29
Suspiró. Estaba repasando los informes de las misiones de la semana, y ya sentía la tensión acumulándose en sus hombros; definitivamente necesitaba un par de tragos. Quizá esa noche podría escapársele a Shizune.
—Milady, el equipo Kenji ha realizado cuatro misiones esta semana. Les ha rendido mucho.
Tsunade sonrió levemente.
—Sí, a pesar de ser de bajo nivel, han progresado mucho.
—Ahora que se les ha asignado más misiones y se les ha facilitado el entrenamiento, se ven más motivados. —Shizune entrecerró los ojos—. ¿Por qué no los había tomado en cuenta antes?
Tsunade alzó la mirada del reporte. Ya sabía por dónde iba el agua al molino. Su asistente era consciente de que la presencia de Athena en ese equipo había puesto a sus integrantes en la mira de la Hokage. Sin embargo, no podía reconocer en voz alta que les había ordenado entrenar más porque no quería que la chica estuviera con compañeros débiles, pues podrían ponerla en peligro. Inclusive le estaba dando clases a Aya para que mejorara sus habilidades médicas, en caso de que algún día Athena lo necesitara.
—No sabía que podían mejorar tanto —respondió de manera casual.
Shizune la miró con sospecha, pero prefirió guardar silencio.
Mientras leía el reporte, su mente se desvió por un instante a la boca de Athena sobre su cuello. Incluso después de un par de semanas, aún sentía el roce cálido y eléctrico. «¿Cómo se sentirán en otros lugares?». El pensamiento la hizo jadear, y levantó la hoja que estaba leyendo para taparse el rubor que seguramente le estaría tiñendo las mejillas.
¿Qué le estaba pasando? Ya no solo era el deseo de un beso de Athena lo que la atormentaba, sino también las caricias que podían compartir. ¿Acaso la falta de sexo le estaba suscitando tales pensamientos? Quizás era hora de liberar unas cuantas hormonas.
No, no quería hacer eso con nadie más... Bueno, tampoco era que estuviera sopesando la posibilidad de hacerlo con Athena, ni siquiera sabía cómo lo harían dos mujeres.
«Pero soy muy creativa, así que...».
Gruñó, sintiéndose cada vez más loca.
—¿Se encuentra bien, milady?
Tsunade se aclaró la garganta.
—Sí, pero creo que voy a necesitar un respiro.
Se puso de pie y salió de la oficina. Una buena botella de sake podría ayudar a calmarla. Mientras bajaba las escaleras hacia el primer piso, se topó con el equipo Kenji. Sus ojos se dirigieron automáticamente hacia Athena, notando con asombro cómo la mirada de la chica se iluminaba al verla. Eso le hizo sentir mariposas en el estómago.
—Lady Hokage. —Hicieron una reverencia.
—¿Venían a dar el reporte de la misión? —les preguntó.
—Sí, señora —replicó Kenji.
—Si todo está en orden, diríjanse a la oficina y denle los detalles a Shizune; ya ella se encargará de todo.
Asintieron y prosiguieron su camino. Athena le lanzó una mirada por encima del hombro.
Tsunade no se aguantó.
—Athena, regálame un momento.
La chica se detuvo y se devolvió.
—¿Sí, milady? —Siempre la miraba y le hablaba con suavidad.
—Después del reporte, ¿te gustaría venir al bar de siempre? —preguntó Tsunade en voz baja.
Athena esbozó una sonrisa.
—Sí, claro.
—Allá nos vemos, entonces.
Mientras esperaba a la chica, empezó a organizar sus pensamientos. Era una mujer madura, con años de experiencia, y no podía permitir que sus instintos y deseos se apoderaran de ella. Ni siquiera era capaz de darle un nombre a lo que sentía por Athena. Si quería continuar con esa amistad, debía serenarse y no darles cabida a malos pensamientos. Hasta Athena, que era solo una joven de veinte tantos años, tenía más mesura y autocontrol.
Hablando de la reina de Roma. Vio a la chica en la puerta del bar y su corazón traicionero se aceleró.
—Milady —saludó Athena mientras tomaba asiento—. ¿Cómo se encuentra?
—Bien, con mucho trabajo, como siempre. ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido en la nueva casa?
—Muy bien —sonrió—. La casera es una mujer muy amable. Cuando puedo, me siento a tomar el té con ella. Es encantadora.
Ese nudo en el estómago reapareció, pero trató de ignorarlo; no debía sentir celos, Athena no estaba amarrada a ella.
—¿Y también es muy bonita? —preguntó en tono divertido.
La chica se quedó pensando por un momento.
—Bueno, para sus 75 años, creo que no está mal.
«Bravo, Tsunade, celándola con una anciana». Pero es que aparte de engreída y egoísta, también era posesiva.
—Imagino que debe de venirle bien tu compañía.
—Sí —respondió—, y también le hago mandados. Es que a veces no se puede levantar de la cama. Se cansa con mucha facilidad.
Tsunade arrugó el ceño.
—¿Ya la han revisado en el hospital?
—Me dijo que sí, pero que no han encontrado cuál es el problema.
Eso la confundió.
—Un caso como el de ella me lo habrían consultado.
—Es que no ha querido que se lo informen a usted. Doña Hana no quiere ser una molestia para la Hokage.
Tsunade suspiró.
—¿Por qué cuando la gente envejece se vuelve tan terca?
Athena sonrió con nostalgia.
—Mi abuela era igual.
—Me gustaría revisarla.
La chica se iluminó.
—¿En serio? Se lo agradecería mucho, milady.
Por la alegría y la preocupación en el rostro de Athena supo que se estaba encariñando con aquella anciana; probablemente, le recordaba a su abuela. Se prometió hacer todo lo posible por ayudarla.
—El lunes estás libre, ¿verdad? Tráela al hospital.
Athena apretó los labios.
—Eso va a ser difícil. No querrá ir.
—Bueno, entonces invítame a tu casa y allá la examino.
La chica se ruborizó.
—Está usted cordialmente invitada a mi humilde morada.
Tsunade sonrió.
—Muchas gracias.
—Pero tengo que avisarle a doña Hana. Si usted llega de sopetón, se podría desmayar. Me habla mucho de usted. Creo que la idolatra más que yo —lo dijo de forma casual, sin malicia. Luego, cayó en la cuenta de lo que había dicho y enrojeció—. D-disculpe, milady.
Tsunade encontraba adorable esas reacciones; era obvio el afán que tenía Athena de respetar los límites, pero a veces los sentimientos jugaban malas pasadas.
—No te preocupes. Sé lo fácil que soy de adorar —bromeó para quitarle importancia al asunto.
Los ojos de Athena se suavizaron y esbozó una tierna sonrisa de alivio.
—Lo es, sí —susurró. Y para no bordear los límites, agregó—: Doña Hana me ha contado que la vio crecer y que la admira muchísimo.
—Que no se hable más entonces, tengo que conocer a tan fiel seguidora.
Pasaron un rato hablando de doña Hana y sus historias. Después, el tema cambió a los compañeros de Athena. Había algo que Tsunade quería preguntarle sobre ellos.
—Athena, ¿les contaste a tus compañeros sobre tu orientación sexual? Es que el otro día estaban actuando un poco raro con esa conversación del cachorrito enamorado.
La chica apartó la mirada.
—No, ellos mismos se dieron cuenta.
Tsunade levantó las cejas.
—¿Cómo?
Athena la miró.
—Ren me dijo que me había analizado y Aya... —vaciló— se dio cuenta ese día.
Su mente al fin comprendió lo que Athena quería decir.
—Ah... entonces, ¿saben que te gusto?
Las mejillas de la chica se volvieron a teñir de rojo.
—A-algo así. Le pido disculpas, milady. Yo creía que estaba siendo más discreta. Sin embargo, tanto Aya como Ren tienen claro que es algo unilateral, así que no habrá cabida para ningún tipo de chisme o malentendido.
Tsunade apretó la mandíbula. ¿Le preocupaba que pudieran existir tales chismes? Quizá sí, pero, por otro lado, Athena no era la primera mujer que se había fijado en ella.
—No sabía que tu vida amorosa pudiera suscitarles tanto interés a tus compañeros —dijo con tono tenso.
La chica bajó la mirada, avergonzada.
—Me vieron baja de ánimo y sacaron sus conclusiones —trató de explicar—. Aya no le dio mucha importancia, ya que soy parte del grupo de esta aldea que se rindió a sus encantos. —La miró y se pasó la mano por la nuca—. Palabras de ella, no mías. Ren ha sabido escucharme y ha sido un buen apoyo para mí.
Tsunade relajó la expresión. No podía culparla. Además, era positivo que tuviera esa clase de complicidad con sus compañeros de equipo.
—Bueno, también noté que querían proteger tu secreto.
Athena sonrió.
—Sí. Ren sabe que no quiero incomodarla con mis sentimientos y Aya supone que no quiero que sepa sobre ellos. Así que ese día trataron de encubrirme.
—Pero aún no comprendo cómo fue que llegaron a esa conclusión. ¿Cómo supone uno la orientación sexual de alguien?
—No lo sé muy bien. Aya ató cabos por comentarios de Ren y por mi reacción ese día. Con respecto a Ren, me dijo que era bueno para analizar a las personas; además, que se lo había confirmado por la mirada que le había dado a Aya cuando la conocí.
Maldito nudo en el estómago.
—Entonces sí te gusta —las palabras le salieron más ácidas de lo que pretendía.
Athena la miró confundida.
—Milady, creo que ya le había dicho que no. El atractivo de Aya es innegable, pero eso no quiere decir que me guste. —Se rascó la cabeza—. Imagino que así pasa con los heterosexuales; a usted puede parecerle apuesto un hombre sin que le guste, ¿verdad?
La chica tenía razón. Además, tenía todo el derecho de mirar a las mujeres que quisiera.
—Sí, es cierto. Aunque hace mucho tiempo que un hombre no me llama la atención.
—Ah —replicó Athena con suavidad.
—Tampoco volví a enamorarme después de Dan.
—Comprendo, milady.
Tsunade se quedó esperando alguna pregunta o comentario.
—¿No vas a decirme que aún estoy joven y que quizá podría encontrar a alguien? —preguntó con curiosidad, pues era lo que muchos le decían, que el amor aún podría tocar a su puerta.
—Lo de la parte de que está joven, sí, lo demás no.
Tsunade levantó una ceja.
—¿Por qué?
—El día que me habló de él, percibí lo importante que fue para usted. Creo que es comprensible y hasta razonable que no haya habido nadie más después de él.
—La mayoría de la gente me ha criticado por haberle guardado luto todos estos años.
—Quizás esas personas no han amado.
Tsunade estaba desconcertada. ¿Athena la entendía?
—¿Y tú? ¿Has amado?
La chica cerró los ojos por unos instantes. Luego los abrió y replicó:
—No lo sé. No tengo mucha experiencia en ese campo. Solo he estado con dos personas.
Eso llamó su atención.
—Cuéntame sobre ellas. —Y luego agregó—: Si quieres hacerlo, por supuesto.
Athena asintió.
—Desde niña, siempre he sentido atracción por las mujeres. Todo estuvo más claro cuando a los 14 años besé a la que era mi mejor amiga. Fue mi primer amor y... también mi primera vez. —Su mirada se nubló—. Lastimosamente, alguien nos descubrió. Ella negó toda relación romántica conmigo y hasta dijo que yo la había obligado. Con la poca aceptación que siempre tuve entre los aldeanos era obvio que me iban a culpar y rechazar. —Hizo una pausa y tomó un trago de cerveza.
Tsunade sentía cómo le hervía la sangre. ¿Por qué la gente era tan estúpida?
—No le guardo rencor a Jun, sé que tenía miedo —continuó Athena con voz temblorosa, era innegable el esfuerzo que hacía para no mostrar el dolor que eso le producía—. Sin embargo, por esa situación fue que mi madre se marchó. Dijo que no podía con la vergüenza. —Suspiró—. Ahí fue cuando mi abuela decidió enviarme a la escuela de artes marciales en la aldea vecina.
—Ah, y fue allí donde conociste al amigo con el que amaneciste borracha en una cuneta.
La chica sonrió con nostalgia.
—Así es. Tuve muchas aventuras con él. Espero algún día poder volver a verlo.
—¿Y la segunda?
—A los 19, estaba flechada por una de mis maestras, así que Yuki, para animarme, me llevaba al bar para ver si conocía a alguien —Sacudió la cabeza—. La verdad era un plan ridículo, porque ya sabe cómo soy, la timidez no me deja. Pero un día contrataron a una mesera. Era mayor que yo y creo que tenía mucho mundo —sonrió—. No sé cómo me engatusó, pero terminamos en una relación. Estuvimos juntas como casi un año. En realidad, no sé si se me enamoré, pero la quise, y también me enseñó muchas cosas. —Se sonrojó.
Tsunade no necesita una bola de cristal para saber que se refería al sexo.
—¿Y qué pasó?
—Ella también se marchó.
—Y después de eso, ¿no vino nadie más?
Athena negó con la cabeza.
—Prefiero estar sola. Además, me es un poco difícil... coquetear —sonrió con timidez.
Tsunade guardó silencio durante un rato mientras procesaba la información.
—Puede que no tenga mucha experiencia en el amor —volvió a hablar Athena—, pero si llegara a amar a alguien como usted amó al señor Dan, creo que también cerraría el corazón.
«Hasta que llega alguien tan especial como tú y toca la puerta», casi dijo Tsunade.
