Todo Cambio Requiere una Chispa.
Cierro la puerta y nuestros ojos se encuentran. Beatrice también me salvó, tomó la iniciativa de hacerlo. Aunque los motivos no importan realmente.
—Gracias por curarme, me alegra ver que estás bien. —Me aproximo hacia Beatrice con una sonrisa.
Ella no sonríe ni reacciona, en cambio, decide darme la espalda.
—Si ya estás bien, no tengo nada más que decir supongo —murmura Beatrice, dando unos pocos pasos antes de detenerse. Aprieta sus manos con fuerza—. No vuelvas a arriesgarte así, esta vez fue por una apuesta pero no volverá a suceder de hecho.
Beatrice se aleja rápidamente, desapareciendo de mi vista, probablemente dirigiéndose a la biblioteca. Al final, supongo que le hice daño. Tendré que hacer algo para animarla. Tal vez pueda pasar tiempo con ella esta noche.
Después de unos minutos Ram sale del cuarto, ella sale con una sonrisa pero al verme se inclina en señal de agradecimiento.
—Gracias. No sé qué hiciste, pero gracias por darme la oportunidad de volver a hablar con ella. Hace mucho tiempo que me rendí, pero ahora veo que ella muestra una mirada diferente.
Por primera vez, Ram parece mostrar respeto genuino.
Se levanta con una sonrisa, pero rápidamente su expresión cambia a seriedad. Ella sabe que no estoy para este tipo de cosas en este momento, mientras la gente del pueblo está sufriendo.
¿Por qué me importan tanto? Ni siquiera los conozco. Cuando fui allí, solo intercambié saludos habituales, no interactué realmente con ellos.
Supongo que también me siento culpable.
—No he hecho un recuento total de los heridos, pero sé que han muerto más de diez personas. —Ram mira por la ventana, su rostro reflejando preocupación—. Incluyendo a uno de los niños que rescataron.
¿?
—¿Cómo es eso posible? Los niños estaban bien. Si estaban malditos, Beatrice los debería haber curado —digo, confundido. Recuerdo claramente que los niños estaban inconscientes, sin heridas graves, solo algunas mordeduras leves. Beatrice pudo haberlos curado.
Mientras divago, mi mente regresa a ese niño con la mirada perdida, que parecía estar vivo pero al mismo tiempo no.
Ram interrumpe mis pensamientos.
—Uno de los niños que Rem trajo consigo. Cuando nos dimos cuenta, el niño se había perdido de nuevo. Algunos lugareños fueron a buscarlo, pero cuando lo encontraron, ya era demasiado tarde. —Ram voltea hacia mí y me mira directamente a los ojos, sin inmutarse por lo que está diciendo—. El niño había perdido a sus padres en esa dirección. Vio cómo los Wolgarms se los llevaban. Fue en esa dirección y... Bueno, ya sabes lo que sucedió.
Más de diez muertos. Si no fuera por Emilia y Beatrice, esa cifra habría aumentado aún más. Tengo que ser fuerte. La vida y la muerte están a la orden de la esquina.
Tengo que ser fuerte y seguir adelante.
—Tenemos que hacer un recuento de las víctimas, evaluar todos los daños antes de que Roswaal regrese. Si estás aquí sin él, significa que aún no ha vuelto, ¿verdad?
—Si, el señor Roswaal aún no ha regresado.
—Entonces no hay tiempo que perder. Vamos tú y yo. Rem se unirá cuando esté lista.
Doy media vuelta y camino hacia la salida de la mansión. Pero antes de que pueda dar unos pocos pasos, Ram me detiene sujetando mi chaqueta.
—Primero, debes hablar con la señorita Emilia. Hay algo que debes saber...
Ram me empieza a contar algo que desconocía.
Resulta que Emilia se encargó de curar a la mayoría de las personas heridas. Según Ram, hizo un trabajo notable, especialmente considerando que las heridas no eran complicadas. Mientras Emilia se ocupaba de la curación, también defendía junto a Ram a las personas de los Wolgarms; que son las mabestias tipo perro. Sin embargo, hubo un momento en el que Beatrice tuvo las manos ocupadas y llegó alguien gravemente herido de entre las personas que rescatamos.
Emilia se vio obligada a abandonar a los demás y centrarse en salvar a esa persona, cuyas heridas eran mortales.
—Supongo que fuiste tu quien hizo esa especie de auxilio, por eso habrá sobrevivido hasta entonces.
Esas palabras me hicieron entender dónde va la cosa.
Al parecer, fui yo quien realizó una especie de primeros auxilios en esa situación, lo cual explica por qué sobrevivió hasta ese momento. Hice presión en el estómago para detener el sangrado y evitar que los órganos se salieran. Es posible que haya surgido una complicación durante el traslado.
Emilia estuvo más de dos horas intentándolo curar. Beatrice dijo que se encontraba muy lejos de la mansión, por lo cual no pudo seguir curando a causa del poco maná que tenía. Ella decidió devolverse, no sin antes darle unos pequeños consejos a Emilia.
De verdad tengo que darle las gracias a Beatrice.
Rem no utilizó magia de sanación en ellos por alguna razón, así que no había mucho más que hacer en ese momento. También, como se devolvió al bosque, la única persona capaz de curar fue Emilia.
—Emilia al parecer se equivocó, su maná se descontroló por un instante y la persona murió.
La magia de sanación requiere sincronizar tu maná con el de la persona herida, cuando se trata de heridas complejas, el usuario debe aportar su propio maná. Emilia, con su maná tan poderoso, necesita un control excepcional sobre él.
Parece que perdió la concentración, lo que causó una sobrecarga de maná en la persona, literalmente "quemando" sus circuitos de maná. Las venas, el corazón y los órganos sufrieron presiones intensas.
—No fue una muerte sin dolor. La persona se retorció y gritó durante unos minutos antes de morir —añade Ram.
La magia de sanación no es algo que se deba tomar a la ligera. Parece ser más peligrosa de lo que pensaba.
—¿Y qué pasó con Emilia? —pregunto preocupado.
Si las personas la juzgan por ello, entonces no creo lo vaya a soportar.
—La señorita Emilia se desmayó por el shock —responde Ram.
Es comprensible. Someterla a tanta presión en un entorno en el que no está acostumbrada, con personas que probablemente han sido racistas hacia ella, y teniendo que salvar sus vidas a pesar de las miradas de los demás.
Además, su edad mental sigue siendo la de una niña.
—Es comprensible que haya tenido ese shock —admito.
—La llevé a su habitación, pero desde entonces no ha salido. Intenté tocar y abrir la puerta, pero ella la cerró.
—Supongo que debo ir a hablar con ella. Al fin y al cabo fue mi propuesta ir, así que es mi deber enfrentar las consecuencias.
Mientras camino a su habitación, intento pensar en mi situación actual. Mi cabeza late y tengo náuseas, pero no puedo detenerme aquí. Aunque me siento fatal, debo seguir adelante. Como adulto, es mi deber estar allí para apoyar a los demás, o esto se repetirá en el futuro.
Estoy dispuesto a asumir el peso de sus sentimientos.
Al subir los escalones, siento que mi cuerpo, débil por la batalla de anoche se resiente. Cuando llego a la puerta de la habitación de Emilia, puedo ver que el pomo está cubierto de vapor.
"Lo congeló del otro lado", pienso para mí mismo.
Reunir maná para descongelar la puerta puede parecer absurdo, pero si no lo intento, ella no abrirá. Bueno, al menos podría intentarlo.
Doy unos toques suaves a la puerta, lo suficientemente fuertes como para que no se pierdan en el ruido de la lluvia. Espero pacientemente una respuesta de Emilia.
—Emilia, ¿puedes abrir la puerta? —le llamo una vez más, esperando una respuesta. Pero, una vez más, el silencio es la única respuesta que obtengo. Siento una mezcla de frustración y preocupación. No quiero tener que forzar la puerta, pero tampoco puedo dejarla encerrada.
Decido intentarlo una vez más, pero esta vez me acerco a la puerta y coloco mi mano sobre el pomo. Cierro los ojos y trato de reunir maná lentamente, concentrándome en controlarlo para descongelar la cerradura. Sin embargo, en lugar de tener éxito, una descarga violenta de energía surge de mi mano, calentando rápidamente el pomo hasta que se vuelve completamente rojo.
—¡Ahg! —exclamo, cayendo de rodillas y colocando una mano en mi pecho para intentar calmar mi acelerado ritmo cardíaco. La repentina activación de mi maná ha sido abrumadora. Mis ojos comienzan a nublarse y siento que estoy a punto de desmayarme, pero no puedo permitirme hacerlo.
Me esfuerzo al máximo para recuperar el equilibrio y levantarme nuevamente. Ha sido una mañana terrible esta.
Espero pacientemente a que el pomo recupere su color normal, consciente de que tengo que usar mi maná para controlar la temperatura y evitar que mi mano se queme. Cuando finalmente parece seguro tocarlo, no pierdo tiempo y entro en la habitación de Emilia. Es la primera vez que pongo un pie en su cuarto.
Al entrar en el cuarto de Emilia, me sorprende la diferencia evidente con respecto a las habitaciones anteriores. Es un espacio amplio y lujoso, como el cuarto de alguien adinerado. Hay una cama grande con cortinas a ambos lados, un tocador junto a la mesa de noche, un armario espacioso y lo que parece ser un baño interno.
Mientras observo la habitación, noto una presencia debajo de las sábanas de la cama. Un pequeño espíritu emerge de ellas, revelándose como Puck. Su mirada se encuentra con la mía y encoge los hombros, indicando que no pudo hacer nada para calmar a Emilia en mi ausencia. Luego de eso, desaparece nuevamente.
Me acerco a la cama de Emilia, sin estar seguro de cómo debo abordar la situación. No sé si debo mostrarme enojado o comprensivo, ya que honestamente no sé qué siento en este momento. Sin embargo, una cosa está clara: no puedo permitir que esta situación se quede estancada.
Debo intentar ayudar a Emilia de alguna manera.
Mientras me siento en una parte libre de la cama, le hablo a Emilia con un tono condescendiente.
—Emilia.
Sin embargo, su respuesta me sorprende. Ella solloza y me responde con un tono quebrado.
—No te enseñaron a no meterte en la habitación de una dama sin su permiso.
Es difícil encontrar las palabras adecuadas en este momento. Si bien es cierto que lo sucedido fue en parte su culpa por cometer un error, sus intenciones eran nobles. No había nadie más que pudiera salvar a ese hombre, y si ella no hubiera actuado, habría muerto de todas formas. Al menos, ella intentó hacer algo.
Sin embargo, sé que ella no aceptará esa respuesta. Es similar a cuando un médico comete un error y un paciente fallece como consecuencia. Al final del día, se considera un acto de negligencia y un asesinato involuntario.
Enfrentando la situación, le digo a Emilia:
—También me enseñaron que tengo que romper las reglas cuando haga falta.
Suavemente, tomo la punta de las sábanas que la cubren y comienzo a descubrir su cuerpo. Primero sus pies, luego sus piernas, hasta llegar a su torso. Emilia sostiene su rostro con las manos, como si tratara de ocultarlo.
Ella me pregunta directamente:
—Ya sabes lo que pasó ¿Cierto.?
—Si.
Cuando digo eso Emilia deja de hacer fuerza para retener las sábanas, dejándome ver su rostro.
Al ver su rostro despeinado, sus ojos hinchados y llenos de lágrimas, puedo percibir el profundo dolor que Emilia ha estado experimentando durante toda la noche. Intento suavizar mi voz para no parecer enojado, consciente de que necesito ser comprensivo en este momento.
—Emilia, tienes que...
Sin embargo, antes de que pueda decir algo, Emilia se levanta de repente, contorsionando su rostro mientras me mira a los ojos y declara con desesperación:
—¡Lo maté! ¡Yo lo maté! —sus palabras se vuelven más débiles a medida que habla—"Yo puedo" me dije a mi misma, ya había salvado a muchas personas. Cuando Beatrice no pudo hacer nada, quise intentarlo.
Emilia baja la cabeza, inhalando y exhalando fuertemente mientras sigue llorando. La culpa la está consumiendo por dentro, y sé que soportar algo así no es fácil, especialmente porque nunca podrá olvidarlo.
A diferencia de Ram, a quien no le importa, o incluso de Rem, que puede preocuparse pero no se dejará afectar tanto, Emilia se culpa a sí misma.
Lo que duele no es solo que la persona esté muerta, sino que sea culpa de uno mismo. Después de todo, los seres humanos somos egoístas por naturaleza.
—¿Qué pasó?
Entre sollozos y tratando de calmar su respiración, Emilia responde:
—Cuando lo estaba curando, no me di cuenta de lo cansada que estaba. Normalmente uso magia, pero la curación requiere concentración constante —con su voz entrecortada continúa— cuando me di cuenta, impuse mi maná helado en él. Congelé parte de sus órganos e intenté repararlos, pero luego el hombre comenzó a vomitar sangre y expulsarla por todos sus poros
Una sobrecarga de maná, tal como Ram había mencionado.
—Si Beatrice no estaba entonces solo quedabas tu curando. Si al menos no lo intentabas él hubiese fallecido de todas formas.
Intento tomar la mano de Emilia para consolarla, pero ella me lanza una almohada con fuerza. Por suerte, logro esquivarla y la almohada impacta contra la pared, provocando una explosión de plumas que se esparcen por toda la habitación.
Es evidente que la fuerza de Emilia no debe subestimarse.
Mientras Emilia me mira con furia, exclama:
—¡Eso no importa! ¡Lo maté! Si hubiera esperado a que llegara Rem, tal vez, solo tal vez las cosas habrían terminado de manera diferente. Si ambas nos hubiéramos unido para curar a esa persona, tal vez habría funcionado.
No sé qué tan efectiva sería la magia de curación conjunta
Si ambas juntan fuerzas para curar a alguien, entonces podría funcionar.
Parece que, al igual que Rem, Emilia busca que le recriminen y le digan que es culpable. Por alguna razón, algunas personas creen que recibir reproches de los demás refuerza su propia culpa y satisfacción para sentirse mal.
—¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que te culpe y te abandone? ¿Quieres que te haga sentir mal sin motivo?
Emilia queda conmocionada por un momento, sin poder responder de inmediato. Cambia su tono de voz y baja la mirada hacia el suelo, incapaz de levantar el rostro.
—Yo... No. Yo solo quería ayudar —Emilia cambia su tono de voz, esta mira hacia el suelo sin poder levantar el rostro.
Continúo diciendo con firmeza:
—Sé muy bien que solo querías ayudar. Sé que para ti es difícil enfrentarte a estas situaciones, pero aun así fuiste valiente y salvaste muchas vidas —tomo sus manos con delicadeza, intentando evitar que dejen de temblar.
Emilia, sin embargo, insiste:
—¡Eso no importa.!
Aprieto sus manos con todas mis fuerzas, a pesar del dolor de cabeza, la fatiga en mi cuerpo y el caos en mi mente. Estoy aquí, haciendo lo que debo hacer.
—¡Si importa! —grito con vehemencia, dejando que mi voz resuene en la habitación. Emilia, al escucharlo, levanta la mirada y trata de decir algo, pero no le doy la oportunidad —cuando las personas estaban heridas, tú las salvaste. No minimices lo que has hecho.
Ella intenta apartar su mirada, pero finalmente se rinde y me mira fijamente mientras solloza.
—Los salvaste, y eso nadie te lo puede quitar. Si dices que no importa, es como si estuvieras subestimando el valor de la vida. El hombre que murió fue una pérdida, sí.
—¡Entonces...! —Emilia vuelve a cambiar su expresión.
Yo le sonrío levemente, tampoco tengo muchas energías y para ser sincero me cuesta sonreír.
—Pero no puedes quedarte aquí para siempre. No puedes simplemente cargar con la culpa y ya. Sigues siendo la persona que salvó la vida de los pobladores, y eso nadie te lo puede quitar —digo, mientras pongo mi mano en la mejilla de Emilia. Ella intenta apartarla, pero al final no lo hace—. Eres la heroína del pueblo, pero al final eres un ser pensante. Todos cometemos errores.
—Le arrebaté todas sus oportunidades... es una vida —murmura Emilia, mientras toma mi mano que aún está en su mejilla. Sus lágrimas caen sobre mi mano y luego se deslizan por sus piernas—. Yo no puedo soportarlo.
Me acerco a ella, retiro suavemente mi mano y la abrazo, colocándola en mi pecho. Emilia coloca sus manos en mi pecho y, finalmente, corresponde mi abrazo, apretándome con fuerza.
—No puedo soportar este sentimiento —susurra Emilia mientras presiona su rostro contra mi pecho, dejando escapar sus sollozos y liberando todas sus emociones—. Tienes razón, Marco. Al final, sigo siendo una niña que no conoce nada de la vida.
—Ser adulto no te hace insensible ante estas situaciones —le respondo con suavidad.
Emilia levanta su rostro, mirándome fijamente, buscando consuelo y comprensión en mis ojos.
—Pero tú, pareces tan calmado. Yo no pude contenerme en ese momento, me desmayé, abandoné mis responsabilidades y me puse a llorar como una niña —murmura Emilia, con la voz entrecortada por el llanto.
Supongo que mis comentarios le han afectado. Fue un error por mi parte.
—Mira, ser un adulto no te hace insensible —digo mientras limpio sus lágrimas con suavidad—. Si algo he aprendido, es que hay un momento para todo.
—¿Para todo?
—Sí, hay un momento para reír, para enfadarse, para estar triste, para tener miedo, para estar ansioso, para llorar. Todo tiene su momento, y a medida que experimentas esas emociones, más capacidad tienes para controlarlas en el futuro.
Desplazo lentamente mi rostro hacia el suyo, procurando no sobresaltarla, y coloco mi frente contra la suya con delicadeza.
Emilia se queda quieta, sintiendo mi respiración sobre su piel y cerrando los ojos. Los sollozos van disminuyendo poco a poco, dejando espacio a un silencio reconfortante. Las lágrimas se detienen y finalmente abre los ojos, mirándome a los ojos con un brillo diferente, como si hubiera encontrado algo que buscaba.
—¿Y cuál es el momento para esto? —pregunta Emilia con un susurro, sin apartar su mirada de la mía.
—El momento para esto es ahora —le respondo con sinceridad, acariciando suavemente su mejilla con mi pulgar—. El momento para estar aquí contigo, para apoyarte y hacerte sentir mejor. Ese es el momento que estamos viviendo ahora.
Emilia sonríe levemente, asintiendo en silencio. No hace falta decir nada más, solo estamos allí, abrazados y sintiendo la cercanía del otro. El tiempo se detiene por un momento, y solo existe el presente. Las emociones intensas que hemos experimentado se van disipando poco a poco.
—Yo no estoy tranquilo, en el fondo, me siento igual que tú —confieso
Aunque nunca he llorado. Con un tono calmado, continuo:
—El problema es que si me detengo ahora, si dejo de avanzar en este momento, mucha gente va a sufrir. No puedo permitirme seguir cometiendo errores, ¿verdad?
Emilia abre sus ojos con fuerza.
—¡Esa no es mi intención! —exclama con angustia.
—Lo sé. Sé que lo que has vivido ha sido muy duro para ti, pero también sé que puedes ser más fuerte. Si no sabes por quién, entonces te recordaré la razón —digo mientras sostengo su rostro entre mis manos. Nuestros rostros están muy cerca, pero ambos nos mantenemos serenos—. Tienes que ser fuerte por los que aún viven.
Emilia parece comprender algo, ya que sus sollozos se detienen y me mira con sorpresa.
—Los muertos ya no pueden recibir nada, pero los vivos aún sufren su pérdida. Si ese hombre tenía familia, entonces es tu responsabilidad hacer algo por ellos.
—Pero yo no puedo, fui yo quien les hizo tanto daño —susurra Emilia con tristeza.
—Es precisamente por eso. Lo que hiciste no puede ser compensado, pero al menos podrás brindar apoyo a su familia. Para que ellos también tengan el derecho de lamentar su pérdida.
La abrazo con fuerza. Ahora no es momento de ser fuerte con ella. Es importante que sepa lo que tiene que hacer, que entienda que tiene el derecho de sufrir de esta manera.
—Cuando te levantes, debes hacerlo por tu gente. Debes ganarte su apoyo y seguir persiguiendo tus sueños.
—Yo...
—Es por eso, porque sé que te vas a levantar, que te escucharé ahora. Cuéntame todo, todas esas emociones que has guardado, esos miedos que no has dejado salir. Dime todo.
Las palabras fueron suficientes para desatar una tormenta emocional en Emilia. En un torrente de lágrimas, comenzó a desahogarse y a expresar todo lo que había estado guardando. Habló de las miradas de desprecio que recibía en la calle, de cómo tenía que ocultar su rostro tras una capucha, del miedo que la gente sentía hacia ella a pesar de haberles salvado.
Mencionó el odio puro que la excluía de todo, su profunda soledad y el anhelo de tener a alguien a su lado. Habló de sus sueños que se desvanecían lentamente y de la abrumadora sensación de estar separada del mundo.
Emilia continuó desahogándose, llorando y balbuceando hasta que finalmente cayó dormida. Todo lo que había contenido en su interior, todas esas emociones que esperaban salir, finalmente se liberaron. Ahora su rostro es sereno. Con sumo cuidado, la acuesto en la cama y me pongo de pie.
La habitación estaba en silencio, excepto por el suave sonido de la respiración de Emilia en la cama. Me senté en una silla cercana, observándola con detenimiento. Su rostro estaba tranquilo, como si estuviera en paz después de la tormenta emocional que había experimentado.
Pero yo sabía mejor que nadie que la batalla de Emilia estaba lejos de terminar. Aún tenía que enfrentar a sus miedos y luchar contra la exclusión que sufre en una sociedad que no la comprende. Pero al menos ahora está un poco más preparada para hacerlo.
Mientras pienso en todo esto, mi mente comienza a vagar, y recuerdo una frase que había leído una vez: "No hay nada más poderoso que una persona que ha encontrado su camino". Esta frase resonó en mi mente, y supe que era lo que Emilia necesitaba. Ella tiene que encontrar su camino, su propósito, su lugar en el mundo.
Y yo, tengo que seguir el mío.
—Puck —mis primeros pasos me llevan directamente hacia él. Puck emerge lentamente del cuerpo de Emilia, mirándome con una sonrisa que se extiende de oreja a oreja.
—Gracias, Marco. Lia siempre ha mantenido esto dentro, incluso conmigo. Le gusta aparentar fortaleza, pero en su interior sigue siendo una niña que desea ser comprendida —dice Puck con un tono sincero.
—A veces es más fácil confiar en un desconocido que en personas cercanas —comento mientras niego con la cabeza.
Puck niega con la cabeza, contradiciendo mis palabras.
—No eres un desconocido. Aunque hayamos tenido poco tiempo, sé que Emilia te aprecia mucho —Puck cambia su expresión a una más seria—. Pero sé que no viniste a hablar de eso.
Decido salir de la habitación junto a Puck para no perturbar el descanso de Emilia. Además, así puedo estar atento a cualquier presencia cercana y asegurarme de que nadie nos escuche.
—Puck, lo repito. No soy un enemigo, quiero lo mejor para nosotros y sinceramente no busco hacerle daño a Emilia, todo lo contrario —recalco.
Puck asiente, reconociendo mi intención.
—Lo sé, lo has demostrado.
—Entonces, no tengo cómo explicarte cómo lo sé, pero te pido que confíes en mí —le solicito, encogiéndome de hombros.
Aunque no estoy seguro de la veracidad de mis sospechas, todas las señales apuntan a Roswaal. Si él sabía que esto iba a suceder o incluso si él fue el responsable, entonces es inherentemente su culpa. Si él pudo haberlo detenido desde un principio, claramente es culpable.
Al igual que yo.
—Entiendo.
Al ver que Puck no parece poner resistencia continuo:
—Tengo motivos para pensar que Roswaal fue el causante del ataque.
Puck guarda silencio, su expresión muestra incredulidad ante mis palabras.
—Sé que no tiene sentido, pero lo que sé es que si el libro de la sabiduría le dicta algo, él actuará de acuerdo con ello, ¿verdad? —le pregunto a Puck, esperando que comprenda mis palabras. Sin embargo, Puck parece confundido, buscando en su memoria sin encontrar ninguna respuesta.
—Ese libro del que hablas. —dice Puck, tratando de recordar algo—. No tengo ningún conocimiento sobre eso.
¿De verdad no lo recuerda? ¿Cómo se encontró entonces con Emilia? ¿Cómo sabe sobre Satella? Me pregunto qué experiencias ha vivido Puck para tener tantas lagunas en su memoria.
—No importa por ahora —le digo, tratando de seguir adelante—. Solo quiero que consideres que Roswaal no es quien creemos. No sé si confías en él o no, pero te pido que lo vigiles para proteger a Emilia.
Puck responde con determinación en su voz:
—No te preocupes, si intenta hacerle algo a Lia, lo congelaré y lo destrozaré en mil pedazos.
Puck desaparece después de pronunciar esas palabras. Por alguna razón, parece que Puck ha perdido recuerdos de su pasado con Echidna. Me hubiera sido de gran ayuda tenerlo y no tener que correr tantos riesgos.
No sé cuánto sabe Roswaal, pero tendré que poner a prueba si realmente posee el libro de la sabiduría, aunque eso signifique poner en peligro mi propia vida.
Avanzo por los pasillos de la imponente mansión hasta llegar a la sala principal, donde me espera Ram con un cuaderno en mano. Sus ojos reflejan alegría, pero sé que para ella lo sucedido no es tan relevante como ver a su hermana en esa situación. Comprendo su perspectiva, pero no puedo evitar sentir empatía por las personas del pueblo.
A pesar de todo, sigo siendo humano, con todas las cargas y remordimientos que ello implica. He arrebatado vidas, presenciado la muerte de amigos y familiares, pero no puedo permitir que eso me paralice.
Los próximos desafíos que enfrentaremos no se comparan en absoluto con lo que hemos vivido hasta ahora. Por eso, debo poner mi plan en marcha. En cuanto lleguen los materiales necesarios, hablaré con Roswaal sobre mis intenciones.
Necesito una fuerza capaz de enfrentarse a todo y a todos, sin que ello signifique una pérdida de poder para mí. Si quiero que Emilia gobierne con éxito, necesito que esos logros sean genuinamente suyos, no puedo simplemente contratar a alguien, debo construir mi propia fuerza.
Al acercarme a Ram, ella me habla con una expresión de disgusto en su rostro.
—Tienes una expresión bastante desagradable —dice Ram, su ligero enojo se refleja en sus palabras—. Además, ¿por qué estás vestido así?
—No tengo ganas de vestirme como un sirviente hoy, no importa lo que pase —le digo a Ram mientras giro mi cabeza hacia un lado. Ella comprende que hay asuntos más importantes de los que ocuparnos en este momento.
—Vamos.
