"SINFONÍA DE LA PRINCESA Y EL HÉROE"
Por Light of Moon
NOTA DE LA AUTORA: Hola a todos nuevamente. Les agradezco otra vez por el enorme apoyo que le han brindado a esta historia, esperando que cumpla con las expectativas y demandas de este enorme fandom.
En el capítulo de hoy, veremos mucho de Link, así que espero que les guste y le haga justicia al héroe legendario.
Antes de empezar y cambiando un poco de tema, debo contarles que hice una nueva página en facebook con el mismo username de aquí, por si gustan seguirme, es "Light of Moon", ahí podemos tener una interacción más cercana por si gustan seguirme, se los agradeceré mucho.
Me gusta mucho leer sus opiniones al respecto, así que no duden en dejar sus comentarios al respecto! Les mando saludos.
RESPUESTA A REVIEWS
Iku of Katalan: ¡Hola! Muchas gracias por tus comentarios, realmente me motiva mucho conocer la opinión de los lectores y me alegra que el fic haya sido de tu agrado y le hayas dado una segunda oportunidad; Ocarina of time es uno de mis juegos favoritos y es por ello que, aunque la historia se localiza pre BOTW no quise dejar pasar la oportunidad de tomar algunos recursos de Ocarina y ponerlos aquí, espero que le hagan justicia y la historia siga siendo de tu agrado. ¡Nos estamos leyendo!
[ Summary]: "...a su regreso a la ciudadela, no se había sentido halagado por los aplausos y rechiflas de la gente, sino que todo lo contrario, se sentía poco merecedor de tal honor, estando en su mente que hacía apenas un mes, el llevaba una vida tranquila en Hatelia, deseando que ese pasado campirano no hubiera cambiado jamás."
CAPÍTULO 8: SONATA DEL HÉROE
Su entrada de regreso a la ciudadela generó gran expectación. Mantuvo la cabeza gacha todo el tiempo, montando a Epona en medio de todos los caballeros de la guardia y, pese a que su yegua era el único equino que no llevaba los arreos propios de la guardia del reino y por tanto, era la montura menos vistosa, eso no evitó que la espada que llevaba en la espalda llamara menos la atención de la gente del pueblo.
En cuanto ingresó a la ciudadela, muchas personas se habían aglomerado en las calles para mirarlo pasar de entre el desfile de la guardia, mirándolo con expectativa, siendo recibido en medio de rechiflas y vitoreos, haciéndolo sentir aún más intimidado de lo que ya se sentía.
"Es el héroe de la Leyenda", "es nuestro salvador", "Hylia nos bendijo con el héroe que derrotará a Ganon", eran las murmuraciones del pueblo que, desde que se había sabido el descubrimiento de la Espada Maestra, corrieron como pólvora por todo Hyrule.
Poco y nada recordaba de lo que sucedió después de que sacó la espada de su pedestal sagrado en medio del bosque kolog; sólo recordaba haber despertado en su cama que había alquilado en el rancho del bosque y, cuando despertó, estaba rodeado de personas, entre ellos un anciano sheikah, el Rey, la Princesa Zelda y por supuesto, su padre.
—Está despertando. —Murmuró Eslan, cuando notó que Link comenzaba a abrir los ojos.
—Link, hijo, despierta. —Pidió Denahí y el muchacho fue abriendo los ojos lentamente. —¿Qué fue lo que pasó?
Al mirarse rodeado de todas esas personas, incluída la familia real, iba a levantarse y a dar una explicación cuando Kaknab se adelantó:
—Tranquilo muchacho, no hables todavía, aún estás muy débil.
—No supimos qué fue lo que pasó, su Majestad, únicamente nos percatamos que desapareció entre la vereda del bosque Minish y luego de un estruendo, fue que lo vimos en medio de un gran halo de luz.
El Rey asintió, rememorando que las cosas se dieron al mismo tiempo que ocurrió el temblor en la ciudadela a la vez que la Princesa Zelda, escuchaba el relato con desconcierto, sin dar crédito a lo que oía. Una mujer se acercó con una bandeja de comida para llevársela al más joven e intervino:
—Le he traído su comida, héroe; no ha probado alimento desde ayer.
Link se sobresaltó al ser llamado de esa manera y el líder de los sheikahs volvió a intervenir:
—Será mejor que lo dejemos un momento a solas para que pueda tomar alimentos, necesita recuperar fuerzas para volver a la ciudadela.
Los presentes se retiraron dejando a solas a Link, permitiéndole estar consigo mismo, situación que agradeció profundamente, ya que se sintió demasiado agobiado ante todas las miradas expectantes de los presentes, además de las atenciones que estaba recibiendo por su nuevo trato de "héroe". Acostumbrado a ser autónomo y a hacer las cosas por sí mismo, no estaba acostumbrado a ser servido, sino a servir. En esas estaba cuando su estómago protestó y recordó que ya llevaba varias horas sin probar alimento y empezó a comer la sopa caliente de verduras raudas que para su buena fortuna, estaba deliciosa.
—No hay duda, se trata del héroe. —Mencionó el abuelo de Impa y Prunia después de haber visto la Espada Maestra y al hacer las conjeturas de los últimos acontecimientos en el reino.
—Denahí. —Habló Rhoam refiriéndose por primera vez a su hombre de confianza. —¿Sabías algo acerca de la identidad de tu hijo o tenías alguna sospecha?
—Ninguna, señor. —Afirmó el Capitán, estando igual de consternado que los demás. —Como usted sabe, mi familia proviene de un largo linaje de caballeros que han servido a la Corona durante generaciones y mi esposa, era una campesina del rancho Lon Lon.
—El rancho Lon Lon… —Murmuró Kaknab. —Podría ser… Se tenían algunos registros del héroe en ese rancho, quizás el linaje proviene de su familia materna.
—Lo importante es que lo hemos encontrado y ahora tenemos al héroe legendario para que luche a nuestro lado contra Ganon; ahora sólo falta que Zelda despierte sus poderes.
Al escuchar esto, la Princesa se dio media vuelta y se apartó del pequeño grupo, más afectada de lo que pudo disimular. Impa, que la esperaba en la entrada del rancho y al verla alterada, rápidamente se acercó a ella.
—¿Qué fue lo que pasó? —Dijo la sheikah con preocupación.
—Sí es la Espada Maestra, él es el héroe. —Contestó con voz furiosa.
—Pero ¿qué es lo que pasa? Creí que te alegraría que apareciera el héroe legendario.
—Pero ¿por qué tiene qué ser él? ¡¿Por qué precisamente él?! —Espetó.
—Bueno, la Espada elige a su dueño, no al revés. —Explicó Impa para tratar de calmar a la adolescente que caminaba furiosa hacia la dirección opuesta. —¿A dónde vas?
—No iré lejos, sólo necesito tomar aire fresco y estar un momento a solas. —Diciendo esto, la Princesa se apartó en dirección al lago Nish, que quedaba a unos pocos pasos del rancho del bosque, en donde se quedó observando la vista del manto acuífero y observando a la nada para calmarse.
A unos metros de distancia, en el comedor de la posta, se encontraban reunidos también los campeones que comentaban sobre la aparición del héroe legendario.
—Sabía que ese muchacho no era cualquier persona. —Comentó Daruk a sus compañeros.
—¿Ya lo conocías? —Preguntó Urbosa con interés.
—Lo conocí cuando venía de camino al castillo. Lo vi luchando a lo lejos con un Talus y miren que esos monstruos son rocas duras de roer y el chico estaba dándole una buena batalla. —Comentó el líder de los Goron con orgullo.
Mipha sonrió ante el comentario; se sentía muy feliz por Link de que él fuera el héroe que todo Hyrule esperaba, ya que ella no tenía ninguna duda de que él era más que digno de portar la Espada Maestra.
—Pues yo creo, que sólo tuvo mucha suerte. —Comentó Revali con arrogancia, visiblemente molesto. —Sólo se adelantó a los planes que la Princesa y yo ya teníamos para ir a buscar esa espada.
—Tengo entendido que la Espada sólo puede portarla su legítimo dueño, no es un objeto que se pueda encontrar y usar a la ligera; por algo el chico volvió sano y salvo del bosque perdido. —Comentó Urbosa, notando la evidente envidia del guerrero orni.
—Si la Espada elige a un guerrero para que pueda portarla, no habría tenido problemas en portarla porque yo soy el mejor de mi gremio.
—Link también es un gran guerrero. —Intervino Mipha por primera vez en medio de un impulso y, en seguida se ruborizó y bajó la cabeza al tener la atención de todos. —Quiero decir, Link ha sido un espadachín casi toda su vida y ha entrenado muy duro para poder ser tan bueno como su padre.
—Como sea, igual una espada no lo define como el mejor guerrero del reino.
Urbosa alzó una ceja, se percató que la convivencia con Revali no iba a ser fácil debido a su temperamento soberbio e iba a hacer un comentario al respecto, pero de repente, miró que Zelda discutía acaloradamente con Impa para posteriormente apartarse y decidió ir a donde la sheikah para hablar con ella.
—¿Todo está bien con Zelda? —Preguntó la matriarca gerudo a la más joven.
—Lady Urbosa. —Saludó con respeto. —Creo que no, por alguna razón, le molestó bastante que el elegido de la Espada Maestra fuera el hijo del Capitán Denahí.
Urbosa se cruzó de brazos y se quedó observándola a lo lejos; Zelda no era de las personas que guardaran rencor a una persona de manera gratuita ni tampoco que tuviera un carácter altanero y se hubiera molestado porque el origen del héroe no fuera de un linaje de la nobleza; así que seguramente había una razón de peso para que ella reaccionara así.
—Ese chico le recuerda a todo lo que ella ha luchado por tener y no ha conseguido.
Por otro lado, la joven princesa zora se retiró educadamente de la compañía de los campeones y solicitó el permiso de su Majestad para ir a ver a Link, argumentando que podría dotarlo de su poder curativo para que él pudiera recuperar las fuerzas más rápido y pudieran partir de regreso a la ciudadela. Una vez que había obtenido el permiso del Rey, Mipha se acercó junto con la cocinera a los aposentos de Link y una vez que lo miró, pidió también su aprobación para poder saludarlo.
—Hola Link, me preguntaba si podía venir a saludarte y a auxiliarte con mi poder curativo. —Preguntó con timidez.
El joven hyliano asintió y la princesa zora se acercó con cautela y se colocó junto a su cama.
—No es necesario que tengamos una charla, ya lo sabes; supongo que tienes muchas cosas en qué pensar; además, ya sabes que es mejor que estés relajado para la curación.
Link agradeció que su amiga entendiera que no se sentía con ánimo de hablar de lo sucedido y que respetara su silencio; Mipha era de las pocas personas con las que disfrutaba compartir espacio sin sentirse presionado a ser un gran conversador, ella era la persona más sensible y empática que conocía, es por ello que confiaba plenamente en ella y le guardaba un enorme cariño.
La princesa, colocó su mano en la frente de Link y este cerró los ojos para comenzar a sentir la curación de la plegaria de Mipha.
—Sabes. —Habló. —Estoy muy feliz de que tú seas el héroe legendario aunque creo que en parte no me sorprende, —dijo con una sonrisa, — no hay persona más digna de portar la espada que tú; no conozco a nadie más valiente y más hábil, confío en que no nos defraudarás.
El hyliano, que sentía que poco a poco iba recuperando el vigor debido al poder curativo de la hija del rey Dorphan, a diferencia de las palabras que la chica acababa de expresarle, no se sentía más feliz por haber sido el "elegido"; al contrario, sabía que ahora tenía una gran responsabilidad en la espalda, el peso de la confianza y fe del pueblo descansaba en sus hombros y no le hacía sentir mejor.
Por ello, a su regreso a la ciudadela, no se había sentido halagado por los aplausos y rechiflas de la gente, sino que todo lo contrario, se sentía inmerecedor de tal honor, estando en su mente que hacía apenas un mes, el llevaba una vida tranquila en Hatelia, deseando que su vida campirana no hubiera cambiado jamás.
Una vez en la casa que compartía con su padre, ambos se quedaron completamente a solas, ante un silencio más que incómodo para los dos.
—Será mejor que te des prisa; date un baño y ponte de nuevo el uniforme de caballero; el Rey quiere tener una audiencia contigo. —Mencionó Denahí, sin saber aún cómo manejar la situación.
El muchacho asintió e iba en dirección a su habitación cuando el caballero veterano lo detuvo.
—Link, esa espada es una enorme responsabilidad, todo Hyrule confía en ti y eso incluye al Rey y la Princesa, también yo confío en ti. —Habló. —Sé que no nos vas a fallar.
El muchacho asintió y su padre añadió:
—Tu madre estaría orgullosa.
La conversación unilateral terminó y Link fue a darse una ducha caliente, dejando al caballero completamente a solas en la estancia de la residencia.
—Malon… —murmuró el nombre de su difunta esposa y miró hacia el cielo a través de la ventana. —Ayúdame, intercede ante Hylia; no sé cómo guiar a nuestro hijo.
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—¡Me niego, padre! —Dijo enérgicamente la Princesa.
—Tienes que volver a tus meditaciones diarias en las fuentes dedicadas a la diosa y no puedes hacerlo sin una escolta.
—Asigna nuevamente un escuadrón de soldados para que me acompañen, también puede hacerlo Impa. —Insistió.
—¿Para arriesgarnos a que vuelvas a sufrir un atentado como la ocasión pasada? He dicho que no. —Determinó el Rey, comenzando a enfadarse por la rebeldía de la Princesa, de la cual, no entendía su negativa cuando regularmente no era de temperamento obstinado.
—Pero, padre…
—Te asignaré a una escolta personal para que cuide de ti y el elegido debe ser el mejor caballero de hyrule. Y no hay nadie mejor que el portador de la Espada Maestra.
Zelda se cruzó de brazos, visiblemente molesta pero resignada.
—¿Cuándo lo nombrarás mi caballero?
—Hoy mismo; ya hablé con su padre y tendré una audiencia con Link para nombrarlo tu caballero.
—¿¡Hoy?! —Replicó con incredulidad.
—Sí, quiero que mañana mismo retomes tus deberes de sacerdotisa de Hyrule. Por tanto, espero que estés presente en el nombramiento. —Ordenó.
—No quiero asistir. —Se negó rotundamente.
—Tu comportamiento es una niñería que no es digno de la heredera de este reino. —Regañó severamente.
La adolescente suspiró, realmente era demasiado para ella el manejar todo lo que estaba sucediendo en relación al llamado "héroe legendario", por lo que tuvo que cambiar su estrategia para al menos, evadir ese momento tan incómodo para ella.
—Me disculpo, padre. Tienes razón. —Mencionó, fingiendo arrepentimiento. —Pero en verdad, me gustaría que me excusaras de esta ceremonia, ya que me siento algo indispuesta debido al cansancio por todas las actividades que hemos tenido y, me gustaría reponer fuerzas para mañana mismo acudir a la fuente del valor a hacer mis meditaciones ante Hylia.
Rhoam relajó la postura; su hija finalmente estaba volviendo a su comportamiento acostumbrado y aunque Zelda no lo creyó posible, accedió a su petición.
—Está bien, princesa. Ve a descansar. —Deliberió cediendo a la pretensión de la princesa, debido a que, había recordado el desmayo que Zelda había sufrido días antes en el dominio zora y no quería que la salud de su hija se deteriorara debido a un agotamiento por sobreesfuerzo físico.
—Gracias. Me retiro, padre. —Finalizó haciendo una reverencia y yéndose directo a sus habitaciones.
El Rey Rhoam yacía en el trono del bastión central, cuando le anunciaron la llegada del caballero. Miró el enorme reloj que descansaba frente a la pared central y observó que aún quedaban diez minutos antes de la hora pactada.
—Más que puntual… —Murmuró el Rey.
En ese momento, se anunció la llegada de Link y cuando este ingresó al bastión, hizo una reverencia ante el Rey, quien bajó del trono para ponerse frente a él.
—Antes que nada, quiero agradecerte tu presencia, muchacho. —Dijo el Rey, a lo que Link continúo con su reverencia. —Pido sinceras disculpas ante la ausencia de mi hija Zelda en esta audiencia; se ha sentido indispuesta últimamente debido a los numerosos viajes que ha realizado alrededor del reino, es de salud frágil.
A pesar de que no respondió absolutamente nada, se sintió indigno —y sorprendido —de que el Rey le estuviera pidiendo disculpas a él debido a la ausencia de la heredera al trono, no entendía el por qué debería de darle explicaciones siendo que era un simple plebeyo con una responsabilidad muy grande en los hombros, pero al final, un pueblerino más. Por otro lado, se preguntó si la princesa se encontraba bien de salud y, de no ser así, que esta se recuperara pronto.
En ese momento, ingresó el consejo de ancianos del reino y rodeó el bastión central alrededor de él, observándolo con orgullo y llevando entre sus manos incienso ceremonial.
—Como ya sabes, eres el elegido por la Espada Maestra para ser su portador, el legítimo dueño; y como héroe legendario, te he de reconocer como tal. —El rey desenvainó su mandoble y procedió a realizar el espaldarazo. A diferencia de los campeones, la designación del héroe era un evento más solemne y serio que requería de menos pompa y mayor privacidad, ya que está ceremonia más que para el pueblo, era para honrar a la diosa.
—Yo, el Rey Rhoam Bosphoramus Hyrule, por el poder que me fue conferido por parte de las diosas de la creación Din, Farore y Nayru y, nuestra guardiana Hylia, te reconozco como héroe legendario, guardián de la Espada Maestra y máximo guerrero de Hyrule. Que el poder de la Espada Bendita nos lleve hasta la victoria y a ti, Hylia te guíe y te bendiga.
Link permaneció hincado en una rodilla ante tal honor, mientras los sabios dispersaron incienso a su alrededor y se retiraron al Templo del Tiempo, para tener una velada de oración ofrecida a la diosa para solicitar la protección de Hyrule por medio del héroe, dejando al joven totalmente desconcertado; imaginó que su ceremonia sería un rito sencillo y rápido como cuando fue nombrado caballero real hacía apenas unos días; sin embargo, ahora estaba en medio de una ceremonia en donde se le estaba legando una responsabilidad gigantesca que no había elegido y que derivado de ello, su nivel de compromiso se había elevado al máximo, provocando en el adolescente una consternación genuina, ya que no se sentía merecedor de tal honor, ni mucho menos, de tal trato.
Disimulando su preocupación lo más que pudo, Link permaneció quieto y en silencio, hasta que el Rey se atrevió a hablar nuevamente.
—Como Rey, te he reconocido como héroe de Hyrule, ya que la Espada y la bendición de la diosa, te han considerado digno; este honor, es una decisión divina que yo no objeto y al contrario, estoy seguro que la desempeñarás con honor y coraje. —Habló el Rey mientras hablaba con los brazos en la espalda, indicándole a Link con un gesto que se pusiera de pie y, en automático, el muchacho obedeció la orden. —No obstante, hay un deber más que quisiera pedirte, pero esta vez no como Rey, sino como un padre preocupado.
El rubio prestó atención ante el cambio de actitud del monarca, ya que al parecer lo que iba a pedirle, ya sonaba a algo más personal y no como un deber impuesto en su carácter de jefe de Estado.
—Quiero que seas el caballero personal de mi hija, Zelda.
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Abriendo cuidadosamente el aposento de la Princesa, Impa entró cargando una bandeja con leche caliente, miel, pan de trigo y un poco de queso fresco, observando a Zelda aún sin sus ropas de dormir y sin haberse duchado, sentada a media cama con la cabeza entre las rodillas.
—Me dijeron que te sentiste mal y que no tenías apetito para cenar; tu padre insistió que te trajera al menos algo ligero. —Mencionó la sheikah, quien colocó la merienda en una de las mesitas de la alcoba y se acercó lentamente a ella. —Pero por lo que veo, tu problema es otro.
—No lo entiendo, Impa. ¿Por qué la diosa quiere castigarme así? Se encontraron a las bestias divinas, a los campeones, la Espada Maestra designó a su dueño… Sólo falto yo de despertar mis poderes. ¿Qué estoy haciendo mal?
Impa se le acercó y le tocó el hombro compadecida.
—Oh, Princesa…
—No quiero ánimos, Impa, necesito respuestas. ¿Qué he hecho para que Hylia me humille con este silencio? ¿Por qué a él lo bendice y a mí me ignora?
Impa se quedó callada, realmente no sabía qué decirle a la joven para hacerla sentir mejor, por lo que optó por simplemente escucharla.
—Yo no pedí ser quien soy; desde que murió mi madre me he dedicado día tras día a mis deberes reales, sin permitirme fallar un solo día, haciendo todo lo que los ancianos me indican, acatando cada orden de mi padre, incluso el aceptar casarme para cumplir los deseos y expectativas del reino. ¿Qué más quiere de mí la diosa?
—No creo que estés haciendo un mal trabajo, quizás aún no es el momento.
—¿Y cuándo lo será? ¿Cuando Ganon nos mate a todos?
—Sólo ha sido un mal día, tal vez cenar un poco, una ducha y descansar te haga sentir mejor.
—Francamente, ya no lo sé. Mañana tengo que ir hacia la fuente del valor.
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Desde muy temprano, Link se encontraba ya en la entrada del palacio, listo con el carruaje y su montura preparados para partir en cualquier momento, mientras utilizaba su característico traje de caballero de la guardia.
Hoy tendría que viajar al sur de Hyrule escoltando a la Princesa que iría a orar a la fuente del valor en la región de Farore.
Después de tener una breve charla con el Rey Rhoam, Link terminó aceptando esta nueva responsabilidad de ser el guardián de la Princesa Zelda, informando de sus nuevas tareas a su padre, además de notificarle que por órdenes del Rey al aceptar este puesto, tenía que vivir también en el Castillo Real, en una habitación que le había sido asignada en la misma ala en la que se encontraba la de la Princesa, para que pudiera estar al pie del cañón por cualquier cosa que pudiera suceder. El caballero recién nombrado se mudó el mismo día ya que no tenía muchas cosas que empacar, llegando por la noche con una modesta maleta que los empleados del Castillo le ayudaron a instalar en su nuevo aposento, que era fácilmente del tamaño de toda su casa en Hatelia. A pesar de las comodidades y beneficios que implicaba compartir el techo con la familia real, no se sentía agusto de estar siendo asistido en cada momento por un puñado de empleados enviados por el jefe de Estado de Hyrule; de su cuenta, hubiera preferido quedarse a vivir modestamente con su padre en la ciudadela, pero debido a la naturaleza de su nuevo empleo, tenía que acatar estas nuevas órdenes, aunque no fueran de su total agrado.
Así que después de tomar el desayuno en la cocina del palacio, —pequeño gusto que se podía permitir, ya que no deseaba de ninguna manera incomodar la privacidad del Rey y su hija, —fue a la entrada del palacio a esperar a la Princesa para que pudieran partir a Farore.
No pasó mucho tiempo cuando la susodicha apareció, caminando majestuosa entre los pasillos, vistiendo un vestido rosado con mangas, con su cabello adornado con una trenza sencilla y una tiara pequeña con un rubí al centro. A pesar de ya tener su imagen en la cabeza bien grabada debido a su deber real, Link no terminaba de acostumbrarse a su presencia; cada que la miraba se sentía terriblemente abrumado por ella, deslumbrado por su belleza y presencia divina, temía de ser irrespetuoso al no poder apartarle la mirada de encima, como si fuera un ser mágico del monte Satoly que desaparecería al tener simple contacto visual con sus ojos de jade.
Por un segundo pensó si sería prudente acercarse para ponerse bajo sus órdenes cuando la princesa estaba a pocos metros de distancia; sin embargo, la figura de un tercero se acercó a ella intempestivamente.
—Su Alteza. —Dijo un joven bastante llamativo, atrayendo toda la atención de la joven, quien detuvo su caminar para que él le alcanzara.
—Buenos días, Kai.
El hombre que respondía al nombre de Kai, se acercó a la Princesa con bastante cercanía y le hizo una reverencia que rayaba en lo cursi.
—Me he enterado que volverá usted a sus meditaciones a las distintas fuentes dedicadas a la diosa. ¿Es eso cierto?
—Lo es, este día acudiré a la fuente del valor.
—Seguro estoy de que sus esfuerzos rendirán frutos, su Alteza. —Dijo ladeando una sonrisa que hizo sonrojar a Zelda y que, por supuesto, no iba a pasar desapercibida en Link.
El caballero que observaba todo a unos metros de distancia, se preguntaba quién era ese sujeto que le hablaba con tanta familiaridad a la princesa y que coqueteaba de una manera tan descarada con ella; el atrevimiento de ese joven le pareció una completa falta de respeto hacia la heredera real.
Ambos se acercaron caminando hacia donde estaba el carruaje, charlando alegremente, mientras el hombre de cabello oscuro y vivaces ojos escarlata no perdía la oportunidad de hacerle cumplidos a la hija del rey, deleitándose de hacerla sonrojar.
—¿Estará acompañada en sus viajes, su Alteza?
—Sí. —Respondió tratando de disimular su incomodidad. —Mi padre ha nombrado un caballero real para que sea mi guardaespaldas.
—¿Y quién es?
Una vez que estuvieron lo suficientemente cerca, Zelda lo señaló con la mirada.
—Es él.
En ese momento, el joven sheikah cruzó su mirada con la del caballero que yacía en posición de firmes a un lado de uno de los pilares y que esperaba pacientemente a la princesa; al mirarlo de arriba a abajo, Kai no disimuló su desdén, sin embargo, reconocía que se trataba del héroe que portaba la espada maestra, debido a la peculiar arma que cargaba en la espalda, por lo que concluyó que ese chico a pesar de tener una estatura menor a la de él y evidentemente, provenir de la casta hyliana, sabía que no se trataba de cualquier persona.
—Buenos días. —Saludó educadamente la princesa al caballero, a lo que este respondió con una reverencia. —Debo irme. — Dijo despidiéndose de Kai, quien, antes de que el hyliano se adelantara, se apresuró a abrirle la puerta del carruaje.
—Permítame ayudarle, su Alteza. —Habló a la vez que abrió la puerta del carruaje y la ayudó a subir, antes de que el portador de la espada lo hiciera.
—Gracias. —Contestó ella a la vez que lo tomó de la mano para levantar con la otra su vestido.
—Vuelva con bien, su Alteza. —Se despidió a la vez que cerraba la puerta del carruaje.
—Cuídate, Kai. Deséame suerte.
—No necesita pedirlo, su Alteza. Estaré pensando en usted.
Zelda sonrió y terminó por acomodarse en el carruaje y Link que veía todo a una distancia prudente, caminó hacia su yegua para encabezar la caravana real. Una vez en su montura, Kai le lanzó una clara mirada de desafío; no obstante, el caballero decidió ignorarlo, él no conocía a ese sujeto y tenía su deber claro y ante la evidente desfachatez de ese tipo no iban a distraerlo de su objetivo. Link alzó la mano derecha e hizo la señal al cochero para que avanzaran a la región de Farore, la cual era su destino.
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En la guarida oculta en alguna parte de Gerudo, yacían los renegados que alguna vez fueron sheikahs, en donde el Capitán Sogg, trataba de calmar a un fúrico Maestro Kogg, quien hacía rabietas en su improvisado trono.
—¿Y cuándo apareció ese dichoso héroe?
—Hace apenas unos días, Maestro. —Respondió el Capitán. —Se corrió el rumor desde el rancho del bosque, siendo gente de la posta quienes lo descubrieron.
—¿Y quién es?
—Un hyliano proveniente de Hatelia, su nombre es Link, es el jovencito que salvó a la princesa de nuestro atentado.
El Maestro Kogg cerró la mano en forma de puño.
—Quiero que se haga un retrato hablado de este dichoso héroe y se reparta entre nuestros miembros; nuestro nuevo objetivo, ahora es él.
—¿Y qué hay de la familia real? —Preguntó el Capitán Sogg.
—Sigue estando dentro de nuestros planes, pero ahora no es prioridad, ya nuestro amo se encargará de ellos. —Contestó. —Al que debemos encargarnos de destruir es a ese héroe de pacotilla; con el poder de la Espada Maestra, será el único que podría frustrar nuestros planes.
—Pero él es apenas un muchacho. —Protestó el otro.
—Si recuerda las profecías de los sheikah's, Capitán Sogg, ese héroe incluso se ha presentado en forma de niño y aún así ha logrado vencer a Ganon, por lo que no podemos subestimar a ese chiquillo. Así que date prisa y entrega mi nueva orden a todos.
—Entendido.
El Capitán Sogg se retiró y dejó a solas al Maestro Kogg, quien apenas podía creer que el espadachín que blandía la espada que doblega la oscuridad hubiera aparecido; era sencillamente imposible, nadie podía adentrarse al bosque perdido y regresar para contarlo; por lo que no tuvo dudas de que ese chico era el elegido. La integración del héroe en la ecuación complicaba severamente sus planes; sin embargo, aún tenían de su lado la imposibilidad de la princesa para despertar sus poderes, mientras ella no consiguiera nada, la Calamidad podría seguir siendo posible. No obstante a ello, tenían que encontrar una manera de dejar al héroe fuera de combate. Y tenía que ser rápido.
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Ahora que la Princesa había retomado la rutina de sus meditaciones y había partido a la fuente del valor en la región de Farore, Impa aprovechó esta ausencia para ir al laboratorio de su hermana mayor Prunia, para saludarla y llevar los recados de parte de Zelda.
Debido a que la sheikah era una buena jinete, pudo ir montada a caballo hacia donde su hermana llegando temprano para asegurarse de volver ese mismo día a ciudadela.
Cuando entró en el laboratorio miró a Prunia al lado de Rotven, quienes tenían en la mesa un mapa extendido de Hyrule, en donde se encontraban trazando coordenadas con lápices de colores.
—¡Hola a todos! —Saludó Impa con una sonrisa.
—¡Hermana! —Saludó la científica con una mano. —¡Qué gusto verte!
—¡Impa! ¡Qué agradable sorpresa! —Dijo el otro sheikah imitando a la chica.
La nana de Zelda se acercó al par de científicos y se unió a ellos rápidamente.
—¿Qué tal la vida en el palacio? —Preguntó la de gafas rojas.
—Agitada. —Dijo encogiéndose de hombros. —Zelda está algo inquieta desde la aparición del héroe.
—Es normal, todo el mundo habla de él. Es el tema favorito de Hyrule desde su aparición. —Comentó Rotven mientras trazaba una ruta con un lápiz usando una brújula.
—¿Lo conocen? —Preguntó la menor de los sheikah.
—No personalmente, —dijo Prunia —pero sí que sabemos quién es él; originario de Hatelia, hijo del Capitán Denahí y Malon, una campesina del rancho Lon Lon; el Rey lo nombró caballero por haber derrotado a un guardián con un cucharón y una cacerola de madera…
—Los chismes vuelan. —Mencionó Impa.
—¿Y son ciertos? —Preguntó Rotven.
—Sí.
—¡Eureka! —Exclamó el hombre. —Prunia y yo tenemos la teoría de que la aparición de estas pequeñas cavernas aquí, aquí y aquí. —Señaló con el lápiz. —Están directamente relacionadas con la aparición del héroe. Los llamamos "santuarios".
—Nuestra teoría es que el movimiento sísmico que ocurrió el otro día en todo el reino, se debió a la aparición del héroe y con él, los santuarios. Del que tenemos mayores noticias, es de uno que se encuentra cerca de los llamados pilares ancestrales en Tabanta.
—Pero creemos que hay algo más grande. —Mencionó Rotven.
—Por eso queremos realizar una expedición a la Meseta de los Albores que es donde tenemos sospechas que hay algo oculto, según nuestros cálculos, allí fue el epicentro del temblor. —Explicó Prunia.
Impa se rascó el mentón.
—Le hablaré de esto a la Princesa, aunque no sé si el Rey permita la expedición; últimamente Zelda ha estado muy inquieta, no acepta a su caballero real a pesar de que se trata del héroe de la Espada.
—Lo terminará aceptando. —Dijo su hermana mayor distraídamente.
—Tal vez, pero no creo que sea fácil. Zelda está muy celosa de él.
—Lo aceptará. —Afirmó Rotven uniéndose a Prunia.
—¿Cómo es que están tan seguros?
Los científicos se miraron con complicidad hasta que la mujer se atrevió a hablar primero.
—Porque es lo que afirman nuestras profecías. El destino del héroe y de la princesa siempre está unido de alguna manera.
—No importa lo que suceda, ellos siempre estarán unidos. —Afirmó Rotven quien continuó trabajando en el mapa.
—¿Acaso insinúan que Zelda y Link…?
—Oh no, claro que no, pero es una posibilidad. —Dijo Prunia.
—Una muy alta posibilidad. —Aseguró el científico.
Esta nueva información, desconcertó de sobremanera a la nana real.
—¿Pero cómo será posible? El Rey está a punto de sellar su compromiso con el príncipe Sidon.
Al escuchar esto, la pareja de científicos empezó a reír debido a lo absurdo de dicha unión.
—¿Qué les resulta tan gracioso? —Preguntó la sheikah ante las carcajadas de sus compañeros.
—Esa unión es ilógica, Sidon es sólo un niño. —Mencionó Prunia. —Además de que es un zora, muchos de ellos sienten recelo hacia la raza hyliana.
—Además de todo, recuerda lo que dicen "del amor al odio hay un paso". Zelda será una erudito, instruida, la máxima sacerdotisa de Hyrule, pero también es una adolescente. Muchas cosas pueden suceder antes de que ese compromiso se realice.
—Si es que se realiza. —Mencionó la hermana mayor de Impa. —Obviamente, no le mencionaremos nada de esto a Zelda, porque conociéndola podría predisponerse en contra del héroe.
—Dejaremos que todo fluya. —Concluyó Rotven.
—Ni la ciencia puede ganarle al destino, eso tenlo por seguro.
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Una vez que estuvieron en la fuente del valor, el cochero real se quedó varios metros atrás a vigilar, mientras Zelda permanecía arrodillada ante la efigie de la diosa, con las dos manos juntas a manera de oración, mientras Link la observaba a unos metros de distancia; los suficientes para dejarla meditar tranquila y a la vez, para atacar si alguien se le acercaba.
—Hylia, hoy ante ti, me presento humildemente en esta fuente, dedicada a la diosa del valor Farore, por favor, te ruego que atiendas a mi súplica, no me castigues más con tu silencio. —Oraba la princesa, mientras sentía cómo la parte inferior de su cuerpo se acalambraba debido al agua fría de la fuente; no obstante, el dolor físico no era nada, si era un sacrificio que debía soportar a cambio de despertar su don bendito. —Por favor, hazme saber cómo puedo proteger a mi pueblo; dime qué es lo que quieres de mí.
Zelda cerró sus ojos y trató de escuchar esa llamada voz interior de la que tanto se hablaba; no obstante, no escuchó absolutamente nada.
—No me ignores, por favor; haré lo que me pidas. —Rogó con insistencia. —A ti no puedo engañarte; sé que conoces mi corazón y lo más profundo de mis sentimientos y sabes perfectamente lo que hay dentro de mí. En este momento, siento una gran incertidumbre; ¿por qué las diosas me han abandonado? ¿Por qué cuando he luchado tanto, decidieron favorecer a otro? Hylia, necesito respuestas para poner a mi corazón en calma, dame una señal para conocer el camino que debo tomar, te lo pido, ilumíname. —Pidió con fervor y juntando ambas manos.
Link que miraba a lo lejos a la princesa, le pareció aún más admirable la devoción que tenía a la diosa; ¿cómo la gente podía dudar de ella cuando era tan entregada a sus labores de sacerdotisa? Por su parte, él no tenía ninguna duda de que la futura reina lograría despertar sus poderes, estaba en su linaje, estaba en las leyendas. Y como designado de la Espada Maestra, él estaría allí para ayudarle.
No tuvo idea de cuánto tiempo pasó desde que llegaron hasta este momento; pero recordaba que el sol apenas estaba saliendo cuando ingresaron a la fuente del valor y ahora el astro rey se había movido de lugar considerablemente; no estaba seguro pero habían pasado bastantes horas y su estómago se lo reclamó firmemente; sin embargo, no creyó prudente interrumpir a Zelda de sus meditaciones, aunque se preguntó si ella se encontraba bien, después de todo, ella también era humana y tampoco había tomado alimentos.
Pasó una hora más y Link consideró la idea de acercarse un poco para preguntar si todo estaba bien, decidiendo rodear la fuente en lugar de cortar camino caminando por las aguas, ya que no quería que el chapoteo distrajera o peor aún, molestara a la princesa; no obstante, cuando ya estaba a pocos metros de ella, ésta se desvaneció.
Sin tener tiempo de reaccionar, Link vió como ante sus ojos la heredera del trono se desmayaba en medio del manantial del valor. Recordó las palabras del Rey cuando le mencionó que su hija era de salud frágil y se culpó a sí mismo por no haber intervenido antes. Rápidamente la tomó por los hombros y la levantó en brazos, sintiendo su peso ligero contra sí mismo, descubriendo en su piel que estaba ardiendo en fiebre, probablemente por estar tanto tiempo arrodillada en medio de agua fría y con el rayo de sol a sus espaldas; lo más seguro es que el cambio de temperatura había hecho estragos en la salud de la joven, su piel helada lo delataba, se quitó la capa de caballero que llevaba en los hombros y se la colocó encima a Zelda para cubrirla un poco a pesar de su ropa empapada para a su vez, subirla con sumo cuidado a lomos de Epona y se apresuró a galopar hacia el rancho del lago, tenían que atender rápido a la princesa o su salud podría empeorar gravemente.
Mientras la princesa y el héroe se alejaban en el caballo; un sujeto observaba de entre los matorrales, prestando atención a cada detalle y movimiento de ambos jóvenes.
—Así que ahora es el caballero personal de la princesa. Esto le va a interesar al Maestro Kogg.
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SIGUIENTE CAPÍTULO: Canción del sol
