las dos y ya había quedado de manifiesto que de elegir darse una oportunidad con cualquiera de ellas, su vida se vería seriamente afectada por la posesividad que ambas demostraban hacia él. No, para Ranma Saotome no era una opción pensar en tener una relación cercana con ninguna de ellas, mucho menos una relación amorosa.
Así que para el joven fue un almuerzo desagradable y no exento de complicaciones al lado de ambas chicas, quienes no escatimaban en atenciones para con el joven.
La tarde siguió en una tranquilidad aparente, sólo tuvo que controlar un par de enfrentamientos verbales entre las dos chicas que se disputaban su atención y volver a insistir en que ellas no serían las únicas en participar de la competencia que se estaba preparando. Para cuando llegó el momento de su salida, se sentía bastante agotado y entonces se dio cuenta que afuera hacía frío y llovía torrencialmente. Suspiró, sabía que era muy probable que lloviera ese día, pero a él no le agradaba la lluvia, mucho menos cuando debía desplazarse un día lunes en el metro, porque era bien sabido que los lunes en el metro eran un desastre y que… sonrió ampliamente al recordar que los días lunes eran los días de sus encuentros con cierta chica de azulados cabellos y mirada soñadora de quien había quedado prendado desde el primer día que la había divisado apoyada en la puerta del vagón del metro, leyendo concentradamente. Desde entonces se había esforzado por encontrarla todos los lunes, tratando de abordar el tren a la misma hora y ubicándose siempre en el mismo vagón, táctica que hasta el momento había dado resultados.
Observó la hora, todavía tenía tiempo para llegar a la estación y esperar el arribo del tren que siempre traía a la chica que había llamado su atención hacía poco más de un mes, así que, abrió su paraguas, acomodó su bolso en uno de sus hombros y avanzó despreocupadamente hacia la estación pensando en cómo pedirle nuevamente a Akane una cita, sin que se escuchara como si estuviera solicitándosela. Esperaba tener la oportunidad y no perder tanto tiempo como la semana anterior, cuando había tenido que conformarse con escuchar una conversación ajena para enterarse de algunas cosas sobre ella.
-Romeo –susurró sonriendo al recordar aquel episodio.
Ahora bien, cómo volver a sacar a colación el tema de los entrenamientos. Al principio le había parecido una buena idea, pero ahora no estaba tan seguro de ello. Si tenía suerte y Akane aceptaba, ¿dónde diablos la llevaría? No podía dejar que ella conociera a sus dos dolores de cabeza o las muchachas serían muy capaces de realizar alguna jugarreta para espantar a Akane. Las conocía bien y sabía que esas dos se sentirían amenazadas y probablemente espantarían a la joven si la conocían, sobre todo si se enteraban que él estaba interesado en ella.
Volvió a suspirar y cerró el paraguas, ya había llegado a la estación y en el vagón tendría que pensar en una solución rápida para aquel predicamento.
Bajó las escaleras y una vez llegó al andén, observó la hora para asegurarse que el próximo tren fuera el que siempre abordaba; una media sonrisa se formó en su rostro al comprobar que no se había adelantado y tampoco atrasado para abordar el tren, así que esperó pacientemente a que éste arribara.
Cuando finalmente el tren se detuvo y abrió las puertas del vagón, Ranma pudo observar que el medio de transporte venía muchísimo menos atestado de gente que en un día normal. De inmediato miró hacia el sector en donde siempre se instalaba Akane y no pudo ocultar su sorpresa cuando no la divisó en aquel lugar. Avanzó lentamente preguntándose qué había pasado con ella, mientras la sirena se hacía escuchar avisando que el cierre de puertas estaba a punto de realizarse y fue entonces cuando descubrió que la chica se encontraba sentada en el cuarto asiento del vagón, de frente a él y con un semblante poco amigable.
La observó detenidamente antes de acercarse a ella y suprimió una sonrisa al percatarse que probablemente la chica estaba de muy mal humor al comprobar que se encontraba con sus cabellos y ropas húmedas; seguramente la inclemente lluvia la había pillado de camino a la estación y ella no había conseguido guarecerse. El joven se acercó a la chica y se afirmó del pasamanos mientras dejaba su bolso en el suelo, quedando a una escasa distancia de la muchacha; ella levantó la vista y pareció sorprenderse antes de esbozar una escueta sonrisa.
-Hola –saludó mientras acomodaba un húmedo mechón de su cabello tras su oreja.
-Hola –devolvió el saludo el joven sin perder detalle de los movimientos de la muchacha-. Nos volvemos a encontrar.
-Así es.
Al chico le pareció que ella se sentía incomoda y un sinfín de hipótesis comenzaron a pasar por su cerebro, siendo el hecho de su invitación a entrenar en su encuentro anterior la que ganaba mayor fuerza para él. ¿Sería que a ella le había parecido imprudente el que él le hiciera aquella invitación?, ¿lo había tomado a mal?, quizá hasta pensaba que era una especie de acosador y…
-¿Cómo has estado, sensei?
La pregunta de Akane lo sacó abruptamente de su monólogo mental y no pudo ocultar su sorpresa al ver la sonrisa sincera que le dedicaba la muchacha sentada frente a él. Un imperceptible suspiro escapó de sus labios antes de poder contestar.
-Bien –dijo sonriendo-. ¿Tú, cómo estás?
-Podría estar mucho mejor si esta desagradable lluvia no me hubiera alcanzado de camino a la estación –contestó haciendo un divertido mohín-. No me gusta mojarme.
-¿No traes paraguas? –preguntó sabiendo que la respuesta era obvia.
Ella negó con un movimiento de cabeza y exhaló un suspiro.
-Sólo espero que la lluvia se detenga antes de llegar a mi parada.
Ranma iba a contestar, pero la señora que iba sentada al lado de la chica le solicitó que le diera permiso para bajar del vagón. Él se hizo a un lado y observó a su alrededor a los pasajeros que quedaban de pie en el vagón; afortunadamente para él, sólo eran jóvenes oficinistas y algunos estudiantes.
-¿No piensas sentarte? –escuchó que preguntaba la muchacha con un tono de voz que para él denotaba ansiedad-. Lo digo porque es muy difícil encontrar un asiento desocupado un día lunes en el metro y…
-Sí –le interrumpió reprimiendo una carcajada. Estaba seguro que ella estaba nerviosa y por eso había tratado de justificar su cuestionamiento-, sólo estaba comprobando que no hubiese nadie que necesitara el asiento.
Ella asintió en silencio y a él le pareció detectar un leve sonrojo en las mejillas de la chica.
-Y entonces, ¿hoy no hubo clientas inconformistas? –preguntó cuando se hubo sentado sólo para seguir con una conversación.
-No, pero sí una supervisora histérica y odiosa –sonrió-. Madmoiselle Citron a veces puede llegar a ser una pesadilla.
-¿Cómo se llama? –preguntó realmente intrigado.
-Ese no es su nombre, pero le apodamos así por lo amargada que puede llegar a ser –dijo encogiéndose de hombros-. Se escucha más elegante que decirle "señorita limón", ¿no lo crees?
-Sí, tienes razón.
Un momento de silencio se instauró de pronto entre ellos cuando el tren se detuvo en la siguiente estación. Pasajeros bajaron, otros subieron y el chico de la trenza se percató que no había abordado el tema de la oferta para entrenar juntos y justo cuando había decidido tocar aquel asunto, ella volvió a adelantarse.
-Es curioso lo que puede hacer un poco de lluvia –comentó-. El metro viene con mucho menos personas que en un día normal.
-Sí, la lluvia puede provocar cambios drásticos en nuestro entorno –contestó de forma seria.
-¿Por qué lo dices?
Él se sorprendió puesto que no se había percatado que había puesto en palabras ese pensamiento. Volteó el rostro y se encontró con la curiosa mirada de su acompañante.
-La lluvia me quitó a una persona muy querida –contestó con simpleza.
-Oh, entiendo –respondió desviando la mirada para no incomodarle-. Lo siento.
-En realidad no fue la lluvia, fue un conductor imprudente que no respetó la señalización y acabó chocando el automóvil en el que ella viajaba, arrebatándole la vida… Ese día llovía intensamente, como hoy y… creo que por eso no me gusta la lluvia, porque me recuerda el día que me la quitaron.
El joven sintió la congoja que recordar aquel hecho siempre le traía y se preguntó por qué había expuesto aquel episodio de su vida tan abiertamente ante la joven que tenía al lado. Era algo muy personal que no comentaba con nadie nunca y que siempre dolía recordar, sin embargo, ella le inspiraba tal confianza que las palabras habían escapado de sus labios casi sin proponérselo.
-¿Era… Era tu novia? –titubeó al preguntar.
-Mi hermana –dijo suspirando-. Mi hermana melliza –complementó-. Casi nunca nos separábamos, íbamos juntos a todas partes, pero ese día ella no se fue a casa conmigo después de nuestro último entrenamiento porque quería comprar un regalo para su novio, así que le pidió a una amiga que la llevara al centro comercial… Si yo la hubiese acompañado ese día, quizá ella…
-No te culpes –le interrumpió Akane quien en un exceso de confianza, posó su mano en el antebrazo del chico para llamar su atención. Él la observó con intensidad y ella alejó su mano tan rápido como la había posado-. Lo peor que puedes hacer es culparte, Ranma –dijo jugando con sus dedos en su regazo.
-Pero siempre me he preguntado qué hubiera pasado si ella…
-Mi madre también murió en un accidente de tránsito, ¿sabes? –volvió a interrumpirle de forma abrupta mirando sus manos-. Yo tenía quince años y mi padre me pidió que le avisara a mamá que ese día se atrasaría y la pasaría a buscar un poco más tarde al hospital donde ella solía ir a ayudar como voluntaria –la chica hizo una pausa y luego volvió a hablar-. Yo lo olvidé; olvidé por completo darle el recado a mi madre y supongo que ella creyó que mi padre no pasaría a buscarla, así que salió del recinto hacia la parada de autobús y… un automóvil fuera de control acabó con su vida y con la vida de otra mujer.
-Yo… lo siento mucho, Akane.
-No creas que no me culpé por lo que sucedió, pero al final, me di cuenta que las cosas pasan cuando tienen que pasar y así será siempre. No podemos cambiar lo que pasó, pero tampoco podemos seguir eternamente preguntándonos que hubiera sucedido si los hechos hubieran sido distintos.
Ambos permanecieron en silencio, recordando aquellos hechos y también preguntándose por qué se sentían tan en confianza para relatar aquel doloroso episodio en sus vidas.
-No sé por qué te conté todo esto –comentó el joven mirando al frente.
-A veces es más fácil hablar de nuestros dolores con personas que no conocemos –expresó la chica de cortos cabellos encogiéndose de hombros-. Sirve de terapia.
-Pero yo quiero conocerte –dijo casi sin pensar.
Ella lo observó sorprendida y luego sonrió al percatarse que él trataba por todos los medios de desviar la mirada para no enfrentarse cara a cara con ella.
-Bueno, ya sabes que mi nombre es Akane, que trabajo en una tienda en el centro de Tokio, que viajo todos los días a esta misma hora en metro y que cuando era una niña me vi obligada a representar a Romeo en una obra escolar –dijo enumerando cada frase que decía con los dedos de su mano derecha-. Ahora, qué no sabes de mí, hum, tengo veintitrés años, vivo con mi padre que es un artista marcial ya retirado, tengo dos hermanas mayores que también viven conmigo y me gusta mucho leer.
Él la observaba con una sonrisa en el rostro. Cómo era posible que después de hablar de dos episodios trágicos para ambos, ella lograra cambiar el tema de conversación para pasar la tensión del momento… y encima hacer que su corazón se encabritara al contemplar la encantadora sonrisa que ella le estaba regalando. Se aclaró la garganta.
-¿Es mi turno? –ella asintió en silencio-. Mi nombre y ocupación ya la sabes. Tengo veinticuatro años, desde hace un tiempo vivo solo aunque mi madre me visita seguido, mi padre es un experto en artes marciales pero no tan bueno como yo y me gustaría mucho que consideraras mi propuesta de entrenar uno de estos días.
Observó su reacción y una vez más le pareció que sus mejillas adquirían un bonito tinte rosa; sonrió complacido mientras esperaba su respuesta.
-No cuento con mucho tiempo, pero… los jueves son mis días libres y si no es problema para ti…
-¿El jueves en la tarde está bien para ti? –le interrumpió sonriendo mentalmente. Ese día de la semana ninguna de las dos chicas obsesivas tomaba clases con él-. Los jueves doy clases en un gimnasio cerca de mi casa, pero si tú quieres…
-Dame la dirección y yo estaré allí a la hora que me indiques –dijo abriendo su bolso para sacar algo en qué anotar.
-Espera –interrumpió Ranma agachándose para abrir su bolso de deportes, de ahí extrajo un libro y posteriormente su teléfono móvil-. Recuerdo que también pensarías en darme el número telefónico de Romeo –dijo sonriendo ante la mueca de desagrado que se formó en el rostro de la chica-. Si me lo dieras, me sería mucho más fácil contactarme contigo.
Ella pareció pensarlo por un momento y luego extendió su mano para que él pudiera entregarle su teléfono; él la observó extrañado por la actitud y ella sólo se encogió de hombros antes de contestar.
-No me gusta decir mi número telefónico en voz alta, nunca se sabe quién puede estar escuchando.
-Ah, entiendo –dijo entregándole el aparato en donde ella comenzó a anotar de inmediato los números.
-Ya está, ahora puedes llamarme –expresó devolviéndole el aparato mientras se ponía en pie para arreglar sus cosas.
Él observó a su alrededor y se percató que ella bajaría en la próxima estación, por lo que también se puso en pie ganándose una mirada de absoluta sorpresa por parte de la chica.
-Sigue lloviendo –respondió a la pregunta que ella no había formulado-. No quiero que te mojes y luego resfríes para que eso sea una excusa y no concurras a nuestro entrenamiento el jueves.
-¿Quieres decir que te bajarás conmigo… sólo para evitar que me moje?
-Yo tengo paraguas –contestó acercándose a la puerta-, te lo prestaría pero tampoco me agrada mucho la idea de llegar empapado a mi casa, así que te acompañaré a tu casa y luego me iré a la mía.
-Pero…
-¿Bajas o quieres pasarte de estación? –dijo cuando las puertas se abrieron sin dejar que la chica protestara.
Ella bajó tras él justo cuando la sirena indicando el cierre de puertas comenzaba a emitir su sonido y se quedó un momento de pie en el andén, mientras el tren avanzaba y seguía su trayecto. Ranma, que había avanzado unos cuantos pasos se detuvo y la observó hacia atrás, ella parecía afligida.
-No tienes que hacer esto –le dijo la chica con la mirada baja-, yo puedo irme sola, mi casa no está lejos de aquí. Espera el siguiente tren y sigue tu camino.
-Mi casa tampoco está muy lejos de aquí –rebatió girándose para quedar frente a ella-, suelo bajarme en la siguiente estación porque me queda mucho más cerca que bajarme aquí, pero en verdad no vivo demasiado lejos de acá.
-Tardarás más en llegar a tu casa –insistió observándolo directamente a los ojos-, no quiero que pierdas tiempo conmigo.
El joven sonrió y avanzó solo lo suficiente como para que ella escuchara su voz en un susurro.
-Créeme que el poder compartir unos minutos más contigo jamás sería perder mi tiempo –él mismo se sorprendió de haber puesto en palabras aquella frase y fue testigo por tercera vez en ese día del sonrojo de la chica-. Ahora vamos o realmente tardaremos en llegar a nuestras casas.
Ella no contestó, se limitó a avanzar hacia la salida y él la siguió muy de cerca. Subieron las escaleras casi a la par y cuando salían de la estación, ambos se percataron que la lluvia se dejaba caer con fuerza sobre la ciudad. El joven abrió de inmediato el paraguas que llevaba y luego de acomodar su bolso en su hombro, procedió a cubrirlos a ambos con el implemento. Una sensación extraña se apoderó de su estómago, puesto que de pronto fue consciente que al compartir ese paraguas, debía mantenerse muy cerca de la muchacha que iba a su lado… demasiado cerca para no sentirse nervioso e inseguro. Un ligero suspiro de su compañera lo sacó de ese estado de aturdimiento y la observó hacia abajo, ya que ella no alcanzaba a sobrepasar la altura de su oreja.
-¿Hacia dónde? –preguntó mirando hacia el frente.
-Derecho tres cuadras y luego hay que doblar a la izquierda –contestó ella tomando su bolso con ambas manos al frente, como si fuese un escudo.
-Se ve bastante tranquilo –comentó Ranma por decir algo para alivianar la tensión.
-Sí.
-Entonces, ¿tus hermanas también trabajan?
-Sólo una de ellas, la mayor se hace cargo de los quehaceres de la casa en donde vivimos, pero pronto se casará.
-Ah –dijo al tiempo que una pregunta que hasta ese momento no se había formulado vino a incomodarle-. Y tú –comenzó a decir con un tono de voz muy bajo-, ¿tienes… tienes algún tipo de… compromiso o algo? –terminó de decir con el corazón latiéndole a una velocidad inusitada y rogando en su mente para que ella le diera alguna respuesta rápida.
Ella pareció sobresaltarse y negó suavemente con un movimiento de cabeza que casi pasó desapercibido para el joven que la acompañaba.
-No –reforzó la idea susurrando sus palabras-, ¿y tú?
-Tampoco –contestó esbozando una sonrisa de triunfo. Hasta ese instante no se había puesto a pensar que la chica tuviera algún novio o un compromiso previo, así que su alivio fue grande al escuchar su respuesta.
Un cómodo silencio se instauró entre ellos y al parecer ambos lo necesitaban, ya que ambos iban sumergidos en sus propios pensamientos, pero pronto ese silencio cómplice fue interrumpido por un llamado que fue claramente escuchado por ambos y que les hizo detener su avance.
-Akane –volvieron a escuchar, aunque ahora pudieron observar la figura de una persona avanzando a paso rápido hacia ellos-. Me tenías muy preocupada.
La chica sonrió y saludó a su interlocutora.
-Hola, Kasumi, lo siento.
-Sólo a ti se te ocurre salir de casa sin paraguas cuando todos los pronósticos dicen que lloverá -La mujer detuvo su monólogo y observó al acompañante de su hermana menor-. Y por si no lo notaron, hace cinco minutos que dejó de llover.
El joven bajó el paraguas cerrándolo de inmediato y la chica se alejó un par de pasos de él. La hermana mayor de la muchacha esperaba impaciente alguna presentación, y así se lo hizo saber a su hermana al observarla de forma interrogante.
-Ranma, ella es Kasumi, mi hermana mayor –dijo la chica un poco intimidada-. Kasumi, él es Saotome Ranma, un… un amigo –titubeó.
-Mucho gusto, Ranma –sonrió la hermana de Akane haciendo una impecable reverencia.
-El gusto es mío –contestó él devolviendo el gesto.
Los tres se observaron por unos minutos sin saber qué hacer o qué decir, hasta que Ranma logró salir de aquella situación.
-Bueno, creo que mi misión llegó a su fin –dijo observando a las hermanas-, ahora podrás llegar a tu casa sin peligro de volver a mojarte.
-Sí –comenzó a decir Akane con un melancólico tono de voz-. Gracias por acompañarme.
-¿No quieres venir a nuestra casa y tomar una taza de té caliente? –invitó la hermana de Akane con una amable sonrisa en su rostro-. No son más de tres cuadras.
Los dos jóvenes de sobresaltaron al escucharla y aunque para Ranma resultaba ser una tentadora propuesta, prefirió declinar en aceptar la invitación para no perturbar a Akane, quien ya parecía bastante incómoda con la situación.
-No, muchas gracias –contestó haciendo una leve inclinación de cabeza-, ya es tarde y debo regresar a casa, pero quizás en otra oportunidad.
-Quizá –sonrió Kasumi-. Será mejor que nos vayamos a casa, Akane, hace bastante frío. Hasta pronto, Ranma.
-Hasta pronto –contestó el joven-. ¿Nos vemos el jueves? –preguntó suavemente a la chica de cortos cabellos al comprobar que su hermana ya comenzaba a alejarse.
-Hasta el jueves –contestó la chica sonriendo ampliamente-, y gracias por acompañarme.
-Lo haría todos los lunes… si tú quisieras.
Ella sólo sonrió nuevamente y haciendo una señal de despedida con una de sus manos, se alejó corriendo para alcanzar a su hermana y recorrer lo que quedaba de camino hacia su hogar.
Él se quedó allí de pie, observando cómo la figura de ambas mujeres se hacía cada vez más difusa y luego de mirar hacia el cielo amenazante, comenzó a caminar hacia la estación de metro. Le había mentido a Akane, pues su casa no quedaba muy cerca de allí, de hecho debía bajarse dos estaciones más allá para quedar cerca de su hogar, y aun así, él estaría dispuesto a volver a bajarse antes de ese bendito tren si pudiera acompañar por más tiempo a la chica que lentamente estaba adueñándose de todos sus pensamientos.
Sonrió para sí, después de todo ya había conseguido su número telefónico y el jueves próximo tendría algo parecido a una cita con ella, sólo esperaba que los días pasaran rápido para volver a verla; luego volvió a sonreír con mayor amplitud, ya que recordó que ella no tenía ningún compromiso, una chica bella y de todo su agrado que no tenía compromiso con nadie, ¡la suerte por fin parecía volver a sonreírle!
Un imperceptible suspiro escapó de sus labios al percatarse que desde hacía un tiempo los lunes ya no se le antojaban el peor día de la semana, sino el día en que podía encontrar a la chica que había logrado llamar su atención y además, ahora que lo pensaba los días de lluvia tampoco resultarían ser tan malos si lograba que se repitiera un encuentro con Akane. Dedicó un último pensamiento para su hermana, puesto que parecía que había sido al hablar de ella que todo ese encuentro se había generado de la mejor forma y no le pareció tan inapropiado pensar que su hermana, en donde quiera que estuviera, se había convertido por unos minutos en algo así como una especie de cupido. Volvió a sonreír y le agradeció internamente antes de ingresar a la estación de metro para regresar a su casa con la firme convicción que el jueves próximo avanzaría un poco más en esa incipiente relación con la chica de cabellera azulada, como solía llamarla cuando aún no la conocía.
Sí, si todo iba bien, estaba seguro que pronto él y Akane entablarían algo más que una simple conversación en un vagón de metro y por qué no, en un tiempo más quizás ambos pudieran decir que sí tenían un compromiso.
-Un compromiso con la desconocida del metro –murmuró para sí.
Eso solo el tiempo lo diría, por de pronto, él sólo se dedicaría a esperar que pasaran luego los días para volver a encontrarse con ella, la chica que se estaba ganando rápidamente un espacio en su corazón, después de todo, sólo faltaban dos días para el jueves ¿no?
Notas finales:
1.- Hola. Tiempo sin pasar por acá. Lo siento por la tardanza en actualizar (una vez más), pero ya ven que aunque me cueste trataré de seguir escribiendo como sea.
Como se pudieron dar cuenta este capítulo está narrado desde la perspectiva de Ranma (algo que varias me solicitaron y que tenía pensado hacer de todas formas) y espero que haya sido de sus agrado. No sé si seguiré alternando entre uno y otro personaje, aunque lo más probable es que así sea, así que tal vez podamos conocer los pensamientos de nuestro chico a medida que se desarrolla la historia.
2.- Por temas de tiempo fundamentalmente no pude contestar a sus comentarios personalmente, pero eso no quiere decir que no pueda agradecer a todas/os aquellas/os que me dejan sus reviews por esta y otras historias. A: Esmeralda Saotom, AZULMITLA, Haruri Saotome, Andy-Saotome-Tendo, Chat´de´Lune, ka-chan, SaV21, rosefe-123, nancyriny, ranko0103, Camila, eliza tendo, Miztu of the moon, SARITANIMELOVE, Faby Sama, ivarodsan, IramAkane, Naggy, BUBU30, ka-chan, Zagashi y Vernica , muchísimas gracias por sus palabras y me disculpan por no contestarles personalmente esta vez ¿sí? Sepan que siempre me agrada recibir sus palabras y agradezco enormemente el que se tomen un tiempo para escribirme unas líneas. Gracias, gracias, gracias.
3.- Es todo por ahora, prometo que la próxima actualización será El salvaje caballo… para quien esté siguiendo esa historia, así que nos encontramos pronto.
Un abrazo y buena suerte!
Madame…
