16.

Su episodio de ira la había distraído de sus recién descubiertos sentimientos por lady Tsunade; sin embargo, su atracción por ella seguía creciendo, eso era seguro. El día que le había realizado el examen físico, Athena casi se había muerto de un paro cardiaco. Sabía lo inapropiado que era que su cuerpo respondiera de esa forma ante una exploración tan técnica e inocente, pero habían sido las manos de la Hokage la que la habían acariciado, y ella no era de palo. También era consciente de que a veces se quedaba embobada mirándola, y que se estaba sonrojando más de la cuenta, así que se prometió hacer algo para no ser tan obvia.

Ah, pero al parecer las deidades no se lo pondrían nada fácil.

Después de tres semanas en el hospital, al fin los yesos fueron removidos y, aunque no podía reanudar el entrenamiento como tal, sí debía hacer terapia física, en especial para el brazo, pues había sido el más afectado. Esa noche, el equipo Gai la había invitado a comer con sus amigos, Athena los conocía como los once de Konoha. Su timidez aún le impedía interactuar con todos, pero sospechaba que para ellos no suponía un problema, pues habían sido amables con ella.

Con sinceridad podía decir que había pasado un rato muy ameno, y hasta se había reído de todas las ocurrencias de esos chicos. La ironía no se le escapaba: todos tenían entre 14 y 15 años, y algunos parecían más maduros que ella.

Al salir del restaurante y prometer que apenas tuviera dinero, sería ella quien los invitaría, comenzaron las despedidas; sin embargo, antes de que se dividieran, lady Tsunade apareció con la Srta. Shizune.

—Ah, pero si son mi grupo de genins favorito —dijo con una gran sonrisa.

—Maestra —la saludó Sakura.

Todos los demás hicieron una reverencia.

—¿Se reunieron y no me invitaron? —lady Tsunade parecía seria, pero su tono era jocoso.

—Solo queríamos celebrar la recuperación de Athena —replicó Tenten.

La Hokage posó la mirada en Athena.

—Ah, ¿sí? Como no me invitaron, ahora me va a tocar ir a celebrar sola con ella. ¿Qué dices, Athena? ¿Una copa? —Le guiñó un ojo.

Sintió cómo todos se giraron hacia ella. Tragó saliva y trató de adoptar una actitud que no delatara sus nervios.

—P-por supuesto, milady.

Volvió a agradecerles y luego se acercó a la Hokage mientras esta le decía a la Srta. Shizune que volvería temprano. Se encaminaron al bar en el que habían estado veces anteriores. Athena estaba agradecida de que fuera tranquilo y sin tanta gente.

—Sé que no puedes beber licor —le comentó lady Tsunade mientras se sentaban—, pero quería tu compañía por un rato. No es lo mismo verte en el hospital que en un ambiente así.

Eso le calentó el pecho; aún no podía creer que alguien como Tsunade Senju gustara de su compañía.

—Entonces —continuó—, ¿cómo estuvo la cena con los chicos?

Athena sonrió.

—Fueron muy amables y divertidos. Aunque debo decir que todos son peculiares a su manera.

Lady Tsunade soltó una carcajada.

—Esa es una forma muy diplomática de hablar ellos. Sé que son un poco son raritos, pero tienen muy buen corazón.

—¿Puede creer que antes de entrar al establecimiento, Tenten me advirtió que no debía decirle «gordo» a Chouji? —dijo con diversión.

—¿En serio? ¿Y lo hiciste? —preguntó lady Tsunade con tono pícaro.

—Por supuesto que no, milady. —Desvió la mirada—. Bueno, no voy a negar que una parte de mí estaba tentada a hacerlo, por la mera curiosidad.

La Hokage entrecerró los ojos.

—Yo sabía que detrás de esa fachada de niña tímida se escondía un ser malévolo.

Athena no iba a negar que le encantaba cuando lady Tsunade la molestaba.

Sonrió.

—Bueno, los tímidos también tenemos nuestro lado oscuro. No solo existimos para que ustedes —la señaló— los extrovertidos puedan brillar.

Lady Tsunade se estiró y le dio un manotazo en el hombro.

—Mocosa mal educada.

Athena rio.

—Pero, la verdad, es que jamás me referiría a alguien en esos términos.

La mirada de lady Tsunade se suavizó.

—Lo sé.

Ordenaron las bebidas y charlaron un poco sobre cada uno de los chicos. Sin embargo, había algo que a Athena le causaba mucha curiosidad y, como no sabía si debía preguntárselos directamente a ellos, decidió tocar el tema con lady Tsunade.

—Milady, hubo algo que me llamó la atención. El nombre de un tal Sasuke fue traído a una de las conversaciones… y… no sé, hubo como un cambio en el ambiente. La expresión de Sakura era de constricción, y la otra chica Ino también parecía afectada.

—Ah. —Bebió un trago de sake—. Se puede decir que ese nombre es un tabú entre esos chicos. Así que te recomendaría que no lo mencionaras.

—Eh, sí. Eso percibí, por eso preferí preguntárselo a usted. ¿Estoy siendo inoportuna?

—No, es un tema un poco delicado, pero, ya que te estás acercando a ellos, será mejor que lo sepas.

Y lady Tsunade procedió a contarle todo lo que había pasado con Sakura, Naruto y Sasuke.

Cuando terminó, Athena estaba estupefacta, ahora entendía por qué Sakura se esforzaba tanto, y la razón por la que a veces se veía tan triste.

—¿Sakura está enamorada de Sasuke? —se le soltó.

La Hokage arqueó una ceja.

—Qué chismosa. —Se rio y luego añadió—: Así es.

—A pesar de su juventud, parece sentir un amor profundo —reflexionó Athena—. Ni el tiempo ni la distancia lo han disuelto.

—Eso parece. —Su mirada se hizo más intensa—. ¿Y tú? ¿Te has enamorado?

Athena, que estaba tomando de su bebida, se atragantó al escuchar esas palabras. Después de toser y recoger la dignidad que se le había caído al piso ante tal despliegue de dramatismo, al fin pudo formar palabras.

—No lo sé —dudó—. Cuando tenía como 14 años, me enamoré de alguien, pero me partió el corazón. La verdad no he tenido mucha suerte en ese departamento. —Sabía que lady Tsunade deseaba más detalles, pero aún no estaba preparada para eso, así que solo se le ocurrió hacer la pregunta más lógica—: ¿Y usted? —dijo en voz baja.

La Hokage la estudió por un momento, aunque para Athena fue como una eternidad y, cuando ya estaba empezando a darse cabezazos mentales por su impertinencia, escuchó:

—Sí, una vez me enamoré. —Sus ojos adquirieron ese brillo melancólico que Athena le había visto en otras ocasiones, la vulnerabilidad que escondía tras la máscara de mujer temperamental—. Nunca fui alguien enamoradiza ni sufrí esos flechazos de adolescente. Sin embargo, una vez conocí a un hombre con el que compartí sueños e ideales; nos unimos por el dolor de haber perdido a un ser querido. Lo amé con desesperación, pero él también me fue arrebatado. —Cerró los ojos por un instante, cuando los abrió, tenía lágrimas—. Murió en mis brazos.

Athena sentía que le estaban apretujando el corazón, ver el dolor reflejado en los ojos de aquella mujer la hería y la hacía sentir impotente, pues no podía hacer nada para mitigarlo.

—Me marché de la aldea —continuó lady Tsunade—, queriendo huir de aquel dolor, no solo había perdido a mi hermanito, sino también a mi amado. —Se sirvió más sake—. Me llevé a Shizune, y vagué por años, entregada a la soledad y oscuridad, dejé de creer en los sueños y en las personas. Shizune era la única que tenía permitido acercarse. —Se limpió las lágrimas y se bebió el sake—. Pero gracias a mi amigo Jiraiya y a Naruto, volví en sí y me di cuenta de que convertirme en Hokage honraría las memorias de mis dos amores. —Esbozó una sonrisa triste—. Ambos querían convertirse en Hokage. —Se terminó lo que quedaba en la botella de un solo trago y se puso de pie—: Creo que es hora de irnos.

Mientras Athena la veía dirigirse a la barra a pagar, las emociones la embargaron: sentía rabia y angustia por lo que le había pasado a lady Tsunade; ¿cómo era posible que una persona como ella pudiera haber experimentado tales sufrimientos? Le dolía en el alma la tristeza que se había formado en esos rasgos tan hermosos.

Se levantó y la siguió a la calle. Caminaron en silencio, esa noche la aldea estaba particularmente tranquila. De vez en cuando, miraba a la Hokage de soslayo y aún le notaba ese velo de nostalgia en el rostro. Mientras pasaban por un callejón, su cuerpo se movió sin pensarlo y, tal como lo había hecho aquella vez, tomó la mano de lady Tsunade y tiró de ella para que la oscuridad las cubriera de miradas indiscretas. Y allí, en ese callejón, y a pesar de la expresión de consternación de lady Tsunade, Athena la envolvió en sus brazos. No sabía de dónde había sacado la valentía, pero el impulso de proteger y consolar a aquella mujer la sobrepasaron.

Athena la apretó un poco más.

—Siento mucho lo que le pasó —le susurró al oído—. Y no sabe cuánto admiro su coraje y resiliencia, pero también la vulnerabilidad que la hace tan gentil y humana.

Lady Tsunade no respondió, pero apoyó la cabeza en el hombro de Athena y soltó un leve suspiro. Athena sabía que eso no eliminaba el dolor, aun así, quería que al menos la Hokage se sintiera validada. Además, no tenía palabras para describir la ternura que despertaba en ella. Por un momento, sintió que le faltaba el aire, que ese sentimiento en su interior la ahogaría. En ese instante, no existía nada ni nadie más que lady Tsunade.

¿Así era como se sentía el amor?