Todo de mí

Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude

Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.

Capítulo 11 — Así lo dice la marea de primavera


El cosquilleo del rocío húmedo aún permanecía bajo su nariz. Bajo un cielo color pizarra, un frío intermitente guiaba los últimos copos de nieve del invierno, indicándole al suelo que era hora de despertar a los botones que florecerían en primavera. Al caer la lluvia, el residuo de sus besos salpicaba en las hojas, las azoteas y el concreto, para luego chorrear y driblar hacia pequeños charcos que salpicaban bajo los talones. Al separarse las nubes, todo se convertiría en la memoria de un día. Así continuaba, este enmarcado limbo del cambio de estaciones. Una primavera vivaz y un invierno tímido.

La primavera sabía cómo molestar a la gente. Sabía cómo echar mordiscos y luego quitar los pequeños detallitos desagradables de los días invernales. Primero se asomaba a la puerta tímidamente, tocando una, dos veces, y luego esperando para demostrar la impaciencia. Se ponía cálida unos días y luego se iba al siguiente. Antes de que cualquiera pudiese notarlo, ya habrían empezado a contar los días, suplicando porque la primera flor floreciera más pronto.

Ser testigo de otra primavera significaba muchas cosas. Un respiro del aire congelante. Un día menos de quitarse la nieve de los hombros. Botones floreciendo temprano en los cerezos y una cálida luz del día. El inicio de otro año, y todos los recuerdos que venían del anterior. Un año entero. El pensamiento se proyectaba de la misma manera que la opaca silueta de su rostro reflejado en la ventana del asiento del pasajero. Era difícil pensar que se había ido y venido, y cuánto había cambiado a comparación del chico que estaba frente a cinco chicas, sosteniendo sus diplomas de preparatoria bajo los cerezos. En estos días de recuerdos, todo y todos habían divergido lentamente. Se habían trazado caminos y tomado sus primeros pasos. Igual que él, otros que también continuarían creciendo y cambiando, aunque los rastros que dejaban a su paso aquellos cercanos a su corazón nunca estaban demasiado lejos para seguirlos.

Un año, terminado y dejado atrás. Pronto tras este breve receso marcaría el inicio del segundo año de Fuutarou como estudiante universitario.

- Bien, aquí estamos. – dijo el conductor. – La Estación de Nagoya. ¿Necesitan que les ayude a sacar sus cosas del portaequipaje?

- Apreciaría si lo hicieras, Maeda-kun. – Un cabello limpiamente peinado se encontraba entre Fuutarou y Maeda, girando sus ojos deslumbrantes entre sus dos amigos. – ¡Tú también, Uesugi-kun! Traje muchas cosas conmigo, después de todo.

- Demasiadas si me lo preguntas, Takeda. – señaló Fuutarou mientras cogía el bolso que tenía entre los pies. – Las vacaciones ni siquiera fueron tan largas. Luces como si hubieras empacado suficiente para amueblar una casa nueva.

Al cerrar las puertas del auto, los tres chicos estaban sobre la acera de la estación. Tuvo que ponerse la mano sobre la frente, protegiéndose de los rayos del sol que separaban las nubes. Estación de Nagoya, un viaje muy corto en auto. Después de eso, sería solo un paseo rápido en el tren bala y luego algunas paradas menores en el transporte local antes de regresar a Tokio. El semestre de primavera de su segundo año empezaría apenas en unos días.

Un salpicón de la lluvia le rozó la mejilla. Anoche había llovido bastante, y las últimas gotas todavía se aferraban como podían a la marquesina de metal.

- Mejor que sobre y no que falte. – declaró Takeda orgullosamente mientras levantaba su segundo bolso de equipaje. – Tú vives un poco más allá de la estación, ¿no es así, Uesugi-kun? Lo menos que podrías hacer sería llevarte un paraguas o algo. ¿Qué harás si pescas un resfriado mientras andas por tu cuenta?

Fuutarou y Maeda apilaron más equipaje sobre los bolsos del niño rico. – Estaré bien. – dijo Fuutarou. – Ya dejó de llover, y de todos modos voy a ir directo a mi apartamento cuando nos bajemos. – Se volvió hacia Maeda. – Gracias de nuevo por el aventón, Maeda.

- Sin problemas, hombre. – replicó Maeda. – Fue genial verlos de nuevo. Cuídense en el viaje de vuelta a Tokio, ¿está bien? – Al decir eso, Maeda había desviado su mirada hacia la pantalla bloqueada de su teléfono. Un suspiro por lo bajo escapó de sus labios, tornando la expresión de su rostro en perplejidad.

- ¿Sucede algo? – preguntó Fuutarou, pero antes de que Maeda tuviera la oportunidad de decir que no era importante, Takeda había echado un vistazo discretamente desde el hombro de Maeda.

- ¿Chequeando si Matsui-san te dejó algún mensaje? – Takeda sonrió juguetonamente. – ¿Hmm?

Maeda rápidamente metió el teléfono en su bolsillo, pero no sirvió de nada. – Qué… ¿de qué estás hablando?

- Noté que varias veces chequeabas por nuevos mensajes desde el asiento trasero. ¿Así que los dos decidieron volver a salir juntos? – La longitud de sus pestañas parecían hacer aún más coqueto su guiño. – ¿Las cosas van bien entre ustedes dos?

- Matsui, hmm… – Fuutarou se rascó el mentón. El nombre definitivamente sonaba familiar, pero admitiéndolo, nunca fue el mejor para acordarse de los nombres de las personas.

Si era alguien que cualquiera de ellos tres conocía, seguramente sería alguien de la preparatoria, y vagamente recordaría el nombre probablemente de…

- ¡Oh! – dijo Fuutarou con un ligero chasquido de dedos. – Era esa chica de nuestro año, de cabello largo y negro, ¿verdad?

- Su cabello de hecho es castaño. – le corrigió de inmediato Maeda.

- ¡Entonces yo tenía razón! ¡Estabas esperando por ella! – Takeda puso un brazo alrededor de su amigo. – ¡Vamos, cuéntanos todos los detalles! ¿Están saliendo juntos o qué?

El ligero tinte rojo en las mejillas de Maeda parecía contradecir su pose relajada y despreocupada. Suspiró, al ver que no había sentido en ocultarlo. – Más o menos… ¿y qué con eso? Hablamos un poco en la preparatoria, pero la chispa se apagó. Antes de darnos cuenta… ya había llegado a la graduación.

- ¿Y? – preguntó Takeda, demasiado curioso. – ¿Algo avivó la llama de nuevo? ¿Fue ella la que te contactó primero, o fuiste tú? ¡Oh! Y acaso ella…

- ¡Estás haciendo demasiadas preguntas! – Maeda alejó la cara de Takeda de sus hombros. Rascándose detrás de la cabeza, Maeda continuó. – Y… fui yo el que la volvió a llamar. Nosotros, uhm… quiero decir, podría haberle dicho eso a Matsui y podríamos haber tenido algo, pero en ese entonces estaba algo… asustado. Ambos elegimos escuelas diferentes, así que tenía miedo de lo que podría haber pasado si las cosas no funcionaban o algo…

- ¿Qué te hizo cambiar de opinión? – preguntó Fuutarou.

Maeda desvió la mirada, su voz reducida a casi un gruñido. – No quería desperdiciarlo. No quería mirar atrás y arrepentirme de decir cosas como "Y si hubiera", o "tal vez". Pensé que… tal vez era hora de empezar a pensar que las cosas saldrían bien para variar, ¿saben?

Takeda y Fuutarou intercambiaron miradas, y tras estar de acuerdo en silencio, se soltaron a reírse. – ¡Ese es el espíritu, Maeda-kun! – Takeda le dio unas palmadas a su amigo en la espalda. – ¡Hablaste como un verdadero hombre!

- Estamos contigo, Maeda. – asintió Fuutarou. – La mejor de las suertes.

- Ustedes… – Maeda comenzó a enderezarse, pasándose la mano por un mechón suelto de pelo. –Solo observen; ¡Matsui vamos a juntarnos muy pronto! De hecho, cuando vuelva a casa la voy a llamar para invitarla a salir en una cita. Lo digo totalmente en se…

Casi se sobresaltó cuando una repetición de sonidos zumbantes y pitidos melodiosos comenzó a salir de su teléfono. Solo bastó una mirada a la pantalla para que Maeda se retractara de sus palabras anteriores como exceso de confianza, dejándolo convertido en un manojo de nervios y tartamudeo. – ¡Oh, Dios mío, e-es ella! ¡Chicos, c-chicos, Matsui me está llamando ahora!

- ¡Bueno, pues contéstale! – lo motivó Takeda moviendo sus dedos. – Adelante, hazlo. Uesugi-kun y yo estamos listos para irnos.

- ¡Esperen, esperen! No se vayan todavía, ¿Qué debería decir? ¿Cómo debo responder?

- ¿Cómo vamos a saberlo? – dijo Fuutarou.

- ¡Tú de todas las personas deberías saberlo, Uesugi! ¡Eres bueno en estas cosas!

- ¡¿Yo?! – Fuutarou se quedó boquiabierto. – ¿Por quién rayos me tomas? ¿Bueno para qué?

- ¡No te hagas el tonto ahora! ¡Tienes que decirme lo que—!

- Oh, por el amor de… ¡solo hazlo de una vez! – Takeda se puso detrás de Maeda, abriendo la puerta del auto de par en par. Maeda no se había dado cuenta que al mismo tiempo Takeda había aprovechado de cogerle el teléfono, y antes de poder tomar represalias había presionado el botón verde para aceptar la llamada, colocándolo suavemente contra su oreja.

- Espera, ¿qué estás…? ¡Hey, hey! Acaso acabas de… ¡oh, ah! ¡M-Matsui-san! H-Hey, ¿qué hay de nuevo? Oh, uh, no, no es que este sea un mal momento. Solo estaba…

Mientras Maeda se daba la vuelta, Fuutarou había tomado la oportunidad de empujarlo suavemente de vuelta al auto, dándole a su amigo la privacidad que necesitaba. Un toque vino desde el otro lado de la ventana, junto con sonidos ahogados y señas de Takeda, que le decía algo como "¡Solo sé tú mismo!"

Luego de atravesar las puertas de la estación y de pagar una gran cantidad de yenes, los dos estudiantes de la Universidad de Tokio se sentaban cómodamente en los mullidos asientos del tren bala. El ruido de traqueteo y las ruedas de metal contra los rieles llenaba el vagón, acompañado por el bajo zumbido de la aceleración. Fuutarou apoyó la mano contra su mentón, observando las vistas familiares de Nagoya y las carreteras que veía de vuelta a casa hacia Tokai, mezclándose en una mancha multicolor mientras el zumbido llenaba sus oídos. El ritmo ocasionalmente se rompía con cada chillido que atraía la atención por los anuncios del intercomunicados, y en unas dos horas o un poco más, estarían de vuelta en Tokio.

- ¿Cómo ha estado Ichika-san, Uesugi-kun? – dijo Takeda dándole un toquecito al hombro de su amigo. – ¿Las cosas han ido bien entre ustedes dos, hm?

- Siempre tienes curiosidad sobre estas cosas, Takeda.

Takeda se rio. – Tienes razón en eso. No puedo evitar sentir algo de curiosidad, pero ya sabes, siempre pareces estar de buen humor cuando hablas sobre ella. ¿Cómo podría no preguntar al respecto de vez en cuando, hmm?

Fuutarou se echó para atrás en su asiento, dejando salir una pequeña risita. – A veces, no estoy seguro si solo haces esto para molestarme. Las cosas han ido… muy bien entre nosotros, de hecho. No pude verla tanto como me habría gustado, ya que las vacaciones coincidían con algunos de sus horarios de trabajo.

- ¿Horarios, dices? ¡Ah! ¿Eso significa que Ichika-san finalmente superó ese problema que estaba enfrentando en su trabajo?

- Hmm… un poco. El trabajo de Ichika ha vuelto a estar más ajetreado estos días. Realmente está dando todo lo que tiene, pero es comprensible que Ichika no se sienta totalmente emocionada con algunos roles en su trabajo.

- ¿A qué te refieres? – preguntó Takeda. – ¿Todavía está encasillada en esos papeles menores?

- No exactamente menores… pero tampoco exactamente importantes, si eso tiene sentido. –Fuutarou frunció el cejo, pensando en las palabras correctas. – Nada tan bueno como algunos de sus mejores papeles, de cualquier modo. Ichika es talentosa y rebosa de potencial; solo que los estudios estos días no quieren utilizarla. Es realmente frustrante…

- Estabas gruñendo en esa última parte, Uesugi-kun. – se rio Takeda entre dientes. – Pero eso es comprensible. Como cualquier novio sobreprotector, no hay nada malo en que te preocupes un poco por ella.

Fuutarou asintió. – Sí… Ichika sabía que no sería tan fácil de inmediato. Me dijo que está lista para lo que sea, y yo la apoyaré en todo lo que pueda.

Takeda echó un vistazo hacia la ventana. Había algunos rastros de la lluvia que se deslizaban por los bordes del cristal, y sobre las copas de los árboles, los remanentes de las nubes de lluvia se amontonaban en la distancia. – Tú vives un poco más lejos del campus, ¿verdad? ¿Seguro que estarás bien de camino a casa?

- Voy a estar bien. Miré el pronóstico del tiempo en Tokio y prácticamente no hay posibilidades de lluvia.

- Nunca se está del todo seguro, Uesugi-kun. – Takeda agitó el dedo. – Decir "prácticamente no hay posibilidades" no es lo mismo que decir que hay cero posibilidades, y escucharte presumir de ello con tanta confianza es prácticamente pedir que llueva. ¿Alguna vez has pensado en mudarte a algún lugar más conveniente? ¿Quizás más cerca del campus?

Fuutarou respondió primero alzando su ceja en silencio, como si estuviera diciendo algo obvio. Negó con la cabeza y luego continuó. – No te equivocas. He estado pensando en mudarme si puedo. La beca solo otorga ayuda hasta cierto punto, y mi trabajo de medio tiempo me paga el resto para vivir cómodamente. – Empezó a tararear quedamente mientras se pellizcaba el mentón.

- ¿Pasa algo malo? – preguntó Takeda.

- Ya que lo mencionas, hay algo que ha estado ocupando mi mente últimamente. Hace unas semanas, recibí una llamada de… el señor Maruo Nakano.

No mucho antes, Maruo había sacado a colación una preocupación que tenía a Fuutarou. De manera muy directa, Maruo le había preguntado a Fuutarou hasta dónde se extendían sus planes futuros con Ichika, y más específicamente, la posibilidad de invitar a su hija a mudarse a vivir con él en Tokio.

Maruo declaró que, como parte de su rol como padre, había establecido una regla para sus cinco hijas respecto a su situación de vivir independientemente. Les había dado su propio lugar en un apartamento de clase alta, y le otorgaba a cada una de ellas una generosa suma de dinero mensual. Todo lo que pedía a cambio era que las cinco vivieran honestamente, y que hubiera completa transparencia entre él y los gastos de cada una.

Era un trato justo. Dejando de lado su propia ausencia, Maruo deseaba que las hijas de Rena vivieran una juventud cómoda y llena de placeres, libre de las dificultades que acabaron con la vida de su madre. Durante años, no habría ningún problema con ese arreglo.

Hasta que, para desconcierto de Maruo, las cinco hermanas lo desafiaron, y decidieron mudarse de su apartamento durante su segundo año y parte del tercero. Y en el centro de dicha decisión se encontraba nada menos que la mayor de ellas, Ichika.

- Sin que yo lo supiera – fue lo que le dijo Maruo entonces – Ichika-kun había abierto su propia cuenta bancaria. Había contactado a una agencia de propiedades, firmó un seguro de propiedades, bloqueó las transferencias electrónicas, y proveyó una copia de sus nóminas recientes. Descubrió cómo manejar todo eso, y lo hizo debajo de mis narices sin que me diera cuenta.

Al principio, Fuutarou se preguntaba si Maruo estaba planeando algún tipo de venganza, algo para reforzar la idea de que él, de alguna manera, había manipulado a sus hijas para desafiar a su padre, y que no era más que problema para él y para ellas. Pero lo que vino después no fue exactamente lo que Fuutarou se imaginaba que diría Maruo.

- No tengo intención de desmotivarla, ni espero que Ichika se detenga aunque lo hiciera. – Maruo sacudió su cabeza. – Me di cuenta en ese momento que mis hijas se habían convertido en adultas. Si Ichika desea mudarse a vivir contigo, ¿quién soy yo para decirle que no? Y es por eso que te pregunto. Uesugi-kun, ¿has considerado la idea de invitar a Ichika a mudarse a Tokio contigo?

Incluso ahora, Fuutarou todavía pensaba en ello. Rappongi, Shibuya, Meguro, Minato, Den-en-chōfu. Muchos actores y actrices famosos tendrían el ojo puesto en los distritos de clase alta para vivir en fortuna, cerca de los estudios cinematográficos de renombre. Maruo no tenía dudas de los talentos de Ichika, y si eventualmente tuviese que escalar en los rangos sociales del cine, era evidente que la hija mayor también pondría la mira en la región de Tokio.

Por supuesto, todo eso palidecía ante una razón más significativa: estar mucho más cerca de su persona amada.

- No espero que ustedes dos tengan un plan en este momento. – respondió Maruo, cuando Fuutarou le respondió con incertidumbre. – Sin embargo, me había tomado la libertad de hacer algo de investigación.

- ¿Investigación? – preguntó Fuutarou.

- Sobre tu actual lugar de residencia. – continuó Maruo. Recitó entonces los detalles precisos de la dirección de Fuutarou. – Vecindario. Distrito. Comodidades. Ese tipo de cualidades, Uesugi-kun. Me atrevería a decir que tus estándares actuales están… muy por debajo de la media. No hablemos de para una actriz; las condiciones actuales ni siquiera son aptas como para que acomodes a mi hija.

Recordar aquella conversación dejaría una pequeña herida en su orgullo, pero no era como que él tuviese el lujo de elegir. Dejando de lado los asuntos más terroríficos (como el hecho de que Maruo tenía maneras de investigar su actual lugar de residencia) su única otra opción era quedarse en el dormitorio universitario, pero su arreglo actual le permitía ahorrarse mucho más dinero. Incluso le permitía darles algunos pequeños regalos de lujo a su papá y hermana para su pequeña casa, aunque Isanari continuaba rehusándose a recibir asistencia con la deuda familiar, declarando que sería mejor para su hijo seguir ahorrando. Para Fuutarou, podía arreglárselas con la caminada de treinta a cuarenta y cinco minutos hasta el campus. No tenía problemas soportando las inconsistencias de la unidad de aire acondicionado, o el gato callejero ocasional que se metía a su balcón. Difícilmente eso era una molestia para él.

Pero, si Ichika se mudaba a vivir con él, eso sería un caso totalmente diferente. – Tal vez… – dijo Fuutarou con algo de presión en el cuello. – Pero con el debido respeto, señor Nakano, usted no parece estar totalmente al tanto de mi situación. No es algo que yo pueda decidir a la ligera.

- Es por eso que quiero ofrecerles a ambos mi ayuda.

Fuutarou por poco escupió su café. – ¿Discúlpeme? Eso es… realmente generoso de usted. Realmente estoy realmente agradecido de su oferta, pero no creo poder simplemente aceptar esa clase de…

- Sabía que no lo harías. – lo interrumpió Maruo. – Y que Ichika tampoco lo haría. Ichika nunca me ha pedido ayuda, o más específicamente, nunca la ha necesitado. Y puedo ver que tú eres igual.

Maruo entonces giró su cuello, como si se sacudiera un pensamiento molesto. – Sin embargo, cuando llegue el momento, estoy dispuesto a ofrecerles a ambos recursos para asistencia. Una conexión a una agencia de propiedades. Una referencia a mi nombre para su futuro casero. Incluso puedo firmarles la garantía. Seguro que eso no sería un problema, ¿verdad?

Al terminar de recordar la conversación, Fuutarou lentamente descansó su cabeza en el respaldo de su asiento. Sus ojos se dirigieron hacia el techo blanco de su vagón.

- Bueno… esas son buenas noticias, ¿no es así? – Takeda se le acercó, viendo la mirada perpleja de su amigo. – ¡Son noticias maravillosas, de hecho! No importa lo bien que estén tú e Ichika-san, la distancia debe ser muy dura para una relación, ¿verdad? ¡Los dos podrán estar más tiempo juntos!

- Sí… – dijo Fuutarou. – Es solo que… me sorprendió. Ni siquiera en mis sueños me habría imaginado que el señor Nakano iría tan lejos por nosotros. Mudarnos juntos… realmente parece posible.

- ¿Entonces por qué no suenas más emocionado?

Hubo un ligero tic en la boca de Fuutarou, como si tuviese problemas para formar las palabras. – Es solo que las cosas parecen estar yendo demasiado bien. No lo sé. Es extraño pensar en ello. La universidad, mi beca, mi futuro junto con Ichika, y ahora su padre nos ayuda. Y todo lo que ha llevado hasta aquí, simplemente no sé qué decir o cómo sentirme al respecto…

- ¡Deberías sentirte afortunado! – Takeda le dio un fuerte golpe en la espalda, sacándolo de sus pensamientos confusos. – ¿Recuerdas lo que dijo Maeda-kun hace poco, Uesugi-kun? Piensa por un momento que las cosas irán como quieres. Dicen que el orgullo es una montaña muy alta donde se ve menos, porque se olvida de todas las nubes que ya atravesó.

- ¿Y quién dijo eso?

- ¡Yo! – sonrió Takeda, provocando que Fuutarou rodara sus ojos. – Pero el punto es, que estoy seguro que en alguna parte en esa dura cabeza tuya, siempre has sido demasiado orgulloso para aceptar que las cosas no fueron cien por ciento gracias a ti. Eres demasiado orgulloso, y eso hace que te sea difícil aceptar la buena voluntad de otros. Tarde o temprano, tendrás que aprender que no todo viene con condiciones o precio que debes pagar. Y que deberías tomar las oportunidades antes que se te escapen.

Al principio, Fuutarou se quedó en silencio. Contemplativo. Se había vuelto extrañamente alarmante para él lo fácil que era de leer para otra gente, o tal vez, siempre lo había sido. Pagar tus deudas, toma y dame. – Tal vez… tengas algo de razón. Tal vez lo que dice Maeda también se aplique para mí, y las cosas realmente empiezan a ir como quiero.

La mirada perpleja de su rostro rápidamente se tornó en anticipación, y Fuutarou se enderezó sobre su asiento. – ¡Cierto! Ya lo decidí. La próxima vez que hable con Ichika, la voy a invitar a vivir conmigo en Tokio. ¡En cuanto me sea posible! Incluso voy a llamarla en el momento en que decida volver a a mi apartamento.

Takeda se rio. – Estás muy animado, ¿verdad?

- Y Takeda. – continuó Fuutarou, con un gesto algo torpe ofreciendo un puño cerrado amigo. Un gesto simple y cordial que había visto intercambiar entre muchos chicos de su edad, pero que admitiéndolo nunca supo exactamente por qué. – Gracias. Por escucharme.

Una sonrisa de satisfacción se formó en el rostro de Takeda, y golpeó sus nudillos con los propios. – Cuando quieras.

No pasó mucho antes que el semblante de Takeda volviera a cambiar, dándole un codazo juguetón en el costado a su rival y amigo. – Solo no empieces a excitarte demasiado cuando termines viviendo con tu linda novia en Tokio. Aunque ya seamos adultos, tienes que ser responsable y asegurarte de mantenerlos a ambos seguros.

Fuutarou abruptamente comenzó a toser, desviando la mirada como si ese pensamiento no hubiera cruzado por su mente ni una sola vez. Un intento muy pobre. – Yo no… no sé de lo que hablas, Takeda…


(-0-)


Las gotas de lluvia salpicaban sobre su nariz. Bajo un gris cielo nublado, el repiqueteo de los pasos apresurados resonaba al mismo tiempo que el agua salpicando en los charcos. Chorros de agua burbujeante fluían en paralelo a la calle cercana. Los cientos se tornaron en miles, y las diminutas ondas de impacto de las gotas de lluvia decoraban brevemente el suelo, si no era prematuramente interrumpidas por los paraguas abriéndose.

Con cada gota de lluvia acumulándose, el apresurado estudiante universitario recibió un constante recordatorio de lo tonto que había sonado esa mañana. Al principio, fue una negación; un mero salpicón ligero de las uves disipándose a lo largo de varias diferentes regiones de Japón. Seguramente, amainaría para cuando llegaran a Tokio. En cualquier momento lo haría.

- Diablos. – maldijo Fuutarou entre dientes. – Yo y mi gran bocota.

Lluvia de primavera, tal vez a pocas gotas de convertirse en un diluvio.

Apretó el paso, dejando tras de sí varios salpicones de agua en el suelo. Era una larga caminata desde la estación hasta su estudio. Gota tras gota la superficie de su cabello oscuro se empapaba con el agua de la lluvia. La ropa mojada lentamente se pegaba a su piel, y no importaba cuánto tratara de protegerse con sus brazos, era imposible ignorar la lluvia. Tenía que llegar a casa, y rápido. – ¡Diablos!

El retumbar de un trueno en la distancia hizo eco por las calles. Con la ropa que llevaba apenas seca, Fuutarou respiró de alivio. Se las había arreglado para entrar a su edificio justo antes que la precipitación se tornara violenta.

Unidad 423. Cerró los ojos, rezando en silencio de que estuviera donde les dijo a las chicas que se la dejaran, y luego la recogió de debajo del tapete de bienvenida. Un breve suspiro de alivio salió de su boca cuando cogió la tarjeta de acceso a su estudio, aunque alcanzó a entrever un detallito menor. Algo adicional. En la esquina del pequeño rectángulo de plástico había una pequeña calcomanía verde chispeante, de las que se podrían encontrar en un álbum de pegatinas para niños, con la forma de un trébol de cuatro hojas.

- "Yotsuba." – pensó Fuutarou para sí mismo, suspirando. Parecía que la cuarta hermana se había tomado la libertad de decorar su tarjeta de acceso. Una bromita pequeña e inofensiva; algo para aligerar su corazón y darle algo de dulzura a su humor amargo.

Entró a su apartamento, y fue entonces que esa pequeña sensación de dulzura se quedó atrás, justo afuera de su puerta.

Desde el momento en que puso un pie adentro, Fuutarou notó un montón de detalles incómodos. Había una luz encendida sobre el fregadero de la cocina, dejada descuidadamente durante el tiempo que dejó el apartamento a solas. Las gavetas y las alacenas estaban abiertos en diferentes ángulos, y los gabinetes parecía que no se habían tomado la molestia de cerrarlos. Había trapos y aparatos eléctricos regados por toda la cocina y sobre el mostrador, y había una extraña…

Oh. Lo que fuese que acababa de pisar justo ahora, más le valía que no fuese basura. Miró para abajo, y vio que era una caja delgada de cartón, con letras grandes y gruesas, decoradas sobre un trozo de pizza. Con mancha visibles de grasa.

Basura. Definitivamente. Definitivamente era basura.

Fuutarou le pasó por encima. Sintió un ligero subidón de sangre que le hervía en la cabeza, justo encima de sus cejas fruncidas. Si se atrevía a prender la luz, ¿cuánto más desastre encontraría? Limpiar todo esto le llevaría todo el día, así que podía olvidarse de poder dejarse caer a descansar tranquilamente.

Pero antes de hacer cualquier cosa, todavía tenía que asegurarse de algo.

Se aseguró de alejar su teléfono un poco de su oreja una vez que se conectó la llamada. – ¡UESUGI-SAN! ¡Hola! ¿Llegaste a Tokio sano y sa…?

- ¡Yotsuba! – la cortó Fuutarou, dejando salir sus palabras fuera de unos dientes muy apretados. –
¡No me vengas con eso ahora! ¡¿Qué diablos le hicieron ustedes dos a mi lugar?!

- ¡Whoa! – Escuchó cómo la voz de la cuarta hermana se encogía rápidamente. – Qué… ¿a qué te refieres? ¿Está todo bien allá? ¿Qué pasó?

- ¡No te hagas la tonta, Yotsuba! ¿Y dónde diablos está Miku? – Pasó frente a la puerta de su baño, la cual por supuesto estaba abierta de par en par. – ¡Les presto a las dos mi lugar para que asistan a una convención o lo que sea, ¿y me lo dejan hecho un desastre?! ¿Qué significa eso?

Fuutarou se metió a la habitación principal. Los chorros del diluvio caían por su ventana, y los aullidos y silbidos del viento golpeaban contra el cristal. De nuevo, debería sentirse aliviado de al menos llegar a casa antes de que empeorara, pero la vista de su cuarto en total caos hacía que fuera difícil.

El piso e interior otrora impecable de su apartamento ahora era un desorden igualmente impensable. Algunas de sus ropas habían sido removidas o colgaban sueltas de las gavetas, tal vez para acomodar las ropas de las dos hermanas, pero no habían sido puestas de vuelta en su lugar limpiamente. Había libros y bolsas de compra regadas por el suelo. Sus sábanas y mantas estaban amontonadas en un revoltijo, y más artículos de ropa habían sido esparcidos o apilados a su alrededor.

- Realmente no sé de qué estás hablando, Uesugi-san. – continuó Yotsuba, sonando algo más cautelosa con sus palabras. – ¡Miku y yo nos aseguramos de dejar el lugar limpio antes de irnos! ¿No es así, Miku? Ven por un segundo, es Uesugi-san.

- ¿Fuutarou? – El sonido distante de la tercera hermana se acercó. – ¿Está al teléfono? ¿Qué pasó?

- Parece estar muy… enojado. – respondió Yotsuba, pero Fuutarou no sabría decir si estaba tratando de susurrar para ser sutil o no. – Yo que tú tendría cuidado con lo que le digo. Me da miedo escucharlo gritándonos de nuevo.

Nop, definitivamente era un intento de ser sutil. Un intento bastante malo.

- ¿Enojado? ¿Por qué? – Miku ya estaba más cerca. – ¿Hola, Fuutarou?

Fuutarou apartó las envolturas de dulces que estaban regadas en la mesa, cogiendo algunas mientras avanzaba. Colocó el teléfono en altavoz mientras seguía limpiando el desorden, empezando con los artículos que había en el piso. – ¡Ustedes dos me dejaron el lugar hecho un desastre! Mis cosas están regadas por todos lados, como si fuese alguna tierra incivilizada. ¿Exactamente cuál es su definición de "limpio"? Hay un montón de—¡ay! Creo que acabo de pisar un… ¿esto es un cepillo? ¿Por qué dejaron aquí un…?

- Espera, eso no tiene sentido. – Miku se rascó la cabeza, mirando a Yotsuba. – Si nos aseguramos de limpiar todo antes de marcharnos.

- ¡Eso es lo que dije! – añadió Yotsuba. – Eso no tiene ningún sentido, a menos que Uesugi-san haya…

Hubo una pausa breve, y si Fuutarou hubiera estado allí físicamente, habría visto el listón sobre la cabeza de Yotsuba pararse con sus pensamientos.

- A menos… ¡que se hayan metido a robarle! ¡Tal vez haya un ladrón suelto!

- ¡No seas ridícula, Yotsuba! – gritó Fuutarou gritando hacia el teléfono todavía en altavoz mientras metía algunos de sus libros al estante. – Ponte seria por un segundo. Una cosa es dejar un desorden como este, pero en serio no puedo creer que las dos me mientan al respecto.

- Pero no estamos mintiendo, Fuutarou. Yotsuba y yo limpiamos, y te dejamos la tarjeta bajo el tapete, como nos dijiste. Sí lo recuerdas, ¿verdad, Yotsuba?

- ¡Mhm-mhm!¡Claro que lo hicimos!

- ¿Entonces me están diciendo que todo este desastre apareció de la na…? – Fuutarou se quedó congelado. Lentamente, comenzó a juntar las piezas de los detalles en su pequeño apartamento. Había artículos para dormir y ropa esparcidos por todo el cuarto, como si hubieran sido arrojados no por descuido, sino por fuerza. Las gavetas, los gabinetes, las puertas, todo estaba abierto, como si quienquiera que entró aquí estuviese buscando algo.

¿Había descartado la posibilidad demasiado rápido? ¿Acaso de verdad alguien se metió para robar su lugar?

- Yotsuba… Miku… – Fuutarou miró a su alrededor con cautela. Su apartamento había estado vacante durante varios días. – ¿Alguna de ustedes dos… dijo en voz alta… dónde estaba dejando mi tarjeta de acceso?

El ligero temblor en la voz de Miku por el teléfono hizo que un escalofrío le bajara por la espina a Fuutarou, como si acabase de confirmar sus peores temores. – Espera… Fuutarou, ¿de verdad alguien… se metió a tu casa?

- ¡¿Ehh?! – gritó Yotsuba abruptamente. – ¡¿Mis suposiciones estaban correctas?!

- ¡Yotsuba! ¿Acaso dijiste algo mientras salías de mi lugar? ¿Algo sobre dejar mi tarjeta debajo del tapete?

- ¿Qué? ¡No! ¡Jamás lo haría! ¿Por qué iba yo a—?

- ¡Probablemente te hayas ido de lengua por error! – exclamó Fuutarou, aunque sabía que no tenía base. Por alguna razón, parecía apropiado que la más escandalosa de las hermanas dejaría salir ese detalle.

Hasta se lo podría imaginar. "¡Muy bien, ya tenemos todo!" probablemente habría dicho Yotsuba mientras estaba de pie justo afuera de su puerta. "¡Ahora solo tenemos que dejar esta tarjeta debajo del tapete de entrada, tal como nos dijo Uesugi-san!"

La voz temblorosa de Yotsuba interrumpió el escenario en su mente. – Yo… n-no lo recuerdo… no creo que lo haya hecho. No, estoy segura de que no lo hice, pero… no me acuerdo…

- ¡¿Entonces cómo podría alguien saberlo?! ¡No se lo dije a nadie más!

Fuutarou comenzó a registrar entre su escritorio, cajones, y los estantes más altos. No estaba seguro de qué estaba buscando exactamente, pero tenía que verificar cada una de sus pertenencias. Cada moneda, libro, decoración y dispositivo. – ¿Qué se llevaron? – murmuró rápidamente, aumentando la voz con cada trozo de basura que quitaba de en medio. – ¡¿Qué se llevaron?!

- Vamos a calmarnos un poco, Fuutarou, Yotsuba. –Miku cogió el teléfono de su hermana, que estaba en pánico. – Fuutarou, no deberíamos sacar conclusiones de ese modo. No recuerdo que ninguna de nosotras haya dicho nada de eso.

- Tú… – Fuutarou apretó los dientes y los puños. Respiró. Profundamente, respiró varias veces. Y de nuevo. – Tienes razón, Miku. Lo siento. Perdóname tú también, Yotsuba. No fue mi intención acusarte a ti.

- Está bien, Uesugi-san. – Yotsuba soltó un suspiro de alivio. – Lo más importante es que tú estés bien.

- ¿Hay algo dañado? – preguntó Miku. – ¿Alguna señal de que alguien entró y se llevó algo?

Fuutarou se puso a mirar por la habitación. Haciendo recuento de las pertenencias que se trajo consigo cuando regresó a Tokai, no debería haber nada de valor notable en su apartamento. Por caros que fueran, los libros de texto no valían exactamente como para robárselos. Y de cierta manera sintiéndose agradecido, podía al menos estar seguro de que toda la ropa nueva que había comprado seguía allí, viendo que estaba regada por todo el suelo.

- No… – Comenzó a pensar en silencio para sí mismo. – No parece que falte nada… – Sus ojos se ensancharon, y rápidamente se tiró al suelo. – ¡Mi libreta de ahorros! ¡Mierda! No me digan que…

- ¿Huh? ¿Tu libreta de ahorros?

Debajo de la cama. Metida en una caja junto con el resto de sus documentos de estudiante y la beca. La libreta de su banco, detallando cada transferencia y transacción que había hecho durante el último año. La información necesaria como parte de los beneficios de la beca. Junto con los detalles de su cuenta bancaria.

- ¡Auch! – se quejó Fuutarou. Se había golpeado la cabeza por la prisa contra la parte inferior de su cama. Tenía que seguir buscando: seguro que debía seguir allí. – ¡La encontré!

Sacó la caja de debajo de la cama. Todavía seguía allí.

- ¿Estás bien, Fuutarou? Eso sonó muy fuerte justo ahora. ¿Te lastimaste?

Fuutarou se dejó caer, apoyándose contra el marco de su cama. Un largo suspiro de alivio salió de sus labios. – Aquí está. Gracias al cielo, todavía está aquí…

- ¡*Fiu*! Eso es un gran alivio. – Animada como siempre era, Yotsuba rápidamente cambió el humor de la conversación. Era fácil imaginarse la mirada en el rostro de la cuarta hermana mientras se reía triunfante. – ¡Nos diste un enorme susto! ¡Por un segundo creí que estabas en problemas! Pero… pero ¿no tenemos otro misterio qué resolver? ¿Eso no significa que solo tenemos MÁS preguntas? Como, como…

Fuutarou rodó los ojos. Podía ver que esto iba para largo, así que subió el volumen del altavoz de su teléfono mientras continuaba dando vueltas por su cuarto. Por el momento, no había manera de ordenar sus pensamientos si permanecía en medio del desastre de su cuarto. Comenzó con las pilas de ropa que quedaban en el cuarto. Una sudadera con capucha gris, una bufanda hecha nudo…

- … si alguien de verdad se metió – continuó Yotsuba, sonando más entretenida por el pensmaiento de jugar al detective – ¿entonces por qué no se llevó nada? ¿Cuál era su meta? Tal vez es posible queUesugi-san esté en la mira de una organización ultrasecreta, o tal vez ahora está envuelto en algún…

Fuutarou empezó a hablar de vuelta al teléfono. – Antes creería que a ustedes dos se les olvidó limpiar que eso. Tus locas teorías solo demuestran lo serio que te estás tomando esto. – Se acercó hacia el umbral de la puerta, finalmente prendiendo la luz. Las cosas se veían todavía peor en la luz, y continuó recogiendo los artículos de ropa. Comenzó con los que estaban en el piso junto a la cama: una camisa de manga larga blanca, una camiseta verde, un par de calcetines blancos… ¿y qué era esa tira negra que sobresalía debajo de la mesa de té…?

- ¡Oh! ¡Esperen, esperen, ESPEREN! ¡Ya lo tengo! ¡Tal vez, Uesugi-san tiene un… DOPPLEGANGER! ¡Tal vez en la Universidad de Tokio, como está llena de tantos genios, el departamento de ciencias está creando en secreto clones de todos los estudiantes y… y…!

…una banda oscura y elástica, enmarcada con unos encajes florales en las tiras, conectándose a dos enormes copas redondas. Era un sostén.

- Ugh… qué ruido…

Una mano se alargó por detrás de la oreja de Fuutarou, estirada tan lejos que podía sentir la calidez de su piel, acariciándole la mejilla.

Y de pronto, Fuutarou sintió un escalofrío bajándole por la mejilla. En medio de todo el desorden, no se percató del ruido de un par de pies que tocaban el suelo suavemente detrás de él. Tampoco oyó el movimiento de las sábanas y cobijas desenvolviéndose, ahora cubriéndole el pecho y los hombros, como un vestido deslizándose. Había algunos espacios mostrando su piel desnuda, solo obscurecidos por la escasa luz que iluminaba el desordenado apartamento.

Atrapado a la fuerza en este espacio íntimo, los ojos de Fuutarou lentamente comenzaron a seguirle el brazo y el codo a la chica, hasta llegar a sus dedos, que firmemente presionaron el botón rojo para terminar la llamada en la pantalla de su teléfono.

Desde el otro lado de la llamada interrumpida, Miku y Yotsuba habían intercambiado miradas extrañadas una con la otra. – Esa voz que oímos justo ahora… – dijo Yotsuba, todavía congelada en su gesto de contar historias locas.

- … ¿no era…? – Miku no pudo terminar la oración, poniéndose roja lentamente.

Fue casi como si Fuutarou tuviera que forzar su corazón a volver a latir de nuevo, y a sus mulmones a que dijeran algo. ¡Cualquier cosa! – I-Ich…

Una sonrisa feliz, y algo pensativa, fue todo lo que pudo darle a su amante que se había quedado sin habla, mientras se acercaba para robarle un rápido beso en los labios. – Buenos días, Fuutarou-kun.

- ¡¿I-I-Ichika?! – Sus labios todavía seguían parcialmente abiertos, y su mirada igual de ensanchada. – ¡¿Q-qué… qué estás haciendo aquí?! ¡¿De dónde… cuándo…?!

- También me da gusto verte. Me dejaste esperando, ¿no? – Ichika bostezó, echándose el brazo por encima de la cabeza mientras se estiraba. – ¿Cuánto tiempo estuve dormida? Oh, ¿solo unos minutos? – Las mantas que la envolvían comenzaron a deslizarse fuera de ella, y Fuutarou recordó un detalle muy específico: Ichika dormía completamente desnuda.

Rápidamente desvió la mirada, pero desde donde estaba, Ichika podía perfectamente imaginarse la mirada avergonzada en su rostro que llevó al tono rojizo de sus orejas. Luego de un momento para calmar su corazón, Fuutarou se aventuró a mirar de lado, para preguntarle: – ¿Qué estás haciendo aquí, Ichika?

- ¿Hmm? – Escuchó cómo las mantas se arrastraban detrás de Ichika mientras cambiaba de un hombro al otro. – ¿El trabajo de una actriz es tan ajetreado que no puede venir a sorprender de su persona especial con una pequeña visita? No te veo muy emocionado de verme, Fuutarou-kun.

- Eso… no, es solo que… me sorprendiste. Me alegro de que estés aquí, pero… – Se jaló el cuello de la camisa. – Estás, uhm… no llevas… nada puesto…

Ichika se rio suavemente detrás de él. Como si fuera hielo presionando contra su piel, Ichika soltó un breve soplido de aire contra su oreja, susurrándole con ternura. – Aww. Te ves tan lindo cuando te pones así. No te preocupes, aún llevo mis bragas.

- Ese no es el problema…

Ella se volvió a reír. – Entonces, no te importará prestarme una camiseta, ¿verdad? Segura debe haber alguna tirada por allí…

- Tirada por alló… – Los engranajes en su cabeza echaron a andar lentamente, pero pronto quedó claro en el momento que miró al desastre de su apartamento. Era muy parecido al cuarto de cierta persona; alguien que conocía muy, muy bien. Suspiró sonoramente. – Debí haberme imaginado la que dejó mi apartamento hecho un desastre fuiste tú.

- Qué grosero. – Ichika hizo un puchero, picándole la mejilla con el dedo. – ¿Acaso piensas que tu novia es una holgazana desordenada?

- ¿No has visto tu propio cuarto? ¿Qué otra holgazana conozco que vive así?

- Oh, vamos. No es tan malo. ¿Lo ves? Hay una camiseta limpia por allí.

- ¿Cómo puedes…? – Su espalda se volvió a enderezar cuando se dio cuenta de lo cerca que ella estaba.

Ella sabía muy bien cómo tocarlo los lugares que lo harían temblar. El chico sintió los brazos de ella acariciándole los hombros. La calidez de su piel lo rodeaba, y tuvo que controlar cada impulso que tenía en su interior, para ignorar cómo el pecho desnudo de ella se apretaba contra su espalda. Y al haberlo usado todo, nada podría haber detenido ese gemido que se le escapó de los labios cuando Ichika le dio un suave mordisqueo detrás de la oreja. – Compórtate bien, ¿quieres, Fuutarou-kun? – le susurró al oído. – No. Mires.

Se quedó a solas con su imaginación, y las imágenes involuntarias que pintaba en su mente mientras escuchaba los tirones y aflojes de la tela de algodón presionándose contra la piel. – Muy bien, ahora sí puedes mirar.

La joven ahora estaba cubierta con una camisa blanca de manga larga abotonada hasta el cuello. El algodón se arrugaba en los dobleces de las mangas, enfrente del torso, y por toda la espalda. La única excepción era donde había un estirón bien pronunciado de tela por el pecho y el dobladillo de la camisa, ajustado a la forma de sus curvas por lo que el resto de su imaginación desbordada rápidamente lo abrumó, especialmente al ver que los últimos botones de arriba se habían quedado intencionalmente desabrochados.

Ichika se acostó sobre su estómago en la cama, doblando la cabeza mientras le ponía la mano en la mejilla. La sonrisa provocativa de sus labios seguía visible entre los dedos mientras miraba a Fuutarou. – ¿Mejor?

- S…sí… – Fuutarou desvió su mirada ligeramente. En momentos como este, deseaba poder mentir mejor. Cualquier cosa que no hiciera que su cara fuera tan fácil de leer. De alguna manera, se veía todavía más atractiva con solo su camisa. Se le acercó, sentándose al otro lado de la cama, y aclaró su garganta. – Muy bien, Ichika, creo que ya te divertiste lo suficiente, ¿no estás de acuerdo? ¿Te importaría explicarme todo desde el principio?

- Muy bien, como quieras. Quería que fuera una sorpresa, ¿pero recuerdas esa filmación de la que te hablé? Bueno, en realidad era aquí en Tokio. Así que… pensé que sería divertido quedarme en tu lugar. Incluso darte la bienvenida cuando volvieras a casa. – Ichika bostezó. – Pero de verdad te tomaste tu tiempo en volver, Fuutarou-kun.

- Entonces, así fueron las cosas… – Fuutarou se echó los brazos detrás de la cabeza, recostándose. Miró a Ichika, relajándose y mostrando una sonrisa en su rostro. – Bueno, sin dudas me engañaste. No me esperaba nada en absoluto. ¿Feliz?

- Deleitada.

Se acercó lentamente para darle otro beso, que Ichika recibió cálidamente. Al alejarse, Fuutarou finalmente sacó las palabras desde las partes más sinceras y profundas de su corazón, aquellas que sonaban bien, cuando estaba con la persona más importante para él. – Tadaima, Ichika.

- Okaeri, Fuutarou-kun. – Ella le devolvió la mirada, sonriendo amorosamente.

Las gotas de lluvia continuaban golpeando contra la ventana, salpicando contra las azoteas y los toldos de los balcones en el edificio de apartamentos. Durante algún tiempo, se quedaron en silencio, dejando que el torbellino de pensamientos y confort se acomodasen en su espacio. Lluvia, lluvia. Hasta los truenos en la distancia ofrecían su propia tranquilidad, y los dos…

- ¡Ah! – Fuutarou chasqueó los dientes, cuando el cuarto de repente se oscureció. – Parece que la tormenta cortó la energía. Aguanta, iré por unas ve—¡auch!

- ¿Estás bien?

- Me tropecé con algo. ¡Maldición, Ichika! ¿Qué vas a hacer si me lastimo porque dejaste cosas tiradas por el suelo? ¡No veo nada!

- Perdón, perdón. Tendré más cuidado la próxima vez.

Fuutarou rodó los ojos. Logró llegar hasta la cocina usando la luz de su teléfono, y regresó con un portavelas tapado.

- Hey, eso se ve familiar. – Ichika se sentó sobre la cama, mirando cómo Fuutarou encendía la vela. – ¿No son las que Nino te regaló? Parece que las has estado usando mucho.

- Sí, lo son. Son muy útiles, especialmente ya que la energía siempre se corta aquí cuando llueve.

- Entonces pasa a menudo. ¿Cuánto tardará en volver?

- A veces por un par de horas. A veces no vuelve hasta la mañana siguiente. Terminas acostumbrándote. – Fuutarou se sentó otra vez en el piso, apoyando la espalda contra el marco de la cama. Ichika se recostó junto a él, y los dos se quedaron observando cómo la diminuta llama de la vela danzaba y ardía frente a ellos. Un aroma placentero y dulce brotaba de ella, llenando el aire con la benevolencia de rosas y ámbar, y ambos soltaron un suspiro colectivo.

- ¿Qué tal tu filmación, Ichika? – preguntó Fuutarou tras un rato. – ¿Las cosas van bien?

- Mm… sí, todo va muy bien. Mis colegas han sido muy amables, pero sigue siendo difícil ser la más joven del reparto. – Ichika estiró cansinamente sus brazos. – También ha estado mucho más ajetreado. Hemos estado filmando desde la madrugada hasta el anochecer todos los días durante toda la semana pasada. Al menos mis roles han ido mejorando un poco.

- Al menos no te estás descuidando a ti misma, ¿verdad?

- Estoy bien, Fuutarou-kun. – Ella lo volvió a mirarlo, y la ligera curvatura de su ceja parecía sugerir lo contrario, pero Ichika lo reafirmó. – Y esta vez lo digo en serio. Seguro, los días a veces pueden ser agotadores, pero me aseguro de descansar bien. No quisiera que me vuelvas a regañar.

- Si tú dices que estás bien, Ichika, confío en ti.

- ¿Y a ti qué tal te va en la escuela? ¿Listo para tu segundo año en la Universidad de Tokio?

- Tanto como podría estarlo. Terminas por acostumbrarte a cómo son las cosas en este punto, así que los próximos tres años serán más o menos iguales. – Se reclinó para atrás, dejando que su cabeza descansara en la cama. Al hacerlo, Ichika se acercó más desde donde se encontraba en la cama para poder mirarlo a la cara. Sus dedos jugaban enrollándose alrededor de los mechones de cabello de él, que todavía tenía algunas gotas de la lluvia en él. La luz temblorosa de la vela hacía que esa mirada dorada en sus ojos se le hiciera aún más cautivadora a la chica, y no pudo resistirse a darle un rápido beso en la frente.

- Ya pasó un año entero, ¿no? – Ichika frotó su mejilla contra la cama. – Sabes, con lo ajetreadas que han sido las cosas, no creo que ninguno de los dos nos diéramos cuenta de que nos salteamos nuestro primer aniversario juntos.

- Oh. – Él hizo una pausa por un momento. – ¿Eso es algo que la gente hace a menudo?

- Cielos, no tienes remedio. – Ichika volvió a picarle las mejillas con el dedo a su inocente amante. – Es muy importante para muchas parejas. Salen en citas románticas, tal vez hasta ordenar un pastel para celebrar. Han pasado muchas cosas este año, después de todo.

Fuutarou cerró los ojos. – Sí… muchas cosas, ¿verdad? Tantas cosas en tan poco tiempo. Sabes, Ichika, te debo mucho.

- ¿Hmm? ¿Por qué?

- Por… todo. – Alargó la mano hacia arriba, acariciando la mejilla de Ichika. El profundo tono zafiro de sus ojos se fijó en él, y sintió un agudo respiro de aliento en su interior, como si estuviese listo para ahogarse en el mar de su mirada llena de amor. – Este último año ha sido el más maravilloso de mi vida, y no creo haber podido agradecértelo lo suficiente. Todavía me da algo de vergüenza decir esto en voz alta, pero en este momento me siento algo sentimental. Así que… gracias. Gracias por dejar que me enamorara de ti, Ichika.

Las manos de Ichika lentamente se dirigieron hacia el rostro sonrojado de su amante, dándoles a ambos tiempo de recuperar su compostura. Luego de unos breves segundos, Ichika descendió más para abrazar a Fuutarou con fuerza por sus hombros. – De verdad eres el chico más dulce del mundo, Fuutarou-kun. Me has dado más de lo que puedes imaginar, así que yo también quiero darte las gracias. Quedarme así contigo… me hace desear que todos los días puedan ser como este. Solos tú… y yo.

Las puntas de los dedos de Fuutarou se encontraron con el dorso de la mano de Ichika, sujetándola con fuerza. Pensó en los días que llevaron hasta ahora; pensó en el futuro que llenaba ese deseo que ambos llevaban en el fondo de sus corazones. Un lugar especial, solo para ellos. Aquí en Tokio. Podía suceder. – Hey, Ichika. Hay algo que quiero preguntarte…

Unas gotas de cera derretida chorreaban de la mecha curvada de la vela. El líquido ceroso se acumulaba en un charco en el centro, parpadeando entre luz y oscuridad en las paredes de su apartamento.

- … ¿hay algo que no me hayas dicho?

El latido de la llama que parpadeaba era lo único que se movía en ese cuarto. Silencio, salvo por los sonidos de la lluvia que se habían vuelto mucho más pesados. Luego de un tiempo, los brazos de Ichika lentamente se soltaron alrededor de los hombros de Fuutarou. – Te has vuelto mucho mejor para leerme, ¿eh? – Ella se rio, y un aire apático siguió a sus palabras hasta que Ichika eventualmente suspiró. – Eso de verdad no es justo. Sabes que no estoy acostumbrado a ello.

Fuutarou miró atrás. Por alguna razón inexplicable, de alguna manera era capaz de saber cuándo el corazón de Ichika daba un vuelco, sin importar lo ligero que fuese. Podía notar cuando la mirada en sus ojos se tornaba nostálgica; cuando sus palabras cargaban un sentimiento de anhelo en ellas. Con el tiempo, tal vez creciera para ser una mejor actriz y una mejor mentirosa, pero incluso aunque descansara en cada laurel que sus mentiras sembraran, Fuutarou siempre tendría un ojo capaz de ver a través de ella.

Le preguntó entonces. – ¿Estoy metiéndome en algo que no debería?

Ichika negó con su cabeza. – No… no. No es que esté tratando de esconder nada. Iba a hablarte de ello tarde o temprano. Es solo que tienes tu manera de mantenerme distraída. – Se arrastró para enderezarse, ofreciéndole a Fuutarou un lugar para sentarse junto a ella en la cama. Cuando la calidez de sus hombros encontró su lugar junto a ella, Ichika continuó. – ¿Te acuerdas de Masaki-san? ¿Yusa Masaki? Fue la directora de El Acertijo Carmesí, esa única película grande en la que estuve hace ya más de medio año.

Fuutarou asintió, e Ichika continuó. – Bueno, entonces probablemente recuerdas que Masaki-san es una antigua compañera de escuela de Oda-san, mi manager. Ambos asistieron a la misma universidad aquí en Tokio. Oda-san sabía que por un tiempo habíamos tenido problemas para encontrar papeles más grandes para mí, igual como lo hicieron en El Acertijo Carmesí.

Ella presionó un dedo contra los labios de Fuutarou, sabiendo lo que diría. – Y antes que me digas algo, no, no me arrepiento de nada. Ya te lo dije antes, y siempre lo diré en serio. Todos los que se involucraron en esa película se han vuelto mucho más populares, especialmente Masaki-san. Es considerada una directora brillante, y ya está dirigiendo su siguiente gran película. Aquí mismo en Tokyo. Oda-san pensó que sería el momento perfecto para ofrecerme trabajo en una de sus películas. Pensó que, con nuestras conexiones, podría conseguir otro rol estelar en una de sus producciones.

Había una extraña sensación en los rincones de la mente de Fuutarou. Desde la forma delicada en la que hablaba, parecía evidente que habría alguna complicación en alguna parte. Trató lo mejor que pudo de encontrar las palabras correctas. – ¿Hubo algún problema con tu audición?

Ichika sacudió la cabeza, sonriendo como si los pensamientos en su cabeza la hicieran sentir halagada. – Masaki-san creyó que sería perfecta para uno de sus personajes principales. Me dijo que me debía mucho por hacer que su primera película fuese un éxito, y que era bienvenida a audicionar para el papel.

- Entonces, eso es algo bueno, ¿verdad? – dijo Fuutarou. – Y si es aquí en Tokio, eso significa que…

- ¡No sé si debería aceptarlo! – La cadencia de sus últimas palabras se sintió más débil, hasta el momento en que de pronto saltó de su boca, como si la joven actriz tuviese que forzarlo. Juntó sus manos entrelazándolas con fuerza.

- ¿Ichika…? – Fuutarou se tensó. Esa no era la reacción que se esperaba de ella, especialmente luego de recibir noticias tan esperanzadoras, pero ahora se dio cuenta que Ichika desvió la mirada de él. Sus ojos se perdieron en el suelo, donde las puntas de sus pies se apretaban contra el borde de la cama.

- Lo siento… solo déjame terminar. – Hizo una pausa, ordenando sus pensamientos. – Igual que Oda-san, Masaki-san sabía que he estado teniendo dificultades. Ella se sentó conmigo en esa entrevista. Fue ella quien me dirigió en su primera película. Me dijo que soy la actriz más prometedora que jamás ha conocido… – Ichika tomó un profundo respiro. – Así que, me dio a elegir.

- ¿Elegir?

- Masaki-san podría dejarme audicionar para el papel, o si no, referirme a la junta directiva en una Escuela de las Artes.

- ¿Escuela de las Artes…? ¿Quieres decir, como obtener un título en las Bellas Artes? ¿Para la actuación?

Ichika asintió. – Será un programa a tiempo completo, por dos años. Muchos actores realmente no necesitan perseguir un título. Es más común que se enfoquen en audiciones y en construir su resumen tanto como sea posible, y su trabajo debería hablar por sí mismo. Cuando Masaki-san dijo que podía audicionar para su papel, me di cuenta de algo. Podría simplemente tener suerte, papel tras papel, o podría trabajar más duro, esforzarme de manera diferente. El instituto a donde quiere referirme tiene muchas conexiones en la industria fílmica, y su nombre lleva bastante peso. El porcentaje de aceptación es extremadamente bajo, y la gente haría lo que fuera por obtener una referencia de allí.

- ¿Y qué hiciste?

- Pensé que debería dejar que tú decidas por mí. – Se arrastró por la cama, enterrando los dedos en algún lugar entre las sábanas y las almohadas. Lo que fuera que estuviese buscando, Fuutarou no pudo evitar darle una mirada extraña a su extraño método de mantener las cosas en su lugar. Aunque lo encontró rápidamente, y la pelirrosa se lo entregó. – Mira.

Era una carta. Una carta sencilla y blanca, doblada dentro de un sobre muy decorado, con letras impresas muy adornadas y presentación cuidadosa. Nada como los ocasionales avisos y notificaciones que él sacaba de su propio buzón. No, este se veía como si fuera hecho solo para ella. Solo para Ichika.

Y él se tomó su tiempo mirando las primeras palabras de la carta. Era la misma razón por la que pudo pasar tanto tiempo en la presentación de las palabras, y lo extrañamente diferentes que parecían.

Era una carta de aceptación, escrita en inglés.

- Ya… he sido aceptada dentro del programa. – dijo Ichika. Ahora, Fuutarou finalmente pudo mirarla a los ojos y ver cada detalle. Hasta el último. El cierre de sus labios al forzar las palabras, y el borde de sus ojos conteniendo unas lágrimas. – El instituto al que me dio referencia está… en los Estados Unidos.

De una sola vez, esa pequeña brecha entre sus hombros nunca pareció más distante. Era una distancia donde Fuutarou solo necesitaba alargar las manos o abrazarla por los hombros. Tan increíblemente cerca que solo tenía que estirar las manos, y aun así, no podía encontrar la decisión para mover un solo dedo. Si estaba así ahora, ¿qué consuelo podría conseguir cuando ambos estuvieran en extremos opuestos del mundo?

- Para ser más exactos – la voz de Ichika lo sacó de su breve trance – sería en California. ¿No es increíble? Masaki-san aparentemente seguía recibiendo mucho reconocimiento a nivel mundial, e incluso pudo hacer contactos con gente de alto perfil en Hollywood. ¿Sabía que las películas de otros países son muy populares en Occidente? En verdad es… increíble.

- ¿Quieres que te ayude a tomar una decisión?

- No. – Ichika negó con la cabeza, y adoptó una mirada vacía antes de fijarla en sus ojos al voltear de nuevo en su dirección. – Quiero que tú lo decidas por mí.

Fuutarou dudó antes de hablar. – ¿Por ti? Eso… eso es una decisión muy difícil para que me la eches encima, Ichika… Estamos hablando de tu futuro.

- Lo siento. Sé que es mucho pedirte esto. No quería echártelo todo encima de este modo, pero… no podría perdonarme si tomo la decisión equivocada. Si… terminaras odiándome por ello…

- Ichika…

- Hey, ¿alguna vez te conté algo sobre mí, Fuutarou-kun? – Ichika se encogió más sobre sí misma, dejando que una de sus piernas tocara el suelo mientras se alejaba. Los extremos de sus mejillas se presionaban contra los costados de su pierna, una vez más, atrayendo la mirada del chico hacia abajo. – Algo que pasó mi antigua escuela, Kurobara, antes que nos transfiriéramos a la tuya. Había… alguien más con quien era muy cercana. Nos conocimos porque nos sentamos lado a lado en nuestro primer año, y ella… fue la primera persona a quien le conté que quería convertirme en una actriz en serio.

- ¿Una amiga cercana?

Ichika se rio suavemente, y esa sonrisa que le dio a Fuutarou se burló juguetonamente de su intuicidión. – Sí. Era una "amiga".

Fuutarou desvió la mirada, tornándose ligeramente rojo por el pensamiento. – P-perdón… quiero decir, Kurobara era una escuela femenina, así que… no esperaba…

- ¿Estabas pensando algo travieso? – Otra vez, Ichika se rio. Sin importar lo nostálgicos que se volvieran sus pensamientos y palabras, no había un instante en el que no se deleitara de ver esa mirada sonrojada e inocente en la cara de Fuutarou. – Pero no, solo fue algo muy… corto. En realidad, sí éramos solo amigas cercanas. Fue lo más lejos que llegamos. Hasta ahora, nunca entendí realmente cómo me sentía, o lo que podría haber pasado, porque… las cinco terminamos transfiriéndonos de escuela demasiado rápido.

»Al principio, ella me apoyaba en eso de la actuación. Siempre me deseaba suerte en cada audición, decía que pensaba que yo era especial y eso. Supongo que, en ese momento, solo estaba feliz de tener a alguien que pensara que yo era realmente especial. Pero… – Ichika cerró sus ojos. – Nunca me di cuenta de lo difícil que debió ser para ella. El trabajo se volvió más difícil, mis calificaciones en la escuela iban bajando, y se me hizo difícil incluso decirle hola. Fue muy breve. Tan breve que si quisiera olvidarlo todo probablemente lo haría. Eso sería horrible de mi parte, ¿no lo crees? Nunca me di cuenta de cuánto la lastimé entonces, y si pudiera volver atrás, me habría detenido para no cometer ese error.

- Y entonces… ¿qué pasó entre ustedes dos?

Ichika sonrió, con una sonrisa vacía, mirando directamente a los ojos de Fuutarou. – Para acortar la historia, lo último que me dijo fue que me odiaba. Tal vez para ella, haberme motivado a perseguir la actuación fue su primera decisión equivocada. Tal vez para mí, lo fue haber aceptado sus sentimientos en primer lugar. Me dije a mí misma que debía haberme dado cuenta. Me dije a mí misma que… si quería ir en serio con esto, lo peor que podría hacer era enamorarme demasiado pronto.

»Fuutarou-kun, – prosiguió Ichika – antes me dijiste que te sentías más feliz cuando estabas conmigo, ¿verdad? Bueno, yo también me siento igual cuando estoy contigo. Lo que siento por ti es diferente de lo que haya sentido por nadie más en mi vida, y tal vez, sea igual para ti. Entonces… ¿en qué me convertiría exactamente, si llegara a tomar una decisión que te quite todo eso? ¿Qué tal si termino haciendo que me odies? ¿Qué tal si yo…?

Cuando ya no salieron más palabras de sus labios, todo lo que quedó fue un silencio que los carcomía a ambos. Un silencio que representaba el vacío infinito de sus pensamientos confusos, e incluso si tuvieran cada minuto de cada hora de esta noche tempestuosa, ninguno encontraría la resolución al quedarse solo, atrapados en sus propios pensamientos solitarios.

Así, Ichika le hizo la pregunta a Fuutarou. Dentro de la luz que poco a poco se consumía, proveniente de esa pequeña vela, ella hizo la pregunta:

- ¿Quieres terminarlo?

Ella no necesitaba verlo a la cara para saber su expresión. Ella no quería verlo a la cara. Seguramente sus ojos debían haberse abierto como platos hacia ella, y su boca abierta y retorciéndose, tratando de encontrar las palabras correctas. Solo por la forma en que Fuutarou ahora entrelazaba con fuerza sus dedos entre los de ella le dijo a Ichika más de lo que necesitaba saber.

- Solo bromeo. – dijo Ichika.

El agarre en sus dedos se apretó.

- Solo bromeo… – repitió otra vez, y otra vez. Como si estuviese desesperadamente tratando de convencerse a sí misma de lo contrario, y lo hizo de la única manera que sabía hacerlo.

Mentiras. Mentira tras mentira, Ichika se repetiría las palabras en su cabeza lentamente, hasta que estas salieran de su boca. Siempre era más fácil así, y con toda certeza, si se mentía a sí misma suficientes veces, eventualmente se lo terminaría creyendo. Tantas veces como fuese necesario. – Solo… bromeo…

¿Pero cómo podía mentir, cuando las lágrimas que salían por las esquinas de sus ojos la traicionaban tan fácilmente? ¿Por qué siempre era esto, la única cosa que no le salía bien? – Huh… – Se llevó el dorso de su otra mano a la cara, tratando de quitarse las lágrimas que no cesaban de caer. – ¿Por qué estoy…?

- Ve. – Fuutarou ya había atrapado sus lágrimas primero. El borde de sus dedos trazaba suavamente una línea por el residuo de su melancolía, y luego se movió hacia su palma mientras acariciaba los lados de sus mejillas. Lentamente, él atrajo la cabeza de ella hacia la calidez de su pecho, plantando un largo beso sobre la frente de Ichika.

- Hu… ¿huh…?

- No tienes que preguntarme nada, Ichika. La respuesta debería ser obvia. – La sostuvo por los hombros para que la mirada dudosa en sus ojos no tuviera más a donde observar que no fuese él. – Ve, Ichika. Este es tu sueño, ¿verdad? No te preocupes por mí.

- Pero… no quiero irme. No si eso significa dejarte atrás, Fuutarou-kun. Yo…

- ¿Y quién te dijo que tiene que ser así? – Su voz estaba llena a rebosar de convicción, y ninguna palabra podría persuadirlo. – ¿Crees que voy a dejar que decidas todo eso tú sola? ¿Después de todo lo que hemos pasado? Bueno, yo no tengo planes de darme por vencido. Ni contigo, ni en lo nuestro.

- Pero… sería muy difícil. Estaré demasiado lejos. No puedo echarte semejante carga encima.

- Yo soy quien decide lo que es o no es una carga para mí. Eso ya deberías saberlo. – Fuutarou le dio un ligero golpecito con el borde de la mano a la cabeza de Ichika, como si estuviese regañándola. Aunque su toque era gentil, Ichika buscaría cualquier excusa para enterrar su cabeza en la camiseta de él, dejando que las lágrimas empaparan la tela de algodón. Y él con gusto lo recibiría, enredando sus dedos por su cabello corto, hasta su nuca, antes de descansar de nuevo sobre sus hombros.

- Yo… de verdad no lo sé…

- Hemos llegado hasta aquí. Conmigo estando tan lejos en Tokio, y contigo en casa y viajando por el trabajo, lo hemos hecho bien. Yo pienso que todo va a estar bien.

- Eso es diferente, Fuutarou-kun. ¡Tú sabes que es diferente! Tokai y Tokio se encuentran lejos, ¡pero eso no es nada comparado con Japón y Estados Unidos! No es que sea como el día y la noche; ¡literalmente es el día y la noche!

- ¿Y crees que eso me importa? – declaró él secamente. – ¿Cuánto crees que eso me importa?

- ¡Bueno, a mí sí me importa! – Ichika levantó la mirada hacia él, apuntando con su dedo hacia la nariz de él. – ¿Sabes por qué trabajo tan duro? Me excedo de mi horario hasta el anochecer, memorizando todas mis líneas en casa, estudiando muchas películas. Día tras día, me esfuerzo al máximo. Lo hago porque… es una de las pocas cosas que me impide volverme loca porque tú no estás. Me distrae cuando siento que soy un desastre total por dentro. Siempre quiero enviarte un mensaje cuando veo mi teléfono. Quiero llamarte cuando tengo un minuto de tiempo libre. Quiero salirme del trabajo y saltar a bordo del siguiente tren a Tokio. Soy un completo desastre cuando…

Fuutarou colocó su mano sobre la boca de Ichika, ahogando sus palabras. Lo que aquietó el temperamento de sus pensamientos, sin embargo, fue el brillo de sus ojos dorados, que estaban enfurruñados con enojo. – Deja de hablar como si fueras la única que se vuelve loca.

- ¿Qué?

- ¿Crees que eres solo tú? Yo tengo que estudiar todavía con más empeño a diario, porque no puedo dejar de pensar en ti. Sigo echando miradas a mi teléfono durante las conferencias, así que a veces me pierdo notas. Quiero llamarte cuando tengo un par de minutos entre las clases. Cuando llego a casa y encuentro este apartamento vacío, siempre me imagino cómo sería si tú estuvieras aquí para recibirme. Quiero todo eso como no tienes idea, y pasan los días cuando eso solo duele. Y aun así lo soporto, una y otra vez.

- Qué… ¿qué fue todo eso? ¿Qué pasa contigo? – Para su gran sorpresa, Ichika solo podía reírse. Se rio y se rio, hasta que la sensación en su estómago se convirtió en una especie de dolor hilarante, y las lágrimas que llenaban sus ojos cargaban una confusa sensación de alegría. – Entonces, supongo que ambos estamos locos, ¿eh?

- Supongo que sí. – se rio Fuutarou, reclinándose lentamente de espaldas. – Supongo… que lo estamos.

- Será muy difícil, ¿lo sabes?

- Lo sé.

- Estarás quedándote dormido cuando yo esté por despertarme. Y cuando yo me vaya a dormir, probablemente tú estarás preparándote para ir a clases…

- Lo sé.

- No sé qué tan ocupados estaremos como para hablar mientras yo esté en el trabajo, y tú estudiando…

- Ya lo sé, Ichika.

- Y cada día, nos vamos a extrañar uno a la otra como locos. Tal vez terminemos enloqueciendo de verdad…

- Y estoy dispuesto a hacerlo, si es por ti. – El chico colocó su mano sobre la de ella. – Cada paso durante todo el camino.

Probablemente sería su primera vez. La primera vez que decía esas palabras con tanto valor, tanto que (incluso en los momentos luego de que sus palabras salieron de su boca), no había rastro alguno de su yo tímido y avergonzado en su rostro. Tampoco la mirada en sus ojos cambió un ápice, mientras sujetaba con fuerza el dorso de las manos de Ichika. Esas palabras tan simples, donde nada más importaba. – Porque te amo, Ichika.

Ichika desvió la mirada ligeramente, pero no fue suficiente para ocultar el tono rojo brillante de su cara, ni tampoco cómo se hinchó lentamente su garganta al tragar en seco. – Haces que me dé vergüenza al decirlo de esa manera, idiota… – Todo el tiempo, Ichika sonrió tanto como podía. – Pero yo… también te amo, Fuutarou-kun.

Dejó que Ichika volviera a descansar la cabeza sobre sus hombros, y dirigieron su mirada hacia el fuego moribundo. Una vez más, el pensamiento había entrado en su mente. El pensamiento de vivir el resto de su vida juntos, y cómo todo empezaría con momentos como este.

- Sin embargo, a cambio… – Fuutarou se puso de pie lentamente, colocándose frente a ella. Se quedó firme con ambos brazos cruzados, de nuevo, como si su posición siempre hubiese sido regañara a su torpe amante. – Cuando vuelvas aquí, a Japón, vendrás aquí. A Tokio. A nuestro pequeño lugar especial que encontraremos juntos. – Cuando los ojos de ella finalmente se fijaron en los de él, extendió su mano hacia el frente. – Te mudarás a vivir aquí, conmigo, Ichika.

En lo más profundo de su ser, los latidos del corazón de Ichika nunca habían resonado más fuerte. El amor, en serio, seguía siendo algo complicado para ella. A veces, era gentil. Eran los temblores que le provocaban el aire frío del invierno, la calidez que irradiaba en la primavera. Hacía que las gotas de lluvia supieran dulces. Hacía que resbalar sobre los charcos fuese como danzar con gracia sobre una pista de baile. El amor conocía las palabras correctas e incorrectas, sacadas directamente de un corazón que latía a toda marcha.

Y también, el amor era un terrible, y horrendo mentiroso.

- Entonces… oblígame a contar los días. – Ichika cerró lentamente sus ojos. – Hazme sufrir cada día que esté tan lejos de ti. Hazme llorar cuando me encuentre totalmente sola. Haz que me arrepienta de haber elegido irme, para que cuando finalmente regrese, venga corriendo directamente a tus brazos, y solo a tus brazos.

Todo pasó demasiado rápido. Fuutarou sintió que los bordes de sus muñecas se apretaban. Sintió que era jalado con fuerza, colapsando en una posición torpe. La calidez de ambos cuerpos, tan cercanos que fácilmente podrían confundirse los latidos de uno con el otro. Los sonidos de algodón deslizándose por las mantas. Cuando Fuutarou finalmente miró abajo, Ichika ya había deshecho todos los botones que mantenían la camisa que traía puesta en su lugar. Una de sus manos se había posado junto a su mejilla, y la otra lentamente sujetaba los botones superiores de la camisa de él.

- Ichi…ka... – Las palabras salieron por fuerza de su boca. Todo lo demás le había quitado el aliento. Fuutarou alargó sus propias manos hacia la cara de Ichika, pasándolas por el flequillo desordenado de su pelo mientras este se desparramaba contra la cama. – ¿Estás… segura?

A través del rubor confianzudo que teñía su piel, Ichika asintió. Como si estuviera segura del latido acelerado de su propio corazón, asintió. Confianza a la cual siempre se había aferrado, pues sin ella, no era más que una chica ingenua y asustada, temerosa de lo que significaba crecer. Sus manos se colocaron en los lados del rostro del chico, sintiendo el calor de su piel contra sus palmas, y susurró. – Oblígame a extrañarte, Fuutarou-kun. Haz que cada parte de mi ser arda para que pueda recordarlo. Graba tu nombre aquí, en mi corazón, en mi cuerpo, en todo mi ser. Oblígame a extrañarte, y a anhelarte… a anhelar todo de ti.

Sus labios se encontraron mientras se envolvían en un solitario y largo abrazo. Al principio, fue despacio, dejando que el suave tacto de ambos se acomodase sobre el otro. Cuando se movían, a veces se descuidaban, como si estuviesen impacientes. O tal vez, aún tenían algunas dudas. Nerviosos. Como si todo fuese un último beso, recuerdo de cada fase de ese amor juvenil e ingenuo. Eso les quitó el aliento; les invitaba con un sabor muy decadente. Un último beso, un último momento para despedirse de esta inocencia sin nombre.

Desde aquí, ninguno de ellos podía fiarse de la experiencia. Eran amateurs. Novicios. A través de cada tirón y desliz para retirar la tela de la piel, todas partes de sí mismos que conocían y desconocían, lo descubrieron todo juntos. Era aterrador. Incierto y desconocido. Todo lo que sabían era que, en algún momento, ambos habían cruzado la línea. Y cuando las primeras murallas se derrumbaron, los dos jóvenes que yacían casi sin aliento en este cuarto oscuro, apenas iluminado por una vela, rodeado por la interminable cascada de la lluvia de primavera, ya no serían los mismos de antes.

Ella le había ofrecido todo, y él hizo lo mismo con ella. Ternura, pasión, lascivia, complacencia. Indulgencia en un hambre que ninguno de los dos sabía que existía, deshaciéndose de sus sentidos hasta que solo quedaba el deseo. Cualquier otra palabra colapsaría, disminuyendo hasta convertirse en soplos cálidos y ahogados de aire, de cualquier manera que podían imaginarse diciendo "Te amo", que la piel, la carne y los ojos no hubiesen dicho ya. Agotaron hasta la última sílaba, cada consonante y cada vocal, del nombre del otro, repetido una y otra vez, hasta que incluso esos empezaron a sonar irreconocibles.

Una marea de primavera constante. Una que rápidamente maduró en confianza y carnalidad. Donde la audacia tomó el lugar de la duda, arrojándola de lado. Ella quería saber lo hambrientos que se veían esos ojos mientras se arrastraba sobre él, fijando su mirada en las mejillas, la barbilla, y en los ojos a través de las puntas de sus dedos. Y él deseaba que esa mirada en su rostro, sin esa sonrisa arrogante que se deleitaba con cada cosquilleo y burla que ella siempre le jugaba. Uno sobre la otra, y luego al revés.

Pasó de ser el diluvio más recio a ser simplemente gotas de rocío sobre la hierba. La lluvia, los truenos, las nubes, dieron paso al sol. Era la calma que acallaba el corazón, la calidez que mantenía juntos sus dedos entrelazados. Ahogaba los sueños y aceleraba el tiempo, derramando la luz de la mañana contra el desvelado interludio de su pasión. De un sacudón los hacía despertar, arrastrando a la chica hacia el rostro pacífico durmiente de su amante. Le susurró todas las partes de lo que formaban su dicha. Su sonrisa le dio la bienvenida a una nueva mañana, y la calidez de su abrazo los mantuvo así.

Y entonces, el resto del mundo continuó moviéndose. Y así mismo también, hacia el resto de sus vidas juntos. Y así también y en adelante, por siempre y para siempre, lo dijo la marea de primavera.

Esta historia continuará…


Notas del traductor:

Buenos días, gente. Aquí les traigo el siguiente capítulo de esta traducción. Como dato trivia, este capítulo fue posteado exactamente en el primer aniversario de la publicación de la historia, el 9 de noviembre, y coincide además con un año de tiempo real adentro de la historia. Bastante apropiado, ¿no creen? Eso significa que quedan tres años de tiempo por cubrir en la historia hasta la boda, aunque dos de ellos nuestros protagonistas estarán separados por un océano. ¿Cómo lo superarán?

Los capítulos cada vez se hacen más largos, pero no me quejo. El anterior puso la barra bastante alta y si no la mantiene, definitivamente la sube. Siempre aprecio ver a Fuutarou pasando el rato con sus amigos, por breve que sea, y parece ser que Maruo está dando pasos agigantados en aceptar la relación de Ichika con Fuutarou. Es decir, es mucho que les estuviera ofreciendo apoyo para que se pudieran mudar a vivir juntos, no cualquier padre hace eso.

No sé ustedes, pero en cuanto vi el tiradero en el apartamento de Fuutarou, supe inmediatamente que Ichika debía ser la responsable. Creo que cualquier hombre que se respete estaría feliz de encontrar a su linda novia esperándolo casi desnuda en su cama… pero el desorden definitivamente echó a perder el momento (aunque por lo menos ahora protegió un poco su modestia, eso es una mejora). Dejando de lado las bromas, me gustó cómo la escena gradualmente pasó de cómica a seria, cuando los dos empezaron a discutir del futuro de su relación. Algo que también me llama la atención es que, en este punto, los dos están pensando más en la felicidad del otro que en la propia. Eso es un gran signo de madurez, ya que si mal no recuerdo ese fue el segundo peor error que cometió Ichika en canon (el primero fue no decirle la verdad desde el principio), por estar tan enfrascada en lo que ella quería que no se detuvo a pensar en los sentimientos de él. Si bien las relaciones a distancia pueden ser difíciles, al menos aquí queda claro que no importa lo lejos que estén, ella siempre debe tener presente que volverá, y que él estará esperándola, pero sin que deba abandonar sus sueños por él.

Y para la escena final, wow. Bueno, creo que era solo cuestión de tiempo para que decidieran llevar su relación a ese nivel de intimidad. Con todo lo que habían hablado, no creo que pudiese terminar de otra manera. Solo espero que Maruo no se entere XD

En fin, hasta aquí llego. No hay agradecimientos ya que no hubo comentarios, así nos vemos a la próxima, ¡sayonara!