El Sol Y La Serpiente

Hace muchos años, el sol se enamoró de una serpiente.

Era bella, negra con escamas verdes que reflejaban la luz del sol de forma hipnótica

Cada vez que la serpiente salía a calentarse en la luz, el sol profesaba su amor incansablemente

pero la serpiente, aunque recíproca a su amor, debía volver a la oscuridad

y el Sol solo podía esperar por el día siguiente para verla.

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Los últimos rayos del atardecer descienden sobre la tierra y laguna del campamento mestizo, mientras que el dios del sol los observa caer desde la parte más alejada de la laguna, con un aire de pesar y derrota como si lamentara la caída del día.

La brisa cálida mece su dorado cabello y las pequeñas olas besan los pies del Dios, como si las ninfas trataran de consolar al sol y las artes, pero Apolo se muestra indiferente a su ambiente, carente de la personalidad brillante que lo caracteriza. Ahora, un opaco y apagado Apolo ocupa su lugar, su expresión decaída y su mirada distante se reflejan en el agua con la misma facilidad de las últimas luces del día.

Una vista magnífica, un lugar mágico donde el agua se convierte en espejo y el cielo y tierra en uno solo. Pero el rubio no le dedica la mínima admiración, sus ojos se pierden en la nada, sumergidos en sus propios pensamientos.

Cuando el sol desaparece y la oscuridad se adueña de la laguna, Apolo se mantiene en su lugar, la mejilla apoyada contra su rodilla y abrazando su pierna de forma perezosa. El rubio ni siquiera reacciona cuando las sombras a su alrededor se revuelven y de la oscuridad en el agua, surge una silueta alta y oscura.

La silueta comienza a caminar sobre el agua y las sombras se dispersan con cada paso hasta dejar a la vista al señor de los muertos en su forma humana.

Hades se detiene frente a Apolo, arqueando una ceja cuando su sobrino no se mueve ni un centímetro, donde ni siquiera parecía respirar. No es que lo necesitara, pero parece más una estatua que un ser vivo y es un poco perturbador para el mayor.

Apolo es quien rompe el silencio.

—Hola tío…— murmura, enfocando sus ojos azules sobre el mayor de los dioses. — No ha habido hijos de Hades por un tiempo…¿Vienes a reclamar un campeón?—

Hades contuvo una mueca ante el tono de su sobrino, lo que en otros tiempos sería su tono jocoso y jovial, ahora mismo sonó como la imitación más patética de la existencia. Para este punto, Hades tiene más vitalidad que Apolo y Él es el Rey De Los Muertos, eso habla mucho del estado del Dios Sol.

Hades siente un pinchazo de tristeza ante el estado de su sobrino, conociendo ese tipo de dolor de forma más personal de lo que le gustaría, y aún así, sabe que no es ni una quinta parte de lo que realmente siente Apolo.

El hilo rojo duele mucho…demasiado. Como un maldito puñal en el alma del que no se puede escapar que trae la felicidad más sagrada y el dolor más profundo.

—Está de regreso. —dice Hades con indiferencia, consiguiendo la primera reacción honesta de Apolo. De primera mano, Hades puede ver como el rostro de Apolo recupera algo de brillo y su expresión de sorpresa se mezcla con una notable emoción.

Era un libro abierto y Hades sintió una profunda vergüenza por la forma en que el humor de Apolo cambia con la mención de Theo, le recordó a un perro deprimido por la ausencia de su dueño y no pudo evitar mirar a su sobrino con lástima.

Lo tienen bien domado.

—¿Ya? Pero…¿Cuánto ha pasado? — preguntó Apolo, las palabras tropezando en sus labios en su prisa por salir mientras él se ponía de pie.

—Menos que la última vez. — Hades rodó los ojos con molestia, demostrando una irritación mayor a la que realmente siente. — Se debe saber el maldito laberinto de memoria para este punto…— refunfuño con algo de indignación, había pasado milenios haciendo ese laberinto para mantener a las almas humanas ocupadas en su camino a la reencarnación y esa pequeña serpiente se atrevió a resolverlo con tal facilidad.

Hades se siente intrigado e indignado a partes iguales. Puede entender en parte el apego de Apolo por esta alma, es… interesante. Siendo alguien inteligente, astuto y muy determinado…no es la peor opción para su sobrino aunque le parece un poco exagerado la forma en que su rostro brilla y sonríe al hablar, como si el mundo se le hubiera iluminado, y todo rastro de pena lo abandonara.

Si alguien le llegara a preguntar, Hades negaría fervientemente ese retortijón de felicidad al ayudar a su deprimido sobrino. Nunca lo admitira, ni bajo tortura del tartaro lo haría.

—Theo siempre ha sido muy inteligente, es un Slytherin de piel y hueso. — Apolo ensanchó su sonrisa, esa cálida y llena de amor que ciertamente no está dirigida hacia su tío.

De igual manera, Hades hace una mueca de asco ante tan melosa expresión.

—Creo que no ha pasado ni un año y ya ha vuelto. A este paso podría morir y reencarnar al día siguiente. — Hades marcó más su disgusto y Apolo sonrió con nerviosismo, sin poder refutar contra la predicción de su tío.

Conociendo a su Theo, sería muy capaz. Apolo podía imaginarlo en ese laberinto, cobrando favores por información a otras almas deseosas de reencarnar, solo por el placer de saber que le deben aunque al final no le sirva de nada. Esos pensamientos hicieron a Apolo reír con suavidad, negando suavemente antes de levantar la mirada hacia Hades.

—Gracias…— murmuró, una sonrisa pequeña y sincera en su rostro que de repente, había rejuvenecido.

Hades no respondió, el llamado de un campista rompiendo el silencio entre ellos y captando la atención de Apolo creó el momento perfecto para Hades desaparecer. No quería quedarse a recibir las gracias de su sobrino, fuera de las dos primeras veces Hades no había hecho nada extravagante para merecerlas, solo venir a informarle sobre la nueva reencarnación.

Tal vez, quien merecía las gracias era Theo. El idiota que renuncia a los campos elíseos solo para volver por Apolo, una y otra vez, mientras que Apolo lo esperaba incondicionalmente.

Tal para cual.

Idiotas enamorados.

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La soledad es divina.

Pero la soledad en la naturaleza, es mágica.

Por eso, Theo prefiere los lugares apartados, lejos del bullicio humano, donde el tiempo no parece transcurrir y la magia está casi a la vista, dándole la oportunidad de capturarla con su cámara y en su memoria. Como ahora, que en medio de una ruta de senderismo Theo se encontró con una delicada caída de agua un poco apartada del camino.

La mayoría del grupo pasó de largo, pero con una advertencia del guía, Theo pudo quedarse y tomar unas fotos del apacible lugar. Theo respira profundamente antes de agacharse y tomar fotos del agua, sonríe con satisfacción cuando la luz se alinea perfectamente con el esta y la hace ver brillante y llena de magia.

Después de tomar varias fotos, estaba revisandolas cuando una voz lo hizo sobresaltar.

— Son muy lindas, hasta parece que el sol jugó a tu favor. — dice una voz femenina, muy cercana al castaño.

Theo voltea con rapidez, observando con reproche a la persona que le ha hablado, le ha dado un buen susto y casi se le sale un pedo por lo mismo. Por avergonzarlo así, Theo la hará encabezar en su lista negra.

Aunque se trate de una chica tan linda.

Ella le sonríe amigable, una sonrisa radiante que hace juego con el sol bordado en su chaqueta verde esmeralda. Theo la observa con atención, a pesar de su molestia inicial no puede ignorar su belleza: La mujer tiene el cabello largo y dorado, ojos de un azul tan vibrante como el de un zafiro y que de alguna forma hacen resaltar el tono bronceado de su piel.

Si Theo tuviera que describirla con una palabra, sería "brillante"

—Estás fuera de la ruta. — Theo le miró con molestia, guardando su cámara de forma distraída. La mujer solo ensanchó su sonrisa y escondió las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Oh, disculpe señor…— la mujer hizo una pausa, mirándolo expectante por unos minutos hasta que Theo comprendió lo que quería.

—Theo. — dice y para su propia sorpresa, su nombre se deslizó de sus labios con facilidad. Theo siempre ha sido reacio a darle su nombre a desconocidos, presentándose por su apellido como una manera de marcar una defensiva distancia. El no sabe porque le ha dado su nombre a esta mujer, pero se rectifica rápidamente —Theo Nott.

La mujer sonríe con suavidad, su mirada algo perdida al escuchar su nombre como si estuviera recordando algo, antes de recuperar su expresión amigable. Theo, quien vio cada cambio de su expresión, pensó que era extraña pero no peligrosa; como libro abierto, inofensivamente sincera.

—Leticia…— dijo con suavidad, Theo pensó que era un lindo nombre, hasta que escucho su apellido:— Leticia Papadopoulos.

Ningún entrenamiento de etiqueta preparó a Theo para tan ridículo apellido. El caastaño tuvo que morderse la lengua para no soltar la carcajada, aunque no pudo evitar reírse suavemente. La mujer frente a él permaneció tranquila, como si esperara esa reacción y sonriera contagiada por su diversión.

—Lo sé, es ridículo. — dijo juguetona y Theo asintió, ni como negarlo.

— Debería demandar al que le dio ese apellido. — le sugirió con diversión— por daños morales.

Leticia río divertida y negó con suavidad.

— Es un caso perdido, el desgraciado es demasiado influyente. — Leticia habla con suavidad, inclinándose a las orillas del riachuelo. — El único consuelo será pasarle el apellido a mis hijos, no seré la única que sufra. — bromeó con una sonrisa traviesa que hizo a Theo sonreír con complicidad, antes de que algo en su pecho palpitara de forma dolorosa y la tan conocida sensación de Deja Vu que le revolvió el estómago.

El rostro difuso de un hombre rubio, un niño pelirrojo, una hoguera y un campamento. Todo corrió frente a los ojos de Theo como una película, antes de desaparecer con la misma velocidad. El pelinegro jadeó suavemente, sus ojos clavados sobre el rostro de la mujer que lo miraba con tranquilidad.

—¿Te encuentras bien? — preguntó Leticia, acercándose a Theo con preocupación en su rostro.

Theo no responde, abrumado por la intensidad del deja vu pues ha sido el más intenso en mucho tiempo, pero cuando siente la mano de Leticia sobre la de él, siente parte de esa sensación calmarse. Theo pestañea y observa a la mujer con curiosidad, su tacto es cálido… muy cálido. Un calor que se extiende por su cuerpo y reposa con comodidad en su pecho, aumentando aquella sensación de Deja vu pero no al punto de ser desagradable.

La voz de un hombre susurra su nombre, como un fantasma en el viento y Theo se siente perdido. Sin darse cuenta, aprieta la mano de Leticia en la suya, buscando estabilidad.

—¿Nos conocemos de antes? — murmuró Theo con precaución, observando el rostro de Leticia con atención. — Siento que te he visto antes… —murmura ya no tan seguro de sí mismo cuando Leticia pasa de la incredulidad a la ternura más pura que podría haber visto nunca, sus ojos brillando con más intensidad que antes y una sonrisa afable en sus labios.

Theo mantiene su rostro impasible, pero internamente es un mar turbulento de raras sensaciones.

—¿Tal vez? te debí parecer muy aburrida para olvidarme con tal facilidad, —dice la mujer con tranquilidad, luego ensanchó su sonrisa y mirando directo a los ojos del castaño, continuó hablando. — En cambio yo… nunca podría olvidarte.

Theo siente un nudo en su garganta, algo en su pecho le asegura que las palabras de Leticia son más profundas de lo que aparentan. Batalla un poco antes de descartar aquella sensación, no es un adolescente para caer de nerviosismo por una frase tan barata para ligar.

Aunque le dará un punto por el intento.

Es momento de hacer el revés.

Theo inclinó el rostro, una media sonrisa ladina crece en sus labios y a juego con esta, opta por un tono seguro al hablar.

—¿Estás segura de eso? — cuestiono, con una actitud arrogante y coqueta.

Theo esperaba que retrocediera nerviosa, pero cuando Leticia se mantuvo frente a él con seguridad, Theo casi sonríe ante el reto.

Le gustan los retos. Las cosas difíciles son las que más valor tienen al final del dia,

—Muy segura, —insistió Leticia con una sonrisa llena de confianza y un tono más coqueto en la voz. — Unos ojos como los tuyos son inconfundibles. —aseguró y la mano que tenía sobre la de Theo se deslizó hasta el codo masculino.

Si Theo sintió calidez ante esa caricia, no lo reflejó en su expresión.

—¿Qué tienen de especiales? Son azules.

—No, son grises. — le corrigió Leticia con suavidad. — Son el gris más bonito que he visto, con toques de azul…como una piedra lunar…—

La voz de Leticia se fue suavizando al hablar, pues la chica parecía perderse en sus propios pensamientos mientras que Theo levantó las cejas con curiosidad. Era la primera vez que le decían algo así, cuando se trata de su rostro nada resalta más que su quemadura: una marca de rojo intenso que acapara todo su ojo izquierdo, parte de su frente y mejilla como resultado de un explosion de gas a la que estuvo muy cerca en su infancia.

Theo no recuerda su rostro sin la cicatriz, pero si los tratos groseros a causa de esta. Aunque crecer le dio la madurez para no ser afectado por esto, eso no cambia los hechos.

Ha sido así desde que tiene memoria, se ha acostumbrado.

Ella no puede venir a romper su rutina tan cómodamente. No. Theo se rehúsa a que Leticia cambie la forma en que funciona su mundo.

—Para tener unos ojos tan lindos… Son muy descuidados, no saben enfocar lo importante. — contestó burlón, apartándose con suavidad de la mujer. Con un paso atrás marcó distancia, listo para regresar a la ruta de senderismo cuando la risa de la mujer rebotó en sus oídos .

Aquella fuerte sensación de Dejavu volvió a Theo, mezclando la risa femenina con ecos de una masculina, muy parecida.

—¿Crees que mis ojos son bonitos?— cuestionó Leticia, acercándose con una sonrisa inocente que esconde sus maliciosas intenciones.

Theo lo sabe, no necesita leer mentes.

Aunque aún así, la mira con incredulidad

¿Eso es lo único a lo que le prestó atención?

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La noche es fresca y a través de la ventana Theo puede observar de forma distraída la brillante Luna Blanca, tan grande que parece sacada de un cuento mágico. Para Theo, aquella imagen es casi hipnótica y siente la extraña necesidad de extender su mano hacia esta, como si pudiera tocarla como en su sueño más recurrente; donde la luz de luna lo envuelve y sale disparada de sus manos.

Theo a veces se despierta con ese sueño tan nítido que siente rastros de la energía en su cuerpo, aunque se esfuma a los segundos.

El movimiento de Leticia sobre su pecho lo saca de su estado meditabundo.

—¿Theo…? — le llama Leticia con voz suave mientras estrecha la mejilla contra el pectoral del castaño, sus dedos deslizándose de forma distraída en el abdomen de él hacen la piel erizarse. Theo se maldijo internamente cuando su corazón comenzó a latir a mayor velocidad, feliz con la cercanía y las pequeñas caricias de su pareja.

Aunque son toques inocentes, Theo no puede evitar recordar como momentos atrás el rostro inocente y la personalidad brillante de su novia dieron paso al insaciable apetito sexual que esconde tras su actitud despistada. Recuerda su expresión coqueta y esa mirada hambrienta que le dedica cada vez que está arriba y se estremece.

Esa mujer será su ruina.

Tampoco es que Theo se vaya a quejar, más bien se deleita (y adora) esta parte de su novia que solo puede ver él.

—¿Me querrías si fuera un gusano? —

Incluso con sus raras preguntas de la nada.

Theo se paraliza un segundo, deteniendo el jugueteo de sus dedos con el cabello rubio, y suspira de forma exagerada. No es la primera vez que Leticia suelta ese tipo de preguntas tontas, solo que Theo no puede acostumbrarse a estas. Son tan esporádicas que siempre lo agarran de sorpresa.

—¿Es enserio? — cuestiono con fastidio, incorporándose levemente para mirarla al rostro. Leticia entendió el movimiento y también se incorporó sobre la cama, levantando su torso y sonriéndole ampliamente a Theo.

El castaño trató de mantener sus ojos sobre el rostro de su novia, pero estos lo traicionaron y bajaron a su pecho con vergonzosa rapidez.

Insultó a Leticia mentalmente por convertirlo en un ninfomano.

La risa de ella, como si leyera sus pensamientos, hizo que Theo dirigiera la atención a su rostro.

— ¿Qué? ¿Nunca te habían hecho esa pregunta? — preguntó Leticia, pestañeando con inocencia aunque su sonrisa es traviesa. Theo rodó los ojos con fastidio.

—Claro que no, es una pregunta ridícula…¿Cómo voy a enamorarme de un gusano? — replicó con rudeza, aunque se arrepintió en cuanto las palabras salieron de su boca. Sus antiguas parejas siempre le reprochaban lo brusco que puede ser al hablar a pesar de sus finos modales, y se tensa con ligera culpa al hablarle así a Leticia.

Pero cuando ella ríe suavemente con inocencia, se vuelve a relajar. Ella lo conoce mejor que nadie y a pesar de ser una llorona la mayor parte del tiempo, Leticia sabe identificar cuando sus palabras no traen mala intención y solo son algo rudas, por lo que no se lo toma personal y Theo no puede más que adorarla en secreto por eso.

Porque podrán tener casi dos años de relación, pero ¿Ser abiertamente cariñoso? No, eso es un rotundo no para Theo.

—¿No? Bueno..¿Qué tal algo más original? ¿Me amarías si fuera un ornitorrinco? —Leticia ensanchó su sonrisa divertida por sus propias preguntas o por la expresión de fastidio de su novio.

—Menos. Tú no sabrías si eres pato, castor, ave o nutria… ¿Cómo amar a alguien que no sabe ni quién es? — respondió con pesadez y con los dientes apretados, aunque su mirada es relajada sobre el rostro sonriente de Leticia. Cuando ella deja de reír y lo mira hambrienta, esa sonrisa pícara que delata sus pensamientos, Theo siente su vientre alborotarse de ansias.

Leticia desliza una mano sobre el vientre de Theo de forma lenta, apenas tocando su piel hasta apoyarla sobre su pecho y empujarlo suavemente sobre la cama. Theo se dejó hacer, una ceja arqueada mientras cuestiona a la mujer con la mirada aunque una sonrisa arrogante permanece en sus labios, le gusta cuando ella toma la batuta.

Cuando Leticia acomodo su cadera sobre la de Theo, las manos de él se dirigieron en automático hacia sus piernas y las acaricia de forma suave a la vez firme. Leticia murmura agusto con las ligeras caricias, casi como un ronroneo, mientras que Theo debe contener un suspiro al sentir la calidez de su intimidad contra su virilidad.

Entiende que su novia está lista para otra ronda, y por más dispuesto que Theo se encuentre hay algo que le molesta.

El anillo de su novia.

Ese metal frío que contrasta con el cálido tacto de ella hace burbujear su sangre con irritación, aunque es la misma Leticia quien convierte ese calor en uno más placentero al final.

—¿Y si fuera una ninfa? Solo podrías amarme por una vida, porque nunca regresaría…— Pregunta Leticia sobre los labios de su novio, desviándose a su mejilla y dejando un beso suave en esta. —¿O si fuera una empusa usando mi belleza para seducirte y después tomar tu sangre? — volvió a preguntar en un tono peligroso y seductor, mordiendo la piel del cuello masculino para reafirmar su punto

Theo jadeo, el calor aglomerandose en sus mejillas mientras las manos y boca de su novia lo hacen erizar, nunca negaría lo seductora que puede ser Leticia. Ella sabe cómo besar y tocar para tenerlo a su merced, cosa que le asustó al principio. A Theo nunca le ha gustado ceder el control en ningún aspecto de su vida, más en algo tan íntimo como el contacto físico pero con ella es diferente, con Leticia siempre ha sido diferente.

Theo cierra los ojos, dispuesto a dejarse consentir por su novia, cuando aquel metal frío volvió a rozar contra su piel y algo hizo corto en su mente. Si Theo fuera honesto consigo mismo, admitiría que son celos del antiguo prometido de Leticia pero como no es así, lo deja pasar como disgusto por el contacto frío.

Leticia jadea de sorpresa cuando Theo los voltea sobre la cama, y ahora es él quien se muestra dominante en la situación, manteniendo una expresión seria que hizo a la rubia sonrojarse con nerviosismo.

—¿Theo…? — Leticia le llamó con suavidad, confundida ante su repentino cambio. La mirada seria del castaño le preocupa, la posibilidad de que su novio volviera a disociarse se presenta en su mente y Leticia trata de traerlo de regreso, acariciando sus mejillas de forma inocente y completamente ajena a lo que realmente sucede en la mente de su novio. —Theo… Amore mio…— le llama con suavidad, las palabras en italiano se deslizan con fluidez de sus labios, haciendo reaccionar al castaño.

Theo toma la mano de Leticia entre la suya, entrelaza sus dedos en una caricia suave, pero llena de autoridad cuando comienza a dirigirla hasta sus labios. Sin apartar su mirada de ella, deja un beso suave en el centro de la palma y luego muerde de la misma manera la piel besada.

Las mejillas de Leticia ardieron ante el gesto, la mirada oscura y hambrienta de Theo provoca un revoloteo ansioso y caliente en su vientre.

—Dejemos algo en claro…— Habla Theo con seriedad, sus ojos clavados en los de Leticia que permanece en silencio, estremeciéndose ligeramente ante el tono ronco de su voz. — Gusano, ornitorrinco, ninfa, empusa o Diosa… Eres mía, Leticia. — dice en un tono firme y posesivo. — Mía. —

Theo recalcó aquella palabra con algo más similar a un gruñido, mientras toma entre sus dientes el anillo de Leticia y comienza a tirar de éste hasta sacarlo por completo. El anillo quedó despachado en algún lugar entre las sábanas y Theo no podía sentirse más contento.

En cambio Leticia, quien lo observó en silencio y casi hipnotizada, reaccionó al momento de ya no sentir el anillo en su dedo. Su expresión tranquila cambia por una de sorpresa y separa los labios para hablar, pero es silenciada por los de Theo. El castaño, prediciendo el reclamo, la silencia con un beso ardiente y demandante. Su boca es implacable contra la de ella, ese tipo de beso que roba el aliento y deja las piernas temblando.

—T-he…— gimotea su nombre y desliza su mano libre sobre el rostro de Theo, acariciando sus mejillas y delineando de forma suave la cicatriz de Theo. El castaño suspiró y se acurrucó en su cálido tacto, mentiría al decir que estos gestos de su pareja no le derriten el corazón.

Desde que la conoce, ella ha abrazado lo bueno de él y besado cada una de sus inseguridades. Theo a veces se pregunta qué hizo para merecerla aunque si está seguro de que no la dejará ir.

No es idiota.

—Eres ruidosa…— dice Theo de forma ronca antes de atrapar sus labios en un beso intenso, donde le devora la boca en un intento de saciar su hambre de ella.

Leticia jadea ante el ataque, pero no tarda en derretirse entre los brazos de su novio. Separa los labios a manera de invitación y ronronea cuando Theo no dudó en tomarla, deslizando su lengua en el interior de la boca femenina.

Theo sonríe entre el beso al sentir a Leticia estremecer bajo él, arqueando su espalda y aferrándose a sus hombros con su mano libre, mientras la otra reposa con los dedos entrelazados junto a su rostro. Si Theo puede reconocer el enorme poder que tiene Leticia sobre él, tampoco es ciego al pequeño conejito indefenso que puede ser ella bajo sus atenciones siempre recíproca.

Ella tiembla, suspira y se retuerce ante sus caricias y besos; sus uñas le recorren la espalda y cuando Theo mueve la cadera contra su intimidad, Leticia lo pierde y se aferra a él con necesidad.

Theo solo se deleita un momento con la sensación, antes de repetir el movimiento una, y otra, y otra vez …

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Más entrada la noche, Theo aún se encuentra despierto. Aún con el cansancio en sus músculos por varias rondas de sexo, Theo no concilia el sueño y en vez de quedarse en vela con sus pensamientos, prefiere observar la la expresión tranquila e inocente de Leticia al dormir. La mujer se acurruca contra el pecho de Theo, su cuerpo desprendiendo una agradable calidez en la fresca noche.

En algún momento, Theo comenzó a deslizar sus dedos en el cabello rubio de su pareja, peinando y enrollando de forma distraída. Aunque cuando ella suspira a gusto aún entre sueños, el corazón del castaño se acelera y una sonrisa suave crece en sus labios.

Los fantasmas que lo han atormentado desde niño, las voces de personas e imágenes de personas que nunca ha visto o conocido, desaparecen en gran medida cuando la ve así tal vez por la gran paz que le transmite o esa calidez que desprende aun dormida.

Jugando con un mechón del rubio cabello, Theo desvía la mirada hacia la mano izquierda de Leticia, donde un nuevo anillo ha ocupado el lugar del infame anillo de serpientes. Theo siente algo de molestia al pensar en las similitudes, pero negar su pasión por las serpientes es un tremendo insulto a su propia persona.

Aun así, el nuevo anillo representaba mejor a su pareja. Este consistía en dos serpientes de oro enlazadas, cubiertas por una hilera de diamantes blancos en toda la extensión de su cuerpo, en los ojos de ambas serpientes había dos brillantes zafiros del mismo azul que reflejaban los ojos de Leticia cuando se emocionaba, y ambas serpientes reposaban sus cabezas alrededor del diamante principal, un diamante rosa.

« Oro por su cabello… zafiros por sus ojos…y un diamante rosa por el amor…» Theo observa el anillo con atención y sonríe cansado, pero satisfecho consigo mismo. Si, ese anillo representa mejor a su pareja que el anterior, casi a la perfección.

Aunque el casi le molesta de forma considerable, Theo pasó meses buscando el anillo perfecto hasta simplemente rendirse al más cercano a sus expectativas. Llegó a pensar que nadie podría hacerle ese anillo ideal y se resignó a que solo una mano divina, tal vez la de hefestos, podría hacerle la joya que deseaba.

« Lastima que no sea real…» Theo suspiró con pesadez, levantando la mirada hacia su mesa de noche. Sobre ésta, estaba el anillo de serpientes.

Theo observó la joya con atención, aunque no es la primera vez que la ve, a veces siente una extraña afinidad por esta. Es una pieza hermosa de oro negro y esmeraldas, con una serpiente tallada a lo largo y de frente, su cabeza abría la boca de forma amenazante, revelando la esmeralda en su interior. En otras circunstancias, Theo no tendría problema en usar una joya tan exclusiva, pero recordar de quien era le causa cierta irritación.

El ex de Leticia. El hombre con el que iba unir su vida antes que él.

Theo se siente patético sintiendo celos de un muerto, pero cuando se detiene a pensar en que de no ser por los caprichos del destino, la mujer en sus brazos sería de otro y eso le revuelve el estómago. Más cuando ese idiota ni siquiera pudo darle un anillo apropiado.

Era un idiota.

Triste por él.

Porque ahora Leticia era de Theo, como Theo de ella. Y él no pensaba dejarla, morir tampoco estaba en sus planes cercanos.

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Theo suspiró de gusto al retirar la bufanda de su cuello, el interior de la cafetería era cálido y cómodo a diferencia del frío de diciembre que el castaño inmediatamente se siente agusto. Recorre el lugar con la vista hasta encontrar a sus amigos, sentados junto a la ventana y conversando de forma amena.

Cuando se acerca, es Blaise el primero en notar su presencia y sonríe de una manera que le da mala espina a Theo, pero toma asiento aparentando tranquilidad.

—Entonces ¿lo hiciste? Ginny quiere ir a una boda. — El moreno ronronea de forma traviesa y la atención de todos se vuelca sobre Theo, en su mayoría curiosos sin saber de lo que hablan. Aunque como buenos genios manipuladores, lo deducen con rapidez.

—¡¿Le pediste matrimonio a Leticia!? — sisea Pansy con indignación, nunca se toma bien cuando es la última en enterarse de algo. Aunque ahora mismo no es la última en enterarse, porque solo Blaise lo sabía y es porque su madre tiene la mejor línea de joyas del país.

Blaise dice que del mundo, pero Theo encuentra muy atractivas ciertas líneas de joyería romana tradicional y a Leticia le quedan muy bien las joyas con un estilo griego, así que es debatible.

—Si. — dice Theo con tranquilidad, dándole un trago a su café apenas se lo ponen en la mesa. Sonríe detrás de su taza al recordar la reacción de su rubia al ver el anillo en la mañana.

La brillante sonrisa que le dio podría haber derretido a Theo en su lugar.

Incluso si lloro un poco, sus mejillas sonrojadas y ojos cristalinos la hacían ver adorable. Theo tuvo que usar mucho autocontrol para no comérsela ahí mismo.

—¿Y? ¿Cómo lo hiciste?— preguntó Pansy, sus deseos de chisme suficientemente fuertes para dejar a un lado su irritación por no tener la primicia. Theo la miró en silencio, luego a sus amigos que tenían la misma expresión curiosa y de repente, se sintió con ganas de presumir.

«Tuvimos sexo hasta que la deje muerta de cansancio y deslice el anillo en su dedo mientras dormía.»

Theo sonrió arrogante, orgulloso de su maravillosa propuesta. A Leticia le encanta el sexo ¿Que mejor manera de proponerlo que después de una larga sesión nocturna?

Aunque tampoco piensa darle detalles de su vida intimida a estos payasos. Las veces que los atraparon en la movida han sido suficiente. Ya si Leticia quiere presumir después… tampoco se opondrá, sabe lo cercana que se ha hecho Leticia a Pansy y Blaise.

Esos tres juntos son su dolor de cabeza más severo.

—Le puse el anillo mientras dormía.

Vio a sus amigos pestañear una, dos y tres veces antes de que la incredulidad abandonara sus rostros y diera paso a su indignación (Ginny), aburrimiento (pansy), resignación (Vincent) y arrogancia (Blaise).

—¿¡Es enserio!?— chilló Ginny, sentada junto a Blaise y sin importarle llamar la atención por un segundo. — ¿¡Ni una rosa o chocolate!? ¡Ni siquiera se lo preguntaste! ¡Le pusiste en anillo y dijiste: Listo. ¡Nos casaremos! —reclamo, apuntando a Theo con acusación.

Por debajo de los gritos de Ginny, Vincent le pasó unos billetes a Blaise quien los contó tranquilamente antes de guardarlos en su chaqueta.

—No esperaba que la llevaras a una cena romántica…pero aún así me decepcionas — Suspiro Pansy con pesadez —¿Cómo es que siquiera aceptó a casarse contigo?—

—Yo no lo habría hecho. —, refunfuño Ginny con irritación, y Blaise siendo el novio complaciente que es, dejó un par de besos traviesos en la mejilla y cuello de su pelirroja. Ginny se derritió a esto, dejando ir su molestia ante las atenciones de su novio.

Y ni como burlarse de ellos, Theo es igual o más complaciente con su prometida.

—Lo bueno es que no es contigo con quién me quiero casar. — Contestó burlón, sacando su celular al sentirlo vibrar con un mensaje entrante.

Contuvo una sonrisa al ver el contacto de su pareja, dejando que Pansy y Ginny interroguen a Blaise sobre los detalles del anillo mientras que él contesta.

"Amor… deberías volver temprano a casa… tenemos que hablar."

Aquella frase le dio un mal presentimiento y cuando una imagen llegó seguida de aquel mensaje, Theo terminó escupiendo su café.

Sus amigos detuvieron la conversación para mirarlo incrédulos y siendo un pésimo idiota para estás situaciones, Theo solo pudo mostrarles la pantalla del celular.

Los adultos se mostraron incrédulos y Vincent, dijo lo obvio en voz ;

—¿Vas a ser papá?—

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Theo se detuvo en el umbral de la cocina, apoyándose en el pilar observó de forma intensa a su prometida mientras alimentaba al pequeño Crest, el bebe de ambos. Una pequeña bola de carne que ha sido alcanzado por los genes de su familia materna y ha sacado el cabello rojo de su tía abuela Hestia y tía Diana, aunque en lo demás se parece a Theo. Fuera de las bromas y burlas de sus amigos, Theo puede notar similitudes en el rostro rechoncho de su hijo y en sus propias fotos de bebe, además, sacó su color de ojos.

Sonríe levemente al recordar el grito de emoción de Leticia la primera vez que Crest abrió sus ojos, había llenado de besos el rostro del infante murmurando feliz sobre los bonitos ojos de papá. Una actitud adorable… Aunque a Theo todavía le costaba procesar el hecho de ser padre, Leticia era un apoyo maravilloso y la maternidad le fluía de una manera tan natural que Theo encontraba pocos aspectos negativos en esta nueva etapa.

El chillido divertido de Crest saca a Theo de sus pensamientos y borra su sonrisa, disimulando ese pequeño momento de vulnerabilidad ante la vista de su familia.

Amarlos es una cosa, demostrarlo es avaricia.

Retoma su expresión seria, aunque realmente su lenguaje corporal refleja lo relajado y tranquilo que se siente. Theo se acerca por la espalda de Leticia, deslizando su brazo por la cintura de ella y la atrayéndola contra su pecho en un abrazo posesivo. Theo apoya su mentón en el hombro de la rubia, inhalando suavemente su perfume y disfrutando la calidez de su cuerpo.

—Estoy en casa. — saluda con voz ronca y el rostro enterrado en su cuello, donde deja un beso lento. Al sentirla estremecerse, Theo sonríe con picardía.

—Bienvenido…— saluda devuelta Leticia con voz temblorosa, sus mejillas calientes y su corazón latiendo con nerviosismo ante la repentina muestra de afecto. Nunca se acostumbra a estos, son demasiado esporádicos y Theo los mantiene así por el deleite de ver a su prometida nerviosa y tímida como una colegiala.

El chillido de su bebe, deseoso de atención, hace que Theo levante la mirada hacia él con reproche. Siempre que se muestra cariñoso con Leticia, Crest reclama por la atención de su madre. Al mocoso se le olvida que primero Leticia es de Theo, aquí quien comparte es el castaño por más que el ingenuo bebé piense lo contrario.

—Hola a ti también.— saluda Theo socarrón, dejando otro beso en el cuello de Leticia. Crest, como si entendiera que su padre se está burlando de él, hace un marcado puchero donde amenaza con dejar salir las lágrimas.

No es la primera vez que hace esa expresión, pero igual que las veces anteriores, Theo debe hacer un esfuerzo mental para empujar la oleada de recuerdos llegan a él, donde vistazos a lo que parecen vidas pasadas lo pueden hacer soñar despierto por horas. Le preocupa cómo esto ha evolucionado de la simple sensación de Deja Vu a oleadas de imágenes y voces que nunca ha escuchado, pero que de alguna forma se sienten tan familiares que dejan un vacío detrás.

Que aumenten a medida que se acerca la boda, también preocupa a Theo. Boda que tuvieron que retrasar por el nacimiento de cierto niño pelirrojo, quiere resaltar Theo.

—Todavía no te perdono que no me dejaras ponerle Draco. — murmuró Theo, mirando a su hijo aunque habla con Leticia. Si la hubiera visto, habría notado la nostálgica mirada en sus ojos.

—Quedamos en que si era niño, yo elegía el nombre…

—Y tenía que nacer varón…yo quería una niña, Lavander es un nombre muy lindo.

—Si que lo es…—

Los inicios de un llanto infantil hacen que Leticia voltee hacia su hijo, viéndolo con la cara roja y las mejillas hinchadas, mientras pequeñas lágrimas bajan por sus ojos. La mujer jadea con suavidad y se aparta del abrazo de su prometido para levantar al bebé y mecerlo con suavidad, murmurando palabras suaves para calmarlo. Al estar de espaldas, Leticia no pudo presenciar el duelo de miradas entre padre e hijo en el que ambos muestran desafío sobre el otro.

Cuando Crest comenzó a frotar la mejilla contra el hombro de su madre, Theo contuvo un jadeo de indignación.

« mocoso consentido» el castaño entrecerró los ojos con reproche, jurando ver burla en los ojos de su bebé de seis meses. Theo hizo una nota mental de la zona, listo para llenarlo de chupetones esta noche.

—Llegas en un momento justo. — dijo Leticia, volteando hacia su prometido con una sonrisa amigable.— Necesito que vigiles a Crest y la cena por un momento — explica rápidamente mientras le pasa el niño a Theo, quien lo recibe por instinto aunque no duda en mirar a su prometida con reproche mientras levanta a Crest de las axilas.

—Sabes qué Crest siempre llora conmigo. — le reprocho y el niño mencionado comenzó a hacer pucheros. Theo miró a su hijo con reproche y luego a Leticia con los ojos abiertos y las cejas levantadas, diciendo "¿¡Ves!?" Con la mirada. Leticia sonrió con diversión y dejó un beso corto sobre los labios de Theo, un gesto inocente que hizo sonrojar al castaño, pero que ella no se percató al voltear para besar la frente de su bebé.

Los reproches de Theo y los pucheros de Crest se detuvieron al instante.

—No exageres… solo son cinco minutos mientras saco la ropa de la lavadora, creo que puedes cuidar a tu hijo por ese tiempo ¿No? — dijo juguetona, desapareciendo por el pasillo sin darle tiempo a responder.

Theo la observó alejarse, su cabello ahora corto balanceándose en sus hombros de forma grácil al compás de sus pasos. Suspiro suavemente al estar solo con el pequeño, quien le sostiene la mirada con tranquilidad y sin rastro alguno de lágrimas. Aquello hizo sonreír arrogante a Theo.

—Mocoso astuto, solo lloras para que tu mamá venga por ti ¿No? — le reprocho, entrecerrando los ojos al ver a Crest sonreír con inocencia y mostrando las encías sin dientes.

« Si…angelito mis pelotas…» Theo bufa al recordar las palabras de sus amigos al conocer a Crest, el niño será un dolor de cabeza cuando crezca, Theo tiene ese fuerte presentimiento.

Hijo de su madre tenía que ser… igual de problemáticos. Por eso lo inscribieron con el apellido de Leticia, no porque ella quería y Theo le gusta complacer a su esposa.

Lo que le recuerda, la cena.

Theo pasa un brazo bajo las piernas de su bebé, apretando a Crest contra su pecho para poder usar su mano libre en la cena. Theo se mueve con agilidad en la cocina: recogiendo platos y utensilios sucios, limpiando el mesón y revolviendo la comida en la sartén de tanto en tanto para que no se pegue, acostumbrado a estas labores al ayudar a Leticia cada que puede en la cocina.

Sin embargo, hay algo que lo tiene inquieto. Un mal presentimiento se desliza sobre la piel de Theo, eriza su piel y se instala en su pecho a medida que pasan los segundos solo en la cocina. Crest se acurruca en su pecho de una manera que es inusual, hace pucheros cada que se acercan a la ventana y Theo solo puede compartir la incomodidad de su hijo.

La oscuridad al otro lado del vidrio es... Aterradora.

Theo asoma el rostro por el pasillo, esperando ver a Leticia y poder distraerse de su rara situación. No hay nadie. El castaño hace una mueca y vuelve a la cocina, pero se detiene cuando los pucheros de Crest se hacen más intensos de la nada y solo intensifican su propia incomodidad. Theo suspira con los nervios de punta y a nada de perder la paciencia, pero mantiene la calma y trata de tranquilizar a su hijo con palmaditas suaves en la espalda. No funciona y el niño sigue quejándose por lo bajo, un puchero débil que no llega a ser el llanto estridente de siempre; lo que preocupa aún más a Theo.

De repente, un sonido gutural, como el gruñido de un animal herido hacen a Theo levantar la mirada.

En la ventana el rostro de lo que parece una mujer con facciones bestiales: colmillos enormes, nariz chata y plumas en vez de cabello lo hace estremecer, observa el interior de la cocina con brillantes ojos dorados y cuando éstos se encuentran con los de Theo, la mujer bestia sonríe.

Peligro, le grita una voz a Theo en su cabeza y ni siquiera lo piensa. El castaño sale disparado de la cocina y a duras penas esquiva a la criatura alada que se ha arrojado contra él, destruyendo las paredes en su camino. Crest chilla de forma ensordecedora, pero es opacado por la explosión en la cocina, donde la tubería de gas debió quedar expuesta al fuego.

El castaño se las ingenia para no caer y sigue su carrera hacia el cuarto de lavado, escuchando chillidos a su espalda.

—¡Leticia! — grita al abrir la puerta de golpe, pero nadie le responde. Theo recorre la habitación con ojos feroces en señal de su prometida, su desesperación y pánico aumentando al no verla. Masculló una maldición y trató de regresar en sus pasos, en su mente corriendo todos los lugares de la casa a los que pudo ir Leticia.

Cuando el vello de su nuca se erizó, Theo solo tuvo unos segundos para esquivar el ataque de la bestia alada que lo había alcanzado. El castaño debe arrojarse a un lado, saltando a tiempo para salvar su vida pero recibiendo un corte en el brazo de las garras de aquella cosa, aunque el movimiento lo hace caer al suelo con la espalda a la pared. Theo jadea al golpearse contra el suelo pero sin dejar de abrazar protector a Crest contra su pecho, levanta la mirada contra la bestia.

La Bestia se ha golpeado contra los muebles donde guardan los blancos de baño, destruyendolo pero sin verse afectada por el golpe ni la cantidad de telas que lo rodean. La Bestia levanta la mirada hacia Theo, sus ojos hambrientos clavados en el hombre antes de arrojarse como una maquinaria sin control nuevamente.

Theo cierra los ojos con fuerza ante el inminente ataque, no tiene forma de escapar y lo único que puede hacer, es cubrir a su hijo lo mejor posible de las garras de aquella cosa.

Sin embargo, la bestia no alcanza a tocarlos y suelta un chillido ensordecedor que hace a Theo estremecer. Sus oídos pitan adoloridos por la potencia del grito, por lo que apenas puede percibir una voz conocida llamándolo.

—¡Theo! — Una mano fría y pequeña se posa en su hombro a lo que Theo abre los ojos con precaución. El rostro preocupado de Bianca, la protegida de su cuñada, le causa desconcierto.

—¿Bianca? ¿Qué haces aquí? — cuestionó incrédulo a la niña. Bianca sonríe apenada, pero no contesta y una tercera persona es quien toma el ritmo de la conversación.

—No es momento para explicaciones, Theo Nott.

El hombre levanta la mirada incrédulo, siendo el cabello castaño/rojizo de su cuñada lo primero que reconoce. Cuando ella voltea y lo mira analitica, Theo siente que el absurdo de la situación lo hará enloquecer.

¿Por qué su cuñada, la hermana mayor de su esposa, se ve como una jodida mocosa de doce años?

—¿Diana? — le llama con duda, pero ella solo voltea y vuelve a levantar el arco plateado en sus manos. Los ojos de Theo lo traicionan, porque en un segundo la imagen de su cuñada cambia y ya no está en su cuarto de lavado, sino en el cielo, luego en el bosque; parece verla en varios lugares antes de volver a la realidad.

Aquello hizo palpitar su cabeza de forma dolorosa.

— Se acercan más harpías por el oeste, Thalia está conteniendo las harpías que se acercaron por el norte. — habla Diana, pero no con Theo sino con Bianca. — Bianca, lleva a mi sobrino y mi cuñado hacia el campamento.

—Sí señora. — dice Bianca, deslizando un mano bajo el brazo para levantarlo. Theo jadea sorprendido ante el movimiento, la facilidad con la que Bianca lo ha levantado también le hace eco en la cabeza. Es un hombre adulto que le saca tres cabezas de estatura a esta niña y lo ha maniobrado como si fuera un muñeco.

Eso no debería ser posible. De la misma forma que una harpía no debería haber destruido su cocina, cuarto de lavado y posiblemente su pasillo.

Cuando Bianca lo jala para seguir caminando, Theo reacciona para voltear hacia Diana.

—¡Espera! ¡Leticia también-!—

—No te preocupes por Apolo, los únicos en peligro aquí son tu y Crest. — le responde Diana con frialdad, su voz infantil autoritaria hay una sensación en el aire que hace a Theo estremecer.

Más cuando Diana comenzó a brillar.

—¡Vamos! — exclamó Bianca, sujetando su muñeca comenzó a arrastrarlo por los pasillos. Theo se dejó guiar, confundido en gran medida con la situación aunque a medida que su confusión aumenta, el dolor en su cabeza es igual.

La vista se le hace borrosa a Theo, diferentes imágenes de personas jalando su mano de la forma en que Bianca lo que está haciendo ahora, como fantasmas puede escuchar gritos, explosiones, risas y lluvia. De repente puede oler el mar y luego oler la pintura recién hecha. Son tantas sensaciones, tantos fantasmas que Theo siente náuseas y pierde la fuerza en las piernas a media carrera.

Bianca gritó, acercándose a él, pero Theo no puede entender lo que dice. Aprieta el césped en su mano libre, esto y el calor de Crest contra su pecho es lo único que lo mantiene consciente. Siente los pequeños puños de su hijo golpeándole el pecho, donde tal vez lo esté abrazando muy fuerte y Theo trata de controlarse pero apenas puede respirar.

Theo no sabe en qué momento salieron de la casa. Escucha gritos, chillidos y truenos. Es demasiado de todo y cree que va a desmayarse cuando todo se detiene.

La imagen de una mujer se adueña de su mente. Alta, cabello de un rojo oscuro que parece negro, viste una tunica griega morada con detalles de un metal negro y sostiene una linterna plateada en su mano a medida que se acerca. Lo más extraño, son las dos siluetas que se salen de su espalda como otras dos mujeres pegadas a ella.

La mujer se agacha a la altura de Theo y acercando la linterna a su rostro, mueve los labios oscuros con una frase que tarda en llegar a los oídos de Theo.

Abre los ojos a la verdad

Su voz es elegante, extrañamente familiar para Theo, y muy autoritaria. Parece alejar todos los fantasmas con sus palabras y rodear a Theo de tranquilidad.

El castaño jadea débilmente, conectando regreso con su realidad y se encuentre a sí mismo en lo que parece un parque, Bianca a su lado lo ve aliviada y luego desvía la mirada hacia el frente. Theo la sigue y siente un nudo en su garganta al ver una harpía clavada al suelo con una lanza dorada.

Aunque no es eso lo que le causa tal impacto, si no que es su esposa rodeada de un aura dorada, quien entierra la lanza en la espalda de la harpía. Theo se estremece, la mirada cálida de su esposa ha sido reemplazada por una fría y despiadada hacia la criatura a sus pies, es esa mirada que tiene enojada y Theo solo siente un poquito de lastima por la harpía.

Luego recordó que una de ellas trató de matarlos a su hijo y él, y se le pasó. Se lo merece la perra.

Entonces Leticia levanta la mirada del monstruo y sus ojos, ahora brillantes en dorado, se encuentran con los de Theo. El rostro de un hombre, el mismo hombre rubio que siempre aparece en sus sueños y deja vu 's tan claro como una foto antes de cambiar al rostro de su esposa.

Es cuando Theo se da cuenta de que son idénticos y la lucha se reactiva porque más harpías salen de entre los árboles.

Leticia parece volar hacia ellos, pero con una voltereta cae dándoles la espalda. Tres harpías aterrizan unos metros al frente, sus posturas amenazantes y enseñando los colmillos es una imagen de pesadilla pero Theo se siente tranquilo y sus ojos clavados en la espalda de su prometida, sin perder detalle de sus movimientos.

Leticia comienza a brillar de forma intensa mientras hace aparecer un arco dorado en su mano y en la otra una flecha dorada. Todo su ser desprende calor y en la oscuridad del parque, ella parece convertirse en el sol que repele la noche. Con un salto alto, Leticia dispara la flecha que reanuda la caza de harpías.

Theo separa los labios ante el porte firme de su prometida mientras pelea, sus movimientos son gráciles y es como si danzara en el aire, lo que contrasta con el brillo fiero y casi asesino en sus ojos.

Si su vida no hubiera estado en peligro hace cinco minutos, Theo se habría sonrojado considerablemente al verla así. De repente, la imagen de su prometida es cubierta por la imagen translúcida del hombre rubio en una toga dorada griega. Theo jadea y se siente abrumado por una calidez comparable a la de sentarse bajo el sol en un día soleado, a la vez que múltiples imágenes inundan su mente como una película y un nombre escapa de sus labios.

—Lester…— la voz del castaño está cargada de emoción, se quiebra ligeramente al no poder procesarlo todo a la vez .

A Theo le toma un momento entender que las imágenes son recuerdos, vidas y aventuras vividas; algunas con Leticia y otras Lester, unas con diferentes niños, otras en las que puede ver a un joven adulto bastante parecido a Crest y un mundo lleno de magia. Puede recordar el momento en que sus manos envejecidas y en un cuerpo sin fuerzas le cedió a Apolo su anillo, ese de oro negro y esmeraldas al que se aferro como recuerdo de su legado y tradiciones, con una procesa silenciosa de entregarle uno mejor la proxima vez.

Promesa que se repitió una y otra vez, en cada vida, hasta esta.

Recordar todo hace que Theo quiera echarse a reír.

No solo estaba celoso de un muerto, sino que el muerto era él.

Si pensó que no tendría otro momento humilde en su existencia, se equivocó. Quiere golpearse la cabeza contra la pared, pero las manos cálidas de su pareja lo sacan de sus cavilaciones.

Igual que siempre, que en sus otras vidas, Theo suspira y se acurruca entre esas cálidas y suaves manos. Si bien, Leticia siempre ha sido cálida, ahora que está en su forma semi-divina puede notar una gran diferencia en su calidez actual y la diaria.

¿O será por la magia fluyendo por su piel?

—Theo…Theo, amor lo siento mucho…esto no debió pasar…yo…ah… mierda, te juro que tiene una explicación…— murmura Leticia con nerviosismo. Ella observa preocupada a Theo, sus ojos brillantes han vuelto a su color azul y en el reflejo de estos es que Theo se percata de que se encuentra llorando.

Lágrimas silenciosas salen de sus mejillas una tras otra, aunque Theo no se siente molesto por éstas. No puede controlarlas, pero no le pesan…son más bien liberadoras. Tal vez porque con sus recuerdos de regreso, Theo tiene tiempo para rectificar el mismo error que ha cometido una vida tras otra.

Ya no más.

Sonríe y acaricia la mejilla de su prometido con suavidad. Ese idiota que ha demostrado estar dispuesto a todo por el, que lo ha buscado en cada vida y ha sabido respetar su tiempo en cada una.

—No importa cuántas vidas pasen…sigues siendo una reina del drama, Apolo. — dice con una sonrisa ladina, deleitándose con la expresión de sorpresa del dios cuando dice su nombre con naturalidad, es digna de un cuadro.

—Tu…¿Me recuerdas?— preguntó la rubia con voz quebrada y temblorosa, sus ojos ahora brillan en lo que parecen llenarse de lágrimas.

Theo solo ensancha su sonrisa y niega con suavidad, divertido y relajándose un poco al ver esa expresión tan sincera de Apolo. No puede negar que todo esto le ha dado bastante nervio.

Pero ¿Quién no estaría nervioso si acaba de recuperar los recuerdos de sus vidas y muertes pasadas?

—Después del espectáculo que te has montado…¿Crees que no te recordaría?— se rió el castaño con malicia y apartó su cara con suavidad.

Theo se levantó, haciendo el mayor esfuerzo para no desmayarse del intenso mareo, pero sin apartar sus ojos del rostro del ser que lo ha enamorado una y otra vez, y lo ha amado incondicionalmente en cada vida.

Lester, Leticia… Apolo. Simplemente Apolo.

—Ahora…no me mal entiendas, te amo sin importar como te veas, pero…ahora mismo, quiero ver al idiota del que me enamore por primera vez. — Declaró Theo, sonriendo con calidez al dios inclinado frente a él.

Leticia/Apolo solo lo observó en silencio todo momento, su expresión llena de añoranza y amor hicieron algo palpitar en el pecho de Theo, cuando el castaño terminó de hablar, pequeñas lágrimas cayeron de las mejillas de la rubia aunque está sonrió de una forma que solo podría describirse como amor puro.

Leticia/Apolo cerró los ojos y una intensa luz dorada comenzó a emanar de su cuerpo mientras comenzaba a ponerse de pie. Cuando la luz desapareció, había tomado su forma original y el mandil y la ropa de casa se habían convertido en una toga griega dorada.

Theo dio un paso hacia él, y balanceando a su bebé con un brazo, apoyó la mano libre en su mejilla y lo guío hasta sus labios.

Apolo suspiro contra la boca de Theo, su brazo estrechándose al instante por la cintura de Theo, pegándolo a su pecho mientras el otro se dirige a su rostro y lo acaricia con dulzura que contrasta con el beso.

Este es necesitado, anhelante y aunque dulce, también salado por las pocas lágrimas que se le han escapado a Apolo. Theo sonríe sobre sus labios al percatarse, por que esto lo hace sentir tan a fin con él; saber que Apolo no ha cambiado a pesar de la cantidad de vidas, que es su mismo tonto rubio llorón de siempre le da tranquilidad.

Disfrutá un poco más el beso, solo rompiendo este cuando Crest en su pecho comienza a sollozar. Ni siquiera se enoja por la interrupción, porque todo es tan cálido y agradable ahora

la risa suave de Apolo se vuelve la cereza del pastel al poder escucharla tan clara, no como un fantasma en sus oídos.

—Esto significa…que vas a casarte conmigo¿No?— cuestiono el más alto y Theo, por mucho que lo adore, solo voltea los ojos con fastidio.

—No Apolo, me he enamorado de ti en cada vida que pasamos juntos, pero no voy a casarme contigo. — respondió, con la voz cargada de sarcasmo y el rubio solo hizo un puchero que le recordó terriblemente a Crest, ahora Theo entiende de donde lo saco.

—Que poco te duró la ternura… .— protesto y Tbeo, por primera vez en mucho tiempo, río a carcajada limpia.

Una risa juvenil y libre.

.

.

.

El movimiento del cuerpo cálido en la cama hizo a Theo quejarse débilmente. Frota el rostro contra las telas de seda, reacio a despertar y dejar la comodidad del acolchado.

Aunque no sea lo mismo sin él.

—Lester…— llamó a su esposo en gruñidos suaves, sintiendo como desliza los dedos cálidos en su cabello.

— Tengo que ir a trabajar, amore…— susurra el otro hombre, dejando un beso casto en la mejilla de Theo. Su cabello rubio roza contra el cuello del castaño y éste suspira con pesadez.

Theo abre los ojos y se incorpora ligeramente en las sábanas, buscando la boca de su esposo con pereza. El beso fue lento y suave, pero ambos lo disfrutan y Apolo suspira contra los labios de Theo como prueba. Apolo se inclina ligeramente sobre la cama, usa los antebrazos para no caer sobre el castaño y poder profundizar el beso.

Sin embargo, unos momentos después es el mismo Apolo quien debe romper el beso con decepción.

—Amor…tengo que ir, ya Zeus se quejó de que he hecho amanecer tarde…varias veces esta semana. — se rió el rubio con cierta picardía al recordar porque hizo tarde su trabajo. — y hoy es eclipse… es de los pocos días que puedo trabajar con Crest. —dijo con un poco más de emoción ante la idea de pasar tiempo con su errático hijo, quien se pasea por el mundo de forma despreocupada ante sus pocas responsabilidades.

Apolo puede que tenga culpa de eso, pero no se queja. La felicidad de Crest es más importante que cualquier balance divino de mierda.

El suspiro exasperado de Theo hace que dirija la mirada a él y al instante se arrepienta.

Acostado sobre sus antebrazos, Theo voltea su cabeza para sonreírle ladinamente. Su cabello despeinado, su mirada perezosa y los rastros de marcas en su cuello hicieron muy tentador para Apolo quedarse un poco más.

Pero no.

El trabajo es primero.

Lamentablemente.

Apolo cierra los ojos e inspira profundo, contiene el impulso de suspirar dramáticamente y deja un beso corto en la frente de Theo antes de levantarse. Theo observa desde su lugar como las sabanas resbalan por la cadera de Apolo cuando se levanta, dejando a la vista su cuerpo bronceado. El castaño sonríe satisfecho al notar las marcas de uñas en la espalda del rubio.

« Es una linda vista para despertar» Piensa Theo con diversión, sus ojos fijos en el trasero del rubio antes de que este se cubra con su toga griega. Theo chasquea la lengua de forma casi berrinchuda, mientras vuelve a acurrucarse entre las sábanas sin ganas de levantarse tan temprano.

Apolo, consciente de lo cansado que se encuentra su esposo, comienza a cerrar las cortinas de la habitación que comparten. Las cortinas verdes con detalles dorados evitan la entrada de la luz solar, dejando la habitación en una cómoda oscuridad para Theo.

Apolo sonríe, acercándose donde su esposo comenzó a dormitar nuevamente, pues la divinidad no le quitó el gusto a dormir y Apolo puede comprenderlo completamente. Acaricia el rostro de Theo con suavidad, la cicatriz que le marcó el rostro en cada vida mortal ausente desde que Afrodita retiró la maldición y Theo aceptó la divinidad.

Apolo recuerda lo nervioso que se encontraba ese día. A diferencia de los semidioses, que podían ser convertidos en dioses con la intervención de uno solo, los mortales debían pasar por una valoración entre los dioses y debía ser aceptado por voto mayoritario. Apolo sabía que contaba con el voto de Hades y Artemisa, eran los demás quienes lo tenían nervioso. No hubiera dudado en armar una revolución por Theo, pero no fue requerida.

Hecate apareció reclamando a Theo como su protegido. Hestia, Hera y Deméter levantaron votaron a favor casi al instante. Poseidón, Hefestos y Hermes también los apoyaron después de unos momentos. Ares levantó la mano, refunfuñando algo sobre estar harto de verlo llorando cada que Theo moría y Atenea lo apoyó, presentando su voto.

Cuando Afrodita levantó la mano con una expresión pensativa, Apolo puede o no puede que soltara el aire que estaba aguantando.

11 a 1, Zeus no tuvo lugar a protestar.

Theo recibió la inmortalidad.

Apolo lloró apenas estuvieron solos.

Aunque no les dejaron traer a Crest al Olimpo, debieron quedarse un tiempo en la tierra hasta que su hijo alcanzará edad para elegir tomar o no la inmortalidad.

Al final lo hizo, aceptando ayudarlo en sus labores durante los eclipses. Apolo no podía sentirse más tranquilo por eso.

El beso de Theo sobre su palma lo hace salir de sus pensamientos.

—¿No tenías que ir a trabajar?— preguntó el castaño y Apolo sonrió con suavidad.

—¿No puedo apreciar a mi esposo unos momentos antes de irme?— pregunto de vuelta y Theo bufo con suavidad, dejando ahora un beso sobre el anillo de Apolo.

La mirada del rubio se suavizó ante el gesto. Poco tiempo después de haber recibido la inmortalidad, Theo había conseguido un par de anillos para ambos como regalo de bodas.

Hechos por Hefestos, un anillo era de oro celestial y el otro de oro negro. Ambos estaba formados por una serpiente que se desliza y enrosca alrededor de un sol brillante con un zafiro amarillo en el centro mientras los ojos de la serpiente poseía dos preciosas esmeraldas.

Apolo había recibido el suyo encantado, una mezcla de emociones que le hizo soltar un par de lágrimas.

—Hace unos minutos te estabas quejando porque Zeus te regaño…—

— Tú también te quejas cuando Hecate te regaña.

—Oh cállate. — gruñó el castaño, volviendo a frotar su rostro contra las sábanas como un niño berrinchudo. Apolo río divertido y se inclinó para dejar un tronado beso en la mejilla de Theo.

—Te amo, nos vemos más tarde…— se despidió con rapidez y salió de la habitación. Si se quedaba más tiempo, iban a regañarlo nuevamente por hacer tarde su trabajo.

Theo observó a su esposo salir prácticamente huyendo de la alcoba, probablemente reuniendo toda su fuerza de voluntad en el proceso. Sonrió con gracia ante eso y se acomodó para dormir otro poco. Al tener las manos frente a su rostro, pudo observar su propio anillo distraídamente.

El anillo dorado resaltaba en su piel pálida de forma similar en la que el anillo negro resaltaba en la piel bronceada de Apolo. Ambas joyas contrastan tanto con la esencia de sus portadores, pero al mismo tiempo se compaginan perfectamente.

Theo sonrió con satisfacción ante el pensamiento, la rara sensación que lo había perseguido en cada vida al entregar un anillo a Apolo desapareciendo por fin.

—Si… este es perfecto.

.

.

.

Un día el sol dejó el cielo para poder estar junto a la serpiente

pero las nubes lo regañaron y se vio forzado a regresar

la serpiente habló con las sombras, buscando una forma de estar junto a sol

las sombras le advirtieron de las consecuencias pues la serpiente dejaría de ver a sus amigos

aun así, la serpiente lo acepto

y la próxima vez que el sol vino a ver a la serpiente, fue la última vez que tuvieron que separarse