Los Vestigios de la Guerra.

Abro los ojos y me encuentro sumido en un mar de dolor que recorre mi espalda con una intensidad insoportable. Con esfuerzo, me levanto lentamente y comienzo a estirar mis músculos en un intento desesperado por aliviar el malestar.

La hora marcada en el reloj indica que son las cuatro de la madrugada, una hora temprana para despertar.

Salgo del lugar donde reposaba y observo con melancolía cómo todo a mi alrededor se encuentra sumido en soledad sepulcral. Las labores del ejército no comenzarán sino hasta las cinco de la mañana, lo cual me lleva a dirigirme hacia la ducha para refrescar mi fatigado cuerpo.

Debo encontrarme con Beatrice hoy mismo, le prometí asistir durante la noche, pero lamentablemente caí presa del sueño profundo.

En su momento, sugerí conectar esta área con nuestra biblioteca mediante cristales mágicos; sin embargo, ella explicó que requerimos un cristal piroxeno de calidad excepcional para llevar a cabo tal empresa.

Por ende, solicité uno a Roswaal y ahora descansa pacientemente sobre una mesa en mi habitación dentro de la mansión.

Aunque el tiempo nos apremiaba entonces y no pudimos completarlo antes, quizás sea el momento adecuado para hacerlo realidad.

No puedo evitar sentir fascinación por la magia Yin; considero que es una forma excepcionalmente versátil de magia capaz tanto de ser utilizada en combate como fuera de él.

No se queda atrás respecto a ninguna otra disciplina mágica existente.

Incluso llegué a soñar con la posibilidad de poseer un objeto mágico conocido como "bolsillo dimensional", tal cual había leído en ciertas historias.

No obstante, Beatrice desalentó mis esperanzas al explicarme que no solo se requiere una gran cantidad de maná para mantener ese tipo de espacios, sino que también carezco actualmente de las habilidades necesarias para llevarlo a cabo.

Pero no me rendiré fácilmente; si algo he aprendido es que debo aprovechar al máximo el potencial inherente a la magia, pues existe por alguna razón.

Finalmente llego a la majestuosa mansión y, al abrir las puertas principales, soy transportado instantáneamente hacia la biblioteca perdida.

Por lo general, sería recibido con el embriagador aroma del papel antiguo y los libros encuadernados en cuero; sin embargo, ahora solo me encuentro enfrentando un vasto espacio vacío.

Los estantes repletos han desaparecido dando paso a numerosos escritorios donde reposan innumerables planos meticulosamente trazados.

La habitación de Beatrice yace en un rincón oscuro, con solo unos cuantos estantes restantes que albergan los libros que he escrito sobre mi mundo mágico, así como aquellos que Beatrice ha plasmado con su talento.

La carga de mi celular se sitúa en el cincuenta por ciento, lo cual significa que aún nos falta mucho trabajo por hacer y es tarea de Beatrice transcribir todos estos escritos.

Afortunadamente, gracias a mis trabajos universitarios he descargado una amplia variedad de textos académicos; sin embargo, anhelo fervientemente tener a mano volúmenes sobre agricultura o metalistería para complementar nuestra colección literaria.

Lastimosamente, no todo puede ser alcanzado tan fácilmente.

Mientras contemplo la mirada enfurecida de Beatrice y sus adorables pucheros mientras se acerca hacia mí, me permito esbozar una sonrisa traviesa con la intención de molestarla ligeramente.

—Tu sentido del orden deja mucho que desear —expreso divertido.

—¡Hmpf! —refunfuña ella girando su espalda hacia mí en señal de disgusto.

Ante tal reacción decidí ofrecerle mi ayuda para poner algo más de orden en este caótico espacio compartido.

—Permíteme ayudarte —ofrezco amablemente.

Con mi orientación y dirección comenzamos a organizar meticulosamente cada objeto presente: establecemos estantes firmes donde los planos arquitectónicos adornan las paredes circundantes.

Aquellos estantes independientes han sido retirados para otorgarnos más espacio en esta sagrada estancia, que ahora funciona como nuestro laboratorio y también como hogar para Beatrice y para mí.

—Es increíble cómo ha tomado forma la biblioteca prohibida —comento con asombro mientras observo el progreso realizado.

Mis ojos se deleitan al ver cómo todo va tomando su lugar, incluso traslado una mesa de noche desde mi habitación hacia la cama de Beatrice.

Una mesa redonda con cuatro sillas. Será un rincón acogedor para compartir momentos de relajación y disfrutar de una buena taza de té mientras charlamos y disfrutamos.

Los escritorios encuentran su lugar junto a las imponentes estanterías que resguardan los valiosos planos y libros que atesoramos.

La necesidad de adquirir más volúmenes se hace evidente, con el propósito de enriquecer nuestra colección personalizada en esta parte sagrada del hogar.

Contemplo complacido el resultado hasta ahora logrado, maravillado por el hecho mismo de haber transformado la antes llamada "biblioteca prohibida" en un laboratorio ingenieril.

Beatrice, tomando mi mano entre las suyas pequeñas pero poderosas, contempla también nuestro esfuerzo conjunto y aprieta ligeramente su agarre para transmitirme seguridad y determinación.

Luego extiende su mano hacia adelante con un gesto imponente, como si desafiara al mundo entero.

—Esta ya no es la biblioteca perdida —refuta Beatrice con una sonrisa arrogante—. Ahora es nuestro santuario del conocimiento e ingenio. Un laboratorio de ingeniería.

Recuerdo cómo todos los contenidos mágicos plasmados por Echidna desaparecieron cuando Beatrice rompió su contrato con ella.

Al principio sentí ira y pesar ante semejante pérdida irreparable, pero luego me vi obligado a aceptarlo y seguir adelante sin mirar atrás.

Por fortuna, alcancé a leer algunos de aquellos tesoros literarios y Beatrice se dedicó a transcribir textos sobre metías durante su tiempo libre, con el fin de facilitar mi comprensión.

Afortunadamente, sus valiosas transcripciones permanecieron intactas.

Es el mecanismo ingenioso que Echidna creó en caso de que algo terrible ocurriera: si alguien intentara asesinar a Beatrice o si ella decidiera traicionar los designios de su madre.

Aquella revelación sumió a Beatrice en una profunda tristeza durante unos días, pero luego encontró la calma necesaria para seguir adelante.

Al contemplarla sonreír ahora, un sentimiento de dicha inunda mi ser y mi corazón se llena de calidez hasta tomar control absoluto de mis acciones.

La cargo en mis brazos con delicadeza mientras ella muestra cierta sorpresa inicial y utiliza sus manos para resistirse levemente; sin embargo, sé que si realmente quisiera alejarse ya lo habría hecho.

Elevo su rostro hacia el mío estableciendo contacto visual directo mientras esbozo una sonrisa sincera. Estos pequeños momentos verdaderamente gratificantes nos conectan profundamente.

—Buenos días, Beatrice. —La miro con ternura mientras ella me devuelve la mirada entornando los ojos con adorables pucheros juguetones.

A medida que pasa el tiempo he observado cómo Beatrice ha ido liberándose gradualmente de las cadenas emocionales del pasado.

Su transformación no se limita únicamente a nuestra relación íntima sino también afecta positivamente a las personas cercanas como Emilia, quien ocasionalmente se une a nosotros mientras estudia, creando un ambiente de armonía y compañerismo en nuestro sagrado refugio.

Me gustaría que tuviese una compañía de la misma edad, pero Petra no está en la mansión. Ella vive felizmente con sus padres mientras estudia en la academia y recibe un entrenamiento personalizado acorde a su talento.

—No me llames así, supongo —refunfuña Beatrice, posando sus delicadas manos en mis mejillas. Con una sonrisa tímida y el rostro avergonzado, agrega— dime Betty, de hecho.

Un pequeño tartamudeo acompaña su petición. Sin duda alguna, Beatrice es alguien que se encuentra apartada de todo esto.

Ojalá pudiese brindarle siempre felicidad.

—Quién diría que mi princesa podría ser tan tierna —sonrío, provocando que ella se ruborice— Betty.

Quizás mi trato hacia ella ha influenciado este cambio en Beatrice; sin embargo, lo veo como algo maravillosamente gratificante dentro del caos reinante. Es un bálsamo para mi espíritu cansado y me permite seguir adelante con renovada energía.

Ella asiente tímidamente pero no puede ocultar la radiante sonrisa dibujada en su rostro.

—Soy tu Betty...de hecho —afirma antes de soltarse gentilmente de mis brazos y dirigirse hacia el escritorio donde reposan los planos del siguiente proyecto.

Yo suspiro agradecido por esta situación única e intento contener las emociones abrumadoras que amenazan con desbordarme. Hasta que logremos estabilidad debemos trabajar arduamente; el tiempo apremia y sé muy bien que ella también lo sabe.

En la capital, espero poder llevarla de paseo.

Me encamino hacia el escritorio, observando cómo ha progresado en comparación con hace unos días.

Hay un proyecto que tiene prioridad: la mejora en la producción de lingotes. Actualmente, en todo Lugunica se utiliza un método rudimentario para fabricarlos; sin embargo, he decidido aprovechar la máquina a vapor para convertirla en una herramienta mejorada.

Lo único que me viene a la mente es algo que aprendí durante mi paso por la universidad.

El pudelado es un proceso de producción del hierro forjado que se llevaba a cabo durante la Edad Media y los albores de la época moderna. Consistía en calentar el mineral de hierro en un horno especial llamado pudelador, junto con combustibles como el carbón vegetal.

A medida que se iba calentando, el hierro se fundía y oxidaba, eliminando impurezas tales como carbono y azufre.

Es evidente que hay aspectos por mejorar; no es necesario recrearlo exactamente tal cual lo conocemos.

Utilizaremos magia para reemplazar varios elementos que disminuyen su eficiencia. La máquina a vapor será responsable de mover los materiales, haciendo así todo el proceso mucho más sencillo.

Esto significa que seremos los primeros en producir hierro de alta calidad, libre de las numerosas imperfecciones ocasionadas por los métodos actuales, los cuales generan una gran cantidad de subproductos perjudiciales para su eficiencia.

El antiguo método del pudelado permitió la producción en masa de hierro de una calidad sin precedentes, convirtiéndose en una contribución invaluable a la industria metalúrgica de su época.

Ahora, nuestro deber es aprovechar esta técnica para obtener el monopolio en la producción de hierro. Una vez que esté listo, compartiré esta información con Crusch y mis socios, quienes poseen ricos yacimientos minerales.

A través de ellos podré vender nuestro preciado hierro al mercado.

Este logro nos otorgará visibilidad y renombre entre los forjadores, ya que desconocen por completo este innovador método. Irlam se convertirá así en el principal productor y exportador de hierro en toda la región circundante.

Es evidente que este proceso también puede aplicarse a múltiples metales, lo cual nos brinda un amplio margen para expandirnos en un futuro cercano hasta alcanzar incluso la capacidad para producir acero por cuenta propia.

—La eficiencia térmica mejora considerablemente al eliminar el uso del carbón —explica Beatrice—; no obstante, el consumo mágico aumenta exponencialmente debido a las grandes cantidades requeridas.

El problema inherente a esta máquina radica en el desperdicio energético significativo que genera; pero eso puede ser suplido gracias al uso magia, cuya eficiencia es prácticamente perfecta según mis cálculos.

No me preocupa demasiado pues Roswaal posee las mayores minas de lamicta de fuego disponibles para nosotros.

—Podemos utilizar nuestras reservas de lamicta —agrega Beatrice con seguridad—. Su eficiencia es excelente y, además, ayuda a evitar la generación de residuos nocivos.

Los gases expulsados por la máquina son altamente tóxicos y contienen metales pesados y otros desechos dañinos para el medio ambiente.

Con los lamicta no se produce ninguna fusión con el hierro. En consecuencia, toda nuestra cámara estará llena de lingotes de hierro impregnados con este valioso mineral. Así evitaremos utilizar una cámara de generación de vapor adicional.

La caldera interna podrá incrementar su temperatura cuando sea necesario, aunque el único inconveniente surgirá al momento de reemplazar los lamicta agotados en nuestro proceso.

—Podemos enfriar la caldera utilizando lamicta de agua, de esta manera las personas podrán abrir la tapa sin preocupación alguna —sugiere Beatrice.

Sería ideal contar con sensores de maná que nos indiquen cuándo los lamicta están a punto de agotarse, así evitaremos contratiempos al tener que realizar cambios a mitad del proceso

—Si hacemos la caldera removible, podremos reemplazarla por otra una vez que los lamicta se hayan agotado —rechazo inmediatamente esa idea— No, no sería eficiente.

Lidiar con una caldera desmontable resultaría impracticable en extremo. Lo mejor será colocar los lamicta en la parte superior para facilitar su cambio cuando sea necesario.

Lamentablemente no dispongo de modelos actuales para fabricar hierro mediante este método innovador. Sin embargo, el proceso de fundición en sí no es tan complicado. Anhelo poseer todos los conocimientos necesarios sobre el tratamiento y curado del metal para poder crear el mejor hierro posible.

—Si añadimos escotillas y utilizamos una pequeña fuente de maná como activación, el operario podrá retirar y cambiar fácilmente los lamicta agotados —propone Beatrice mientras examina detenidamente nuestros planos—. De esta manera resolveríamos ese problema. Podemos incluso reforzar las escotillas con placas de acero para evitar su fusión debido al calor.

Con eso concluye nuestra preparación inicial. He adquirido lingotes de acero especialmente diseñados para situaciones como estas; siendo un metal capaz de soportar altas temperaturas, resultará perfecto para nuestro propósito.

Una vez obtengamos el hierro, la producción de acero estará al alcance de nuestras manos. El acero es un metal relativamente sencillo de fabricar, lo irónico es que en esta región solo la casa de herrería de Lugunica posee el monopolio sobre su producción, y además se limitan a crear productos escasos por encargo.

¡Qué rostros pondrán cuando nos vean producirlo a nivel industrial!

—Tienes una expresión malévola en este momento, de hecho, —observa Beatrice mientras me mira directamente con sus penetrantes ojos mágicos.

—Es divertido ver cómo caen los arrogantes —respondo con seguridad mientras firmo los planos, indicando así que están listos para comenzar la producción.

Ahora que hemos resuelto esa cuestión, el siguiente paso es encontrar una forma de utilizar los metías de comunicación.

—¿Has encontrado alguna manera de clonarlos? —pregunto mientras observo cómo Beatrice trae un libro con magia gravitacional, el cual parece ser una enciclopedia sobre metías.

Disponemos de seis dispositivos en total, aunque uno está dañado, por lo que en realidad contamos con cinco. En este momento resulta crucial poder reproducir estos dispositivos, ya que nos otorgan una ventaja estratégica en cuanto a la comunicación se refiere.

Ella me señala una página específica del libro y yo comienzo a leer detenidamente.

"En todo el universo solo existe un metía capaz de clonar objetos, pero su paradero es desconocido".

Había pensado que al tener un metía en nuestras manos sería simplemente cuestión de descubrir su hechizo interno.

Sin embargo, parece ser que los metías cuentan con algún tipo de bloqueo mágico incorporado al finalizar su fabricación. Según Beatrice, ese bloqueo proviene del creador original y si no se logra eliminar correctamente podría dejar al metía inservible por completo.

Solo disponemos de cinco unidades funcionales en este momento y no estoy dispuesto a correr el riesgo de dañarlos irreparablemente.

—Es probable entonces que ese único metía capaz de realizar clones esté actualmente en posesión del culto —suspiro derrotado ante esta revelación—. Tenía la esperanza de poder llevar esto a cabo. Al menos sabemos que nuestro dispositivo protector funciona perfectamente.

Este desarrollo ha sido implementado para la próxima entrega del lote armamentístico que se encuentra en producción. Además de hacer sido incorporado antes en las maquinas a vapor.

Beatrice y yo creamos un metía capaz de reconocer al usuario, aunque en realidad requiere que la persona utilice maná directamente sobre el arma.

Al utilizar maná, el dispositivo se abrirá únicamente para esa persona. Beatrice explica que este mecanismo es similar al de la biblioteca; ahora bien, nuestro taller.

—La razón por la cual las personas encuentran la entrada al taller es porque yo les doy permiso para hacerlo, ya sea de manera consciente o inconsciente —explica Beatrice con una mirada profunda—. Es algo parecido aquí: mediante un hechizo permitimos que el maná de esa persona ingrese al arma, lo cual le permite desarmarla fácilmente.

En caso de que alguien más intente desarmar el arma sin autorización, esta contiene cristales lamicta cargados con fuego que explotarán instantáneamente.

El arma quedará completamente destrozada e inutilizable. Hasta ahora, esta es la mejor medida preventiva que disponemos.

—También será útil cuando necesitemos hacer identificaciones —admito, mientras pienso en todas las tareas que nos esperan en el futuro.

Reunir a investigadores de distintas partes del mundo para utilizarlos en la producción, crear nuevos armamentos y posiblemente mejorar nuestras fábricas para especializarlas. Si cada sector produce lotes de un elemento específico, avanzaremos rápidamente hacia nuestros objetivos.

Para eso necesitaré más personal.

La máquina de hilar fue una adición reciente, pero aún estamos construyendo la fábrica correspondiente; por lo tanto, no estará disponible en este momento.

—Entonces, para el siguiente paso debemos diseñar la máquina de escribir. No sé por qué he tardado tanto tiempo en pensar en ello, pero estoy realmente cansado de escribir a mano.

Sí, puedo detener temporalmente la producción de una fábrica autosuficiente de telas. De hecho, siento que la máquina de escribir será toda una revolución. El único problema es que los planos que tengo están incompletos.

—Debemos finalizar los mecanismos. En realidad, no es tan complicado; el verdadero desafío radica en encontrar una solución viable para la inyección de tinta —añado mientras saco mi reloj del bolsillo.

—Espero sinceramente que sea tan increíble como dices —murmura Beatrice mientras busca los planos entre sus pertenencias.

Roswaal debería llegar muy pronto; esa es principalmente la razón por la cual no he salido todavía de esta mansión.

Beatrice y yo pasamos algún tiempo reflexionando sobre cómo completar los planos adecuadamente.

El principal obstáculo es el idioma de este mundo. No sé si deberíamos utilizar los Ro—glifos o los I—glifos para escribirlo. La elección debe ser la más eficiente en términos de tiempo y escritura, además de que sea accesible para que los niños también puedan aprender a usarlos.

—Aunque podemos utilizar los I—glifos, creo que sería mejor optar por los Ro—glifos. Con los I—glifos podrían surgir problemas al intentar expresar palabras complejas o emplear nombres y creaciones nuevas —argumenta Beatrice con razón.

Beatrice tiene toda la razón. El problema con los I—glifos es que, aunque son más sencillos, se vuelven complicados cuando se trata de palabras complejas o términos técnicos.

Los Ro—glifos, al abarcar todo el abecedario, ofrecen una mayor versatilidad y practicidad en su uso.

—Entonces serán los ro—glifos —respondo.

Aunque el idioma hablado en este lugar sea japonés, ciertamente no es tan complicado si uno ya está familiarizado con él.

El verdadero desafío del japonés yace en los kanjis, pero aquí ese obstáculo no existe, lo cual confirma que los ro—glifos son la elección más acertada.

Sin embargo, el cambio repentino de expresión en Beatrice trae consigo recuerdos desagradables que se agolpan en mi mente.

Un escalofrío recorre mi espalda mientras ella comenta con seguridad:

—Roswaal ha llegado.