Saludos preciosuras

Ranma 1/2 y sus personajes no me pertenecen, son absoluta propiedad de la extraordinaria y cruel Rumiko Takahashi.

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La chica del cabello azul

Capítulo 1

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El lugar se encontraba tan transitado como de costumbre, las tenues luces iluminaban levemente cada parte del pasillo. El olor a desinfectante era tan intenso que le hacía picar la nariz, podía fácilmente reconocer los múltiples sonidos de la fricción de los zapatos contra las baldosas, al mismo tiempo veía a las personas ir de un lado a otro sin detenerse.

Las fracciones de segundos dónde su mirada recaía en la mujer delante de él, eran suficiente para que su día adquiriera otro matiz, una sonrisa siempre se dibujaba suavemente haciendo vistosos sus hoyuelos y su corazón comenzaba a latir arrítmicamente. Si algo le gustaría, sería poder tener más tiempo para disfrutar de esos valiosos segundos, no es un pecado mirar a alguien, eso lo sabía muy bien, en todo caso si resultaba raro, ladeó un poco la cabeza al ver la puerta cerrarse y el sonido del slam resonó suavemente en el pequeño pasillo. Bufó con molestia, su tiempo contemplando tal belleza había acabado, sin más que hacer apresuró su paso.

Abrió la puerta y sonrió al toparse con una sonrisa deslumbrante frente a él. Esos ojos alegres destellaron con antelación antes de que sintiera como era abrazado por unos pequeños brazos y una pequeña carcajada de felicidad inundara la habitación.

— Tardaste mucho Onii-chan — acusó haciendo un puchero y pegándole en la cabeza.

— ¡Oye! ¿Y eso por qué? — alzó la ceja en interrogación y su rostro adquirió seriedad.

— Por tardar. Mis dulces — extendió la mano en espera de sus merecidos caramelos que llevaba esperando desde el día anterior.

— Mmm.. no sé si los merezcas, mira que me golpeaste fuerte.

— Eso no es justo, además un Saotome nunca rompe sus promesas — usó la famosa frase familiar y sonrió al ver a su hermano bufar fastidiado.

— ¿No me has saludado? Te estás convirtiendo en una rebelde como diría mamá — mencionó fingiendo estar aterrado y retrocediendo hasta toparse contra la pared.

— ¡Onii-chan! — hizo un puchero y pateó el suelo molesta.

Ranma señaló su mejilla agachándose un poco. La pequeña niña resignada se acercó a él y le dió un beso en la mejilla.

Extendió nuevamente su mano en espera de su recompensa y sonrió gustosa cuando la obtuvo finalmente, su hermano era demasiado manipulador, cuando tuviera la oportunidad lo acusaría con su madre y vería lo que le sucedía.

— ¿Te has portado bien? — ella lo miró inmediatamente y entrecerró los ojos.

— Siempre me portó bien — se quejó ante tal acusación, ella era una niña muy buena. Eso le decían todos al menos.

— ¿Y cuándo le pegaste a ese niño en el verano?

— Se lo merecía, me llamó lombriz. Además tu me dijiste que no debía permitir que nadie me tratara mal — asintió pensando que fue lo correcto lo que hizo, desde ese día nadie había vuelto a desafiarla.

— Le rompiste la nariz — Ranma se estaba conteniendo de la risa al ver las caras que hacía su hermana, le gustaba mucho molestarla.

— Bueno... eso, fue sin querer y si se lo merecía, soy más bonita que una lombriz, esos bichos son muy feos y se parecen a tus dedos Onii-chan.

— ¿Qué tienen mis dedos? — levantó la mano observando sus dedos.

— Cuando vamos a la piscina se arrugan y parecen lombrices — explicó su gran teoría completamente acertada.

— Los tuyos también se ponen así.

— Claro que no.

— Que si.

— No, no y no.

— No seas mentirosa, te va a crecer la nariz.

— Eres malo Onii-chan — lo pateó en el pie antes de correr y tirarse a la cama.

— Ranko — la llamó al verla escondida entre las sábanas, no obtuvo respuesta así que rodeó la cama y volvió a llamarla —. Así que no me quieres responder, tendré que hacer algo — murmuró con malicia, se preparó para atacar.

— ¡Basta! — rió al ser atacada por una cruel técnica de súper cosquillas, rodó sobre la cama para intentar librarse de tal ataque. Fue en vano su intento de huida, su hermano la había atrapado por completo, con lágrimas en los ojos por reír tanto, declaró su rendición momentánea.

Estaban sentados viendo televisión y disfrutando de un buen vaso de gelatina, cuando tocaron la puerta de la habitación y supieron que la hora de visita había acabado.

— Volveré mañana, toma tus medicinas y obedece a las enfermeras, mamá llegará pronto — mencionó levantándose.

— Quiero salir de aquí, es muy aburrido — hizo un puchero y se aferró a la pierna de su hermano.

— Saldrás muy pronto pequeña, has esperado mucho ya, lo que falta es mínimo. Te prometo que cuando salgas de aquí, iremos a dónde quieras — buscó animarla, no había sido fácil ver a su pequeña hermana de 6 años sufrir una enfermedad del corazón, había sido un año difícil donde toda la familia había estado demasiado tensa y preocupada por la salud de la niña, por suerte había podido ser operada y ahora su corazón funcionaba con normalidad, solo era la última etapa que consistía en estar en observación durante un corto periodo y luego de eso, ella podría seguir con su vida sin problema.

— Eso espero, ya quiero volver a entrenar — levantó los brazos y luego se puso en posición de combate, tal como le había enseñado su padre.

— Pronto. Y ahora, dame un abrazo — ella se tiró sobre él, aprovechó para darle un beso en la frente antes de colocarla en la cama y despedirse de ella.

Metió sus manos en los bolsillos recorriendo el ya conocido camino de regreso, las enfermeras que pasaban junto a él parecían terriblemente irritadas y sus miradas le daban escalofríos, otras un poco más amables le saludaban, a lo que él respondía con una sonrisa y un leve asentimiento.

Leyó internamente el número de la habitación 205, el lugar donde descansaba la mujer más hermosa que había visto en su vida, desde que su hermana había sido internada la había conocido, solo de vista. Fue un día que por casualidad pasaba por ese mismo pasillo y su mirada se posó en esa habitación, la puerta estaba entreabierta, la enfermera que la cuidaba, dejaba la puerta abierta a diario, nunca le había preguntado realmente la razón, pero imaginaba que lo hacía como tratamiento. La chica del cabello azul o mejor dicho Akane, en medio de su curiosidad había ingresado muchas veces para verla de cerca y había leído en el reporte médico su nombre, un nombre muy bonito y perfecto para ella, esa chica tan bella y atrayente, era una pena que solo se tuviera que conformar con verla, ya que no sabía cuál era el color de sus ojos, ni el sonido de su voz. Akane llevaba en coma un año y medio, eso fue lo que escuchó de las enfermeras, no tenía familiares que la visitaran, solo una cantidad sustanciosa de dinero que fue dada para su tratamiento y el hospital se encargaba del resto. Muchas veces se preguntaba cómo alguien como ella podía estar sola, era demasiado triste.

Le atormentaba pensar que pasaría cuando su hermana dejara el hospital, ya no tendría razones para verla. Estaría muy preocupado por ella, en el fondo guardaba las esperanzas de que algún día ella despertara de ese estado que la mantenía postrada.

Suspiró antes de echarle un último vistazo a la puerta, volvió sobre sus pasos antes de perderse por el final del pasillo.

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Soltó el golpe y retrajo su pierna inmediatamente antes de adoptar una nueva postura, repitió el golpe a mayor velocidad inclinando su espalda hacia atrás. Reguló su respiración y limpió las gotas de sudor que se deslizaban por su frente, llevaba toda la mañana practicando, su próximo encuentro sería contra un tipo muy rudo, Panti Taro era un hombre alto y corpulento, especialista en combate libre, era de origen Chino, aunque había decidido pertenecer a la liga de combate libre japonés, era sumamente importante que lo venciera porque así podría escalar posiciones en el ranking, lo cual le permitiría retar al actual campeón y quedarse con el título. No podía desperdiciar esa oportunidad, luego de dedicarse de lleno a las competencias de artes marciales ese era su objetivo, su padre podía encargarse del dojo por un tiempo, solo mientras él se hacía de un renombre y luego volvería victorioso a dirigir el dojo familiar.

— Estás distraído — lo golpeó fuerte mandándolo al suelo.

— No comience, anciano — exclamó levantándose.

— Maestro para ti, muchacho — prendió su pipa sentándose en el suelo. Luego le hizo con la mano una señal de que continúe —. Recuerda que tú padre te encomendó conmigo, ten por seguro que te convertiré en el mejor artista marcial que ha existido.

— Aún no me enseña nada — arqueó la ceja con inconformidad.

— Primero muéstrame que sabes hacer, después vendrá el verdadero entrenamiento.

Bufó molesto antes de volver a posicionarse en el centro y comenzar a practicar katas avanzadas. Todos sus movimientos eran certeros y rápidos, su cuerpo los realizaba de forma mecánica, para alguien como él no resultaba nada difícil, tantos años de práctica tenían sus resultados.

Notó al anciano levantarse y posicionarse frente a él.

— Ahora ataca — pidió guardando entre sus ropas la pipa que tenía en la mano.

Se acercó lentamente evaluando su posición de pelea, solo estaba parado sin más, pero al mismo tiempo no tenía aberturas, no era un anciano normal lo entendió en ese momento. En dos movimientos redujo la distancia e intentó realizar un golpe a mediana altura, el anciano simplemente desapareció y pudo sentirlo a sus espaldas, por instinto se agachó justo cuando estaba por ser golpeado.

— Bien, tienes buenos reflejos y eres instintivo. Aunque no lo suficiente, de un golpe en el pie lo tiró al suelo.

A pesar de ser golpeado se impulsó con su brazo y lanzó una patada directamente al hombre delante de él. Este simplemente bloqueo el golpe con un dedo.

— Vamos a pelear enserio — dijo antes de apretar su cinturón y volver al ataque. Se estaba divirtiendo mucho, no era un anciano nada común, por algo era un maestro de artes marciales y le emocionaba tener un rival de entrenamiento de ese nivel.

Pasaron horas combatiendo hasta que sus fuerzas se esfumaron y se tiró al piso exhausto.

— Mañana a la misma hora, recuerda las indicaciones, aún te falta mucho que aprender — mencionó yendo hacia la salida, con una pequeña sonrisa en su rostro.

— ¡Aquí estaré! — respondió levantando el puño.

Se puso de pie y fue hacia las duchas, tenía que reunirse con sus amigos de la universidad en unas horas. Así que tenía el tiempo suficiente para bañarse y relajar sus adoloridos músculos con agua caliente.

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Aunque le costara admitirlo el viejo Happosai era un maestro estupendo, su estilo de combate había ido mejorando en gran medida durante las últimas semanas, se sentía mucho más ágil y fuerte que antes, cada vez tenía mucha más confianza en que podría ir por el título de campeón antes de lo que suponía. Pero antes de eso debía seguir concentrado en su entrenamiento.

Torció los labios al ver la puerta de la habitación 205 cerrada, mal por él, no podía verla el día de hoy y eso lo ponía de mal humor. Le quedaban apenas 2 días para que su hermana fuera dada de alta, lo que significaba que se le acababa el tiempo de poder seguir viendo a Akane, quizás y se plantearía venirla a visitar, no era algo malo y no creía que alguien le molestara que lo hiciera.

Fue una tarde tranquila donde jugó con su hermana un juego de completar palabras, petición de ella ya que era algo en lo que era buena y quería sacarle en cara que podía vencerlo. Ella era en extremo competitiva en todo aspecto, sin duda era algo familiar muy típico de los Saotome. Luego una maratón de My little pony dónde tuvo que ver a las graciosas ponys que hablan, salvar el mundo y solucionar todo con el poder de la amistad, su hermana era fanática excesiva de esa serie, en casa tenía una habitación totalmente ambientada en esa historia, lo gracioso era que tenía la manía de hacerse la ruda en todos los lugares, menos dentro de su fortaleza como la llamaba, dónde sacaba su lado infantil al extremo y se comportaba como una niña de su edad.

Sonrió al pensar lo rara que podía ser. Luego dirigió su mirada a la habitación donde la puerta ahora sí estaba abierta, se asomó levemente para ver en el interior, abrió los ojos con sorpresa al no ver a Akane en la cama como siempre, ¿Podía ser posible? ¿Akane había despertado? no sé le ocurría alguna otra razón para que ella no estuviera ahí, salió deprisa para buscar a la enfermera encargada y si es posible encontrarse con la chica, comenzó a pensar cómo sería poder verla consciente por primera vez. Tenía una creciente emoción recorriendolo por completo, no era para menos se dijo, verla de esa forma sería magnífico, se apresuró más pero lo raro es que no había enfermeras cerca.

Estaba por llegar a la administración bastante extrañado de la falta de personal en ese día, cuando escuchó un ruido proveniente del pasillo y algunos gritos. Se dejó guiar por el sonido dando grandes zancadas con preocupación, se detuvo al ver a varios hombres con trajes negros y con armas en las manos, tenían reunidas a las enfermeras y lo que supuso que eran pacientes en ese lugar, ¿Que diablos estaba pasando? tenía que hacer algo, se propuso buscar una manera de acercarse y comenzar a deshacerse de ellos, se detuvo cuando vio llegar a muchos más y estos comenzaron a disparar al aire. No le gustaba nada, eran demasiados y si hacía algo la gente estaría en riesgo, hasta él estaría en peligro en un espacio tan cerrado, no podría moverse con libertad.

Retrocedió lentamente, quería ayudarlos, pero no sé arriesgaría a qué algo malo pasase por su imprudencia, lo mejor sería llamar a la policía e ir por su hermana, debían salir de ese lugar. Comenzó a correr en dirección a la habitación de su hermana, le preocupaba que esos tipos ya hubieran llegado a ese piso.

Estaba todavía a un piso de llegar a la habitación cuando se quedó paralizado al verla delante de él, la chica de cabello azul estaba sostenida contra la pared, parecía que en cualquier momento colapsaría.

— Oye — pronunció dando un paso hacia ella.

Quedó pasmado al verla girar su cabeza y mirarlo directamente, pareció querer decir algo, pero ambos escucharon pasos y guardaron silencio. Ranma actuó rápido al sentir como venían hacia ellos, de un movimiento cargó a la chica y avanzó hasta quedar entre un pilar que los cubría lo suficiente, esperó hasta estar seguro que nadie lo veía para volver a moverse.

— No debemos hacer ruido, están cerca — susurró esperando la oportunidad de continuar.

Estaban a pocos metros de la habitación y se tranquilizó al ver que por ese lugar no había rastro de esos hombres, corrió de prisa y abrió la puerta para luego cerrarla enseguida. Se topó con la mirada de su hermana y vió como corría hacia él.

— ¡Volviste Onii-chan! — gritó feliz de verlo nuevamente.

— Shhh — murmuró tratando de escuchar pasos o alguna señal de que se estaban acercando.

— ¿Quién es ella? — preguntó al ver a la chica que cargaba su hermano.

Reaccionó dirigiendo su mirada a Akane que hasta el momento no había dicho nada, se topó con unos ojos marrones que parecían llenos de confusión.

— ¿Estás bien? — no apartó su mirada y ella solo asintió. Caminó hasta la cama para luego ayudarla a sentarse con mucho cuidado.

— Onii-chan te estoy hablando — reclamó Ranko molesta de ser ignorada.

— Nos iremos en este momento — dijo sin dar explicaciones.

— Aún me quedan 2 días, no puedo irme — se quejó sentándose en la cama junto a Akane.

— Ranko — regañó mirándola serio —. Dije que nos vamos, agarra tu mochila. Se volteó para volver a acercarse a la puerta, la abrió para asomarse, maldijo al ver a los hombres en el principio del pasillo, estaban abriendo las puertas de las habitaciones una a una —. No podremos salir por el pasillo, ya están aquí — mencionó acercándose a ellas.

— Vienen por mí — Akane intentó levantarse —. Llévate a tu hermana y huyan.

— ¿Por ti? — preguntó confundido por sus palabras.

— Si, apresúrate, es peligroso para todos. Solo no quiero que nadie más salga herido — aceptó intentando mantener el equilibrio, era sumamente difícil su cuerpo estaba totalmente dormido y apenas podía moverse.

Ranma suspiró, no entendía nada. Pero no tenían tiempo eso si era cierto. Agarró una de las sábanas de la cama y le hizo algunos nudos. Se escuchó un ruido fuerte de la habitación cercana y entendió que pronto estarían ingresando a dónde estaban ellos.

— Ranko — llamó —. Te agarrarás muy fuerte de mi cuello y ella estará detrás tuyo, las sostendré contra mi y usaremos esto como agarre extra, no te asustes estaremos bien. Ven ahora — le indicó.

La niña solo asintió antes de agarrarse a su hermano como le dijo. Ranma se acercó a Akane levantándola y amarró a ambas contra su cuerpo con la improvisada soga, se giró al sentir pasos cerca, avanzó rápido hacia la ventana.

— ¿Qué haces? Te dije que te fueras.

— Y eso haremos, no te dejaré sola. Solo confía en mí — dijo antes de impulsarse sobre el marco de la ventana, escuchó el sonido de la puerta y saltó.

Afianzó el agarre con uno de sus brazos calculando dónde debía sostenerse para frenar la caída. Eran trece pisos después de todo, fue descendiendo de esa forma, se sostenía de parte de la estructura mientras se dejaba caer poco a poco, era difícil al solo poder usar un brazo, con el otro debía sostenerlas para mantenerlas seguras. Faltando tres pisos para llegar al suelo, decidió que era una distancia ideal para caer sin problema, así que se impulso volteandose y preparándose para llegar al piso.

— ¡Eso fue increíble! — pegó un gritillo emocionada de lo que vivió, era increíble haber bajado desde tan alto de esa forma.

— Eres un psicópata, casi me matas del susto — Akane lo golpeó en el pecho, abriendo los ojos, por un momento creyó que moriría y no se atrevió a mirar.

— Todo estaba controlado — aseguró sonriendo de lado —. Y se dice gracias, Akane.

— ¿Me conoces? — consultó sin entender como ese hombre sabía su nombre.

— Digamos que sí, llevo... — dejó de hablar a ver cómo comenzaban a salir del hospital algunos de los hombres de traje —. Luego te explicaré.

Parecían estar sondeando la zona en busca de algo, mejor dicho por palabras de Akane, la buscaban a ella específicamente, cuándo tuviera la oportunidad le preguntaría el motivo de todo lo que estaba sucediendo. Tuvo que moverse con mucho cuidado para no ser visto, llegó al estacionamiento y sin perder tiempo deshizo el agarre para que ambas entraran al auto. Encendió el motor y aceleró, vio por el retrovisor que no había nadie cerca, se tranquilizó cuando al fin estuvieron lo bastante lejos del hospital.

Sacó su celular y marcó rápido el número de emergencias. Escuchó una voz al otro lado preguntando lo reglamentario.

— Escuche en el hospital central de Tokio, hay un grupo de hombres armados que tienen como rehenes al personal y a los pacientes, no pierdan el tiempo y envíen ayuda, por favor— aclaró —. Claro que no es una broma, si mueren personas será por su culpa, son muchos hombres, yo estaba ahí y logré escapar por eso estoy llamando —. Colgó al recibir una respuesta afirmativa, quizás fue muy directo, pero no tenía otro modo de decirlo.

Volvió a mirar a Akane que aún parecía nerviosa junto a él. Se aclaró la garganta ganando que ella lo mirara.

— Fue muy peligroso lo que hiciste, te has metido en algo que no debías — mencionó mirando al frente sin expresión alguna.

— No sé las razones aún, pero lo hice por mi voluntad. No podría haberte dejado sola ahí.

— No lo entiendes — giró su cara para encararlo apretando los puños.

— No, no lo hago. Espero que puedas explicarme los motivos — suspiró aún concentrado en la carretera, debían ir a su casa y aclarar todo.

— Es algo complicado, no sé si pueda explicártelo...— ella se quedó callada como pensando sobre algo.

— Ranma Saotome, ese es mi nombre — respondió comprendiendo que ella no sabía nada sobre él tampoco.

— Yo soy Ranko — saludó desde el asiento trasero la niña.

— Un gusto conocerte, Ranko — Akane se volteo para saludarla y dedicarle una sonrisa a la pequeña —. Ahora, ¿Puedes detener el auto?

— ¿A dónde quieres ir?

— A dónde sea, me las arreglaré sola. Te agradezco tu ayuda, Ranma — mencionó despacio, le debía agradecer mucho por ayudarla, su actitud no era la mejor, pero tenía sus motivos para no querer involucrarlos en sus problemas.

Le gustó demasiado escuchar su nombre salir de sus labios, tanto así que instintivamente apretó el volante.

— No puedes caminar por completo y no creo que tengas a donde ir — la observó de reojo —. Iremos a mi casa, estarás segura ahí.

— Mira en verdad gracias, pero no puedo aceptar eso. Solo déjame ir y olvida lo que viste hoy, es lo mejor — intentó abrir la puerta del auto sin éxito.

— Tiene seguro — mencionó dando vuelta en la intercepción.

— Ya me di cuenta — lo miró molesta cruzando los brazos.

— Entonces no intentes escapar — dijo sonriendo. Era muy terca y le gustaba esa mirada desafiante.

— ¿Me estás secuestrando?

— No sería un secuestro más bien llámalo "salvarte en contra de tu voluntad". No seas necia, te llevaré a mi casa y podrás decidir qué hacer cuando estés realmente mejor — insistió.

Akane no dijo más, solo se tumbó en el asiento y miró por la ventana. Lo tomó como una respuesta positiva, punto a su favor.

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Le tocó hablar con sus padres sobre el porqué apareció con su hermana que debía aún estar en el hospital, de la nada y la razón por la que llevaba a una chica desconocida también. Su madre parecía estar muy preocupada por lo que comentó, cuando vieron las noticias el asunto se había vuelto tendencia en todos los noticieros, le tranquilizaba que al menos todo estuviera controlado y que la gente del hospital estuviera a salvo.

Había sido un día pesado, se dirigió a su cuarto para ducharse y prepararse para cenar, cuando pasó cerca de la habitación de invitados escuchó un ruido fuerte y abrió inmediatamente la puerta, topándose con Akane en el suelo. Corrió hacia ella y la ayudó a levantarse.

— No debes sobre esforzarte tanto, recuerda que tu cuerpo no ha tenido movimiento por mucho tiempo, tus músculos están atrofiados, debes ir poco a poco recobrando el movimiento — explicó bajo la atenta mirada de ella.

— Lo sé, pero es difícil estar así — señaló sus piernas intentando moverlas.

— Esto ayudará — la hizo recostarse en la cama y luego comenzó a ayudarla a estirar sus piernas, muy lento.

— Parece que sabes sobre esto — mencionó siguiendo las instrucciones que le daba.

— Cuando estaba en la preparatoria hice un servicio comunitario por mal comportamiento, ayudaba a personas que perdían la movilidad en sus piernas con terapia de movimiento.

— Así que te gusta meterte en problemas desde toda la vida — sonrió. Aún sin conocerlo podría decir que era un buen hombre, nadie más la hubiera ayudado de la forma que lo hizo, arriesgándose así mismo sin dudarlo un segundo.

— Ciertamente, es algo que siempre hago. Así vas bien, ahora inténtalo por tu cuenta, muy despacio — indicó al verla seguir por sí misma con más facilidad —. Ahora, ¿Quieres hablar sobre la razón por la que te persiguen esos hombres?

— Sabía que preguntarías — se detuvo y ocultó su mirada bajo su flequillo.

— No quiero presionarte, pero es necesario que lo sepa. Todo estará bien, Akane — quería que ella confiara en él y así poder ayudarla, no pensaba dejarla ir así por así.

Apretó las sábanas, no quería involucrarlo más en ese asunto. Pero ciertamente ella no podía salir de ese problema sola y menos con los del clan Ashikaga tras ella. Solo esperaba que sus hermanas estuvieran a salvo. Levantó su rostro topándose con esos ojos azules que demostraban absoluta tranquilidad y confianza, le estaba haciendo dudar de su decisión inicial.

Mordió su labio en un intento de reprimir sus palabras.

— Mi nombre completo es Akane Tendo, hace más de 2 años mi familia vivía en Nerima y teníamos un dojo a nuestro cargo, mi padre era un maestro de artes marciales y toda su vida giró en torno a ello, desde las alianzas entre las distintas escuelas de combate libre y el trato con los clanes ancestrales. Puede que no entiendas a lo que me refiero con clanes, para resumir son familiares descendientes de clanes antiguos de Japón, en la actualidad sólo llevan el nombre y la mayoría se desempeña en el mundo de las artes marciales conservando así su legado familiar — lo observó a asentir y decirle que continúe con un gesto —. Mi padre viajó un tiempo a China para visitar a algunos de sus viejos amigos, durante ese viaje él encontró algo que no debía y al ser consciente de que algo así sería un gran problema, y de que la gente estaría detrás de aquello, estaba seguro que la codicia los llevaría a hacer cosas impensables, decidió ocultar ese gran secreto.

— ¿Qué exactamente encontró tu padre?

Dudó nuevamente, solo esperaba no equivocarse en esta ocasión, al confiar en alguien como él.

— Kuudamono eizoku (fruta inmortal). Se dice que hace 5.000 años el dios dragón se había enamorado de una mortal, aunque solo se dedicó a verla durante mucho tiempo y cuando decidió descender a la tierra para poder estar con ella, ya era muy tarde, la chica había enfermado y estaba por morir, pasó sus últimos minutos junto a ella, al verla morir su dolor fue tan grande que se llevó su cuerpo sin vida a una de las montañas más elevadas del mundo, hizo un cráter en el centro de la montaña, para que se convirtiera en la tumba de su amada y de esa misma forma decidió compartir su destino enterrando sus garras en su corazón, ambos yacieron en el interior de la montaña y de sus cuerpos brotó un árbol que daba un único fruto que concede la inmortalidad, es la representación de su deseo de vivir junto al amor de su vida por la eternidad.

— Vaya historia, ¿Entonces tú padre encontró ese lugar?

— Así es, está en China.

— Es una leyenda muy antigua, mi maestro siempre me la contaba — opinó sentado a pocos metros de ellos y junto a su esposa.

— Lamentamos interrumpir, pero parecían tan concentrados — Nodoka se disculpó.

— ¿Y tú padre dónde está? — miró a la chica mientras acomodaba sus lentes.

— Fue asesinado — sus ojos se oscurecieron y empuño sus manos de frustración.

Notó al hombre de los lentes levantarse inmediatamente haciendo caer la silla por su acción tan apresurada.

— No puede ser posible — caminó en dirección a ella —. ¿Quién asesinó a Soun? — estaba enojado como nunca en su vida lo estuvo.

— Los del clan Ashikaga, al enterarse que mi padre sabía la ubicación de dónde estaba el Árbol Kuudamono eizoku, intentaron obligarlo y hasta chantajearlo para que los llevara a ese lugar. Pero él se negó en incontables ocasiones, tanto así que nos comenzaron a perseguir e intentaron secuestrarnos a mis hermanas y a mí. Mi papá murió ayudándome a escapar — algunas lágrimas se deslizaron por su rostro y se guardó en su garganta un grito de enojo que le provocaba recordar ese fatídico día.

— ¡Miserables! — golpeó la pared haciendo que se cuarteara.

Nodoka se acercó a él intentando que se tranquilizara, lo veía temblar de pura rabia.

— ¡Debía estar ahí! No puedo creer que Soun esté muerto — se lamentó por haber dejado solo a su amigo en ese momento tan difícil.

— ¿De dónde lo conocías? — Ranma llamó su atención al no comprender que tenía que ver su padre en todo eso.

— Fuimos entrenados por el mismo maestro, nos conocíamos desde niños.

Akane entorno los ojos por completo al escucharlo, estaba tan sumida en sus recuerdos que no pensó en las palabras de ese hombre. Él lo conocía, el apellido de Ranma era Saotome y claro que ella conocía ese apellido, pero creyó que era solo una coincidencia, ahora todo tenía sentido ese hombre frente a ella era Genma Saotome el amigo de toda la vida de su padre.

— Y si era tu amigo, ¿Por qué no lo ayudaste? — reclamó viéndolo con enojo.

— Crees que si hubiera sabido lo que estaba pasando, ¿No hubiera ido en su ayuda? hace años perdimos el contacto y no sabía dónde estaba viviendo — explicó encarando a su hijo.

— Maldición — volvió a sentarse junto a Akane. Colocó la mano en su hombro en muestra de apoyo.

— Has pasado por mucho, cariño — imitó a su hijo tratando de brindarle comprensión a la chica. No podía ni imaginar lo mal que debía sentirse, era tan joven —. Se que en este momento no hay palabras de consuelo que te hagan sentir mejor, pero te ayudaremos en todo lo que sea posible.

— Gracias por sus palabras, señora.

— Nodoka, ese es mi nombre.

Ella solo asintió limpiando sus lágrimas.

— Por culpa de ellos ¿Estabas en coma? — preguntó al ir atando los eventos que Akane había relatado.

— Cuando mi padre me ayudó a huir, se quedó atrás para evitar que me detuvieran, pero yo no podía dejarlo solo, así que regresé y comenzamos a enfrentarlos, eran demasiados sin contar que estábamos sin fuerzas realmente. En un punto ya no pudimos defendernos, hasta que ví a mi papá derrumbarse, había sido apuñalado, quise levantarlo para poder escapar, él solo se negó y me pidió que huyera con su último aliento, me abrí paso entre los hombres que me rodeaban y logré robar un auto para poder huir, en medio de la carretera me rodearon y en mi intento de perderlos hice una mala maniobra, el auto perdió pista. Es lo último que recuerdo hasta el día de hoy, desperté en la mañana y me tomó tiempo poner en orden mis recuerdos. Cómo era la única de los Tendo que podía saber la ubicación exacta, me mantuvieron con vida esperando que despertara. Al enterarse, enviaron por mí, sabía que eso pasaría por eso intenté huir antes de que llegaran.

Nadie se atrevió a decir nada por largos minutos.

— Pagarán por lo que hicieron, nosotros te cuidaremos de ahora en adelante. Es una promesa que le hice a tu padre y pienso cumplirla. Por ahora descansa, Akane — Genma se dió la vuelta y salió de la habitación.

— Ven, mi niña. Te ayudaré a darte un baño y a cambiarte de ropa, luego comeremos — la ayudó a levantarse. Indicando a su hijo que saliera de la habitación.

Su corazón se encogió de pena al verla llorar sin consuelo, un abrazo protector fue lo único que pudo brindarle y espero hasta que estuviera más calmada. Una chica como ella con toda una vida por delante, llevando consigo una situación tan injusta y peligrosa. Solo esperaba que todo pudiera terminar de buena forma para ella.

Continuará…