¿Qué podría salir mal? Es la pregunta recurrente que pases por la mente de Lincoln, la caminata destinada a la propia duda hecha hogar inquieta al chico.
Volver a la casa donde se crío y logró escapar cuando las crisis comenzaron a carcomer los pilares principales de la familia, es un acontecimiento que creyó nunca tener que lidiar, menos realizar. La frustrante llamada que recibió de su madre a la media hora de ver la noticia, comprometió a Lincoln volver de visita, según su madre para "que ninguno esté solo".
—No necesito estar con nadie —susurra el albino cabizbajo, observando como las zapatillas de tela siguen adelante, eliminando la distancia. Cada pisada, significa el aumento escalado del sudor gélido que comienza a bajar desde los hombros del muchacho.
La tarde se ha consumido de manera lenta, cada segundo para Lincoln se transformaban en minutos en la mente de él. Los clientes, sin ganas de atenderlos, les han repartido desdén evidente al muchacho, quien, sin mucha importancia, se sumergía en las olas intranquilas de la incertidumbre.
Una clienta, incapaz de razonar lo que es la distancia, persiguió en todo el horario laboral al único empleado padeciente de albinismo. Recordar la paciencia que Sophia agotó, provoca un pequeño ceño fruncido en el rostro de Lincoln. La joven chica de baja estatura y cabello negrizo en busca de respuestas sobre la charla de anoche, donde los dos jóvenes han intercambiado textos conociéndose una al otro, recibió el gran desdén de Lincoln quien sigue con la mente nublada, como si una televisión bañada en una torrente de distorsión.
La realidad lo golpea en forma de una hoja recién caída, chocando los ojos azules, Lincoln se queja en su breve ceguera.
—¡Agh! Ya es mucho lo molesto que es el Sol —reclama, dejando de caminar para recuperar la vista. Al levantarla, reconoce casi al instante la esquina donde se queda parado. La nostálgica esquina del vecindario donde él se ha criado. Donde las aventuras de su crecimiento como hermano de diez hermanas lo han inculcado a ser quien es ahora.
«Lola ya fue encontrada, ¿necesitan que vaya a visitarlos? Entiendo que mis hermanas se hayan mudado para crecer más, pero ¿tener que ir? Las demás pueden hacer ese esfuerzo de consolarse, no me necesitan» piensa Lincoln divisando desde el punto que queda anclado un par de tablones que pertenecen a la valla.
La insistente mirada azulada persiste en ese punto, dejando que el cuerpo sea su propio dueño, manifestando un creciente tic de zapateo en el pie izquierdo, acompañado de las gotas de sudor que oscurecen la vestimenta del trabajo.
El celular de él suena, atraído al misterio, lee el mensaje de texto desde la barra de notificación. Otra vez Sophia, ignorando todos los mensajes que le ha enviado desde la mañana, lee el último.
«¡No sabes, Lincoln! Mañana al final me podré mudar. ¡Adivina dónde, pequeño copo de nieve» ese ridiculizado apodo al ser leído transforma el rostro pecoso de él, la mueca es indiscutible. Arruga la nariz, baja un pliegue de sus labios, frunce el entrecejo y deja escapar un breve gemido grave.
—Me importa un comino —responde para él mismo, guardando la pantalla oscura—. No callara el secreto siempre… ¿Qué diablos significa eso? —vuelve a leer en su mente la carta hecha corazón que Sophia dejo su número—. Es tan… rara, no logro entenderla, pero parece una buena chica.
Las divagaciones se vuelven menos atrayentes, logrando concentrar la fuerza de voluntad para llegar a la casa de sus padres, y aún más para tocar el timbre, recibiendo el infaltable picazón eléctrico de un cortocircuito poco dañino.
Poco tiempo después, Rita aparece en la puerta dándole la bienvenida a su único hijo varón, un fuerte abrazo recibe Lincoln, escuchando la voz aguda trasmitiendo el desequilibrio emocional que debilita las piernas angostas de ella. Entrando acompañado por su madre, Lincoln pasea por el interior del hogar hasta la sala.
La picazón de desconfianza empeora cuando observa las visitas que esperan en la sala, una escena conmovedora de las hermanas mayores abrazando a Lynn padre, quien aferra una tela rosada brillante. Un vestido de Lola. Las lágrimas vivas no dejan de recorrer el rostro arrugado y envejecido. Los alaridos ahogados no son silenciosos, más de un quejido nacido de su corazón paternal destrozado les llega a los oídos de todos los presentes.
—Lynn —llama la atención del padre, quien al darse vuelta, capta la presencia de su hijo—. Llegó Linky —notifica Rita como si fuera una buena noticia, sonriendo sin la pizca de felicidad genuina.
El padre se restriega la manga del suéter verde oliva en los ojos, limpiando los rastros evidentes de su llanto. Lori quien está al lado de él se separa, mirando a Lincoln con una sonrisa compareciente, aunque el rostro de ella sea aun más tenso a causa de los lentes rectangulares que le brinda una apariencia más sofisticada.
—Hola campeón, hace mucho que no estábamos así en familia —reconoce el padre, levantándose del sofá para caminar hasta su hijo. Los ojos enrojecidos delatan aún más el llanto que intenta desrealizar, pasados los años, los rastros de nieve invadieron casi toda la cabellera restante de Lynn, lo mismo ha sucedido con los rastros de arrugas en el contorno de los ojos oscuros, los costados de las comisuras de los labios y la frente.
Lincoln siente el abrumante abrazo del señor quien lo crio, los brazos delgados intentan sostener con la poca fuerza que tiene el torso de su hijo. Tras un rato de este gesto, le ofrece el asiento donde él estaba antes. Sin demora, Lincoln se apodera del sitio, saludando a Lori en el proceso, al igual que Luna quien hace rato estaba consolando a su padre, tal cual la mayor de las hermanas hacía.
—¡Todos los Loud juntos otra vez! —celebra Rita, sonriendo agotando las energías optimistas que le quedan. La frase no es cálida para Lincoln—. Cariño, haz uno de tus platillos, ¡ya sé! Cocina lo que le ofreciste a los comensales de la semana pasada—la mujer abraza el brazo de su esposo, intentado reanimar el cuerpo inundando de olas depresivas en él. Funciona, los ojos pesados de ojeras rejuvenecen.
—Un rico pastel de papas a la orden. Lana, Lily y Lucy, vengan a ayudarme, las chicas deben mucho que hablar —ordena el padre encaminando al umbral que separa la sala con el comedor. Las tres chicas nombradas, con los rasgos más joviales y unos centímetros más altas, concuerdan con el desánimo de alejarse de la conversación con las mayores.
—Vamos chicas —le pide Rita, caminando hasta donde está Lana, y así agarrarle del hombro de manera gentil, casi suplicante, lo mismo hace con la pequeña Lily de siete años. Niña que a través de los años, ha cultivado una sedosa cabellera dorada—. Y haremos galletas llenas de chip de chocolates si me ayudan —susurra la madre a los oídos de las dos niñas, mirando por un segundo a Lucy, dejándole en claro el mismo mensaje. La joven gótica adentrándose en la adolescencia, suelta un suspiro sin disimulo, dejando el asiento con gran desgano y seguir los pasos del padre.
La familia vuelve a su origen, el hogar donde la chispa se ha perdido en los pilares de la familia. Lincoln observa incómodo en no saber qué decir a las hermanas que han vuelto para estar con sus padres. El albino arruga las mejillas en sonrisas para nada sutiles ante los ojos de las chicas.
El único chico en todo el linaje femenino de la actual generación Loud, mantiene los ojos en Lynn, quien es la única arisca al afecto físico, mirando la televisión apagada, quizá ni este mirando el reflejo incoloro en él. La chica de veinte años ha estado logrando todas las metas, hasta las más rigurosas, consiguiendo así, la independencia en el primer torneo de liga fútbol americano. Lynn es una de las hermanas que abandonaron por completo la familia, como si pudiera borrar las cenizas del trágico pasado familiar. Aunque parezca fría en este aspecto, Lincoln sabe que no es así. Los ojos avellanas de su hermana mayor estan infectados de un dolor que la agresividad solo puede ocultar. Las facciones pubertas de la Loud deportista desaparecen, la adultez ha establecido un rostro más firme, resaltando lo femenino de ella, hasta un busto que solo con remeras holgadas logran disimular, resaltando los hombros duros forjados desde niña.
A la izquierda de él, Luna, prometedora compositora y cantante de rock punk, aventurando en sus veintidós años de edad la vida de una famosa figura en pleno crecimiento a la cúspide. Llevando una vida cómoda y totalmente energética, censurando los viajes al subsuelo urbano, es el soporte económico del hogar Loud, transfiriendo y depositando mensualmente una pequeña ayuda, ganando aún más aprecio por esto de sus padres. La vida de la rockera Loud gira en torno a la frenesí de estar encima del escenario, viviendo entre las vibras del rock, el alcohol, y por supuesto, las polémicas drogas. El estilo totalmente cambiante en ella no deja de abandonar las vestimentas más rudas y a veces, atrevidas, siempre con la picardía en su rostro que vive el día a día… Lincoln teme las consecuencias de la vida que carga, pero no puede interferir aunque quisiera.
Dejando a su derecha las dos mayores de las hermanas, Leni ha logrado innovar vestimentas y ser una tendencia de primavera e invierno, los logros más remarcados para la alma feliz que tiene ella, permaneciendo esa energía que le quita años de encima. Lo único que no pudo llevar a cabo, es la independencia. Vive con Lori, la rubia mayor no tiene forma de quejarse, después de todo, el dinero de Leni es quien la tiene en flote aún en la vida cambiante de Lori. La llegada de un bebé con su esposo Bobby a sus veinticuatro años de adultez, el despido en la empresa inmobiliaria reciente por un juicio inconcluso, y el posible retorno a la universidad, es un van y ven de crisis en ella. Aun con todo el estrés puesto en ella y la sobre exigencia, pequeños rastros de arrugas aparecen en la frente, ocultados en el cuidado estético de Leni. La madurez en Lori parece casi idéntica con su madre, incluso el busto resalta entre todo el linaje de hermanas. Los lentes de armazón rectangulares y el saco azul marino le dan un porte más sofisticado, pareciendo haber salido de una buena venta de bienes raíces, hasta los tacos de aguja negros le da aires de superioridad. Contrario a la relajada, pero con estilo, vestimenta de Leni con un vestido a una pieza celeste, ajustado a la figura bien cuidada de ella, compitiendo a la sensualidad de la mayor.
Habrán transcurrido al menos diez minutos en la vida real mientras Lincoln divagaba intentando recordar lo que fue la vida de todas sus hermanas. La última vez que vio a todas ellas juntas fue en la anterior navidad no, la anterior de esa.
—¿Cómo te va en la música, Luna? —pregunta Lori intentando relajarse en el sofá, sin aflojar la postura recta en su espalda—. Escuché el último disco, no es de mi estilo pero, buena letra, muy emocional para que lo hayas escrito tu, ¿no?
—¡Lo escuchaste! Sí que estás loca para haber escuchado tanta energía —responde la mujer abriendo de más los ojos, ocultando por un rato las sombras negras y moradas, que resaltan los lentes de contactos de color rojo. Luna se olvidó por completo el sacárselo en la reunión familiar—. ¿El bebé no te hizo pogo en la barriga? Me imagino que será tan rockera como la tía Luna.
Lincoln solo se queda entre ellas, escuchando como cada vez las voces de sus hermanas reviven, Lynn y Leni aportan datos de sus vidas, algunas más relevantes que otras, pero que al albino no le importa para nada. No. No quiere estar ahí. La pierna izquierda de él temblequea de ansiedad, la hora no da una maratón como muchas veces le ha pasado, da una caminata perezosa.
—Te mudaste, me dijo mamá —habla Lynn, la energía en ella parece apoderarse de su voz otra vez—. Me sorprende que con un trabajo así pudieras haberlo hecho.
—Lynn —llama Lori, como si de un castigo pudiera tratarse. En la mirada de la rubia la firmeza detona, inclinando la cabeza en un desdén de reclamar una disculpa.
—Si es verdad, no lo digo por ser grosera —responde la castaña atleta de mala manera, volviendo a prestar atención a Lincoln—. Tuviste suerte la verdad, hermanito. ¿Cómo te esta yendo? Debes estar muy oxidado con tantos libros y muchos cerebritos ahí —bromea la chica, estirando los brazos detrás de su cabeza. Lincoln sonríe, la sonrisa pícara de Lynn parece haber renacido de los viejos tiempos, donde aun no habían desaparecido Lola, y tampoco su otra hermana. ¿Qué fue lo que llevo a eso?
—Mi rutina fittnes es acomodar libros, tomar café, escuchar ancianas quejonas y estar parado unas siete horas. Y acá estoy, sin problemas de espalda… aún —responde el albino sintiendo las miradas de sus hermanas, hasta que Lynn estalla en carcajadas ruidosas, siguiendo por Luna quien le golpea la espalda con palmadas. Lori no aguanta unas risillas cuando Leni hace una pregunta obvia.
Sí, volvía a sentirse el ambiente Loud, incluso con las perdidas, pero ese vestigio dura poco, como un beso de lástima donde dos amantes sellan la ruptura de un amor.
Las risas se pierden en el silencio, Lynn es la primera en sucumbir otra vez al desolado rincón de su mente, divagando en los recuerdos y el motivo de la reunión. Una fachada para olvidar lo que es haber encontrado el cuerpo de Lola, aparentemente finalizando la vida de esta por un ataque de animales salvajes. Justamente ella, la señorita pulcra en un bosque con ese final, que es más adecuado para su gemela quien adora el salvajismo que ofrece la naturaleza.
—¡Chicas y Lincoln, la comida está servidaa! —canta el padre de la casa desde el otro ambiente, la tonada con la que es dicha es salida de un programa familiar cómico, inadecuado para los oídos de las hermanas.
—Bueno, es momento de alimentar este momento de mierda —comenta Lynn molesta, el malhumor provoca que suelte una patada al sofá individual.
Lori persigue la figura de Lynn hasta que desaparece en el comedor, la mayor iba a soltar una recriminación para corregir la actitud impulsiva de la castaña, pero se traga tal comentario.
—Es mejor dejarla así, hermana —recomienda Luna, sonando más madura de lo que recordaba Lincoln, sorprendiendo por completo a este—. El bebé no merece escuchar como su madre se queja, no somos más niñas pequeñas. Y papá no tiene que pasar por esto. No es la situación adecuada.
Las aguas calmadas ceden a una reunión forzada, los chistes del señor Lynn y la melancolía de Rita disfrazan el momento de angustia en un deleite familiar, al menos para la memoria de los progenitores. En medio de la charla, Lincoln crea una pequeña jugarreta con Lily, consiguiendo que la risilla aguda de la niña tiña en un genuino ambiente fraternal… al menos para un par de oyentes.
—Linky, ¿por qué no hacemos una pijamada? —pregunta proponiendo el plan lleno de ilusión en la voz infantil de Lily, la niña observa perspicaz la sorpresa en el rostro de Lincoln, aunque también está mirando los pequeños vellos blancos en la barbilla de él.
—No sé, Lily, ¿dónde podría dormir? —pregunta Lincoln indeciso, buscando ayuda en los ojos de Lori, pero es ignorado.
—Lisa tiene una cama extra en el laboratorio, o en el sofá, o en el suelo de mi cuarto —resuelve las dudas llenándose de proposiciones, esperando el sí, mantiene la mirada ilusionada.
—Es buena idea —responde la madre, sumando a la conversación del dúo. La rubia mira a su esposo—. ¿No crees, Lynn? Nos podemos poner al día, pasar un poco más de tiempo en familia. ¿Chicas? —Rita vuelve a brillar por un momento, buscando las miradas de las mujeres que se hacen pasar por sordas, hasta que al minuto recibe la voz de alguien.
—Tengo universidad mañana, me preparo para un parcial y Bobby quizá se preocupe, ya sabes, padre primerizo —responde cortes Lori, acariciando con una mano la barriga, mirando el bulto donde la vida se origina. Delante de ella, Leni abre la boca, apunto de acotar algo sobre lo dicho, pero se calla ante el guiño de la embrazada.
—Mi agente tiene que pedirme algo, ya saben, como trabajo y eso, no puedo, perdón —anuncia Leni, bajando la mirada, los ojos de Rita y la modista chocan por un momento. Flechando por un momento la suplica de su madre en la compañía de ella.
—Gira, nunca se puede quedar en un solo lugar, y las oportunidades son solo una vez —responde Luna, jugando con el tenedor como si fuera el dorso de una guitarra. Mira a sus padres—. Para la próxima temporada podré hacerlo, lo prometo, y llenaré estas paredes de rock y música pesada.
Lynn no dice nada, solo niega con la cabeza, jugando con el último trozo de comida en el plato. El padre hace una mueca de disgusto, nublando los ojos de angustia.
—La semana que viene vendré y haremos eso, Lily —asegura Lincoln a la pequeña cabizbaja, aparentemente apunto de llorar, la cabeza con dos coletas rubias tiemblan en busca de guardar el dolor de estar en una casa silenciosa—. Pagaré unas cuentas, y me libro de toda responsabilidad de adulto —aporta de manera alegre, acariciando el cabello dorado de la menor, calmando el pequeño cuerpo que deja de temblar.
Lincoln sale de la casa, después de que Leni y Lori dejaron el hogar excusándose de que antes de anochecer deben de volver, el viaje hasta el departamento es de una hora y cuarto. Lynn fue llevaba por el padre con la van aún con vitalidad para hacer un recorrido de 57 km por la ruta. El albino mira el cielo anaranjado, el aire del exterior es diferente al que se siente dentro de la casa. Es diferente. Melancólico. Rugoso.
Una mano áspera y grande agarra el hombro de él, atrapando la atención de los ojos. Luna, sonriendo y con los lentes de contacto aún puestos lo acompaña. Del pantalón negro engomado saca una caja de cigarrillos Lucky, lo inclina a Lincoln.
—¿Fumas?
—No —responde a secas, mirando como Luna se lleva uno en sus labios pintados de rojo carmín, prendiendo una pequeña fogata en un zippo.
—Seguí así, es horrible —sonríe expulsando una nube gris de humo, que desaparece ascendiendo—. No fue tan malo, ojo, fue como un día normal en la anormal familia Loud —comenta la rockera, llevando euforia en la voz, abraza por el cuello a Lincoln sin notar que es la mano donde lleva el cigarrillo. Asqueando por un momento la nariz del chico.
—Se puede decir que sí, fue raro —responde el albino, mirando el suelo, mordiendo el labio inferior—. Tu… ¿Qué crees que le pasó a Lola? —traga saliva, las palabras fueron piedras que subieron por la garganta para poder ser pronunciadas.
—No sé. Es raro, todos los Loud hemos pasado y vivimos en torno a lo raro —responde Luna, confundiendo con la respuesta a Lincoln, vuelve a llevarse el cigarrillo en los labios pintados para retomar el aliento—. Lola no iría sola al bosque, ni de día, ni de noche. Cuando desapareció de la nada ese día, todos pensábamos que estaba en la casa de una amiga. Papá no, sabes como es él —ríe Luna al recordarlo, pero la nicotina que fluye por su sangre en casa calada le calma el dolor de los recuerdos, le nubla la mente—. Fue alguien no quería a Lola, un padre, una madre, alguna hermana de alguna competidora. Quizá la dejaron en el bosque como chantaje para que abandone el certamen y… sucedió lo que debía de suceder.
La teoría de Luna concluye ahí, la voz grave de la música no logra conectar más palabras. Lincoln no planea decir más, deja escapar un suspiro guardado, sintiendo como la espalda de él se descomprime.
—Sobre lo otro… es mejor dejarlo morir ahí, ¿no? —sorprende Luna con eso último, dejando de abrazar a Lincoln después de apretujarlo un poco. Luna hace una calada furiosa en el cigarrillo a punto de morir. Los ojos parecen brillar, pero no dice nada. Ninguno de los dos pronuncia una palabra más. Hasta que el sol se esconde de todos los ciudadanos de Royal Wood.
—¿Te llevo a tu casa? —propone Luna, renovando el ánimo tirando la colilla de cigarro aun prendido en el camino de piedra donde conecta el umbral y la acera. Ahí sigue expandiendo el último suspiro, observado por los ojos de Lincoln.
—¿Caminando? —pregunta el chico imaginando el camino hasta el departamento, creciendo una incertidumbre en él.
—No, tonto, de una manera más rockera —responde para entrar otra vez a la casa, dejando solo a Lincoln mirando la velocidad con la que camina la hermana de él.
«Al menos… ella no piensa en culparme» es lo que piensa Lincoln, atraído una vez más por la colilla moribunda. El fuego que lo mantiene cálido pronto dejará de existir. El mismo paralelismo que aquella noche, donde Lola no paró de correr hasta llegar a un callejón sin salida, donde los arboles ocultaban la sociedad donde protegería su vida.
La puerta de garaje se levanta, en pleno acto de abrirse por completo, el ruido de un motor anticipa la salida apurada de Luna. Una Bajaj Avenger 220 Cruise negra piloteada por la adolescente en cuerpo de mujer, el ronroneo sensual del motor cautiva a Lincoln, la imagen de su hermana con un casco de HJC negro de visor reversible deslumbra al muchacho. Una verdadera rockera. La misma imagen de los ídolos que Luna anhelaba comparar. La sonrisa pícara de ella contagia la energía al muchacho.
—¿Te subiste a una moto una vez? —pregunta casi a los gritos a causa del motor.
Lincoln se acerca a la bestia montada, indeciso de cómo levantar la pierna, improvisa para subirse a la moto, la cual ni dobla la estatura del muchacho que ha pegado el estirón.
—No, pero me gusta cómo suena esto —grita el chico, agarrando de manera delicada la cintura de su hermana, en el momento preciso cuando arranca la carrera de las ruedas.
—¡Sujétate pequeño idiota! —advierte divertida la voz de Luna, agarrando velocidad súbita en las primeras calles que transcurren.
Las luces de la noche cálida iluminan los ojos de los hermanos, un momento que la carretera se vuelve un mundo diferente, el lugar donde Luna vive el día a día, y que produce un pequeño descanso para la mente de Lincoln. Un momento que solo perdurará en ese instante, antes de que una sorpresa caiga en los hombros del albino, quien encaminó, hasta construyó ese mismo momento a causa de las acciones cometidas.
Buenas tardes, una actualización de esta historia que he dejado un poco olvidada, posta que el laburar y estudiar a la vez te quita el tiempo para vivir, ni les cuento de escribir y las ganas de esto.
Es un poco denso este capítulo, o así lo siento, pero son las respuestas que se necesitan para aclarar muchas dudas que les he dejado.
El próximo capítulo se pondrá más movido, el nudo del problema y las revelaciones comenzarán a salir a la luz.
Sin más, muchas gracias a quienes me siguen y siguen esta historia.
