Monologo de Crusch

Seré Reina.

El ardor de la decisión se encendió en mi interior cuando fui bendecida por la insignia divina del dragón. Un cambio radical se apoderó de mi vida, una metamorfosis de mi ser, forjando con ferocidad la determinación que me guiaría.

No soy como las mujeres corrientes, nunca me atrajo la fragancia del romance, siempre me mantuve arraigada en mi autenticidad y en mi propio sendero.

"El Rey León", una figura que ha dejado una huella incandescente en los más profundo de mi corazón, un ideal personificado, una voz que ruge en lo más profundo de mi ser.

Su Alteza, el elegido para ocupar ese trono, un destino inquebrantable.

Sí, solo él llevaba la corona de mi atención. Criado y forjado para un único propósito: restablecer el pacto con el dragón.

Así lo percibían aquellos a su alrededor.

El fuego de la determinación arde en mis manos, las emociones rugen como un torbellino interior. Los recuerdos fluyen, y con ellos, las conversaciones compartidas con él, junto a Félix.

Palabras que han sido como antorchas en mi camino, iluminando mi verdadero ser.

Fueron las chispas que encendieron mi resolución, por lo que cuando lo perdí, mi corazón amenazaba con romperse, pero no me rendí ante el abismo del sufrimiento.

Me mantengo fiel a mí misma, una llama que consume todas las distracciones.

Los objetivos, las metas, los propósitos son como estrellas guías que se materializan en mi horizonte, y no permitiré que las sombras de otros oscurezcan mi sendero.

Aun cuando contradiga las expectativas puestas por él, avanzaré incansablemente.

El anhelo de ser reina, no, la certeza de serlo me envuelve como un incendio desatado. Nada ni nadie me arrebatará este destino, continuaré avanzando, abrasando obstáculos hasta que esa corona adorne mi frente.

El discurso de Marco me llega como una ráfaga de viento avivando el fuego de mis recuerdos con Fourier.

Su imagen, su esencia, se entrelaza con cada pensamiento, como un recordatorio incendiario de mi deber.

El dragón, un ladrón de poder, un carcelero que ha sofocado el crecimiento de nuestra nación. Mi propósito, mi llama interior, exige que ascienda al trono sin titubeos.

La competencia, feroz y vibrante como una tormenta, ha revelado a dos adversarios formidables: Emilia y Marco.

Han superado todas las expectativas y se han ganado mi respeto.

Una alianza podría ser el camino ideal, pero los pasillos burocráticos se retuercen en una madeja de engaños y secretos.

Una maraña de intrigas que he comenzado a desenredar poco a poco.

El ataque a la facción de Emilia, meticulosamente planeado, un secreto siniestro oculto a la vista de todos, incluso a mí. No bastará con mantenerme fiel a mí misma; es tiempo de cambiar el juego, de gobernar con mano firme, de transformar este panorama incierto.

Seré reina. Mis pasos resonarán con autoridad, mis decisiones serán como un martillo forjando un destino indomable.

El fuego de mi determinación consumirá la duda y abrirá paso hacia un futuro que será escrito con letras de fuego en el libro de la historia.


Prologo

Una Noche llena de determinación.

Las miradas de todos convergen sobre mí, cargadas de una emoción intensa que palpita en el aire. Los gritos, un coro ensordecedor de coraje y determinación, reverberan a lo largo y ancho del lugar, sacudiendo sus cimientos.

Espadas, hachas, mazos y un arsenal diverso de armas se alzan hacia el techo, punteando este como estrellas de acero forjado.

En ese gesto, sus almas funden sus voluntades, obteniendo una fuerza que se derrama en cada rincón.

Desciendo de la tarima, y las mesas comienzan a llenarse con la festividad y la ansiedad del porvenir.

La planificación meticulosa de ayer tomó toda mi noche, una coreografía calculada incluso para trasladar los prodigiosos cañones mágicos, el emblema de la genialidad de Crusch.

Cada aspecto ha sido minuciosamente dispuesto, cada detalle meticulosamente trazado. La lista de carruajes y sus pasajeros se alinea como un mapa de posibilidades, anticipando cada eventualidad.

La eficiencia se convierte en un imperativo, cada engranaje girando con precisión.

Un vistazo a Crusch y su sonrisa complacida se cruza con la mía, una aprobación silente, un entendimiento tácito. Desciendo junto a Beatrice de la tarima, marcando así el comienzo del banquete, un breve respiro antes del enfrentamiento.

Será un sueño breve, un preludio al alba, cuando nos pondremos en pie, mentes afiladas como aceros templados, listos para el asalto.

En previsión, he asegurado un acuerdo de suministros con Irlam, nosotros suministraremos provisiones, una salvaguarda contra la espera prolongada, además un refugio para el posible atentado del culto.

Aunque la opción del retorno por muerte se despliega ante mí, es una elección absurda, una tentación que no debo ceder.

Cada vez que muero, el miasma se espesa en mí, un residuo siniestro que se acumula y me corrompe. La magia que fluye en mis venas no responde a mi control, y ocasiona que mis estrategias tengan que cambiar.

Por eso debo evitar la muerte, siempre que sea posible.

Quizás, debería cambiar mi perspectiva, dejar de contemplar la muerte como una pieza de un juego, una carta en el mazo. Pero, en mi interior, sé que es un cambio que no llegará, una sombra inquebrantable en mi mente.

Es el destino, la fuente de mi desesperanza.

Emilia y Crusch se acercan con una sonrisa complacida en sus rostros. En un parpadeo, me encuentro rodeado por un escuadrón de caballeros, Beatrice a mi lado, inconmovible ante la sorpresa.

Las miradas de todos convergen en mí, cargadas de emoción, la gratitud brotando como un torrente en sus ojos.

Uno de ellos, un anciano con el cabello corto y el rostro tallado por el tiempo, una armadura robusta y una espada larga a su lado, posa su mano arrugada en mi hombro.

Su voz, profunda y llena de historia, rompe el silencio:

—Escuché murmullos sobre tu enfrentamiento. Aunque no tuve la oportunidad de presenciarlo, tu poder mágico es digno de admiración. —Su mirada, en un instante, cambia, adoptando un matiz más austero, las cejas fruncidas en un atisbo de melancolía. Con voz suave, agrega—: Gracias. Gracias por brindarme la oportunidad de vengar a mi esposa.

La chispa de agradecimiento se propaga como un incendio, cada caballero añadiendo su eco personal. Sus manos encuentran sus corazones, una ofrenda sincera que rebosa de aprecio.

Más allá de mi pasado, lo que verdaderamente valoran es la puerta que he abierto para ellos. Caballeros en el sentido más auténtico de la palabra.

Una sonrisa cálida se despliega en mis labios, una conexión compartida, un entendimiento mutuo. Mi mano se posa sobre la del anciano, mis ojos se clavan en los suyos.

—Están aquí para perseguir sus deseos, y para mí es un privilegio presenciar la existencia de individuos tan notables. Deben sentirse orgullosos por estar aquí, encaminándose hacia sus metas. —Elevo mi mano con determinación—. Regresen con vida, deseo poder brindarles un brindis a todos ustedes.

Los hombres observan con sorpresa, no hay rastro de condescendencia ante sus pérdidas en mi expresión y palabras. Mostrarse afectado solo socavaría la moral.

Cambiar la melancolía por un brote de esperanza es esencial.

Sus sonrisas emergen, acompañadas de pequeñas lágrimas que danzan en sus ojos, comprendiendo las palabras que les comparto.

Beatrice también curva sus labios en una sonrisa, un gesto que nos conecta de algún modo. Más allá de los objetivos individuales, la clave es que todos sientan un vínculo de compañerismo.

En esa unión radica la confianza necesaria para ejecutar cualquier estrategia con certeza.

Ser líder implica precisamente eso: el manejo de las emociones de todos, el abordaje de inquietudes y la orquestación de habilidades para extraer la máxima eficiencia.

Las voces se esparcen y las conversaciones llenan el espacio mientras me dirijo hacia Crusch y Emilia. Ambas me reciben con expresiones complacidas, y yo avanzo con seguridad en cada paso.

—¿Quién hubiera pensado que se acercarían por su propia voluntad? —murmuro, con una sonrisa dibujada en mis labios mientras noto la figura de Wilhelm detrás de Crusch.

—Son hombres que han sufrido la pérdida de sus seres queridos bajo la cruel opresión de la ballena. Cada uno de ellos busca venganza —expone Wilhelm, su voz resonando con un matiz de desánimo, a la vez que una furia interna.

Wilhelm aún parece reacio a confiar plenamente en mí, manteniendo su pasado cuidadosamente resguardado. Quizás esté esperando el momento oportuno para compartirlo.

Reconozco que todo tiene su tiempo y lugar, y no hay más que aceptar esa realidad.

—Indudablemente, representa una oportunidad para ellos. El plan debe llevarse a cabo, solo espero que...

Existe una inquietud que me carcome, un detalle que parece escapar a mi control.

Emilia y Crusch captan mi preocupación al instante, un tema que hemos debatido en profundidad.

—El Culto de la Bruja —añaden ambas, sus voces teñidas de aprensión.

Es, sin duda, la amenaza más ominosa, eclipsando incluso a la misma ballena.

Gula y Orgullo podrían surgir, lo que nos lleva a mantener una ruta conocida por todos, una fachada que desviaremos al concluir. Esperaremos unos días en Irlam antes de volver a partir.

Sin embargo, el dilema persiste: la incertidumbre en torno al posible ataque.

Petelgeuse ya atacó en el pasado basándose en información sobre el campamento de Emilia. Y sé que esa información fue transmitida hacía él. No obstante, la novela revela algo crucial.

La aparición de la gula y la avaricia surge tras la derrota de la ballena. Además, es poco convincente alegar que estén siguiendo a Emilia.

Algo más se oculta detrás de su aparición.

La información recopilada por Petelgeuse, el propósito de gula, la manifestación de avaricia.

Existe un propósito subyacente...

—Esperemos que no tengamos que enfrentarles, pero si llegaran a manifestarse, debemos estar preparados para afrontarlos —declaro con seriedad, con mis ojos alternando entre Emilia y Crusch.

Un asentimiento conjunto sella nuestra comprensión mutua. A medida que el evento llega a su fin, la mayoría de los presentes se retira a sus tiendas para descansar.

La logística ya está en marcha, pues aquellos que no lucharán concluyen los preparativos.

Con el fin de minimizar las bajas, propuse la formación de un grupo de rescate. Individuos que recorrerán el campo de batalla a lomos de dragones, extrayendo a los heridos en medio de la lucha.

La distribución meticulosa de roles es esencial para asegurar que los planes se desenvuelvan con precisión.

Antes de descansar, emprendo hacia la oficina de Crusch. Aunque nos instó a reposar, estoy seguro de que no se dormirá esta noche, no cuando mañana tiene una importancia tan crucial.

Debajo de la puerta se filtra una tenue luz, confirmando mis sospechas. Me acerco con cautela, buscando detectar cualquier sonido relevante que pueda escapar. Sin embargo, reina un silencio total.

Emito dos golpecitos en la puerta y, tras un breve instante, Crusch me invita a entrar con un gesto.

Nuestros ojos se encuentran y su sonrisa serena me da la bienvenida a su despacho, que mantiene un aura relajante.

—¿La inquietud no te deja descansar? —pregunta, su voz con un toque de complicidad.

—Necesito concluir los acuerdos con Irlam. El equipo de artillería está listo para actuar tan pronto como sea necesario.

Sacando mi metía, establezco contacto con Rem y Alsten. Sus saludos me llenan de familiaridad mientras me ponen al tanto, con Crusch atenta desde su asiento, mientras yo me acomodo en el sofá.

—Hemos obtenido la aprobación de herrería. Tendremos cuatro cañones, y uno de ellos será ensamblado al amanecer —detalla Rem con una ligera sonrisa—. En total, contaremos con cinco cañones operativos, además de nuestra versión especial que ya está preparada. Hemos reciclado proyectiles de la batalla contra el culto para aumentar nuestro arsenal.

La ventaja de reutilizar proyectiles más grandes se hace evidente, ya que apenas requieren mantenimiento o reforzamiento. Con cinco cañones en juego, nuestras perspectivas son prometedoras.

—La señorita Emilia se encargará de proteger al campamento. Con ella en ese puesto, su seguridad estará garantizada —admito, obteniendo asentimientos sinceros de mis compañeros.

Durante estos dos días, hemos trabajado arduamente para maximizar la producción de balas. La implementación de las máquinas a vapor ha aumentado la eficiencia tal como previmos.

—Hemos acelerado el proceso de transferencia de recursos, y todo marcha según lo planeado.

Mis preocupaciones quedan atenuadas, ya que la etapa inicial de la fábrica de balas está a punto de concluir. Mientras la pólvora fluye en abundancia, junto a Baltazar hemos desarrollado un proceso para fabricar balas.

Las planchas se moldean con rapidez, y los moldes se ajustan con destreza por parte de Baltazar. Aunque nuestras cantidades iniciales no son abundantes, están trabajando incansablemente, priorizando la producción en pequeñas tandas.

—Asegúrate de recompensar su esfuerzo de manera justa. Una vez que todo esté en orden, les daremos un merecido descanso —subrayo con determinación, mirando a Crusch con seriedad.

Cada individuo merece recibir reconocimiento acorde a su dedicación y relevancia. Si han trabajado sin tregua, merecen una recompensa excepcional, mucho más allá de lo ordinario, pues su esfuerzo va más allá de lo estipulado en sus contratos.

Si bien son conscientes de que su labor beneficia a Irlam, recae sobre mis hombros la responsabilidad de liderar con excelencia y retribuir sus logros.

—De acuerdo, entonces, los contactaré mañana por la mañana —digo con una sonrisa, mientras Rem y Alsten asienten y se despiden.

Empiezo a cerrar el metía y noto a Otto en segundo plano antes de cerrarlo por completo.

El gesto de Rem y Alsten es sincero, y agradezco su partida antes de girar mi atención hacia Crusch. Ella parece complacida con nuestra interacción, y sus palabras revelan su admiración por la versatilidad del metía.

—Es cierto, un metía como este podría revolucionar la comunicación de manera significativa —responde Crusch, lamentando no tener la posibilidad de duplicar tal dispositivo.

Sin duda, marcaría el fin de las cartas y los mensajes breves, dando paso a una nueva era. He estado intentando replicar algo similar con Beatrice, pero está claro que no será una tarea sencilla.

—Mi enfoque actual es transmitir voz, aunque estoy en las etapas iniciales de aprender magia, por lo que me llevará tiempo comprender todas sus complejidades... Mi destreza no radica en la magia, sino en la física.

Crusch muestra curiosidad en su mirada, interrumpe su escritura y se aproxima. Se sienta frente a mí en silencio, un instante en el que nuestras miradas se entrelazan y evaluamos al otro.

Este vínculo especial que compartimos no se teje desde un lugar de romance, sino de comprensión mutua.

Nuestros hombros soportan cargas significativas, y nuestras ambiciones personales nos impulsan.

Como individuo, Crusch me agrada en términos personales, pero no necesariamente la considero alguien en quien confiar ciegamente.

—¿Física? No estoy familiarizada con tal concepto.

No es sorprendente, la comprensión matemática en este mundo es rudimentaria, y la física como ciencia independiente es un concepto ajeno.

Aunque existen nociones matemáticas en este mundo, la idea de la física como una disciplina separada es desconocida.

Su pregunta busca explorar más allá del concepto, busca entender mi perspectiva personal.

—La física es el estudio que nos permite comprender las leyes fundamentales que gobiernan el universo y cómo la materia y la energía interactúan en todas sus manifestaciones.

—¿Materia y energía? —inquiere, buscando indagar más profundamente.

Asiento ante su pregunta. En este momento, no hay problema con responderle. Ella, con su astucia, entiende que no voy a abordar ciertos temas por respeto.

Comprende que no revelaré esos detalles y seguramente buscará otras formas de obtener la información que busca.

—La materia, en esencia, es todo lo que ocupa un espacio físico, como tú, yo, la tierra y el aire que nos rodea. Por otro lado, la energía es como una "fuerza" invisible que impulsa el movimiento de las cosas, la razón detrás de los cambios que experimentamos, como el movimiento de la luz que nos ilumina y el calor que sentimos —explico, tratando de simplificar conceptos complejos para que los comprenda.

Observo que intenta asimilar mi explicación mientras busco transmitir la esencia de manera concisa.

—Piensa en la energía como un "poder" sutil y omnipresente que está detrás de todo lo que ocurre en el mundo. Es esa fuerza misteriosa que mantiene nuestros pies en el suelo y da vida a las cosas —añado, tratando de evocar una imagen clara en su mente.

Para ilustrar mi punto, realizo una demostración práctica. Utilizo Murak, manipulando la fuerza de la gravedad sobre la mesa hasta que logro hacerla levitar, una exhibición de control sobre la energía.

—A través del dominio de esta energía, puedo realizar hazañas más allá de la simple magia. Mi conocimiento en estas áreas me permite utilizar la magia de manera fluida y eficiente —comento, destacando la importancia de mi formación en la interacción entre la materia y la energía.

Reconozco que, gracias a mis amplios conocimientos, la magia se convierte en un vasto terreno de posibilidades que debo explorar plenamente.

La magia y la comprensión de estos conceptos no son entidades aisladas, sino más bien están entrelazadas en una sinfonía cósmica.

—En Irlam, se abordan estos fundamentos desde sus raíces en las academias. Nuestro objetivo es forjar una nueva generación de magos, académicos y ciudadanos que tengan la capacidad de avanzar sin restricciones. —Le dedico una sonrisa confiada, transmitiéndole mi determinación en esta empresa—. Ya hemos comenzado a dar pasos en esa dirección, moldeando una población que se apoya en su ingenio y talento, sin depender de nadie más que de sí mismos.

Al notar cómo sus ojos se abren con intriga, sé que ha captado mi mensaje. Sin embargo, he sido deliberadamente cauteloso al exponer todos los detalles.

Quiero sembrar dudas en su mente, que se cuestione más, que busque más allá de las palabras que le he compartido.

Quiero que comprenda que mi habilidad en la magia es un reflejo de mi compromiso con el aprendizaje, pero también quiero que perciba que no estoy guardando ningún conocimiento exclusivamente para mí.

Mis conocimientos son un faro que ilumina un camino para todos, aunque difieran en profundidad y alcance. Mi deseo es que todos tengan la oportunidad de emprender ese camino y explorar sus propias fronteras.

No daré todas mis cartas, ya que revelar cada detalle podría convertirse en un arma de doble filo.

Por ello, para acceder a conocimientos avanzados, se exige a cualquier individuo que firme un contrato, comprometiéndose a utilizar ese saber en beneficio de Irlam y su comunidad.

Además, reservamos los derechos sobre dichos conocimientos.

Pronto, emitiré las primeras patentes en Irlam, permitiendo que las personas presenten y aseguren sus proyectos exclusivamente en nuestra comunidad.

La idea es que este concepto se difunda y arraigue, mientras nosotros ejercemos un control total sobre el campo de las patentes.

Este enfoque promete ser una fuente sustancial de ingresos, sin lugar a duda.

—Irlam... Es realmente sorprendente cómo has logrado transformar un simple pueblo en algo tan excepcional, Marco —admite Crusch, su tono reflejando un asombro genuino—. Tu visión y ambición son ciertamente fascinantes.

Sus ojos me examinan con una mirada que nunca había presenciado. A diferencia de las expresiones serias y penetrantes de antes, ahora parece tener un aire de curiosidad infantil.

Parece querer adentrarse más en lo que he logrado y lo que planeo.

Sin darme cuenta, me permito relajarme un poco. Mi semblante se despeja, pero una sonrisa persistente se mantiene en mis labios.

A veces, es fácil olvidar cómo mi rostro puede dar pistas de lo que siento, especialmente cuando estoy inmerso en la conversación.

—Bueno, siempre hay alguien dispuesto a cambiar el rumbo de las cosas. Mi entrada en el mundo debía ser impactante, dejar una huella duradera en la historia —respondo con seguridad, mi voz resonando con convicción.

No pasará mucho tiempo antes de que las palabras corran de boca en boca, afirmando que la intervención del campamento de Emilia desempeñó un papel crucial en la derrota de la temible ballena.

Nuestra conversación se sostiene en un delicado equilibrio, cada uno explorando los rincones de las palabras del otro en busca de significados ocultos.

En este juego de intrigas y ambiciones, queda claro que la mente de Crusch está en constante movimiento, evaluando cada respuesta que ofrezco mientras yo también hago lo mismo.

Es un baile cauteloso en el que ambos participamos, tejiendo una red de comprensión y sospechas.

Ninguno de nosotros está dispuesto a mostrar todas nuestras cartas, pero a medida que la conversación avanza, puedo sentir que una conexión más profunda se está formando entre nosotros.

Y a pesar de todas las incertidumbres, estoy intrigado por descubrir hasta dónde nos llevará este camino.

Seguimos hablando, cada uno diciendo sus logros en algún campo cualquiera, uno tras otro, como piezas de un rompecabezas que poco a poco van formando un cuadro de éxito.

El título de barón es uno de esos logros, pero he optado por no revelárselo aún a Crusch.

Sé que pronto se enterará, pero los documentos aún no están en mi poder; han sido enviados a Irlam, no a la mansión, sino a mi oficina en el edificio militar.

Crusch deja escapar un suspiro ante mis palabras, encogiéndose de hombros con resignación.

—Siempre supe que eras alguien inteligente. Esa expresión fatigada en tu rostro lo decía todo, mostraba el arduo trabajo que realizabas. Tus tácticas comerciales son impresionantes, has mejorado notablemente la eficiencia y ambos hemos cosechado beneficios gracias a ello —comenta mientras se levanta y se acomoda a mi lado—. Aun así, tengo dudas sobre si lograremos concretar la alianza por completo. Me sorprende que no te invada el nerviosismo ante la inminente batalla contra ese gran monstruo.

Mantengo la calma, una cualidad que he cultivado a lo largo de mis experiencias. Nuestro plan está meticulosamente elaborado, y en teoría, la ballena no representa un peligro insuperable.

Los ataques de Gula y Codicia podrían resultar más amenazantes, pero incluso esos elementos son inciertos.

—No siento nerviosismo, ni puedo permitirme experimentarlo. Si yo mostrara inseguridad, eso se reflejaría en los demás —me reclino sobre el sofá, observando el techo mientras reflexiono—. Un líder debe ser capaz de guiar e inspirar a su equipo y tú también haces lo mismo.

Con cada paso, siento que me alejo más de mi verdadero ser.

El miasma está provocando cambios en mí, transformaciones que no deseo ni controlo del todo.

—Entiendo. Es innegable que has cambiado el rumbo de las circunstancias —responde Crusch, su voz reflejando una comprensión profunda.

Nuestra conversación avanza como un juego de ajedrez, donde cada palabra y movimiento llevan consigo significados ocultos y estrategias más grandes.

En esta danza cautelosa, ambos exploramos los límites de nuestra relación y ambiciones.

Por mi parte, siento que estamos entrelazados en un camino que podría llevarnos hacia un futuro prometedor o a un abismo desconocido.

—Bueno, yo también tengo mis ambiciones —le digo, sosteniendo su mirada mientras coloco mi mano sobre su hombro—. Sin embargo, para mí, la verdadera esencia radica en encontrar la felicidad.

Crusch, quien hasta ahora había mantenido su mirada firme en sus objetivos, parece sorprendida por mis palabras, y su expresión se suaviza ante la reflexión.

—Ser feliz... —murmura, como si estuviera procesando una idea nueva.

—Sí, lo más importante es llevar a cabo nuestras acciones con alegría y satisfacción. De lo contrario, la vida carece de sentido.

No me toma mucho esfuerzo expresar esta creencia arraigada en mí.

A veces, sí, es necesario afrontar situaciones que nos generan infelicidad en pos de un objetivo mayor, pero eso no significa que debamos vivir sumidos en la tristeza.

Lo crucial es encontrar momentos de felicidad en cada día, momentos que nos recarguen y nos permitan centrarnos en nosotros mismos.

—Si no eres capaz de afirmar que has experimentado la felicidad al menos una vez al día, entonces algo está fallando —añado, manteniendo la premisa que guía mi enfoque.

A pesar de no aplicarla en todo momento, esta idea permanece como un faro en mi interior. Las personas verdaderamente felices son aquellas capaces de hallar momentos de alegría incluso en medio de sus desafíos más grandes.

—Afrontar las dificultades con una sonrisa —proclamo con confianza, y veo cómo Crusch parece encontrar un significado profundo en mis palabras.

Un silencio elocuente sigue mis afirmaciones, hasta que finalmente ella sonríe y responde:

—Eres un hombre extraordinario, Marco Luz.

—Hago lo que puedo por ser mejor cada día —respondo modestamente.

Después de esta breve pero intensa conversación, nos sumergimos en el trabajo que nos aguarda.

Los informes de logística son presentados por el equipo, Crusch y yo nos dedicamos a revisar y analizar cada detalle minuciosamente.

Félix y Wilhelm, por su parte, hacen su contribución al compilar la información esencial que necesitamos

La noche se desvaneció sin que durmiéramos, dejando a su paso el resplandor del amanecer. Cada detalle ha sido meticulosamente planeado, y la mañana avanza sin obstáculos.

Junto a Crusch, avanzo mientras ella me guía para elegir un dragón, una elección crucial para movernos con la máxima velocidad posible.

Aunque he montado caballos en el pasado, la perspectiva de montar un dragón es una experiencia completamente nueva para mí.

Me preparo mentalmente para lo que está por venir, aunque en el fondo espero que la experiencia sea algo similar a montar un caballo. Pero claro, en un nivel mucho más épico y majestuoso.

—Escoge uno, considera esto como un gesto de amistad —me dice Crusch, su tono seguro y su mirada desafiante.

Con su sugerencia en mente, comienzo a explorar las diversas opciones a mi alrededor.

Ignoro las historias y prejuicios que rodean a ciertos dragones y me concentro en encontrar uno que me llame la atención.

Patrashe, el dragón que he conocido previamente se cruza en mi camino, pero parece incómoda con mi cercanía y se aleja sutilmente.

Finalmente, llego a un dragón de color rojo carmesí intenso, con escamas gruesas y afiladas que emanan una sensación de intimidación. Su mirada parece portar una intención asesina que se suma a su aura amenazante.

A pesar de su apariencia imponente, me acerco con determinación.

—Mantengo a este dragón por gusto propio, pero ten en cuenta que es extremadamente hostil hacia los recién llegados. No te hagas muchas expectativas. —Las palabras de Crusch advierten sobre la naturaleza del dragón mientras yo observo sus musculosas patas y siento su calor cercano.

—¿Cuál es su nombre? —pregunto, acercándome con confianza, aunque el dragón intenta morderme, pero retraigo mi mano a tiempo.

—Grímnir. Así lo nombró su antiguo dueño, quien falleció hace algunos años. Desde entonces, ha mantenido esta actitud. —la respuesta de Crusch me da una visión breve de la historia detrás de este dragón, pero opto por no profundizar ni cuestionar más al respecto.

El nombre Grímnir reverbera en mi mente, evocando una sensación de antigüedad y misterio.

Mientras sostengo la mirada desafiante del dragón, una conexión parece establecerse, una especie de reconocimiento mutuo entre dos seres destinados a unirse en esta misión.

La elección se hace clara en mi mente mientras me preparo para lo que viene a continuación.

—Ese nombre...

La historia de Grímnir parece tener un tono mitológico, aunque no tengo recuerdos precisos de un relato similar en mi conocimiento. Su indomabilidad sugiere que nadie ha logrado someterlo hasta ahora.

Sin embargo, sé que la violencia no es la respuesta adecuada, y tampoco tengo certeza de si el amor puede prevalecer en esta situación.

La furia en los ojos de Grímnir es evidente mientras me acerco a su costado. Observo su intento de embestirme con la cabeza, pero lo detengo utilizando mis habilidades en la magia.

Al tocar su cuerpo, canalizo maná y aumento su masa, ejerciendo una presión que comienza a dominarla. A pesar de su resistencia, no cedo y mantengo mi determinación.

—Eres una dragona con orgullo y valentía. No sé qué dueño tuviste, pero yo también tengo mi orgullo —le hablo con una sonrisa, mientras Grímnir gruñe con más intensidad—. Seré tu dueño, pero respetaré tu orgullo. A partir de ahora, seremos aliados.

Continúo canalizando maná, haciendo que Grímnir se arrodille sobre sus patas traseras. Siento el calor de sus escamas mientras mantiene su actitud desafiante.

—Observa mi lucha, y lucha a mi lado. No tengo intención de morir pronto, me fortaleceré cada día —le digo con determinación.

Libero el maná acumulado, generando una presión palpable en el ambiente. Aunque no soy tan hábil como Beatrice, logro inquietar a los demás animales cercanos, incluido Grímnir.

—¡Roar! —Grímnir responde con un gruñido, levantándose y mostrando una mezcla de nerviosismo y enojo.

—Exacto, seremos invencibles.

Siento una conexión con Grímnir similar a la que el protagonista pudo haber experimentado. Parece como si ambos estuviéramos destinados a unirnos.

Su aceptación de mi influencia mágica me sorprende, pero también siento que Grímnir entendió esa conexión inherente entre nosotros.

—Es asombroso que te haya aceptado. Es como si supiera que eres la elección correcta —comenta Crusch, aparentemente captando parte de la situación, aunque hay detalles que solo Grímnir y yo compartimos.

Después de este pequeño episodio, nos dirigimos hacia el Árbol Flugel. Para el viaje, decidimos llevar a todos los dragones en carrozas separadas, considerando la posible fatiga durante el trayecto.

Nuestro objetivo es estar en las mejores condiciones posibles, ya que cualquier detalle puede ser crucial.

Una vez todo está preparado, comenzamos a abordar las carrozas. Mis soldados, Emilia y yo viajamos en una carroza aparte, mientras que Crusch y su grupo ocupan otra. La marcha comienza, y el camino hacia nuestro destino se desarrolla ante nosotros, lleno de incertidumbre y anticipación.

Emilia muestra un ligero nerviosismo, aunque trata de mantenerse fuerte. Es algo que percibo debido a mi cercanía con ella. Los soldados, en cambio, lucen firmes pero un tanto decaídos. Es evidente que las batallas y entrenamientos han dejado su marca en ellos.

Su función en esta batalla es de protección externa, mientras que artillería será la encargada de enfrentarse a la amenaza directamente.

Beatrice, por otro lado, parece estar disfrutando del momento. Su alegría es palpable, y pienso en la posibilidad de pasar tiempo con ella en la capital para ir de compras, quizás en un futuro, solo nosotros dos o incluso con Emilia.

Ambas guardan silencio, y respeto su espacio mientras mis pensamientos se centran en lo que está por venir.

La prioridad es evitar morir. Mi vida es crucial para enfrentar la amenaza de la ballena y aprovechar la información que he obtenido. Sin la habilidad de utilizar magia correctamente, enfrentar a la ballena será un desafío aún mayor.

Mi objetivo es alcanzar una victoria lo más perfecta posible.

Aunque el retorno por muerte me brinda la capacidad de planificar, siento que dependo demasiado de la suerte en ese proceso. La idea de abusar de esta habilidad no me convence.

Además, el miasma es una energía en la que no confío plenamente. Temo que, al utilizarla, perderé algo irremplazable en mi mente y mi ser.

El retorno por muerte es un recurso del que prefiero no depender en exceso. Aunque no he experimentado la muerte con frecuencia, cada vez que lo hago, siento cómo mi conexión con la realidad se desvanece.

Lo único que queda es mi propósito, y eso me preocupa profundamente.

La posibilidad de morir y revivir me inquieta. Siempre estaré vivo, como en un juego donde puedes regresar desde el punto de guardado. Sin embargo, no quiero morir, no por la muerte en sí, sino por la extraña sensación que queda después.

Siento que podría enloquecer ante esa experiencia repetida y desorientadora.

A medida que nos acercamos al enfrentamiento con la ballena, mis pensamientos se centran en mantenerme con vida y en el desafío que nos espera.

El futuro es incierto, pero mi determinación es firme.

No permitiré que la muerte y el retorno por muerte definan mi existencia, lucharé para mantener mi cordura y mi identidad intactas.

Mi último recurso en caso de que todos los demás planes fallen es recurrir a la estrategia utilizada por el protagonista en situaciones similares. Sin embargo, estoy confiado en que mi teoría funcionará y no será necesario llegar a ese extremo.

—Ganaremos —afirmo, captando la atención de todos los presentes, quienes me miran con cierta sorpresa.

Después de unos breves segundos de asombro, las sonrisas empiezan a aparecer en los rostros de mis compañeros, y todos se unen a mí con entusiasmo.

—¡Sí! —exclaman en un coro unido, reforzando la confianza en nuestra victoria.

Después de una hora de viaje, finalmente diviso el imponente gran árbol que se alzaba majestuosamente, alcanzando las alturas de las nubes.

Sus dimensiones son tan colosales que resulta asombroso, sin importar cuanto lo vea, me dejo llevar por la maravilla que representa.

Es evidente que este árbol ha sido nutrido y alimentado con maná de manera excepcional, lo que ha permitido su sorprendente crecimiento.

El sabio Flugel, un enigma intrigante en la historia... Se insinuaba que él era el mismo protagonista, aunque eso me lleva a preguntarme:

¿Seré yo realmente ese protagonista?

Existe una forma de verificarlo, ya que se mencionaba en la novela que en el árbol se dejó un mensaje. Si puedo comprobar la existencia de ese mensaje, podría aclarar la incógnita de si fui yo quien dejó esas palabras.

Jamás consideraría tallar un árbol para escribir tonterías sin sentido.

Además, si el propio sabio plantó este árbol y logró hacerlo crecer en tan poco tiempo, lo suficiente como para dejar un mensaje, eso sería un hecho memorable que no se habría olvidado fácilmente.

Nuestros carruajes finalmente se detienen, rompiendo mi cadena de pensamientos.

Salimos rápidamente y el aire fresco me llena los pulmones. La imponente vista del árbol ante mis ojos me obliga a levantar la cabeza hasta que mi cuello protesta por el esfuerzo.

—Majestuoso —comenta Lucas, impresionado por la magnificencia del árbol—. Siempre lo vi a lo lejos hasta hace poco, pero nunca imaginé que fuera tan imponente... Me gustaría traer a mi esposa y mi hija para que lo vean.

La altura del árbol probablemente supera los tres kilómetros o más, haciéndolo verdaderamente monumental.

—Cuando todo esto termine, tendrás unas merecidas vacaciones para poder cumplir ese deseo. No te preocupes por el dinero, sabes que no te falta —afirmo, y una sonrisa orgullosa se dibuja en su rostro.

Crusch inicia la organización del montaje de los cañones mágicos, mientras que los dragones son cuidadosamente desembarcados de sus improvisadas carretillas.

Cada uno de nosotros se enfrasca en diversas tareas, desde organizar provisiones hasta establecer el campamento de heridos.

La importancia del orden es innegable en momentos como este.