Todo de mí

Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude

Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.


Capítulo 27 — Algo, y…


Seda fluyendo. Tela blanca que caía sobre las siluetas que aguardaban, hilo tras hilo cosidos cuidadosamente, con las esperanzas de ser utilizados bajo los reflectores durante su ilustre día. Cada vestido, una realización de incontables formas, un recipiente de promesas que no merecía sino la perfección para aquella mujer que se deslizara dentro de la fábrica. Mangas con encajes o sin mangas; seda o satín. Corte A, ajustado o vestido de gala. Una medida para a escote en forma de corazón, otro para corte imperial, pronunciado, alongado, redondo o recto. Insistente a cada diseño incesante, las horas iban pasando lentamente desde los primeros rayos del amanecer, y aun así, florecían las posibilidades.

De nuevo, la costurera iba de allá para acá. Llevaba la cinta de medir enrollada alrededor de su dedo, murmurando algunos números entre dientes. Sus asistentes retiraron dos vestidos más del vestidor. La eventual novia se quedaba de pie, ofreciendo un asentimiento para ellas mientras le mostraban la siguiente fila de vestidos de prueba. Mientras nadie miraba, no podía evitar soltar un suspiro silencioso. Probarse vestidos de novia era mucho más exhaustivo de lo que pensaba. Las muchas variaciones que Ichika vio con sus propios ojos adornadas de blanco comenzaban a volverse un borrón en su memoria. Tanto así, que estar parada aquí sin nada excepto su ropa interior del color de la piel desnuda parecía más cómodo que cualquier otro vestido que se hubiera probado.

– ¿Quieres reservar otra cita? – le preguntó la costurera, mientras sostenía un vestido de estilo sirena, notando lo lejos que la tela llegaba arrastrándose por el suelo.

– Es una posibilidad. – dijo Ichika. – Pero me sentiría terrible por quitarte más de tu tiempo. En verdad lo siento, esto es muy nuevo para todas nosotras.

– No te agobies; todo está bien. De hecho, es un honor para nosotras poder personalizar un vestido para alguien tan joven y famosa. – La costurera puso un velo sobre la cabeza de Ichika, permitiéndose un par de segundos de silencio para visualizar a la futura novia. – ¡Sólo mírate, cariño! Te ves positivamente hermosa en cualquier combinación imaginable. Yo no me conformaría con cualquier cosa si fuera tú. No, no, no, tiene que ser perfecto.

Ichika se rio. – Me halagas, gracias. Ya tengo algunos vestidos en mente, pero bueno… se vuelve algo complicado cuando hay tantas y diferentes… – miró hacia un lado, hacia el sofá en medio de la boutique. – …opiniones.

Esparcidas por las cuatro esquinas de la boutique, y atentas a cada parte del proceso, se encontraban sus cuatro hermanas.

Yotsuba estaba inclinada al frente, con las palmas de sus manos sujetándose las mejillas mientras miraba con estrellitas en los ojos. – ¡Bueno, creo que ese último se le ve increíble! – exclamó.

– Eso es lo que has estado diciendo de todos los vestidos. – replicó Nino. La segunda hermana estaba mirando cuidadosamente un estante cercano, acariciando los dedos suavemente en la tela de un vestido. – Votar "sí" a cada opción no nos ayuda con nada.

– No lo puedo evitar. – Yotsuba se encogió de hombros. – No tengo ni la más mínima idea de nada sobre bodas de estilo occidental. Todos se ven increíbles; no creo que te vaya mal con ninguno de ellos.

– Entonces permíteme ser quien te eduque, querida hermana. Ahora, primero lo primero, debes siempre tener en mente el tema. Su boda será de un estilo clásico-moderno, así que tienes que pensar cómo se le ajusta a la novia. Nosotras somos sus hermanas, así que sabemos mejor que nadie qué estilo le queda mejor.

– ¡Whoa! – dijo Yotsuba, ofreciendo algunos aplausos. – De verdad sabes mucho de esto, Nino.

La segunda hermana se agitó los mechones de su cabello, con una sonrisa de complacencia delineando sus labios. – Bueno, yo siempre he soñado que mi propia boda también debería…

– Actúas como si no hubieras estado simplemente revisando artículos anoche. – interrumpió Miku.

Nino le lanzó una mirada fulminante. – Tú cállate, Miku. No es como que lo que dije estuviera equivocado. Ahora, ¿en dónde estaba? Oh, sí. Para nuestra Ichika, ¡tiene que ser este! – Presentó orgullosamente un vestido de novia estilo sirena, cuya larga y sedosa longitud se ensanchaba hasta formar un amplio escote desde la mitad del muslo. El escote con hombros desnudos era bajo y no se veían los tirantes, lo que permitía que la tela se ajustara firmemente a las curvas de la novia a través de cada tramo presente. Glamoroso, llamativo y con el toque justo de sensualidad.

– ¿Ehh? ¿No te parece que ese es demasiado revelador? – intervino Itsuki, trayendo otro vestido con ella.

– ¿Y desde cuándo eso ha sido un problema para Ichika? ¡Prácticamente es su trabajo ser una exhibicionista!

– Un momento, un momento… – Ichika se les acercó, arqueando una ceja. – ¿Qué clase de ideas te has hecho sobre mí, Nino?

Todas las demás la ignoraron.

– Quiero decir, no estoy diciendo que sea un problema. – continuó Itsuki. – Sólo que me parece que la temática es más del clásico tradicional occidental, más que el clásico moderno. Y también, ¿qué significa "clásico moderno" de todos modos? Si realmente queremos que Ichika destaque en su día especial, entonces tiene que ser algo diferente de su estilo usual. Por eso, algo como esto parece mejor. – Itsuki les mostró un vestido más de gala, cuya falda larga y en capas se balanceaba suavemente al ritmo de los movimientos de la quinta hermana. El corpiño delgado se inclinaba un poco más que los vestidos habituales antes de ensancharse hasta la falda más ancha, lo que acentuaría la cintura de la novia. Atemporal y elegante.

– ¡Ohh! Este también me gusta, Itsuki. – se incluyó Yotsuba. – Parece salido directo de un cuento de hadas.

– ¿Verdad? Jamás podría olvidarme si viera a Ichika caminar hacia el altar vestida así. Tendríamos que tener a alguien en espera que le recoja la mandíbula a Uesugi-kun del suelo.

– Entiendo a dónde quieres llegar… – empezó a decir Nino – … pero todavía creo que…

– Umm, si me permiten dar algunos comentarios. – dijo Miku. – Yo diría que los accesorios son tan importantes como el mismo vestido. Apenas hemos revisado por encima los diferentes velos y las joyas.

Nino cruzó los brazos. – Miku tiene un buen punto… y también están los zapatos. Pero de cualquier manera, deberíamos decidir con esos después de escoger el vestido. Los accesorios deberían complementar el vestido.

– Yo creo que es al contrario. Con la combinación correcta, creo que es posible crear algo verdaderamente único. Miren aquí. – Miku se puso a deslizar algunas páginas web en su teléfono. – ¿Ven cómo los ojos normalmente se ven atraídos hacia el tocado de la cabeza, antes del vestido? Así se puede convertir algo relativamente simplón en algo aún más hermoso. Podría incluso añadir un toque moderno a los accesorios de estilo Shinto, como este sujetador de cabello. – Miku sostuvo un ornamento para cabello kanzashi, un collar de perlas y unos aretes de flores blancas para colocar en la oreja de la novia. – Creo que esto iría bien con el peinado de Ichika. Si emparejamos eso con un vestido simple, pero que le favorezca a su figura como éste, y tal vez… – Miku cogió un vestido de corte A, adornado con elegantes láminas blancas desde el escote hasta el dobladillo. Las mangas color marfil se deslizaban por los hombros para embellecer la pálida piel de la futura novia, ya que cada parte de ella sería tan radiante como los tonos de blanco. Sutil, encantador y favorecedor sin parecer demasiado sencillo.

– ¿Huh? ¿Estilo Shinto? – Nino levantó una ceja. – ¡Eso arruinaría todo el tema! Si intentáramos reinventar el vestido, estaríamos aquí todo el día…

– Sólo era un ejemplo. No tiene que ser obligatorio.

– Oh cielos, eso de verdad se ve hermoso… – dijo Itsuki, admirando los delicados detalles del accesorio. – Puedo ver cómo podría funcionar. Pero estoy de acuerdo con Nino, creo que ya es un poco tarde para traer elementos diferentes así. En lo que a planear la boda se refiere, estamos muy presionadas y desesperadas por tiempo, y aún hay un montón de cosas que Ichika tiene que hacer.

– Bueno, de cualquier manera. – dijo Ichika, estirando sus palabras en un largo bostezo en el medio. – Deberíamos enfocarnos en sólo uno, tal vez dos, creo. Aparte… – Se escondió entre los dobleces de las cortinas en el vestidor, como si estuviese bajo unas cálidas mantas en su cama, y sus ojos lentamente empezaron a cerrarse. – Me está dando algo de sueño estar aquí parada. Cuando vuelva a casa, me iré directo a la cama.

– Oh, ¿acaso a alguien le está afectando un poco el jet lag? – Nino cruzó los brazos sobre su pecho, retorciendo los labios mientras miraba a su hermana. – Ya esto deberíamos haberlo hecho hace mucho tiempo, Ichika.

– Es cierto. ¿A quién fue que se le ocurrió irse en un viaje de negocios, apenas a tres meses de la fecha de su boda? – la regañó Itsuki, señalando con un dedo a la mayor, que se hundió un poco más detrás de las cortinas. – ¡Tú deberías ser la que esté más estresada con todo esto, Ichika!"

Miku asintió. – Es realmente impresionante lo relajada que estás con todo esto.

– Ya lo sé, ya lo sé. Lo siento, chicas. Realmente aprecio toda su ayuda. – Ichika tuvo que tapar otro bostezo. – Vamos a probar otro vestido. Ahora, ¿cuál debería…?

– Éste. – dijeron las tres hermanas al unísono, cada una de ellas sosteniendo un vestido específico, y luego al mirarse entre ellas volaron chispas entre sus miradas.

– Ya veo que seguimos sin hacer ningún progreso…

– Chicas… – Nino gruñó mientras alternaba miradas entre ambas hermanas. – ¿Todavía seguimos teniendo problemas con esto? No debería ser así de difícil.

– Bueno, ya hemos probado muchos, pero ninguno de este estilo. – replicó Itsuki. – Quizás debimos tomar fotografías antes para poder comparar. Además, estoy segura que ya probamos varios del estilo que tú has estado recomendando.

– Es porque es el estilo que mejor le va a Ichika. ¡Ustedes dos sólo están sugiriendo cosas que vayan acorde con sus propios gustos! – espetó Nino. – Apuesto a que están utilizando a Ichika para imaginarse ustedes mismas en esos vestidos.

Las dos hermanas retrocedieron. – Eso no… es del todo cierto. – dijo Itsuki, intercambiando miradas entre sus hermanas y el vestido de gala.

– No es que a mí me importe, particularmente. – Ichika se encogió de hombros con indiferencia.

– A mí eso me suena a que te estás proyectando, Nino. – replicó Miku. – Tú has sido la que más se ha puesto insistente desde que llegamos aquí. Ahora que lo pienso, la mayor parte de las sugerencias las has hecho tú.

– ¿Huh? ¿Yo? ¿Proyectándome? – dijo Nino, cuya mirada nerviosa que se desviaba no coincidía con la inocencia de sus palabras. – Ese no es el punto. Como sea, no vamos a llegar a ninguna parte a este paso. ¡Oh, Yotsuba! ¡Ayúdanos aquí con algo!

– No evadas el tema.

– ¿Tú crees que…? – Se voltearon hacia el sofá de la boutique, pero el mueble estaba totalmente vacío. – ¿Huh? ¿A dónde se fue?

Las cuatro hermanas restantes miraron por todas las esquinas de la boutique, tratando de darle sentido a los últimos minutos que se pasaron peleando y discutiendo. En ese tiempo, se dieron cuenta que la costurera estaba ausente, y sólo se oían los pasos revueltos de las asistentes de la tienda en el fondo, una de las cuales estaba trepada en una pequeña escalera, cogiendo un vestido de bodas diferente de uno de los estantes más altos de la tienda.

– Allá está. – Miku señaló hacia la esquina más lejana de la tienda. – ¡Hey, Yotsuba! ¿Qué estás haciendo allá?

Como si la despertaran mientras soñaba despierta, la cuarta hermana se giró hacia sus hermanas. Sus dedos sujetaban tímidamente una diadema floral en su cabeza. La guirnalda estaba formada con rosas blancas y botones en medio de hojas de yedra verdes, ofreciendo una sensación de fragilidad e inocencia para la novia ruborizada. Junto a ella, la costurera había empezado a enderezarse, sacando algunos centímetros más de su cinta de medir.

– ¿Hmm? ¿Me llamaron? – dijo Yotsuba, cuyas palabras todavía residían en alguna parte de la fantasía del espejo.

– ¿Qué estás haciendo allá? – preguntó Ichika.

– Lo siento, sólo estaba probándome esto, ya que se veía realmente bonito. – Yotsuba sonrió tímidamente, rascándose detrás de la cabeza. – Todas ustedes estaban hablando de cosas que nos gustaría llevar en nuestras propias bodas algún día, y entonces Eido-san se me acercó y me preguntó si…

– Levanta los brazos un poco más, querida. – le interrumpió la costurera, envolviendo la cinta de medir alrededor de las caderas de la cuarta hermana. Murmuró unos cuantos números de nuevo, y asintió.

– Yotsuba… – suspiró Nino. – Estábamos hablando de esto. Estamos aquí para ayudar a Ichika. ¿Por qué estás probándote algo tú misma y quitándole más tiempo a Eido-san?

– ¡No, no es eso! Sólo tenía curiosidad y estaba pensando… ya saben, nosotras cinco, ya que somos quintillizas y todo eso, y como tenemos la misma cara, tal vez podríamos probarnos cada una nuestros propios vestidos y ver cuál le quedaría mejor. ¡Para ayudar a Ichika, por supuesto! Y bueno, yo… tenía un poco de curiosidad de lo que me gustaría también.

Entre las otras cuatro hermanas, hubo una larga pausa. La realización les golpeó muy tarde a todas.

– ¡Creo que es una idea brillante! – exclamó Eido, la costurera. – Honestamente, no sé por qué no pensé en eso antes, luego de que ustedes cinco entraron a la tienda.

– Lo mismo para nosotras… – dijo Ichika con una risita. – Podríamos haber hecho las cosas cinco veces más rápido.

– ¡Todas tienen la misma cara, la misma estatura, y prácticamente las mismas medidas! Nunca he tenido clientas como ustedes antes. – Eido miró hacia la cinta de medir, donde marcaba con la uña el número que repetía en su cabeza. – Aunque, la única diferencia es que una de ustedes tiene notablemente más grande el…

– ¡No hace falta que lo diga! – interrumpieron simultáneamente Ichika y Yotsuba.

La costurera se encogió de hombros divertida, y le entregó a Yotsuba el vestido que su asistente había cogido. – Ahora, Yotsuba, ¿verdad? Intenta ponerte este. Machi-chan te ayudará si lo necesitas. No llevas ningún maquillaje, ¿verdad?

– No, claro que no.

– Maravilloso. Ahora, para el resto de ustedes, señoritas… – La costurera volvió a desenrollar su cinta de medir, mirando a las tres hermanas sonrojadas. – ¿Quién quisiera ser la siguiente? Hmm… tú, la de cabello largo y rizado, parece que te gusta mucho ese vestido que tienes. Vamos a ponértelo, ¿podrías quitarte las gafas?

– ¡¿Y-y-yo?! – Itsuki retrajo los brazos y apretó el vestido que eligió contra su pecho. – Quiere decir, ¿probarme un vestido de novia? N-no lo sé, quiero decir, el resto sólo vinimos aquí para ayudar.

– ¡Tonterías! Las cinco son igualmente hermosas por su cuenta. ¡Esto será muy rápido! – El chasqueo de la cinta de medir de la costurera sonaba como si fuese una especie de látigo, y cada paso que se acercaba hacía que Itsuki retrocediera un paso ella misma. – ¿Puedes empezar por quitarte ese abrigo? No, mejor aún, quítate todo excepto la ropa interior.

– N-n-no creo que… especialmente yo en particular… necesite… – Itsuki se echó atrás, apretándose los brazos sobre la superficie de su estómago. El rojo vivo se acumuló en sus mejillas mientras sus ojos veían los números en la cinta, incrementándose más y más al dejar que su imaginación volara. – Quiero decir, no hace falta ir tan lejos como para que todas…

Itsuki vio un breve resplandor en los ojos de la costurera, como si la idea ya estuviese decidida, como si el espacio abierto de la boutique de repente se hubiese cerrado hasta dejarles sólo una esquina, y ella no tuvo ni oportunidad de rehusarse. Por el toque suave de los brazos de su hermana mayor que ahora le rodeaban sus hombros, Itsuki sabía que ya estaba totalmente capturada.

– Sinceramente aprecio tu ayuda, Itsuki-chan. – sonrió Ichika, y como si percibiera el miedo que rodeaba a sus hermanas muy cerca, se giró felizmente hacia ellas. – ¿Puedo contar con la ayuda de ustedes dos también? ¿Miku? ¿Nino? No tenemos tiempo que perder.

Igual que su hermana, Miku dudó. Cada parte de ella, desde sus pasos, gestos y expresiones, y su tartamudeo, estaban dando el más rápido "No" que pudo decir. Cada parte de ella, excepto sus palabras. Y esos preciosos segundos desperdiciados fueron suficientes para que su hermana junto a ella la agarrara del brazo y recitara con un resoplido. – ¡Ah, qué diablos! ¡Lo haremos! Yo seré la siguiente.

– ¡¿H-Huh?! – Miku volteó la mirada hacia su segunda hermana. – ¡¿Nino?!

Había un resplandor en los ojos de Nino cuando se volteó para ver a Miku, y las palabras apenas disfrazaban el renovado entusiasmo de la segunda hermana. – Vamos, Miku. Estamos aquí para ayudar a Ichika. Supongo que tendremos que probarnos algunos vestidos. Ayúdame a ponérmelo, ¿quieres?

– Nino… – Miku entrecerró los ojos. – No estás engañando a nadie; sólo querías probarte tú misma los vestidos. Después de todo lo que dijiste antes sobre…

– ¡Maravilloso! – La costurera juntó sus manos. – Aunque, no tenemos suficientes vestidores para ustedes, así que tendremos que hacerlo aquí. Chii-chan, ¿puedes por favor ir por las cortinas?

En esos minutos, la boutique había sido envuelta en el flujo de una tela blanca. Una disonancia de novias sonrojadas, siendo medidas, observadas, y repitiendo una y otra vez hasta que algo similar a una inspiración se despertaba entre los reflejos tanto dentro como fuera de los espejos. Tacones resonaban por el piso mientras las hermanas cambiaban de zapatos, y cada accesorio por su parte se incrustaba en el cabello de la nueva novia, o se colocaba en su muñeca. Cada momento que pasaban en vanidad o en vano, uno por uno, las inspiraciones interminables flotaban como una ola de vestidos de novia, aquí y allá. La costurera trabajaba sin descanso, moviéndose con destreza de una hermana a otra, produciendo las visiones más extravagantes de sí misma, de las cuales ni ellas mismas eran conscientes.

Finalmente, Ichika se decidió por un vestido. Tal como pensó al inicio, su decisión de mayor confianza estaba en uno de los vestidos que se había probado al inicio, pero parecía un desperdicio elegir tan rápidamente. Las asistentes se lo habían llevado a la trastienda, seguidas de la costurera para colocarle los toques finales.

– Danos un momento. – le dijo Eido tras salir del piso principal. – Queremos estar seguras de que todo se verá absolutamente perfecto con tu vestido. No nos tardaremos mucho.

– ¿Podrán tenerlo listo todo hoy mismo? – preguntó Ichika.

– Sólo algunas alteraciones, pero tendremos el vestido completo listo en unas cuantas semanas. Por ahora, ¿por qué no eligen el resto de sus complementos?

Ichika, la futura novia, estaba sentada sobre un banquillo con pedestal. La seda blanca de su vestido quedaba suspendida en el aire debajo de sus pies descalzos. Se levantó su falda, permitiéndole a sus hermanas colocarle el primero de sus zapatos de boda. Unos tacones de arco alto, plancos y perlinos del tono más puro que el cuero patentado podía presentar, desde los talones hasta la punta. Unos diminutos cristales embellecían los delgados cordones, irradiando confianza en la longitud de sus piernas.

Se puso a darle vueltas despacio a su tobillo, admirando la elegancia del delgado tacón, y lo deslumbrantes que se veían los cristales debajo de la luz. – Tenías razón, Nino. – dijo satisfecha la hermana mayor. – ¡Este par se ve absolutamente perfecto! Creo que ya tenemos nuestros zapatos ganadores.

– ¡Por supuesto! – dijo su hermana muy complacida, descansando las puntas de sus dedos sobre un pecho pronunciado. – Te conozco, Ichika, e incluso si eligieras un nuevo vestido, estos zapatos fueron hechos para ti. – Nino cruzó suavemente sus brazos, teniendo cuidado de no frotar las mangas con encajes de su propio vestido de prueba demasiado fuerte. Ella llevaba la otra mitad del par, y ambas hermanas se quedaron mirando lo perfectos que les quedaban a ambos con sus propios vestidos. Una sonrisa de satisfacción se extendió por toda la cara de Nino mientras continuaba. – De hecho, incluso yo elegiría los mismos para mi propia boda. Agradéceme que te estoy dejando llevarlos primero.

– Eso no hace falta decirlo. – se rio Ichika.

– Hey, Ichika, escucha… – Nino soltó un suspiro muy largo. – Yo… sólo quería decirte… felicidades. Por casarte.

– ¿Hm? – Ichika esperó un momento. – ¡Oh! Gracias, Nino. Lo siento, parecía que ibas a decir algo más que sólo eso.

La segunda hermana se quedó pensativa, ordenando los trozos de los pensamientos que tenía en su cabeza que parecían sólo salir a la superficie cuando miró a su hermana y los vestigios de una futura novia. De nuevo, suspiró. – Lo siento. No puedo dejar de recordar cosas como ésta a veces. Fue algo muy tonto, ¿sabes? Cada vez que pienso en retrospectiva, no puedo evitar querer gritarme a mí misma en el pasado por aferrarme tanto a las cosas. Es estúpido, y yo misma fui estúpida. Como sea, te ves increíble, y ese idiota, Fuu-kun, más le vale que aprecie todos los problemas que has tenido que pasar. Si no lo hace, yo misma se lo haré entender. – Nino se detuvo a sí misma. – Perdón, estoy diciendo cosas en voz alta sin pensar. El punto es, todo lo que quería decir es, felicidades.

Ichika sonrió. Le puso una mano sobre el hombro a su hermana. – Gracias, Nino. Tampoco tú estás sola en eso; yo también sigo pensando en todo lo que pasó y recordando lo tonto que fue todo. Fue embarazoso. Y yo… bueno, supongo que fui la más tonta de todas nosotras.

– Oh, no, no te voy a entregar ese título tan fácilmente. – sonrió Nino. – Puede que tú siempre hayas sido la que siempre está adelante, pero deberías saber que hay cosas en las que no me voy a rendir.

– Entonces, supongo que ambas somos muy tontas, ¿verdad?

– Supongo que sí.

Ambas se rieron, y ambas admiraron los zapatos en el espejo. Ambas dieron pasos sincronizados en el espejo y dieron la vuelta a sus tacones en ángulos sincronizados. – Sí. – dijo Nino. – Estos definitivamente fueron hechos para ti. – Se desabrochó cuidadosamente su tacón, y se arrodilló para ponérselo a su hermana en el pie.

Ichika circundó por el espacio alrededor de ella, sonando con confianza con cada paso. – Son perfectos. Realmente soy muy afortunada de tenerte aquí conmigo, Nino. Realmente tienes el mejor ojo para este tipo de cosas.

Nino asintió, como si las palabras ocuparan todo el espacio dentro de su cabeza. – Sólo lo mejor para mi hermana. Este par es nuevo, apenas fue lanzado este año por la etiqueta, y no muchas tienen…

– Ichika, ¿podrías bajar un poco la cabeza? – interrumpió Miku, situándose entre ambas hermanas. Se puso a guiar la cabeza de la futura novia, apartando los mechones de su cabello corto mientras colocaba cuidadosamente un ornamento para el cabello junto a la oreja izquierda de Ichika. Miku se tomó un par de segundos para amarrar el cabello en unas trenzas cortas, con un listón azul y blanco entrelazados entre sí, y cuando quedó satisfecha, se giró hacia su hermana en el espejo. – Bien, ¿qué tal luce?

Debajo de su cabello levantado había una serie de hojas color marfil, perlas y cristales de color azur, incrustados en un accesorio de peineta para novias colocada en un lado de su cabeza. Las delicadas hojas se reunían cerca de la parte de atrás de su cabeza y junto a su oreja, como el borde parcial de una corona floral, y el blanco plateado transicionaba sin esfuerzo entre el tono rosa claro de su cabello. Hacia el centro de la peineta, había un montón de cristales azures, colocados en un brillo algo más apagado que el marfil y la perla. Los extremos de los listones interlazados entre su cabello trenzado ondeaban ligeramente con los movimientos de su cuello, y mientras ella admiraba los tonos plateados y azules bajo la luz, Ichika notó lo perfecto que imitaban los cristales los tonos profundos de azul de cada uno de sus ojos, incluso más mientras miraban radiantes y muy abiertos a su propio reflejo.

– Wow… – Ichika finalmente pudo hablar, tras pasar algunos momentos de vanidad. – Miku, esto es precioso… ¿dónde lo encontraste?

– Eido-san me estaba ayudando a probarme algunos velos y accesorios para el cabello. – Miku se pasó los dedos por todo lo largo de su cabello. – Fue un poco difícil imaginarme cómo se vería con tu peinado, pero pensé que este sería perfecto para ti, así que vine. ¿Qué te parece? Sé que el amarillo es más tu color, pero…

– Es perfecto. – sonrió Ichika, todavía sin poder quitarle de encima los ojos a su propio reflejo. Se rio de sí misma. – ¿Cuántas veces ya he utilizado esa palabra hoy? No puedo evitarlo. Es sólo que… todo lo que ustedes están haciendo por mí es perfecto. No puedo agradecérselos lo suficiente. – Tocó las delicadas piezas del adorno de su cabello. Vio su reflejo más de cerca con el espejo de mano, y al darle la vuelta, se dio cuenta que su hermana estaba justo junto a ella. – Permíteme añadir este a la pieza final. Ya no puedo verme a mí misma sin él.

– Me alegra que te guste, Ichika. Me aseguraré de recordar este color cuando empecemos a preparar tu pastel de bodas. – Miku sonrió, terminando con un último toque en las trenzas de su hermana. – Felicidades de nuevo. Serás una gran esposa, sé que lo serás.

– ¿En verdad lo crees?

– Sin duda. – asintió Miku. – Y tal como dijo Nino, si Fuutarou no se da cuenta de lo afortunado que es, entonces le haremos que se arrepienta.

– Gracias. – Ichika se rio. – A las dos.

– ¡Oh! – Yotsuba se puso de pie de un salto del sofá. – ¡Acabo de recordar algo! ¡Aguanten un segundo! – Se puso a revolver debajo de la pila de accesorios para novias esparcidos, hasta que encontró su bolso en alguna parte, obscurecido por ramos falsos. Luego de un rato, extrajo cuidadosamente una pequeña cajita laqueada, no más grande que sus dos palmas presionadas lado a lado. El exterior era muy simple, con signos de desgaste en los caracteres pintados a mano sobre la superficie de madera.

– ¿Qué es eso? – preguntó Ichika, espiando sobre los hombros de su hermana.

– Encontré algunas cosas mientras limpiaba la posada del abuelo. Iba a traerlas la próxima vez que nos juntáramos las cinco.

– ¿De las aguas termales? – preguntó Miku. – ¿Aún quedaban algunas de sus cosas personales que se quedaron atrás? Hasta tienen nuestros nombres escritos.

– ¡Mhm! La encontré escondida muy en el fondo de una de las gavetas. Supongo que tal vez las pasamos por alto. Como sea, hay algo aquí que quiero que todas ustedes vean. – Yotsuba levantó la tapa, revelando una pequeña colección de pertenencias de su abuelo. Todas lo recordaban como un hombre humilde, de muy pocas palabras y aún menos posesiones, así que no les sorprendió encontrar sólo una pequeña colección de cosas guardadas cuidadosamente adentro, con bastante espacio vacío en medio.

– Esto… – Itsuki miró más de cerca. – ¿Qué son estos exactamente?

– ¿Quieres decir que no los reconoces? – dijo Yotsuba. – ¿Tú tampoco, Miku? ¿Nino? ¿Ichika?

– Lucen algo familiares. – dijo Ichika, pellizcándose ligeramente el mentón. – ¿Se supone que sean amuletos de buena suerte? Pareciera que fueron hechos por… ¡oh! ¡Esperen un segundo! – La realización les vino a todas casi simultáneamente. Una colección de amuletos de buena suerte hechos en casa, hechos con lo mejor que podrían haber hecho las habilidades de un niño pequeño. Había hilos raídos atados alrededor de las telas coloridas con forma de bolsitas, algunas lisas, otras arrugadas. Las costuras mal alineadas hicieron resurgir un montón de memorias antiguas, de un verano ya muy lejano. Aquellos días distantes, donde todo parecía tan simple.

– Estos… – Miku reconoció el suyo y lo recogió. La tela era tan modesta como ella recordaba, pero aun así se veía como si hubiera sido hecho apenas ayer. – … estos son los amuletos que hicimos para el abuelo durante el verano. Me sorprende que aún sigan tan bien conservados.

– ¿Cuánto tiempo ha pasado? – preguntó Ichika, dejando que las memorias se apoderaran de la comisura de sus labios. – Estos los hicimos cuando aún estábamos en la escuela primaria, ¿verdad? Hace ya más de diez años.

– En serio los guardó todo este tiempo. – Itsuki se puso a juguetear con el cordón de su propio amuleto, recordando lo difícil que se le hizo coserlo todo. – Creo que fue mi primera vez trabajando con una aguja. Estaba muy asustada de pincharme con ella.

– ¡Ya recuerdo! – se rio Nino, admirando el pobre trabajo del suyo en su propia palma. – Estábamos muy orgullosas de estos cuando se los dimos, ¿verdad? Pasamos todo el verano haciendo cosas como estas. Realmente me trae recuerdos.

– Desearía que pudiera haber estado aquí para la ceremonia… – La voz de Itsuki se apagó, sin darse cuenta del humor que había creado en la habitación. – Perdón, no me di cuenta que lo dije en voz alta.

– Está bien. – Ichika se rio. – Probablemente todas estábamos pensando lo mismo. – Sostuvo el pequeño amuleto frente a sus ojos. El suyo era tal vez un poco presumido, un testamento de su voluntad como hermana mayor, quien durante su juventud más caprichosa y tonta, se esforzaba por ser un ejemplo. Incluso aunque esos años pueriles ya habían pasado, y una luz se había apagado desde entonces, sus deseos seguían tan vívidos como el día que ella aplicó la última costura. Longevidad, salud, fortuna, amor, prosperidad, y todo lo que estaba en medio, como si un solo amuleto fuera capaz de llevar tantas bendiciones a la vez.

Finalmente, Ichika se giró hacia su cuarta hermana. – Yotsuba. ¿Crees que puedas hacerme un favor?"

– ¡Claro! – Yotsuba levantó una mano, atenta como cualquiera podría estar. – Tú sólo dilo, y será tuyo.

Ichika se rio. – No hace falta que vayas tan lejos. Sólo se me ocurrió una idea. Aún tengo que elegir las flores que llevaré en mi ramo. Creo que me gustaría llevar este amuleto en alguna parte de la cinta del ramo. ¿Crees que podrías ayudarme a elegir algo que sirva de ayuda?

– ¿Quieres que me ocupe de algo tan importante? – los ojos de Yotsuba se ensancharon.

– Claro. Tú eres la mejor cuando se trata de estas cosas.

– ¡Pero lo único que hago es un poco de jardinería y hacerme cargo de las plantas de la casa! Nunca he hecho algo como un ramo para bodas antes. La mayor parte son flores blancas y todo eso, ¿no? Hay profesionales allá afuera que seguramente sabrán más. Y cada flor tiene que tener un significado específico, y no sé si podré elegir las correctas para…

Mientras hablaba, Ichika recogió una de las tiras para el ramo que tenían por allí. Era una pieza sencilla, nada más que un listón blanco y un lazo suelto, con flores artificiales, unidas en un pequeño montón, que sólo serviría como boceto para cualquier vestido de prueba. Amarró el hilo de su amuleto en alguna parte del centro del listón, y cuando se sintió satisfecha con la longitud a la que colgaría libremente, Ichika le entregó el ramo de pruebas a su hermana que todavía seguía hablando. – Se vería más o menos así. – sonrió Ichika.

Yotsuba se detuvo, mirando la pieza en sus manos. No pudo evitar imaginarse las muchas diferentes flores que podrían brotar de sus manos y las incontables formas en las que se podían arreglar. Respiró profundamente. – ¿Estás segura? ¿Realmente crees que puedo hacerlo?

– Sí. – declaró simplemente. – No quisiera que nadie más lo hiciera.

– Entonces, ¿qué clase de hermana sería si te decepcionara? – Yotsuba sonrió ampliamente mientras sujetaba el ramo de prueba frente a la cara de su hermana. Incluso si eran quintillizas y tenían el mismo rostro, había algunas cosas que sólo ellas sabían respecto a las individualidades del resto. Los puntos exactos que volvían encantadora a cada una de ellas, cautivadoras. Este ramo le pertenecería a Ichika Nakano, su hermana mayor. Alguien a quien siempre admiró, con quien siempre pudo contar cuando los días eran más difíciles de lo usual. Era una actriz y una estrella, vivaz y deslumbrante. Magnética, madura, y maravillosa. A veces algo distraída y despreocupada, pero tan responsable como podría serlo cualquier hermana mayor. Y por un día especial, sería una novia.

Su sonrisa se suavizó un poco mientras bajaba el ramo cerca del corazón de su hermana. – Ichika… – le dijo – … cuida bien de Uesugi-san, ¿de acuerdo?

– Lo haré.

– Y más le vale a Uesugi-san cuidar de ti también.

Todas observaron cómo Ichika se daba algunas miradas prudentes en el espejo, flotando con los vientos más dichosos que soplaban bajo su falda al girarse. Los labios de la hermana mayor se fueron curvando en la sonrisa más feliz del mundo, el tipo de sonrisa sin sentido que alguien haría cuando nadie estaba viendo, pero sin que fuese notada ni confinada por la infinita alegría que sentía con cada mirada en el espejo. Giró una, luego dos veces. Mantenía sus ojos fijos en el espejo, cambiando entre varios ángulos y expresiones como si estuviese lista para la cámara, aquellos que cualquier actriz conocía como la palma de su mano. Como si fuese traída de vuelta a la realidad, los aplausos simultáneos de sus hermanas le trajeron un ligero rubor a sus mejillas. – Perdón. – se rio Ichika. – Creo que me dejé llevar un poco otra vez.

– ¡Hey! ¡Ichika Nakano-san! – Nino estaba imitando a alguien que gritaba desde una audiencia, mientras Miku hacía un gesto como si hiciera click en una cámara invisible. – ¡Por aquí, por favor! ¡Danos esa sonrisa que gana premios!

– ¡Ichika-san! – Yotsuba fingió que sostenía un micrófono. – ¿Qué se siente tener la boda más grande de la década? ¿Algún comentario?

– Muy graciosas, muy graciosas.

Más atrás, oyeron el ligero ruido de las puertas abriéndose, seguido de algunos golpecitos contra el vidrio. – ¿Alguien más está entrando? – dijo Nino, volteándose hacia el mostrador del frente.

– ¡Yo voy! – dijo Yotsuba poniéndose de pie de un salto.

– ¿Qué quieres decir con que vas? No estamos en nuestra…

– ¡Miren, es Raiha-chan!

Al echar un vistazo, primero notaron el enorme mechón que colgaba alto sobre su cabeza asomándose sobre un estante de vestidos de novia junto a la ventana. Una mirada perpleja se apoderó de su rostro, intercambiando miradas entre el letrero de la boutique y la pantalla de su teléfono.

– Sí, es ella. – dijo Ichika, alzando una ceja. – ¿Qué está haciendo aquí?

– Yo la llamé. – Itsuki se acercó a la puerta, levantando la falda de su vestido de gala. – Había algo importante que se nos olvidó traer. Hola, Raiha-chan. ¿Tuviste problemas para encontrar…?

– ¡Ah! – Los ojos de la chica más joven se ensancharon ante lo que vio tras la puerta abierta. Inmediatamente desvió la mirada, colocándose una mano sobre los ojos, mientras con la otra le extendía una pequeña bolsa a Itsuki. – Aquí tienes, Ichika. Esto era lo que necesitaban, ¿verdad? Te juro que no vi nada.

– En realidad, soy yo, Itsuki. ¿Por qué no me miras?

– ¿Itsuki-chan? – Raiha se asomó por debajo de sus dados, mirando el vestido de la quinta hermana. – Pensé que eras Ichika-neesan. Escuché que es de mala suerte para la boda si alguien del lado de la familia del novio ve a la novia en su vestido antes de la ceremonia. ¿Por qué llevas un vestido de novia tú también?

– Según sé, esa regla sólo se le aplica al novio. – suspiró Itsuki. – Y es una larga historia. ¿Por qué no entras?

– De hecho, no puedo quedarme mucho. Ya voy un poco tarde para una cita con mis amigos. – Su teléfono empezó a zumbar poco después. – Hablando de eso, deben ser ellos.

– Perdón por causarte problemas de improviso, Raiha-chan. Realmente lo aprecio.

– ¡No te preocupes! De todos modos iba de camino. Oh, y casi se me olvida, aquí está la tarjeta de su apartamento que me prestaste. Diles a tus hermanas que… ¡whoa! ¡Todas ustedes están vestidas! – Raiha se asomó dentro de la boutique, viendo a todas con diferentes vestidos blancos. Al recordar su anterior superstición, la Uesugi menor se volvió a poner la mano en los ojos, como si le resultaran demasiado deslumbrantes para verlo. – Te juro que no vi nada, Ichika-neesan. En serio. ¡Seguro que te ves increíble! ¡También el resto de ustedes!

Antes que el resto de ellas pudiera decir otra palabra, Raiha había girado sobre sus talones y empezó a correr de nuevo por la calle. Itsuki volvió con ellas poco después, cargando la pequeña bolsa que Raiha le había dejado. – Ah, ojalá Raiha-chan se hubiera quedado un poco más. – dijo Ichika. – Ha pasado un tiempo desde la última vez que la vi. De todos modos ¿de qué fue todo eso, Itsuki?

Itsuki giró la mirada ligeramente, jugueteando con el agarradero de la bolsa. Las primeras palabras le molestaron, y los largos segundos que pasaron no le hicieron ningún favor. – Bueno… sé que hoy no es exactamente el día de la ceremonia, pero me imaginé que ya que estábamos armando todo tu vestido, y que todas las demás ya te ofrecieron algo… – Itsuki metió la mano dentro de la bolsa, pausando por un breve momento mientras sentía la forma tan familiar. – Pensé que ahora sería el momento correcto para verte en esto, Ichika.

Al ver la cajita azul, Ichika sintió que se le iba el aliento. Sin saberlo, Ichika se había llevado la mano hacia el lóbulo de su oreja derecha, frotando sus dedos contra la solitaria pieza de joyería que había estado con ella por tanto tiempo. ¿Cuántas veces se miró al espejo, recordando que este adorno siempre había sido una mitad de algo prestado?

– Este es…

– … el arete que nuestra madre dejó atrás. – terminó de decir Itsuki. El pensamiento rara vez cruzaba su mente. Era una pieza de ellas que se mantenía en un tiempo diferente, una memoria que atraía los pensamientos más sentimentales. Incluso ahora, la hermana menor no podía detener a su sentido de anhelo que alteraba sus palabras, arrastrando cada una de ellas fuera de sus labios. – Yo… estuve cuidándolo bien, como le prometimos a mamá. Nunca lo saqué de la caja, en todo este tiempo. Ninguna de nosotros lo hizo.

No se dio cuenta de cuánto tiempo mantuvo la cabeza baja. No se había dado cuenta de lo poco preparada que estaría, cuando las memorias volvían a resurgir. Le recordó que aunque esos momentos se habían ido hace tiempo, y las memorias permanecían estáticas, sus vidas siempre seguirían hacia adelante. Poco a poco. Algunos pasos iban más lento, y algunos días más rápido, pero siempre hacia adelante. Itsuki se preguntaba cuándo fue durante estos días expeditos de sus vidas que el "ayer" se veía tan lejano.

Ichika tiernamente entrelazó sus dedos con los de su hermana, cuya calidez le aseguró que, a pesar de todo, habría cosas que nunca cambiarían. La mirada en los ojos de Ichika, y las miradas en los ojos del resto de sus hermanas, siempre lucirían iguales que ahora, como siempre habían sido, y como siempre serían. – Gracias, Itsuki. – dijo Ichika. Ya no había más reticencia en los dedos de Itsuki mientras Ichika tomaba la cajita. – ¿Crees que podrías ayudarme a ponérmelo?

Poco después, la costurera y sus ayudantes volvieron con el primer juego de alteraciones para el vestido de novia de Ichika. Mimada, preparada y arreglada, la primera novia entre las quintillizas Nakano observó cómo su más adorado ser cobraba vida en el espejo.

Alargó las manos para coger el ramo que Yotsuba había armado para ella, con el antiguo amuleto atado con un listón blanco con todas las bendiciones de esta vida y las que estaban conectadas a ella. Estiró sus pies hacia afuera para que Nino pudiese ponerle sus nuevos tacones, cuyo brillo elegante hacía salir a su yo más confiada y encantadora. Se levantó los mechones de su cabello para que Itsuki pudiera colocarle el arete derecho que tomó prestado de su madre fallecida, susurrándose a sí misma los deseos que llevaría en este nuevo capítulo de su vida. Movió la cabeza a un lado para que Miku pudiera ajustar los adornos azules por su cabello trenzado, enmarcando el rostro de una novia ruborizada en su máxima belleza, para que esta imagen se grabara en la memoria de cada una de ellas.

– ¿Han escuchado un dicho que tienen en Occidente? – preguntó Ichika mientras sus hermanas continuaban refinándola. En el espejo, podía ver a las cuatro dándose la vuelta para mirarla a los ojos, y eso le hizo sonreír con la mayor calidez del mundo. – Aprendí esto de una amiga en los Estados unidos. Es un poema muy antiguo; para desearle buena suerte a una novia el día de su boda. Iba algo así como…

"Algo viejo,

Algo nuevo,

Algo prestado,

Y algo azul."

Cuatro cosas de cuatro hermanas. Las personas más preciadas y queridas de su vida, con pensamientos muy sentimentales y deseos muy puros. Si pudiera contar todas sus bendiciones (las cuales eran muchísimas) entonces cada día tendría que recordarse a sí misma que debía mantenerse humilde. La vida siempre había sido buena para ella; la fortuna siempre fue amable. Se preguntaba qué había dentro de ella que la hacía tan merecedora de lo que veía en el espejo, sin encontrar nunca la respuesta sin importar cuántas veces preguntase. Así que, por este momento, en su impotencia bendecida, sólo podía sentir gratitud. Gratitud de que ellas fuesen sus hermanas. Gratitud por haber nacido como una quintilliza.

– Esto viene de cada una de ustedes. – dijo Ichika, colocándose una mano sobre el corazón. – No podría ser más perfecto, sin importar cuántas veces más pudiera intentarlo. Esto es más de lo que podría pedir. Esto… esto es perfecto.


(–0–)


– Este es perfecto.

Ante el repentino despliegue de las cortinas en el vestidor de una tienda por departamentos en Tokio, Fuutarou Uesugi salió a la vista, vestido con un traje gris y blanco.

– No lo sé… – Takeda estaba sentado con las piernas cruzadas en una banca cercana, descansando su mentón sobre sus nudillos. – Por alguna razón, se siente algo… ¿cuál es la palabra que estoy buscando…? ¿Anticlimático? Como si esperara un poco más, ¿sí?

– Estoy de acuerdo con Takeda. – Maeda se encogió de hombros con indiferencia. – Apenas llevamos aquí, ¿cuánto? ¿Veinte, veinticinco minutos? ¿En serio te vas a conformar con el primer traje que te pruebas?

– ¿Qué tiene de malo? – replicó Fuutarou. – Yo creo que se ve bien, y me queda a la medida.

– Quiero decir, no es que te equivoques exactamente, per se... – Takeda se acercó más, inspeccionando los detalles más pequeños en el traje de. Tonos neutrales tan limpios como pudieran serlo. Grises y blancos limpios y refinados, con una ligera inclinación hacia tonos más fríos, grises-púrpuras en el chaleco. La camisa de cuello elegante y la chaqueta exterior eran de dos tonos indistinguibles de blanco platinado. Takeda palpó los costados del torso de Fuutarou, levantando lo largo de las mangas, mirando cuidadosamente cómo los grises capturaban la silueta de su amigo. – Me inclinaría a estar de acuerdo contigo, si soy honesto. Va bien con los colores de la temática de tu boda, y no veo necesidad de hacerle más alteraciones.

– Tú eres el experto. – replicó Fuutarou.

– ¡Tienes razón! – Takeda hizo un guiño deslumbrante. – Esta es la tienda usual donde mi familia viene a buscar la ropa para ocasiones formales, y las bodas son mi especialidad. Llámalo un asunto de experiencia, ¿sí?

– Sólo lo has hecho una vez, y fue para mi boda. – Maeda puso los ojos en blanco. – ¿Desde cuándo eso te convierte en un experto?

– Vaya, si pude convertir a un animal salvaje como tú, Maeda-kun, en algo que luciera mucho más domesticado, yo diría que merezco el mérito.

– Oi.

– Esas fueron las palabras de tu esposa, no las mías. – se rio Takeda. – ¿Matsui-san ha estado bien últimamente?

– Está bien; sólo se está tomando su tiempo para establecerse. Su familia ha venido a verla durante los últimos días.

– Aún no puedo creer que ya tengas un bebé en camino. – señaló Fuutarou.

– Yo tampoco. – suspiró Maeda. – Ya de por sí estaba teniendo problemas para ganarme a su familia así como estaba. Sin mencionar que nos enteramos que estaba embarazada a pocos días antes de la boda…

Takeda se encogió de hombros, suspirando a medias. – Honestamente me siento un poco por fuera. Mis dos mejores amigos estarán casados, y aquí estoy yo enseñándoles cómo vestirse apropiadamente. Supongo que los mejores están realmente destinados a ir por la vida solos.

Fuutarou y Maeda rodaron sus ojos. – Hey, Fuutarou. – continuó Maeda. – ¿Seguro que no quieres probarte algo más? ¿Ya crees que estás bien con el primero?

Fuutarou se miró al espejo. Este tipo de atuendo le resultaba algo totalmente ajeno. De pecho simple, de pecho doble. Tres piezas, esmoquin. Las diferentes ocasiones para llevar lo que había que llevar en ciertos lugares, y una lista oculta de las cosas que debía hacer o no hacer que sacaban de la nada. Una colección de palabras nuevas y confusas para denotar una apariencia que se veía simple en la superficie, pero derivaba de muchas formas atemporales. – No lo sé. Yo creo que se ve suficientemente bien para la ocasión, ¿no crees?

– Creo que se ve bien. – dijo una voz junto a él. – Pero deberías probarte al menos unos cuantos más. Sería un desperdicio venir todo el camino aquí e irte con el primero. – Unas largas tiras de cabello negro y lacio se asomaron sobre su hombro en el reflejo del espejo. Sobre sus brazos extendidos colgaba una variedad de corbatas diferentes, desde lisas hasta rayadas, con espiga y granadina, con lunares o con estampados cachemir. Una sonrisa orgullosa y satisfecha enmarcaba su rostro, y la chica parecía estar más divertida por esta actividad que cualquiera de los hombres en la habitación. – Hey, Fuutarou. – dijo Takebayashi. – Pruébate algunas de estas. Creo que la de rayas te sentaría mejor, pero podría hacer un argumento por los de punto de alfiler.

– ¿Más? – Fuutarou suspiró ligeramente, y empezó a desatarse la corbata de gris sólido claro alrededor de su cuello. – Pensé que estaba bien así.

– Tsk, tsk. – Takebayashi negó con su cabeza, pasándose el dedo por encima de la nariz. – Nunca te conformes con simplemente "bien" para estas cosas, Fuutarou. Esa clase de actitud la llevarás a tu boda, e incluso por el resto de tu matrimonio. ¿En serio quieres simplemente verte "bien" cuando estés al lado de tu novia superestrella? Deberías tomártelo con más seriedad.

– Me lo estoy tomando con seriedad. A mí me parece que tú eres la que está aquí para divertirse.

– Bueno, se lo debo a tu futura esposa, y a mí misma, hacer que mi pequeño Fuutarou se presente como debe ser.

– ¿Por qué te deberías eso a ti misma?

– ¿Por qué? – Levantó una ceja, como si la pregunta nunca hubiera cruzado sus mentes. – ¿Quién permitiría que alguien a quien consideró como su hermanito fuera a casarse vestido con cualquier cosa? ¡Es mi responsabilidad! – Sonrió, levantando las corbatas que todavía colgaban de su brazo. – Además, es divertido ayudar a los hombres a vestirse.

– ¿Lo ves? Lo sabía. – Fuutarou rodó sus ojos. – Y te dije que dejaras de llamarme así.

– ¿Qué cosa? ¿"Hermanito"?

– Sí, eso mismo. Es muy embarazoso, y siempre odié cuando lo hacías.

– ¡Y por eso exactamente es que sigo haciéndolo! – se rio Takebayashi. – ¡Ahora, ponte atento! No nos iremos de aquí hasta que te hayas probado algunas cosas más. Ya tengo algunas cosas en espera para que te las pruebas. ¿Lo ves? ¿No te alegras de haberme traído?

– Nos escuchaste a mí y a Takeda hablando de venir aquí después de clases, y decidiste invitarte tú misma. – replicó Fuutarou. – Honestamente, es como si siempre estuvieras encontrando maneras de aparecerte de la nada. ¿Lo estás practicando o qué?

– Si me invitaras más a menudo no tendríamos este problema. – Takebayashi hizo un puchero.

– Takebayashi-san, ¿verdad? – dijo Takeda. Tomó nota del montón de chaquetas y otros trajes formales que eligió. – Debo decirlo, tienes un gusto remarcable en lo que a combinar colores se refiere. El balance entre estos tonos grises y blancos claros es mucho más delicado de lo que la mayoría podría pensar. ¿Alguna vez has hecho esto antes?

– ¿Yo? Oh, no, no. Para nada. Sólo pensé en que podía intentarlo, ya que jamás me podría haber imaginado a Fuutarou con esta clase de atuendo. – Miró al futuro novio, notando cómo los tonos neutrales resaltaban su físico. Delgado y a la medida, sin nada que pareciera exageradamente corpulento. – Uno pensaría que Fuutarou se vería incluso más monótono de lo usual en un traje gris claro, pero me sorprende lo bien que te sienta. De nuevo, siempre he pensado que el gris es tu color, incluso cuando eras un rubio revoltoso.

Fuutarou estaba en medio de atarse una de las corbatas que Takebayashi le había dado previamente, pero la mención de esa fase tan vergonzosa en su juventud hizo que se diera un tirón con ella. – ¡Ack! – exclamó ahogándose. – ¡No les cuentes sobre eso!

– ¿Oh? – La sonrisa de Takebayashi se tornó diabólica mientras se llevaba un dedo a los labios. – ¿Quieres decir que ellos no lo saben?

– ¿Saber qué cosa? – preguntó Maeda. – ¿Qué es eso de que Fuutarou era un rubio revoltoso?

– Sí, cuéntanos. – añadió Takeda, cuyo brillo en los ojos parecía deslumbrar más de lo usual. – Es la primera vez que escucho sobre esto.

Fuutarou se interpuso entre los tres. – No es nada. Sólo está dándole demasiada importancia a algo que pasó hace demasiado tiempo. Ni siquiera vale la pena hablar de ello. Dejémoslo así.

– ¡Hey, anímate! – Takebayashi le dio unas palmaditas firmes en la espalda. – Si crees que tu yo del pasado era embarazoso, significa que has crecido. No hay nada de qué avergonzarse. Honestamente, no sé por qué siempre estás tan insistente en olvidar esa parte de tu pasado. Después de todo, fue por ese entonces que empezaste a convertirte en el hombre que eres hoy.

El chico gruñó con ligera indiferencia entre sus dientes, sin estar de acuerdo ni refutar su punto.

– Ustedes dos deben haber sido muy cercanos cuando eran jóvenes. Eso suena agradable. – señaló Takeda, que consideraba divertido verlos discutir. – ¿Cuánto tiempo hace que se conocen?

– Oh, desde hace mucho. – dijo Takebayashi. – ¿Cuándo fue de nuevo, Fuutarou? ¿En primero, o en segundo de primaria?

– En segundo. – dijo Fuutarou. – Todo el camino hasta que nos graduamos de secundaria.

– Claro. – asintió ella. – De hecho, yo fui su tutora hacia la última etapa de esos años.

– ¿En serio? ¿Fuiste su tutora? – Maeda levantó una ceja. – Eso no suena como él, la verdad. Fuutarou da la vibra de alguien que siempre ha sido así.

– ¡Mhm! ¡Deberías haber visto lo problemático que solía ser! Siempre se metía en problemas, y apenas podía concentrarse al inicio. Lo único que sigue igual desde entonces es su afilada lengua.

– Eso es porque siempre fuiste muy mandona. – dijo Fuutarou. – Y sigues siéndolo.

– ¿Cómo si no esperabas que mantuviera a alguien como tú en la línea? Incluso algunos de los profesores trataban de evitarte. – Takebayashi cruzó los brazos, haciendo un puchero. – Agradéceme que yo fui la única capaz de tolerar a un estudiante como tú.

Fuutarou suspiró. – Estás exagerando.

– Puedo ver por qué te consideras su hermana mayor. – se rio Takeda. – Si me dijeran que ustedes dos son hermanos me convencería.

– Perdimos el contacto cuando se mudó para ir a la preparatoria. – continuó Takebayashi. – Fue muy repentino; Fuutarou me lo dijo apenas antes de nuestra ceremonia de graduación. – Se giró hacia el hombre junto a ella, que desvió la mirada algo avergonzado. Ella sonrió, aunque fuese sólo por la nostalgia de todo. – Y así sin más, se desapareció.

– ¡Eso fue muy frío de tu parte, Fuutarou! – Maeda negó con la cabeza. – ¿Después de todo lo que hizo por ti?

– Eso no es digno de un caballero. – añadió Takeda. – Y aun así aquí estás, desfilando en un traje elegante. Casi siento el impulso de exigirte que salgas de esa ropa por completo.

Takebayashi se rio por lo bajo. – Al menos tus amigos parecen ser sensibles, Fuutarou.

– ¡De acuerdo, ya fue suficiente! – exclamó Fuutarou. – Sigamos adelante con esto en vez de quedarnos parados. Me voy a probar todas esas cosas, ¿está bien? ¿Puedes pasarme ese otro saco?

De un conjunto al siguiente, el futuro novio se deslizaba en las telas formales, cada una completando una versión de sí mismo que jamás se habría anticipado a ver en el espejo. Algo que le quedara para verse más delgado, algo para colocarse en el bolsillo de su saco. Algo que fuera con cierto color, y tal vez algo más enteramente. Fuutarou trató de probárselo todo, y cada vez, el ser en el espejo se veía tan irreconocible como el primero. Este era un novio, un futuro esposo, un hombre que estaba a punto de dar un paso hacia uno de los comienzos más importantes de su vida. Este era él. Esto era diferente.

– Después de todo este tiempo, parece que el primero sí le quedaba perfecto todo este tiempo. –Takebayashi se encogió de hombros. – Al menos te da más confianza en tu decisión.

– Sí… – replicó Fuutarou, todavía jugueteando con el pañuelo en el bolsillo de su saco.

Como sus padrinos de boda, Takeda y Maeda se habían retirado a una esquina separada de la tienda por departamentos, en busca de colores que complementaran las elecciones finales del novio. Ahora sólo eran ellos dos, y Takebayashi le ayudaba con los toques finales. Levantó la mirada hacia él. – ¿Nervioso?

– ¿Huh?

– Parece que tuvieras algo en tu cabeza. Puedo verlo. Estoy segura de ello, a juzgar por la forma que te has estado mirando en el espejo. – Takebayashi lo miró fijamente. – ¿Quieres hablar al respecto?

Fuutarou se rascó detrás de la cabeza. La palabra "nervioso" nunca cruzó su mente en todo este tiempo, pero entre la falta de familiaridad y todos los factores desconocidos que inundaban su mente, esa palabra tan simple era una de las pocas cosas que comenzaban a tener sentido. Le hizo ver a su reflejo en el espejo menos como un extraño, donde finalmente pudo reconocer cómo sus dedos temblaban ligeramente, o cómo su mirada se distraía al no atreverse a verse a sí mismo. – Yo… supongo que lo estoy. – dijo finalmente. – Han pasado muchas cosas repentinamente. Apenas puedo creer que esto esté sucediendo.

– Eso es muy normal. Estás a punto de casarte después de todo.

– Sí… es sólo que no lo sé… – Se puso a juguetear con sus mechones. – Viéndolo ahora, me hace darme cuenta de lo cerca que está el día. Es difícil imaginármelo tan cerca, y seguramente se hará más difícil.

– Podrías tomarte todo el tiempo del mundo, y dudo que te sintieras preparado. Y tampoco creo que Nakano-san lo esté. Estoy segura que nadie lo estaría.

– Eso lo entiendo, y me he estado diciendo lo mismo justo ahora. – Se puso a jugar con las muñequeras de sus mangas. – Supongo que realmente sí estoy nervioso. Nervioso por cómo irá la boda, por cómo será el futuro. Hay mucho en qué pensar, y mucho más de qué preocuparme.

Takebayashi pensó por un momento, y se encogió de hombros. – Hey, el único culpable eres tú. Fuiste tú el que decidió apresurar las cosas y casarte.

– ¿Qué quieres decir? – preguntó Fuutarou, sorprendido de lo directas que fueron las palabras.

– Digo, ¿quién fue el que decidió comprometerse mientras todavía es estudiante?

Fuutarou retrocedió.

– … antes que su carrera haya despegado…

Las palabras le dolieron como flechas en los costados.

– … y que planea tener una boda súper extravagante que probablemente costará una fortuna…

Otra ronda lo golpeó en el pecho.

– … y mientras su esposa probablemente será la única fuente de ingresos durante los primeros…

– ¡Ya entendí, ya entedí! ¡Basta! – Fuutarou logró recuperar la voz. – No tienes que ser tan directa. Lo entiendo; fue muy ambicioso de mi parte. Quizás sea un poco demasiado pronto, y sí, quizás puedas decir que es algo tonto. Pero no me arrepiento de mi decisión.

Takebayashi se rio. – Sólo bromeo, Fuutarou. Lo que importa es que seas feliz, y también lo sea Nakano-san. Ven, ponte derecho. Mírame.

Desde aquí, Takebayashi podía ver lo alto que Fuutarou se había vuelto junto a ella. Los mismos tonos grises y blancos que lo adornaban lucían como si realmente le pertenecieran, como si estuviese un poco más lejos de la persona que ella creía que conocía en su totalidad. Una parte de ella siempre recordaría a ese niño revoltoso del que solía ser tutora, y con todas esas ambiciones en sus brillantes ojos que lo llevaron a ser la persona que era hoy en día. Ella recordaba un tiempo cuando era más alta que él; recordaba un tiempo cuando sentía que era su responsabilidad cuidar de él. Fuutarou Uesugi era una persona muy orgullosa. Alguien con convicción y determinación en extremo, donde todas las cosas sobre él apenas tenían sentido entre más lo conocieras. Era impulsivo, testarudo, y algo torpe cuando se trataba de sus sentimientos. Todo eso encarnaba a la persona que tenía frente a ella, los mismos detalles pequeños que tenían sentido para ese individuo llamado Fuutarou Uesugi. Y aun así, incluso si pensaba lo mismo una y otra vez, había cosas de él que no dejaban de sorprenderla.

Mientras hablaba, Takebayashi le desarrugó la solapa de su saco hasta acomodársela bien. – Sabes, al final resultaste verte bastante bien, Fuutarou.

– Hey, Takebayashi… – dijo Fuutarou mientras se miraba una última vez en el espejo. – ¿Crees que seré un buen marido?

Ella le sonrió mientras veía su reflejo. – Sé que serás un gran marido.

No importaba cuánto tratase de ocultarlo, Takebayashi pudo sentir cuando el aire se salió del pecho del chico. Ella se hizo a un lado, mirando al hombre que tenía frente a ella.

– Hey, sólo para que sepas, ya que hablamos sobre ello antes…

– ¿Hm? ¿Sobre qué?

– Ya sabes, todo ese acto de desaparición que hiciste luego de la graduación de secundaria. Realmente me molestó, ¿sabes? Se siente muy raro sacarlo ahora, pero me doy cuenta que nunca hablamos sobre ello. Fuimos amigos durante tanto tiempo, y luego de repente, desapareciste sin más. Por un tiempo, llegué a creer que me odiabas o algo.

Fuutarou se quedó callarlo por un momento, y luego empezó a hablar. – Lo siento. No fue mi intención de ninguna manera. Es sólo que… fue un tiempo muy raro para mí.

– No te preocupes, sólo lo pensé por un corto tiempo. – Se puso a dar pasos en círculos, dejando que esos días lejanos volaran libres en su mente. – Entiendo por qué lo hiciste. Tuve un presentimiento todo el tiempo.

– Ya veo… – Fuutarou asintió, antes de notar esa sonrisa pícara en ella. Algo sobre la mirada en sus ojos que decía más que sus palabras, y de repente, Fuutarou se encontró buscando palabras para replicar. – Espera un segundo. ¿Qué fue lo que entendiste todo este tiempo? ¿De qué hablas?

Takebayashi se rio, mucho más complacida consigo misma de lo que se había sentido todo el día. Se puso a desempolvar el frente de su traje, dándole algunas palmaditas de más sólo para estar segura. – Es muy fácil cuando se trata de ti, Fuutarou. Pero en serio, me alegra que seamos amigos de nuevo. No me ves como una molestia, ¿verdad?

Fuutarou suspiró. – Por supuesto que no, Takebayashi. Puede que tengas este raro sentido de la responsabilidad cuando se trata de mí, pero eso no me molesta de ti. Me alegro mucho de tenerte cerca.

Takebayashi sonrió. – La próxima vez que te vea con esto, estarás de camino a ser el hombre más afortunado del mundo. Felicidades, Fuutarou. Estoy muy orgullosa de ti.


(–0–)


El hogar siempre era tranquilo cuando necesitaba serlo. La calma capturada entre cuatro paredes, cuando todo lo demás parecía demasiado bullicioso en estos días que siempre parecían cambiar. Era donde la calidez se posaba suavemente sobre su piel, y los aromas tranquilizaban su espíritu. Si esta esquina del mundo pudiese conducir su propia melodía, entonces ellos escucharían con cuidado y atención cada una de las notas. Lo suaves que eran los sonidos de las pisadas del otro; lo cerca que parecían estar uno del otro. Lo gentiles de los silbidos en la tetera, y el lento pero seguro rumor al verter su contenido en las tazas.

El primer trago cuidadoso ajustaba; el segundo aliviaba. Como si los aromas terrosos, aunque ligeramente dulces, fueran disipando lentamente las tensiones del día, goteando gota tras gota, hasta que ellos también se encontraron hundiéndose en la comodidad del sofá de su sala de estar. Mantas de chal, lino color carne y los mechones frescos de su cabello que aún no se habían secado del todo. Ichika dio unas palmaditas en el cojín que estaba a su lado. – Vamos, siéntate más cerca, Fuutarou-kun.

Ella reposó su cabeza sobre el hombro de él, dejándose exhalar un último suspiro a través de sus labios. – Este día ha sido muy agotador. Me alegro de haber vuelto a casa contigo.

Fuutarou le pasó un brazo alrededor, arreglando las partes de la manta que se habían deslizado fuera de los hombros de Ichika. – Completamente agotador. – dijo él suspirando también. – No quiero ni pensar en el resto de las cosas que aún tenemos que hacer. La boda será en apenas unos meses, después de todo.

– Sí, no hablemos de eso por ahora. Sólo disfrutemos de nuestro tiempo. – Ella se hundió aún más en el cálido abrazo, luchando contra el deseo de cerrar sus ojos allí mismo. – Hemos tenido cada vez menos días como éste.

– Los dos hemos estado muy ocupados. Probablemente no hayas terminado de reajustarte de nuevo al horario de Japón. ¿Segura que no te estás sobreexigiendo?

– No te preocupes, conozco mis límites. Ese fue mi último viaje al extranjero antes de la boda, y me tomaré algo de tiempo libre después de ella también.

– Pero aún planeas hacer trabajo doméstico durante las próximas dos semanas. Me alegra que tu popularidad esté volviendo a subir, pero me preocupa un poco que esto resulte ser demasiado para ti.

– Eso es muy dulce de tu parte, Fuutarou-kun. Pero no tienes de qué preocuparte. No será demasiado trabajo, y Oda-san se aseguró de tomar en consideración que yo… – Ichika se detuvo al ver a Fuutarou, y lo miró con las mejillas hinchadas. – Hey, espera. Otra vez estamos hablando del trabajo.

– Perdón. – se disculpó Fuutarou. – ¿Qué tal si simplemente ponemos una película? Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que vimos una.

Ichika se animó. – ¡Qué buena idea!

– ¿Algo en particular? ¿Una comedia? ¿Tal vez algo de terror para ayudar arreglar tu horario de sueño?

– Hmm... ¡cualquier cosa servirá! Estoy de humor para lo que sea, si soy honesta. Hasta podría ser algo que no hayamos visto antes.

Fuutarou se puso a buscar entre las categorías. – Ah, ya lo tengo. ¿Qué te parece esta? Es una película de misterio criminal, donde los detectives son asistidos por el fantasma de la víctima. "La Guía Fantasma".

– Umm… no. Esa no.

– ¿No? Entonces, ¿qué tal un thriller de acción? He escuchado muchas cosas buenas de esta en Occidente, que tiene lugar en una vieja ciudad que se suponía que fue evacuada, pero los protagonistas descubren que ha sido tomada por completo por una banda de criminales. Creo que se llamaba "Refugio de Rufianes". Escuché que la actuación allí es increíble.

– Fuutarou-kun… no. Esa no. Tal vez en otra ocasión.

– ¿"La Maldición bajo los Botones de Cereza"? Es una vieja película de horror que tiene lugar durante un festival esco…

– No.

Fuutarou rodó sus ojos. – ¿Cuál es el punto de decir que quieres ver cualquier cosa, y luego rechazar todas mis sugerencias? ¿Por qué no simplemente eliges una?

– Tú sabes exactamente por qué, Fuutarou-kun. – Ichika se le acercó, mirándole enojada. – ¡Todas esas son películas en las que yo he estado! ¡Por supuesto que no quiero verlas ahora! ¡Sería muy embarazoso!

Ella no pudo mantener su gesto enfurruñado por más de unos segundos, hasta que los dos se soltaron a reír. Fue una de esas noches en las que ninguno de los dos pudo recordar lo que pasó en la película. La exposición parecía ya demasiado lejana. Los pasos que dieron lugar a la acción ascendente eran un recuerdo confuso en su mente. En el clímax, sus ojos se habían cerrado pacíficamente, mientras el resto de sus cansados seres se apoyaban tiernamente en los hombros del otro. Los sonidos se fueron haciendo cada vez más silenciosos. Los altavoces, el ruido de la ciudad que se colaba por la ventana abierta y la brisa acompañante que agitaba las cortinas. En el calor de sus mantas, se olvidarían de todo. Incluso el título de la película se les escaparía de la mente a la mañana siguiente.

Entonces fue cuando sus sueños se volvieron los más placenteros de todos.

Esta historia continuará…


Notas del traductor:

Uff, y estamos de vuelta. Llegamos al final del penúltimo capítulo de esta historia. Aunque no sé para qué me molesto en poner estas notas, siendo que no parece que haya nadie leyéndola. El fandom de las quintillizas en español parece estar muy apagado aquí, o es lo que me parece. En fin.

Y bueno, la verdad fue un capítulo bastante divertido. Ya me imagino las vueltas que suelen dar las novias para preparar el vestido, y aquí las demás hermanas también aprovecharon de probarse los suyos para un futuro. Espero que algún día también puedan encontrar a alguien con quien llevar esos vestidos. Y Fuutarou me representa cuando voy de compras por ropa: si es por mí prefiero buscar algo rápido que me quede y con eso me conformo.

En fin, que no hay más que decir. Sin reviews, sin agradecimientos, así que publico de una. Hasta la próxima, ¡sayonara!