Todo de mí
Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude
Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.
Capítulo 9 — Travesuras otoñales
La calidez en el brillo otoñal se esparcía por las ramas encima. Hojas doradas se esparcían por los amplios terrenos del campus, revolcadas y aplastadas por los pies de los estudiantes que pasaban por allí. En las desasosegadas rutinas que hacían la vida diaria de un estudiante universitario, siempre se sentía como una vergüenza que alguien no pudiese tomarse el tiempo de recostarse para disfrutar del aire del otoño. Bañarse en la luz del sol que no era ni demasiado caliente ni demasiado fría, sino que estaba en su punto perfecto.
Veces como esta le recordaban al estudiante que soñaba despierto los cambios sutiles que habían sucedido en los días recientes sin que él se diera cuenta. El otoño había llegado antes de darse cuenta, y Fuutarou solo tenía una reminiscencia modesta de los últimos seis meses que había pasado en esta gran ciudad. Y por mucho que no quisiera admitirlo, sus experiencias hasta el momento se podrían resumir a una de estas tres locaciones: su apartamento, la universidad, y la panadería cercana donde trabajaba a medio tiempo. No tan emocionante como anticiparían algunos de su edad, pero las viejas costumbres se rehusaban a morir para el joven adulto. Y además, no había llegado hasta aquí solamente holgazaneando, fuese en la escuela o ahora en la universidad.
Nada como el pequeño grupo de estudiantes que se reían cerca de él, de todas maneras.
- Lo siento, vine para reunirme con un amigo. – dijo la voz al frente. – Podemos terminar con esto luego, ¿está bien?
- ¡Pero Takeda! – dijo una de las chicas estudiantes aferrándose a su brazo. – Prometiste que estudiaríamos juntos. Los finales serán muy pronto, y hay mucho que podríamos cubrir.
- Lo sé, lo sé. Y de verdad lo siento mucho. Pero te prometo que arreglaremos una cita para estudiar juntos después, ¿está bien?
- ¿Pero cuándo? – continuó otra estudiante, golpeando sus palmas una contra la otra. – No quiero sonar molesta o algo, pero… ¡la física es brutal! ¡Y el profesor reprueba a muchas personas! Tú eres obviamente el estudiante más inteligente en toda la clase; ¡tienes que ayudarnos! ¡Por favor!
Takeda le restó importancia al comentario con una risa modesta. – Bueno, eso no lo sé, pero… ¿saben qué? Arreglemos algo ahora mismo. ¿Qué les parece el jueves, a esta misma hora?
Fuutarou se dio la vuelta, rodando los ojos ligeramente. Movió su brazo levantándolo por encima de su pierna cruzada, leyendo relajadamente sus notas mientras esperaba que la conversación cercana terminara. Estaban en una de las plazas del campus principal, a pocos metros del edificio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Tokio. El goteo de la fuente cercana y el rumor de las hojas esparcidas lo rodeaba, mientras una por una, las admiradoras que seguían de cerca a su amigo se iban por caminos separados, contentas con cualquier compromiso que hubiesen hecho.
- Alguien aquí de verdad es muy popular. – remarcó Fuutarou, mientras despreocupadamente le daba la vuelta a sus notas escritas a mano. – Seguro que puedes apartar algo de tiempo para Física, ¿no, Takeda? Ambos sabemos que te quedas algo corto cuando se trata de biología.
- ¿Oh ho? Si no lo supiera mejor, diría que estás tratando de provocarme, Uesugi-kun. – Takeda caminó despreocupadamente hacia la banca de Fuutarou, tomando asiento. – Aunque no esperaría menos de mi rival. Conoces mis debilidades muy bien.
- Solo porque te quejas de ello todo el tiempo. ¿Quiénes eran esas chicas, de cualquier manera? ¿Están en nuestra clase?
- Uesugi-kun. Ya ha transcurrido un semestre entero, ¿y todavía no conoces las caras de tus propios compañeros? Qué vergüenza, Uesugi-kun. Qué vergüenza.
De nuevo, Fuutarou volvió a rodar los ojos. – Ya no estamos en la preparatoria, Takeda. Los salones de conferencias tienen más de cien estudiantes a la vez cada uno.
- Cuando se trata de ti, no debería importar si son cien estudiantes o solo diez; deberías ponerles atención. Ese es el tipo de persona solitaria que eres, Uesugi-kun. – Una sacudida de sus pestañas acompañaba su guiño juguetón. – ¿No es así?
- Mejor solitario que brillar tanto que encandilas. – replicó Fuutarou secamente. – Parecía que te esforzabas mucho por evadir una sesión de estudios. Sería mucho más fácil si solo les dices que no y sales de eso. Aunque, supongo que eso no le sentaría bien al niño bonito del campus, decepcionar a sus fans.
Takeda agitó el aire sobre su nariz. – Más bien, ellas saben que mi familia tiene conexiones en el área médica. Algunas difícilmente se molestan en ser sutiles al respecto. Y mira quién habla de popularidad, Uesugi-kun. No muchos pueden presumir de haber conseguido que cinco hermosas hermanas quintillizas idénticas se les hayan enamorado.
- Ya sabes que las cosas no son así, y definitivamente sabes que yo no presumiría de ello, aunque fuese cierto.
Takeda se rio. – Vamos, sabes que solo bromeo, Uesugi-kun, ¿verdad?
Los dos se inclinaron cansinamente sobre la banca, pasando un momento de silencio entre todo el movimiento del campus. El peso de las últimas semanas lentamente los había fatigado, y al igual que todos los estudiantes, solo podía desear que pronto terminara. – ¿Ya esa fue tu última clase del día, Takeda?
- Sí. ¿Igual para ti?
Fuutarou asintió. – Y así termina, otro día más cerca de los exámenes finales.
- ¿Estás nervioso? Debo admitirlo, es algo aterrador pensar en ello, pero tengo confianza. Física y Matemáticas las tengo en la bolsa. ¿Qué planes tienes para cuando finalmente termine el semestre?
- Mentiría si dijera que no estoy al menos un poco nervioso. Pero sí, creo que tengo todo resuelto. Y en cuanto a después del semestre… bueno, todavía no estoy seguro. Tal vez decida ir a tiempo completo en el trabajo, pero primero debería encontrar algo de tiempo para visitar a papá y a Raiha. Después de eso, creo que no sería mala idea adelantar un poco de las clases del próximo semestre. Escuché que las ciencias integrales pueden ser un…
Se vio interrumpido por un dedo que apareció de repente frente a sus labios, agitándose impacientemente. – ¡Ah, ya he escuchado suficiente! Uesugi-kun, ¿siempre tienes que hablar de tus estudios todo el tiempo? Dime qué otra cosa harás durante nuestro descanso. ¿Ya sabes? Como algo divertido, ¿sí?
- ¿Algo divertido?
- Oh, vamos. Algo como… ¡ah! – Takeda chasqueó los dedos. – ¡Como una cita, por ejemplo! Mencionaste el otro día que Itsuka-san finalmente vendría a visitarte después de los finales, ¿verdad? Ese día debe estar muy próximo, ¿no?
- Otra vez, Takeda, la chica con quien salgo se llama Ichika. Ich-i-ka. Ninguna de ellas tiene ese nombre.
- Oh vamos, me acerqué lo suficiente. Hay cinco de ellas y todas son casi idénticas, pero eso no viene al caso.
- Sí, ya lo sé. – Fuutarou se echó atrás, observando las hojas agitándose lentamente encima de ellos. – Ichika y yo prometimos que pasaríamos un día completo juntos, solo nosotros dos. Con lo ocupados que hemos estado y todo eso, apenas hemos tenido oportunidad. Ahora, ya han pasado más de dos meses desde la última vez que nos vimos, que fue cuando vino para su entrevista.
- ¡Eso lo recuerdo! Lo vi la misma noche que salió al aire. – Takeda se enderezó con entusiasmo, juntando las manos como un romántico sin remedio. – Ah, la juventud y el amor, ¿estoy en lo correcto? ¡Pensar que Nakano-san anunciaría con tanto orgullo su amor por su novio en televisión en vivo! La distancia entre ustedes dos... anhelándose uno a la otra… es suficiente para derretir los corazones, ¿no estás de acuerdo?
Para sorpresa de Takeda, Fuutarou le respondió con un suspiro conflictivo. – De eso se trata. – dijo Fuutarou. – Quiero compensarle a Ichika de alguna manera. Hacer algo como eso iba contra todo lo que su consejero de carrera le había dicho. Para ser honesto, todavía pienso que toda la cosa fue una gran locura. Y no puedo evitar pensar que yo tengo la culpa de que ella hiciera algo tan arriesgado.
- ¡Pero! – intervino Takeda rápidamente. – ¿Cómo te hizo sentir eso, Uesugi-kun?
Fuutarou le lanzó una mirada extraña. – ¿Cómo me hizo sentir?
- Mhm. ¿No es eso lo que realmente importa?
Hubo una breve pausa en el rostro de Fuutarou. Para ser algo tan simple, casi se sentía avergonzado al darse cuenta. – ...feliz, para ser honesto. No me di cuenta hasta que volví a casa aquella noche, pero los músculos de mi cara estaban algo entumidos. – Se tocó el borde de sus pómulos, saboreando la memoria de esa noche. – Me la pasé con una sonrisa de idiota en mi rostro toda la maldita noche.
- ¡Entonces entiendes por qué Nakano-san lo hizo, así de simple! Ahora de nuevo, ¿qué es lo que tienes en mente, Uesugi-kun? Te ves más confundido de lo usual. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?
- De hecho, esa es la razón principal por la que te pedí que nos viéramos. – Fuutarou se reclinó de espaldas contra el asiento, y dejando que su cabeza colgara. – Como dije antes, quiero compensar a Ichika de alguna manera. Me puse en contacto con sus hermanas. Las cosas han estado algo… aparatosas últimamente con su trabajo.
- ¿Cómo así?
…
Había sido solo unos días antes. Fuutarou estaba de pie en el balcón de su apartamento estudio, observando las apenas iluminadas calles de Tokio. La brisa que pasaba le ayudó a poner en orden sus pensamientos.
- ... ¿tú también lo crees? – le dijo la voz por el teléfono. – No quiero sacar conclusiones ni nada. ¿Te ha dicho algo?
- No, nada. – replicó Fuutarou. – Todo parece estar bien cuando hablamos por el teléfono, pero últimamente las cosas parecen algo… extrañas con ella. No quise hacer mucho alboroto con eso, así que pensé en pedirte consejo. Para saber si me estoy sobreactuando por nada.
- No te culpo, Fuu-kun. – Nino suspiró por el teléfono. – Ella siempre ha sido así. Ichika es la más difícil de leer para todas nosotras. Aunque seamos quintillizas, siempre se esfuerza por mantener su rol como hermana mayor. Siempre se da cuenta de inmediato si algo nos está molestando, pero no podemos decir lo mismo cuando se trata de nosotras. Es como si ella no tuviese ningún defecto.
- Ya veo… así que Ichika normalmente no comparte esas cosas con ustedes.
- No hasta donde pueda recordar, y créeme, lo he intentado. – Había un deje de frustración en las últimas palabras. – Quiero decir, ¡nos llevó meses descubrir que estaba trabajando como actriz! Sabíamos que Ichika desaparecía frecuentemente de la casa, y ninguna de nosotras pudo adivinarlo. ¿Cómo puedes esconder algo como eso por tanto tiempo?
- Hmm... tienes razón. En verdad es muy privada, ¿eh? – Fuutarou observó en la distancia. – Entonces, ¿cómo van las cosas con ella por allá? Ya que estás contestando como lo haces, ¿imagino que tú también te has dado cuenta de ello?
Hubo una breve pausa antes de que Nino respondiera. – ...sí. Todas comenzamos a tener la idea de que algo sucede con ella. Ichika no se había quedado tanto en casa desde hace mucho. No me malentiendas, nos gusta tenerla aquí todo el tiempo, pero no de esta forma…
Fuutarou chasqueó los dientes. Era tal como se lo temía.
Con la ayuda de Nino, los dos pudieron meterse de lleno a investigar minuciosamente por el internet. Las redes sociales, artículos de noticias, blogs. Para el público, la actriz en ascenso, Ichika Nakano había ganado un gran seguimiento de sus primeros roles de actuación en película. Desde películas independientes de bajo presupuesto, pasando por roles minúsculos, hasta personajes secundarios menores. Lento pero seguro, Ichika Nakano estaba creándose un nombre para sí misma.
Una oportunidad única en la vida, pues Oda, el manager de Ichika, se estaba estresando excesivamente (o más bien, alarmantemente). Ichika había mencionado antes que, durante los días previos a la entrevista, Oda no dejó ninguna piedra sin voltear. Con los movimientos correctos, y algo de suerte, Ichika podría dar un salto enorme en su carrera de actuación. Más seguidores, más fans, y más roles donde actuar. Sería su gran escalón.
Al menos, ese era el plan. Por su extensiva investigación por la web, Nino y Fuutarou habían descubierto algunas cosas. Primero, y para sorpresa de nadie, estaban los fans anónimos que se sintieron… menos que complacidos de descubrir que su nueva favorita tenía a alguien especial en su vida. Tal como su consejero de relaciones públicas previamente le advirtió, algunos fans dedicados tendían a idealizar mucho a sus celebridades favoritas. La línea entre admiración y posesividad a veces podría ponerse borrosa, y el atractivo de la actriz podría sufrir como resultado de eso.
Lo siguiente, fue el crecimiento en popularidad. Como alguien que se había ganado el mayor de los respetos por su actuación, Ichika Nakano se había ganado algunos tópicos de discusión por los foros y blogs de todos lados. Talento era algo que no le faltaba a la joven actriz, y el crédito se daba donde debía. Sin embargo, a medida que bajara la popularidad de El Acertijo Carmesí con el pasar de los meses, y nuevas películas fueran estrenadas para tomar su turno en las taquillas, los tópicos sobre su actuación pronto se habrían agotado.
- ...ha estado durmiendo más hasta tarde estos días. – continuó Nino. – Y parece estar mucho más distraída, y más privada sobre su trabajo. Más de lo que normalmente esperamos, de todos modos, hemos tratado de preguntarle al respecto, pero ella insiste en que todo está bien.
- Tampoco me ha mencionado nada a mí. – replicó Fuutarou. – Siempre lo ignora cuándo le pregunto, pero ya me había dado cuenta. Sus últimos dos papeles han sido… menores. Como los que solía tomar en preparatoria.
- Realmente no lo entiendo… si eso es lo que le molesta, ¿por qué no nos dice nada? ¿Es que no confía en nosotros?
- Es demasiado… orgullosa, si tuviera que adivinar. Especialmente con lo bien que estaban las cosas antes. Más tiempo en casa, un horario de trabajo más lento… ni siquiera Ichika podría ocultarlo, y está empezando a pasarle factura.
Estancamiento. Lentitud en el crecimiento profesional. Popularidad por los suelos; aun creciendo, pero ni de lejos cerca de su potencial. Comparada con sus coestrellas, Ichika se había quedado algo corta cuando se trataba de continuar con sus trabajos de actuación. Misako Morioka, que había interpretado a la protagonista Natalia Rustfield, había obtenido otro rol protagónico en un drama. Tanto Tarou Nagisa como Misao Yuuma habían sido invitados a audicionar para unos cuantos papeles tanto protagónicos como secundarios, y Nagisa incluso había recibido ofertas de algunos estudios de mayor renombre.
Admitiéndolo, la popularidad tenía su lugar cuando se trataba de seleccionar actores para reparto. Una actriz tan joven como Ichika Nakano atraería a una audiencia más joven, y la gente joven tenía sus formas de reunir información rápidamente. Entre elegir a dos actrices, tenía más sentido elegir a la más popular. Con solo un éxito mayor de película en su resumen, sería muy pronto para Ichika perseguir los roles mayores que su manager había anticipado.
- Oda-san había pensado que podrían usar la entrevista para impulsarla a estudios mayores. – continuó Fuutarou. – Si todo hubiera salido bien, su popularidad debería haberse disparado a estas alturas. Ichika podría haber incluso superado a sus colegas. Considerando todas las cosas, así era como debería haber sido. Oda-san es un buen manager; no se equivocó en sus cálculos. El problema es…
- Fuu-kun, ¿estás pensando en...?
- Sí. Todo es por lo que Ichika dijo. Sobre mí. Sobre nosotros. – Se apoyó sobre la baranda del balcón, golpeándose repetidamente con los nudillos contra la frente. – Maldición… no sé lo que debo hacer. Siento que todo esto es por mi culpa.
Hubo otro breve silencio en su conversación. Suficiente para que la brisa contemplativa pasara por su solitario balcón, mientras Fuutarou lentamente sacudía su cabeza. – Para una actriz, una movida como esa no estaría muy lejos de ser un suicidio para su carrera. No podría culparla si se arrepintiera de decir algo de—
- ¡Ni se te ocurra pensarlo, idiota! – El tono repentino al otro lado del teléfono casi le hizo dejarlo caer del balcón. – ¿Qué crees que estás diciendo? No hay forma de que Ichika se arrepienta de hacer algo como eso. Y si eso piensas, eres un mayor cobarde de lo que pensé. ¿Qué pasó con ese chico genial y varonil que me llevó en la motocicleta, enfrente de las narices de mi propio padre, eh?
- Eso… eso fue…
- ¡Ugh! ¡Ese no es el punto! – Nino rápidamente negó lo que dijo, queriendo alejar esa demasiado bienvenida memoria que la tomó por sorpresa. ¿En qué estaba pensando? – El punto es, estas cosas pasan. Nadie tiene la culpa. En vez de deprimirte y culparte, ¿no deberías estar preparando la cita perfecta para Ichika? Pronto va a ir allá por trabajo, ¿verdad?
- ¿Una cita perfecta? ¿Como qué?
- ¡¿Cómo voy a saberlo?! ¡Piensa en algo! Algo para ayudarle a despejar la mente de todo esto. Dejarla relajarse un poco. Si empiezas a dudar, entonces ella también se dará cuenta de ello. Prométemelo, ¿entendiste?
- Yo... uhm...
- ¡Ya voy, Yotsuba! ¡Aguanta un segundo! – Nino se volvió rápidamente al teléfono. – Mira, más te vale que me lo prometas, ¿de acuerdo?
…
- Ah, ya veo. – Takeda se pellizcó el mentón, asintiendo rápidamente con cada trozo de información que había digerido. – Así que, ¿quieres hacer de esta cita algo que sea memorable? ¿Ayudar a Ichika-san a que despeje su mente del trabajo?
- Más o menos. Me imaginé que, ya que tú no tienes problemas deslumbrando a las mujeres desvergonzadamente, sabrías una o dos cosas sobre llevarlas a una buena cita.
- Por tu bien, más te vale que eso sea un cumplido. Ya que estás abriéndote mucho más conmigo. – sonrió Takeda. – Puede que conozca uno o dos lugares en Tokio que podrían funcionar para ti. O tal vez, los dos podríamos ir a explorar un poco por nuestra cuenta. ¡Como una cita de práctica! Eso es, si a Ichika-san no le molesta que te tome prestado por un tiempo. – Le guiñó el ojo juguetonamente. – ¿Interesado?
Una ligera risita se escapó de la boca de Fuutarou. – Realmente aprecio que te tomes esas molestias por mí, Takeda.
- ¡Tonterías! ¿Para eso no están los amigos? – Su amigo se levantó de inmediato lleno de júbilo. – Pero primero, tenemos otra cosa en nuestras manos, ¿no? Los finales están a menos de dos días.
- Cierto. – asintió Fuutarou. – Tenemos mucho por cubrir. ¿Quieres comenzar con Biología? Es uno de los primeros que tenemos. ¿Cómo estás con eso?
- La Biología no es exactamente… bueno, estoy bien, pero admito que siempre podría mejorar. – Takeda sacudió la cabeza. – Al menos, es lo que se espera cuando tu madre es una doctora de renombre. ¿Pero qué puedo decir? – Takeda miró hacia lo alto, por encima de las hojas de otoño, escudándose de los rayos del sol con una mano sobre los ojos. – Yo tengo la vista en otra parte.
- Eso me recuerda, ¿ya confrontaste a tu padre sobre todo ese asunto de volverte un astronauta? ¿Cómo se lo tomó?
- Eso… es un trabajo en proceso. – se rio Takeda nerviosamente.
- Tendrás que hacerlo en algún momento. Ya te enlistaste en el programa.
- Lo sé, lo sé… – Se rascó detrás de la cabeza mientras los dos continuaban bajando por el campus.
(-0-)
Por mucho que Fuutarou habría anticipado el día de su cita, tuvo que admitir vergonzosamente que los días extras habían funcionado a su favor. Entre la increíble brutalidad que fueron los exámenes finales de su primer semestre y los viajes interminables que se dio con Takeda explorando los puntos de citas en la ciudad de Tokio, Fuutarou nunca se había sentido más exhausto en toda su vida. Aunque, eso solo sería cierto si se hubiese olvidado de los exámenes nacionales de simulacro que había tomado durante preparatoria. Le iría mejor no convertir eso en una costumbre nunca más.
- ¡Fuutarou-kun!
Una sola mirada a esa amplia y radiante sonrisa en el rostro de Ichika fue suficiente para que olvidara totalmente su fatiga. Como las piezas faltantes del todo que lo convertían en un hombre, el chico citadino de cabello oscuro sintió como si lo hubieran recargado en el momento en que se abrazaron. Y de nuevo, ese aire ligero y caprichoso que se desprendía de su perfume. Y una vez más, el familiar brillo color durazno de sus labios, que dejó marca en su mejilla.
Ella todavía le tenía el cuello rodeado con sus brazos, mientras la mirada gentil de sus ojos se cruzaba con la suya. – Te extrañé mucho, Fuutarou-kun.
- También te extrañé, Ichika. – Fuutarou le devolvió la sonrisa, y ambos se soltaron.
- ¡Hey! Te ves bastante guapo hoy. ¿Te tomaste molestias solo por mí?
El estudiante universitario llevaba puesta una camiseta blanca con un par de botones sueltos, con un abrigo gris con una bufanda gris oscuro de cachemira. Llevaba unos jeans de color bronceado oscuro que bajaban hasta un par de zapatos marrón oscuro. Ahora, Ichika se preguntaba, ¿sería esto una simple actualización a su guardarropa que lo hacía verse aún más deseable, o acaso Fuutarou parecía estar en mejor forma física?
- Me ganaste de mano; ya estaba a punto de decir lo mismo de ti. – No se contuvo con los ojos, observando a la preciosa mujer frente a él hasta que su mirada se tornó algo tímida. La joven actriz iba vestida con una blusa color malva que se dividía en la línea del cuello, revelando sus hombros al aire, y que era complementado por su ajustada minifalda de tartán gris. Sobre sus hombros colgaba un abrigo de color grisáceo-azulado, y alrededor del cuello llevaba una gargantilla de volantes color vino. – Luces maravillosa, Ichika.
Ella sonrió ampliamente, y el tinte rosa de sus mejillas se intensificó ligeramente. – Ya lo sé, pero nunca rechazo un cumplido. Miku y Yotsuba tenía razón: tu nuevo look te queda increíble.
- Gracias. – rio Fuutarou. – ¿Has estado bien últimamente?
- Todo bien, y aun mejor ahora, sabiendo que serás todo mío por el día de hoy, Fuutarou-kun. – Las últimas palabras iban detrás de una cadencia juguetona, y la chica pelirrosa le lanzó un guiño lleno de confianza. – No te desharás de mí tan fácilmente.
- Sigues sacándome la palabra de la boca. – replicó él sin vacilación, cogiendo la mano de Ichika. Sus dedos se entrelazaron con los de ella mientras le daba un pequeño tirón. – Ahora vamos. Si tu trabajo solo me deja tenerte por hoy, no quiero perder mi tiempo quedándome aquí parado.
- ¿Oh? ¿Tienes algo excitante planeado para nosotros? Pareces muy entusiasmado hoy. – La sonrisa en el rostro de ella se ensanchó aún más mientras ella lo seguía. Sus ojos se enfocaron en las manos que la sujetaban por sus delgadas muñecas, y continuó hablando despreocupadamente. – Y también has aprendido a ser más agresivo conmigo, Fuutarou-kun. Qué miedo.
Fuutarou desvió la mirada, no queriendo darle la satisfacción de reconocer su pequeña burla, pero sabía exactamente que ese era el tipo de reacción que Ichika quería sacarle.
- Oh, casi se me olvida. – dijo Ichika mientras caminaban ahora lado a lado. – Mi padre dice que te envía saludos. ¿Qué querrá decir con eso? ¿Acaso ustedes dos hablaron o algo?
Una abrupta tos y tartamudeo salieron de los labios de Fuutarou. – ¿Q-q-quién sabe? A mí eso me suena a un saludo bastante normal, jaja. Puedes decirle que yo… le envío lo mismo.
Ichika alzó una ceja, pero para alivio de Fuutarou, no quiso cuestionarlo más. No había muchas más palabras que Fuutarou pudiera recordar tras la conversación inicial que tuvo con Maruo Nakano durante la entrevista de Ichika. De cierta manera, el silencio de parte del padre de ojos muertos podría ser visto como algo bueno, pero eso tal vez era solo un deseo tonto de parte de Fuutarou.
Independientemente, luego de caminar desde la estación, los dos se encontraron de frente con el primer punto de interés que Fuutarou había planeado. Un enorme edificio con aspecto de bloque, que al parecer se extendía por debajo de la tierra. Al atravesar por primera vez el amplio corredor que señalaba la entrada del edificio, el repentino soplo de aire más frío que la brisa de otoño les dio la bienvenida. Las paredes se transicionaron en tonos más oscuros, iluminados por luces fluorescentes y el brillo de la superficie del agua reflejada en la atmósfera. Estructuras de criaturas marinas, ambientes oceánicos, y sujetos náuticos decoraban las espaciosas cámaras.
Primera parada de su día juntos en Tokio: un acuario.
Perdiendo sus pasos, Ichika pasó cada momento maravillándose, disfrutando de la vista y sonidos de esta utopía marina. Caminos, escaleras, y túneles dividiéndose en todas las direcciones, cada uno más curioso que el anterior. – Whoa... No está mal, nada mal. Elegiste un muy buen lugar.
- Encontré este lugar con ayuda de Takeda. – replicó Fuutarou. – Primera vez que vengo, eso sí. Es mucho más grande de lo que pensaba; solo mira el directorio aquí. ¿A dónde quieres ir primero?
- Veamos… ¡ah! ¿Qué tal aquí?
Sin rumbo mientras se divertían, los dos amantes pasaron de una exhibición marina a la siguiente. Había algunas interactivas que permitían a los visitantes tocar y sostener varios tipos de animales y plantas acuáticas. Había algunas educativas (en las cuales Fuutarou se interesó enormemente) que ilustraban las diferentes anatomías y hábitats de criaturas oceánicas. Hasta atravesaron varios túneles submarinos ilusorios, enmarcados de peces nadando y aguas cristalinas, que llevaban a cuartos oscuros.
Unas borlas iridiscentes adornaban el espacio sobre sus cabezas en el cuarto oscuro donde ahora habían entrado, mientras Ichika y Fuutarou se paraban en lados opuestos de las exhibiciones claras y cilíndricas. Lentos cambios de luces de colores iluminaban sus rostros mientras orbitaban las medusas que fluían libremente entre ellos. Chrysaora fuscescens, como se veía en el nombre de la placa cercana. Sus tentáculos ondeaban como tiras de cabello, moviéndose de ida y vuelta con cada pulsación de su campana con forma de sombrilla.
Perdidos y algo distraídos entre el encanto de las diminutas criaturas, ambos, Fuutarou e Ichika, se habían encontrado mirando dentro de los ojos del otro, mientras un grupo de medusas se apartaba para revelar el rostro del otro en el lado opuesto.
- ¡Oh! – La mirada inicialmente de sorpresa en el rostro de Ichika se tornó en una risa alegre. – ¡Hola, Fuutarou-kun!
Esa sonrisa bien valió todos los problemas que tuvo que pasar para traerla aquí, y el chico de pelo oscuro le devolvió el saludo con la mano desde el otro lado del cristal.
Antes de que su viaje al acuario se volviera una estadía muy larga, Fuutarou tenía una última sección que quería que ambos visitaran. – Voy a quedarme con esto. – le dijo, quitándole el mapa impreso de las manos.
- ¿Para dónde vamos? – preguntó Ichika.
- Ya lo verás. Ahora, no hagas más preguntas.
Sin duda alguna, unas pocas horas no bastaban para explorar los expansivos interiores del enorme acuario y sus exhibiciones. Un poco de paseo sin rumbo fue más que suficiente para pasar un buen rato para que el visitante promedio quisiera volver algún día, pero afortunadamente para Fuutarou, había hecho algo de investigación anticipadamente. La enorme escalera que iba hacia arriba y que se saltaron antes en el lobby principal llevaba a un sector completamente diferente del acuario. Un edificio separado por un puente que parecía haber sido construido algunos años después comparado con el edificio principal. Si hubiera que adivinar, sería para acomodar más tipos especiales de animales.
Allí, serpenteando suavemente por la superficie del agua y tendidas sobre los lechos de rocas artificiales, había unas criaturas corpulentas de color marrón lodoso, que se deshacía en un rosa pálido hacia sus barrigas. Un enorme bostezo dejó en evidencia sus enormes hocicos y mandíbulas, y las bestias que parecían pesar toneladas se sostenían sobre sus cortas patas.
- ¡Un hipopótamo! – Ichika se sostuvo con fuerza de las barandas que delimitaban el lugar. Si su fascinación por las exhibiciones anteriores la habían dejado asombrada, la mirada en su rostro ahora parecía la de una niña maravillada, contrastando severamente con la hermana madura y seria que uno se esperaría de ella. Nunca había visto Fuutarou a Ichika con un rostro como ese por tanto tiempo, con estrellas en los ojos muy abiertos, y su boca de par en par.
- Son tus favoritos, ¿verdad? – Fuutarou se colocó junto a ella.
- ¿Lo sabías?
- Puede que me lo haya dicho alguien que conocemos. Pero no te diré quién fue. – Fuutarou se inclinó junto a la baranda, echando una mirada a las criaturas gordas como barriles que vadeaban por el agua. Vacantes de cualquier forma de gracia o encanto, el hipopótamo no le parecía que fuera exactamente la más adorable de las criaturas. – Debo admitir que me sorprendí cuando lo descubrí. De todos los animales, ¿estos son tus favoritos? ¿En serio?
- ¡No digas eso! – Como una madre protectora de sus pequeños hijos, Ichika asumió una expresión enfurruñada y estricta. – ¡¿Cómo puedes no ver que son lo más adorable del mundo?! ¡Solo míralos!
Fuutarou se rio. – Claro, perdón, perdón. Ahora vamos, ponte de pie por allá. Sacaremos una buena foto para que se las puedas enseñar a tus hermanas en casa.
- ¿Oh? – Casi como si fuese por instinto, la actriz acostumbrada a las cámaras había asumido una pose atractiva, luego de acomodarse rápidamente el pelo. Desde el porte que se estiraba desde sus hombros, hasta el giro de sus codos, y luego el ligero doblez en sus caderas. Otra sonrisa de la cual Fuutarou nunca tenía suficiente, como si ese guiño juguetón hubiese atravesado la lente de su cámara para clavarse directo en su corazón. – ¿Qué tal me veo?
- Creí que ya sabrías la respuesta de eso. – se burló él, antes de pulsar para capturar la foto en su teléfono.
- Vamos a tomarnos una juntos ahora. ¡Vamos, no seas tímido!
Luego de dejar el acuario, los dos abordaron un transporte público desde una parada de autobús cercana. Ya era casi mediodía, e Ichika se llevó una agradable sorpresa al saber que Fuutarou había tomado tal consideración en planear minuciosamente las actividades del día. Aunque, si tuviera que preguntarle, simplemente estar con él era más de lo que podría pedir.
Varios minutos después, ambos miraron hacia arriba, viendo la punta del alto edificio enfrente de ellos. Una torre enrejada, que se alzaba sobre ellos a más de trescientos metros de altura, y con un enorme parecido al de la Torre Eiffel en París. Un edificio de cuatro pisos estaba justo debajo de la torre, acomodado para el museo, restaurantes y tiendas de regalos. Para cualquier cita entre dos amantes, sin embargo, la atracción principal era el elevador que ascendía hacia las cubiertas de observación en lo alto del cielo.
La segunda parada de su día juntos en Tokio: la famosa Torre de Tokio.
- ¡La Torre de Tokio! – exclamó Ichika. – Wow, se ve todavía más grande que en la televisión. Estoy impresionada. Realmente elegiste un sitio muy romántico, ¿no?
- Pensé que te gustaría. – replicó Fuutarou. – No le tienes miedo a las alturas, ¿verdad?
- ¿Prefieres que responda "sí", y así tener una excusa para aferrarme a ti todo el tiempo? – Sin esperar su respuesta, Ichika ya había escurrido sus brazos para agarrarle el suyo, presionándolo firmemente contra su pecho. Los ojos de la chica se fijaron en los de él, admirando esa mirada inocente y avergonzada en su rostro. Por más que lo intentara, no tendría forma de evitar sacarle esa reacción, y eso hizo que Ichika se riera felizmente. – ¡Es broma! Como si necesitara una excusa.
Luego de pagar por su admisión y ascender en el elevador hacia la torre de observación, los dos entraron en la cubierta de observación principal. Un edificio circular a más de ciento cincuenta metros encima del suelo, compuesto de pasillos guiados y enormes ventanas que se curvaban alrededor del arco del edificio. Desde esta altura, se podía ver el aliento de una ciudad viva, mientras los autos y ciudadanos se movían abajo. Podrían ver las formas definidos del césped recién cortado en los parques, el grupo idílico formado por las copas de los árboles, las aguas que reflejaban el sol en los canales distantes, la carretera que se doblaba como regaliz, y las puntas de los rascacielos, mientras ambos acercaban sus narices al vidrio.
- Whoa... – Ambos exhalaron, con los ojos muy abiertos y sin aliento. Era toda una nueva perspectiva de la gran escala de la ciudad de Tokio, y lo pequeños que parecían ser ellos en comparación.
- Las cosas se ven muy diferentes desde aquí arriba. – comentó Fuutarou.
- ¿Notas algún lugar familiar? – preguntó Ichika. – ¿Crees poder ver tu lugar desde aquí?
Fuutarou pensó por un momento. – Hmm... no, nada. No creo haber estado en esta parte de la ciudad mucho, tal vez si vemos desde aquel ángulo… – Entrecerró los ojos contra la ventana. – ¡Oh! Mira por allá, creo que esa es… sí, esa es la parte de la ciudad donde está la Universidad de Tokio. Reconozco algunos de los edificios, y si ese está allá, eso significa que el campus no debe estar muy lejos… ¡por allá! – Señaló a un punto arbitrario de la pantalla, e Ichika hizo su mejor esfuerzo para seguir hacia donde estaba mirando.
- ¿Dónde?
- ¿Ves ese edificio cuadrado blanco de por allá? Cerca de ese parque por allá, se ubica la entrada al campus. Y si sigues el camino de la izquierda, mi apartamento no debe de estar muy lejos. Oh, eso significa que la panadería donde trabajo debe estar en…
- Fuutarou-kun. – se rio Ichika. – No sabría dónde está, aunque me lo dijeras. Todo aquí se ve tan pequeño, y no puedo reconocer lugares donde nunca he estado, ¿sabes? Solo he visto tu apartamento desde afuera, y fue muy breve.
- Ja, tienes razón. – Fuutarou se inclinó contra la baranda.
- Hey, ¿cómo es tu campus like? Tengo curiosidad.
- ¿La Universidad de Tokio? Es… agradable. El campus es bastante grande, y me perdí bastante durante mis primeras dos semanas. Y hay una tonelada de estudiantes allí. Se siente casi como otra ciudad adentro de la ciudad, si eso tiene sentido.
- Oh, lo entiendo. – Ichika apoyó el codo contra el puesto de la ventana, guiando su mirada hacia la dirección al azar donde había señalado él antes. – Has estado divirtiéndote mucho aquí, ¿verdad? La vida te trata bien en Tokio, ¿hmm?
- Podría decirse. Ahora ya es un poco tarde para decir que todo es una nueva experiencia. Pero… sí, ha sido muy divertido. Realmente muy divertido.
- Ya veo. – Ella le sonrió. Para su sorpresa, Ichika había alargado los brazos encima de él, acariciándolo tiernamente en la cabeza, dejando que sus dedos se deslizaran cuidadosamente por sus mechones de pelo. – Fuutarou-kun ha crecido tanto, ¿eh? Tan maduro e independiente, mírate.
- Soy mayor que tú, Ichika. – Le lanzó una mirada confusa. – ¿Y qué te picó de pronto?
- Nada, nada. Solo me hizo pensar en lo mucho que han cambiado las cosas en solo medio año. – Se inclinó contra las barandas, dejando que su cabeza descansara sobre los anchos hombros de Fuutarou. – Difícil de creer que solo han pasado seis meses desde que nos graduamos de preparatoria, ¿huh? No puedo evitar ponerme algo sentimental. Las cosas avanzan tan rápido. – Cerró sus ojos pacíficamente. – Puedo verlo. Vas a lograr grandes cosas, Fuutarou-kun. Ese es el tipo de persona determinada que eres.
- ¿Ichika...?
Había un toque delicado en esas palabras sentimentales, y Fuutarou solo pudo recordar sus dudas anteriores. Eso era cierto. Aparte de esta cita que tanto había anticipado con su persona más preciada, había esa sensación de preocupación que le carcomía detrás de la cabeza. ¿Qué podría perturbar la mente de alguien que estaba tan consumada como Ichika? Si no hubiese tenido la sospecha para empezar, ¿pensaría que la mujer frente a él todavía guardaba cosas embotelladas en su interior?
- Hey, quiero ir a verla. – Las palabras de Ichika habían interrumpido sus pensamientos antes de tener la oportunidad de hablar más. El sonido lento de sus pasos resonó mientras caminaba por el pasillo, cargando una voz de soñar despierta. – Nino, Miku e Itsuki parecen divertirse mucho cuando hablan sobre la escuela. Me hace sentir algo de envidia no poder asistir y experimentarla.
Con un ligero giro de sus talones, y sus brazos detrás de la espalda, Ichika volteó para encararlo. – Así que… creo que me gustaría tener la oportunidad de ver el campus de tu universidad. Quiero ver el lugar donde estudia Fuutarou-kun, por donde camina hacia sus clases, donde se sienta cuando está cansado. Todas las cosas pequeñas que me hagan sentir más familiarizada con el lugar donde estás ahora, en este capítulo de tu vida.
Volteó la cabeza con curiosidad, formando una mirada de anhelo con ese ligero arqueo de sus cejas. La mirada de calma en sus ojos, inconsistente con la suave sonrisa de sus labios. – ¿Puedo?
Tercera parada de su día juntos en Tokio: una tarde de otoño en el campus de la Universidad de Tokio.
(-0-)
Había algo extrañamente enigmático sobre el campus durante el otoño. Vistas familiares de hojas teñidas de ocre adornaban los caminos, el césped recién cortado que enmarcaba hermosamente el perímetro, y el ondeo rítmico de las banderas alzadas en las astas al son de la brisa que soplaba. Sin embargo, para alguien que ya estaba familiarizado con estos terrenos académicos, Fuutarou no pudo evitar recibir una sensación desconocida.
Era la quietud. Apenas había algo de movimiento constante de estudiantes caminando y bicicletas que pasaban. Puertas que siempre parecían estar abiertas ahora estaban cerradas con llave, y las sillas adentro estaban apiladas limpiamente sobre sus mesas. Posters pegados en los tableros y ventanas que anunciaban eventos que ya habían pasado muy de largo sus fechas programadas.
Sabores fríos de un café en temporada de otoño atravesaban por una pajita de plástico, mientras Ichika observaba una nueva vista. – Ya veo, ya veo. Así que, este es el aspecto de una universidad… ¿todo esto? Wow, es enorme.
- Es mucho más grande que eso. – añadió Fuutarou. El calor de su latte de calabaza todavía permanecía en el borde de su taza, mientras echaba un vistazo a su alrededor. – Es muy raro ver el lugar tan vacío, ahora que el semestre se terminó. Estoy más acostumbrado a ver más gente por aquí.
- ¿No estamos invadiendo propiedad o algo?
- No, no en realidad. No hay reglas que digan que no podemos estar aquí, y la Universidad de Tokio todavía está dando clases extras de otoño. Aunque, no sé si haya clases en sesión a esta hora…
- Me sorprende que no te hayas anotado, conociéndote.
- Pensé en hacerlo, pero al final decidí que mejor no. – Fuutarou señaló hacia un edificio cercano. – Por allá se encuentra la sala común de estudiantes. Tiene una librería carísima, y un área de comida que sirve toda clase de comida a precios exagerados.
- Ja, veo que esa parte tuya no cambia en absoluto. ¿Y qué hay de ese edificio de allá?
- ¿Ese? Es la administración. Solo fui para allá un par de veces para recibir mi insignia de estudiante y arreglar algunos detalles sobre mi beca, pero no hay nada interesante que decir aparte de eso. De hecho, vi mi clase de Estudios Cinematográficos en el edificio de atrás. Puedes verlo todo el camino hasta el estanque desde fuera de la ventana.
- ¿Hay todo un estanque en el campus? No es posible. ¿Qué tan grande es este lugar?
- Lo suficiente como para perderte múltiples veces en un solo día. Lo sé, porque yo fui ese alumno recién llegado que tenía que estar pidiendo direcciones.
Ichika tomó otro sorbo de su café frappé. Una sensación fría entumía sus dedos, e intercambio de lado con Fuutarou, entrelazando los dedos de ambos. – ¡Hey, hey, vamos a explorar por allá!
- ¡Au! ¡Tus manos están heladas! – Trató de soltarse, pero Ichika ya había empezado a jalarlo con ella. – ¡¿Por qué te conseguiste una bebida fría cuando está haciendo tanto frío afuera?!
Durante los siguientes últimos minutos, los dos amantes atravesaron los espaciosos y vacíos terrenos de la Universidad de Tokio. Como había mencionado previamente el estudiante universitario, perderse en un campus tan enorme no era exactamente difícil. Los edificios se juntaban para formar canales amurallados, y los caminos divergían en otros más pequeños. Todo el rato, Fuutarou le había dado su mejor recolección de sus experiencias personales con cada edificio y monumento, como si fuese un guía turístico poco entrenado. Fuera la plaza donde tenían lugar eventos especiales, la fila de mesas que usaban los clubes y sociedades en las primeras semanas del semestre, la biblioteca general que era prácticamente un segundo hogar para los estudiantes, o los puntos particulares donde él y Takeda se reunían a menudo.
Tras algunos giros y vueltas, los dos amantes se encontraron de pie enfrente de un edificio con el cual Fuutarou estaba muy bien familiarizado. Un edificio con forma de bloque pintado de blanco, con ventanas altas que abarcaban varios pisos. El edificio de Facultad de Ciencias de la Universidad de Tokio.
- He tenido muchas de mis clases en este edificio durante el último semestre. – Fuutarou caminó lentamente hacia los pasos familiares que llevaban hacia la entrada. – Takeda también ha estado en algunas de ellas. A menudo nos sentamos juntos durante las conferencias.
Ichika lo seguía por detrás, metiendo sus dedos fríos entre los bolsillos de su abrigo. – ¿Así que tienen edificios enteros dedicados a diferentes materias? Es altísimo; no creo que ni mi escuela primaria entera hubiera sido así de grande. ¿Y es solo para las conferencias?
- Sí. Eso me recuerda, tú todavía no has visto cómo luce un salón de conferencias, ¿verdad? Es muy diferente a un aula de clases tradicional… – Al terminar esa oración, Fuutarou notó un detalle peculiar. – ¿Hmm? Las puertas siguen abiertas. ¿A esta hora?
- ¿Oh? – Ichika miró por encima de su hombro. – Las luces están encendidas. ¿Significa que podemos entrar?
- Probablemente sea la última de las conferencias que está por terminar. No creo que haga daño si entramos. Lo peor que podría pasar es que nos pidan que nos vayamos.
- ¡Bueno, eso era todo lo que tenías que decir! – Ichika le dio un empujón para que subiera los últimos dos escalones. – ¡Vamos, no estoy lista para terminar este tour! Muéstrame más.
Ambos continuaron por el edificio, esperando encontrarse una señal de prohibición más temprano que tarde, pero ambos se sorprendieron de llegar hasta los pisos superiores del edificio. Tal como Fuutarou lo sospechaba, las luces interiores y murmullos leves se habían colado entre las rendijas de la puerta, indicando que había actividad en los pasillos de conferencias por donde pasaban. Mientras continuaban con curiosidad hacia arriba, las luces y sonidos se iban apagando, hasta que el parpadeo repentino en las luces de los sensores de movimiento les dio la bienvenida.
Eran solo ellos dos después de este punto. Pasando por las enormes ventanas, las primeras iluminaciones de las luces en las calles de abajo podían verse mientras se aproximaba el ocaso, indicativo del final de un largo día. Aunque no fuese parte de su plan original, Fuutarou encontró agradable la idea de este tiempo privado entre los dos. No habría muchas ocasiones en las que podría introducir a Ichika en el entorno al que lo había llevado su duro trabajo hasta ahora. Era difícil imaginarse un mejor lugar donde quisiera estar.
Los tumbos de un par de botellas de plástico vinieron luego de presionar un botón. Se habían detenido brevemente frente a una máquina expendedora. – Ten. – Fuutarou le lanzó una botella de té verde a la joven actriz, que estaba sentada en una silla cercana. – ¿No tienes cansadas las piernas?
- Gracias. – dijo Ichika al atraparla. – Solo un poco, pero no debería ser un problema. Qué bueno que no decidí ponerme tacones hoy. – Echó un vistazo alrededor de los corredores vacíos y las puertas cerradas, mientras echaba un sorbo lento de su té. – Casi se siente como si estuviéramos huyendo o escondiéndonos, ¿eh? Imagina que cerraran las puertas y nos encerraran aquí. ¿No crees que eso sería excitante?
- No necesito imaginarlo. – dijo Fuutarou. – ¿Se te olvida lo que nos pasó durante el campamento del segundo año? No, muchas gracias. Que me hayan regañado una sola vez fue más que suficiente.
- ¿Estás diciendo que no quieres volver a quedarte encerrado con una chica linda? ¿Hmm? – Ichika se inclinó sobre sus rodillas, entrecerrando los ojos para lanzarle una mirada maliciosa y traviesa. – ¿Especialmente ahora que tú y yo somos mucho más cercanos? Realmente tengo curiosidad de averiguar si te estabas conteniendo cuando nos quedamos solos aquella vez, Fuutarou-kun.
- ¿Sabes qué? ¿Por qué no?
Sin esperar la respuesta que acompañaba esa expresión de sorpresa en su rostro, Fuutarou rápidamente la cogió por la mano, jalándola hacia sus pies, antes de llevársela más allá de los pasillos vacíos.
- ¡E-e-espera un segundo! – dijo Ichika, casi derramando su botella de té. Era difícil seguirle el paso, tropezándose torpemente con sus propios pies. – Eh... ¡¿EH?! Quiero decir, solo estaba bromeando, pero si en serio lo estás considerando, ¿no crees que deberíamos…?
Él ignoró sus palabras, en vez de eso tomando nota de las placas en las puertas que habían pasado. – Creo que recuerdo que estaba en algún lado por…
A través de una puerta pesada (algo escondida tras pasar por varios corredores y esquinas), el soplo del aire exterior agitó sus cabellos. Un juego de escaleras se retorcía por las paredes de un estrecho corredor, y cuando llegaron a la cima, Ichika y Fuutarou se encontraron en un piso amplio y vacío debajo del cielo del atardecer. Cercas de metal bordeaban el lugar, separándolos de las brillantes luces de la ciudad en la distancia que brillaban como estrellas en el suelo.
- Escuché a algunos de los estudiantes diciendo que había una puerta desbloqueada que llevaba a la azotea. – Fuutarou juntó las manos para calentárselas con el aliento. – No es nada como la vista desde la Torre de Tokio, ¿pero qué opinas? La vista desde aquí tampoco está mal, ¿verdad?
Ichika colocó una mano sobre la cerca. – Es… muy linda. – dijo, permitiendo que la vista se llevara el resto del aliento de sus labios. Cortos segundos habían pasado mientras lentamente admiraban la sangre viva del paisaje nocturno de la ciudad, e Ichika miró a Fuutarou. – Sabes… no me molestaría mudarme a Tokio algún día. Es… agradable aquí. ¿Has pensado en quedarte permanentemente?
- Quedarme aquí, huh... – Fuutarou se metió las manos entre los bolsillos de su abrigo. Por el breve tiempo que había pasado aquí, jamás había pensado en lo que sucedería luego de que su tiempo en la universidad hubiera llegado a su final. – No estoy seguro. Siempre he querido sacar a mi papá y a Raiha de ese diminuto apartamento. Pero en cuanto a mí… – Se detuvo, mirando en la distancia, y luego a la chica pelirrosa que estaba parada frente a él. – Bueno, no creo que me llegue a cansar de esta vista. No me importaría empezar a llamarlo mi hogar. ¿Qué hay de ti?
Ichika le sonrió. – No me molestaría quedarme aquí. Especialmente si fuera contigo. – Le echó otro vistazo largo a la ciudad. – Creo que… no estaría tan mal si los dos consiguiéramos nuestro pequeño lugar aquí. Tal vez podría ser un apartamento pequeño primero. Podríamos despertar juntos en la mañana, desayunar y cenar juntos, abrazarnos y ver películas por la noche juntos. Por supuesto, yo tendría que aprender a limpiar un poco. – Soltó una risa vacía. – Cuando las cosas… mejoren un poco.
- ¿Mejoren? – El chico alzó una ceja.
- Mejoren con el trabajo. – Se dio la vuelta, apoyando la espalda contra el frío metal de la cerca. Ya era difícil ver algunas de las estrellas en el cielo, pues las pesadas y deslumbrantes luces de la ciudad opacaban incluso a las estrellas más brillantes. – Tal Vez, si puedo hacerme un nombre por mí misma lo suficiente, tomar algunos papeles mayores, y hacer suficiente dinero por mi cuenta. Igual que todas las demás celebridades que viven aquí. Pero quién sabe cuánto tomará eso, ¿huh? Podría llevarme cinco, tal vez diez, o hasta veinte años antes de llegar a ese nivel. ¿Quién sabe si tendré la voluntad para llegar hasta ese punto?
- Ichika... – dijo Fuutarou. – ¿Qué estás diciendo? Eres una actriz asombrosa. Seguro, llevará algo de tiempo, pero realmente estás dando todo lo que tienes, ¿no? Solo ha pasado medio año, y ya estás filmando en Tokio. Seguro que eso ya es un gran progreso. Por eso tuvimos todo este día juntos. Tu horario está tan ocupado que apenas pudimos…
- De hecho, hoy… no era realmente mi día libre. – Ichika se rio a medias. – ¿No lo sabías? Ya había terminado con mis escenas. Ayer fue mi último día en el set.
- Espera… ¿hoy? – Fuutarou se sorprendió. – Eso no tiene sentido. Apenas empezaste a filmar…
- ¿La semana pasada? – completó Ichika, todavía cargando una risa vacía. – Sí… lo hice. Resultó ser que ese papel fue más pequeño de lo que Oda-san y yo pensábamos. Solo tuve un par de líneas, y honestamente, cualquier persona al azar podría haberlo hecho igual de bien. Así de menor fue mi parte. – Suspiró, tomando un largo trago de su té. – Extraña al azar A. Diez segundos en un comercial. Chica ingenua que muere por la maldición en los primeros quince minutos. Y ahora, una simple colegiala idiota que sigue a la antagonista principal. No pueden molestarse ni en darle un nombre completo tampoco.
- Eso... eso solo es un tropiezo menor, Ichika. Seguro pasará a veces, ¿verdad? La gente no paraba de alabarte durante El Acertijo Carmesí, ¿verdad?
- Y eso fue hace más de dos meses. – añadió con un suspiro. – Ahora son noticias antiguas. No puedo depender de un solo golpe de buena suerte para mantenerme andando. Pasé tres meses de filmación en esa película solo en preproducción. Durante ese tiempo, estaba yendo de allí para acá entre otros dos papeles, y probablemente fue solo una casualidad que El Acertijo Carmesí fue la que se volvió tan popular de la nada. Las actrices necesitan mantenerse ocupadas, ¿sabes? Tenemos que seguir avanzando a cosas más grandes y mejores para mantenerse relevantes. ¿Cómo si no les vamos a mostrar a la gente que valemos algo?
- No puede haber sido una simple casualidad, Ichika. – le aseguró Fuutarou. – No es propio de ti decir cosas como esa.
- ¿No es propio de mí, huh? – Ichika miró encima de sí misma. – Me pregunto qué significa eso realmente. ¿Qué es "propio de mí" para ti? Para mis hermanas, para mi padre, para Oda-san... ¿y para mí? ¿Exactamente qué he estado haciendo para acabar de vuelta donde comencé?
- Hey, ya te estás pasando de la raya. – replicó Fuutarou en tono severo. – Un tropiezo no debería significar nata para ti, Ichika. La "tú" a la que conozco es alguien que sabe hacerlo mejor que eso. Debe ser difícil, y tal vez yo no sepa nada sobre lo que significa ser un actor, o actriz, pero la forma en que siempre has mantenido tu cabeza en alto es lo que siempre te ha hecho ser "tú", Ichika. Por eso es que me duele verte así. Pretendiendo que todo está bien, diciéndoles a tus hermanas que no pasa nada malo, y guardándote tus sentimientos para…
- Eso es gracioso. Nunca te dije nada sobre que mis hermanas estuvieran preocupadas por mí.
Fuutarou se quedó con los labios rígidos. Como dos expresiones contradictorias, una de ellas era la sonrisa de satisfacción de que su intuición había dado directo en el blanco, y la otra una mirada vacía, como si difícilmente hubiera una razón para sentirse orgullosa. El deslizar de sus zapatos contra el suelo del concreto se detuvo enfrente de él.
- Ja. – sonrió ella. – Te atrapé.
El chico permaneció en silencio.
- Tenía el presentimiento de que era algo así. ¿Acaso Nino te dijo algo raro? ¿Tal vez Yotsuba? ¿Itsuki o Miku? – Ichika lentamente sacudió la cabeza, sin esperar ninguna respuesta a esa pregunta. – No es que realmente importe. Pero hey, dime algo, Fuutarou-kun, ¿acaso te divertiste durante nuestra pequeña cita?
- ¿Divertirme...?
Ella asintió lentamente. – Parecía que… te estabas sobreesforzando demasiado. Demasiado, Fuutarou-kun. Buscando por todo Tokio lugares para citas, planeando la cita perfecta, pasar todo el día caminando y hablando… realmente me hizo sentir feliz. – Lentamente inclinó su cuerpo contra las paredes de la azotea. – No es que podamos estar juntos así todos los días, pero…
La mirada en el rostro de ella encaraba en oposición la tímida de él. – Todo el día, mantenías tus ojos en mí, y solo en mí. No prestabas atención a los hipopótamos o al acuario, o a la vista de la torre a pesar de que dijiste que era la primera vez que ibas allá. Era solo… yo. Al principio, creí que solo estabas siendo tímido, pero entre más lo pensaba, más parecía que estabas… tratando demasiado de complacerme. Como si quisieras asegurarte de que me estuviera divirtiendo. Como si estuvieras priorizándome a mí por encima de todo lo demás a tu alrededor. ¿Eso de verdad es lo que hace divertida una cita para ti?
Fuutarou se contuvo. ¿Qué más podría decir? Aunque no lo hubiese hecho de manera deliberada, todo eso era cierto. Era algo que Ichika había perfeccionado a comparación de él: la percepción. Un ojo agudo y un sentido desarrollado sobre los corazones y mentes de quienes la rodeaban. La mayor de cinco hermanas idénticas, y una actriz que conocía un millón de palabras y mil rostros. Esa era Ichika Nakano, y se sintió enredado en esa telaraña suya, entre más miraba esos ojos entrecerrados.
- ¿Acaso la Ichika que conoces es alguien que no deja que la gente se preocupe por ella? – continuó. – ¿Siempre deja todo embotellado en su interior? ¿Tiene que fingir que es tan fuerte enfrente de sus hermanas para que ellas la admiren?
De nuevo, Ichika sacudió la cabeza. – Tal vez tengas razón. Solo es un tropiezo, y tal vez, las cosas mejorarán. Tal vez no lo hagan. Pero lo importante es que esta hermana mayor seguirá adelante, ¿verdad? Seguirá dando lo mejor de sí cada día. – Una breve sonrisa se formó en sus labios. – Así fue como llegué hasta aquí. Y así fue como tú llegaste hasta aquí también, Fuutarou-kun. Ambos nos esforzamos al máximo por quienes nos rodean, pero más importante, por nosotros mismos. Entonces… tú también lo entiendes, ¿verdad?
Alargó la mano para tomar la suya, aferrándose fuertemente. – Realmente te preocupas mucho, ¿verdad, Fuutarou-kun? Pero lo digo en serio; estoy bien. Estas cosas pasan. Ya lo superaré.
- Bien. – dijo él en un tono plano, presionando la palma contra un lado de su cuello. Su cabeza se dobló haciendo un gesto de complacencia, pero la mirada en su rostro lucía muy lejos de convencida. – Si eso es lo que dices, entonces me rindo.
- ¿Huh? – Ichika le lanzó una mirada en blanco.
- En tratar de animarte. En ayudarte a despejar la mente de todas esas cosas, aunque no me lo hayas pedido. De todo eso. Si cuatro hermanas idénticas no son capaces de leerte, no hay forma de que yo tampoco lo haga. – El chico suspiró. – Ah bueno, siempre hay otro plan. Adelante. Te voy a escuchar.
- Hu... ¿huh?
- No soy un psíquico para leer mentes. Nunca fui el mejor para tratar con las personas, así que ¿qué me hace pensar que seré bueno en ello ahora? Entonces… – Encaró de frente a Ichika. – Adelante. Dímelo todo y te voy a escuchar. Y no te contengas nada.
- Yo… no entiendo lo que me estás diciendo. – replicó Ichika, alzando una ceja.
- Te estoy diciendo que soy tu novio, Ichika. – Como muchas veces que Fuutarou lo había dicho, las palabras todavía tenían problemas para salir de su boca sin sentir vergüenza. Suavemente le puso una mano sobre la cabeza a la chica. – Puedes decirme lo que quieras, no te voy a juzgar. Siempre tuviste una buena cabeza sobre tus hombros, Ichika, pero ni siquiera tú puedes sonreír todo el tiempo ignorando todo lo que te molesta como si nada. Yo… no soy la persona más inteligente cuando se trata de cosas como los sentimientos de los demás, y a veces, necesito que me lo digan en la cara para poder entender. No podré entenderlo si no me lo dices, así que… solo dímelo, Ichika. Tiene que haber algunas cosas que estás tratando de llevar tú sola sobre tus hombros, ¿verdad?
- Yo… no sé exactamente lo que debo decir. – replicó dudosa Ichika. – Es como te dije… no hay…
- Tu carrera se siente como si hubiera golpeado un muro. Tu popularidad se está estancando. Tu gran oportunidad en la entrevista no salió tan bien como esperabas, y a raíz de eso, tus últimos papeles de actuación te han regresado a ser olvidable y por debajo del estándar.
- Woooow. – Ichika solo pudo reaccionar con una risa hueca. – Realmente no has aprendido a ser gentil con tus palabras, ¿huh?
- Entonces... – la ignoró mientras continuaba tercamente – ... mientras el mundo entero apenas conoce el nombre de "Ichika Nakano". Mientras todavía hay una actriz doña-nadie-amateur cuyo éxito hasta ahora "solo fue un golpe de suerte", nadie aquí lo sabrá. Todo lo que has guardado dentro, déjalo salir, aquí mismo. – Lentamente, Fuutarou caminó junto a ella, y agarró con los dedos las duras barras de las cercas de la azotea. Se dio la vuelta, indicándole que se parara junto a él ante las brillantes luces de Tokio. – Toda la frustración que has tenido que soportar, todo lo que te parece injusto. Patalea, grita, desahógate, llora, lo que sea que necesites para liberar el vapor. Aquí desde las azoteas.
- Eso… eso es una locura, Fuutarou-kun. – Ichika se rio otra vez, esta vez con completa incredulidad. – Estás pidiendo demasiado de mí. La gente creerá que somos un par de delincuentes perturbando la laz. Es inapropiado. Es…
- ¡Por una maldita vez deja de preocuparte por las apariencias! – la regañó Fuutarou, sin cejar ni un ápice. – ¡No es justo, ¿está bien?! ¡No has hecho nada malo! ¡Olvídate de esos actores mimados que los alimentan con cucharilla! ¡No saben una maldita cosa de lo que hacen! ¡Olvídate de esos estúpidos comentarios online! ¡Nada de eso importa! ¡Sé alguien más! ¡Enfádate! ¡Si tú no te enojas por ninguna de esas cosas, ni siquiera una, entonces yo lo haré por ti!
Aspiró profundamente, sujetándose con toda su fuerza contra las barras de metal de la cerca.
- ¡Fuutarou-kun! – Ichika estiró la mano hacia él. – ¡Espera, detente! ¡No tienes que—!
- ¡Es una maldita MIERDA!
Esas palabras, y solo esas palabras comenzaron a resonar por todo el brillantemente iluminado campus debajo de ellos. Mierda… Mierda…
¡Mierda!
Aun cuando él no fuese el que debería estar gritando desde la azotea, ella sintió cada onza de frustración, cada trozo culpable de envidia, cada emoción pura que se reflejaba en ella perfectamente.
En la distancia, los estudiantes que veían clases nocturnas se distrajeron de sus teléfonos, deteniéndose curiosamente a mirar quién era el delincuente que gritaba desde las azoteas.
- Yo… no puedo… esto no… – Ichika se aferró a la tela de su abrigo. ¿Qué era esa sensación dentro de ella? Como si su cabeza y su corazón se hubieran adherido a sentidos separados, o hubiesen mandado todo al diablo por completo. Estaba hirviendo. Se acumulaba.
No, siempre había estado allí. Solo sabía cómo mirar para otro lado. Todo lo que había encerrado en un lugar lejano, pretendiendo que no importaba. Como siempre lo había hecho. Era más fácil así, y cada otro sentimiento atado a ello se sintió como una tontería momentánea. No había absolutamente ninguna razón para que Fuutarou hiciera esto, pero Ichika no pudo evitar preguntarse, ¿cómo podía Fuutarou hacerlo parecer tan fácil? ¿Cómo podía pararse allí y quedar como tonto en público, como si no fuese nada?
El jadeo de su aliento vino poco después, y Fuutarou sintió que la brisa que pasaba enfriaba el sudor que bajaba por su ceño. Ahora que el momento había pasado, solo le quedaba lo absurdo de sus propios pensamientos. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Acaso era un mayor idiota de lo que pensaba? ¿Se había convertido en una especie de bufón gritón y perdido?
De pronto, oyó el sonido de alguien corriendo. Sintió la colisión de un par de brazos envueltos alrededor de su cintura, sujetándolo por un momento mientras la nariz de ella se enterraba sobre su hombro.
- En verdad eres un idiota… – murmuró ella.
Ichika aspiró profundamente su propio aliento, conteniéndolo en lo profundo de su pecho. Solo por una vez. No para ninguna cámara. No para ninguna cámara. No con ninguna línea ensayada. Solo por esta vez, no quería ser ella misma.
- ...y yo también lo soy. – murmuró de nuevo, demasiado quedo para que él pudiera entenderlo.
Y de repente, Ichika se soltó. Se puso de pie ante el vasto cielo del anochecer, sujetándose con una mano contra la barra de metal, y la otra ahuecando en un lado de su boca como para soplar un cuerno, finalmente dejando salir esas palabras tan reprimidas.
- ¡AHHHHHH! – Gritos, alaridos, lamentos, al punto que las palabras parecían venir de una persona completamente diferente. – ¡Todo es una MIERDA! ¡QUE SE JODA TODO!
Junto a ella, los ojos de Fuutarou se habían ensanchado enormes. Aunque él hubiera sido quien quería forzar la idea, ese vocabulario tan vulgar y obsceno probablemente era una de las últimas cosas que esperaría en absoluto de ella, al grado que incluso echó un paso atrás con cautela. Al estar de frente con la furia de una actriz, no había lugar para él o para sus palabras, y todo lo que pudo hacer fue ponerse a un lado, esperando en silencio a que la tormenta lívida amainara.
- ¡No es justo, ¿bien?! – gritó Ichika. – ¡Las audiciones! ¡Los horarios! ¡Los viajes! ¡Tomas, retomas, tomas, RETOMAS! ¡¿Para cuántos estudios he trabajado que no son capaces ni de poner en orden su maldito HORARIO?! ¡Al menos CONTRATEN a alguien para que organicen sus cosas, por todos los cielos! ¡Me despierto temprano y me quedo hasta tarde, ¿y para QUÉ?! ¡¿PELÍCULAS DE UNA O DOS ESTRELLAS?! ¿En cuántas producciones baratas de terror he estado ahora? ¡¿Y usted QUIÉN se cree que es, Director Maekawa?! ¡¿Pidiéndome A MÍ que salga en una CITA?! ¡Usted es más viejo que mi PADRE! ¡Aunque su calvicie fuese veinte años más joven, NO hay manera, por todos los demonios, degenerado y LASCIVO! ¡Y tú, Oda-san! ¡Por solo UN día, ¿puedes hablar de cualquier cosa que no sea Kiku-chan?! ¡¿LO QUE SEA?! ¡Es linda y todo, pero EN SERIO! ¡Consíguete un hobby o algo!
Fue como si se encendiera una mecha, y nada fue lo bastante pequeño para escapar de su ira. Ni siquiera el amor incondicional y compañía de su familia. – ¡Y tú, PAPÁ! ¿Te MATARÍA venir a visitarnos más a menudo? ¡Ni siquiera dijiste nada de mi entrevista! ¡¿Estabas acaso poniendo atención?! ¿Acaso recuerdas algo? ¡Y tú, MIKU! ¡Sigo ayudándote a probar tu cocina y aumenté dos kilos! ¡Dos KILOS, demasiado rápido! ¡¿Qué diablos pones en ella?! ¡Y YOTSUBA! ¡¿No puedes despertar EN SILENCIO?! ¡Puedo oírte todo el camino hasta mi cuarto! ¡NINO! ¡TODAVÍA no me devuelves mi paleta de maquillaje! ¡No me importa lo que digas, NO está perdida en mi cuarto! ¡Sé que todavía la tienes! ¡E ITSUKI-CHAN! ¡SÉ que todavía tienes esa grabación de mí como Tamako-chan! ¡No me puedes mentir! ¡Voy a ir por ti en el MOMENTO en que vuelva a casa! ¡Oneesan las ama a todas, chicas, pero, oh DIOS MÍO!
»¡Y TÚ, Fuutarou-kun! – Le señaló con el dedo directo a la nariz. Unas rayas rojas brillantes se formaron de oreja a oreja y una gota de sudor le bajó por el cejo. – Mencionas UNA sola palabra sobre esta noche, y no te lo perdonaré. Ni ahora, ni nunca. No soy yo misma en este momento, ¿está bien?
No le llevó pensar mucho al atónito estudiante universitario para saber que solo había una respuesta correcta a esa pregunta. No necesitaba decir ni una palabra más. Una sonrisa gentil y reconfortante apareció en sus labios mientras veía a la avergonzada joven frente a él recomponerse poco a poco.
- Hah... – El golpeteo de su pecho había llegado a su punto más fuerte jamás alcanzado. En este momento, todo lo que podía pensar era que necesitaba aire, y más aire. – Huh... hah...
- Se siente bien dejarlo salir todo, ¿eh? – Fuutarou se puso de pie junto a ella. Ahora no era el momento de sentir miedo de su propia novia, pero mentiría si dijera que no había pensado cautelosamente si debería haberle puesto ese brazo alrededor del hombro. – ¿Y bien? ¿Ya estás al menos—?
- ¡Y OTRA cosa! – gritó Ichika, inclinando todo su cuerpo tan lejos como pudo contra el borde de la azotea. – ¡¿A quién le importa si tengo un novio o no?! ¡¿Quién dice que una actriz no se puede enamorar también?! ¡Voy a decir su nombre tantas veces como me dé la gana!
Fuutarou se congelo. – ¡Espera, espera, espera! ¡No te dejes llevar tanto! ¡Recuerda que yo asisto a esta—!
- ¡AMO A FUU—¡
- ¡HEY! – El brillante resplandor de una linterna los cegó, haciéndolos mirar hacia abajo. Dos hombres uniformados, con overoles y gorras azules los estaban mirando directamente. – ¡Ustedes dos allá arriba! ¡¿Qué creen que hacen?!
- F... ¿Fuutarou-kun...? – Ichika dio un paso atrás, nerviosa. – Esos dos… ¿no son..?
La risa se le salió como un enredo tembloroso, apenas logrando mantenerse bajo control. – La seguridad del campus. Ja… parece que… todavía siguen patrullando durante el otoño… Ja… jaja…
- ¡Repito! – dijo la voz del oficial del campus llamándoles. – ¡¿Qué están haciendo allá arriba ustedes dos?! ¡Bajen aquí en este mismo instante!
Fuutarou sintió el fuerte agarre de una mano jalándolo fuera de donde estaba. – Fuutarou-kun. – Frente a él había una amplia y nerviosa sonrisa que ya no se conocía a sí misma. – Corramos.
- Espera. Espera, ¡e-e-espera! En serio no estás sugi—
- ¡CORRE!
Antes que otro pensamiento le cruzara por la mente, los ecos de sus rápidas pisadas rebotaron por las paredes de las escaleras. Un paso a trompicones tras otro, los dos delincuentes descendieron por el alto pasaje. Rápido. ¡Más rápido! Giros bruscos y vueltas dentro del arco de la escalera llevó a colisiones torpes contra las paredes de concreto frío. La puerta cerrada que estaban atravesando marcaba el número seis. Un descenso de un solo piso.
Cuando llegaron dos pisos más abajo, el sonido de puertas de metal pesado hizo eco hacia arriba. Venía de la planta baja. El escaneo irregular de una linterna angulada apuntó hacia ellos. – ¡Ahí están! – gritó el guardia de seguridad hacia la puerta. – ¡Están aquí adentro!
- ¡Nos chocaremos con ellos! – dijo Ichika.
- ¡Por aquí! – Fuutarou empujó una puerta cercana con su espalda. El quinto piso.
- ¿Qué vamos a hacer aquí? – Ichika cerró la puerta tras de ellos, deteniéndose solo para respirar una vez. – Nos alcanzarán rápido si nos quedamos aquí.
- Hay otras escaleras del otro lado del edificio. ¡Vamos para allá! – De inmediato se puso al frente, con Ichika siguiéndolo muy de cerca por detrás. Había luces de sensores de movimiento parpadeando en los pasillos vacíos mientras iban atravesando. Unas cuantas vueltas bajando por los corredores adyacentes, un momento o dos para pensar de nuevo cuál era el camino correcto, una gota de sudor frío ante el abrupto sonido de una puerta abierta que resonaba detrás de ellos.
- ¡¿Ya están aquí arriba?! – Ichika miró para atrás. – ¿Aun no llegamos al otro lado?
- ¡Está adelante! En esa puerta de a—
- ¡Ay! – Ichika se cubrió la nariz con la punta de los dedos. Acababa de chocar contra la espalda del universitario. Inmóvil, rígida- Difícilmente le ayudaría con su situación. – ¿Por qué te detienes, Fuutarou-kun?
Muy cerca, abajo en el pasillo, a través de la diminuta ventana de cristal de la puerta que llevaba a las otras escaleras, estaba la onda luminosa de una linterna. El sonido de los golpes de las pisadas de alguien que subía las escaleras, y más pisadas que venían detrás de ellos. Estaban rodeados.
Fuutarou agarró a Ichika por la mano. – ¡Por aquí! – le dijo Y se fueron en la dirección totalmente opuesta.
- Por allá es donde vinimos. – dijo Ichika. – ¡Nos atraparán!
- ¡Aula 513! ¡513! – replicó Fuutarou rápidamente. Sus ojos se fijaron en cada placa de las paredes que estaba posicionada junto a cada puerta. Por muy familiares que fueran estas paredes desde el último medio año, el miedo repentino a que lo atraparan le hizo empezar a dudar sobre su memoria. 518... 516... 514... 512...510 ¡Momento! ¿La habían pasado de largo? Las aulas en este lado se contaban por números pares. El aula 513 debía estar en el otro…
- ¡Aquí! ¡513! – Ichika lo jaló cuando casi se pierde la vuelta. Le llevó una gran parte de su fuerza jalar a un hombre más alto que ella. Apenas pudo hacerle la siguiente pregunta entre su aliento exhausto. – ¿Qué… hay… aquí?
- ¡Conferencia! – Fuutarou cogió la manija. Cerró los ojos, rezando porque no estuviera cerrada.
Los dos rápidamente entraron en la sala. Era espaciosa, amplia, con altas paredes que se estiraban más allá de la esquina de su visión, deslizándose hacia abajo como el otro lado de una colina. Escritorios curvos se alzaban sobre un escenario de plataforma central, formando una especie de embudo hacia arriba. En la pared más lejana había una enorme pizarra blanca, todavía con algunos garabatos y manchas de fórmulas y diagramas de las clases anteriores. Este familiar escenario se sentía similar a un teatro, capaz de sentar a docenas, tal vez cientos, de estudiantes. Ichika se preguntaba, ¿en serio era un aula de clases?
Por supuesto, la curiosa mujer no tenía tiempo de darse el lujo de mirar sorprendida. Sus ojos volvieron hacia el pasillo que dividía los escritorios en segmentos a la izquierda, derecha y al centro. Igual como en un teatro de películas. Debido al enorme tamaño de la sala de conferencias, la cantidad de espacio vertical que abarcaba podría llegar hasta dos pisos completos. En la parte superior donde habían entrado, estaba la puerta 513. Al fondo, la 413.
- ¡Buen trabajo, Fuutarou-kun! – Ella rápidamente lo siguió por las escaleras del pasillo. Tal vez demasiado rápido. Ese corto lapso de excitación y juicio le hizo que tropezara el talón contra uno de los escalones que bajaban por el pasillo.
Antes de forzar cualquier otra cosa que no fuera un gritillo corto, Ichika sintió un agarre firme sujetándola de la cintura. El resto de su cuerpo se quedó flácido por un momento, como si estuviera siendo suspendida en ese preciso momento que se sentía a pleno. – Ten cuidado, torpe. – La mirada tierna en esos ojos dorados quedó fija en ella.
Unos golpes irregulares se concentraban en su pecho, peor la única respuesta que pudo darle fue el ritmo roto de su propio aliento. ¿Le estaba sonriendo? ¿Por qué ahora, de todos los momentos, estaba haciéndole esa cara?
Como pasos de baile coordinados ante la tonada de una canción, la mal portada pareja volvió a incorporarse. No estaban fuera de peligro todavía, por mucho. Aunque los ruidos distantes encima de ellos seguían buscándolos por todos lados, Fuutarou e Ichika lograron llegar hasta el cuarto piso. Habían arrojado toda precaución al viento y rápidamente cogieron la escalera central para bajar por el edificio.
Tercer piso.
Segundo piso.
Planta baja.
La muy deseada frescura de la noche de otoño los recibió de nuevo. Finalmente, habían llegado de vuelta a las escaleras frontales del edificio de la universidad.
Y solo tuvieron ese breve momento para sentir alivio.
- ¡Hey! – Inclinándose desde la entrada lateral del edificio se encontraba un guardia del campus, probablemente que acababa de llegar y estaba vigilando en caso de que intentaran escapar por una entrada lateral o trasera. La última posibilidad en su mente era que los que estaban causando problemas podrían haber atravesado directo por la puerta del frente. – ¡Deténganse donde están! ¡Identifíquense ahora mismo!
Sin una palabra de obediencia, ni tampoco para el otro, Fuutarou e Ichika inmediatamente volvieron a correr. Fuutarou había empujado a Ichika para que lo siguiera y asumió el liderazgo. Este era su campus, después de todo, y ya había caminado por estos senderos incontables veces. Si las astas de las banderas estaban allí, eso significaba que estaban viendo hacia el norte. La salida más próxima del campus estaba un poco más al noroeste, pero quizás fuese más seguro tomar una ruta larga.
Aunque, no pasó mucho luego de las primeras vueltas que Fuutarou se encontró con la espalda de la mujer pelirrosa enfrente de él. – ¡Estas bajando el ritmo! – le gritó Ichika. – ¡Vamos! ¡No es que yo sea Yotsuba, al menos sígueme el paso!
- Me… voy… – Fuutarou jadeaba y jadeaba. – Me… voy… a… morir…
- ¡Deja de hablar y sigue corriendo! – Ella lo cogió de la muñeca, jalándolo a la fuerza. Por el momento, seguir adelante era una opción tan buena como cualquiera para la pelirrosa. Cualquier cosa que aumentara la distancia entre ellos y sus perseguidores, los cuales parecían estarse acercando. – ¿Por dónde debemos ir?
- La… ¡la izquierda!
Las vistas y sonidos familiares se habían disuelto en un borrón revuelto con cada paso apresurado. La atracción de las luces que les rodeaban, arrastradas en breves rayones con cada lámpara de la calle que pasaban. Frenaron casi chirriando sobre sus talones, y luego se dieron la vuelta, en el momento en que vieron un monitor del campus. Los caminos se dividían en callejones mientras buscaban ocultarse de sus perseguidores. Los cambios abruptos en el viento sacudían los árboles y levantaban las hojas del otoño bajo sus pies.
Movimiento. Constante y perpetuo flujo de su adolescencia traviesa.
Cruzaron los límites del campus de la Universidad de Tokio. Solo un poco más lejos, y con toda certeza, los guardias se darían por vencidos. ¿Para qué iban a molestarse en seguirlos fuera de la jurisdicción del campus?
- Ja... Ja...
El golpeteo en su pecho nunca se había sentido tan fuerte como ahora. El ritmo de su respiración no había sido jamás tan irregular.
- Ja... Uh... Ja...
Solo necesitaba concentrarse en respirar. Bocanadas cuidadosas, aunque fuera solo un poco más. Ya había llegado hasta aquí después de todo.
- Ja… ja… ¡Jaja… ja! – La última onza de su aliento salió como un grito triunfante. – ¡Jajajaja! ¡Ah, jajajajaja!
Ichika lo miró, pero la mujer pelirrosa apenas podría haber visto la expresión en el rostro de Fuutarou antes que él la adelantara. ¡La había adelantado! Apenas podía recordar un momento que no hubieran estado corriendo, y con toda certeza, Fuutarou sería el primero en colapsar entre ellos. Pero ¿qué era ese repentino subidón de energía que se había apoderado de él? ¿Qué era esa risa alegre y juvenil que salía de él?
Si ella hubiese tenido la fuerza para adelantarlo de nuevo, se habría encontrado con la sonrisa más amplia, estúpida y exageradamente alegre abarcando toda su cara.
Casi habían colapsado contra la pared de piedra y las cercas de un cruce residencial cercano. El brillo de las luces de la calle encima de ellos los bañaba desde el poste de metal que se alzaba encima de ellos, mientras miraban con cautela a su alrededor. Ningún signo de que hubiera nadie. La quietud había vuelto, a excepción del sonido de su aliento exhausto.
Ichika se aferró a ello. Toda esa carrera, todas esas travesuras, eran actos inapropiados. Eran actos propios de delincuentes buenos para nada. Vergonzosos, y lamentables. Nada de lo que ella era.
Y al mismo tiempo, fue excitante, emocionante, temperamental. Se sentía aliviador, catártico. Todo tal como era su propio ser, una chica hipócrita y contradictoria.
Las puntas de sus uñas se hundieron en el cuello desordenado de la camiseta de su amante. Paranoica, exhausta, y adolorida a más no poder, no podía importarle menos. Esos deseos impasibles de una excitada chica traviesa terminaron robándole el poco aliento que había logrado recuperar. Mejor dejarles a ambos forcejear y pelear. Él tendría que pelear por esas breves bocanadas de aires, y ella a su tendría que pelear por no mover ni un solo músculo. Que ese dulce sabor a durazno de su lápiz labial intoxicara a ese tonto amante suyo. Que se quedaran suspendidos así, hasta que finalmente se miraron directamente al rostro sonrojado del otro, jadeando desesperadamente bajo la luz de la lámpara.
- Lo siento, Fuutarou-kun... – Un delgado hilo de saliva se rompió entre los labios de ambos, el cual Ichika se limpió desordenadamente con el dorso de la mano. – … Yo… todavía… siento que no soy yo misma.
Y de repente, sintió que su espalda era presionada contra los bordes de la pared de piedra, atrapada entre los brazos de Fuutarou, cerca de ella. Unos dedos gentiles acariciaban los lados de su rostro, sin dejarla mirar a otro lado. Un deseo ardiente e insaciable que correspondía al suyo, reflejado en ese pálido brillo dorado en sus ojos.
- Yo también lo siento, Ichika. – dijo Fuutarou. – Yo… tampoco creo que esté actuando como yo mismo…
Solo compartieron un momento para mirarse con amor a los ojos, sin necesitar otra señal para continuar. De nuevo, ese duro tirón contra el cuello de su camisa, volviéndolo a atraer hacia ella. Otra vez, los jadeos en busca de aire que vinieron con confianza apresurada. Los dedos de ella curvándose mientras se hundían en su pelo para jalarlo un poco. Cada sonido que él hizo entre cada uno, y la respuesta de deleite que acompañaba sus ahogos. En cualquier momento, Ichika sentía que sus agotadas piernas finalmente cederían y colapsarían. Y cuando finalmente lo hicieron, solo pudo cerrar los ojos, dejando que su cuerpo se desplomara en los brazos que ahora sujetaban su cintura.
Invirtió el agarre de sus manos, y se sujetó del frente de la camisa de él, como si fuese un manubrio. Cada momento suspendida de este modo le invitaba a dejarse hundir más. Sus gritillos se veían ahogados por su deseo de no soltar los labios de él. Era todo suyo. Quería ver ese rostro abrumado del chico cuando finalmente se diera por vencido. Quería verlo caer torpemente y sin gracia mientras ella deslizaba la espalda contra la pared, y verlo dando tumbos sobre ella con las rodillas presionadas contra el suelo, mientras las hojas de color ocre se aplastaban contra sus pies.
Y con suerte, él podría perdonarla. Con suerte, se apiadaría de esta mujer tan tonta, que cayó víctima de las travesuras otoñales.
Esta historia continuará…
Notas del traductor:
¡Sorpresa, gente! Bueno, no es miércoles todavía, pero en vista de que ya estoy al día con Luna de Miel Quintaesencial, y que solo estoy a dos capítulos de estar al día con esta otra traducción, pues dije, qué diablos, voy a traerles dos capítulos esta misma semana. Además, este es el capítulo más largo y por mucho mi favorito hasta el momento, así que ya no quería esperar más para publicarlo.
Para cualquier fan del romance no hay nada como un capítulo de ver a la pareja teniendo una cita donde se la pasa bien, y sin duda este no es la excepción. Pero lo que más me gusta es que aquí ya se notan las secuelas de lo que pasó en la entrevista en el capítulo anterior. Incluso luego de su gran éxito, ahora que todos saben que Ichika tiene un novio su popularidad ha sufrido una caída, y aunque ella no se arrepiente de su honestidad, se puede notar que eso le ha afectado por más que intente decir que todo está bien. Y Fuutarou también se ha dado cuenta de ello, y se siente parcialmente culpable (no sin razón). Díganme, ¿no les ha pasado que tienen esos días que se sienten tan frustrados, que lo único que quieren hacer es ir a alguna parte y gritar todo eso con rabia para desahogarse? Porque a mí sí, y esa fue mi parte favorita de todo el capítulo sin lugar a dudas. Aunque por poco y los mete en problemas gritando el nombre de Fuutarou, ni hablar de lo que habría pasado si seguridad los hubiera pillado. De nuevo, eso también es parte de la diversión. También, obviamente el inicio, mostrar a Takeda como un buen amigo y consejero para Fuutarou, es otro punto a favor para este capítulo, es bueno ver que esta historia no descuida las relaciones familiares y de amistad de los protagonistas.
Bueno, hasta aquí llego por hoy. De nuevo no hay nada de agradecimientos, así que nos vemos el miércoles para el último capítulo (hasta ahora). ¡Sayonara!
