Todo de mí
Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude
Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.
Capítulo 13 — Ittekimasu; Itterasshai
Una solitaria brisa soplaba. El frío de una mañana temprana de primavera, que lentamente acariciaba los bien cuidados terrenos, curvándose y enrollándose. A través del ordinario y solemne enclave, una perpetua sensación de paz rodeaba las largas filas de piedras erigidas y colocadas lado a lado. Cada piedra, un monumento. Un pilar de existencia y ser, de todas las vidas que una vez habían vivido, noblemente grabadas sobre sus superficies.
Un ramillete de flores descansaba dentro de la vasija de piedra. Tributo dejado de aquellos que orgullosamente llevaban el nombre, envueltos con la duradera fragancia de incienso quemado. Para los visitantes que seguían de pie por el sendero de piedra, parecía demasiada coincidencia. Algo gracioso, de una manera algo mórbida. De todos los días, hoy resultaba caer precisamente en la catorceava fecha del mes actual. El mismo día que falleció su madre.
El ruido de sus palmas juntándose resonó a poca distancia de su nariz, y entonces tomó un profundo respiro.
- Madre. – Ichika lentamente miró hacia la tumba. – Soy yo, Ichika, Sé que es un poco pronto este año para venir a visitarte. Probablemente estarás acostumbrada a que solo sea Itsuki quien te visita alrededor de esta época, ¿eh?
Por un momento, la hija mayor permaneció quieta en cuclillas. Su labio temblaba mientras pensaba sus siguientes palabras, antes de empezar repentinamente de nuevo. La calma de su aliento no se tambaleaba, incluso aunque la desordenada miscelánea que eran sus pensamientos continuaba corriendo por su cabeza. Ichika volvió a tomar otro largo respiro.
- No creo haber encontrado la ocasión para decirte esto formalmente, pero… quiero ser una actriz, mamá. He estado esforzándome mucho en ello y realmente lo amo. A veces, el trabajo puede ser difícil. Las horas son largas, los horarios un desastre, la gente no siempre es amable, y a veces cuando vuelvo a casa estoy muy cansada. Pero… realmente lo amo. Es lo que siempre he querido ser.
Ichika miró las puntas de sus zapatos. Sus dedos acariciaban suavemente los trozos de tierra, repitiendo los movimientos una y otra vez para poder ordenar sus pensamientos. Era una sensación extraña. Pensar que de alguna manera se sentiría así de nerviosa, pero entre más lo pensaba, más difícil se volvía. Esta era su madre. Aquella a quien ellas cinco reverenciaban como la mujer más fuerte, desinteresada y noble que jamás conocerían. Y nada podría jamás cambiar eso.
- Madre. – repitió Ichika. Sintió que se le apretaba el pecho, y poco a poco subía hacia su garganta. Las palabras pronto se volvieron lo más difícil que tuvo que pronunciar. – Yo… voy a estar ausente por un tiempo. Me iré de viaje. A un lugar muy lejos de mi hogar; un lugar donde todo es diferente de lo que acostumbro. Y si soy honesta, estoy… asustada. – Y como si estuviese burlándose de la inquietud en su corazón, Ichika se rio. – Mejor dicho, estoy aterrada. Apenas pude dormir anoche porque estaba temblando demasiado. ¿Estaría mal si decidiera quedarme? No creo que sea demasiado tarde, tampoco…
Sacudió su cabeza lentamente. – No importa cuántas veces me haga esta pregunta, no lo sé. Todavía no lo sé. Jamás me he sentido tan segura y a la vez tan insegura de nada en mi vida. En el fondo, me preocupa no tener lo necesario; que tal vez haya sido un error. ¿Alguna vez tuviste esa clase de dudas también, mamá? ¿Crees que tomé la decisión correcta?
Ichika cerró sus ojos. – Pero ya lo sé. No importa a dónde vaya, nunca voy a estar sola. Las cinco siempre, siempre estaremos juntas. Y tú, el abuelo, y papá también, sé que todos ustedes siempre estarán allí, cuidándome. – Una mirada esperanzadora apareció en sus ojos al ver hacia arriba de nuevo. – Los tengo a todos ustedes, y también… a otra persona muy problemática que siempre estará a mi lado…
Ichika se puso de pie lentamente. Estiró los dedos hacia su costado, encontrándose con las pacientes manos que se habían quedado de pie en silencio todo el rato junto a ella.
- Este es… Fuutarou-kun. – Lentamente miró entre la tumba y su pareja al lado de ella. Casi se le había olvidado el frío del aire de la mañana, como si el calor entre sus dedos y mejillas rosadas se hubiese apoderado de ella. – Fuutarou Uesugi-kun.
Fuutarou se inclinó respetuosamente frente a la tumba. – H-hola. Es un gusto conocer… no, quiero decir, es un verdadero placer, señora Nakano. Le prometo que cuidaré muy bien de su hija.
Ichika se rio. – Este es el tutor de quién te hablamos. El chico que nos ayudó a graduarnos, y con el que nos volvimos tan cercanos. Mamá, tú siempre nos dijiste que tuviéramos con el hombre que eligiéramos. Fuutarou-kun a veces puede ser un poco frío. También puede ser un poco insensible, y a veces hasta cruel. Y hay ocasiones donde parece tener muy poca paciencia.
- Oi, Ichika. ¿Qué clase de impresión estás…?
- Pero, a pesar de todo eso, Fuutarou-kun es el hombre a quien elegí amar. – Ichika apretó sus dedos sobre los de él, mirando en su dirección. En su rostro se formó una sonrisa de satisfacción al ver esa mirada tímida que ella tanto adoraba. – Y Fuutarou-kun… eligió amar a una chica mimada, egoísta, y terca como yo. Aguantó todos mis errores, y todos los problemas que le hice pasar. Él ve mi verdadero ser. Eligió amar todo de mí. Estoy segura de que, si siguieras con nosotros, mamá, él te habría caído bien. Hasta podrían haber congeniado entre ustedes.
Sus dedos lentamente se soltaron, colocándolos ahora sobre sus rodillas al volver a arrodillarse junto a la tumba. Una de las flores se había doblado ligeramente hacia un lado de la tumba, y con delicadeza, Ichika la arregló. La suavidad de los pétalos se deslizó por el espacio entre sus dedos, y no pudo evitar recordar aquellas palabras. "Ichika". Cuando estaba viva, su madre le dijo a ella y a sus hermanas que cada uno de sus nombres significaba algo especial. "Una flor; primera en florecer". Para Ichika, el suyo la profesaba como la primera en nacer, la primera entre otras que eran idéntica a ella. Que era la primera de cinco partes iguales. Nada más, y nada menos. En un ramo como el que descansaba junto a esta tumba, ¿qué tan fácil podría determinar cuál había sido la primera en florecer?
Tan importante como todo lo demás, le recordaba que debía permanecer humilde. Tanto frente al premio más grande como frente al más simple de los halagos; a través de los diferentes caminos por los cuales viajarían todas, debía permanecer humilde. Estos próximos pasos que estaba por dar la llevarían a nuevas alturas que muchos solo podrían soñar, pero una flor solitaria no podría existir sin sus raíces.
- Lo siento, mamá. – continuó Ichika. – Siento mucho haberme tardado tanto en decirte sobre Fuutarou. Siento mucho no haberte contado nada… sobre mí tampoco. Itsuki siempre es la que viene aquí sola. Cada mes, desde el día en que falleciste. Estoy segura de que Itsuki te cuenta todo, sobre sus miedos y sus dudas. Y cuando Yotsuba está aquí, se esfuerza al máximo para mostrarte lo alegre que está, lo alegres que estamos todas, mientras continuemos juntas. Y Miku… estoy segura que habrás notado lo conversadora que estaba Miku la última vez que visitamos. Realmente se siente como que finalmente ha crecido y se conoce a sí misma, ¿verdad? Nino también. Siempre te contará sobre los desafíos que las cinco superamos juntas, y lo inseparables que seguimos siendo todas. Y en cuanto a mí…
Ichika deslizó sus dedos por los caracteres grabados que rezaban el nombre "Nakano". – No he sido muy honesta contigo, ¿verdad? Siempre he estado de acuerdo en silencio con todas las demás, cada vez que venimos aquí. Siempre he sido una hija y hermana mayor problemática. Incluso ahora, estoy haciendo algo que traerá problemas al irme de casa. Y ahora, lo que quiero es… – La voz queda de Ichika se perdió momentáneamente, antes de mirar a Fuutarou junto a ella. La suave sonrisa que enmarcaba sus labios mostraba toda su paciencia hacia ella. Eso le calmó hasta el último nervio y apagó las últimas dudas que moraban en su corazón.
- Quiero actuar algo caprichosa. Solo por un tiempo. – Una amplia sonrisa apareció en el rostro de Ichika. – Siempre me gusta hacer las cosas por mi propia cuenta. No soy siempre la persona más honesta del mundo. Y cuando finalmente vengo aquí para visitarte, es porque quiero pedirte muchas cosas, mamá. Realmente soy un problema ahora, ¿verdad? – Se rio felizmente para sí misma, y Fuutarou no pudo evitar soltar un suspiro a medias para ocultar la sonrisa en su rostro.
»Mamá. – continuó Ichika. – Lo que quiero pedirte es todas tus bendiciones. Quiero que sigas cuidándome por todo el tiempo que puedas. Quiero que me perdones por no siempre haber sido honesta contigo y con los demás. Quiero que me perdones por causar problemas a las demás, y a Fuutarou-kun. Y quiero que me perdones por querer tantas cosas de ti. – Se giró con una sonrisa traviesa hacia su lado. – ¿Tú qué crees, Fuutarou-kun? ¿Fue demasiado pedir?
Fuutarou se arrodilló junto a ella. – Bueno, ya que es tu madre y de todas tus hermanas, dudo que la sorprenda demasiado.
Ambos se rieron, y entonces Ichika hizo un gesto hacia el centro de la tumba familiar. – ¿Tienes algo que quieras decir?
- ¿Yo? Espera, ¿algo como qué?
- ¡Oh, cualquier cosa! Las primeras impresiones siempre importan, ¿verdad? Y tú también quieres caerle bien a nuestra mamá, ¿verdad? – Ichika le lanzó un guiño juguetón. – No te preocupes, las demás ya le han dicho cosas buenas sobre ti.
- De algún modo, tengo mis dudas sobre eso… – Fuutarou se aclaró la garganta. – H-hola de nuevo, señora Nakano. Le habla Fuutarou Uesugi, la pareja de Ichika. Um… Ichika y yo hemos estado juntos por poco más de un año, y ha sido… un placer. Le prometo que …
De pronto sintió que le daban un codazo en el costado, mientras Ichika le sonreía juguetonamente. – Estás siendo demasiado formal, Fuutarou-kun. ¡Vamos, suéltate! ¡Habla con convicción!
- ¿A qué te refieres? Solo intento ser respetuoso con tu mamá.
- Ella verá a través de ti si te esfuerzas tanto. – Se puso una mano sobre el lado izquierdo de su pecho. – Mamá siempre decía que el amor te mostrará el camino. Entre hermanas y seres queridos y conocidos, nada habla más fuerte que las palabras del corazón. – Le dio otro pequeño codazo. – ¿O es que estás demasiado avergonzado para decirlo frente a ella, hmm?
- ¡Está bien, está bien! Ya entendí, ahora para con eso, que estoy tratando de ser serio aquí. – Se acomodó su cárdigan, y luego volvió a intentarlo. – Ichika… es una chica maravillosa, y me considero afortunado de que ella sienta lo mismo por mí. Es amable, amistosa, y siempre acepta a los demás. Siempre hace su mejor esfuerzo, al punto que no puedo evitar preocuparme todo el tiempo. E Ichika… Ichika me inspira a ser lo mejor que pueda. Cada día que paso con ella…
Cuando se giró en la dirección de Ichika, Fuutarou se sorprendió de ver a la quintilliza mayor desviando su mirada ligeramente. El dorso de su mano estaba apoyado contra su mejilla, cubriendo los ligeros tintes de rojo que iluminaban su cara. – Fuutarou-kun… aguanta, un momento. ¿Por qué me ves así? Solo estoy… un poquito avergonzada. ¡P-por ti, quiero decir! ¡Me refería a ti! N-no me refería a que deberías decir cosas como esas tan abiertamente. Ni siquiera estamos solos en este lugar… – Su voz se tornó más y más queda entre más seguía murmurando, hasta que fijalmente se cubrió totalmente el lado de su cara. – Deja de mirarme así. Es muy raro. Sé que solo lo haces para…
Sintió cómo Fuutarou gentilmente entrelazaba sus dedos con los de ella, bajándolos hacia sus costados. – … y cada día que estemos lejos. – Aunque sonrió complacido para sí mismo, Ichika no pudo evitar percibir algo de travesura detrás de su sonrisa. Como si no quisiera que ella dejase de mirarlo, como si quisiera decírselo una última vez. – Voy a extrañarla hasta volverme loco.
Apretando sus labios, Ichika miró por la esquina de sus ojos hacia él. – Yo… también te extrañaré mucho, Fuutarou-kun. Yo… ¡oh! Quiero decir, perdona. Se suponía que estabas hablando con mi…
- C-claro. – Fuutarou apartó su mano y se rascó detrás de la cabeza. Todo se había disipado demasiado rápido, y ahora lo único que le quedaba a Fuutarou era una memoria fresca de todo lo que había dicho unos segundos antes. – Eso… fue mi error. Me dejé llevar un poco…
Y en ese instante y lugar, Ichika supo cuáles serían los mejores momentos donde podría contraatacar. De las mejores maneras que conocía, todo por cada pequeña victoria que le pudiese sacar a este chico que se avergonzaba tan fácilmente, aunque todavía tenía algunos tintes rojos en su cara. – Oh, ¿qué pasa? No dejes que te interrumpa ahora, Fuutarou-kun. Estabas diciéndole lo que más te encanta de mí, ¿verdad? ¿Lo dices realmente, realmente en serio, o sólo tratas de impresionarla? Sigue, sigue.
- Yo… creo que ya dije suficiente. – Fuutarou comenzó a ponerse de pie de nuevo, pero Ichika fue más rápida. Lo había agarrado de la muñeca urgiéndole a quedarse. El extremo de la muñeca de Ichika presionaba debajo de su mentón, y la chica pelirrosa se inclinaba juguetonamente de tal forma que flotaba demasiado cerca de la cara de Fuutarou. Y entre más se rehusaba a decir otra cosa, más se le acercaban los muy abiertos ojos azules de Ichika y su sonrisa de anticipación.
- ¡Oh! ¡Fuutarou-kun! – Para cuando él se dio cuenta que ella se le había ido encima un poco demasiado cerca, Fuutarou ya se había caído de espaldas. Ichika se inclinó sobre él. – ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí, estoy bien. – Fuutarou se sacudió unas cuantas hojas de su chaqueta y pantalones. Luego miró arriba y vio que Ichika le ofrecía una mano, pero ninguno pudo evitar soltarse en un pequeño ataque de carcajadas. Demasiado divertidos dentro de los pacíficos terrenos del cementerio, ambos se rieron sin parar.
- ¿Se están divirtiendo, tortolitos? – se les acercó una voz eventualmente. Con los brazos cruzados, la chica les sonreía diabólicamente. – Estoy segura que mamá le ha dado su visto bueno a Fuu-kun. Ahora, deja que las demás podamos decirle algunas palabras, antes que nos perdamos tu vuelo.
Ichika se rio. – Perdón por eso, Nino. No era mi intención dejar a todo mundo esperando. Vamos, Fuutarou. ¡Arriba!
Una vez que estuvieron listos, Ichika miró hacia atrás, a la entrada del cementerio, donde las demás esperaban pacientemente y les hacían un gesto para que se acercaran. De sus otras hermanas, Yotsuba fue la más rápida en dar un paso al frente, seguida de Itsuki, y luego Miku. Apenas dieron unos pocos pasos a través del camino empedrado antes que Miku se diera la vuelta. – ¿No vienes también? – le preguntó.
Miku recibió como respuesta un silencio dudoso. Antes que pudieran siquiera poner una excusa, Yotsuba giró su cabeza con atención. La enérgica hermana no dudó en volver a trotar por el camino, canturreando felizmente sus palabras. – ¡Sí! ¡No te quedes aquí atrás!
Ambas, Miku y Yotsuba, agarraron cada una de las muñecas del hombre de traje. Lo persuadieron sin piedad, empeñadas a arrastrarlo con cada paso que daban, a pesar de que éste les aseguraba que estaba bien con esperarlas aquí. Al llegar a la mitad del camino, Itsuki también se giró, sonriéndole amablemente. – Todas te estamos esperando, padre. Es nuestra primera vez visitando todos juntos a mamá, ¿no es cierto?
- ¿Es así…? – replicó Maruo cautelosamente. En cierto momento, ya no se molestaba en protestar contra sus hijas mientras continuaban empujándolo. Por razones desconocidas para él, Maruo había dejado que sus ojos echaran un vistazo a las tumbas que iban pasando. Miró hacia los finos cortes en el camino de piedra, y a la hierba cuidadosamente cortada que crecía entre ellos. Aunque no pudo convencer a las chicas de que lo dejaran, había una sensación que arrastraba sus pasos. Una cierta incomodidad que servía como su ancla.
- Papá. – lo llamó la voz. Tan repenina como la brisa que cargaba las hojas recién caídas, Maruo sintió que el tirón de sus brazos se aligeraba, y echó una larga mirada frente a él. Allí, esperándolo pacientemente junto a la tumba de Rena, estaban las caras sonrientes de sus cinco hijas. De pie honestamente en el medio estaba su hija mayor, una mujer ya crecida y radiante de la misma luz que una vez y para siempre lo había inspirado. Ella extendió su mano, rehusándose a decir otra palabra hasta que finalmente se unió a ellas.
Calladamente, Fuutarou echó unos cuantos pasos atrás.
Como una gran y unida familia, los Nakano se pararon frente a su tumba familiar. A través de todas y cada una de ellas, una simple mirada cargaba todo el infinito amor que los conectaba. El tiempo o la distancia; los océanos y los cielos, permanecerían siempre juntos. Todos colectivamente le deseaban suerte a Ichika, en su nuevo viaje hacia lo desconocido que le aguardaba. Todos recordaron los días que llevaron hasta hoy, desde el día en que descubrieron que quería ser actriz, hasta el repentino día que declaró que estudiaría en el extranjero. Algunos mencionaron, o incluso protestaron, que todavía parecía ir demasiado rápido. Nino e Itsuki hablaron de lo repentino que las cosas tomaron ese giro. Pensar que hasta hacía muy poco estaban yendo todas juntas a clase en preparatoria. Se disculparon con su madre por no poder convencerla de quedarse, cosa de la que el resto felizmente se reía.
Cinco voces para cinco vidas. Tan llenas de alegría y benevolentes como el primer día que juntaron sus manos. Cuando Miku sutilmente señaló que Maruo era bastante reservado con sus palabras, fue Ichika quien le ofreció un lugar frente a la tumba y Yotsuba quien le dio un empujoncito. Por un rato se mantuvo callado. Siempre que Maruo venía a visitar a Rena, había sido en privado, a solas. En la solitaria quietud de todo, no hubo muchas veces que pudiese encontrar las palabras apropiadas para alguien como él. Pero sus hijas sabían qué clase de hombre era, y sin duda alguna, también Rena lo habría sabido. Las palabras más dulces y venidas del corazón no siempre salían embellecidas. A veces eran breves, decoradas únicamente con una sonrisa esperanzadora que no deseaba nada más que la mejor de las suertes y seguridad para su hija.
Y mientras esos minutos llegaban a su final, las manos de todas se juntaron en una última, y esperanzadora oración. El toque suave de la última de las flores de la ofrenda se había deslizado por sus dedos, reemplazada por la fría superficie de la lápida. Memorias de estos diecinueve años que la enmarcaban, convirtiéndola en la mujer que se paraba con orgullo el día de hoy. Desde los días tempranos de ser una niña con cabello largo que siempre marchaba al frente, y que crecía algo demasiado rápido. Desde las actrices que observaba con estrellas en sus ojos muy abiertos, y la pequeña semilla sembrada en ese jardín llamado "los sueños". Ichika observó desde lejos cómo esa pequeña niña comenzó a cambiar. Cuidadosamente se paseaba y giraba enfrente del espejo con cada nuevo atuendo y uniforme. Se cortaba el cabello y se perforaba su oreja. Jugaba al tenis y recitaba en privado sus líneas de audición en su cuarto. Mentía y amaba, amaba y mentía. Todos los momentos que compartió, y sus seres más queridos en lo profundo de su corazón, hasta el último de ellos.
Y lentamente, la hija mayor emprendió su partida.
- Es hora de que me vaya, mamá. – dijo Ichika suavemente. – Ittekimasu.
(-0-)
Había estelas trazadas por todo el cielo. Una expansión infinita de azul y salpicada de nubes, tan clara como se pudiera ver desde la ventana de la terminal. Alrededor, el sonido de murmullos continuos de gente que iba pasando, el tintineo de las maletas rodando detrás de ellos, y el ruido de drones inactivos. Altas estructuras de metal se alzaban sobre ellos y en las paredes lejanas resonaba el eco de cada sonido en la distancia. Aunque, nada podría compararse con el largo y turbulento quejido de los motores de las aeronaves que inundaba todo el espacio de afuera.
Tan a menudo como llegaban a nuevos caminos que llevaban a nuevas locaciones, y tan familiares como siempre lo sería un mapa, a veces podría sentirse como un shock inesperado para algunos, al recordar cuál era su lugar en el gran panorama del mundo. Todas sus vidas únicamente habían conocido a Tokai. Una sola ciudad en una sola prefectura. Por una razón u otra, podrían encontrarse viajando los largos caminos que iban más allá, a las ciudades o pueblos cercanos, pero el camino de regreso a casa nunca estaba demasiado lejos. Ante los ojos del mundo, sin embargo, Japón solo era un nombre entre muchos más. Una isla en el amplio océano, y una gran cantidad de diferentes culturas aguardaban al otro lado.
Fue afortunado que llegasen al aeropuerto mucho antes de lo que esperaban. Con un grupo tan grande como el suyo, era muy fácil para alguien distraerse con lo que resultó ser su primera visita a un aeropuerto. Había abundantes señalamientos y marcas que los dirigían hacia cada lugar para cualquier escenario. Había decoraciones coloridas y esculturas que atraían las miradas por toda la terminal. Y descubrieron que la cinta transportadora en movimiento servía demasiado para divertirse entre algunos de sus miembros en el grupo.
- ¡Bájenle un poco, ustedes dos! – les llamó la atención Fuutarou cuando empezaron a adelantárseles. – ¡Raiha, ten cuidado, podrías tropezarte! ¡Y Yotsuba, deja de motivarla! ¡Llegaremos tarde si ustedes dos siguen jugando!
- Vamos, déjalas que se diviertan. – se rio Ichika. – Mientras no estén molestando a nadie, no debería ser un problema. Y llegamos muy temprano, ¿recuerdas?
- Digo, supongo que sí… pero probablemente sería mejor si…
- Ichika. – Un par de orejas de conejo púrpura brillante se colocaron entre ellos. Era el teléfono de Nino. La segunda hermana había pegado el hombro a su hermana, sonriéndole rápidamente a la cámara. – Sonríe para mí, hermana.
- ¿Otra más? – replicó medio desganada Ichika. – Pensé que ya nos habíamos tomado una, pero está bien. – Presionó su dedo contra su mejilla, ofreciendo un guiño coqueto mientras Nino tomaba la foto.
- Espera, había un tipo detrás de nosotras mirando a la cámara. – gruñó Nino, deslizando la foto. – Ahora sí, tomemos otra. Itsuki, Miku, vengan en esta también.
- ¿No has tomado ya suficientes? – replicó Itsuki mientras los hombros de sus hermanas comenzaban a amontonarse alrededor de ella. – Ya has estado… está bien, está bien, ya me estás empujando… has estado sacándote selfies desde que llegamos, Nino. ¿Cuántas más necesitas?
- Deja de quejarte y sonríe. Tú también, Miku.
- Ya estoy sonriendo. – replicó la tercera hermana saludando con la mano. – Y mira, incluso estoy haciendo un signo de amor y paz. Yay.
- ¡Vamos! Apenas si te estás esforzando. Tienes que poner más empeño con esa sonrisa.
- ¿Así? – Miku curvó hacia arriba la comisura de sus labios, forzando una mueca que parecía demasiado llena de júbilo para ser una sonrisa ordinaria. Una que no llegaba hasta la mirada apática en sus ojos.
- Perfecto. – Nino presionó su teléfono.
- Espera, no lo hagas. – Miku alargó la mano para coger el teléfono de su hermana, pero Nino ya había empezado a caminar hacia adelante. La tercera hermana fue tras ella de inmediatamente. –Nino, borra esa foto. Ahora.
Una sonrisa arrogante se formó en los labios de la segunda hermana. – ¿Por qué? Creo que captura tus encantos muy bien.
- Ya basta. Más te vale que borres esa foto, Nino.
Fuutarou las llamó. – ¡Por allí no! ¡Miku, Nino! ¡La terminal sur está por…!
El pitido de los anuncios en los altoparlantes ahogaba su voz. – Por favor recuerden que no se permite comida ni bebidas más allá del punto de seguridad… todos los objetos personales deben ser… agradecemos su cooperación y esperamos…
El revuelo de gente que pasaba los separó rápidamente, dejando a Fuutarou con la mano sobre su cabeza. – ¿Alguna vez van a…? ¡Ugh! ¿Qué les pasa a todas hoy? Es como estar cuidando a niños. Ni siquiera nos hemos registrado.
- Yo iré a buscarlas, Uesugi-kun. – suspiró Itsuki. Pasó por encima una de las maletas de Ichika para dejársela. – Sostenme esto por un segundo. Volveré enseguida.
- Oh miren. – señaló Ichika al frente. – Yotsuba y Raiha han vuelto. ¿Vieron algo interesante?
- ¡Vimos los aviones! – exclamó Raiha. – ¡Se pueden ver todos los aeroplanos que salen desde el pasillo de allá! ¡Son enormes! ¡Probablemente se pueden meter cientos de personas adentro! Oniichan, tienes que venir a verlos.
- Pronto los veremos, Raiha. – replicó Fuutarou. Sus ojos escanearon las señales y marcas por todos lados, tomando nota mental de cada detalle.
- ¿De verdad Ichika-neesan va a volar en una de esas cosas?
- Sí, lo haré. – replicó la quintilliza mayor. – Uno de estos días, te voy a llevar conmigo, Raiha-chan. Tengo el presentimiento de que serías el tipo de chica que le encantaría viajar.
- ¿En serio? – Una mirada radiante se reflejó en los ojos de Raiha. – ¿De verdad me llevarías contigo? ¿A dónde?
- ¡A donde sea que queramos ir, por supuesto! – Ichika le guiñó a la niña. – Así que, mientras me voy, quiero que pienses en todos los lugares que quieras visitar, ¿está bien? Oneesan se encargará de llevarte allá.
- ¿Lo dices en serio?
- Es una promesa de tu hermana mayor, Raiha-chan. Cuenta con ello.
- ¿Lo prometes? – La mirada en los ojos de Raiha se ensanchó aún más. Tenía los puños apretados y temblando de excitación, y se giró hacia los dos hombres que la acompañaban. – ¿Escuchaste eso, papá? ¿Oniichan? ¡Ichika-neesan dijo que algún día me llevará con ella!
- Estamos aquí parados, Raiha. – replicó Fuutarou. Tenía una mirada especulativa en sus ojos mientras observaba la sonrisa ingenua de Raiha, y luego la sonrisa igualmente ingenua de Ichika detrás de ella. Suspirando, se giró hacia Isanari. – ¿Tú qué crees, papá? ¿Dejarías que Raiha vaya?
Isanari gruñó entre dientes mientras pensaba cuidadosamente en la idea. – No estoy muy seguro… tendríamos que renovarle su pasaporte, y no sabemos qué clase de gente se le podría ir encima a alguien tan adorable como Raiha-chan. Tal vez no valga la pena…
- Hu… ¿huh…? – La voz vino rápidamente. Un tono reducido y petulante, que ambos hombres Uesugi conocían demasiado bien, y la clase de respuestas que traía consigo. Aunque desviaran la mirada, el rostro en su imaginación habría sido el mismo que si miraran hacia abajo. – ¿No me dejarías… ir con…?
- …pero si está con Ichika-chan, seguramente todo estará bien. – añadió Isanari rápidamente, levantando el pecho y sonriendo a partes iguales lleno de confianza e impulsivamente. Fuutarou rodó sus ojos, pero las palabras de su padre sirvieron para tapar las lágrimas antes que empezaran a derramarse fuera de los ojos de Raiha.
Luego de un breve instante, Itsuki había regresado con las dos hermanas perdidas, cada una de las cuales evitaba mirar a la otra con las mejillas hinchadas. Solo quedaba caminar un corto trecho desde su extremo del aeropuerto hasta el otro, donde estaba la aerolínea asignada de Ichika. Viajar en un grupo tan grande como el suyo estaba resultando algo difícil, no solo porque la persona que los guiaba, Fuutarou, tenía que navegarlos a través del enorme aeródromo, sino por las multitudes de personas que pasaban constantemente a su alrededor. En un lugar tan concurrido y apurado, no ayudaba que su grupo era guiado por un chico que, admitiéndolo, no tenía idea de a dónde ir. Debería haber sido un alivio cuando Maruo finalmente ofreció su asistencia. El padre de las quintillizas había viajado por este aeropuerto suficientes veces y conocía su camino hacia las aerolíneas internacionales, y agraciadamente guio al resto del grupo hasta allá. Todo lo que Fuutarou podía pensar, sin embargo, era por qué Maruo no habría hablado antes.
Desde allí solo había pasos simples. Chequear e imprimir los boletos de abordaje de Ichika en el kiosco cercano. Traer todo el equipaje registrado a los empleados de la aerolínea para que lo pesaran y lo colocaran en la cinta transportadora. Una vez que todo estuvo dicho y hecho, se reunieron afuera de la última parada: el chequeo de seguridad. El punto final donde el resto de la familia y seres queridos de Ichika podrían acompañarla. Desde aquí, sería solo ella quien seguiría adelante.
Ichika se aferró a la correa de su bolso. Una ligera risita brotó de sus labios, y la joven actriz señaló hacia adelante. – Bueno… yo seguiré por aquí.
La más cercana a ella era Miku. – ¿Sabes algo? – comenzó a decir Ichika. – Con lo ocupada que he estado últimamente, nunca tuve oportunidad de preguntarte cómo te ha ido en la escuela culinaria. Perdóname por eso, Miku.
- No hay problema. – Miku negó con su cabeza. – He tenido mucho trabajo por hacer en los últimos días, pero ha sido muy divertido. Aunque, aún no puedo lograr que mis pasteles resulten como quiero. El glaseado y la decoración me matan, pero… estoy mejorando. Lento, pero seguro.
- Bueno, ¡el pastel que hiciste para mi fiesta resultó estar realmente delicioso! Por costumbre, fui y me guardé un pedazo extra en el refrigerador, olvidándome que haría al día siguiente. Perdona que tu hermana mayor sea tan desordenada. ¿Crees que podrías terminártela por mí?
Miku se rio. – Creo que puedo arreglármelas. Pero primero, toma. Ichika. Llévate esto contigo.
- ¿Hm? ¿Qué es esto? – En las manos de Ichika había un pequeño paquete, una cajita diminuta que hizo ruiditos al deslizarse por su palma, junto con un pequeño paquete.
- Son medicamentos para viajes. – explicó Miku. – Puede que te sirvan durante el vuelo, en caso de que los necesites. Leí online que la gente que vuela por primera vez suele sufrir de náuseas y dolores de estómago, así que pensé que no haría daño que te lleves algunas en tu bolsa. Por si acaso.
- Ja. – se rio Ichika. – Bien pensado. No había planeado tan anticipadamente, en serio. Gracias, Mi…
Antes de poder terminar, Miku se había lanzado a sus brazos. – Buena suerte allá afuera… – dijo Miku, haciendo acopio de fuerzas para mantener esa sonrisa en su rostro sin que se rompiera – …hermana.
Ichika la recibió gustosa. Se puso a acariciarle el pelo, hasta la espalda. – Gracias, Miku. Asegúrate de seguir dando todo lo que tienes. Hazme otro pastel que sea más delicioso cuando pueda volver y visitar. ¿Me lo prometes?
- Lo prometo. – Miku empezó a moquear. – Yo… te lo prometo.
Luego seguía Itsuki. La quinta hermana ofreció una ligera reverencia mientras se acercaba. – El día de verdad llegó, ¿no es así, Ichika?
- Así parece, Itsuki. – replicó Ichika. – Espero que puedas perdonarme por irme así. Sé que mamá siempre nos dijo que debíamos permanecer siempre juntas.
- Estoy segura de que mamá lo entenderá. Además, no estaremos realmente separadas, ¿verdad? – Itsuki se colocó la mano sobre el corazón, sonriendo. – Oh, y yo también tengo un regalo para ti. Déjame ver…
Metió la mano en su bolso y sacó un par de pequeñas correas tejidas. Estas estaban enrolladas con hilos blancos y amarillos con encajes, y una etiqueta de cuero artificial en el extremo. – Etiquetas para el equipaje. ¡De mi parte y de Raiha-chan! Servirán para que identifiques tus maletas cuando aterrices. Solo tienes que enrollarlas alrededor de tus…
Itsuki se detuvo en seco. Una gruesa gota de sudor se formó en su frente al mirar la cara de su hermana mayor, dándose cuenta de que Ichika la veía con una ancha y divertida sonrisa. Y al hacerlo, Itsuki hundió su rostro entre sus manos. - Oh. Dios. ¡MÍO! ¡T-t-tenía que haberte dado esto antes de registrar el equipaje! ¡Me distraje totalmente! ¡Qué idiota soy!
Sintió que algo se deslizaba entre sus dedos cuando Ichika cogía las etiquetas para equipaje. Luego, alzando gentilmente la otra mano, Ichika comenzó a darle palmaditas a Itsuki en la cabeza. – Está bien, está bien, Itsuki-chan. En verdad me encantan. Me aseguraré de ponerlas a buen uso.
- ¿A buen uso? ¿Cómo? Si ya se llevaron tu equipaje.
Apartando el último de los mechones que tapaba los ojos de Itsuki, Ichika sonrió suavemente a la menor de sus hermanas. – ¿A qué te refieres? Las voy a necesitar cuando haga mis viajes de regreso, ¿o no? Digo, no es que me vaya para no volver, tontita. – Frotó entre sus dedos el aro tejido alrededor de las tiras, haciéndolo girar mientras observaba cada detalle cuidadosamente bordado. – Tú y Raiha-chan eligieron colores muy lindos también. Se verán maravillosos en mis maletas.
Ichika se acercó, para abrazar a Itsuki. – Sigamos ambas esforzándonos mucho, ¿está bien? Por mamá.
Itsuki cerró los ojos. Ahora no era el momento; aún quedaban muchos de los otros pendientes. – Yo… sí. Sí, Ichika. Sigamos esforzándonos.
- Algún día serás una profesora maravillosa, Itsuki.
- Gracias… Ichika.
Esperando pacientemente junto a ellas estaba Yotsuba. Siempre avivada y alegre, la cuarta hermana no dudo en apretar fuertemente sus brazos alrededor del pecho de Ichika hasta que la levantó del piso. – ¡Whoa, whoa! ¡Yotsuba!
- ¡Todas te extrañaremos mucho, Ichika! – exclamó Yotsuba. – ¡Más te vale que no encuentres mejores hermanas que nosotros allá en Estados Unidos! ¡Vas a regresar aquí cuando hayas terminado, ¿está bien?!
- Está bien, está bien, Yotsu-¡whoa! Te lo prometo. Ahora, ¡ya bájame! – Ichika tuvo que jalarse el cuello de su abrigo beige, riéndose al encarar de nuevo a su fácilmente excitable hermana. – Siempre estás tan llena de sorpresas, Yotsuba. Los días no serán iguales sin ti.
Yotsuba se rascó detrás de la cabeza. – Je… perdón. Creo que me dejé llevar un poco. Es solo que… no será lo mismo cuando te vayas, Ichika. Quiero decir, estábamos acostumbradas a que no estuvieras cuando tenías que viajar por trabajo, pero esto…
- Lo sé. – sonrió Ichika. – Será diferente.
- ¡Mucho! ¡Super diferente! ¡Será tan diferente, que no creo que quiera acostumbrarme a ello! – Yotsuba también sonrió. – Sabes, realmente eres asombrosa, Ichika.
- ¿Hmm? – replicó Ichika. – Bueno, aceptaré el cumplido, ¿pero de dónde salió eso?
- De ninguna parte. Es solo que eres realmente… realmente genial, Ichika. Estás dando un salto enorme al exponerte allá afuera. A mí nunca me agradó el hecho de que algunos de tus fans decidieron abandonarte solo porque estabas saliendo con alguien. ¡Hasta me enfadé un poco! Tienes… tanto talento. Eres tan buena en lo que haces. ¡A veces hasta me olvido que somos quintillizas!
Otra vez, Yotsuba se rio. Un poco más de lo necesario, pues la cuarta hermana se dio cuenta que solo escuchaba su propia voz. Y rápidamente su voz se fue apagando, hasta que volvió a alzar la mirada para ver a su hermana. Para sorpresa de Yotsuba, Ichika la esperaba con las mejillas visiblemente hinchadas. – Hey, escúchame ahora, Yotsuba. – dijo Ichika. – ¿Desde cuándo te volviste tan olvidadiza? No puedo creer que se te olvide que somos hermanas.
- ¡Por supuesto que eso no se me olvida, Ichika! Quise decir que…
- Muy bien. – Ichika le dio un toquecito a la parte superior de su cabeza, regañándola. Mientras retiraba su mano, la hermana mayor comenzó a arreglar el doblez caído en el listón de Yotsuba. Sonrió con gentileza mientras volvía a mirar los ojos de Yotsuba. – Nunca se te olvide que ambas somos hermanas, y que somos quintillizas. Nuestros logros y fracasos, nunca serán superiores o inferiores entre nosotras.
- Tú dices eso, pero dudo que sea así de fácil ser una actriz, ¿sabes? – Yotsuba se rio a medias. – Por supuesto que no puedo evitar sentirme un poco celosa. Solo un poquito muy pequeño, ¡pero es en el buen sentido! Supongo que, lo que intento decir es… que es muy inspirador, ¿sabes? Me da esperanza de que algún día pueda esforzarme tanto en algo como lo haces tú.
Ichika negó con la cabeza. – Ser una actriz no es todo color de rosa, ¿sabes? Se trata de un montón de mentirosos que se exhiben frente a las cámaras, con algo de maquillaje y mucha superficialidad. Significa soportar muchas cosas molestas y hacer algunos sacrificios. Créeme cuando te digo que me encantaría tener más de tu energía, Yotsuba. – Colocó su mano sobre el hombro de su hermana. – Sea cual sea el sueño que decida tu corazón, más te vale estar lista cuando llegue el momento. Porque no habrá fuerza en el universo que sea capaz de detener a mi hermana.
La cara de Yotsuba se quedó inmóvil por un momento, hasta que lentamente asintió. Había intentado inútilmente esconder cómo se limpiaba una lágrima mientras sonreía ampliamente. – ¡Gracias, Ichika! En serio sabes lo que decir, ¿eh? Bueno, supongo que no te sorprenderás de ver que yo también tengo un regalo para ti… ¡ta-da!
Desde adentro de su mochila, Yotsuba había sacado una pequeña estatua. O mejor dicho, una estatuilla de un pequeño hombre hecho de un material parecido al oro, parándose derecho sobre un pequeño pedestal negro. La placa de abajo rezaba. "Mejor Actriz. Ichika Nakano."
Era una réplica. Una réplica de un premio muy conocido por todo el mundo.
- Oh, wow… – Ichika se cubrió la boca. – ¿Dónde consiguieran esto? Se parece mucho a…
- ¿A los que dan en Hollywood? – Yotsuba sacó el pecho con orgullo. – ¡Lo mandé a hacer para ti cuando Miku y yo fuimos a Tokio!
- Yotsuba, se nota que pensaste mucho en esto… – Ichika cogió la pequeña estatuilla de oro. – Aunque, no sé si me lo pueda llevar conmigo en el avión…
Para sorpresa de Ichika, Yotsuba se lo quitó. – Lo sé. – dijo sonriendo con travesura. – Este premio es para ti, pero nosotras lo mantendremos aquí, ¡en nuestra casa! Será muy raro ver tu cuarto limpio y vacío, así que lo dejaremos en tu escritorio. Y cuando vuelvas a casa, traerás contigo un montón más de estos, pero antes de que lo hagas, ¡que sepas que tus hermanas te dieron el primero!
- Cielos… ¿de verdad tenías que decir esa parte sobre mi cuarto? – Ichika se rio. Las dos se abrazaron con fuerza una última vez.
Fue solo un breve momento antes que Ichika se dirigiera a la última hermana. – Bueno, Nino, yo…
- Solo un segundo. – la interrumpió la segunda hermana. Apenas habían hecho contacto visual, pues Nino parecía estar más preocupada con el teléfono en su mano. Por extraño que pareciera para ella, y para los demás a su alrededor, Ichika obedeció, de pie inmóvil mientras su hermana jugueteaba con su teléfono.
- Umm… Nino, yo… – Luego de un rato, Ichika no pudo evitar soltar una ligera risilla. – Estoy tratando de que tengamos un momento aquí. ¿Qué estás haciendo con tu…?
- Listo. – Nino tocó su teléfono por última vez, y lo deslizó en el bolsillo de su abrigo. – Revisa tu teléfono.
- Mi te… – Antes de poder terminar, Ichika sintió que algo zumbaba en el bolsillo de su abrigo. Un mensaje nuevo. De hecho eran varios: un álbum completo de fotos digitales desde la noche anterior hasta hoy. Un amplio repertorio de todas las memorias todavía frescas en la cabeza de la joven actriz, y algunas no tan familiares, pues las fotos capturaban cada posible momento que habían compartido. Había fotos grupales con todas juntas. Otras en solitario, en pares, tríos y demás. Había algunas borrosas y otras cuidadosas, ordenadas y caóticas, igual que como eran ellas cuando estaban juntas.
Había una foto de Yotsuba sujetando a Fuutarou por atrás mientras Nino e Ichika le daban cucharadas de shiokara. Había una toma algo tímida de Miku mientras sujetaba el micrófono del karaoke contra su pecho, y el resto de ellas animándola desde atrás. Había una foto sorprendida de Itsuki con una cola de camarón colgándole de su boca atiborrada, y el tinte rojo brillante de sus mejillas cuando sus ojos se fijaron en la cámara. Había otra toma serena junto al balcón de la cual ni Fuutarou ni Ichika estaban al tanto, capturada desde atrás de ellos cuando Ichika estaba descansando su cabeza en los hombros de él. Y había una pequeña colección de fotos que no pasaba de tener más de unos pocos minutos, en este mismo aeropuerto. Todo eso y mucho, mucho más.
- Son las que te prometí enviarte anoche. – declaró Nino. – Y no creas que he terminado. No pude pasártelas todas, así que te llegarán algunas más después.
- ¿Más? Hay más de sesenta imágenes aquí. – dijo Ichika, pasando diapositivas de varias fotos más, y sonriendo. – No creo que la memoria de mi teléfono tenga para tanto, Nino.
- Bueno, más te vale que empieces a liberar espacio. Desinstala algunas apps o guárdalas en otra parte. – Puso un dedo frente a la cara de Ichika. – Porque te estaré enviando fotos de todos nosotros. Cada día, y más te vale que conserves hasta la última.
- Siempre puedo chequear tu Instagram, ¿sabes?
- No me importa. – replicó severamente Nino. – Seguiré enviándotelas, y de ese modo sabré que las estás recibiendo. Verás toda la diversión que te estarás perdiendo mientras estés fuera. Y no te atrevas a desactivar tus notificaciones. O si no, no habrás oído lo último de mí. ¿Entiendes, Ichika?
Ichika sabía demasiado bien que tenía que esperarse esa agresividad de parte de Nino, pero siempre habría ocasiones donde se quedaba sin una respuesta rápida. La mirada en sus ojos le dijo que no estaba bromeando en absoluto, e Ichika no pudo evitar sonreír. – Lo entendí, Nino. Espero con ansias verlas todos los días.
- Cuídate… ¿de acuerdo? – Nino enterró la nariz en el hombro de Ichika. – … y apresúrate en volver.
- Lo haré, Nino. Gracias. Muchas gracias.
A continuación, los dos hombres que estaban de pie un poco más lejos de la multitud. A pocos pasos ya tocando los límites de su grupo, pero a esa distancia difícilmente Ichika iba a detenerse, caminando orgullosa hasta ellos. Al acercarse, el hombre mayor que llevaba un traje gris oscuro se inclinó cortésmente, y se hizo a un lado sin decir ni una palabra.
- ¿A dónde cree que va, Ebata-san? – lo llamó Ichika, para su gran sorpresa. – ¿No planea dejar que me vaya sin al menos despedirse de mí?
El hombre mayor se rio. – Perdóneme, señorita Ichika. Nunca he sido bueno con estas cosas. – Algo apenado, Ebata volvió a su lugar. No pudo evitar recordar los días de seis años atrás, mientras observaba los ojos tan pacientes en la cara de la joven actriz. Claramente los años se habían ido volando. – Realmente ha crecido mucho, señorita Ichika. Rezaré porque tenga un viaje seguro.
Ebata extendió una mano, e Ichika la aceptó. – Gracias, Ebata-san. – dijo Ichika. – Por todo lo que ha hecho por mí.
- Fue un placer. – Ebata volvió a hacer una reverencia, y le indicó a Maruo que se acercase. – Mis disculpas por adelantarme a usted, señor Nakano.
- No es ningún problema, Ebata. – dijo Maruo. Se adelantó a su secretario, y ofreció una mano. – Felicidades, Ichi—
Y antes de poder terminar de pronunciar el nombre de su hija, Maruo sintió un repentino calor envolverlo alrededor de sus hombros. Parándose de puntillas, Ichika se había alzado lo suficiente para poder jalar hacia abajo a este hombre tan reticente al que felizmente llamaba su padre. Los suaves mechones de su cabello acariciaban las mejillas de Maruo mientras Ichika le daba un rápido beso en la mejilla. – Gracias por cuidarme, papá. Por cuidarnos a todas.
Durante un rato Maruo se quedó en silencio. Siempre creyó que con su forma de ser nunca habría sido digno de tales halagos. Nada de lo que hizo le habría hecho merecer esta calidez que ahora lo rodeaba tan cariñosamente. Se había quedado al margen y en silencio durante la cúspide de la adolescencia de estas niñas, temeroso e inseguro de lo que realmente significaba ser un padre. Sabía que podría haberlo hecho mejor. Quería hacerlo mejor. Seguro que, para entonces, esta cosa llamada amor familiar podría merecer un lugar permanente para residir en su corazón.
Lentamente, Maruo colocó un brazo alrededor de los hombros de su hija. Ciertamente, y como todos allí lo sabían, Maruo había sido un hombre de pocas palabras, pero nadie podría negar que cada una de ellas estaba llena de verdad. – Me honras, Ichika. Me siento inmensamente orgulloso de ti.
Se soltaron, y Maruo metió la mano en el bolsillo de su chaqueta. Sacó una caja pequeña y blanca, y se la entregó a su hija. – Para ti, Ichika.
Adentro, había un reloj pulsera de diseñador. Una marca de lujo, similar al que Maruo llevaba en su propia muñeca, aunque más pequeño y elegante en apariencia. Tenía una correa delgada de oro y plata, y un marco que embellecería perfectamente la muñeca de la joven actriz. Unos diamantes amarillo canario enmarcaban todo el dial.
Y curiosamente, había un reloj más pequeño adentro, detrás de las manecillas principales. Era un dial secundario.
- Ya lo he configurado para ambas zonas horarias. – dijo Maruo. – Hazme saber inmediatamente si requieres alguna asistencia mientras estés fuera.
- Lo haré. – Ichika se puso el reloj. – Gracias, papá. Muchas gracias.
Y entonces, solo quedaban tres. Una familia humilde y maravillosa que había tenido el placer de conocer en estos años que pasaron tan lentamente. – Significa mucho que hayan venido todo el camino para despedirme.
Los tres miembros de la familia Uesugi le sonrieron. Isanari fue el primero en hablar, con el corazón igual que todas las veces que se reía. – Ya te lo dijimos, Ichika-chan, ¡ya eres parte de la familia! No nos habríamos perdido el día de hoy por nada del mundo, ¿verdad, Raiha-chan?
- ¡Sí! – Raiha asintió, y se aproximó a Ichika muy animada.
Ichika recibió entre sus brazos a la pequeña niña. – Sigue haciendo tu mejor esfuerzo en la escuela, ¿de acuerdo, Raiha-chan? Te extrañaré.
- ¡Yo también te extrañaré mucho, Ichika-neesan! – dijo Raiha alegremente.
Isanari levantó un brazo orgulloso, haciendo con la mano un gesto firme de pulgar arriba. – Ya que Fuutarou no está ocupándonos espacio, ¡decidió comprarnos un nuevo televisor! ¡Raiha-chan y yo nos aseguraremos de ver algunas de tus películas! ¡Así será como si nunca te hubieras ido!
Ichika se cubrió la boca mientras se reía. – Me halagan, Isanari-san, Raiha-chan. Pero es casi vergonzoso pensar que verán algunos de mis papeles de cuando debuté. Les prometo que pronto verán una actriz mejor y más refinada en la pantalla. Solo denme algunos años.
Los cuatro se rieron juntos. Era como si siempre hubiesen sido parte unos de los otros, riéndose con la misma alegría. Una vez más, Ichika pensó en lo afortunada que había sido su vida, para estar de pie hoy como la mujer en la cual creció para convertirse. Sus cuatro queridas hermanas, sus amigos, su familia. Incluso Oda y Kiku le habían enviado una foto y un mensaje más temprano esa mañana. Igual que muchas veces con los muchos días donde las dudas se acumulaban en su corazón y en su mente, los momentos como este eran las mayores bendiciones que pudiera desear. Casi era demasiado abrumador, pero siendo la mayor y por su propio bien, mantuvo la compostura. Más que nada, una actriz debía saber mantener la compostura.
Ichika necesitaría hasta la última onza de ella para encarar a la última persona.
- Y ahora, aquí estás tú. – Ichika sonrió juguetonamente. Su cabeza ligeramente inclinada hacía colgar la tira de pelo rosa de su cabello sobre su rostro. – La persona a quien es más difícil decirle adiós.
Eran solo ellos dos. Fuutarou suspiró despreocupadamente, y encaró orgullosamente a su pareja. – Créeme, esto tampoco será fácil de este lado.
Ichika le devolvió una risita, algo más ligera y vacía que las anteriores. – Otra vez lo siento, por hacerte pasar por todo esto, Fuutarou-kun. ¿Será que tu corazón puede perdonarme?
- Eso no necesitas preguntarlo, Ichika. Ya sabes cuál es la respuesta.
- Pero siempre habrá un resquicio de duda en alguna parte. Incluso aunque me lo asegures una y otra vez. – Ichika negó con su cabeza. Hubo un breve silencio en el cual ninguno encontró palabras para decir. – Ja, nunca creí que sería tan difícil. En serio… no sé qué pasará si digo otra palabra más.
- Entonces no lo hagas. – declaró Fuutarou simplemente. Se puso una mano en la cintura, y soltó un largo suspiro. – Creo que… ya nos hemos dicho lo suficiente en el último mes. Probablemente hemos estado pensando en este momento exacto una y otra vez. Yo… he estado pensando en todas las cosas que querría decir ahora, pero…
- … pero no es nada comparado con las cosas que no queremos decir, ¿eh? – concluyó Ichika por él. Había algo vulnerable en la forma en que lo dijo, como si su voz hubiese quedado reducida a un simple susurro. – … Ño sé, Fuutarou-kun."
- Ichika. – Fuutarou lentamente trató de tomar su mano. Sus dedos encajaban perfectamente en los espacios que había entre los de ella, apretándose con cada segundo que pasaba hasta que finalmente se quedó inmóvil. Miró profundamente en los ojos casi húmedos de ella, preguntándose si ella estaría haciendo lo mismo.
Suavemente, Ichika se le acercó, dándole un largo, tierno y anhelante beso en sus labios.
Mientras muchas palabras que describían este sentimiento se revolvían en su cabeza y su corazón, solo había una que parecía la más apropiada.
- Ittekimasu.
- Itterasshai.
(-0-)
Y así, el resto del tiempo transcurrió solemnemente. Todos vieron por última vez a la joven y brillante actriz mientras caminaba hacia adelante con paso diligente. La nuca de su cabello corto y rosa lentamente se alejó, convirtiéndose en una con la multitud de pasajeros. Atravesó los últimos puestos de seguridad en el aeropuerto, siguiendo la corriente en movimiento constante de los viajeros que eventualmente desaparecerían detrás de las últimas paredes que los separaban.
Una última vez, la joven actriz se dio la vuelta. Una última vez, le sonreiría ampliamente a aquellos que la habían seguido hasta aquí. Una última vez, soltaría un juguetón guiño cargado de infinita confianza, diciéndoles que todo estaría bien.
Todo el rato, aquellos que estaban en su corazón la observaban y se despedían con la mano. Se quedaron allí hasta que no pudieron ver ni un solo mechón de su cabello rosa. Luego esperaron un poco más. Lo suficiente para que cada una de sus sinceras sonrisas lentamente se desvaneciera. El día finalmente había llegado.
Ichika Nakano se marchaba de Japón.
Un silencio sombrío pareció caer sobre las puertas de la terminal. Cada sonido y rumor que venía de la gente que pasaba alrededor parecía ahogarse en un susurro, insignificante comparado con los pensamientos que viajaban por sus cabezas. Uno por uno, se dieron la vuelta. Se alejaron de las barandas que los separaban del puesto de seguridad. Lentamente. Quedamente. Todos se alejaron, excepto por la única que todavía se aferraba con fuerza a las barandas.
- Nino… – la llamó Miku en tono vacío. – Ya debemos… irnos.
- Lo sé… – replicó lentamente la segunda hermana. – Yo… enseguida voy…
Junto a ellas, Raiha echó varias miradas alrededor de las hermanas, y luego al resto de su grupo. –Hey… ¿alguien ha visto a Oniichan por alguna parte? Hace un momento estaba justo aquí.
- ¿Uesugi-san? – Yotsuba se agachó para encarar a la pequeña niña. Hubo un breve instante en el que hizo un gesto exagerado de estar observando el área, con la mano en paralelo a sus cejas. Luego de un largo rato, levantó la cabeza rápidamente. – ¡Ah! ¡Creo que ya recuerdo! ¡Me parece haber visto a Uesugi-san irse… por allá!
Raiha siguió con la mirada a donde el dedo de Yotsuba apuntaba. – ¿Por allá? ¿Pero no es por donde habíamos venido?
- ¡Jaja! ¡Uesugi-san debe haberse olvidado! ¡Qué chico tan tonto! Vamos, hay que ir a buscarlo.
Escuchando su conversación, Itsuki arqueó una ceja ligeramente. – ¿Uesugi-kun? No… estoy segura de haberlo visto ir por el otro…
Miku puso una mano sobre el hombro de Itsuki, sacudiendo lentamente la cabeza.
- ¿Dijiste algo, Itsuki-san? – dijo Raiha dándose la vuelta. Ya estaba agarrando de la mano a Yotsuba.
- Sí. ¿Quieres ayudarnos a buscar a Uesugi-san, Itsuki? – sonrió Yotsuba.
- Oh um… no, solo estaba diciendo que… – Itsuki sacudió ambas manos sobre su pecho. – Decía que deberíamos darnos prisa y alcanzar a Uesugi-kun. Antes que se pierda.
- ¡Lo haremos! – Yotsuba hizo un saludo militar, y Raiha la imitó.
Al mismo tiempo, Maruo se había alejado de las puertas de abordaje. Se arremangó la muñeca de su traje, mirando el lento tictac de su reloj. Pasaría poco tiempo antes de que Ebata volviera con su auto. Seguramente habría algo de tráfico ligero. Tal vez algunas demoras ligeras. Unos pocos momentos para estar a solas.
- Y bien, Maruo. – dijo una voz distante. – Debe ser algo muy…
Y de repente se terminaron. Isanari estaba de pie con los brazos cruzados, sacudiendo su cabeza mientras miraba a espaldas de Maruo. Difícilmente parecía que el hombre estoico habría escuchado una sola palabra de lo que dijo, y aunque quisiera, Isanari sabía que Maruo solo quería una cosa. – Cielos… – Se rio por lo bajo alejándose. – Así que sí eres capaz de mostrar sentimientos, después de todo. Viejo aguafiestas.
Con el tiempo, su pequeña búsqueda se convirtió en breves aventuras por la terminal del aeropuerto. Raiha daba vueltas en círculos alrededor de los pilares, y saltaba alrededor de las líneas que decoraban el suelo, olvidando que se suponía que estuvieran buscando a su hermano mayor. Todavía tenían curiosidad de los rincones del aeropuerto y Yotsuba seguía explorándolos, y Raiha se dio la vuelta alegremente. – ¡Yotsuba-san! ¡Yotsuba-san! Vamos a ver por…
Raiha se detuvo. Corrió hacia donde la cuarta hermana de repente se había parado. – ¿Yotsuba… san…?
Apenas podía oír la voz de Yotsuba, ahogada por sus manos en las cuales ahora tenía la cara hundida. Le estaba tomando toda su fuerza evitar dejarse caer colapsando por completo en el suelo. –Rai…ha…chan…
- ¡Yotsuba-san! ¿Estás bien?
Una por una, las lágrimas comenzaron a caer.
Las de Yotsuba, que histéricamente abrazó a la niña que tenía a su lado, repitió los mismos sonidos de palabras que no pudo completar. Las de Nino, que tercamente se rehusó a alejarse de las barandas de seguridad, enterrando sus uñas en su piel mientras se aferraba a las barras de metal. Las de Miku e Itsuki, que se abrazaban fuertemente una a la otra, sintiendo el aliento de la otra. Maruo, que se quedó a solas en silencio fuera de las puertas de la terminal, cerrando lentamente sus ojos.
Y lejos de todos ellos, dentro de los confines de un baño cerrado, las de Fuutarou. La espalda de su camiseta rozó contra la puerta cerrada detrás de él. Su antebrazo frotándose sobre sus ojos, y sus dientes fuertemente apretados y rechinando. Cada sentimiento de culpa, cada deseo egoísta, que desesperadamente se abría paso a través de las paredes de su corazón. Se sentía cansado. Exhausto. Había peleado esa batalla demasiado tiempo, y ya no tenía la fuerza de voluntad para contenerlo más.
Los sentimientos se hincharon desde su pecho hasta que le ahogaron la garganta. Llegaban a lo más profundo de sus entrañas, forzando cada horrible y desagradable sonido que su voz pudiese pronunciar. Exprimieron hasta la última gota que había en sus ojos, hasta que pudo sentir el sutil sabor del agua salada sobre su labio superior. Y no encontraba la fuerza en su interior para que le importase.
Y la última de todos. La mujer que estaba de pie, sola, tras atravesar las últimas puertas, enmarcada por el movimiento ajetreado de todo a su alrededor. Diecinueve años de vida. Diecinueve largos años de esta vida tan llena de caprichos, donde cada día siempre veía las mismas caras. Por muchas veces que se pudiera repetir lo mismo, siempre habría esos breves momentos de realización. Este mundo en el cual entraba, aquel al que llamaban la adultez. Los pocos pasos que separaban la bendición de la ingenuidad, y las puertas que se cerrarían permanentemente detrás.
Este mundo que se movía alrededor de ella; este mundo en el que había encontrado su lugar. Todas las decisiones que había tomado para poder estar de pie aquí, y todos los sacrificios que había hecho para lograrlo. Tal vez, en cierto momento en los últimos años, Ichika había pensado que estaría más feliz en este día. Solo un poco más eufórica, luego que todo estuviese dicho y hecho. Una y otra vez, Ichika se había imaginado los días así. Debería haberlo sabido ya.
Debería haber sabido muy bien lo doloroso que sería.
Ichika se dio cuenta de lo idealista que era mantenerse tan ingenua. Lo aterrador que era crecer finalmente. Una última puerta se cerró detrás de ella, una última cortina cayó cerrando las últimas partes de ella que aún permanecían siendo de niña. Si hubiese un último pequeño deseo egoísta que pudiese pedir, sería poder disfrutarlo un poco más, antes de dar otro paso al frente. Se puso la palma de la mano sobre su boca, y cerró con fuerza sus ojos.
Había dejado atrás las puertas. Todo lo que había conocido, ahora lo había dejado atrás con ellas.
Y finalmente, Ichika pudo permitirse llorar.
Esta historia continuará…
Notas del traductor:
¿Qué tal, gente? Bien, el primer capítulo de este año para esta traducción. Ya lo veía venir, sabía que iba a ser doloroso, pero... la verdad también me solté a llorar junto con todos. Me sentí muy identificado con Fuutarou allí, no lo culpo por preferir salir corriendo a llorar donde nadie pudiese verlo para poder soltarse como lo hizo. Algunos de nosotros simplemente no podemos soltarnos de ese modo enfrente de los demás, solo cuando estamos en privado. Hasta el propio Maruo también lo sintió, que decir de las demás hermanas, pero realmente me golpeó. Créditos a bobalon por empezar el capítulo relativamente alegre y optimista con esa visita a la tumba de Rena, solo para hacerme soltar todo el grifo al final.
Si les soy sincero, no he leído muchas historias que lidian con relaciones de larga distancia, así que me intriga mucho ver cómo la llevarán aquí. No va a ser fácil, y serán dos largos años para que Ichika pueda volver a Japón, y que Fuutarou se quede esperando al amor de su vida. Y ahora sin la "líder" del grupo, las Nakano tendrán que independizarse y buscar todas su propio camino en la vida. Pero al final, cuando vuelva, todos habrán crecido, y su hogar estará esperándole tal como ella lo dejó, con sus seres amados para darle la bienvenida. ¿Qué sucederá en el entretiempo? Aun quedan muchas preguntas sin responder.
No hay más que decir, espero que hayan disfrutado del capítulo. Me salteo los agradecimientos porque solo hubo un review con una broma fuera de contexto que no entendí en lo más mínimo. Hasta la próxima, ¡sayonara!
