Nota: No soy dueña de Kimetsu no yaiba, toda su autoría a Koyoharu Gotōge.
10
Para cuando salieron de la casa de Tamayo y Yushiro, los últimos rayos del sol ya se estaban despidiendo.
Esperaba escuchar en cualquier momento la voz de sus cuervos anunciando una nueva misión, pero aquello no sucedió.
Fue idea de Sabito que buscasen un lugar donde cenar y él lo siguió.
Nunca esperó que la conversación que tendría con Tamayo y con Yushiro le dejase con un sentimiento tan amargo y más cuando había conseguido que colaboraran con ellos.
Tamayo les había dado unos viales que debían rellenar con la sangre de los demonios que matasen. Cuanto más fuertes y más rango tuviesen, más células de Kibutsuji poseería y más efectivo sería el veneno que desarrollase. Cada vez que completasen uno, un mensajero aparecería para hacérselo llegar a Tamayo.
Sabito y él terminaron comiendo soba sentados el uno frente al otro en una mesa de un pequeño local. A aquellas horas ellos eran los únicos clientes.
Sabito ya llevaba tres platos, mientras él todavía iba por el primero.
— Sé que no he tenido la mejor actitud, pero gracias por dejarme acompañarte. Gracias por habérmelo contado todo.
Las palabras de Sabito hicieron que se atragantase. Tosió violentamente y escupió en el plato la comida que se le había atascado en la garganta. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Sabito le ofreció un vaso de agua. Dio un par de sorbos pequeños y después dijo:
— Te he puesto en peligro… Has escuchado a Tamayo, si esta información llega a Muzan Kibutsuji nos perseguirá para convertirnos en demonios… No debí contarte más allá del demonio de la selección… Lo siento.
Ni siquiera se había parado a pensar en que sus recuerdos podrían volverse en contra de él y ayudar a Muzan a sobrevivir. Si por un casual se enfrentase a un demonio que pudiese leer su mente sería el final.
Sabito le agarró una de las manos.
— Habría sido mucho más duro para mí no saberlo. No podría soportar verte tan triste sin saber que te ocurre ni como ayudarte. — Hizo una pausa. — Siempre he pensado que tiene que ser muy duro venir de un mundo sin demonios para volver a combatirlos.
Se mordió la lengua. Él era quién había suplicado una oportunidad para volver a ver a Sabito. Ese debía ser el precio a pagar.
— Por eso. — continuó Sabito. — Déjame compartir esa carga contigo. Déjame aliviarla de alguna forma.
El bueno de Sabito nunca abandonaba a nadie, aunque eso pudiese costarle la vida. ¿No era eso lo que más le gustaba de él?
Sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas y sin que pudiese contenerlas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.
— ¡Ey, Giyuu! Un hombre no debe llorar con tanta facilidad. — lo regañó Sabito, pero no hubo severidad en su voz. Lo había escuchado otras veces ser mucho más duro con él, sobretodo los primeros meses que se conocieron. No había noche que no pudiese dejar de sollozar por su hermana.
Se sacó un pañuelo del haori y se apresuró a secarse las lágrimas. Sabito le soltó la mano, lo escuchó levantarse de su asiento.
Sintió unos brazos rodear sus hombros y atraerlo hacia un abrazo. Apoyó la frente contra el cuello de Sabito.
Aquello lo confortó. Le hizo acordarse de un viejo recuerdo donde Sabito le confesaba que no le gustaba verlo llorar, pero le resultaba aún más insoportable que se lo ocultase. Casi una década había pasado para él.
— No te vayas a quedar dormido que te conozco. — le susurró Sabito.
Se apartó con brusquedad causando que Sabito se riese.
Era cierto que estaba cansado debido a todo el estrés que le había generado la conversación con Tamayo y que la noche anterior no había dormido bien. Necesitaba una siesta.
Al terminar de cenar siguieron sin noticias de sus cuervos, por lo que decidieron regresar al hostal. Tal vez los despertasen a mitad de la noche con alguna misión, pero para entonces ya habrían descansado lo suficiente.
Mientras caminaban en silencio por las calles se dio cuenta de que aquel sentimiento amargo con el que había salido de la casa de Tamayo había desaparecido.
Sintió una punzada de culpabilidad. Sabito siempre estaba para él, pero ¿Él estaba siempre para Sabito?
— ¿Buscaremos al demonio de Takayama?
La última vez Giyuu le había asegurado que en cuanto le entregasen sus espadas irían a buscarla. Sin embargo, allí estaban en Murayama porque reunirse con Tamayo lo antes posible había sido más importante que comenzar a buscar al demonio que tantas noches de sueño le estaba robando a Sabito.
Sabito frunció el ceño.
— Ya has escuchado a los cuervos. Con los datos que tenemos es casi imposible localizarla, si es que no la ha matado ya otro cazador. Es una pérdida de tiempo buscarla.
— Tal vez no. Podríamos tratar de buscarla como estábamos haciendo con Tamayo. No interferiría con nuestro trabajo como cazadores. Tarde o temprano volverá a su preferencia de víctima es lo que hacen los demonios y si es ella la reconoceremos por su arte demoníaca.
Sabito se quedó en silencio pensativo.
— Esta vez. — dijo Sabito. — Siempre nos quedaremos con un cuervo, por si la misión se complica y tenemos que pedir ayuda y el otro solo cubrirá una distancia que nosotros podamos alcanzar en medio día. De nada nos servirá encontrarla en Asahikawa si estamos en Tokio.
— Si no la han matado todavía la terminaremos encontrando nosotros.
Notó a Sabito más animado.
Japón era grande y tal vez no la encontrasen nunca, pero no perdían nada por intentarlo.
Se tiró encima de la cama nada más llegar a su habitación del hostal.
Fue Sabito quien se quedó dormido primero, mientras que a él parecía que aquella noche le había agarrado el insomnio.
Volvió a repasar la conversación que había tenido con Tamayo. Cumpliría lo que le había pedido de mantener aquella información solo entre ellos cuatro, con exponer a Sabito al peligro ya había suficiente. Aunque si había algunos datos que necesitaba compartir con el patrón de la compañía, Kagaya Ubuyashiki.
Tal vez no sirviesen de nada y había alterado el futuro de tal forma que esta vez no sucederían, pero necesitaba contarle todo lo que sabía sobre las lunas.
De la primera superior no recordaba ninguna fecha de ataque en específico. Si hubiese sabido que aquello iba a ocurrirle habría tratado de poner más atención. Era la que más daño causaba a la cofradía y siempre solía dejar bajas de más de cincuenta cazadores.
De la segunda superior recordaba que había matado al pilar de las flores cuando él tenía 17 años y que aquello había sucedido por otoño. El mes y el día específicos no sé acordaba.
De la tercera superior recordaba perfectamente la fecha en la que había matado a Kyojuro Rengoku. Si tenía ataques anteriores no los conocía y lo mismo le ocurría con la cuarta y la quinta superiores, de ellas solo podía poner fecha a cuando atacaron la villa de los herreros. Ni siquiera sabía si esta vez sucedería.
Ningún cazador que se enfrentaba a una luna superior solía vivir para contarlo. El único que dejaba marca era la primera superior por la cantidad de cazadores que mataba.
El caso de la sexta superior era el más fiable, el pilar del sonido la había localizado en el distrito de Yoshiwara en Tokio. Allí la encontrarían dentro de siete años, si es que no estaba ya.
Con respeto a las lunas inferiores le compartiría todo lo que sabía de las que conocía, siempre estaban cambiando posiciones y él solo sabía de dos primeras, una segunda, una quinta y cuatro sextas.
Esperaba que el patrón supiese utilizar aquella información más sabiamente que él.
También conocía un ataque en específico de Muzan. El que había perpetrado contra la familia Kamado, pero aquella información sin el veneno de Tamayo solo serviría para que acabase con todos los cazademonios.
La sola idea de volver a enfrentarse a Muzan le causaba terror. Un sentimiento que había desarrollado en la batalla contra él. Solo de recordarla todo su cuerpo volvía a dolerle y se sentía tan agotado como entonces.
Volvería a enfrentarlo sin dudarlo.
Su corazón se llenó de calidez al recordar las palabras que Sabito le había dicho esa noche. No necesitaba que compartiese aquella carga, conque se quedase junto a él era suficiente.
