15.

Tsunade se dirigía a su oficina en compañía de Shizune. Su mente aún merodeaba la chica que había dejado en la cama del hospital. Se sentía contrariada. Por un lado, estaba preocupada por el episodio de ira de Athena, pero, por el otro, la alegría y ternura la llenaban al recordar la cara de Athena cuando supo de la preocupación del equipo Gai. Había estado allí cuando pasaron a verla, y Athena les pidió perdón. Se sentía orgullosa de esos chicos, pues habían manejado la situación con madurez. Sin embargo, aún no se recuperaba del susto que se había llevado cuando Gai la había ido a buscar para que curara a Athena.

Chica tonta, aún tenía pendiente un sermón por el mini infarto.

—¿Lady Tsunade?

Una voz a su lado interrumpió sus pensamientos. Se había olvidado de que su asistente estaba con ella.

—Shizune, hay que investigar qué fue lo que le pasó. Un arrebato de ira no termina en superfuerza y velocidad. ¿Viste todos esos hematomas en los brazos y piernas de Athena? Neji tuvo que bloquear sus ataques con seriedad. Ni siquiera la adrenalina podría desencadenar algo así.

—Derribar un árbol de un puñetazo…, así como usted.

—Sí, pero yo no me fracturo los brazos al hacerlo. —Tsunade detuvo sus pasos—. Es como si tuviera la fuerza para hacerlo, pero no la resistencia y el control necesario.

—¿Se refiere al control del chakra?

Tsunade se puso la mano en el mentón mientras pensaba.

—Sí, con un buen control de chakra, las extremidades no sufren daño alguno, ni siquiera se siente dolor. —¿Por eso Akira se la había enviado? ¿Eso era de lo que hablaba en la carta?—. Hay que hacerle unos análisis ahora que está en el hospital.

—Milady, ¿y si al final sí es un peligro? Quizá debimos de ser más precavidos con ella.

Tsunade arrugó el entrecejo y la miró de soslayo.

—¿Qué?

Shizune agitó las manos de modo apaciguador.

—Lady Tsunade, s-solo estoy preocupada por lo que la situación de Athena pueda desencadenar.

¿De qué demonios estaba hablando Shizune? Se giró para encarar a su asistente y se posó una mano en la cintura.

—La chica ha estado más de medio año en Konoha, y todo iba normal; ¿vamos a considerarla un peligro porque perdió la cabeza durante un entrenamiento? Sí, hay que investigar la causa, pero no voy a permitir que su buen comportamiento sea descartado solo por un incidente. ¿Queda claro?

Su asistente solo tragó saliva y asintió.

No sabía bien de dónde provenía ese instinto de querer proteger a Athena, pero no iba a permitir que se le juzgara por lo ocurrido. Es que hasta las «víctimas» del incidente habían sido comprensivas.

Durante los días posteriores, visitó el hospital con frecuencia para ofrecerle tratamiento médico a Athena y cerciorarse de que estuviera descansando y recuperándose bien. La chica se veía más tranquila, y hasta había bromeado con el hecho de que casi había podido patearle el trasero al chico byakugan.

Tsunade le realizó varios análisis, de sangre y demás, solo faltaban los físicos para verificar que no tuviera marcas de sellos, y también para hacerle un chequeo general del chakra. Así que cuando le informó que debía desnudarse (con su ayuda, por supuesto) y que podía quedarse únicamente con la ropa interior, la chica cerró los ojos con fuerza, tragó saliva y enrojeció.

—Athena, no tienes de qué avergonzarte, ¿sabes cuántos cuerpos he visto en mi vida? Además, ya te he visto el torso, ¿acaso no te acuerdas? —bromeó.

El rubor de la chica aumentó.

—Vamos, no seas tonta —continuó—. Necesito ver que no tengas marcas.

Athena se ayudó con el brazo sano a sentarse y permitió que Tsunade le quitara la bata. Después se recostó en la camilla con los ojos cerrados.

Tsunade empezó a inspeccionar con la mirada el cuerpo de Athena. Primero, los pies y las piernas: no había nada extraño, solo los hematomas y el yeso en la pierna izquierda. Luego, sus ojos se movieron a la pelvis y el vientre; vio una cicatriz en el costado derecho y no pudo resistirse a pasar la yema de los dedos sobre ella. Parecía una quemadura.

La chica se retorció un poco.

—E-eso me hace cosquillas.

—¿Qué te pasó ahí?

Athena abrió los ojos y la miró.

—Cuando tenía como unos dos años, estaba jugando en la cocina mientras mi madre estaba cocinando; resulta que le tumbé de las manos una olla de sopa que estaba bajando del fogón y el líquido cayó sobre mí. Sin embargo, fui afortunada, pues solo me afectó el costado, la espalda y parte del brazo derecho. —Lo alzó para mostrárselo—. No es muy visible, pero si se fija bien, el color es más oscuro.

—Debió de haber sido muy doloroso —dijo casi en un susurro y volvió a acariciar la cicatriz con más firmeza.

Athena se estremeció e inhaló con fuerza.

—N-no lo sé. No lo recuerdo. La historia me la contó mi abuela. —Volvió a cerrar los ojos.

Tsunade solo podía pensar en el largo proceso de recuperación y lo doloroso que debió de haber sido. Seguramente, Akira había hecho todo a su alcance para cuidarle bien la quemadura, pues, aunque tenía una cicatriz considerable, al menos había sanado bien. Era posible que la piel fuera más sensible en ese lugar.

Su mirada subió al pecho y la clavícula, luego a los brazos.

No, nada.

—Te ayudaré a ponerte bocabajo.

Notó que en la espalda la cicatriz se extendía un poco más que en el costado. Fuera de eso, no había nada más.

—De nuevo bocarriba —instruyó—. Me dijiste que ese día tenías una sensación burbujeante en la boca del estómago, ¿verdad?

La chica asintió.

—¿Habías sentido algo así antes?

Athena se rascó la cabeza con la mano sana.

—Quizás un par de veces, pero no de manera tan intensa. Además, los recuerdos después de eso están en blanco. Mi abuela siempre me decía que quizás era alguna crisis de ausencia, que no debía preocuparme; y que si alguna vez volvía a sentirme así, que cerrara los ojos y contara de diez a uno.

Eso le causó curiosidad a Tsunade. Aquella bruja sabia sí tenía conocimiento de lo que le ocurría su nieta, pero nunca quiso contárselo. ¿Por qué no se lo había dicho en aquella carta? Todo sería más sencillo.

Suspiró, y le ofreció una mano a Athena.

—Pon mi mano en el lugar exacto donde lo sentiste.

La chica le tomó la mano con dedos temblorosos. ¿Por qué estaba tan nerviosa?

—Aquí —dijo mientras la ponía bajo las costillas, donde empezaba el abdomen.

Tsunade aplicó un poco de chakra para examinar esa parte. Si tuviera algo sellado en su interior como Naruto, podría advertirlo al instante. No obstante, solo sintió los órganos de la chica.

Retiró la mano y la ayudó a vestirse.

—No encontré nada irregular. —Le puso la mano en la frente y la acarició con el pulgar—. Quizás no haya nada de qué preocuparnos, pero si sientes algo similar, házmelo saber de inmediato, ¿de acuerdo? —sonrió.

Los ojos de Athena tenían otra vez esa intensidad que no podía descifrar.

—Por supuesto, lady Tsunade —dijo con voz ronca.

—¿Te duele la garganta?

La chica volvió a ruborizarse. Últimamente, se sonrojaba ante cualquier cosa que hiciera Tsunade. ¿Seguía apenada por lo sucedido? Pero si ya habían hablado al respecto.

Athena se aclaró la garganta.

—N-no, quizás solo necesite agua.

Tsunade la examinó por un momento, sentía que había algo que la chica le estaba ocultando; pero como nunca había sido un libro abierto, era difícil saberlo con seguridad. Solo era una corazonada.

Descartó esos pensamientos y fue por el agua.