Capítulo 24: Las piezas comienzan a encajar.

El señor del hierro estaba molesto, había caído en la trampa de su hermano caído, toda la cadena de suministros estaba comprometida, por lo que él había tenido que desplazar sus hijos y tropas a lo largo de los 10 diferentes planetas que previamente había tomado, aparentemente sin resistencia.

La trampa en sí fue impresionante, tan enrevesada que el señor del hierro nunca esperó ver de su 13vo hermano. Pero solo era una pálida imitación de las tácticas que Alpharius usaba normalmente. Carecía de esa sustancia, de ese momento, que desbarataba toda una estrategia fríamente planificada. Si, la trampa era impresionante, en especial viniendo de alguien tan cuadrado como Roboute, pero nada más. Una muy buena imitación, sí, pero solo una imitación, al fin y al cabo.

Por unos segundos Perturavo considero la opción de usar algunas de las reliquias ocultas en las profundidades más oscuras de su nave personal. Con el poder de esas poderosas reliquias no le sería difícil abrirse paso. Pero desechó rápidamente ese pensamiento, debido a que esas reliquias eran sagradas, provenientes de una era ya olvidada, seguramente nadie se acordaba que él las tenía, incluso sus hermanos traidores seguramente pensaban que estas reliquias se habían perdido para siempre. No, no era el momento de desatar la furia de esas máquinas, esas antiguas maquinas anti diluvianas eran demasiado valiosas, y nada es tan peligroso como lo que se desconoce. Él dejaría que la existencia de esas armas se les escapase a sus hermanos traidores por un poco más, al menos hasta que estos cometieran el error de pararse frente a él, error que él se aseguraría fuese el ultimo.

La situación actual no ameritaba poner a sus traidores hermanos en alerta. Roboute no parecía haber caído al caos, al menos no todavía. En ninguno de los informes que le llegaban, indicaban que su hermano hubiese caído en la adoración a esas cuatro sanguijuelas que decían ser dioses.

No, de hecho, si lo veía desde otro punto de vista, esto era una oportunidad. Roboute había comprometido demasiadas de su flota de naves, incluso si los informes de Alpharius no eran exactos, a Roboute no podía tener más que un 30% de su flota a su disposición, tras comprometer tantas naves a esta emboscada. Tal vez esa era la razón por la cual las naves enemigas no atacaban, y se habían contentado con formar un perímetro alrededor de ese insignificante planeta.

Las naves de su hermano lo estaban conteniendo aquí, mientras Roboute se estaba concentrando en algún otro lugar, lo cual también explicaría la razón por la cual el señor del Hierro todavía no había visto ningún informe dónde se señalase que los hijos genéticos de su hermano caído habían participado en alguno de los múltiples frentes de batalla.

¿Dónde estaban todos los hijos de Ultramar? ¿Por qué dejaban que solo los mortales luchasen en esta gran guerra? ¿Miedo? No, no lo creía posible. Guilliman los estaba guardando, seguramente desataría a sus hijos genéticos en algún momento. Pero ¿Cuándo? y ¿Dónde?

Bueno, eso tendría que esperar. Con la mayor parte de la flota de Ultramar aquí, su hermano no tenía los medios para mover sus tropas libremente entre los sistemas solares en guerra, así que las posibilidades que los otros frentes pudiesen esperar apoyo de Ultramar, eran bajas.

No solo eso, con tantas naves atascadas en este único frente de batalla. Él podía comenzar una pequeña campaña para recuperar todo el material de Guerra que se pudiese de Ultramar. Ultramar era un reino prospero, sería un desperdicio quemarlo todo y a todos, una vez su hermano caído hubiese sido eliminado, y sus hijos genéticos barridos, por lo que una campaña de reconquista debía comenzar. El Imperio de su padre no podía permitirse desaprovechar toda la industria y los recursos de Ultramar.

Nuevamente estos mundos servirían al señor de la humanidad, como siempre debió ser.

Atrapado dentro de ese inmenso armatoste de metal llamado dreadnought modelo primarca. Perturabo se retorció levemente, imaginándoselos millones de posibles escenarios. Algunos eran favorables, otros no tanto. Pero por norma general, la guerra estaba bien encaminada.

El Señor del Hierro esperaría, y cuando los primeros comunicados de que la guerra alcanzaba a Macragge llegasen el actuaria, usando una combinación de tropas teletransportadas y capsulas de inserción, Perturabo planeaba hacerse con el control de varias de las naves que en estos momentos lo estaban deteniendo. Obviamente las naves más grandes tenían medidas anti abordaje, pero él tenia a sus fuerzas especializadas, y con una correcta planeación, sería capaz de obtener al menos a la mitad de las naves que se encontraban delante de él.

Una flota pequeña sí, pero una que sin lugar a dudas sería muy útil en las campañas venideras.

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Solar Macharius estaba molesto, no solo lo habían obligado a retroceder, sino que ahora lo habían emboscado pocos días después de hacerse fuerte en el mundo de Skapula.

En si el mundo de Skapula no tenía nada interesante, ni útil, salvo unos inmensos cañones orbitales, cañones que abrieron fuego contra su mal preparada flota de naves, cuando los hijos de Ultramar salieron de debajo de las rocas, donde se habían estado escondiendo todo ese tiempo.

Solar Macharius hubiese ordenado nuevamente la retirada del sistema solar, si no tuviese a varios regimientos en el planeta debajo de él, luchando por retomar el control de las armas orbitales, la lucha apuntaba a que sería larga, ya que los traidores habían cavado cientos de túneles debajo de las súper estructuras, y los usaban para moverse sin ser detectados.

No solo eso. El Fidelitas Lex, la una vez orgullosa nave de los portadores de la palabra, ahora profanada y ultrajada por los hijos del 13vo, había vuelto.

La nave, no se veía bien, y no hacía falta ser un tecno sacerdote para notarlo. Los que sea que los hijos del hijo traicionado habían hecho para someter al poderoso espíritu máquina de la nave insignia de la XVII Legión. Parecía haber dejado a la magnífica nave severamente disminuida.

La Fidelitas Lex seguramente seguía siendo tan poderosa y temible como cualquiera de sus hermanas, pero estaba tan disminuida, que le dolía solo verla. No era tan veloz como se supone, ni sus armas parecían tener ese inmenso poder, que se esperaría del carro de guerra personal del señor Aureliano. Seguramente si se acercaba lo suficiente su flota seria rasgada por esos inmensos cañones, pero los hijos de Ultramar parecían tener problemas para usar las armas a largas distancias.

¿Debía atacar? La tarea de recuperar la sagrada nave de uno de los hijos del Emperador sin dudas era una causa noble, incluso si era costosa, pero algo lo estaba molestando.

Tenía sus tropas listas, la moral de sus súbditos estaba inflada por la idea de castigar al traidor por su crimen de profanar uno de los tesoros más sagrados de la XVII legión. Y aun así, tenía miedo, algo dentro de su alma se agitaba, impidiéndole dar la orden que iniciaría el ataque, ¿Qué era? ¿Qué estaba pasando? ¿Qué no estaba viendo?

No pudo ignorar el sentimiento, pero si lo aparto, no era el momento de dudar.

Dio la orden, y los motores de todas sus naves rugieron al unísono mientas avanzaban, la batalla comenzaría en breve, pero, la batalla nunca se dio, mientras sus naves avanzaban, las naves del Ultramar retrocedieron, usando al planeta como cobertura, mientras lanzaban ataques de larga distancia. Una curiosa acción por parte de los traidores.

Su flota no podía acercarse mucho al planeta o las defensas orbitales de este planeta los aplastarían, pero los traidores no estaban usando esta ventaja a su favor, en su lugar se limitaban a mantener la guerra en el punto muerto.

Solar Macharius dio una señal y su flota paro, debía considerar mejor la situación actual.

Desembarcar más tropas en el planeta para retomar las instalaciones de defensa seria costoso, pero no imposible, aunque tomaría mucho tiempo, eso sí. ¿Debía hacerlo? Recuperar el planeta podría ser útil, talvez, pero ¿Valdría el sacrificio de recursos?

La sangre de los fieles al Emperador era una moneda valiosa, y no debía desperdiciarse en causas perdidas.

Por unos segundos Solar Macharius considero sus opciones, si no estaba dispuesto a sacrificar más recursos para retomar el planeta, debía eliminarlo. ¿Cómo? La Flota delante de él se estaba contentando con atacarlo a distancia, mientras se mantenía a una distancia segura, asegurándose de tener al planeta en medio, pero definitivamente intervendría si él lanzaba un Exterminatus sobre el mundo.

Entonces, la inspiración llego. Si los hijos de Ultramar se aferraban tanto a ese planeta, este planeta seria su ruina. No solo destruiría el planeta, sino que lo haría de tal forma que la flota traidora fuese afectada.

Mando a llamar a sus tecno sacerdotes, para informarles de su plan. Usaría un asteroide para reducir al mundo de Skapula a polvo cósmico.

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Magnus estaba en el puente de su nave insignia, debajo de él podía ver al mundo de Bane, honestamente no parecía ser un lugar tan especial. Desde afuera, este mundo solo era un mundo minero, con inmensas maquinas encargadas de extraer los preciados recursos del manto del planeta, algunas ciudades colmenas, y poco más. O al menos eso fue lo que los auxpex de largo alcance de su nave le mostraron mientras se acercaba, porque la verdad era otra.

Tan pronto su flota estuvo a rango, inmensos cañones orbitales surgieron de las profundidades del planeta, y comenzaron a escupir fuego y muerte sobre su flota invasora. Una estación orbital que había permanecido indetectable hasta ese momento apareció de la nada, y también comenzó a disparar contra los recién llegados. No solo eso, cientos de silos de misiles que habían estado escondidos entre los escombros del sistema solar se activaron, y su flota entera fue castigada duramente por todos lados.

Magnus tuvo que reforzar los escudos de sus naves con sus propias energías psíquicas para sobrevivir el ataque, el bombardeo que su flota estaba recibiendo era impresionante, por unos segundos el primarca de los Mil Hijos se preguntó si la propia Macragge estaría tan bien defendida como este "mundo minero"

Fue en ese momento de duda, que una transmisión se coló por el sistema de su nave.

-Magnus el Rojo, regente de Terra, nosotros Los Hijos de Anteo, te damos la bienvenida.

Una nueva explosión sacudió la nave, los escudos parpadearon por una milésima de segundo. Antes de que todas las comunicaciones de su preciada nave Photep fuese completamente interrumpidas, aparentemente un disparo de suerte había atravesado las parpadeantes defensas de la nave y destruyó por completo la zona donde el canto astropatico se encontraba.

Algo tan conveniente no podía ser de ninguna forma una casualidad.

Magnus trato de usas rus poderes pre cognitivos, pero nada, el planeta entero estaba fuera de su visión futura, tendría que depender de otros métodos, métodos más barbáricos, pero no menos efectivos.

Reunió todo su poder, levanto su espíritu, y en la disformidad reunió toda la energía que podía, antes de dejarla caer sobre el planeta en forma de rayos y fuego disformes.

El ataque consumió una cantidad considerable de su poder, y tardaría meses en recuperarse de tal hazaña, pero logro su cometido, había despejado una zona de aterrizaje en el planeta.

Sus hijos no perdieron la oportunidad, y se lanzaron hacia el planeta, mientras el almirante a cargo de su barco de guerra, tomaba el control de la batalla espacial.

Magnus observo al almirante con cuidado, su nombre era Edison, y al igual que casi todos aquellos que se relacionan con su legión era un psíquico, uno de gran poder. Se suponía que uno de sus hijos lo había entrenado en cómo manejar sus poderes, pero Magnus no quería dejar nada al azar, por lo que, desprendiéndose de una considerable cantidad de sus poderes, creo una poderosa defensa psíquica alrededor de su alma, una barrera que luego expandió para que cubriese a todos en esta nave.

-Almirante te dejo a cargo de la batalla en el espacio, voy a la superficie a esperar a mi hermano.

El almirante asintió, incapaz de pronunciar palabra, sabía que su señor había sacrificado parte de su divinidad para crear una protección para todos los seres vivos dentro de la nave, con él como su núcleo.

Magnus se movía rápidamente, había desperdiciado casi 30 horas en crear y consolidar la defensa psíquica de su nave, aun así, su guardia personal, siempre un paso detrás de él, lo protegían en silencio, sin cuestionar sus acciones. El regente de Santa Terra sintió una punzada de orgullo al sentir la convicción en el alma de sus hijos genéticos. Y entonces los gritos llegaron.

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Las escuadras de Los Mil Hijos que ya habían logrado llegar al planeta, comenzaron a construir un perímetro, debajo de ellos la tierra seguía ardiendo, producto del inmenso ataque de su padre genético, pero eso no dificulto sus esfuerzos en fortificar su posición.

Esta invasión era algo común, algo que ya habían realizado cientos de veces en el pasado. Aterriza, crea un perímetro, establece las defensas, defiende el perímetro, espera a que lleguen mas refuerzos, expande el perímetro, traga y repite todo de nuevo. Una tarea de rutina, o al menos eso era lo que Los Mil Hijos habían esperado.

Todavía no se habían apagado las llamas disformes cuando el contraataque de los Hijos de Anteo comenzó.

Inmensos tanques montados sobre motores graviticos atravesaron las llamas, disparando plasma sobrecalentado sobre sus enemigos.

Los Mil Hijos trataron de parar esta contra ofensiva creado escudos psíquicos para protegerse, pero simplemente les fue imposible. Los inmensos cañones de plasma eran simplemente demasiado poderosos.

El perímetro exterior se perdió, el poder de fuego de sus enemigos era demasiado superior. Sus propios tanques no eran rivales para esta nueva variable, piloteada por los hijos de Guilliman.

Por fortuna el segundo perímetro estaba mejor preparado, y usando cientos de morteros pesados modelo Griffon y Medusa, lograron parar el ataque inicial.

Los Mil Hijos sobrevivientes al primer ataque se reagruparon detrás de la segunda línea defensiva. Estos nuevos tanques eran un oponente formidable, sus motores graviticos les daban una inmensa movilidad, a su vez les permitían eludir las medidas más comunes usadas en su contra. Trincheras y barricadas ya no serían útiles.

En su lugar los Mil Hijos usaron sus poderes para crear inmensas lanzas de mineral que salían de la mismísima tierra, cada una de estas lanzas era lo suficientemente afilada como para rasgar ceramita, y tenían el tamaño adecuado para que esos tanques no las superasen simplemente flotando por encima.

El perímetro parecía está bien, y en teoría aguantaría a esta nueva arma desplegada por sus enemigos. El problema estaba en que, esos tanques, estaban lejos de ser la mayor sorpresa que los Hijos de Guilliman les tenían guardada.

Cuando la noche llego, sorpresivos ataques comenzaron a destruir las defensas del segundo perímetro.

Los defensores simplemente no podían identificar a sus oponentes, y lo único que señalaba su existencia era el chirriante sonido de los retro reactores.

Uno a uno los puestos de defensa exteriores comenzaron a dejar de responder, no había solicitudes de apoyo o gritos de auxilio, solo el perturbador silencio.

Los Mil Hijos trataron de usar sus poderes de precognición para tratar de adelantarse a sus atacantes, pero nada, no podían ver nada en las siempre cambiantes corrientes del destino, incluso en el futuro más inmediato, era casi como si a los Mil Hijos les hubiesen arrancado su mayor ventaja.

Fueron casi cinco horas donde la única señal que podían sentir de su enemigo era cuando un puesto de defensa simplemente dejaba de transmitir. Antes de que un escuadrón lograse tener suerte.

El escuadrón, perteneciente a la unidad de los Hijos de las Sombras, una cábala dedicada casi única y exclusivamente a darle caza a los lobos espaciales cuando estos lograban escapar del ojo del terror. Logro defenderse e identificar a sus enemigos. Pero su informe trajo más preguntas que respuestas.

Los Hijos de Anteo estaban usando inmenso retro reactores para lanzar ataques furtivos sobre sus enemigos, no solo eso, su armadura parecía tener alguna especie de tecnología de camuflaje, ya que era difícil a cualquiera identificar a sus atacantes, era casi como si la luz misma pasase a través de sus armaduras. No solo eso, en un giro aterrador de los acontecimientos, estos inmensos Astartés estaban usando inmensas garras relámpago como sus armas principales.

Por unos segundos ninguno de los presentes pudo alejar la idea de que Los Hijos de Anteo, estuviesen de alguna forma relacionados con la XIX Legión. No importaba, todo esto se esclarecería una vez su padre genético bajase al planeta.

La información fue transmitida por toda la tropa en tierra, con nuevas directrices y una nueva formación, destinada a pararle los pies a los supuestos hijos del cuervo. Esta nueva formación fue efectiva, al menos en parte, varios puestos de defensa lograron resistir a sus atacantes, y en algunos casos, incluso lograron contratacar, lamentablemente en ningún caso se pudo reportar una baja segura.

Los Hijos de Anteo parecían ser más grandes que los Astartes promedio, al menos unos 20cm más grandes, y su armadura era mucho más avanzada a cualquier cosa que el Imperio hubiese visto hasta la fecha. Por fortuna, Los Hijos de Anteo no parecían tener los números para realizar un ataque a gran escala.

La noche finalmente dio paso al amanecer. Pero este amanecer no trajo esperanzas a las fuerzas imperiales atrincheradas. Ya que a lo lejos se podía ver una fuerza de batalla, fuerza destinada a expulsar a los Mil Hijos del planeta.

Los mermados defensores tragaron aliento, y casi todos los miembros mortales del astra militarum sintieron como el miedo apretaba sus corazones. Mientras veían en el horizonte; cientos de tanques graviticos, casi dos mil de esos inmensos marines espaciales, y un maldito Titan Imperator.

La voluntad de los meros soldados mortales se hubiese roto, si no fuesen por las palabras del capellán de los Mil Hijos, quien, usando sus poderes psíquicos, hizo que sus palabras de ánimo y esperanza llegasen a los corazones de todos los defensores.

El discurso, como cualquier otro discurso dicho por algún miembro de la XV Legión, fue un grito de venganza y retribución, sin ninguna palabra entendible, y a la vez, fue justo lo que todos y cada uno de los defensores querían o debían escuchar para reavivar la llama de la fe en sus corazones. Un pequeño engaño que Magnus les había enseñado a sus hijos para elevar la moral de los menos afortunados, sin tener que romperse la cabeza pensando en las palabras adecuadas.

El Titan Imperator fue el primero en atacar, lanzo un potente rayo de energía tan potente, que hubiese barrido con la primera línea defensiva, si no fuese por la oportuna activación de los escudos de vacío que habían traído los Mil Hijos. El poderoso haz de luz choco inútilmente contra el poderoso escudo, potenciado con las energías disformes de casi mi psíquicos.

Pero el alivio de los Imperiales no duro, Los Hijos de Anteo avanzaron, dispuestos a terminar con la invasión a su sagrado hogar.

Todas las máquinas de guerra comenzaron a disparar apenas su enemigo estuvo a su alcance. las hidras ya no paraban de disparar, la lluvia de balas era tan densa que cualquiera que la viese, podría jurar que era posible caminar por allí.

El inmenso Titan Imperator volvió a disparar, por fortuna el escudo de vacío de los Mil Hijos seguía resistiendo. Lamentablemente una explosión en el generador auxiliar, indico a los encargados de mantenerlo funcionando, que el limite estaba cerca.

Lamentablemente los Mil Hijos no podían organizar un ataque sobre ese inmenso objetivo, sin sacrificar la defensa del perímetro interior.

Por unos segundos el comandante de los Mil Hijos Atum Lum, considero la derrota. Claramente habían subestimado a sus enemigos, y los recursos que estos tenían a su disposición.

Un Titan Imperator, un arma que no se había visto desde la herejía. ¿Quién se iba a imaginar que semejante ser defendía este planeta alejado de la mano del Emperador?

Atum Lum se lamentó, pero le había fallado a su primarca, esta zona de aterrizaje era inviable. Debía ordenar una retirada masiva, salvar todo el material de guerra que se pudiese salvar, cada máquina de guerra que se pudiese seria montada en una nave y volvería a la relativa seguridad del espacio.

Lamentablemente le fue imposible dar la orden. Una inmensa garra relámpago atravesó su pecho, destruyendo en el acto su corazón primario.

Su atacante, un inmenso marine espacial con una muy avanzada armadura que le permitía mimetizarse con el ambiente. Atum Lum jamás había visto algo semejante, aunque había leído informes de que los Xenos llamados Tau tenían una tecnología similar. ¿Acaso los Hijos del traicionado usaban tecnología Xeno?

Atum Lum maldeciría si tuviese fuerzas para hacerlo, pero cuando movió sus ojos tratando de enfocar en los demás presentes, se dio cuenta que era el único vivo. El puesto de mando había sido invadido por estos inmensos marines espaciales. Con el ataque inminente, habían olvidado a estos furtivos oponentes. Y caro fue su error. La oscuridad consumió lentamente su conciencia, mientras su vida se escurría por las heridas, pero no murió, aparentemente su verdugo no le concedería una muerte rápida.

Con la cadena de mando cortada, las defensas cayeron en cuestión de minutos. Los defensores que aun podían luchar, tuvieron que huir, adentrándose en los páramos de un mundo desconocido, uno donde serían cazados por Los Hijos de Anteo, hasta que no quedase ni uno de ellos.

El desembargo de las fuerzas Imperiales sobre el mundo de Bane duro 30 horas, 45 minutos, y 56 segundos.

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La muerte de cientos de sus hijos genéticos sobre la superficie del planeta, fue un golpe psíquico que dejo a Magnus totalmente perplejo. Había enviado a casi 2000 de sus hijos, a casi dos millones de soldados, y a varios miles de máquinas de guerra, a asegurar la zona de aterrizaje. Y en menos de 31 horas esta fuerza fue barrida del planeta.

La sombría advertencia que le había dado su hijo traidor sobre las defensas de este planeta resonaron en sus recuerdos. Según Vistario, solo la propia capital de Ultramar, Macragge, estaría mejor defendida.

¿Qué guardaba su hermano en este remoto y casi desconocido mundo, para que este tipo de seguridad se considerase justificada?

En todo caso, esta derrota, tiraba por tierra sus planes de una invasión relámpago, y debía volver a la etapa de planificación. No solo eso, nuevamente según la advertencia de hijo caído, lo más probable es que una fuerza de Ultrasmarines ya estuviese en camino para interceptarlos. Una fuerza, la cual muy posiblemente seria encabezada por su propio hermano caído.

La situación comenzaba a ser peligrosa, si él era atrapado en órbita, no podría usar todos sus recursos, y la batalla estaba condenada al fracaso, debía asegurara una posición defendible en el planeta, incluso si eso significaba sacrificar una parte de su legión.

Magnus se quedó pensativo, de momento había asegurado una tambaleante posición en órbita, las armas anti aéreas de esta zona habían sido silenciadas por su pasado ataque. Eso no era mucho, pero era algo. Al menos mientras el permaneciese en este lugar, su flota podía escapar del incesante castigo de los inmensos cañones del planeta.

Debía asegurar su posición, y debía hacerlo antes de que su hermano caído llegase. Pero ¿Cómo? ¿Cómo podía hacerlo? El problema era más que nada la velocidad, debía hacerlo ya. Por unos segundos Magnus casi podía sentir como la disformidad se estaba agitando, nuevas tormentas se formaban, mientras otras terminaban, pero lo que más le llamo la atención, fue que una ruta directa entre Macragge y este mundo se había comenzado a formar, la mano del destino se movía en su contra.

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Roboute Guilliman, caminaba lentamente por las calles circundantes a su fortaleza, había mucho movimiento; soldados corrían de un lado a otro, gente común buscaba completar sus suministros antes de que la guerra llegase a Macragge, algunos devotos a su padre gritaban sobre el fin del mundo, ETC.

Era un espectáculo interesante, millones de personas moviéndose de un lado para otro, un aparente caos, el cual tenía un único propósito, prepararse para lo que sin duda estaba viniendo. Había una cierta belleza en este caos, un orden por el cual se movían. Era raro y hermoso al mismo tiempo.

Roboute avanzo por las calles, apartando a todos los que se arrodillaban cuando lo veían. En sus ojos se podía ver la esperanza, el miedo, el fanatismo, y miles de otras emociones que no tenía sentido individualizar.

La gente ¡Su gente! tenía miedo, no solo por la guerra que venía, sino por el futuro.

El regreso de su señor había marcado el inicio de un futuro incierto, y esta invasión total del Imperio era solo el primero de muchos desafíos que tendrían que superar.

-Señor La gente comenzara a sospechar, regresemos. –Comento uno de los Marines Primaris que formaban parte de su guardia personal.

Roboute solo negó con la cabeza. Y pese a que ninguno de sus hijos pronuncio palabra alguna, Guilliman sabía que sus hijos estaban nerviosos. ¿Por qué no había ido al frente? ¿Qué estaba planeando? Esas y millones de otras preguntas sin dudas recorrían las mentes de todos y cada uno de sus hijos genéticos.

-Partiré cuando llegue el momento, hasta entonces, hay que ocuparnos de todos los problemas que esta guerra ocasiona en los civiles.

-Nosotros podemos encargarnos de eso mi señor, no hace falta que usted pierda su valioso tiempo.

Roboute sonrió, antes de responder.

-Deja que me vean Cato, deja que la gente común vea que me intereso en sus problemas, deja que sepan que pueden contar conmigo para dirigirlos en estas oscuras horas.

Roboute siguió caminando, la verdad era que el propio Primarca no sabía porque no había subido a su nave he ido a desafiar a alguno de sus hermanos. Algo lo estaba reteniendo, algo no estaba del todo bien, él, en los más profundo de su corazón, sabía que algo estaba pasando, y que, si no se ocupaba de eso ahora, tendría problemas más adelante.

Guilliman movió su mano, sujetando nuevamente el sagrado martillo de Vaul, su cerebro hizo un curioso sonido cuando la energía de esa extraña arma lo lleno, dotándolo de "poderes" que no comprendía bien.

Sus ojos de repente podían ver las energías, que lo rodeaban, podía identificar fallas en estructuras que nadie podría ver a primera vista, y varias otras cosas, que no comprendía.

La ya prodigiosa velocidad de su mente se vio aumentada, podía teorizar escenarios de una forma mucho más rápida y detallada.

Y su fuerza, aunque no la había probado a conciencia, Roboute no dudaba que en estos momentos era al menos 1.5 veces más fuerte.

Excelentes dones, una excelente mejora en su ser, todo proveniente de una reliquia xeno, entregada por una diosa loca, que planeaba devorar todas las almas de la galaxia. Genial, esta situación era simplemente genial.

Fue en ese momento de auto desprecio que lo vio. Las energías que supuestamente deberían estar recorriendo la ciudad, se estaban reuniendo en un único punto, una especie de nudo, que impedía que las energías siguiesen fluyendo.

Siguió a las energías, y a lo lejos pudo ver una capilla, una capilla en honor a la divinidad de su padre, donde mucha gente se estaba reuniendo. Mientras se acercaba pudo escuchar los mormullos de sus hijos, algunos estaban avergonzados de dejar permitir que algo como eso estuviese tan cerca a la fortaleza de Hera, otros se preparaban para quemar con prometium la capilla y a todos quienes estuviesen dentro. Se acercó un poco más, y pudo escuchar un grito ahogado de los fieles a la divinidad de su padre. Mucha gente comenzó a correr, a escapar, a tratar de alejarse del lugar, fue un desastre, todos corrían sin un rumbo fijo, personas aplastadas, golpeadas, niños perdido o abandonados.

Pero el desastre alcanzo su punto álgido, cuando un sacerdote salió de su iglesia, y lo encaro. El sacerdote era joven, bastante, pero se apoyaba dolorosamente en un inmenso bastón de madera tallada, bastón que claramente no le pertenecía. Guilliman tuvo que detener físicamente a algunos de sus hijos antes de que estos se lanzasen sobre el pobre hombre.

- Vienes a quemar este sagrado lugar hijo traicionado

Roboute no estaba seguro si el sacerdote había realizado una pregunta o un insulto. Y por unos segundos lo único que pudo ver delante de él, fueron las llamas consumiendo la iglesia delante de él. Por fortuna logro atar esos pensamientos, y los arrojo lejos, donde nunca volverían. El sobre nombre del "hijo traicionado" le quedaba con anillo al dedo, no solo en esta realidad.

-E venido a realizar una acción que la humanidad siempre parece olvidar que puede realizar. -Roboute se tomó un tiempo, dejando que su tono calmado y conciliador calmasen las aguas. -E venido a dialogar.

Algo se rompió, Guilliman pudo escuchar el sonido de miles de millones de espejos romperse en algún rincón de su mente. No le importo.

El sacerdote, los cientos de civiles que estaban detrás de él, al igual que todos los Ultramarines, parpadearon cual búhos cuando Guilliman bajo la cabeza y llevo su mano blindada al pecho en un gesto conciliador. Ninguno de los presentes parecía haber considerado esa posibilidad.

Roboute llamo a sus hijos y les ordeno que; debían ayudar a los heridos, transportar a los que necesitasen atención médica, y auxiliar a todo aquel que lo necesite. Los Ultramarins bajaron sus armas, y con no poca duda, comenzaron a cumplir sus órdenes.

El sacerdote suspiro aliviado, cuando vio como esos inmensos seres envueltos en armadura de poder, ayudaban a los heridos y abandonados, en lugar de simplemente quemar todo con fuego. Todas las personas que estaban detrás de él, simples creyentes que habían estado listos para sacrificar sus vidas para defender esta iglesia suspiraron igual, algunos incluso cayeron de rodillas, llorando, aterrorizados por lo cerca que habían estado de morir de forma horrible.

- ¿En verdad solo vienes a hablar? –Pregunto el sacerdote, aferrándose a su callado, para mantenerse en pie, la madera crujió bajo su agarre.

Roboute asintió lentamente. Había algo en la figura de este sacerdote que le llamaba la atención, un recuerdo que luchaba por salir a la luz, pero que no podía recordar.

-No tengo intenciones de provocarte mal alguno o a quienes te siguen, ni permitiré que mis hijos lo hagan.

Un grito, un grito de pura rabia y odio, recorrió su mente, exigiéndole que limpiase este lugar, que quemase esta iglesia, que matase a todos lo que se atrevieron a desafiarlo. Roboute borro esos pensamientos, pero no pudo ubicar su origen.

-Con eso aclarado ¿Podemos hablar?

El sacerdote asintió, sintiendo nuevamente como la sangre recorría su cuerpo, se había salvado de una muerte segura, sí, pero aún no estaba a salvo.

-Entremos, podemos conversar adentro.

Roboute asintió, antes de ingresar a la Iglesia, mientras el sacerdote despedía a sus fieles, algunos rogaron por quedarse a su lado, pero él no se lo permitió. Habían escapado de una muerte horrible una vez, pero los milagros no se repiten, si la conversación que tendría lugar dentro de ese recinto sagrado no apaciguaba al hijo del emperador, el sacerdote no dudaba que el ardiente prometium aún era una opción válida.

Después de despedirse de sus fieles, ingreso a la iglesia, cerrando las puertas detrás de él.

Roboute Guilliman parecía haber encontrado muy interesantes algunos de los lienzos que adornaban la capilla.

-Son unos lienzos muy bien pintados. –Comento Roboute mientras acercaba su mano blindada a uno, solo para retirarla cuando se dio cuenta del daño que podría provocar si lo tocaba. –Pero no parecen haber sido pintados aquí, ¿De dónde los trajiste?

-Esos lienzos pertenecen a un antiguo mundo colmena llamado Rynn´s. Fue destruido por Orkos hace ya varios siglos, los supervivientes lograron preservarlos mientras escapaban de los pieles verdes, terminaron aquí, luego de que su nave de escape llegase al Segmentum Ultramar.

-Me sorprende que mis hijos dejasen que algo como esto pasase sin más.

Pese a que no lo quiso, Roboute no pudo evitar que su voz tuviese cierto tono de interrogación.

-Se podría decir que fueron contrabandeados. Pero no creo eso sea de importancia. Yoo….

El sacerdote trato de armarse de valor, pero Roboute solo se rio secamente, antes de pasar de él.

-Esta estatua, es de mi hermano, Fullgrim, ¿Cómo llego aquí?

-Eeehhh, esa estatua, fue esculpida por los refugiados de un mundo llamado Cirillo. No creo saber que catástrofe cayó sobre ese mundo, ya que los refugiados se reusaron a hablar de lo ocurrido a su mundo.

Guilliman sintió algo de odio mientras veía la estatua tan finamente tallada, y puede que su voz reflejase un poco de eso, no importaba, Fullgrim, realmente odiaba a Fulgrim, de entre todos sus hermanos, era el único al que Roboute podía admitir sin temor a equivocarse que lo odiaba desde lo más profundo de su corazón. Aparto sus pensamientos antes de que un desliz ocurriese.

-Este vitral es hermoso ¿Qué simboliza?

-Mi señor, estoy seguro que no ha venido de tan lejos para hablar de arte con alguien tan poco conocedor como yo.

Roboute sonrió antes de regresar a ver al sacerdote, quien parecía haber recuperado un poco la calma.

-Mi nombre es Roboute Guilliman, señor de Ultramar, 13vo hijo del emperador, y Lord….. comandante de los Ultramarines.

- ¿Mi señor?

-Una presentación, sacerdote, no sé tú, pero yo siempre odie conversar con alguien cuyo nombre no conozco.

- ¡Mathieu! …un mero sacerdote de los Mendigos Acronitas.

Finalmente, Roboute pudo hacer la conexión, estaba frente a una versión más joven de su antiguo Apostólico Militante, por supuesto que no lo iba a reconocer, el Mathieu frente a él no debía tener más de dos décadas vivo, mientras el Mathieu de su línea ya tenía algunos siglos cuando lo conoció. Aunque, no reconocía la orden a la que serbia.

-No creo haber odio alguna vez de esa orden de la Eclesiarquia.

-Ni lo hará, soy su último representante, toda mi orden murió por un ataque de los traidores al sagrado trono.

-Es una lástima. –El tono de voz de Guilliman era autentico, y no tuvo que modular su voz para dar una impresión que no sentía.

- ¿Por qué ha venido mi señor? –Volvió a preguntar Mathieu, quien ya estaba mucho mal calmado con la presencia de uno de los hijos gigantes del emperador.

Robounte no respondió inmediatamente, en su lugar camino por el lugar, examinando los diversos ejemplos del arte de los creyentes, que se exhibían en esta iglesia.

-No lo sé. -No era una mentira, Roboute no sabía porque había venido, había estado siguiendo las energías que podía ver, mientras sujetaba el martillo de Vaul. Este lugar estaba repleto de energía, tanta que Roboute sintió que este lugar estaba a punto de estallar.

- ¿Mi señor?

-No me prestes atención Mathieu, he venido porque lo he querido, no fue para castigarte o para condenarte. Simplemente estaba recorriendo la ciudad, tratando de solucionar los problemas que la guerra está creando en mi mundo, cuando vi tu iglesia, y sentí curiosidad.

- ¿Curiosidad?

-Sí, curiosidad. Es un poco raro, ya sabes, Ultramar se supone esta separa del Imperio.

-La gente tiene derecho a saber la verdad. La verdad sobre el señor de la humanidad, del Emperador.

-Mi padre no es un dios Mathieu, el mismo, me lo dijo.

Mathieu parpadeo, si esta declaración hubiese venido de cualquier otra persona, el sabría cómo responder, pero estaba frente a uno de los hijos del propio Emperador. El Hijo traicionado ni más ni menos.

-Talvez para usted, él no sea un dios, pero para mí, y para los millones de gente que no cuenta con sus bendiciones, el Emperador es un dios. Y nuestra fe en él, nos da la fuerza para sobreponernos cuando todo parece perdido.

Mathieu, Mathieu, Mathieu. Guilliman sonrió, tantas cosas eran diferentes en esta línea de tiempo, y a su vez eran iguales. Era extraño, y a su vez muy relajante.

- Mathieu como ya lo declaré, voy a comenzar una guerra, la humanidad debe ser reunificada. Mientras siga dividida, nuestros enemigos serán invencibles.

- ¿Entonces planeas quitarle a tu padre el trono?

Roboute sintió como si unas inmensas garras arañasen las paredes de su mente. Y nuevamente el primarca solo pudo ver frente a él, el fuego y la furia. Nuevamente esa voz le gritaba que debía; matar, quemar, destruir. Él la ignoro, no había fuerza en esta galaxia que lo obligase a ser algo que no era.

-No, no busco profanar el trono de mi padre, sea el un dios o no, no me importa, yo busco unificar a la humanidad en un solo estandarte, uno que nos permita enfrentarnos y de una vez y por todas vencer a nuestros enemigos.

- ¿Mi señor?

- Mathieu, ya ha sido por demasiado tiempo que los enemigos de la humanidad han decidido el destino de la humanidad, era hora de que nos levantemos, y tomemos lo que por derecho es nuestro. Es hora de que la humanidad vulva a levantarse.

Mathieu se rio, no en burla o talvez sí. – ¿Y qué te hace pensar que tú, de entre todos tus hermanos, puedes logar eso? -Por un segundo Mathieu espero escuchar el chasquido de un arma bolter, y ver sus extremidades explotar fuera de su cuerpo. O talvez un golpe de esa inmensa mano metálica. Pero….

Guilliman sonrió antes de dar su respuesta.

-No, yo no, salvar a la humanidad es algo que está más allá de mis capacidades. Pero mis hijos, los hombres y mujeres de Macragge, los soldados que defienden sus hogares a diario, los comerciantes que venden sus productos, los niños y niñas que estudian y juegan con la esperanza llenando sus corazones. Dime Mathieu ¿Crees que cambiar el destino de la humanidad es imposible para todos ellos, si trabajan juntos?

Algo cambio, la energía que se estaba concentrando en este lugar comenzó a disiparse. De repente el aire era más puro, la luz más brillante, y por alguna extraña razón el propio Guilliman se sentía más ligero, como si un inmenso peso que lo había estado aplastando desde siempre, le fuese retirado.

-YOoooo, no lo es mi señor, digo, usted, digo….

Roboute levanto su mano blindada y sujeto suavemente el hombro de Mathieu.

- Mathieu el camino delante de nosotros es muy complicado, pero es por eso que necesito a gente como tú a mi lado, gente que crea en la humanidad, y en lo que puede lograr cuando esta se une.

- ¿Quiere que yo le ayude? ¿Por qué? ¡solo soy un sacerdote!

-Uno que nunca perdió la fe en la humanidad. Mathieu he visto millones de sacerdotes, y todos ellos han perdido hace mucho la fe en la humanidad, en sus ojos ya no son más que seres sin sentido que solo buscan en engrandecimiento, incluso si eso significa condenar a aquellos que les rodean. Mathieu cuando tú me enfrentaste, lo hiciste para proteger a la gente, no por salvar tu posición, incluso aquí, ahora, no te importa morir, sin con eso puedes mantener a salvo a tus seguidores.

-Yo, simplemente no quería que mis fieles, fueran juzgados por una fe, que yo traje, sé que en Ultramar la fe en el emperador es mal vista, y pensé que usted los quemaría, junto a la iglesia.

-Mathieu no te voy a decir que creo en la divinidad del Emperador, porque sería un hipócrita. Pero creo que la humanidad, unida, puede ser mejor. Y ya es hora de que los enemigos de la humanidad, paguen por cada crimen que han cometido contra nosotros.

- ¿Qué…qué desea de mí, mi señor?

-Ven conmigo, ayúdame a guiar a la humanidad en esta nueva era, y evita que yo cometa los mismos errores que mi padre.

- ¿Mi señor?

-Roboute, mi nombre es Roboute, y si te vas a unir a mi causa, mi gustaría que lo usases cuando tengas que comunicarte conmigo.

Mathieu no supo que hacer ¿Esto era un engaño? No lo parecía. No había razón para realizar algo semejante, él era un simple sacerdote, no había ningún motivo para una treta tan enrevesada. Seguía sin entender lo que el hijo traicionado quería de él, pero ¡Podía hacerlo!

La humanidad ha estado dividida por demasiado tiempo, reunificarla para enfrentar una causa común era una causa noble, una causa por la que valía la pena morir.

- ¿Qué pasara con sus demás hermanos, con su padre?

-No lo sé, no puedo ver el futuro, y talvez eso es lo mejor, no tener la certeza de algo evitara que de por sentado algunas cosas. Pero si te soy sincero me gustaría que mis hermanos y mi padre se me unieran, voy a necesitar de sus habilidades para lograr unificar a la humanidad bajo un único estandarte.

- ¿A todos? ¿Les dará la oportunidad de unirse a todos, mi señor?

-Talvez no a todos. –Roboute se froto el cuello con dolor mal disimulado. –Personalmente me gustaría regresarle el favor a Fullgrim.

Ambos rieron de buena gana, la broma fue pésima, pero aminoro las preocupaciones que se cernían sobre ambos.

Mathieu sonrió, por primera vez en mucho tiempo, podía ver una luz delante de él. El futuro que el primarca prometía puede nunca llegase, pero, él sentía, en lo más profundo de su alama sentía, que sus palabras eran sinceras.

Mathieu miro su callado, su maestro se lo había entregado hace tanto tiempo, era una reliquia de su orden, pero había llegado el momento de ponerle fin. Él seguiría un camino diferente, un camino que seguramente su orden no apoyaría, el ayudaría el hijo traicionado a reunificar los restos dispersos del Imperio.

Dejo el callado, apoyado contra la pared. Este no se mantuvo firme, y cayó al piso rompiéndose en dos, la reliquia que había atesorado por toda una vida se había roto de la forma más ridícula posible. Mathieu casi se hecha a reír, pero logro mantener su compostura, sujeto los dos pedazos, y los guardo en el atril.

-Está bien mi señor, todavía no se bien que espera de mí, pero daré lo mejor de mí para lograrlo.

-Solo tienes que recordarme que no siempre voy a tener la razón, que no siempre el camino que escoja es el correcto, y que siempre hay otros puntos de vista que deben considerarse, eso bastara para que millones de los errores que cometió mi padre en la gran cruzada no se repitan.

Las puertas se abrieron, y Mathieu vio como todos sus fieles lo estaban esperando, algunos de estos fieles corrieron a abrazarlo, mientras otros le preguntaban sobre lo que había pasado.

Roboute Guilliman por su parte se reunió con sus hijos, estos le dieron un informe sobre todos los incidentes y los heridos que fueron tratados, felicito a sus hijos, y llamo a su nave, ya era hora de partir. Roboute levanto su mirada al cielo, y pudo ver el camino que debía recorrer.

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Roboute subió a la cabina de mando de su nave principal, El Honor de Macragge, su carro de guerra privado, entregado a él por el propio emperador, su padre.

La situación dentro de Macragge ya estaba controlada, esa molestia que le había impedido abandonar su planeta ya no estaba. Por fin Guilliman podía ir a la batalla, sabiendo que su mundo natal estaba seguro.

Ahora la pregunta era ¿A dónde ir?

Podía ir a enfrentar a Perturabo, seguramente en este momento su hermano estaba muy cómodo, esperando a que alguna noticia agitase el campo de batalla y así él pudiese hacer su jugada sin sacrificar sus cartas ocultas. Si su hermano era tan y como él lo recordaba, seguramente el Señor del Hierro estaba planeando saquear las naves de su flota, para reforzar su propia flota.

Luego estaba Solar Macharius, a este no lo conocía más allá de lo que los textos decían de su persona. Era el elemento más incierto de todo su plan. Así que eliminarlo era posiblemente la mejor opción.

Magnus era la tercera posibilidad. El hechicero supremo había invadido el mundo de Bane, grave error, llevar su flota entera y capturar a su hermano era una buena opción. Y posiblemente la más fácil de llevar a cabo, podía usar las armas que se escondían en las bóvedas del planeta para garantizar una muy injusta ventaja sobre su hermano.

Alpharius y su legión seguían siendo una incógnita, por mucho que los buscase, no había ningún reporte que señalase su posible ubicación. Eso le molestaba, tendría que hacer su movimiento, sabiendo que el señor de la Hidra estaba al asecho.

Roboute reviso el mapa estelar, y un mundo llamo su atención, Armato, fue en este mundo que el demonio, dijo que podría encontrar a algunos miembros leales de la primera legión, y tal vez con un poco de suerte algunas respuestas sobre el propio León.

-Mi señor ¿A dónde nos dirigimos?

Guilliman lo pensó, y finalmente decidió.

Perturabo estaba atrapado, en una jaula hecha a la medida, diseñada exclusivamente para acariciar su ego lo suficiente como para volverlo complaciente, y obligarlo a quedarse quieto.

Solar Macharius también estaba atrapado. Si toda la información que había recopilado sobre él era correcta, su siguiente movimiento usar un asteroide para quitarse al mundo y la flota que lo estaba molestando de encima. Un buen movimiento, pero tomaría mucho tiempo y recursos implementarlo, así que no se movería pronto, en especial porque el sistema solar en el que se encontraba no tenía muchos asteroides utilizables.

Magnus era el verdadero problema, debía tratar con él lo más pronto posible.

Alpharius seguramente estaba en las sombras, esperando a que él se mostrase en algún campo de batalla. Listo para desestabilizar los demás. Así que debía tener cuidado.

Y de hecho aún no había decidido qué hacer con la legión no numerada que Marneus Augustus Calgar, mantenía escondida debajo del planeta.

¿Qué hacer?

¿Qué hacer?

¿Qué hacer?

¿Debía atacar o defender?

Porque no ambas.

- Marneus Calgar, asumo que el problema que tenías debajo de la fortaleza de Hera ya fue solucionado.

Calgar asintió, antes de pasarle una taba de datos, con toda la información.

-Así que han decidido el nombre de la Jaguares de Obsidiana, un nombre acorde.

-Me alegra le agrade mi señor. Están impacientes por tomar su lugar entre todos sus demás hijos.

Roboute Guilliman asintió, antes de señalar un mundo, fuera del reino de Ultramar.

-Informa a los Jaguares de Obsidiana, que serán la punta de lanza, su misión es apuñalar la cadena de suministros de nuestros enemigos, su primer objetivo es Nocturne, les enviare una lista de los demás después.

Marneus Calgar asintió, satisfecho que todo el esfuerzo que él y sus antepasados pusieron en crear la legión no numerada no fuese en vano.

-Estoy seguro que demostraran su valía mi señor.

-No lo dudo. … Marneus Calgar mientras este fuera, quiero que te encarges de la defensa de Macragge, todavía no sabemos dónde está la XX Legión, pero seguramente harán su movimiento apenas salga del planeta.

-No lo decepcionare mi señor. -Marneus Calgar hizo una reverencia, y luego abandono el puente de la nave, seguramente se dirigía de regreso a la fortaleza de Hera, para verificar las defensas del planeta.

Roboute movio sus ojos, para enfocar a Cato Sicarius, este hijo suyo era posiblemente quien menos había cambiado de una línea de tiempo a otra. En ambas era el capitán de la segunda compañía, y en ambas líneas de tiempo le faltaba varios tornillos.

-Cato Sicarius, pondré esta flota a tu disposición, tu misión es acorralar a mi hermano Magnus, no debes atacarlo, solo asegúrate que su flota sea incapaz de escapar del planeta de Bane, asegura las bóvedas de armas del planeta y espera mi llegada, nuevamente te lo repito, no necesitas atacar directamente a mi hermano Magnus, de hecho, hacerlo puede ser peligroso así que abstente de hacerlo, solo debes inmovilizar a su flota, y proteger las bóvedas de armas del planeta. ¿He sido claro?

-Señor. sí señor.

Roboute Guilliman rodo los ojos, casi se podía imaginar las formas en que Sicarius alteraría sus órdenes, para hacer lo que quisiese, Cato estaba demasiado lleno de sí mismo, y de alguna forma le recordaba a su hermano Fullgrim, puede que ambos terminasen recorriendo caminos similares. Pero eso no importaba en este momento, Sicarius solo necesitaba mantener entretenido a su hermano por un tiempo. Tiempo que él usaría para visitar Armato. Con un poco de suerte no le sería difícil encontrar a los hijos de su hermano. Se llevaría a Belisarius Cawl, solo por si las dudas.

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10 000 habían pasado, 10 000 malditos años, cuando sus hermanos le habían dicho cuanto tiempo había pasado desde su última batalla, en la superficie de Caliban, hasta el momento actual, se rio, considerándolo nada más que una broma de muy mal gusto. Grande fue su sorpresa al darse cuenta que sus hermanos de armas le estaban diciendo la verdad.

Su nombre era Lazarus, o al menos lo fue una vez, ahora eso ya no importaba, nada importaba, su legión había traicionado a la humanidad, uniéndose al tres veces maldito Dorm, en su cruzada por destruir al Emperador y todo lo que se había logrado en la gran cruzada.

Si, Dorm fue vencido al final, pero eso no quitaba el estigma que pesaba sobre su cabeza, el Imperio lo consideraba un traidor, y él y sus hermanos aun leales al Emperador y su primarca eran cazados como animales, por Luther y su legión traidora.

Lazarus, es una vez portador de la espada de su señor. Ahora era un paria, cazado por el Imperio y por sus propios hermanos traidores. Sin un solo lugar seguro en toda la galaxia, él y sus hermanos leales se habían vistos obligados a esconderse donde pudiesen.

La situación era desesperada, y los últimos dos siglos había sido un continuo juego del gato y el ratón, escapando siempre por los pelos de sus perseguidores. Al menos así lo fue hasta que lograron llegar a Ultramar.

Ultramar, él una vez feudo personal de Roboute Guilliman, se había transformado en una especie de imperio independiente. Si bien el 13vo también era considerado un traidor, sus habitantes no adoraban al caos como sus primos caídos, e incluso se permitía en cierto grado el culto al Emperador.

Lazarus no entendía cómo era posible esto, pero estaba dispuesto a apostar a que había mas en la traición de Guilliman que lo que se decía. No era como si importase, a la larga, cualquiera que fuese la verdad tras la traición del 13vo era irrelevante para su situación actual. Atrapados en un planeta distante, sin armas, sin naves, sin posibilidades de escapar, a la espera de que el siempre pendiendo Luter diera nuevamente con su ubicación.

Todo estaba perdido, Lazarus levanto la espada que portaba. La espada era Lealtad, la espada de su primarca, una reliquia de tiempos mejores, de un tiempo donde el Imperio de la humanidad gobernaba la galaxia sin oposición. Debía encontrar la manera de proteger esta sagrada reliquia incluso si él no podía escapar a sus perseguidores.

Lanzo un gruñido de frustración, antes de levantarse de su posición y buscar la compañía de alguno de sus hermanos.

-Por favor hermano Astegar, dime que has logrado algún avance con el motor de la nave.

Astegar era un tecno marine, uno de los pocos que su legión había tenido antes de la traición. Y el único en su pequeño grupo de Ángeles Oscuros que tenía la mas mínima remota idea de cómo reparar el equipamiento que aún tenían. Si no fuese por su diligente trabajo, seguramente ya habrían sido capturados hace años.

-La nave volara, de eso no hay duda hermano, el problema sigue siendo campo geller, cuando el motor Disforme se activa, el campo geller pierde potencia.

-En otras palabras, estamos atrapados.

-A no ser que descubramos una manera para protegernos de la disformidad sin un campo geller. –Comento Astegar con resignación. –Talvez deberíamos resignarnos, aquí, en este mundo es donde lucharemos por última vez.

Armato, fue una vez un mundo prospero, pero bajo esa prosperidad, se escondían silos, silos de la primera legión, destinados a mantener abastecidos a los Ángeles Oscuros, sin que nadie lo supiese.

Sus habitantes murieron hace ya varios milenios, ninguno de los presentes sabía la razón, o le importaba, lo único que importaba cuando llegaron a este mundo, fue si los silos de armas que habían estado ocultos bajo la ciudad capital aun funcionaban. Lamentablemente la respuesta había sido decepcionante, los silos habían sido destruidos como el resto del planeta. Los Ángeles Oscuros recuperaron lo que pudieron, pero no era suficiente para mantenerlos lejos de sus perseguidores.

Armato una vez un importante mundo colmena, con más de 1 000 billones de vidas y una industria que alimentaba a todo el subsector, era ahora una jungla interminable.

Astegar suspiro.

-Solo quedamos siete hermanos, si contamos a nuestro navegador y sus acompañantes, se podría decir que somos un grupo de diez.

Lazarus maldijo su mala suerte.

-No todo está perdido hermano, puede que nuestros perseguidores no conozcan este mundo.

-Eso es imposible Lazarus, Luther era la mano derecha de nuestro señor, sabia todos sus secretos, sus fortalezas, y debilidades. De lo contrario ¿Cómo fue capaz de derrotar a nuestro padre genético?

-Eso solo fue posible porque fue un ataque a traición, y lo sabes bien Astegar.

-Fuese o no a traición, eso no quita que Luther conoce este lugar, y la única razón por la cual no hemos visto a ninguna de sus naves negras sobrevolar el cielo, es porque se toparon con los Ultramarines.

-Es posible.

Lazarus volvió a sujetar la espada de su señor, el tiempo se les acababa, y si no se les ocurría algo pronto, puede que fallasen en su última misión.

-Debe haber alguna forma.

-Talvez podríamos contactar con alguno de los capítulos sucesores de los Ultramarines, si los atraemos a una trampa, podríamos quitarles sus naves.

-No estoy del todo seguro que eso sea posible ahora, en especial después de esa transmisión que interceptamos.

- ¿Crees que realmente fue un mensaje del 13vo?

-Sí, yo tuve la oportunidad de escucharlo en alguna ocasión, no hay duda esa era su voz.

-Parece que no les basto con incendiar la galaxia una vez, ese maldito Guilliman planea incendiarla de nuevo.

Fue en ese momento que ambos Ángeles Oscuros guardaron silencio. Una nave, una inmensa nave estaba recorriendo el cielo. No parecía pretenderse a las oscuras naves de la primera Legion, no parecía pertenecer a nada que ellos hubiesen visto antes.

Morgan, el líder de ese pequeño grupo convoco una reunión de emergencia, al parecer había identificado al recién llegado, Roboute Guilliman, primarca de la XIII legión, traidor al Emperador y a la humanidad.

En la reunión se plantearon diversas cuestionen, la principal era que no tenían ninguna forma de escapar del planeta, la segunda eran las armas que poseían, y la tercera, era el hecho que Roboute Guilliman los había encontrado y deseaba parlamentar.

En una situación normal los Ángeles Oscuros se negarían a tratar con uno de los primarcas Traidores, pero dado que no contaban con las armas para defenderse o los medios para escapar del planeta, se acordó que uno de ellos parlamentaría con el traidor. Morgan como el líder del grupo, fue escogido para parlamentar.

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Morgan era el más antiguo de esta "camarilla" habia sobrevivido a más de 500 años de persecución por parte de los agentes de la inquisición, y de sus hermanos caídos bajo el mando de Luther.

500 años de incansable persecución, de luchas interminables, de escapes casi milagrosos, y perdidas que hubiesen vuelto loco a un alma más débil. Morgan había sobrevivido a todo eso, y lo seguiría haciendo, pues él tenía un deber que cumplir.

Poco antes de la caída y destrucción de Caliban, su padre genético el León lo había contactado, ordenándole que protegiese las armas más secretas de la legión, que mantuviese esas reliquias de la era dorada de la tecnología a salvo del traidor Luther y sus hermanos caídos.

Luego de esa comunicación todo era confuso, recuerda haber regresado a la nave, recuerda haber ingresado códigos secretos, recuerda haber intentado escapar de la nave con una carga de vital importancia, y luego, recuerda que una luz dorada lo envolvió, y para cuando esta había desaparecido. 10 000 años hubieron pasado. No sabe cómo o porque, ni le importa, su misión no ha cambiado, escapar de Luther, mantener la llave a los mayores secretos de su legión lejos del traidor.

En los últimos 500 años ha cumplido su misión con la determinación de cualquiera de los auténticos hijos del León, un auténtico campeón de la primera legión, los ejecutores del Emperador.

Pero su camino no ha sido fácil, la humanidad había perdido la cordura hace ya mucho tiempo. Los pocos rastros de lo que una vez fue un gran Imperio, eran pocos y muy distantes entre sí.

Había visto a sus hermanos leales caer, ya fuese por el fuego de aquellos a quienes juraron proteger, o en las mismas tentaciones que Luther cayo, cuando traiciono a su padre. Había visto más horror del que un alma debería poder soportar sin romperse.

Talvez fueron los dotes que heredó de su padre genético lo que lo protegió, talvez fue su convicción, o su deseo de nunca rendirse lo que le permitió sobrevivir. O talvez ya estaba roto, y simplemente seguía porque no había otro camino. No le importaba, el cumpliría su misión.

Reuniría a todos los hermanos leales que pudiese, y mantendría los secretos de su padre genético, lejos de las codiciosas manos de los traidores.

Fue esa convicción la que lo trajo a este mundo, un mundo muerto ya hace mucho, tanto que la vida vegetal ya había retomado las inmensas ciudades de rococemento que había.

Morgan no podía decir que odiaba este mundo, ya que fue en este mundo que por fin pudo dormir una noche entera en más de 500 años de persecución interrumpida. ¿Estaba atrapado? Sí, pero de alguna forma estaba en paz por primera vez en mucho tiempo.

Entonces ¿Por qué? ¿Por qué habían sido encontrado por uno de los primarcas traidores?

No lo sabía y no quería saberlo, pero sin los medios para escapar, debería bajar la cabeza, y encontrar una manera de sobrevivir a ese encuentro, si deseaba poder seguir cumpliendo su misión.

El lugar para parlamentar fue escogido por los Angeles Oscuros, una pequeña plaza rodeada por inmensos muros. Sus hermanos se habían escondido donde podían, y con sus pocas armas aun funcionales, estaban listos para vender caras sus vidas si esta negociación no llegaba a buen puerto.

Morgan hubiese preferido recibir al 13vo con una granada de plasma, pero hace tiempo que había usado su última granada para eliminar a uno de los siervos de Luther. Ahora solo contaba con su espada de poder, y medio cargador en su pistola bolter.

Y por todo lo que era sagrado, eso sería más que suficiente para hacer sangrar al traidor.

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Roboute Guilliman descendió tranquilamente por la rampa de su nave de desembarco, estaba rodeado, por al menos cinco Ángeles Oscuros, todos ocultos, agazapados en las sombras de lo que alguna vez fue una brillante ciudad.

Había permitido que fuesen los Ángeles Oscuros los que decidiesen el lugar para el encuentro, más que nada para transmitirles algo de confianza. Después de todo, si los hijos de su hermano se desperdigaban por la selva del planeta, tardaría mesen en capturar a alguno. Más aun en sacarles las respuestas que buscaba.

Roboute se acercó al único Ángel Oscuro que lo esperaba en el lugar más visible del lugar. Este saco su arma bolter cuando la distancia que los separaba era de más o menos 15 metros. Este hijo de su hermano era bueno, muy bueno, ya estaba deseando conocerlo.

-Ni un paso más traidor.

Roboute se rio ligeramente antes de sacarse el casco, mostrando su rostro.

-Creo que estamos en el mismo barco en ese tema.

-Tú no sabes nada. -Escupió con odio.

Roboute tuvo que dar una señal para que su guardia personal no atacase al Ángel Oscuro.

-Sé que Luther te está buscando, a todos de hecho. Y ofrece hasta lo que tiene por sus cabezas.

Los Ángeles Oscuros se pusieron tensos, al igual que sus hijos, estaba claro que la alusión a que su padre estuviese involucrado con el traidor de la primera legion no era agradable para ninguno de los presentes.

-Pero, no nos adelantemos a los hechos, no hay razón para comenzar esta conversación con hostilidades. –Roboute levanto su brazo y realizo una ligera inclinación. –Mi nombre es Roboute Guilliman, primarca de los Ultramarines ¿Con quién tengo el gusto de conversar?

Nuevamente los presentes perdieron el hilo, y parpadearon confundidos, sin saber cómo actuar. Uno de los defectos que su padre no considero en la creación de los marines espaciales, es que, al estar tan adecuados para la guerra, cualquier comportamiento que no esté relacionado era algo que los confundía.

-Morgan, señor de los secretos, fiel sirviente de Lion El'Jonsonm, único y autentico señor de la primera legión. –Se presentó Morgan tras un minuto entero de vacilación.

Roboute asintió, agradecido de haber obtenido un nombre.

-Morgan, vengo a ti, con una proposición.

-No tengo nada que ofrecerle a un traidor.

-Yo no estoy de acuerdo, tu estuviste allí ¿Verdad? Sabes lo que le paso a mi hermano, lo que en verdad paso. No la historia que se inventó después.

Nuevamente un momento de vacilación, era obvio que los Angeles Oscuros habían venido con intenciones de pelear, de robar su nave, y escapar del planeta tan rápidamente como pudiesen. Prueba de eso, eran los otros miembros de su grupo, quienes se estaban moviendo por debajo de la tierra.

Seguramente estaban plantando explosivos, en un esfuerzo por causar el mayor desastre posible, el cual serviría de cobertura para asaltar la nave que estaba detrás de él.

- ¿Por qué buscarías eso?

-Busco la verdad, quiero saber lo que paso. Al igual que tu padre genético fue traicionado, yo fui engañado.

Si los Ángeles Oscuros creían o no en sus palabras, tuvieron la sensatez de guardarse sus comentarios.

-Solo eso, deseas que te relate como fue la caída del León.

-Mi hermano no está muerto, de eso puedes estar seguro, simplemente deseo saber qué fue lo que paso, y porque su legión se volvió en su contra. A cambio, te ofrezco una nave totalmente equipada y funcional, para que puedas salir del planeta.

Nuevamente un momento de duda. Los diagramas de pensamiento sobre los cuales normalmente corren los pensamientos de Morgan, nunca consideraron la posibilidad de salir de este problema sin luchar. Tampoco era como si estuviesen traicionando sus juramentos de alguna forma, Roboute Guilliman solo les pedia la verdad, la verdad de lo que ocurrió ese día, una verdad que hace tiempo perdió importancia para el resto del Imperio.

No solo eso, de alguna forma se sentía liberador que alguien quisiese escuchar lo que en realidad paso, y no asumiesen lo que la leyenda dice como verdad única y absoluta.

Morgan retrocedió, dando la señal para que todos sus hermanos abortasen su plan de acción. Con sus pensamientos aun corriendo desbocados, había llegado a la única salida posible. Debían decir la verdad, y rogar para que esto fuese suficiente para que el 13vo hijo del emperador perdiese su interés en ellos.

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Alpharius luchaba en la almena de la última ciudad fortaleza del planeta. Todo el planeta había caído, y esta era la última fortaleza que se mantenía en pie.

El mundo astronave Eldra había sido derribado, y ardía a la distancia, los sobrevivientes se habían visto obligados a refugiarse en esta posición. Lugar donde sin duda harían su última resistencia cuando los Tiraminos o los siervos de Nurgle decidiesen dedicarles un poco de atención.

De momento la última ciudad se había mantenido más o menos lejos del combate principal. Pero eso era más que nada porque los siervos de Nurgle se estaban concentrando en realizar alguna especie de ritual, y los hambrientos Tiramidos había decidido priorizar su destrucción sobre, los pobres humanos que se aferraban a los muros de la última ciudad del planeta.

Los Eldars que había sobrevivido al choque de su mundo Astronave, se habían visto obligados a hacer equipo con los últimos defensores humanos. Una vista imposible en cualquier otra situación, pero con la aparente destrucción de la telaraña, los sucios Xenos estaban atrapados y se habían visto en la situación de cooperar o morir.

Alpharius todavía no confiaba en los Eldar, mucho menos en el vidente Eldrad Ulthran. Pero estaba atrapado, así que no tenia de otra.

Su lanza decapito al organismo tiramido con el que habia estado luchando, y su cuerpo cayo pesado al suelo, su muerte significo el final del asalto, ya que todos los organismos menores se retiraron tan rápido como pudieron.

-Vivimos para luchar otro día.

Comento burlonamente uno de los Arlequines que había estado cerca. Alpharius rescato su nombre de las profundidades de su memoria, este era uno de los llamados sonrientes, la elite de la elite en ese grupo de raritos. El no pronunciaría ese nombre, se negaba a reconocerlo, pero no pudo evitar estar de acuerdo, esta victoria solo era temporal.


espero este capitulo sea de su agrado, y no se olviden comentar si tienen sugerencias o algo parecido.

bye