INVISIBLE

Por Okashira janet

Últimamente mi lugar seguro en la escritura es escribir oneshots con tintes de miedo de éste par. Ningún personaje me pertenece, escribo con el simple afán de entretener.

Después de una misión Misao se ha vuelto invisible. ¿Podrá Aoshi encontrarla antes de que sea demasiado tarde? MisAoshi Oneshot.

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Misao quería decir varias cosas antes de morir.

1 Que amaba a su señor Aoshi y siempre lo amaría por siempre de los siempres jamás.

2 Aceptarle misiones a Saito era la idiotez más grande que había podido realizar en su aun corta vida.

Sujetándose el costado derecho para que la sangre dejara de correr intentó concentrarse en los conocimientos médicos que Okon había intentado meter en su inútil cabecita a los 16 años.

Bien, ¿del lado derecho que había?, arriba el hígado y la vesícula, abajo el apéndice, atrás el riñón, todo lo demás tripa (si hasta se había hecho una cancioncita a los dieciséis para acordarse). Con cuidado se quitó un poco la mano y solo vio sangre roja que borboteaba como si hubieran abierto una tubería.

¿Arterias importantes?, seguro había hecho una canción para las arterias, pero por más que lo pensaba solo le venía a la mente la frase de Shiro "si te dan a la aorta estás muerta", bueno, por lo menos sabía que no era la aorta.

En general Misao no aceptaba misiones en solitario, a los veintidós años era lo suficientemente madura para aceptar que era débil, es decir, mucho más fuerte que cualquier mujer de veintidós años, mucho más débil que un hombre con su mismo entrenamiento. En las misiones de fuerza sabía muy bien que no tenía nada que hacer, las consecuencias de pesar menos de 50 kilos y medir lo mismo que un duende. Pero era buena en otras áreas, como en el espionaje, por eso según, Saito la había enviado.

―Voy a matarlo. ―Musitó con los dientes apretados y con alarma se dio cuenta que dejaba un rastro de gotitas de sangre así que se sacó la playera, la uso como comprensa y la amarró con uno de sus lazos. Bien, estaba en base enemiga, semidesnuda y con una herida goteando sangre, además cuando notaran que había dejado dos guardias medio muertos se correría la alarma.

Antes de entrar había pensado que podría usar el conducto superior como vía de escape, pero eso había sido antes de que le doliera hasta respirar con aquella herida. Descartado. El drenaje la mataría de una infección y disfrazarse sería harto difícil con aquella herida que ya le estaba pintando de rojo la playera.

Escuchó ruido tras ella y murmullos.

"Heridos"

"Intruso"

"Busca"

Bien, acababa de perder el factor sorpresa. Misao respiró hondo para calmar su mente y el dolor, luego caminó a la derecha hasta perderse en una puerta dejando un rastro de gotitas de sangre, luego se taponeo bien la herida para que no sangrara y caminó al lado contrario. Eso le daría un par de minutos con algo de suerte.

Su costado se estaba poniendo calientito y dolía como el infierno, con rudeza Misao apretó la herida, aunque quería aullar del dolor, luego renqueó bajando unas escaleras, ir abajo era la cosa más estúpida que podía hacer porque se encerraba a sí misma, pero con algo de suerte lograba llegar al túnel que conectaba con la salida secreta cerca del bosque, además no tenía muchas opciones.

La escalera al sótano era oscura y húmeda, como si no se pasaran por ahí muy seguido, tuvo que detenerse dos veces a tomar aire, llegando casi al final escuchó un murmullo así que se pegó a la pared y sujetó un kunai entre los dedos de la mano libre.

―Esta vez debe funcionar. ―Había un hombre que lucía muy, muy extraño caminando alrededor de una mesa, llevaba el cabello revuelto, ojeras y había un temblor continuo en sus manos―. ¿Funcionaras verdad? ―Tomó a una rata por debajo de las axilas y la alzó por encima de su cabeza, Misao nunca había sentido empatía por un ratón antes, pero aquella rata tenía ojos de miedo, de verdadero miedo.

El hombre sujetó al ratón por el cuello y lo estampó sobre la mesa, la rata chilló, luego le dejó caer una especie de líquido de un tazón y ahí, para el asombro de Misao, la rata desapareció.

―¡Funciona! ―El hombre chilló―. ¡Funciona! ―Pero Misao no pudo pensar mucho en aquello, pasos violentos bajaron la escalera tras ella, ¡la estaban alcanzando! Y por el número de pisadas no iba a poder salir viva de aquello. No lo pensó mucho porque opciones no tenía así que corrió, aventó al hombre con la cadera y sujetó el tazón que aún tenía un montón de líquido dorado.

Ay no.

Luego ambas, rata y Misao, desaparecieron.

Aoshi no solía hacer aquello, pero se presentó en la comisaria y exigió hablar con Goro Fujita. Saito, por supuesto, lo recibió con los ojos torvos y su espada en la cintura por si las negociaciones fracasaban.

―Si estuviera muerta lo sabría. ―Saito soltó la frase apenas verlo.

―Tampoco sabes si está viva.

―No, no lo sé. ―Saito tamborileó un dedo sobre la madera del escritorio―. Pero es una ninja, sabía los riesgos, ella lo aceptó.

―Solo porque no le diste otra opción. ―La voz de Aoshi parecía un tempano y Saito volvió a tamborilear con los dedos sobre el escritorio de madera, eso era algo que rara vez hacía, mostrar nerviosismo. Aoshi sabía que no era que le temiera, de hecho, no estaba seguro de quien ganaría si se enfrentaban y fuera cual fuera el resultado un lobo de Mibu nunca rehuía una pelea.

No, no era eso.

Estaba preocupado por Misao.

―¿Dónde debo buscar? ―Aoshi, siempre practico dio un paso al frente.

―Ya peiné toda el área. ―Saito gruñó―. Mis espías están seguros que se escapó, hablaron de un intruso, de guardias heridos, pero no pudieron atrapar al causante. ―El policía caminó hasta un estante cercano y desplego un mapa―. He recorrido toda el área desde los cuatro puntos. ―Eso era algo que Saito no haría por cualquier otro de sus hombres―. No la he encontrado, sí que es buena escondiéndose esa chiquilla tuya. ―No lo estaba viendo a los ojos.

―¿Dónde? ―Aoshi demandó.

―Aquí. ―Saito encendió un cigarro, golpeó con el índice un poblado―. Encontré un rastro que terminaba aquí. ―Aoshi asintió con la cabeza, dio media vuelta y se fue. Misao había salido a una misión que Saito le había ofrecido a cambio de información, por supuesto no se le había ocurrido darle los pormenores, ella usualmente no lo hacía, mucho menos desde que Aoshi había recuperado el puesto de okashira y ella no había encontrado un lugar como protegida, subordinada, familia o simple empleada del restaurante.

Pero cinco días quería decir que las cosas habían salido mal, y si había una oportunidad de encontrarla con vida Aoshi iba a encontrarla.

…..

Misao había creído (quien sabe por qué) que los efectos de aquella cosa dorada serían momentáneos, que después de escapar de aquel lugar (torcida y aguantando el dolor) el efecto se iría. Bueno, no había pasado.

El problema de ser invisible era que ella tampoco podía verse a sí misma, levantaba los brazos pero no veía nada, movía los pies pero no veía nada, eso sí, cuando su sangre salía de su cuerpo era visible, todo muy bizarro. Al final se había llevado a la rata con ella porque… quien sabe, ya que no podía verla era menos nauseabundo llevar algo peludo en la bolsa que se ataba a la cintura. Además, cuando le pasaba los dedos por el pelo se sentía calientito y daba risa darle de comer y ver que las cosas desaparecían en el aire.

Bueno, es decir, daba un poco de risa, porque en lo demás Misao estaba jodida. La herida, obviamente no había sanado con la invisibilidad, de hecho, dolía y goteaba. ¿Y cómo podría lograr que alguien la ayudara?, había intentado pedir ayuda a unos aldeanos y habían salido corriendo y gritando, pidiendo ayuda contra demonios y fantasmas. Entendible, claro, si de pronto en medio del camino veías unos puntitos de sangre y una voz que pedía ayuda…

Se iba a morir.

Se iba a morir invisible y nadie sabría donde estaba su cuerpo putrefacto, solo dirían que algo apestaba y la rata se la comería lentamente.

Horror.

No quería morirse así, ¿quién podría ayudarla?, Misao recordó que Megumi había cambiado momentáneamente de centro hospitalario, no estaba demasiado lejos. Es decir, quien sabe si llegaría con vida, pero tenía que intentarlo. La rata hizo ruiditos en la bolsa y Misao temió sentir su lengua en la herida, ¿le daría hambre la sangre?, no quería pensar en eso.

―¿Vas a ser una buena rata verdad? ―Eran los únicos seres vivos invisibles en el mundo, compañeras de desgracia, ¿uno no podía comerse a su compañera de desgracia verdad?, por si las dudas le dio un par de frutitas para que se entretuviera y trepando a carretas y caminado lento y angustiosamente llegó a su destino. El centro hospitalario, claro, estaba cerrado, lloviznaba y eran cerca de las diez de la noche, Misao se preguntó cómo podía manejar la situación, pero le dolía mucho para tener la mente clara.

―¡Megumi! ―Así que berreó―. ¡Me muero! ―A pesar del ruido de la lluvia Megumi la escuchó y abrió la puerta de golpe.

―¿Misao? ―Pero ahí no había nadie y en el rostro de la doctora se pintó la palidez y el horror.

―No, por favor. ―Misao gimoteó―. No estoy muerta, tienes que creerme, es cómo lo que paso con Kaoru.

―¿Magia negra? ―Megumi tuvo un escalofrío.

―¡Sí, sí! ―Misao se abalanzó sobre ella y la sujetó de la mano, Megumi chilló―. Mira, aquí estoy. ―Misao le acarició la mano―. Toca, toca. Me volvieron invisible y me estoy muriendo. ―Megumi apretó los dientes y asintió con la cabeza.

―Bi-bien. ―Aunque la mano que tocaba el cuerpo frente a ella le temblaba horriblemente―. Déjame tocar tu trenza y sabré que eres tú. ―Misao le puso la mano en su cabello, Megumi recorrió lento aquel cabello trenzado, pesado y larguísimo―. Bien, ahora déjame tocar tu pecho plano y no tendré dudas.

―¡Eres horrible! ―Misao se erizó y por fin Megumi respiró con un poco de tranquilidad.

―¡Oh, espero que esto sea una pesadilla!

―Yo también lo quisiera. ―Misao gimoteó, Megumi se hizo a un lado para que pasara, aun aturdida, Misao entró y al hacerlo una gota de sangre cayó al suelo, Megumi miró la gota, larga, muy largamente, luego enderezó los hombros y respiró hondo.

―A ver, eres invisible pero tu sangre no.

―No, la sangre no.

―¿Traes ropa?

―Sí. ―Misao la sentía, aunque no la veía.

―¿Si sujetas algo se vuelve invisible?

―No. ―Misao sujetó con pesadez un cuaderno que estaba junto a la mesa, Megumi solo podía ver el cuaderno flotando, la hoja doblada donde seguramente Misao ejercía presión con los dedos―. También traigo una rata. ―Misao la sentía echa un ovillo entre su ropa.

―¿Una rata invisible? ―Megumi se rascó la barbilla, Misao hubiera esperado que luciera más espantada, pero suponía que el asombro también tenía un límite―. Parece un buen sujeto experimental. ―Ah no, que era doctora, los doctores estaban bien locos, todos.

―Aquí esta. ―Misao la extrajo de su ropa y la cargo frente a ella, pero claro, Megumi no la veía, se sintió tonta.

―Ponla aquí. ―Megumi acercó una caja de madera con orificios y Misao deposito despacio a su peluda compañera, luego Megumi cerró la caja y se dirigió a la mesa de exploración de la clinica―. Quítate la ropa y sube aquí. ―Misao lo hizo, la ropa invisible cayó al piso, sintió que el dolor le hacía temblar.

―Voy a tocar. ―Megumi palpó el abdomen, metió los dedos en la herida, Misao se apretó los labios hasta hacerse sangre y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas―. Voy a operar a ciegas. ―La voz de Megumi fue gentil―. Supongo que sabes lo que significa.

―Lo sé. ―Quiso decirle que le dijera a su Aoshi-sama que lo amaba si pasaba lo peor, pero en el último momento no quiso pensar en esa posibilidad―. Solo hazlo.

…..

….

..

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Saito fue quien la encontró primero, siguiendo pistas acerca de una mujer fantasma se dio cuenta que todo apuntaba a la clinica donde hacía poco se había trasladado Takani Megumi, entró sin anunciarse y se encontró a la doctora durmiendo en el suelo, junto a una camilla, le pareció extraño ver esa imagen, también le pareció extraño que unas vendas manchadas de sangre estuvieran haciendo un circulo perfecto sobre la superficie.

―¿Qué es esto? ―Cuando adelantó la mano encontró al tacto carne suave y tibia.

―¡Au! ―Tuvo que reunir toda su formación como Shinsengumi para no dar un salto asustado atrás y en su lugar adelantó la otra mano―. ¡Au! ―La voz se volvió a quejar y Saito supo, quien sabe cómo, que aquella era Misao.

―Es una larga historia. ―Sin abrir los ojos Megumi susurró agotada. Saito no le pidió explicaciones, algo intuía y un tanto más suponía, movió la mano y palpo la mano de Misao, siguió el recorrido de su brazo hasta llegar a la cara, los dedos tantearon por los labios resecos.

―La operaste. ―No era una pregunta.

―Sin ver no creo que sea un trabajo muy limpio. ―Megumi intentó pararse, pero las piernas le fallaron―. Ella tampoco se ha recuperado. ―Recordaba la sensación de su vientre cálido, tal vez tenía fiebre. Palpó la cara, la frente estaba sudada. Sabía que Aoshi seguía sus pasos, se había desviado debido a una pista falsa, pero no tardaría en llegar.

―Por ahora lo mejor será que no te desmayes tú también. ―Tomó a Megumi del brazo y la puso de pie con poca delicadeza jalándola a la cocina, ella trastabillo quejándose suavemente de hombres horribles que se metían donde no los llamaban.

La ayudo a sentarse, le acercó un vaso de agua y una fruta y luego se sentó frente a ella.

―¿Es invisible entonces?

―Su cuerpo y la ropa que tenía al llegar.―Megumi tomó agua lento, le dolía la garganta―. Pero si le pones algo no se vuelve invisible a menos que formé parte de su cuerpo, los hilos que puse dentro de ella no se ven, pero los que puse sobre la piel sí.

―Qué extraño. ―La misión a la que la había mandado tenía que ver con una investigación prohibida que un hombre ingles había decidido llevar a cabo en un país "más laxo" con la ciencia. ¿Pero acaso era posible?, la puerta se abrió de golpe y aunque Megumi pegó un salto Saito negó con la cabeza y le hizo una seña para que siguiera sentada. No creía que Aoshi Shinomori tomara las cosas muy bien.

…..

Aoshi era uno de los mejores ninjas de rastreo del Oniwabanshu y eso se debía a que no dejaba ir ninguna pista, aquella fue la razón por la que llegó unos minutos después que Saito a ese lugar.

Apenas entrar supo que estaba ahí: pisadas, sangre, olor. Estaba herida, pero había alcanzado a una persona que podía ayudarla, Misao siempre había sido lista. Las huellas de Saito y Megumi avanzaban hacía la casa anexa a la clínica, pero Aoshi se quedó ahí sin entender.

Respiración fatigada.

Podía escucharla, ahí frente a él donde unas vendas con pequeñas manchas de sangre hacían un circulo en el aire. Adelantó la mano, tocó muy suave las vendas, el tacto en sus dedos le transmitió varias cosas: calor humano, pulso, la aorta, sangre, intestino, vida, un cuerpo humano.

Sintió un escalofrío, lentamente dejo que sus dedos recorrieran el cuerpo hacía arriba, estomago, senos, cuello, cara, labios agrietados. Esta vez dejo que toda su mano sujetara aquel rostro, con el pulgar volvió a repasar los labios agrietados, el aliento caliente que lo golpeaba.

―Misao. ―Ella apenas gimoteó en respuesta, con la otra mano palpó el resto de su cuerpo, brazos con raspones, piernas con heridas leves, rodillas, muslos, un suave vello que en cuanto sintió le hizo retirar la mano.

Misao se había hecho invisible.

―Tenemos que hablar. ―La voz de Saito en el umbral de la puerta le hizo girar la cabeza, Megumi estaba un paso atrás viéndolo casi con recelo. Aoshi soltó la cabeza de Misao, sí, hablarían.

…..

..

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3 semanas después Megumi por fin le dio a Misao permiso para volver al Aoiya, Saito (le habían dicho) había rondado la clinica un par de días y luego se había ido por asuntos más importantes que una criatura invisible y su rata invisible.

A ser sincera Misao no podía entender que algo fuera más importante que ella y la rata (en ese orden), únicos seres invisibles en el mundo (quizás). Pero bueno, Saito había dicho que no podía haber científicos haciendo pócimas de invisibilidad y se había ido con un ejército a arrestarlo. De eso Misao no se había enterado nada porque Megumi le había dicho que la primera operación no había salido muy bien así que la había tenido que reintervenir, es decir que dos cirugías, una anemia y mucho dolor después así estaba, tres semanas después, aun invisible.

Aoshi había estado siempre cerca, a veces tan invisible como ella, se acercaba muy poco y no le hablaba casi nunca. Misao temía que la reprendiera, aunque lo cierto es que Aoshi pocas veces la reñía, ni siquiera cuando hacía estupideces cómo enfrentarse a un hombre que se hacía llamar el hijo de Dios. Aunque suponía que hacerse invisible eran palabras mayores.

De todas maneras Misao las primeras dos semanas no es que hubiera hablado mucho, agotada por las cirugías. La última semana había sido de recuperación y ahora estaba lista para el viaje. La rata ahora andaba suelta y le gustaba hacerse un ovillo junto a su cuerpo, para Misao la rata era un consuelo y le daban risa sus patitas cuando se frotaba contra ella. Le habían puesto un listón morado al cuello para saber dónde estaba y que nadie fuera a pisarla. Misao se había puesto también un listón morado en el tobillo, pero no sabía que era peor, andar desnuda y ser un ente invisible que solo se veía por el movimiento de un listón morado o traer ropa y que pareciera que una ropa cualquiera flotaba en el aire. Megumi siempre sacudía la cabeza cuando veía un kimono moviéndose en el aire, Aoshi no hacía ninguna expresión, estuviera ella con ropa o no.

Pero bueno, era la tercer semana y tenían permiso de viajar así que justo ahora barajeaban las posibilidades.

―Me puedo meter en una maleta. ―Aburrida Misao pasaba los dedos sobre el pelaje de su rata mientras Megumi le hablaba al aire.

―No puedes doblarte, te acabo de operar y fue muy difícil, ¿sabes?

―Puedo subirme desnuda en la carreta, en la parte de atrás, nadie lo notara.

―Hace mucho calor. ―Megumi frunció el ceño―. No puedes viajar a la intemperie, el sol te quemara.

―Subiré a la carreta y luego tu subirás y te sentaras sobre mí. ―Aoshi sentenció sin verlas mientras cerraba una maleta que Megumi le había preparado.

―¡Pe-pe-pero! ―Misao sintió que la cara le quemaba.

―Eso sería excelente. ―Megumi apoyó la idea con unas orejas de zorro que decían muy a las claras que se divertía.

―Quítate el listón mientras viajamos. ―Aoshi camino hacia ella y la miró justo a donde estaban sus ojos, Misao no sabía cómo lo hacía, Megumi siempre terminaba mirando a la pared, a su hombro o a su cabello―. Y mete aquí tu rata. ―Le pasó una caja de madera y Misao metió con delicadeza a su rata mientras le pasaba unos trozos de pan.

―Yo no creo que sentarme sobre usted… ―Inició una débil defensa, pero en eso Megumi anunció con voz cantarina que la carreta ya llegaba, seguro estaba aliviada de deshacerse de ellos.

Aoshi salió el primero, subió el equipaje a la parte trasera y luego subió a la carreta, Misao se apuró a subir al mismo tiempo para que los pasajeros no sintieran que el vehículo se mecía de nuevo ante la subida de otra persona. Aoshi se sentó en la orilla pegado a la ventana con las piernas muy separadas, solo viajaban otras dos personas, un anciano y una joven muy guapa en el asiento de adelante, Misao paso entre ellos intentando no respirar y luego se quedó parada frente a Aoshi sintiéndose muy tonta.

Aoshi elevó la mirada y vio a Misao directo a los ojos con dureza. Bien, entendía la indirecta, con mucha lentitud se sentó entre las piernas de Aoshi y sintió que en su espalda corría un escalofrío, oh dios, estaba desnuda entre las piernas de Aoshi en una carreta. Quería hacerse un puntito y desaparecer.

La carreta echó a andar, Aoshi tenía las manos relajadas sobre sus rodillas, pero de pronto golpeó una vez su rodilla, luego otra vez: uno, dos, tres.

La orden era clara "atrás". ¿Quería que se echara hacía atrás?, ¿qué se recargara en su pecho?, primero muerta. Misao frunció el ceño y se abrazó las rodillas, su cabeza quedo casi rozando el piso. La joven muy guapa echó una mirada curiosa hacía ellos y luego se sonrojo, claro, ella solo podía ver a Aoshi sentado frente a ella en toda su perfección, no veía a la muchacha escuálida y desnuda cuyo cuerpo lentamente se llenaba de sudor por el nerviosismo.

La carreta dio un bamboleo en un bache y Misao sintió como la mano de Aoshi la sujetaba del hombro y la echaba hacía atrás, su fuerza era tan descomunal que golpeó contra su pecho con un sonido hueco, pero por el ruido alrededor nadie lo notó, Aoshi quito la mano que volvió a poner sobre su rodilla pero Misao entendió que esa era la posición que debía mantener.

Aoshi era siempre tan inaccesible.

Con las manos se cubrió el pecho y apretó sus piernas, se imaginaba que de pronto recuperaba su visibilidad y la veían ahí desnuda, ¡el horror!, además nunca antes había estado tan cerca de Aoshi y aquello le daba angustia más que emoción. ¿Tendría calor Aoshi?, ¿se daría cuenta de lo rápido que latía su corazón?, ¿podría olerla?, una gota de sudor cayó al suelo y Misao se quedó viéndola con horror, la pequeña manchita en el piso de la carreta.

La carreta volvió a bambolearse, y ella se meneó de un lado a otro entre los brazos de Aoshi, las manos de él no se despegaron de sus rodillas, Misao quería pedir perdón, pero sabía que no debía hablar, al final se sujetó de uno de sus brazos, teniendo cuidado en no sujetar demasiado fuerte para que la piel de él no mostrara la presión de sus dedos.

El viaje le pareció espantosamente largo, además la muchacha guapa de enfrente intentó una infructuosa conversación con Aoshi y ella (en medio de ellos) se sintió más invisible que nunca, ¿entonces así intentaban llamar las mujeres la atención de Aoshi?, ¿era así de común que mujeres guapas intentaran saber de él?

El anciano bajó en un punto del camino y la muchacha guapa se revolvió emocionada y nerviosa, Misao se sentía tonta más que nada, Aoshi echó la cabeza hacía atrás y fingió dormir para no contestar a la muchacha. Misao entre sus piernas pensó que sería buena idea simplemente desaparecer.

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Llevaba una semana desde que Misao-invisible había llegado al Aoiya con su rata y como hacía calor era común ver un pequeño listón morado y un listón un poco más grande flotando en el patio, en la cocina o por las habitaciones.

Shiro había dicho: "¿entonces tenemos a una Misao desnuda caminado por allí?" para acto seguido intentar agarrarla lo que le ocasiono una patada en el estómago. Okina también lo había tomado a broma, pero luego se había reunido muy serio con Aoshi para intentar llegar a una solución.

Saito ya había iniciado "la recogida de información" pero el científico decía que aquel era su primer intento exitoso, que obviamente no conocía los efectos secundarios y que la culpa era de ella por echarse el elixir encima. También había pedido la rata como material de estudio y experimentación, pero Misao se había negado en redondo, la rata ya era su amiga-mascota así que Megumi envió la ropa invisible por si servía de algo.

Misao ya era buena acercándose en silencio de antes, pero a veces Aoshi notaba con turbación que al levantar la vista había un listón morado flotando cerca y, como había dicho Shiro, el saber que Misao andaba por ahí desnuda no era un pensamiento exactamente tranquilizador. Claro que ponerle ropa tampoco había sido la solución, ver ropa flotante era para todos un poco espeluznante. Por suerte hacía mucho calor.

Misao salía del Aoiya en las noches, a veces desde su ventana Aoshi veía las getas caminar en el patio, a veces se ponía un kimono negro encima y caminaba por el campo asustando gente, siempre había tenido un negro sentido del humor.

De todas maneras desde que era invisible la vida de Misao había cambiado y ahora solo se dedicaba a las labores interiores, lavar trastes, cocinar… Aoshi sabía que un ninja invisible era increíblemente valioso pero por nada del mundo planeaba enviar a Misao desnuda y desarmada a espiar.

Había pasado mucho tiempo con la rata, un día la había cubierto de talco y (como era de esperarse) se había vuelto visible por algún tiempo, aunque la imagen era más bien terrorífica y nadie se atrevió a echarle talco encima a Misao. A veces la veían, claro, su silueta, cuando salía y había polvo que se pegaba sobre ella, cuando se envolvía en una sábana y daba vueltas por allí, cuando salía de bañarse y se distinguía brevemente entre el vapor.

Aoshi, no podía negarlo, extrañaba ver llegar su silueta delgada, sus ojos asombrosamente verdes y su larga trenza. Ahora solo podía oír su voz, como si no estuviera ahí con ellos, como si fuera ya un fantasma. A veces sentía el imparable deseo de tocarla, para saber que seguía ahí. Nunca lo hacía claro, pero veía atentamente el listón. A veces, también, sabía que Misao se quitaba el listón y se paseaba por ahí, curiosamente nunca se acercaba a él en ese estado de invisibilidad total, pero la sentía, la olía, sentía el cambio en el aire.

Un día la escuchó chapotear en el río cercano al templo, se la imaginó desnuda bajo los rayos del sol, cabello que flotaba a su alrededor, calidez y un mundo transparente. Se preguntó si la invisibilidad nunca se iría, si deberían aprender a vivir así y qué era lo que se suponía que debía hacer él. Durante toda la noche Aoshi Shinomori no durmió.

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Misao se acostumbró rápido a estar desnuda, era extraño, pero dado que ella misma no se podía ver no se sentía mal, además pasaba menos calor que los demás, cuando cocinaba si que se ponía un delantal, por aquello del aceite y cuando salía al patio también porque los insectos la encontraban para picarla, aunque fuera invisible. La rata también la encontraba, Misao a veces estaba parada o sentada y sentía su peludo cuerpo contra ella.

―Hola ratita.

A lo que aún no se acostumbraba era a "no estar" ya nunca llegaba hablando con fuerza, se anunciaba suavemente o simplemente no hablaba pues le había sacado un susto de muerte a sus propios compañeros, también (sin querer claro) había hecho que uno de los clientes pensara que había un fantasma pues la había alcanzado a ver llevando unos platos al lavadero.

El rumor del fantasma del Aoiya se había extendido, un fantasma bueno que lavaba los trastes y caminaba con getas de madera por el patio.

Un día también un muchacho fue a preguntar por ella, con mucho nerviosismo le comentó a Omasu que hacía tiempo no veía a Misao y que, si se había ido a algún lado, la respuesta era siempre que Misao se había ido de viaje, pero a ella le gustó saber que alguien además de su familia notaba su ausencia.

Misao nunca había sido invisible antes, en ningún sentido, era una chica voluntariosa, animosa y ruidosa que se tenía que ver allá a dónde fuera, pero ahora pasaba largos momentos quieta sin hacer apenas ruido hasta que sus compañeros veían el listón y decían: "Oh, ahí estabas".

Además, si en el pasado Aoshi la había ignorado ahora su desapego parecía haber crecido unas diez veces, tal vez estaba demasiado enojado con ella por meterse en esa situación, tal vez creía que era una tonta por no ceder su rata a la ciencia. Pero Misao había visto como aquel hombre había tratado a ratita, sabía que no tendría consideración con ella.

Que extraño era estar solo, aunque hubiera más gente, Misao a veces se la pasaba viendo por la ventana, las cosas que las personas hacían cuando creían que nadie las veía eran inquietantes por decir lo menos. Ella, por supuesto, no era la excepción, un día había seguido a Omasu (y a su favor no se estaba escondiendo, de hecho la estaba siguiendo para conversar con ella) y de pronto Shiro salió de no sé dónde y antes de que cualquiera pudiera decir pío los dos se estaban besando contra la pared (restregando sus cuerpos, jadeando, diciendo "no aquí"). Misao no sabía, no se había dado cuenta, ¿por qué lo escondían? y además, ¿ahora qué decía?, con angustia miró el listón en su tobillo preguntándose si de pronto uno de los dos voltearía al suelo y la reprenderían por ser una mirona. Eso no paso, por fortuna, y desde entonces, a veces, Misao se quitaba también el listón.

Ser un voyeur accidental apestaba.

A Aoshi trataba de no acercarse demasiado, sabía que él podía escucharla y de hecho a veces le daba la impresión de que hasta la olía. Sí que lo veía de lejos (como lo había hecho siempre) y era más que evidente que la rutina de él no había cambiado absolutamente nada. Que ella estuviera por ahí brincando o no le era indiferente. De hecho, Misao había descubierto con angustia que Aoshi tenía una admiradora persistente que a él no parecía molestarle.

La había visto llegar la primera vez un día soleado, una mujer muy guapa en kimono tradicional que se había sentado al lado de Aoshi a beber té, Misao los había visto desde el bosque, sin atreverse a acercarse más sabedora de que Aoshi la descubriría. Okon le había informado, con un suspiro, que aquella mujer había sido compañera de Aoshi cuando ambos habían sido adolescentes.

Y sí Misao, seguro se acostaron en ese tiempo.

Aquello la había mortificado hasta las lágrimas, y bien, era lógico que Aoshi hubiera tenido experiencias sexuales, es decir, era un hombre, incluso las mujeres de su edad tenían experiencias sexuales, quizás ella no las había tenido por falta de oportunidad (y por estar lela de amor por un hombre que no la notaba aparentemente).

Como sea, pronto se dio cuenta que aquella mujer y Aoshi tenían una rutina, se reunían en el templo dos veces a la semana, siempre en el horario en el que anteriormente Misao estaba ocupada con el restaurante y sí, parecía que solo hablaban y tomaban el té, pero un día Misao vio en el rostro de Aoshi un amago de sonrisa y en su pecho sintió como su corazón se hacía trocitos invisibles que caían en la nada.

Ella nunca, jamás, había logrado que Aoshi sonriera. Ni mueca, ni amago, ni nada.

Quizás ese fue el día en que Misao supo que de verdad era invisible.

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Aoshi se dio cuenta que había desaparecido al tercer día, aunque los demás decían que no, que ahí estaba, que habían hablado con ella en la mañana, que habían visto el listón moviéndose en la tarde, que había lavado los trastes como siempre.

Era imposible, él la hubiera sentido, hubiera captado su olor, el leve susurro de sus movimientos, pero no había nada.

―Es que últimamente es muy silenciosa. ―Había comentado Okina con pena, pero no, no era eso, Aoshi se dio cuenta que ella había desaparecido para él.

¿Había cambiado el olor de su ropa?, ¿había mejorado su respiración para ya no emitir sonido?, ¿había vuelto invisibles sus pasos?, los tres días se volvieron cuatro y luego cinco, después pasó una semana.

Sabía que ella seguía en el Aoiya porque de pronto alguien le hablaba, porque la mencionaban, pero de ella no quedaba rastro, no para él aparentemente.

Un día miro a Saito fumando cerca de la entrada, el humo de su cigarro se desvío como si alguien hubiera agitado una mano para apartar el humo de su cara y supo que ella estaba ahí, hablando con Saito, quizás aceptando alguna ridícula misión que la pondría en peligro. De pronto Saito se río, como se reía él, burlonamente, y su mano sujeto algo redondo en el aire, seguramente la cabeza de Misao, se la imagino quejándose y pateándolo, aunque hacía semanas que no escuchaba su voz, luego el hombre se fue, Aoshi miró con intensidad la entrada, intentando descubrir cambios en el suelo, pero no encontró más que la nada.

Era extraño, había vivido muchos años sin Misao y muy pocas veces había pensado en ella, en ocasiones se le aparecía una niña en algún sueño, siempre pidiendo que jugaran, una niña durmiendo, una niña sonriendo, pero eso era todo, pequeños chispazos del subconsciente.

Ahora pensaba en ella casi todo el día, a veces como algo que había existido en su vida y ya se había terminado. A veces se preguntaba si lo de la invisibilidad no era una treta de su mente…

Le parecía que las pocas veces que preguntaba por Misao todos contestaban algo como "oh sí, estaba aquí hace rato" pero lo veían de una manera muy triste, casi la contestación que le das a alguien para no lastimarlo.

¿De verdad Misao estaba por ahí?, ¿si era así porque ya no había nada en el ambiente que lo confirmara? Y sí, la gente seguía diciendo que veían al fantasma del Aoiya, pero, ¿si tenían razón?, ¿si era un fantasma?

A Aoshi lo visito un tiempo una antigua compañera, Tomoe-san, una mujer muy guapa que había perdido hacía poco a su marido y que se encontraba muy triste. Aoshi veía sus intenciones, entendía que buscaba en él consuelo y calor, cuando habían sido adolescentes habían experimentado un poco en los artes amatorios, pero nunca hubo más sentimientos de su parte. Ahora le daba un poco de pena y se sentía identificado en la sensación de haber perdido algo.

Tomoe casi no hablaba, tomaban té y veían el cielo, Aoshi pensaba en Misao durante aquellas tardes, imaginándose que le llevaba el té y hablaba sin parar mirándolo de reojo a ver si lo hacía reír, contándole chistes absurdos.

¿Y si aquel día Misao no se había vuelto invisible y había muerto?, no, Aoshi aun recordaba el calor de su piel entre sus piernas aquel día en la carreta, aun recordaba la tibieza de su hombro cuando la había echado hacía atrás para que se apoyara en su pecho. Aquella había sido la última vez que la había tocado, pero no importaba, Aoshi lo recordaba, no había manera de olvidarlo, Misao estaba viva, pero por alguna razón había decidido morirse para él.

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Cuando empezó a entrar el invierno Misao supo que no podría ser invisible más tiempo, uno no podía ir por ahí desnudo cuando soplaba el aire, tendría que usar ropa y Aoshi volvería a verla.

A todo esto, ¿acaso se había dado cuenta él que había desaparecido?, solo para él, claro, oh bueno, ella creía que lo había logrado, tal vez Aoshi seguía notándola igual que siempre e igual que siempre no le hablaba por decisión propia. Había sido todo un proceso, aprender a pisar, aprender a respirar, eliminar los perfumes, jabones y enjuagues para no emitir olor, cuando incluso Saito no pudo sentirla supo que estaba lista para una misión.

La misión salió muy bien, aunque le habían dolido los pies de ir por ahí descalza, también estaba trabajando en eso, en hacer más dura su piel, en poder caminar sin zapatos en cualquier superficie, pero no creía que pudiera ganarle al frío, siempre había sido mala para termorregularse.

Desde que se había vuelto invisible había empezado con la meditación en serio y aquello le había dado un poco de paz, la suficiente para entender que Aoshi era un adulto que jamás la había visto de otra forma que como una niña que corría tras de él. Aquella mujer bonita tal vez se volvería su amante o algo así y estaba bien, Aoshi merecía un poco de felicidad.

Uno, dos, tres, debía recordar respirar, como un río, como el viento, como las hojas que se mecen en los árboles. Ratita a veces se hacía ovillo entre sus piernas, suponía que también ella había sido expulsada de su población, hecha a un lado lenta y silenciosamente a causa de la invisibilidad.

Misao tenía mucho dialogo interno, pero ya pocas veces hablaba, ya que había cometido la tontería de volverse invisible su meta se había fijado en ser la mejor espía de todos los tiempos.

Pero el otoño.

El otoño lo echaba a perder todo.

Con desgano observo las ramas de los árboles mecerse con la brisa, a su derecha noto que Aoshi caminaba por el pasillo, espalda recta, las manos dentro de las mangas de la yukata, ya solo lo miraba de reojo de vez en cuando, sabía que si miraba a Aoshi fijamente el giraba a verla, como si se sintiera observado, en verdad que era un shinobi sorprendente.

Por pura costumbre Misao desapareció cualquier energía de lucha, sin dejar de ver las hojas se preguntó hacía cuanto tiempo le había hablado por última vez, ¿tres meses? y justo ahí lo sintió y apenas alcanzó a quitarse antes de ser alcanzada por la mano de Aoshi quien había lanzado un zarpazo en su dirección.

Confundida siguió apoyada en el barandal con los ojos bien abiertos, no hizo ruido, no respiró, no nada y la expresión de Aoshi no cambió un ápice, como si lanzar zarpazos al aire fuera normal, quiso preguntarle si se encontraba bien, pero quien sabe por qué continuó callada, él volvió a cruzarse de brazos y siguió caminando sin inmutarse.

….

Llego el otoño y finalmente Misao tuvo que usar ropa, botitas de piel y un kimono que andaba por ahí flotando apretado con un montón de cintas rosas. A Ratita le confecciono su propio trajecito con moño rosa, para ir a juego.

Aoshi no hizo absolutamente ninguna expresión cuando la vio, ni el menor intento de hablarle, ningún cambio en su rostro, eso dejaba a Misao con una incógnita, ¿siempre había sabido que estaba ahí y simplemente la había ignorado?, muy triste, la verdad.

Ahora que era un kimono flotante ya no podía andar en las áreas públicas así que fue relegada a los trabajos interiores, ese otoño se la paso remendando y cosiendo en su cuarto, se volvió bastante buena con un poco de práctica.

Un día también se maquillo, solo porque le daba un poco de nostalgia ver su propia cara, lo cierto es que se picó un ojo con el delineador y al final había quedado como una horrorosa fantasma pero también con eso mejoro.

Un día se echó polvos negros en el cabello y estuvo duro y dale con el maquillaje hasta parecer una muñeca de porcelana, se río, ni siquiera en sus mejores momentos del pasado se veía así, pero la práctica hacía al maestro, con los ojos se rindió, eran dos huecos sin color así que se puso unos lentes negros que no le pegaban en nada y que la hicieron reír mucho, luego se puso guantes para que no pareciera que no tenía manos y salió ufana de la habitación, para su desconcierto Omasu le ofreció una silla en el restaurante como quien le ofrece el lugar a un ciego. Quiso decirle que era ella, reírse y decir que era una tonta, pero quien sabe por qué no le salió la voz.

Se quedó ahí viendo la mesa que se le antojaba opaca con los lentes oscuros, Omasu se fue diciendo que ya volvía, Misao se paró y salió al jardín. El estanque estaba brillante, algunas hojitas otoñales que caían y formaban surcos. Quién sabe por qué se le salieron las lágrimas y se preguntó si también esas serían invisibles.

En Diciembre Saito le comunicó a Misao que el científico había logrado que la ropa invisible se viera transparente y no, no era lo mismo, ahora se veía la silueta de la ropa, pero sin color. De ser invisible a ser transparente Misao prefería ser invisible, así podía ser una buena espía, aunque una chispita de esperanza latió en su pecho, tal vez aquel hombre podría curarla, quien sabe.

En nochebuena el restaurante estuvo llenísimo y Misao lavo platos hasta cerca de las 3 de la mañana, agotada subió las escaleras hasta su cuarto y soltó un ruidito de placer cuando se metió debajo de tres colchas, enseguida sintió como el sueño la alcanzaba.

―¿Dónde estabas?

Misao abrió los ojos, Aoshi estaba sentado frente a ella, se preguntó si estaba soñando o si a lo mejor ya era otro día, aunque apenas lo veía en la oscuridad.

―¿Aoshi-sama? ―Hacía tanto que no decía su nombre que lo sintió raro en la boca, pero él no se movió ni habló, ¿si era un sueño?, por si las dudas sacudió un poco la cabeza. Aoshi tenía la mirada fija sobre ella, tanto que por un momento pensó que podía verla.

―¿Aoshi-sama? ―Repitió con un poco de duda.

―Me preguntaba si me darías permiso de tocarte. ―Aoshi anunció de pronto, tan abrupto que Misao casi dio un bote.

―Eh… ―Debía ser un sueño―. Sí claro. ―Aoshi asintió levemente con la cabeza y extendió una mano con la palma hacía arriba, Misao tardó un momento en entender lo que quería y finalmente le tendió la mano, Aoshi se quedó quieto, solo con la mano de Misao entre la suya. Pasaron un par de segundos y Misao carraspeo empezando a creer que su mente no era capaz de producir un sueño tan extraño como ese.

―Quería cerciorarme. ―Aoshi declaró al tiempo que cerraba la mano sobre la muñeca de Misao con aire gentil.

―¿Cerciorarse de qué?

―¿Estas entrenando para mejorar tus habilidades?

―Lo intento. ―Como siempre que tenía que ver con sus habilidades y entrenamiento Misao se puso a la defensiva.

―Lo has hecho bien.

―¿En serio? ―Misao notó con pudor que su expresión había estado cargada de entusiasmo, Aoshi asintió con la cabeza y quedo en silencio, Misao recordó que su mano seguía encerrada en la suya, sintió que se le calentaban las mejillas y agradeció que él no pudiera verla.

―Lo has hecho tan bien que he tenido que venir a cerciorarme. ―Aoshi respiro hondo, miró alrededor en el cuarto, Misao estuvo a nada de decirle que era de mala educación fisgar en el cuarto de una señorita, pero a su edad Misao se preguntó si aquello seguía importando.

―¿Puedo? ―Aoshi adelantó la otra mano y la dejo flotando en el aire, esta vez Misao no entendió.

―¿Puede qué? ―Aoshi dio un tironcito a la mano que aún tenía apresada, Misao supuso que quería que avanzara más hacía él, aunque no quería dejar la calidez de sus sabanas―. Aoshi-sama hace mucho frío, es de noche, no entiendo qué está pasando y no sé si esto es un sueño.

―Sí, es confuso. ―Hasta entonces Aoshi pareció considerarlo―. Pero tenía que saber.

―¿Saber qué? ―Misao soltó su mano y se arrebujo de nuevo entre las colchas―. No sé qué quiere, pero puede sentarse aquí, está más calientito. ―Para su sorpresa Aoshi se movió hasta tenderse en el futon a su lado, sintió que se le iba el aire.

―¿Puedo?

―No entiendo… ―Vio la mano de Aoshi acercarse lentamente en el aire hasta posarse sobre su hombro, ese simple contacto provoco que el corazón le latiera dolorosamente contra las costillas, abrió la boca, sintió que salía vapor de ella, se preguntó si Aoshi podría verlo, pero él estaba ahí, girado de lado sobre el futón, el cabello oscuro cayendo suave por la almohada y los ojos más azules del mundo mirándola fijamente, como si pudiera de verdad verla.

La mano de Aoshi toco con dedos largos y finos su hombro, luego recorrió el brazo, entrelazó los dedos con los suyos y Misao sintió que todo en ella latía, que todo era rubor y titubeo, que por supuesto él podía escuchar su corazón.

―Yo tenía algunas dudas. ―Con el pulgar Aoshi acarició el dorso de su mano.

―¿Dudas? ―Quizás estaba repitiendo todo como un lorito, pero esta situación la sobrepasaba.

―Acerca de mi salud mental. ―Aoshi soltó su mano, Misao estuvo a punto de quejarse, pero Aoshi le tocó la cara, con el pulgar le acarició el labio inferior, Misao quiso gritar, ahí en la oscuridad, con esa persona que no la veía pero que la estaba viendo, la única persona en el mundo que aun podía verla fijo a los ojos―. Ven. ―Aoshi le pasó la otra mano por la espalda, la apegó a él, Misao se preguntó si acaso, si quizás él había tenido miedo de que desapareciera, si en verdad había desaparecido un tiempo para él.

―¿Aoshi-sama? ―Sus brazos delgados rodearon la espalda ancha de él y se encontró a si misma siendo un bultito en medio de sus brazos.

―¿Podrías no abandonarme de nuevo?, ―la voz de Aoshi fue gentil, como cuando ambos eran niños, como cuando volaban cometas―, no soy la mejor persona para pedirlo…

―No. No lo hare de nuevo Aoshi-sama. ―Se sintió culpable de hacer que un hombre como él se preocupara, de hacer que el hombre que amaba se sintiera inestable acerca de su propia mente, de causarle dolor al hombre que quería. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

―Bien. ―La voz de Aoshi fue la misma de siempre, un poco fría, pero la apretó un poco más contra él, como si quisiera que aquella tibieza nunca se fuera.

―Lamento haberme hecho invisible Aoshi-sama.

―No pasa nada. ―Tres palabras que la llenaban de calma y tranquilidad, soltó un suspiro, estrechó sus brazos contra su espalda y pegó más la cabeza a su pecho. Luego, envuelta en la calma de Aoshi se quedó dormida.

Cuando despertó empezaba a clarear, por un momento no supo dónde estaba, como en esos sueños extraños en los que parece que nada tiene sentido. Aoshi estaba ahí, dormido frente a ella, pero que recordara nunca había visto a Aoshi dormido desde que había vuelto al Aoiya, ni siquiera cuando se recuperaba de la pelea con Shishio, jamás.

Por cierto, la pierna de Aoshi estaba entre sus piernas, ella estaba sentada sobre su pierna, no lo veía pero lo sentía, la yukata de dormir arremangada, la pierna de Aoshi entre las suyas, el brazo de Aoshi pesado y masculino sobre su cintura y ellos dos tan cerca que sentía su respiración en el rostro.

Bien, iba a desmayarse.

―Aoshi-sa… ―El abrió los ojos, como si en realidad no estuviera durmiendo y al adelantar el rostro sus labios se unieron, Misao intentó quitarse aturdida, pero él sujetó su cabeza con ambas manos y la besó tan dura y apasionadamente que pensó que iba a morirse, ahí, de un beso demasiado caliente, sus piernas se apretaron contra la pierna de él y lo agarró de la ropa porque de caso contrario iba a arañarlo.

―¿Misao? ―La puerta se abrió y apareció Omasu, en cuanto vio a Aoshi dio un paso atrás y carraspeó―. ¿E-esta Misao aquí?

―No. ―Era un cínico.

―Y usted está aquí porque…

―Quería cerciorarme.

―Ah… ―Omasu lo miró con pena―. Ella no se está escondiendo porque quiera lastimarlo.

―Lo sé.

―Bueno, seguiré buscando, pero esperarla acostado en su futon va a hacer que la pobre se desmaye. ―Omasu negó con la cabeza y salió cerrando la puerta, pasados unos segundos Aoshi giró la mirada justo a los ojos de Misao.

―¿Estas desmayada?

―No. ―Misao se río bajito, claro que enseguida tuvo que ahogar un gemido cuando él volvió a besarla y su cuerpo se arqueó hacía él, después de todo había unas cuantas ventajas en ser invisible.

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Notas de okashira janet: Éste fanfic nació del especial anual de Halloween Misao-Aoshi que éste año escribí demasiado pronto (risas). Pensando que ya había hecho a Misao mujer-lobo, que ya habíamos tenido fantasmas, encuentros con el vudú, brujos, fiestas de Halloween pensé, ¿qué monstruo clásico me falta? Y recordé al "hombre invisible" si soy sincera el libro retrata bastante bien todos los inconvenientes de ser invisible así que Misao también la pasó mal.

¿Qué más?, acabo de terminar los exámenes del segundo semestre de la maestría así que me siento relajada después de un tiempo de mucho estrés. También espero con muchas ansias la segunda temporada del nuevo anime de Rurouni Kenshin, ¿no creen que éste Kenshin más apegado al manga es mucho más divertido? (ya me dieron ganas de verme todo de nuevo).

A ti que llegaste hasta acá, muchas gracias por leer.

22/08/2024 jueves.