- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
Strangers on a train
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Capítulo VI
"La primera (no) cita"
Los pájaros trinando afuera de su ventana le hicieron comprender que un nuevo día había comenzado. Sonrió de inmediato al percatarse que ese día no debía ir a trabajar puesto que era su día libre y además, tenía una especie de cita con el desconocido, ya no tan desconocido, del metro. Se llevó uno de sus brazos a sus ojos y la sonrisa en su rostro se amplió al recordar la llamada que había recibido del joven de la trenza el día anterior para recordarle de su compromiso de juntarse para entrenar. Desde ese momento, ella no había podido dejar de sonreír cada vez que a su memoria venía el recuerdo de su corta conversación telefónica con el artista marcial. Y es que simplemente ella se estaba dando cuenta que lo que había comenzado como una simple atracción hacia un desconocido, se estaba transformando en algo más significativo.
Se sentó en la cama y luego de desperezarse, se dispuso a levantarse.
Con renovadas energías luego de una noche de sueño reparador y una espléndida sonrisa en su rostro, la chica decidió que ese sería un gran día.
El día pasó demasiado lento para impresión de la joven de corta cabellera azulada y luego del almuerzo ella ya comenzaba a sentir algo de nerviosismo. Así lo notó su hermana mayor cuando un cuenco resbaló sin motivo aparente de las manos de quien le ayudaba a poner orden en la cocina, haciéndose trizas en el suelo.
-¿Sucede algo malo, Akane? –preguntó la hermana mayor de la joven.
-Kasumi, lo siento mucho –contestó ella haciendo un gesto con su cabeza-. Limpiaré este desastre.
Su hermana la observó con curiosidad mientras la chica comenzaba a recoger los trozos de porcelana esparcidos por el suelo.
-¿Te sientes bien? –insistió.
La joven de azulados cabellos la observó desde su posición en el suelo de la cocina y suspiró cerrando por un segundo sus ojos. Su hermana mayor la conocía tan bien que le sería imposible ocultarle algo.
-Es que yo… tengo una... "especie de cita" –dijo haciendo el gesto de las comillas con una de sus manos para reforzar la idea-, y… estoy algo nerviosa, es todo –reconoció finalmente con un encogimiento de hombros.
-¿Una especie de cita? –cuestionó su hermana ladeando su rostro al tiempo que arqueaba una ceja.
-Sí –contestó la muchacha poniéndose en pie mientras dejaba los trozos de porcelana sobre la encimera de uno de los muebles-. Lo que pasa es que técnicamente no es una cita ya que iré a practicar un poco de artes marciales, pero…
-Irás con el chico que te gusta –completó su hermana con una sonrisa en los labios.
-¡No! –exclamó Akane, totalmente sonrojada-. No sé si me gusta –mintió tratando de despistar a su hermana.
-¿Lo conozco? –preguntó ésta última haciendo caso omiso a las últimas palabras de su hermana.
Para ella estaba más que claro que si Akane aceptaba una invitación de un chico aunque fuera para una extraña cita de entrenamiento en el arte marcial, ella debía estar interesada en el sujeto en cuestión, de lo contrario, se hubiera negado y ya. Así había sido siempre.
-Es el chico que me acompañó ese día de lluvia, ¿recuerdas?
-Ranma –dijo la mayor sin más, ganándose una mirada totalmente sorprendida de su acompañante-. Me acuerdo de él y también me acuerdo que me contaste de un muchacho que siempre te encontrabas los lunes en el metro ¿Estamos hablando de la misma persona?
Definitivamente Kasumi no era tan despistada como todo el mundo pensaba, se dijo Akane para sí misma mientras la observaba con asombro.
-¿Es el desconocido del metro o no lo es? –volvió a preguntar.
-Sí, es el mismo.
-Entonces, ¿qué haces aquí? –cuestionó la joven acercándose a su hermana para darle suaves empujoncitos en dirección a la puerta de la cocina-. Ve a arreglarte, Akane.
-No es necesario, Kasumi. Es sólo un entrenamiento, no una cita propiamente tal.
-Da igual, debes causar una buena impresión.
-Hermana…
-Ve, Akane, yo terminaré acá.
La chica de corta cabellera azulada exhaló un suspiro antes de comenzar a avanzar hacia la puerta de la espaciosa cocina, pues sabía que ya no podría hacer nada para quitarle las románticas ideas que seguramente se estaba formando su hermana mayor respecto a la relación que podría llegar a surgir de ese encuentro con el artista marcial de los ojos azules.
Antes de salir de la habitación, Akane giró la cabeza para encontrarse a su hermana observándola con una sonrisa soñadora en el rostro y sus manos entrelazadas a la altura de su pecho.
-Kasumi –dijo finalmente-. No le digas nada de esto a papá o a Nabiki, ¿de acuerdo? No es nada formal y no quiero que empiecen a especular cosas que no son.
-Nada de nada a papá o a Nabiki, es un promesa –contestó asintiendo con un movimiento de cabeza.
-Especialmente no comentes nada con Nabiki –reiteró.
-No diré nada –aseguró nuevamente-. Ahora ve, Akane.
La muchacha sonrió y abandonó la cocina. No sabía si había sido una buena idea revelarle todo a su hermana mayor, aunque pensándolo bien, Kasumi siempre había sido su confidente y ciertamente ahora sentía que necesitaba con quien hablar del desconocido del metro.
-Ranma –susurró para sí recordándose a sí misma que ya no era un total desconocido.
Subió los escalones en dirección a su habitación dispuesta a cambiarse, ya que si bien era cierto que no se trataba de una cita, tampoco era la idea causar una mala impresión. Después de todo, iba a ser la primera vez que él la viera sin el odioso uniforme de la tienda en la que trabajaba. Sonrió una vez más y se perdió tras la puerta de su habitación. Media hora después salía vestida con unos jeans, una camiseta blanca con rayas horizontales negras, zapatillas blancas y una chaqueta negra. Cargó un pequeño bolso de deportes en su hombro y bajó rápidamente las escaleras encontrándose a su hermana junto a su padre en la planta baja.
-Papá –dijo un poco inquieta al verle allí de pie junto a su hermana mayor.
-¿Vas a salir? –preguntó el hombre observando con curiosidad a su hija menor.
-Sí, yo voy a…
Se quedó en silencio al no saber qué excusa inventarle a su padre. No le gustaba mentir, pero ciertamente, creía que no era tiempo todavía de contarle a él sobre el chico desconocido del metro. Afortunadamente, su hermana que la conocía bien, salió en su ayuda.
-Le pedí a Akane que le llevara unas cosas a Mei porque va a juntarse con una amiga en el centro de la ciudad y como queda de camino, me hará el favor de pasar por casa de Mei –dijo Kasumi sonriéndole a su padre.
-¿Y volverás muy tarde? –preguntó su progenitor observando con inquietud a su hija menor.
-No lo creo –contestó la chica esquivando la mirada de su padre.
-Si te retrasas nos avisarás, ¿verdad? –dijo su hermana acercándose a ella.
-Por supuesto, pero no creo que tarde mucho en volver.
-Bien, de todos modos llámanos si ves que es muy tarde.
-Sí. Nos vemos –dijo a modo de despedida.
-Que te vaya bien.
-Cuídate hija.
Y así sin más, Akane salió de su casa para dirigirse al lugar del encuentro con el joven de ojos azules que había captado su atención en el metro.
Entretanto, en otro lado de la ciudad, ese mismo joven se encontraba bastante inquieto y desconcentrado para tratarse de un practicante de las artes marciales.
Y es que simplemente para Ranma Saotome estaba resultando bastante dificultoso el mantener la calma cuando sabía que pronto llegaría la hora en que había citado a Akane al lugar de su encuentro.
Estaba nervioso, no podía negarlo y ese nerviosismo parecía estar dominándolo, así que durante aquella clase, él se había dedicado a impartir instrucciones al comienzo de la misma para luego sólo observar el entrenamiento de sus pupilos, un grupo de quince chicos y chicas de entre catorce y veinte años que habían notado que algo extraño pasaba con su sensei al ver que éste miraba de vez en cuando la pantalla de su teléfono cuando jamás lo habían visto prestarle atención al aparato durante los entrenamientos. Tampoco había pasado desapercibido para los chicos el abandono de la clase por un par de minutos que había hecho en dos ocasiones su maestro.
Lo cierto es que Ranma sólo podía recrear en su mente escenarios adversos referente a su encuentro con la chica del metro, puesto que si bien era cierto ella había asegurado que concurriría a su encuentro, él sentía que quizá todo había sido muy apresurado, que había sacado conclusiones erradas y que quizás ella no estaba interesada de la misma forma que él lo estaba en esa incipiente relación, puesto que el día anterior, cuando él la había llamado para confirmar su encuentro, ella se había mostrado un poco distante y eso había llamado la atención del muchacho. Por lo demás, él nunca había tenido mucha suerte si de relaciones afectivas se trataba, por lo que tenía motivos suficientes para sentirse nervioso.
-Saldré por un momento, chicos –dijo de pronto-. Eiji, quedas a cargo.
-¡Otra vez! –escuchó que decía uno de los más jóvenes.
-Sí, otra vez –contestó de forma seria-. Y tú seguirás practicando esa kata porque cuando vuelva te corregiré cada uno de los movimientos que estás haciendo mal.
Sin más, el joven artista marcial salió de la espaciosa habitación y casi corriendo se acercó a la recepción del gimnasio. Allí, una chica de unos veinticinco años, de astuta mirada esmeralda y cabellos cortos tinturados en un tono verde, quien se encontraba sentada tras el mesón de recepción comenzó a negar con un movimiento de cabeza incluso antes de que el joven maestro de artes marciales llegara a su lado.
-No, no ha venido nadie con el nombre de Akane a preguntar por ti, Ranma –dijo con algo de fastidió terminando de anotar algo en unas fichas-. La chica debe ser alguien muy importante para que uno de los maestros más exigentes de este lugar abandone su clase tres veces sólo para preguntar por ella -comentó.
-Eso no te incumbe, Misaki –contestó frunciendo el entrecejo. La muchacha era amable, se llevaban bastante bien hasta el punto de considerarla su amiga, pero era muy entrometida para el gusto del artista marcial-. Si llega en estos momentos…
-Sí, sí, sí –interrumpió la mujer-, le diré al pie de la letra lo que me has repetido durante toda la tarde y…
-Buenas tardes –se escuchó de pronto una suave voz femenina.
La joven recepcionista observó por un lado de la pantalla de su ordenador a la chica que acababa de saludar y sólo tuvo que ver la enorme sonrisa que se formó en el rostro de Ranma para sacar sus conclusiones.
-Buenas tardes, señorita, la estaban esperando con impaciencia –dijo la impertinente mujer dedicándole una sonrisa burlona al joven maestro que la observó como si quisiera acabar con ella en ese mismo lugar.
-Hola, Akane –saludó Ranma volteándose para verla.
Su primera impresión fue de sorpresa al observar el atuendo con el que la chica se presentó, pero luego recordó que era su día libre y era muy probable que viniera desde su casa y no de la tienda en donde trabajaba.
-Hola –respondió al saludo con una radiante sonrisa que al artista marcial le pareció iluminaba todo el lugar.
-¿Quieres que le diga el discurso que me hiciste memorizar o lo harás tú mismo, sensei? –dijo la recepcionista con una sonrisa burlona en el rostro al comprender en esos pocos segundos que al parecer, el joven por el que la gran mayoría de las chicas que concurrían a ese lugar suspiraban, ya tenía alguien por quien suspirar él también.
-Estoy terminando mi última clase –dijo sin prestar atención a las palabras de la chica de recepción-, ¿quieres unirte o prefieres esperar?
-Antes me gustaría cambiarme, ¿puedo hacerlo en algún lugar? –preguntó ella un poco azorada pues no le había preguntado a él con anterioridad si podía ocupar las dependencias de aquel recinto.
-Por supuesto –dijo con más efusividad de la que le hubiera gustado expresar-, sólo deja que…
-Oye, sensei –interrumpió la recepcionista poniéndose en pie-. Yo ayudaré a tu amiga, después de todo, esa es una de mis funciones. Tú regresa a tu clase y yo le indicaré a tu alumna invitada dónde puede cambiarse, luego la llevaré al salón y ahí ya tú te encargarás de lo demás –terminó de decir guiñándole un ojo al sonrojado joven-. Anda, no le pasará nada si la dejas conmigo.
El joven la observó con desconfianza; la chica era simpática, no se llevaban para nada mal, pero era sabido por todos quienes trabajaban en aquel lugar que la persona más curiosa y también la más indiscreta en ese recinto era la muchacha de verdes cabellos que lo observaba con burla.
-Akane, ella es Misaki, te llevará a los vestuarios y después te indicará en que salón estoy.
-Bien –contestó la aludida sonriendo nuevamente.
-Acompáñame, Akane –dijo la recepcionista abandonando su puesto y dirigiéndose por el pasillo seguida de cerca por Akane.
Ambas muchachas congeniaron de inmediato, o así le pareció a Ranma al verlas alejarse conversando animadamente y hasta riendo por algo que una le había dicho a la otra. El joven exhaló un suspiro y luego volvió corriendo al salón en donde había dejado a sus alumnos, pero sin poder borrar la discreta sonrisa que se había formado en sus labios al corroborar que ella estaba allí y que no se había arrepentido de concurrir a esa extraña cita de entrenamiento.
No pasaron más de cinco minutos desde que Ranma había vuelto a ingresar al salón en donde practicaban sus alumnos cuando se escucharon golpes en la puerta, por lo que él se apresuró en ir a abrir.
-Pasa, Akane -dijo observándola con una media sonrisa en el rostro.
-No quiero molestar -contestó ella con nerviosismo siendo consciente de las miradas curiosas que la observaban desde el interior del salón.
-Sólo quedan veinte minutos de clase, así que puedes incorporarte y observar.
-Está bien -contestó ingresando tímidamente al salón.
-Chicos, ella es una amiga mía y nos acompañará hasta el final de la clase de hoy.
Akane saludó con una reverencia que fue replicada por los estudiantes y se fue a sentar a un costado del gran salón, sonrojándose levemente al escuchar los comentarios que algunos de los chicos murmuraron al pasar.
Allí permaneció sentada y atenta a los movimientos tanto de los chicos como del maestro. Él llevaba un gi de entrenamiento blanco y sus movimientos eran totalmente fluidos y certeros.
Para algunos de los chicos era difícil seguir los movimientos exigidos, especialmente para los más pequeños y cuando eso sucedía, él se detenía y se acercaba a corregirles con firmeza pero de forma amable.
Para ella estaba resultando toda una revelación el descubrir que el joven que había llamado su atención en el metro desempeñaba su papel de maestro de artes marciales con dedicación y pasión, algo que su padre siempre le había mencionado a ella que debía poseer un practicante de las artes marciales en aquellos tiempos que entrenaban juntos.
Tan ensimismada se encontraba ella en seguir los movimientos de la clase que se sorprendió cuando él se acercó a su lado extendiéndole una mano para ayudarla a ponerse en pie. La clase había terminado y los practicantes se estaban preparando para abandonar el salón.
-Ya terminamos –le indicó, ella tomó su mano y se puso en pie-. Nos vemos el próximo jueves, chicos –terminó de decir a modo de despedida.
La mayoría de los chicos se despidió respetuosamente, sin embargo, hubo algunos que hicieron comentarios referentes a lo linda que era la chica que había llegado a ver la clase y por supuesto, hubo otros que especularon sobre su relación con el maestro. Ranma regañó a un par de ellos y a los otros los instó a abandonar rápidamente el salón ya que notaba el semblante incómodo de Akane.
Cuando el último chico salió del salón fue cuando el ambiente tenso que reinaba entre los dos se relajó por completo y Ranma pudo sentirse tranquilo del todo.
-Bueno, descartando los comentarios poco afortunados de los chicos –dijo acercándose a ella con una sonrisa de medio lado-, ¿qué te pareció la práctica… o lo poco que viste de ella?
-Bien, eres un maestro bastante exigente –comentó recordando el regaño que se había llevado uno de los chicos de menor edad cuando se había desconcentrado y recibido un golpe directo de su oponente-. Creo que ese niño recordará por mucho tiempo que no debe desconcentrarse mientras combate –terminó de decir mientras se dedicaba a calentar un poco sus músculos.
-No se hubiera desconcentrado si no hubiera estado pendiente de cierta chica invitada –murmuró observando al techo con incomodidad.
-¿Me hablabas?
-No, sólo me preguntaba si estabas lista para entrenar.
-Sí, aunque te recuerdo que llevo mucho tiempo sin realizar una práctica como corresponde –dijo poniéndose frente a él. Esperó por lo menos medio minuto a que él le dirigiera la palabra, pero al ver que no lo hacía, decidió volver a hablar-, ¿estás bien?
-Sí, claro que sí –se apresuró en contestar.
Lo cierto es que por un momento había caído en un estado de ensoñación que no recordaba haber sufrido antes. Era la primera vez que se encontraba frente a ella a solas, sin compartir el espacio de un atestado vagón de metro o haciendo el esfuerzo por observarla de perfil ya que generalmente esa era la posición en la que se producían sus encuentros en el metro. Tenerla ahí frente a él y poder observarla detenidamente estaba alterando un poco su capacidad de autocontrol, ya que además, si le había parecido que la chica se veía linda en su uniforme de trabajo, verla ahí de pie con la ropa deportiva que llevaba puesta simplemente le sorprendió. Por supuesto, ella había tomado la precaución de cubrir su torso con una holgada prenda de algodón que evitaba apreciar el top ajustado que aun así se lograba vislumbrar bajo la tela que cubría sus hombros, sin embargo, el pantalón negro que estaba utilizando se ajustaba de tal modo a su delicada figura que para el artista marcial se estaba dificultando bastante seguir su propia premisa sobre la desconcentración.
-Entonces, ¿cómo has estado? –preguntó Akane totalmente ajena a las sensaciones que sin tener intención estaba provocando en su anfitrión.
-Bien, todo bien –dijo nerviosamente desviando la mirada hacia un lado-, ¿y tú?
Realmente ahora estaba dudando de lo que le había parecido una excelente idea al invitarla a entrenar. Por lo general, las chicas que concurrían a las otras clases que daba el gimnasio en donde se desempeñaba como maestro de artes marciales solían utilizar ese mismo tipo de indumentaria y ninguna le hacía ponerse nervioso, pero ella… simplemente Akane estaba logrando poner su mundo de cabeza con sólo haberse presentado a ese entrenamiento y eso tenía sólo una explicación, ella le gustaba y al parecer mucho más de lo que él había previsto.
-Yo bien. Perdonarás que no haya traído un gi como el que se estila para practicar, pero el que tenía dejó de existir hace mucho tiempo y como ya no practico… ¿De verdad te encuentras bien? –volvió a preguntar al ver que él parecía ensimismado y distraído.
No, no estoy bien, pensó el joven de inmediato, pero no lo expresó. Estaba nervioso; muy, muy nervioso, así que se obligó a esbozar una sonrisa y luego contestó.
-Sí, sólo estaba pensando si te gustaría practicar alguna kata primero o…
-Quiero un enfrentamiento –le interrumpió de forma decidida mientras flexionaba un par de veces sus piernas-, y uno de verdad, no te midas sólo porque soy una mujer fuera de forma.
-Yo no diría que estás fuera de forma –susurró dándole la espalda para avanzar al centro del salón-. Está bien, toma posición y comienza a atacar cuando quieras –dijo mientras esperaba que ella se posicionara frente a él.
Ella tomó ubicación y luego de un breve saludo adoptó una postura de combate que él de inmediato catalogó como correcta e impecable, luego la vio fruncir el ceño al tiempo que comenzaba a estudiar a su oponente para tratar de adivinar cuál sería el mejor movimiento para realizar. El joven maestro de artes marciales no tuvo que esperar mucho tiempo para verse atacado por su invitada quien realizó una serie de rápidos movimientos alternados entre brazos y piernas, lo cual hizo que él retrocediera unos cuantos pasos bloqueando y esquivando el ataque de ella hasta que Akane se detuvo volviendo a la posición inicial.
-Nada mal para haber dejado de practicar hace tiempo –comentó Ranma con una sonrisa de medio lado mientras se acariciaba el antebrazo izquierdo en el que había recibido un potente golpe propinado por la menuda chica que lo miraba satisfecha.
-Gracias, pero ya te dije que quiero un enfrentamiento de verdad y tú sólo te estas defendiendo, así que atácame –le reclamó.
-No he dicho que no vaya a hacerlo –contestó tomando una posición de combate.
Ella sonrió y reafirmó su posición inicial.
Era curioso, pensó el artista marcial, hacía tan sólo unos minutos se encontraba nervioso por estar en una habitación a solas con la bella chica que había llamado su atención en el metro y ahora, todo había cambiado y en lugar de sentirse nervioso, se sentía emocionado de estar enfrentándola, porque notaba que ella era una mujer aguerrida, que no se amilanaba fácilmente y que luchaba por conseguir lo que quería. De momento, él jugaría un poco más con ella para ver hasta dónde podía llegar.
Una vez más, ella se arrojó con ímpetu y él la recibió dichoso. Brazo arriba, patada al costado, bloqueo, giro hacia un costado y vuelta a empezar. Lentamente ambos fueron cayendo en ese estado de concentración y entrega absoluta al combate, a su alrededor no existía nada más que ellos dos, absolutamente concentrados en los movimientos del otro, en cómo contrarrestar los ataques y en cómo ganar aquel enfrentamiento. Permanecieron absortos en esa extraña pero envolvente danza por largos minutos hasta que se separaron una vez más, ambos agitados por los movimientos realizados; se observaban con tanta fijeza que la habitación en donde se encontraban se volvió difusa ante sus ojos los cuales se enfocaban únicamente en su adversario. Fue así hasta que ella una vez más apretó uno de sus puños y él se percató de inmediato que volvería a atacarle, por lo que esbozó una sonrisa en el momento justo en que ella se ponía en movimiento pero esta vez él no la esperó como en sus anteriores ataques, simplemente se lanzó contra ella dosificando su fuerza y velocidad para no lastimarla. Por una fracción de segundo ella se sorprendió ante el imprevisto ataque, pero logró reaccionar rápidamente y esquivar sus movimientos saltando hacia un lado, sin embargo, él era mucho más rápido y se lo demostró al girarse y desestabilizarla con una patada que si bien no fue tan enérgica, sirvió para hacerla caer sentada al piso.
-¿Estás bien? –preguntó preocupado recuperando el aliento.
-Seguro, no soy tan débil –contestó ella pasando su brazo por su frente perlada de sudor-. Me alegra que lo hayas tomado en serio -sonrió.
-Si se trata de ti, ten por seguro que todo me lo tomo muy en serio –contestó extendiéndole su brazo para ayudarla a ponerse en pie.
El sonrojo que adquirieron las mejillas de ella pasó desapercibido para el artista marcial puesto que lo atribuyó al ejercicio y no a sus palabras, sin embargo, ella sabía que tanto la coloración de sus mejillas así como las aceleradas palpitaciones de su corazón no eran sólo producto del ejercicio realizado. Frente a ella se encontraba el dueño de esos expresivos ojos azules que ahora la observaban de forma divertida después de haber dicho esa frase que para ella había sido tan significativa. Hizo un divertido mohín que a él le pareció muy gracioso y extendió su mano para aceptar la de él y ponerse en pie.
-Prepárate –le advirtió ella tomando nuevamente una posición de ataque.
-Comienza cuando quieras.
El siguiente ataque no se hizo esperar y nuevamente ambos avanzaron al mismo tiempo, enzarzándose en un enredo de puños y movimientos tan rápidos que era difícil descifrar quién atacaba a quién, hasta que uno de los dos descuidó su guardia por un instante; fue un momento casi imperceptible pero suficiente para que su contrincante lo aprovechara e hiciera una barrida con su pierna derecha, logrando así levantar desde el suelo a su oponente para que cayera al suelo.
Había sido él quien había realizado el último movimiento con la intención de que ella se detuviera, pero al ver que ella había recepcionado mal y seguramente esta vez azotaría todo su cuerpo en el piso, se abalanzó sobre ella tomándola de uno de sus brazos para evitar la caída. El movimiento fue tan enérgico e imprevisto que él resbaló hacia atrás y ella no pudo evitar caerle encima con todo su peso.
Ranma emitió un quejido puesto que había caído de espaldas con todo su peso adicionando el peso de Akane, sin embargo, había conseguido su objetivo al evitar que ella se hiciera daño. Fue entonces cuando se fijó en la posición en la que se encontraban y se sonrojó sin poder evitarlo, pero el momento duró escasos segundos ya que ella se puso de pie con la rapidez de un rayo y volvió a enfrentarle.
-Gracias por haber evitado que cayera pero esto no ha terminado –dijo adoptando una nueva posición de combate.
Él sólo suspiró y sonrió de medio lado antes de levantarse para luego alejarse unos quince pasos de donde ella se encontraba.
-Parece que tenías muchas ganas de entrenar –comentó.
-¿Cansado?
-No, pero gratamente sorprendido con tu técnica.
-Gracias.
Él no hizo más que voltearse cuando para su sorpresa ella se había arrojado hacia él con tanto ímpetu y fuerza que el golpe lo pilló desprevenido. Con la fuerza del impacto que él no pudo detener se desplazaron y nuevamente cayeron ambos al suelo; él azotó su espalda contra una de las paredes del salón y ella cayó sobre él, con una de sus piernas entrelazada con la de él y sus brazos apoyados en el pecho masculino en una extraña posición.
-Vaya, quizá deba retirar mi comentario sobre tu técnica –comentó recuperando el aliento con su cabeza apoyada en la pared-. Eso fue temerario, Akane.
-¿Te encuentras bien? -dijo ella separándose unos centímetros de Ranma. Él asintió con un movimiento de cabeza-. Lo siento muchísimo, es que yo… yo pensé que ibas a esquivarme o… a detener el golpe y…
-Ni siquiera estaba preparado para recibir ese ataque –le interrumpió sonriendo de medio lado.
-Pero eres un gran exponente y yo sólo una amateur –rebatió.
-Sí, pero si te arrojas con esa fuerza, a esa velocidad y a una escasa distancia, creo que ni el campeón del mundo podría haberte detenido.
-Papá decía lo mismo –reconoció bajando la mirada-, a veces soy muy impulsiva.
-Está bien –dijo mirándola con ternura-, para ser nuestro primer encuentro formal no estuvo nada mal.
-¿Das por finalizado el encuentro?
-A menos que quieras que la chica que conociste en la entrada venga a echarnos de aquí.
Fue en ese momento en el que ella pareció percatarse de la posición en la que se encontraban y de lo cerca que permanecían el uno del otro. Se asustó, y torpemente intentó levantarse sin fijarse que su pie estaba enredado en el gi de entrenamiento que él utilizaba, por lo que trastabilló y él, al levantarse de un salto para intentar atraparla volvió a resbalar con ella tomada del antebrazo; cayeron uno al lado del otro y sin proponérselo, comenzaron a reír alegremente.
Ella tenía una risa cristalina y contagiosa, por lo que les fue muy difícil detener el ataque de risa, hasta que fue él quien se detuvo primero para comenzar a hilar una frase.
-Lo siento, no quise que cayeras nuevamente –dijo observándola fijamente.
-No importa –contestó con la sonrisa todavía bailando en sus ojos-, pero la próxima vez asegúrate de atraparme.
-¿Habrá una próxima vez? –preguntó en un tono más serio con la esperanza rondando en su corazón.
Ella permaneció un momento en silencio, con el corazón latiéndole fuertemente dentro de su pecho y mariposas, miles de mariposas revoloteando en su estómago.
-Si tú lo quieres, sí –contestó finalmente con un suave tono de voz y un delicado tono carmín coloreando sus mejillas-, habrá una próxima vez.
Permanecieron ahí sentados, frente a frente, simplemente perdidos en la mirada del otro por lo que les pareció una eternidad, luego, él tomó la iniciativa y a punto estuvo de depositar un beso en los labios de la nerviosa chica que tenía en frente, sin embargo, unos golpes en la puerta lo detuvieron a medio camino y se obligó a ponerse en pie cuando la muchacha de recepción ingresó en la habitación.
-Siento interrumpir –dijo con intención pasando por alto la mirada asesina que le dedicaba el joven maestro y enfocando sus ojos en la ruborizada chica de cortos cabellos azulados que permanecía unos cuantos pasos atrás-, tienes otra visita.
-¿Quién? –preguntó el muchacho olvidando lo molesto que se encontraba por aquella interrupción.
-No lo sé, dice que es una de tus alumnas de otro recinto –contestó encogiéndose de hombros-. Le dije que estabas ocupado, pero insiste en hablar contigo y dice que si no vas a atenderla ella vendrá a buscarte… preferí avisarte.
-Está bien, iré enseguida. Akane…
-Yo, iré a cambiarme –le interrumpió la chica llegando hasta la puerta.
-¿Quieres que te acompañe? –preguntó amablemente la recepcionista.
-Te lo agradecería, Misaki –contestó Akane pasando por el lado de Ranma.
Los tres salieron en silencio hacia el pasillo y avanzaron escuchando el ruido que provenía de los distintos salones que en ese momento se estaban utilizando para otras clases. Pronto llegaron cerca del lugar en donde se encontraba la recepción y la muchacha de verdes cabellos giró para indicarle a Akane que debían seguir por otro pasillo. Fue en ese momento en el que Ranma palideció; de pronto vio que dándoles la espalda y apoyada en el mesón de recepción se encontraba una chica de estilizada figura y largos cabellos castaños. Dio un respingo y tomó del antebrazo a la chica de cabellos azulados que conversaba animadamente con la otra muchacha.
-Akane, voy a solucionar un asunto y luego nos encontramos. Espérame en los vestuarios, pasaré por ti.
-¿Por qué en los vestuarios? –le encaró Misaki-. Cuando esté lista puede esperarte junto a mí en la recepción, es de muy mal gusto hacer esperar a una chica en un lugar tan incómodo, a menos que no quieras que conversemos.
-No es eso, es que… -se llevó una mano tras su cabeza y observó de soslayo hacia donde estaba su visitante inesperada y casi entra en pánico cuando se percató que ella ahora se encontraba de brazos cruzados mirando fijamente en dirección hacia ellos- Sí, que torpe de mi parte, mejor que sea en la recepción, Misaki te acompañará.
-De acuerdo –contestó Akane notando de inmediato el nerviosismo en él.
Tampoco pudo evitar divisar a la muchacha que en ese momento los observaba desde lejos con un gesto de enfado en el rostro. La recordaba, era la misma chica que se había dirigido a él con el apodo de Ran-chan en el metro, sin embargo, no dijo nada y comenzó a avanzar acompañada por Misaki, quien iba feliz de saber que podría indagar un poco más acerca de la misteriosa chica que al parecer tenía encandilado al cotizado artista marcial de la trenza.
Ranma suspiró al verlas perderse por el interior del recinto y se dispuso a solucionar el problema que sabía se le presentaría apenas se acercara a la chica que lo esperaba en recepción, así que, sin querer hacerlo, avanzó tal y como lo haría un condenado a la pena capital.
-Hola –saludó sin entusiasmo a la mujer de larga cabellera castaña.
-¿Quién es ella? –cuestionó sin siquiera devolverle el saludo.
-Una posible nueva alumna –mintió, sabiendo que si le decía la verdad, Ukyo sería capaz de armar un escándalo y entorpecer su incipiente relación con Akane-, pero eso no debería importarte, ¿qué necesitas?
-¿Te dedicas a dar clases particulares? –inquirió arqueando una ceja.
-No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago en mi tiempo libre, Ukyo, pero para que te quedes tranquila la respuesta es no, no estoy dando clases particulares a nadie. Ahora dime, ¿por qué estás acá?
-Vine a entregarte las autorizaciones de los padres de los menores que participarán con nosotras para que se presenten a la competición. Era mi tarea y como no podré ir el lunes a entrenar, pensé en venir a entregártelas acá.
-Pudiste dejarlos con mi padre –contestó él recibiendo los documentos que ella había tomado desde la superficie del mesón en donde los había dejado con anterioridad.
-El gimnasio me quedaba de camino y quise pasar a verte –dijo regalándole su mejor sonrisa-. Puedo llevarte a tu casa, tengo el automóvil afuera –indicó con un movimiento de su mano-, sé que hoy debes ir donde tu madre porque ella no perdonará que no la visites esta semana –terminó de decir con una sonrisa triunfal en los labios.
-Gracias, pero tengo algo que hacer antes de ir a ver a mamá –contestó desviando la mirada.
No le gustaba mentir, pero a veces era mejor eso a ser acosado por una chica a quien nunca le había dado muestras de estar interesado en algo más que no fuera una sincera amistad.
-Puedo acompañarte -insistió.
-No es necesario, tengo que cambiarme y luego irme rápido si quiero alcanzar a realizar todo lo que tengo pendiente.
-Pero…
-Ukyo, no gracias –sentenció de forma seria, por lo que ella comprendió que la batalla verbal estaba perdida-. Te agradezco que te tomaras la molestia de recolectar y traer los documentos, pero ahora debo irme.
En ese momento llegó la chica de la recepción y al tomar su lugar tras el mesón se dedicó a observar con curiosidad a las dos personas que tenía enfrente. Una sonrisa astuta adornó sus labios al tiempo que fingía escribir algo en el teclado del ordenador.
-Entonces, quieres que me vaya –escuchó decir a la joven de castaños cabellos con un tono de decepción en su voz.
-Para empezar no era necesario que vinieras y ya te lo dije, tengo otras cosas que hacer.
-Bien –aceptó ella con molestia-, te dejaré tranquilo entonces para que termines tus cosas pendientes. Adiós.
-Adiós, Ukyo, y gracias por los documentos.
-Sí, sí. Nos vemos.
Él no hizo nada por contestarle y suspiró aliviado cuando la vio salir del recinto. La indiscreta recepcionista dejó de fingir que escribía y miró directamente al joven maestro de artes marciales.
-Parece que te libraste de un buen problema, sensei.
-¿Qué?
-Invitas a la chica que te gusta a entrenar y ¡oh sorpresa!, viene una de tus admiradoras y la ve acá. Si se hubieran encontrado creo que hubiera sido un desastre, ¿me equivoco?
-¿Cómo puedes saber… ¿Cómo es que tú…
-Soy muy observadora y me quedó claro por el modo en que la chica que se acaba de ir me exigió hablar contigo que ella está interesada en ti. Hubieras visto como me estudió para saber si yo podía ser su competencia. Verdaderamente eres un rompecorazones, sensei –terminó de decir apoyando su barbilla sobre sus manos entrelazadas.
-Ya calla, Misaki –dijo dándose media vuelta para dirigirse al vestuario masculino.
-Tienes mucha suerte, Ranma –comentó la chica viéndolo avanzar-, Akane es un amor. Muy linda, simpática y agradable… lástima que le gusten los bobos como tú y no las chicas como yo.
-Omite esos comentarios y seguiremos siendo amigos.
-No me digas que te pondrás celoso, si se nota demasiado que la tienes obnubilada.
-¿De verdad lo crees? –preguntó girándose para verla de frente.
-Bueno, no sé si sea para tanto, pero –contestó alargando la última palabra-, se nota que le gustas. Yo que tú me preocupo de la obsesa que se acaba de ir y de la otra niña engreída que vino hace dos semanas, la de pelo lila, ¿cómo se llamaba?... Da igual, esas dos señoritas sí que están obsesionadas contigo, sensei.
-Lo sé y por eso te pido que…
-No le comentaré nada a ella –le interrumpió indicando con su dedo pulgar hacía donde se encontraban los vestuarios-. Como consejo, deberías salir por la puerta trasera, nunca se sabe si la chica obsesiva se encuentra rondando para atacar a su presa.
-Gracias, Misaki. Eres la mejor.
-Lo sé. Ahora ve a vestirte si no quieres que tu cita se impaciente esperándote. Has tardado demasiado.
El joven sólo le obsequió una sincera sonrisa y se perdió por los pasillos del recinto. Diez minutos después, el artista marcial volvió a la recepción, vestido con su característica ropa china, los cabellos húmedos y un bolso de deportes en una de sus manos; sonrió al escuchar a lo lejos las risas de las dos chicas que se encontraban sentadas una al lado de la otra tras el mesón. Cuando la joven de azulados cabellos lo vio detenerse frente a ella, sólo atinó a sonreír y esquivar su mirada ya que notaba el calor en sus mejillas, signo inequívoco de que en ese preciso instante su rostro se encontraba totalmente sonrojado.
-¿Nos vamos? –preguntó él con suavidad.
-Sí –contestó ella poniéndose en pie-. Fue un gusto conocerte Misaki y gracias por todo.
-El gusto fue mío. Espero que te animes y decidas tomar las clases del sensei –dijo indicando a Ranma con un movimiento de cabeza-. No es por halagarlo pero es uno de los mejores… y el más apuesto –susurró para que sólo ella pudiera escucharla.
Akane levantó el rostro sorprendida ante el comentario de la muchacha tan agradable que la había recibido en aquel lugar. La chica sólo le guiñó un ojo y le dio unas palmaditas amistosas en su brazo.
-Espero volver a verte pronto, Akane.
-Yo también lo espero –sonrió-. Nos vemos.
-Nos vemos –contestó la muchacha haciendo un saludo de despedida con su mano-. ¡Ranma! –le llamó cuando ya comenzaban a avanzar-, recuerda que mientras estaban entrenando vinieron a arreglar la entrada, el cemento aún debe estar fresco, así que te pido que salgan por la puerta de atrás.
-Está bien, gracias Misaki. Nos vemos la próxima semana.
-Nos vemos. Deja bien cerrado.
-Sí, no te preocupes –respondió guiando a la chica de azulados cabellos hacia la puerta trasera del gimnasio.
La joven recepcionista observó a la pareja alejarse y exhaló un suspiro. Esperaba de corazón que esa relación prosperara; ella era una linda y agradable chica y él… no eran los mejores amigos pero el joven artista marcial se había ganado todo su respeto y admiración. Era un buen sujeto y se llevaban bastante bien, por lo que sería lindo ver que finalmente había encontrado a alguien que lo hiciera feliz, sobre todo después de haber sufrido tanto con la pérdida de su hermana. La chica movió su cabeza y volvió su atención a los papeles que mantenía a un costado.
Entretanto, la pareja ya había salido al exterior y Ranma se había ofrecido a cargar con el pequeño bolso de Akane.
-Entonces, ¿te gustó venir a entrenar un poco?
-Sí, aunque podría decirse que para haberte contenido tanto conmigo, igual me diste una paliza.
-Pero si yo no…
-Por favor, Ranma –le interrumpió deteniéndose para mirarlo de frente-. Sé que no peleaste con tu verdadera potencia, aun así, te agradezco el que hayas entrenado conmigo, porque volví a sentir la energía recorriendo mi cuerpo.
-Podrías venir todos los jueves, si así lo quieres. Te unes a la clase que viste y vuelves a sentir la energía todas las semanas.
-Lo pensaré –dijo poniendo las manos tras su espalda en un gesto aniñado que lo hizo sonreír.
-¿Qué quieres hacer ahora?
-Pensaba irme a casa.
-Pero… es temprano, creí que podíamos hacer algo juntos, no sé, quieres… quieres…
Ella lo observaba enternecida por la exasperación que parecía dominarlo al no saber qué actividad proponerle. Se mordió el labio inferior para evitar reír y luego habló con calma.
-¿Te parece si vamos a comer algo?, así podemos conversar, claro, sí tú quieres –dijo siendo testigo de cómo el rostro de él parecía iluminarse.
-¡Quiero! –exclamó-, muero de hambre.
-Exageras –dijo avanzando por la acera.
-¿Dónde quieres ir?, no soy muy bueno eligiendo restaurantes y esas cosas.
-La verdad no estaba pensando en algo muy sofisticado o refinado, me gustan más las cosas simples –contestó observándolo de soslayo-. Vi un par de yatai cuando venía de camino al gimnasio y si a ti te parece bien, me gustaría comer algo al aire libre. No hace frío aun y…
-Me gusta la idea –le interrumpió-. Además, soy cliente frecuente de esos puestos.
-¿De verdad?
-Te conté que vivo solo desde hace un tiempo y no siempre tengo ganas de cocinar, así que de vez en cuando recurro a esos puestos o a comida congelada y esas cosas.
-Si viviera sola creo que recurriría a diario a esas soluciones, no soy muy buena en la cocina –reconoció riendo.
-No es que yo sea un chef profesional, pero me defiendo. Algún día te invitaré a probar mi comida –dijo esquivando la mirada de Akane-. Claro, sólo si tú quieres.
-Son muchas invitaciones a la vez para ser nuestro primer encuentro fuera de un vagón de metro –contestó conteniendo la sonrisa que casi sin querer luchaba por adornar su rostro-. Primero iremos a los yatai, luego pensaré si quiero seguir viniendo a entrenar contigo y ya después veremos si acepto tu invitación a comer.
-¿Eso significa que me estás poniendo a prueba?
-Quizá –contestó cuando ya estaban casi frente a uno de los puestos de comida callejera que habían llamado su atención-. De momento quiero elegir algún platillo.
Él se quedó mirándola con una sonrisa en el rostro al ver el entusiasmo que mostraba la chica al pasearse por los distintos puestos para elegir lo que quería comer; parecía una niña pequeña y la sonrisa en su rostro se ensanchó mucho más al verla aplaudir un par de veces frente a uno de los puestos. Avanzó los pasos que hacían falta para llegar a su lado y ordenaron lo que quería cada uno, luego se instalaron en unos asientos cercanos que habían dispuesto los dueños de los puestos de comida en el parque cercano. Se dispusieron a comer mientras se enfrascaban en una agradable y fluida conversación.
Él le contó detalles de su infancia y de cómo desde pequeño junto a su hermana melliza había recibido entrenamiento por parte de su padre y otro anciano maestro para volverse un buen exponente en las artes marciales. La idea era que ambos compitieran a nivel nacional en competiciones femenina y masculina ya que ambos eran muy buenos, pero tres años atrás su hermana había sufrido ese accidente truncando el sueño de ambos de convertirse en los mejores del circuito y sumiéndolo tanto a él como a sus padres en un profundo estado melancólico. Le había costado salir de su estado depresivo y también se le había hecho difícil volver al circuito ya que todo ese mundo le recordaba a ella, sin embargo, poco a poco se fue recuperando y fue entonces cuando encontró una salida a través de la enseñanza en distintos dojos y gimnasios. Hacía un año que había podido volver a las competencias y aunque sus torneos los escogía con pinzas, todo ese mundo le había ayudado a sanar poco a poco la herida latente que había dejado la pérdida de su hermana.
Ella le contó sobre sus aventuras durante la preparatoria y sobre el trabajo que desempeñaba en la tienda, de cómo había sido su hermana Nabiki quien le había conseguido el puesto y lo agotador y muchas veces desagradable que era trabajar allí, sin embargo, su causa valía todo lo que a veces debía soportar. Su padre, como le había dicho con anterioridad, había sido un buen exponente de las artes marciales, reconocido y respetado, por lo que tenían un buen pasar económico y el futuro de las tres hermanas se veía bastante bien, hasta que su madre había muerto a causa de un atropello múltiple. Desde ese momento, su padre había perdido todo interés en administrar y enseñar en su dojo; luego, su hermana mayor había enfermado gravemente y como las entradas económicas habían disminuido por el poco interés que mostraba su padre en desarrollar su arte, habían tenido que recurrir a los ahorros que su madre había destinado para el estudio de las tres chicas para solventar los gastos médicos. Fue así como luego de recuperarse, su hermana mayor había optado por ocuparse de la mantención de la casa, con todo lo que ello conlleva y su hermana de en medio había optado por trabajar luego de salir de la preparatoria para solventar gastos y ahorrar para sus estudios; hacía un año que su hermana había podido juntar lo suficiente como para poder optar a un trabajo de medio tiempo y estudiar al mismo tiempo. Ella simplemente había seguido el ejemplo de su hermana y aunque su trabajo a veces le resultaba tedioso, sabía que era su única opción para seguir con sus estudios superiores sin generar demasiados gastos en su casa.
-Según mis cálculos ya he ahorrado lo suficiente y creo que el próximo año podré finalmente hacer lo mismo que hizo Nabiki, buscaré un trabajo menos demandante y podré ingresar a estudiar compatibilizando ambas cosas.
-Pero trabajar los siete días de la semana debe ser realmente cansador.
-Al principio sí -dijo tomando un sorbo del jugo que había pedido para acompañar la comida-, pero gracias a que el dueño de la tienda tuvo la idea de realizar turnos, ahora no sólo puedo disfrutar de los jueves libres, también dispongo de tres domingos al mes, puesto que el último domingo de cada mes debemos estar todas en la tienda. ¿Y tú, nunca quisiste seguir estudiando?
-Podría haber seguido -contestó poniendo sus brazos tras su cabeza a modo de almohada mientras decidía si sería bueno contarle ahora sobre su situación familiar, pero finalmente decidió que más adelante quizá lo haría-. Los estudios no van conmigo, nunca fui bueno para eso y tampoco me llamó la atención ninguna carrera, así que decidí dedicarme cien por ciento a mi entrenamiento.
-Ya veo -dijo levantándose de pronto-. Ranma, ha sido una tarde muy entretenida y agradable, pero ha comenzado a oscurecer y creo que debería irme a casa.
-Te acompaño.
-No es necesario, son solo tres estaciones de metro y…
-Te acompaño -insistió observándola intensamente-, quién sabe si en el trayecto te puedo convencer de volver el próximo jueves.
-Está bien -aceptó con un lindo tinte rosa adornando sus mejillas.
Luego de depositar la basura en el contenedor respectivo ambos comenzaron a caminar hacia la estación de metro conversando animadamente, sin embargo, por la cabeza del artista marcial rondaba el recuerdo de aquel sutil acercamiento en el salón de entrenamiento. Si no hubiera sido por la interrupción de Misaki, ¿se hubiera atrevido él a besarla?, y de haberlo hecho, ¿ella le hubiera correspondido o lo hubiera rechazado? Estaban recién conociéndose, él reconocía que era bastante tímido para esas cosas y sus pocas y nada satisfactorias relaciones amorosas no le ayudaban puesto que siempre habían sido las chicas las que se acercaban a él y no a la inversa. Por lo demás, ¿se estaría apresurando con ella?; lo que menos quería era espantarla y entonces, ¿qué podía hacer? Ahora que lo pensaba, debería haber pedido algún consejo a la misma Misaki al respecto, seguro la experimentada recepcionista hubiera sabido cómo actuar en una situación similar y…
-¿Me estás prestando atención? -escuchó que le preguntaba Akane cuando estaban haciendo ingreso en la estación.
-Por supuesto -mintió-, sólo me distraje pensando en si será posible que nos comuniquemos más seguido ahora que ya no somos unos absolutos desconocidos.
-Claro -asintió ella con una sonrisa-. Me gusta hablar contigo.
Él le sonrió de vuelta y se detuvo antes de ingresar por el torniquete que separaba las boleterías del andén.
-Y… ¿me dejarás invitarte el próximo jueves?
-Ya te dije que pensaré en la propuesta de integrarme a…
-No estaba pensando en un entrenamiento -le interrumpió mirándola fijamente y pudo comprobar que ella nuevamente se sonrojaba-, la verdad… estaba pensando en una cita como corresponde.
Ella lo quedó mirando por un par de segundos y luego contestó esquivando sus ojos.
-Pu… puedes -contestó tímidamente mientras acercaba su pase al visor para hacer ingreso al andén.
Ella estaba escapando, de eso estaba seguro, quizá fuera por pudor o quizás ella era tan retraída como él, pero esa respuesta le confirmaba que la chica también estaba interesada en él y quizá, sólo quizá tuviera la suerte de que ella compartiera los tiernos sentimientos que se acrecentaban en su corazón con cada pequeño acercamiento que tenían. Sonrió satisfecho y la siguió hacia el andén en donde el tren aun no hacia su ingreso.
Durante el resto del camino que realizaron hacia la casa de Akane ninguno de los dos hizo referencia a confirmar un próximo encuentro, sólo se dedicaron a hablar de trivialidades y a reír con cada ocurrencia de él, hasta que estuvieron a escasos pasos de la entrada de la gran casona en donde vivía la chica.
-Whoa, debe ser una casa gigante -comentó con sólo ver el portón de entrada y la pared divisoria que separaba la residencia de la calle.
-No lo es tanto -dijo observando el letrero que colgaba a un costado del portón aun cuando ya nadie daba clases en el dojo-. He visto casas más grandes, no es como si mi casa fuera una mansión.
Él permaneció en silencio, sólo observándola a la luz que generaba el alumbrado público. Le pareció estar viendo una imagen casi celestial puesto que la luz blanquecina que envolvía el menudo cuerpo de la chica hacía que toda ella estuviera cubierta por un halo azulado que le daba un aura angelical.
-Un ángel -musitó.
-¿Qué?
-Nada -contestó-. Bueno, creo que ahora debo despedirme, ¿no?
-Creo que sí.
Permanecieron en silencio, sólo mirándose uno al otro hasta que él exhaló un suspiro.
-Akane, sobre lo que pasó esta tarde al final del entrenamiento… -dijo dejando la frase en el aire.
Ella lo observó con angustia, ¿había estado equivocada al pensar que en ese momento él había querido besarla?
-Sí -contestó fijando su vista al suelo.
-Desde ese momento creo que me encuentro en un dilema y no sé si…diablos, es que tú…
-¿Cuál es el problema? -preguntó sin levantar la vista.
-El problema es que yo… lo que intento decirte es que… -se interrumpió nervioso-, yo… no puedo seguir fingiendo.
Él seguía con su mirada fija en ella y cuando ella levantó su rostro y sus ojos hicieron contacto con los de él, le pareció olvidar hasta cómo se hablaba. Los pensamientos rondaban su cerebro, pero las palabras se negaban a salir de sus labios.
-¿Seguir fingiendo? -cuestionó cada vez más angustiada.
-Por favor discúlpame si te incomodo, pero debo decírtelo si aceptas seguir viéndonos.
-Me estás asustando.
-Soy torpe con las palabras y tosco… y a veces puedo resultar grosero o impulsivo, pero tú… me gustas -dijo finalmente desviando la mirada totalmente sonrojado-. Me gustas mucho, Akane, y yo quiero saber si quizá más adelante pueda optar a que una chica como tú me preste atención más allá de la que le prestaría a un simple amigo o maestro de artes marciales.
Ella sonrió ampliamente. Le parecía tan tierno verlo nervioso y sonrojado, porque desde que lo conocía, él siempre se había mostrado seguro de sí mismo e incluso durante sus primeras conversaciones le había parecido hasta un poco arrogante.
-No sé si alguna chica como yo te preste la atención que tú quieres -le dijo en tono de guasa. Él le devolvió una mirada intranquila-. Sólo sé que yo… yo sí quiero brindarte esa atención porque tú… también me gustas, Ranma.
Él soltó una corta risa y ella se quedó observando esos azules ojos que cada vez se acercaban más y más a su rostro sonrojado. Cerró los ojos anticipándose a lo que venía y fue consciente que ya no eran miles de mariposas las que revoloteaban por todo su cuerpo cuando sintió las manos de él posándose en sus hombros para atraerla, sino que eran millones.
Él por su parte sabía que faltaban sólo un par de centímetros para cumplir con los deseos locos que sentía de probar esos labios y que venía arrastrando desde que ella había aceptado su primer intercambio de palabras en el metro. Había imaginado ese momento tantas veces y de formas tan distintas que ahora se sentía inseguro, pero al ver que ella cerraba los ojos, todas las inseguridades se esfumaron porque eso significaba que ella le concedía su autorización; así que intentó concretar ese anhelado beso, pero la burbuja en la que parecían estar inmersos se reventó cuando ambos escucharon que alguien tosía cerca de ellos. Se separaron de inmediato y ella volteó asustada sólo para encontrarse con su hermana de en medio quien observaba la escena con burla.
-¡Vaya, vaya! -dijo su hermana cruzándose de brazos-. Es una verdadera sorpresa encontrarte con un amigo haciendo estas cosas afuera de nuestra casa, hermanita.
-Nabiki, no es lo que piensas -dijo sonrojada hasta la punta de sus cabellos.
-¿No? -dijo su hermana arqueando una de sus cejas-. Bueno, entonces puede que haya visto mal y puede que también decida no comentar nada en la cena si tú haces algo por mí -sonrió socarronamente.
-Nabiki…
-Tranquila, no te pediré nada que no puedas realizar sólo porque soy una buena hermana y hoy me fue tan bien en mi examen que me siento generosa -contestó mirando de soslayo al joven que permanecía cohibido a unos pasos de su hermana menor-. Ahora, si no quieres que papá te regañe por la desfachatez que has cometido -continuó diciendo de forma burlona-, me presentarás a tu amigo… ¿o debo decir novio?
-Nabiki -suspiró la chica sabiendo que sería inútil tratar de escapar a esa situación-. Él es Ranma -dijo girando un poco su cuerpo-. Ranma, ella es mi hermana mayor, Nabiki.
-Mucho gusto -contestó el chico con un hilo de voz.
-El gusto es mío, Ranma -dijo la hermana de Akane observándolo de hito en hito-. Ahora, creo que sería una buena idea que se despidieran sin tanto arrumaco y entráramos a la casa, Akane, muero de hambre.
La chica de azulados cabellos se giró para quedar de frente al artista marcial y susurró una rápida despedida.
-Llámame o escríbeme y nos ponemos de acuerdo -dijo observándolo fijamente-, y perdona el mal rato, mi hermana suele ser bastante molesta.
-No te preocupes.
-Nos vemos… el lunes en el metro -sonrió.
-Nos vemos -sonrió.
-¡Akane, se hace tarde! -le importunó su hermana mayor.
Ella hizo un gesto de fastidio y trató de dar un paso, pero a último momento tomó una rápida determinación y se puso de puntillas, acercándose al joven que tenía en frente para depositar un suave y rápido beso en su mejilla derecha.
-Que duermas bien -dijo regalándole una última sonrisa para alejarse casi corriendo del lugar e ingresar al dojo tras su hermana mayor.
-Tú… tú también.
El joven artista marcial se quedó de pie un par de segundos, observando ese gran portón cerrado y luego se llevó su mano derecha a su mejilla para acariciarla. Sonrió, no había sido un beso como él hubiera querido, pero ese ligero roce en su piel bastó para hacer que su corazón se agitara en su pecho. Se giró y comenzó a caminar lentamente para dirigirse a su hogar, sin poder hacer que la tenue sonrisa que adornaba sus labios desapareciera de ellos.
Había avanzado unos veinte pasos y ya comenzaba a sentir ese molesto sentimiento de abandono. Entonces se cuestionó si lo que estaba experimentando era real, si existía la posibilidad de que en tan poco tiempo de conocerla sumado a los escasos encuentros que habían mantenido hacía posible que la atracción que en un principio había sentido por la chica se estuviera transformando tan rápidamente en un sentimiento intenso que le asustaba y regocijaba a la vez.
Estaba muy consciente que quizá fuera sólo una especie de enamoramiento inicial, sin embargo, la sensación de armonía y paz que sentía cada vez que estaba con ella o incluso cuando sólo pensaba en ella, le daba la percepción de que el sentimiento que había comenzado a recorrer todo su ser se estaba convirtiendo poco a poco en lo que su hermana siempre le había tratado de explicar respecto al amor.
Esa palabra es muy grande se dijo deteniéndose de improviso. Miró al cielo y exhaló un suspiro Pero… no me importaría enamorarme de ella reconoció.
-Sí –musitó quedamente-, sería bonito que ambos…
Dejó la frase en el aire y luego se dio un par de palmadas en la frente para alejar esa idea de su mente. De momento se quedaría con la certeza de que Akane le gustaba mucho y que ella le correspondía; se lo había dicho y de no haber sido interrumpidos en dos ocasiones, ese roce en la mejilla hubiera sido un beso real.
Sonrió ampliamente y volvió a emprender el trayecto hacia su casa, después de todo, la "no cita" de entrenamiento había salido bastante bien y ahora tenía la venia de la chica para llamarla o escribirle y además, la perspectiva de una verdadera cita para su próximo encuentro con ella, así que debía comenzar desde ya a pensar dónde la invitaría. Nuevamente el recuerdo de su hermana vino a su memoria, pues ella le hubiera dado miles de ideas de lugares bonitos, entretenidos y adecuados para una verdadera cita con Akane, ya que no quería arruinar las cosas por su torpeza y nula creatividad en cuanto a citas románticas se trataba, porque tenía la esperanza cierta que en su próximo encuentro se acercarían mucho más y estaba decido a no dejar que nada ni nadie interrumpiera nuevamente un momento íntimo con la chica de cabellera azulada.
-Un ángel del metro –susurró cuando ya comenzaba a bajar los escalones de la estación-, ese apodo le queda mucho mejor que el de la chica de cabellos azules… mi ángel.
Avanzó rápidamente, ya era tarde y quería llegar a casa. Debía llamar a su madre para disculparse y prometerle que la visitaría al día siguiente, debía comenzar a preparar algunos documentos de los chicos que participarían en la próxima competición ahora que contaba con las autorizaciones por escrito de los padres de los menores de edad y debía empezar a barajar posibles lugares dónde pasar otra agradable tarde con ella, porque si era sincero consigo mismo debía reconocer que en esos momentos lo único que quería era que ella le ayudara a descubrir cómo se sentía de verdad ese sentimiento al cual él por tanto tiempo había rehuido.
Sólo el tiempo diría si él se encontraba preparado para dejarse dominar por los sentimientos, pero al menos quería arriesgarse esta vez y ya presentía que su vida estaba muy pronta a dar un vuelco favorable, sólo esperaba controlar su nerviosismo y torpeza y conseguir avanzar un paso más en esa incipiente relación a la que estaba dispuesto a entregarse por completo.
Notas finales:
1.- Hola, bueno, aquí he vuelto para retomar este proyecto que estuvo abandonado por tanto tiempo. Tal y como ya hice con otras dos historias he vuelto para darle sí o sí un final a este escrito, así que si alguien lo estaba siguiendo desde hace tiempo o si lo encontraron recién ahora he de decir que seguiré aquí hasta darle un final como merece, al fin y al cabo, promesas son promesas y siempre trato de cumplir con las mías.
2.- De antemano muchas gracias a quienes se dan el tiempo de leer esta historia y si les gusta, pues para mí será un verdadero honor. Debido a circunstancias personales no puedo prometer una actualización cada semana, pero desde ya sepan que haré mi mayor esfuerzo para que así sea hasta llegar al final, así que no me queda más que despedirme por ahora y nos encontramos en una próxima actualización.
Un abrazo y buena suerte!
Madame…
