10.

Dos días atrás, el maestro Gai los había hecho entrenar en medio de un aguacero. Normalmente, Athena no tendría problemas con eso, su cuerpo siempre había sido fuerte; no obstante, el entrenamiento diario, el trabajo en la noche y lo poco que había dormido desde aquella conversación con lady Tsunade, le estaban pasando factura.

Esa mañana casi se había arrastrado para salir de la cama. A pesar de todo, pudo soportar el entrenamiento, pero cuando se dispuso a ir al bar, la fiebre y el dolor en el cuerpo la estaban haciendo temblar. Habló con su jefe y, aunque no se había mostrado para nada contento, al menos había comprendido. Luego, se fue a la posada y, prácticamente, se durmió apenas puso la cabeza en la almohada.

Cuando se despertó, no sabía ni qué hora era. Reunió fuerzas para levantarse e ir al baño a humedecerse la cara; sin embargo, unos golpes en la puerta la detuvieron. ¿La Sra. Azumi o el maestro Gai? ¿Había dormido más de lo que imaginaba?

Vaya sorpresa se llevó cuando abrió la puerta y el rostro preocupado de la Hokage fue lo que descubrió.

—Buenas noches, lady Tsunade —su voz sonaba apagada. Le dolía la garganta. Se hizo a un lado para dejarla pasar.

—Athena, ¿qué tienes?

Sentía la cara caliente, pero no sabía si era por la fiebre o por el rubor de su maldita timidez.

—E-es solo un resfriado.

Lady Tsunade levantó la mano y se la posó en la frente.

—Tienes mucha fiebre. ¿Por qué no viniste al hospital?

Athena bajó la mirada y susurró:

—Después del entrenamiento, apenas si tuve fuerzas para ir al bar.

—Acuéstate.

Lady Tsunade parecía ser muy estricta cuando se trataba de atender a los pacientes.

Athena se dirigió a la cama con pasos lentos y trató de no pensar en lo horrible que debía de verse y lo mal que olía, pues ni siquiera se había bañado después del entrenamiento.

Lady Tsunade le volvió a poner la mano en la frente, lo que le hizo sentir un leve cosquilleo.

—Puedo aliviar un poco el malestar, pero lo demás corre por tu cuenta. ¿Tu abuela no te dijo qué tomar en estos casos?

—S-sí, claro, pero no pude ir al mercado a conseguir los ingredientes.

Comenzó a notar que el calor de su cuerpo menguaba y también el dolor de cabeza. Al menos así podría ir por lo que necesitaba para prepararse el té que su abuela le había enseñado.

—No has dormido ni comido bien. —Eso no había sido una pregunta.

Athena desvió la mirada.

Lady Tsunade la tomó del mentón y le giró suavemente el rostro para que pudiera mirarla a los ojos.

—¿Es por lo de la semana pasada? ¿Aún estás avergonzada?

Athena apretó la mandíbula. No era solo la vergüenza, sino también el miedo que aún persistía al haberse mostrado tan vulnerable.

—Sé que apenas me conoces —la voz y la mirada de la Hokage eran suaves—, pero no tienes que esconderte de mí.

Athena observó aquellos ojos marrones y notó sinceridad en ellos. ¿Y si bajaba un poco más la guardia? Esa noche, había sentido verdadera compasión de parte de lady Tsunade; no lástima, sino una especie de entendimiento.

—Intentaré no hacerlo.

Lady Tsunade esbozó esa sonrisa que tanto la cautivaba.

—Fui al bar porque quería hablar contigo sobre algo. —Le retiró la mano de la frente—. Al principio, pensé en dártelo como una orden, pero creo que es mejor que sea tu elección.

Athena tragó saliva.

—Quiero que te mudes a los cuarteles de la mansión y empieces a estudiar para el examen de la academia.

¿Qué? No, necesitaba un momento para entender lo que lady Tsunade estaba planteando. Primero, cuando su abuela le dijo que buscara a Tsunade Senju para pedirle que la aceptara como su aprendiz, Athena nunca pensó que fuera para convertirse en ninja; es más, hasta ese momento ni siquiera sabía cuál había sido el objetivo de tal petición. Segundo, ¿tenía las habilidades para hacerlo? Tercero, y lo más importante, ¿lo deseaba?

—Em… Yo pensé que solo iba a entrenar…

—Sí, pero también podrías usar esas habilidades como shinobi. ¿No se te había cruzado por la cabeza?

—¿Usted cree que pueda hacerlo?

—Si te esfuerzas, sí, estoy segura de que lo lograrás.

¿Lady Tsunade creía en ella?

—¿Y s-si fallo?

La Hokage arqueó una ceja.

—¿No lo has intentado y ya estás pensando en fallar?

Athena se pasó la mano por el rostro. No podía evitarlo, esa falta de seguridad en sí misma era su maldición.

—Si fallas, lo vuelves a intentar. —Le dio un golpecito en la nariz con el dedo—. Athena, la valentía y determinación de alguien no se miden por sus victorias, sino por su decisión de nunca rendirse. —Sonrío—. Es una lástima que Naruto no esté aquí para darte este sermón.

¿Naruto? Había escuchado ese nombre antes, era un chico famoso en la aldea. Según había oído, hacía tiempo que se había marchado a entrenar con su maestro, y todos lo extrañaban.

—Entonces, ¿qué dices? ¿Te vienes conmigo?

Fui ahí cuando Athena al fin se percató de la primera parte de la propuesta de lady Tsunade.

—¿A… vivir con usted?

La Hokage soltó una carcajada.

—Eso suena muy presuntuoso de tu parte, ¿no crees?

Athena sintió cómo el calor le subía desde el cuello hasta la punta de las orejas. ¿Por qué se le tenían que soltar cosas tan imprudentes?

—E-eso no fue lo que quise decir…

Lady Tsunade le guiñó un ojo.

—Lo sé. No te preocupes. ¿Cuál es tu respuesta?

Athena reflexionó. Después de la muerte de su abuela, se había quedado sin un propósito, ni siquiera tenía un sueño. Quizás podría intentarlo, y más aún si se le estaba permitido fallar. No podía asegurar que estuviera hecha para ser un shinobi, pero si era sincera, y según su experiencia, tampoco estaba hecha para muchas cosas.

Tragó saliva.

—Quiero hacerlo.

—Muy bien, entonces empaca —le contestó lady Tsunade con una sonrisa.

—¿A-ahora mismo?

—Claro —confirmó ella mientras se ponía de pie—. Así podré asegurarme de que te estés recuperando de tu resfriado. Necesitarás toda tu fuerza para el entrenamiento físico y mental que te espera.

Al escuchar eso, una duda relampagueó en su mente.

—Lady Tsunade, no hemos hablado de dinero. Debo saber cuánto se espera que pague, no gano mucho en el bar…

—Tendrás que dejar ese trabajo, te necesito totalmente enfocada en el entrenamiento.

—¡Pero no tengo otra forma de obtener dinero! —Había desesperación en su voz.

—Eso ya lo tengo resuelto. Se te proveerá la vivienda y la alimentación. A cambio, solo espero que trabajes un par de horas diarias en la mansión.

Athena parpadeó y sintió que se le hacía un nudo en la garganta. No sabía si lady Tsunade solo lo hacía por compasión, ¿o quizás era la deuda que quería pagarle a su abuela? No, había algo en los ojos de la Hokage que le transmitía una preocupación real por ella. Sea como fuere, se sentía muy agradecida.

—Estoy en deuda con usted, milady. Ha sido muy generosa conmigo.

La expresión de la Hokage se suavizó.

—No hay deudas que pagar. Solo esfuérzate y honra la confianza que estoy depositando en ti.

Aparte de su abuela, no había tenido a nadie que apostara por ella, así que esa sensación era casi nueva. Su corazón estaba rebosante de alegría por despertar ese sentimiento en alguien, aunque, a la vez, también depositaba en ella una gran responsabilidad. No obstante, después de ver la mirada esperanzada de lady Tsunade, supo que haría todo lo posible por no apagar esa luz en sus ojos.

Sintió cómo un calor nacía en su pecho y una sonrisa se le dibujaba en los labios.

—Lo haré, se lo juro.


Aviso legal: El dinero de los impuestos de Konoha no se usará para el pago de la vivienda y alimentación de Athena. La Hokage lo va a pagar de su bolsillo.