Todo de mí

Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude

Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.


Capítulo 16 — En algún lugar serás libre


La quietud del frente de una tienda. Paredes y ventanas que se habían quedado predominantemente sin ser tocados contra los años que pasaban lentamente, ocultas pacíficamente dentro de una calle llena de actividad. Una tienda que se alzaba en la soledad y el silencio mientras todo a su alrededor comenzaba a cambiar. Los dueños y tenderos iban y venían; los letreros cambiaban y se reorganizaban; nuevas arquitecturas y remodelaciones pintadas en todos los colores del comercio moderno. Ahora, casi dos décadas más tarde, el mundo de afuera de estas paredes polvosas y de papel de resina marrón y opaco difícilmente resultaba familiar a esa vieja memoria.

Sin embargo, incluso a un lugar tan solitario como este de vez en cuando vendría una sorpresa o dos. Una sorpresa bañada en luz solar que se echaba en falta por mucho tiempo, mientras se arrancaban las hojas de papel de resina fuera de las viejas ventanas. Un aliento muy bienvenido del aire de afuera que sacudía las capas de polvo. Ocupando los interiores de la Panadería Uesugi estaban sus visitantes usuales. Los tres miembros de la familia que nunca fallaban cuando eran los días de hacer el mantenimiento de rutina. Igual que siempre lo hacían, aunque el día de hoy, los muros de la vieja panadería eran observados por algunos ojos curiosos de más.

- Como dije, no es nada elegante. – dijo Fuutarou, bajándose el tapabocas. Dejó de lado la escoba y el recogedor mientras les daba la bienvenida a las tres hermanas Nakano. El amplio vacío de la tienda pronunciaba cada uno de sus pasos curiosos con ecos muy breves. – Tengan cuidado de mover cualquier cosa. Todavía hay mucho polvo por todos lados.

Los ojos de las chicas se dirigieron a diferentes esquinas de la panadería. La primera en pasar de largo a Fuutarou fue Yotsuba, que estaba muy emocionada en fijarse en cada cachivache y objeto como si estuviese brillando, aspirando profundamente antes de soltar un "¡Whoa…!" antes de continuar. – ¿De verdad este lugar solía ser suyo, Uesugi-san?

- Técnicamente todavía lo es. – respondió Fuutarou. Limpió algo del piso liego de mover un par de sillas y mesas. – Aunque no lo hemos hecho funcionar en un largo tiempo. Miku, ¿puedes ayudarme a quitar esta tela de la mesa?

Yotsuba eventualmente se encontró mirando su propio reflejo en un vidrio polvoso, espiando a través de la caja de cristal redonda en el frente de la panadería. Aunque no se parecía en nada a las que frecuentaba con sus hermanas, los variados aparatos y muebles sin duda eran parte de una panadería. Una panadería pequeña y humilde, pero seguía siendo una panadería. Mientras observaba los estantes vacíos de pan, Yotsuba no pudo evitar preguntarse cómo habría lucido este lugar en su mejor momento. La cantidad de deliciosos y calientes panes, pasteles y demás repostería que podrían haberse puesto a la venta aquí, tentándole a presionar su nariz contra el cristal.

En lugar de eso, todo lo que se encontró fue la tela a rayas de una camiseta, dando la vuelta alrededor de la esquina del estante, acompañada de una tira de cabello con forma de pluma sobre la cabeza de la persona.

- ¡Bienvenidas todas! – saludó alegremente Raiha. – ¡Gracias por venir a ayudarnos! Hemos estado aquí desde la madrugada, ¡pero todavía tenemos mucho por hacer!

- Muy bien, ahora… – Fuutarou murmuró para sí mismo – ¿Crees poder manejar el resto de las sillas por ti misma, Miku? Sólo apílalas por allá.

Miku asintió. – Seguro, no hay problema.

Fuutarou miró por encima de su hombro. – Ahora, Nino, ¿crees que podrías ayudarme con el…?

Antes que Fuutarou pudiese acabar, la segunda hija rápidamente se había alejado de él, atravesando toda la panadería. – ¡Oh Dios mío, Raiha-chan! – exclamó Nino excitada. – ¡¿Este es él?!

Cuidadosamente acunado en los brazos de Raiha se encontraba un gato de pelaje claro y tamaño mediano. Era de color crema que se mezclaba con oscuro hacia el final de su hocico, patas y cola, y sus enormes ojos eran de un azul gélido y opaco mientras la curiosa quintilliza se acercaba. – ¡¿Este es el gatito que Fuu-kun adoptó?!

- ¡Sip! – Raiha sonrió ampliamente, acariciando suavemente su pelaje. – ¡Este es Tappi! ¿Quieres acariciarlo?

- ¿Puedo? ¿De verdad está bien? Quiero decir… ¿me dejará que…?

Raiha asintió. – ¡Es super amigable! Adelante, acarícialo. ¡Oniichan le ha enseñado muy bien!

- Quiero decir… si tú dices que está bien, Raiha-chan… – Nino alzó la palma con cautela, deteniéndose cuando la mirada del gato se tornaba suspicaz. No pasó mucho antes que sus dedos estuvieran acariciando felizmente a lo largo del pelaje de Tappi, tornando la mirada en los ojos de Nino tan brillante como las estrellas mientras chillaba emocionada. – ¡Y-Yotsuba! Tienes que venir a verlo. ¡Es lo más lindo del mundo!

- ¡Ya voy! – La cuarta hermana corrió hacia ella, agachándose al acercarse. Un brillo similar apareció en sus ojos mientras se emocionaba igual. – ¡Aww! ¡El gatito de Uesugi-san es tan lindo!

- ¡Su pelaje es muy suave! ¡Se siente como un panqueque!

- ¿En serio? ¡Déjame ver! Aquí, Tappi, Tappi… – Yotsuba gentilmente movió los dedos. – Qué lindo gatito…

- De verdad le gusta cuando lo acarician aquí. – dijo Raiha. – Justo detrás de las orejas, ¿lo ven?

Las dos observaron felizmente cómo la mirada en el rostro del gato se derretía y sonreía de placer, enrollando su cuello y hombros cuando lo acariciaban y lo rascaban, acompañado de un ligero ronroneo. La atención, según parecía, era algo a lo que el pequeño felino se acostumbraría rápidamente, mientras el resto de las chicas tuvieran cuidado de no mimarlo más de la cuenta.

Desde el otro lado de la panadería, Fuutarou cogió uno de los trapos de limpiar que quedaban de sobra. Una mueca se formó en su cara mientras murmuraba para sí mismo. – Como quieran. Lo voy a hacer yo mismo entonces…

- Vi un par de películas de Ichika-neesan recientemente. – dijo Raiha mientras le pasaba a Tappi a Nino. – ¡No sabía que había hecho tantas películas mientras seguía en preparatoria! ¿Acaso su escuela le permitía hacer eso?

- Algunas las tuvo que filmar en secreto. – dijo Yotsuba con una risita ligeramente culpable. – ¿Cuáles viste?

- Veamos… – pensó Raiha por un momento. – El fin de semana pasado vi uno llamado Cartas para el Predicador, que fue un poco confusa. Aunque Ichika-neesan no tuvo muchas partes allí. Y anoche, vi la de Locura en el Parque de los Zombis. La parte 1 y la 2, Retorno del Carnaval de Zombis. ¡Esas realmente me gustaron! Estoy en el sexto episodio con uno de los dramas matutinos en los que participó. Anhelando abrazarte.

- ¡También recuerdo ese! – dijo Nino. – Eso fue cuando todavía íbamos en segundo año. Lloré como no tienes idea cuando tuvo que rechazar a ese chico guapo porque quería estar con su mejor amigo.

- ¡Yo también lloré! – gimió Raiha. – ¡Fue tan dulce! ¡Oh! ¡Eso me recuerda! También vi una realmente buena el otro día. Creo que se llamaba Chocolate relleno de Sangre.

- ¡No puede ser! – exclamó Yotsuba en voz alta, casi haciendo que Tappi saltara de los brazos de Nino. – ¡Esa fue una de las películas que Ichika filmó en los Estados Unidos! ¡Nos dijo que fue super popular! ¡¿Cómo fue que la viste?!

Raiha sonrió traviesamente. – Papá conectó este aparato a nuestra nueva televisión. ¡Ahora podemos ver por streaming un montón de shows y películas, todo gratis! ¿No es genial?

- "¿Eso siquiera es legal?" – pensó Nino, pero no le dio muchas vueltas al asunto. – No lo puedo creer, Raiha-chan. ¡Estoy celosa! Me muero por ver esa desde que Ichika nos enseñó su atuendo, ¡pero todavía no ha sido lanzada fuera de Estados Unidos!

- ¿Qué fue todo eso de nuevo? – preguntó Yotsuba.

- Una mujer despierta un día convertida en una vampira. – Nino estaba citando la sinopsis que había leído muchas veces ya. – Busca retener su humanidad mientras intenta saciarse de sangre para poder vivir. Luego conoce a un extraño que podría ser la clave para cambiar su destino. ¿No crees que es una historia muy romántica y emocionante?

- ¡Fue hermosa! – chilló Raiha. – ¡Hay tanto que quiero decir de ella, pero no puedo spoilearla! Tendrás que verla por tu cuenta.

- ¿Puedes creer lo bien que le está yendo a Ichika allá en Estados Unidos? – dijo Yotsuba con estrellas brillándole en los ojos. – ¡Su cuenta ahora tiene muchísimos seguidores! ¡Es una locura!

- Diría que demasiado bien… – murmuró Nino, sin molestarse en ocultar la mirada de insatisfacción en su rostro. – Luego de haber hecho tanto alboroto por irse de casa, uno pensaría que Ichika al menos tendría que esforzarse un poco. Honestamente, a Ichika le está yendo mejor que nunca…

Yotsuba y Raiha se rieron. Continuando con el pensamiento, Raiha decidió sacar otra película a colación. – ¡Oh! Y también había otra que me gustó, pero papá tuvo que apagarla antes de terminar porque era demasiado aterradora. Era una sobre un fantasma que espantaba los mensajes de texto de la gente…

- Recuerdo esa. – señaló Nino. – Creo que se llamaba ¿Estás ahí? Todas la vimos juntas cuando estaba en los teatros locales. Aunque el personaje de Ichika murió muy pronto. Fue la segunda víctima después que recibió un mensaje de texto en el baño del hospital y luego…

Yotsuba de repente soltó un ruido muy fuerte, como si eso pudiera evitar que las palabras entraran en su cabeza. – ¡Basta, basta! ¡Apenas me había olvidado de esa! ¿Por qué tuviste que recordármela? Ahora tendré que volver a buscar mi lamparita de noche…

- Ya eres mayor para tener algo así.

- ¡No es cierto! ¿Qué tiene de malo que la tenga, de todos modos? – Yotsuba hizo un puchero. Miró hacia el regazo de Nino, donde un curioso par de ojos felinos la observaban. – ¡Y deja de acaparar al gatito de Uesugi-san! ¡Déjame tener mi turno de abrazarlo también, Nino!

- Estábamos ocupadas hablando de las películas de Ichika todo el rato, apenas tuve tiempo.

De vuelta en el frente de la panadería, Miku se rio para sí misma mientras movía la última de las sillas. – Parece que Tappi es bastante popular con ellas, ¿no?

- Como una excusa para no ayudarnos, quizás. – se burló Fuutarou mientras seguía fregando las ventanas. – Me hace preguntarme si sólo vinieron a jugar o algo así.

Miku volvió a reírse. – Vamos, todavía es muy temprano. Pero, ¿sabes qué?, todas estuvimos muy sorprendidas cuando nos contaste que habías adoptado a un gato. Algunas creímos que sólo estabas bromeando.

- ¿Es tan extraño? No creo haber dicho jamás tener algo contra ellos.

- Es que tuvimos problemas para imaginárnoslo. – La tercera hermana se encogió de hombros. – Por ahora sólo estás en el programa de cuidado para él, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo llevas?

- Probablemente… poco más de un mes ahora. Un mes y medio a lo mucho.

- ¿Y? ¿Se llevan bien ustedes dos?

Fuutarou cruzó los brazos, pensando. – Hmm… sí. Se podría decir que sí. De hecho no está tan mal. Tappi no me estorba mucho, y la verdad cada uno de nosotros se ocupa de lo suyo en su mayor parte. La verdad es que se porta muy bien… bueno, excepto la primera semana mientras nos acostumbrábamos uno al otro.

- ¿Oh? – Miku lo miró atentamente. – Ahora tengo curiosidad.

El chico se tomó su tiempo para recordar los detalles, y sus expresiones ya le daban una idea a Miku de qué esperarse. – Al principio, los dos estábamos muy rígidos. – comenzó Fuutarou. – Se la pasó escondiéndose debajo de mi cama las dos primeras noches, y tuve que hacer de todo para sacarlo. Comida en el plato, algunos de los juguetes que me proveyó el refugio… fue un verdadero fastidio. Aunque supongo que en parte fue mi culpa; no sabía que mirarlos fijamente se considera un gesto agresivo para los gatos.

- ¿No lo sabías? Vamos, Fuutarou. Nosotras nunca hemos tenido un gato, pero hasta yo sé eso. ¿Alguna vez has visto a un gato callejero de camino a la escuela y trataste de saludarlo?

- Nunca me topé con muchos. – replicó él distraídamente. – Por alguna razón, parecían evitarme.

Miku le lanzó una mirada medio divertida, como si intentara comunicarle silenciosamente que no debería estar tan sorprendida de descubrir eso sobre él. Después de todo, si las primeras impresiones eran como el día que todas habían conocido a Fuutarou, entonces Miku no podía más que expresar su simpatía por su nuevo compañero felino. Simpatía, con algo de risa.

Sin pensar mucho al respecto, Fuutarou continuó. – También, tuve que investigar todas estas cosas raras sobre hacer que mis muebles fueran a prueba de rasguños y todo eso. Una vez que logré sacar a Tappi de debajo de la cama, prácticamente se trepaba a todos lados. Se sentaba en los libreros, encima de las alacenas, y por supuesto, su lugar favorito tenía que ser en medio de mi cama durante la noche y mi escritorio durante el día. – Soltó un suspiro cansado.

- Suena a que lo tuviste muy difícil. – Miku se rio amablemente. – Pero ¿sabes? Creo que podría ser realmente bueno para ti que considerases adoptarlo a tiempo completo. Parece raro pensarlo, pero… pareces estar de mejor humor últimamente.

Fuutarou alzó una ceja curiosa. – ¿Crees que estaba de mal humor antes?

- Not exactamente eso, no lo creo. Supongo que se podría decir que fue un presentimiento. – Sacudió su cabeza lentamente. Con una sensación de cortesía, Miku recogió uno de los trapos que sobraban junto a Fuutarou, enrollándolo suavemente en su mano. Nunca sintió que le correspondiera decir cosas como esta con tanta confianza, pero a veces, Miku tendría el deseo de decir lo que le pasaba por la mente. Nada más tenía que desviar un poco la mirada, jugando con la tela que tenía entre las manos.

- Aunque dije que era un poco raro de pensar. – continuó Miku. – Pero… últimamente pareces más tú mismo, Fuutarou. Si tener a Tappi ayuda con eso, entonces no puedo verlo sino como algo bueno.

Era muy fácil confiar en ella. Cuando se trataba de Miku, Fuutarou se había dado cuenta que la tercera hermana difícilmente se enterraba algo entre sus palabras. Para alguien que se le hizo difícil deshacerse de ese antiguo y cínico ser que solía ser, la amabilidad genuina siempre lo tomaba desprevenido. – C-claro. – Se aclaró la garganta abruptamente. – Bueno, no todo ha sido malo. Después de la primera semana, creo que me acostumbré a tenerlo por allí.

Comenzó a pensar con afecto de su corto tiempo juntos. – Tappi ya se ha acostumbrado a mi horario. Ya sabe cuándo entro y cuando salgo de mi apartamento. Últimamente ha empezado a recostarse junto a mí mientras estudio, y me han traído más juguetes para él así que puedo jugar con él. Es muy reconfortante.

- ¡Eso es muy bueno para ti entonces!

- Sí. – asintió Fuutarou. – Necesito recordar agradecerle a Takebayashi de nuevo por todos los consejos que me ha dado. Resultó ser más difícil de lo que pensé.

Miku le dio una mirada curiosa. – ¿Quién?

- Una vieja amiga mía. Nos conocimos por la mayor parte de la escuela primaria y secundaria, y ahora resulta que seremos compañeros este semestre…

- ¡Ya decía yo que ese nombre sonaba familiar! – los interrumpió una voz. Los dos se giraron justo a tiempo para encontrarse a Nino marchando hacia ellos. Colocó ambos brazos firmemente en jarras. – Dime, ¿qué estás tratando de hacer aquí, eh?

- Umm… ¿discúlpame? – Fuutarou ladeó la cabeza como si hubiese alguien más a quien ella le estuviera hablando que no fuese él. – ¿Hacer qué cosa?

Nino lo fulminó con la mirada. – Es esa chica, ¿verdad? ¿Con la que estabas en el festival?

- Oh. – La expresión de Miku se tornó amarga. – Esa chica.

Ahora, dos miradas mortales llenas de amargura lo estaban atravesando. – ¿Hay algo aquí que me estoy perdiendo? – cuestionó Fuutarou. – ¿Cuál es el problema con Takebayashi?

- Que no me cae bien. – declaró secamente Nino.

- Espera, ¿por qué?

- No me digas que ya se te olvidó. Esa chica tuvo mucho nervio al pretender que era más cercana contigo que ninguna de nosotros. Ugh… todavía recuerdo esa mirada en su rostro. De verdad que me cabrea de pensar en ella…

Fuutarou suspiró, sacudiendo la cabeza. – Esa es la forma de ser de Takebayashi. Solo estaba jugando un poco con ustedes. No dejes que te afecte.

- Demasiado tarde; ya lo hizo. – Nino cruzó los brazos. Fuutarou sabía demasiado bien que Nino siempre se mantendría firme en su posición una vez que decidiera algo sobre alguien. Convencerla más allá de este punto sería inútil. Con los ojos todavía más fijos, Nino continuó. – ¿Y bien? ¿Cuál es tu ángulo aquí, Fuu-kun? ¿Por qué otra vez andas por allí con ella?

- Lo dices como si fuese algo malo. Ya te lo dije, es una vieja amiga. ¿Qué hay de malo en que pase tiempo con ella?

- Ugh. ¿De verdad necesito explicártelo? – Le hundió el dedo en el pecho. – Ya tienes una novia. Y en este momento se encuentra al otro lado del mundo. Ahora, ¿te estás poniendo muy comodín con una chica de tu infancia? – Se detuvo por un momento. – ¿Ya estás juntando las piezas, o también tengo que hacer eso por ti?

- En serio, no estarás pensando que yo… – Fuutarou dio un pequeño respingo ante el pensamiento, más todavía cuando ambas, Nino y Miku lo estaban mirando con ojos acusadores. Nunca se le ocurrió que se vería en este tipo de situación. – Oh, vamos. ¿De verdad ustedes creen que yo haría cualquier cosa con Takebayashi, sólo porque es una chica? ¡Eso es ridículo! Es sólo una amiga.

- Hey, sólo me estoy asegurando. – Nino se encogió de hombros, echándose el cabello hacia un lado. – Ichika nos dijo que te cuidáramos mientras se iba. Si dependiera de mí, me mudaría a Tokio en persona para mantener un ojo sobre ti, para que no se te acerque ninguna zorra roba hombres que pueda haber allí fuera.

- Dudo que Ichika te lo haya pedido por esas razones… – murmuró Fuutarou. – Y además, ya le conté que me encontré con Takebayashi hace poco. Nunca expresó que hubiese algo malo con eso.

- Tch. Como si una chica pudiese decirte cuando está celosa. – Nino rodó los ojos. – Si hubiera sabido de quién estaba hablando Ichika cuando mencionó a "la amiga de Fuutarou", le habría dicho que volara de vuelta aquí para poder amarrar a su hombre. Esa chica es un problema.

- Mira, probablemente estás exagerando…

- ¿De verdad…? – Miku, que había permanecido bastante calladita durante toda la discusión, finalmente decidió hablar. — Digo, sé que con Ichika es muy obvio, Fuutarou… – Sus ojos escudriñaron por toda la habitación y el suelo, reuniendo el valor para mirarlo a los ojos. – Pero… tú nos consideras al resto de nosotras más cercanas a ti, ¿verdad? ¿Al menos más que Takebayashi-san…?"

Sus miradas se tornaron más penetrantes. Por primera vez en la conversación, Fuutarou se sentía atrapado y sin opciones. Incluso los lentos segundos entre el silencio y sus siguientes palabras podrían ser usados en su contra. ¿Qué podría decirles a estas dos para convencerlas de…?

- ¡Hey, vamos, chicas! – De repente Yotsuba apareció detrás de ellos, sujetando un trapeador y un balde. Extendió el brazo hacia ellas, forzando a sus dos hermanas a coger una de las herramientas de limpieza cada una. Con una sonrisa orgullosa, continuó. – ¡Vinimos aquí para ayudar a Uesugi-san a limpiar el lugar! ¡Dejemos la cháchara y a trabajar!

- ¡Me gusta tu actitud! – Otra voz, bastante oportuna, reverberó por toda la habitación. La silueta de un hombre alto se enmarcaba en la puerta, y con una amplia sonrisa, se levantó las gafas de sol sobre su frente. – Perdón por llegar algo tarde, tuve que ocuparme de algunas cosas. – dijo Isanari.

- Allí estás. – Fuutarou dejó salir un suspiro de alivio. – Parece que por fin podemos empezar. Ya nos ocupamos de algunas de las cosas pequeñas.

- Grandioso. – Isanari dio un paso adelante, echando una mirada a las hermanas que se habían ofrecido de voluntarias. – Muy bien… les agradezco mucho por su tiempo, chicas. Ya seguramente estos dos les habrán dado el resumen de lo que hacemos aquí, ¿verdad?

Ambas asintieron sincronizadas, e Isanari pareció divertido por lo mucho que se parecían las quintillizas entre ellas. – Perdónenme, todavía no me acostumbro a distinguirlas. Fuutarou mencionó que una de ustedes es buena para levantar pesos pesados. Déjenme tratar de adivinar… – Se llevó el nudillo hacia su mentón, tratando de marcar el carácter de cada una de las chicas. Señaló entonces a Nino. – ¡Tú tienes una mirada de chica ruda, jovencita! Eso significa que tú debes ser… ¡Yoshida!

- En realidad es Yotsuba… – respondió Nino, señalando hacia la chica con el lazo verde amarrado en su cabeza. Al mismo tiempo, Yotsuba se arremangó una de sus mangas para flexionar sus músculos. – Y ella está por allá.

- ¡Esa soy yo! – continuó Yotsuba con entusiasmo. – ¡Sólo dígame dónde puedo ser buena!

- Ah, diablos. – Isanari chasqueó los dedos. – Perdón por eso. Uno de estos días lo haré bien. Muy bien, entonces…

Tras otro resumen rápido, los seis se dispersaron para hacer cada uno su tarea. Sería un día de limpieza como cualquier otro que hubieran hecho. Dos veces al año hasta donde los miembros de la familia Uesugi podían recordar, y esta fue la primera vez que tenían ayuda de afuera. El doble de manos, muchas veces más eficiente. Había muchas cosas que podían incluir ahora aparte del mantenimiento básico y la limpieza de rutina.

Isanari, Fuutarou y Yotsuba manejaban los asuntos en relación al lado más pesado de la labor. Su panadería tenía un montón de cajas y equipamiento antiguos que necesitaban ser movidos de su lugar. Algunas cosas tenían que ser almacenadas por aquí, y llevarse algunas a otra parte por allá. Isanari también había traído algunas cosas que ayudarían a que el lugar se viera un poco más nuevo. Algunas latas de pintura, brochas y rodillos; nada extravagante más allá de reparar algunas paredes y esquinas desgastadas. Yotsuba tendría que recordarle a Fuutarou de vez en cuando cómo manejar apropiadamente los objetos pesados, para evitar lastimarse.

Raiha, Nino, Miku y Tappi hacían lo mejor para no estorbarles mientras se paseaban de ida y vuelta por toda la panadería. Pasaban de largo las cajas, otras cajas más grandes, mesas y sillas y les echaban ánimos siempre que veían pasar a los demás. Luego de ponerse más serias con sus tareas, Raiha eventualmente tuvo que obligar al curioso gato a volver a su jaula de transporte. Para Nino y Miku, explorar el equipamiento y el diseño de la vieja cocina era una experiencia fascinante. Había herramientas y aparatos con los que no estaban familiarizadas y que bien podrían ser considerados arcaicos. Años de tierno amor y cuidado se mostraban en cada esquina mientras Miku y Nino descubrían vestigios remanentes del pasado de la familia Uesugi. Algunas notas y recetas garabateadas dentro de un libro. Un par de nombres grabados en lo lejano de las paredes de una alacena de madera (Isanari y Naoko) con corazoncitos y caritas sonrientes alrededor.

- ¿Hmm? ¿Preguntan por la panadería? – Raiha miró detrás de ellas. Les estaba ofreciendo una sonrisa a modo de disculpa. – Perdón, pero realmente no sé mucho. Nuestra madre murió cuando yo era muy pequeña, así que nunca supe cómo era este lugar. Aunque… también me pregunto sobre eso a menudo.

- Oh… – dijo Miku mientras restregaba en la superficie de la cocina. – Perdón, no quise preguntar algo que te haga sentir incómodo.

Raiha negó con la cabeza. – No, no te preocupes por eso, Miku-san. Todavía me hace feliz venir aquí y ayudar. Puedo verlo en las caras de papá y Oniichan; ellos aman este lugar. Mamá también. Eso es más que suficiente para que yo también lo ame, y quiero protegerlo con ellos. Aunque esto sea todo lo que puedo hacer por el momento.

- Eres una buena niña, Raiha-chan. – dijo Nino mientras cerraba una de las alacenas superiores. –¡Agh! ¿No puedo ya convertirte en mi hermanita? ¡Fuu-kun no te mima lo suficiente!

- Bueno… – dijo Miku – es posible si Fuutarou termina proponiéndole matrimonio a Ichika, ¿sabes?

- ¡¿P-p-proponerle?! – Nino se giró rápidamente. A decir verdad, a veces sentía que necesitara algo de tiempo para acostumbrarse al hecho de que esos dos estuvieran saliendo juntos. Mucho menos en el matrimonio. – ¿No es un poco pronto para eso? Ichika tiene su carrera, y Fuu-kun todavía es un estudiante.

- ¿No te acuerdas que Sakurako-san de nuestra clase se comprometió a los pocos meses después de graduarnos? Me acuerdo que hace unas semanas posteó que está embarazada.

- Ergh… – Nino tembló ante el pensamiento. – Tiene la misma edad que nosotras, ¿y ya está casada y esperando un niño? ¡Eso es demasiado para mí! ¡No gracias!

Un poco después en su conversación, y tras restregar un poco más en el mostrador de la cocina, Miku se sorprendió de encontrar a Fuutarou entrando en la cocina. Recogió su trapo de limpiar, teniendo dificultades para mirarlo a los ojos. – O-oh, Fuutarou. No te vi allí. ¿Necesitabas algo?

- Solo una caja de herramientas. – replicó Fuutarou, sin hacer contacto visual con ella. En vez de eso, Fuutarou parecía tener la mirada fija en el interior de la cocina.

- ¿Una caja de herramientas? Creo que la vimos por allá. – Miku señaló una gaveta junto al fregadero.

- ¿Huh? Oh, uh… sí. Gracias.

Pasó al lado de Nino, que lo saludó con la mano. – Hey, Fuu-kun. ¿Cómo van las cosas afuera?

Fuutarou no le respondió al pasar junto a ella.

- Uhh… ¿hola? ¿Fuu-kun?

- ¿Sí? ¿Decías algo, Nino?

- Te estaba saludando, y pregunté cómo van las cosas afuera.

- Perdón. Están… bien, supongo. Sólo necesito… ir por algo… – Otra vez los ojos de Fuutarou vagaron perdidos, fijándose en varias partes de la esquina de Nino en la cocina. La segunda hermana no pudo evitar lanzarle una mirada rara mientras abría cada alacena vacía tras otra; luego las gavetas vacías, murmurando algo entre dientes. Rápidamente cogió lo que necesitaba y salió de allí.

- Hey… – dijo Miku. – Umm… escucha, Fuutarou. Sobre lo que dije antes… – De nuevo, trató de atraer la atención de Fuutarou, pero la mirada de sus ojos dorados nunca se desvió hacia ella. Tal vez fuese su imaginación, pero parecía como si Fuutarou estuviese algo distraído. Como si sus palabras no hubieran entrado en sus oídos. Fuutarou continuó de largo, sin decir nada.

- ¿Cuál es su problema? – Nino se puso la mano en la cadera. – Hablando de ser grosero.

- ¿Le pasa algo a Oniichan? – preguntó Raiha. – No está hablando mucho.

Miku retorció el labio, y luego miró a Nino. –Hey, Nino. ¿Crees que fuimos demasiado duras con Fuutarou antes?

- ¿Qué quieres decir?

- No lo sé. Sólo sentí que fuimos demasiado crueles con él cuando estábamos, ya sabes… "interrogándolo". Sobre Takebayashi-san. ¿Tal vez lo herimos de más?

- ¿Por qué iba a sentirse herido? – dijo Nino encogiéndose de hombros. – Sólo me estaba asegurando que no esté tratando de hacer algo raro. Si no tiene nada que ocultar, no tiene nada por qué sentirse culpable.

Miku se puso a tararear sus pensamientos pensativa, al parecer sin estar convencida. – Hmm… quiero decir, ¿de verdad crees que Fuutarou haría algo como eso? ¿De verdad crees que sea el tipo de persona que creemos que es?

- Quiero decir… — Nino se detuvo, y luego empezó a murmurar en voz baja. – …No. No, no del todo… – Nunca se le hizo fácil admitir que era un defecto, pero la segunda hermana siempre tenía un dedo sobre el gatillo. Una pizca de precaución con una abundancia de escepticismo sobre cualquiera que se acercara demasiado a ella y a sus hermanas. Fuutarou era una excepción. Una sola excepción. Aun si Nino ahora reconocía que lo había juzgado mal al principio, no era como si hubiese cambiado a tal punto de aceptar a otra persona de buena fe. Probablemente no fuese del todo justa, pero desde su punto de vista, Fuutarou también era alguien a quien ella debía proteger. Otra persona por quien sentía un deseo de cuidar, aunque eso significara que no siempre estuviera en lo correcto.

Viendo que la tolerancia aparecía en la expresión de su hermana, Miku asintió. – Exactamente. Entendería si Fuutarou se siente algo herido y decepcionado de nosotros por eso. Entiendo cómo te sientes, Nino; a mí tampoco me alegró cuando la oí decir eso. Tal vez estaba un poco… celosa, en retrospectiva. Pero si Fuutarou dice que es buena persona, entonces lo menos que deberíamos hacer es confiar en él.

- Supongo… – Nino continuó murmurando – pero sigue sin caerme bien.

- Creo que eso también está bien. – se rio Miku. – Creo que… voy a buscar a Fuutarou. Quiero disculparme con él.

Nino gruñó para sí misma mientras dejaba de lado sus utensilios de limpieza. – ¿Y dejar que eso me haga quedar a como la más culpable por acusarlo? – Cruzó sus brazos. – Yo también voy.

Complacida, Miku sonrió. Mientras comenzaban a irse, otra persona asomó su cabeza en la habitación, delatada por el lazo verde brillante espiando desde el umbral de la puerta. – ¡Woo! – exhaló Yotsuba, jalándose el cuello de su camiseta. Gotas de sudor chorreaban por su rostro mientras ingresaba, sin duda marcando los minutos que se hicieron horas de dura labor. – ¡Cielos, el calor aumenta con el día! Aquí está mucho más fresco. ¿Hay algo de agua por allí?

- Buen trabajo, Yotsuba. – dijo Nino. – Por allá hay un poco, déjame conseguírtela.

- Oh. – dijo Miku. – Yotsuba, ¿sabes dónde está Fuutarou?

- ¿Uesugi-san? – Yotsuba empezó a murmurar sin quitar la boca de su botella de agua. Se terminó un trago enorme antes de decir: – Creo que lo vi subiendo las escaleras.

- Grandioso. Gracias.

- ¡Mhm! – Luego echó un clamado por toda la habitación. – ¡Raiha-chan! Nos tomaremos un descanso ahora mismo.

- ¡Gracias por tu duro trabajo, Yotsuba-san! – replicó Raiha. – ¿Me necesitas para algo más? ¿Una toalla tal vez?

Movió sus dedos hacia afuera, como si estuviera lista para coger lo primero que se le acercara. – ¡¿Tappi?! ¡Quiero jugar con él! ¡Sácalo!

Las dejaron a ambos en la cocina, dirigiéndose hacia el otro lado de la panadería. Luego de todo el tiempo que pasaron limpiando los otros interiores, ni Miku ni Nino tuvieron la oportunidad de echar un ojo a algunos de los cambios que habían sido hechos en el área principal de la tienda. Periódicos salpicados de pintura estaban arrugados en los lugares donde los pisos se cruzaban con las paredes; el espacio en el piso parecía mucho más grande luego de remover algunas de las sillas y meses, y los breves ecos de las pisadas resonaban con un poco más de vida.

De nuevo, los pensamientos curiosos vendrían de vuelta mientras se paseaban lentamente por la vieja panadería. Aunque nunca habrían encontrado la mentalidad correcta para buscar las respuestas a preguntas tan personales, ellas sabían por las miradas de todos los miembros de la familia Uesugi que ellos amaban este lugar. Lo atesoraban, hasta el último centímetro.

- Hey, Nino… – comenzó a hablar Miku lentamente mientras continuaban.

- ¿Sí?

- ¿Tú crees que… algún día tendremos éxito suficiente para llevar un lugar como este por nuestra cuenta?

- ¿Huh? ¿Qué clase de pregunta es esa? – resopló Nino, colocando una mano solemne sobre el hombro de su hermana. – Por supuesto que sí. Entre las dos, no tengo ninguna duda de que podremos lograrlo. Lo último que necesito es que tú, mi compañera, empiece a tener dudas ahora.

Miku sonrió cálidamente. – No se trata de eso, Nino. Sólo estaba… pensando. – Luego de pasar del mostrador y algunas subsecciones después, llegaron hasta las escaleras. Miku asomó la cabeza por una esquina. Sin señal de Fuutarou todavía, así que continuaron. En cierto momento, Nino se dio cuenta que sería mucho más fácil simplemente gritar su nombre, pero Miku le había señalado que escuchó otra voz desde la habitación de más abajo. La oficina, se imaginaron que sería eso. La puerta también había sido dejada ligeramente entreabierta.

- ¿Fuutarou? ¿Estás aquí den…?

- ... parece que estamos haciendo mucho más que sólo renovar el lugar. – La voz de Fuutarou venía desde detrás de la puerta. Algo en su tono hizo que Miku se quedara congelada. Fue como ese sentimiento de inquietud que había tenido unos momentos antes, justo cuando Fuutarou la pasó de largo.

- ¿Pasa algo? – Nino le vino por detrás, pero Miku le indicó a su hermana que hiciera lo mismo que ella.

- Creo que está hablando con alguien… – dijo Miku. – Quizás debamos volver después…

- … nunca nos molestamos en volver a pintar antes – continuó Fuutarou – y noté que estamos empacando muchas más cosas últimamente. Acabo de estar en la cocina, y noté que los estantes y alacenas estaban mucho más vacíos de lo usual, y que estamos empacando mucho equipamiento. Pensé que algo no encajaba.

Un suspiro cansado y profundo le respondió a Fuutarou. – Siempre has sido un chico perceptivo, Fuutarou. – replicó la otra voz, la cual era de Isanari. – Supongo que debí esperar que entendieras la idea, pero no quería decir nada hasta tomar una decisión.

Hubo una breve pausa. Un descanso largo y lleno de ansiedad donde Nino y Miku trataron con todas sus fuerzas de girar sobre sus talones y marcharse, antes que Fuutarou hablara de nuevo en tono seco. – Estás planeando vender la panadería de mamá, ¿no es así, papá?

Como si el mundo se estuviera agitando, las cuatro voces volvieron a caer en el silencio. Nino y Miku rápidamente se lanzaron miradas una a la otra, cuidando de no hacer ningún ruido repentino. ¿Acaso habían oído correctamente?

¡¿Iban a vender la panadería Uesugi?!

Con otro suspiro profundo, Isanari se apoyó de espaldas contra el escritorio que tenía detrás. No tenía sentido ocultarle nada a Fuutarou, no mientras tuviese esa mirada en sus ojos. – Recibí una oferta.

- Ya veo… – replicó Fuutarou calmado. – Entonces yo tenía razón.

- Estás actuando mucho más racional con esto de lo que esperaba, Fuutarou. – dijo Isanari. – Me imaginé que estarías gritándome antes de dejarme decir nada. Creí que al menos tratarías de pelear un poco más.

- Yo… ya tenía un presentimiento. Cada vez que veníamos aquí, me daba una sensación. Quizás siempre la aparté, pero en el fondo, las cosas siempre iban en esta dirección.

Isanari asintió. Con unas pisadas lentas, deslizó la mano por el viejo escritorio, por las cajas apiladas, y finalmente por el alféizar de la ventana que todavía tenían que desempolvar del todo. Desde dicha ventana, observó el revuelo concurrido de los peatones y compradores en la calle mientras se movían hacia diferentes esquinas y edificios. Una vez en sus memorias, recordaba que este lugar era más tranquilo, más templado, pero dicho pensamiento le hacía reír. Como si todavía estuviese a algunos años de recordar cosas como esa.

- Probablemente ya lo sabes. – comenzó Isanari. – Desde que abrieron una nueva estación y el nuevo centro comercial cerca de aquí, esta área ha visto un enorme incremento de popularidad. La mayoría de las tiendas que estaban aquí cuando tu madre y yo abrimos este lugar ya se han ido. – Atravesando el opaco reflejo de Isanari en la ventana, fijó su mirada en la fácilmente reconocible y brillante marca de un restaurante de hamburguesas y comida rápida. No pudo evitar sentirse viejo, recordando a esa pareja amable de ancianos que dirigía una florería que antes solía estar allí. Había veces en las que él cruzaba la calle para llevarles algo de pan recién horneado.

- ¡Oh, qué niño tan dulce! – le dijo entonces la anciana a su esposa, Naoko, muchos años antes. La pareja saludaba mientras el tímido y pequeño niño se escondía tras las piernas de su madre. – Tiene los mismos ojos que su esposo.

- ¡Algún día crecerá para ser igual de apuesto! – replicó Naoko, sonriendo mientras se volvía hacia Isanari. – ¿No es verdad, querido?

- Por supuesto – Isanari continuó explicándole a Fuutarou – eso también significa que nuestros gastos aumentan. Más rápido que nunca. Los negocios siguen presionando, los recolectores de deudas siguen acechándonos. Luego de un tiempo, se vuelve exhaustivo.

Hubo un breve silencio, pero para Fuutarou, los pensamientos que corrían en su cabeza le robaron cualquier noción de tiempo. Sólo podía imaginarse los callos y ampollas marcados en las manos de su padre, en yuxtaposición con lo frágiles que se veían las suyas en comparación. – Entonces… ¿quieres ser honesto conmigo respecto a algo, papá? – dijo finalmente.

Isanari entrecerró la mirada, ya sabiendo lo que su hijo le iba a preguntar. – Todavía sigues aferrándote a eso, ¿verdad, Fuutarou? Ya te lo dije. No fue…

- Quiero creerte. – interrumpió Fuutarou. – De verdad quiero hacerlo. Pero tenemos que afrontar la realidad aquí. Soy tu hijo mayor. ¡Tú y mamá me tuvieron cuando ambos estaban alrededor de mi edad! Entre más pienso en ello, más imposible parece. Si yo estuviera en tus zapatos, ¿cómo podría manejar un niño, una panadería, y todas esas cuentas médicas, por mi propia cuenta? –Fuutarou se enderezó. – Déjame ayudarte. Trabajaré incluso más turnos allá en Tokio. Me tomaré un descanso de los estudios para buscar un trabajo…

- No te atrevas a decir eso, Fuutarou. – replicó Isanari con severidad. – Tú de todas las personas deberías saber lo importante que es una buena educación. ¿O es que les has estado diciendo mentiras a esas chicas desde que fuiste su tutor?

- Eso… – Fuutarou dudó por un momento. – ¡Eso no tiene nada que ver! ¿Acaso esperas que me levante y vaya a clase, sabiendo que mientras yo estoy allá en Tokio, tú estás aquí pasando dificultades solo para sobrevivir? ¿Cómo puedo irme a dormir por la noche y no sentirme culpable?

- En una cosa te equivocas, Fuutarou. No me debes a mí ni a tu madre nada.

- Pero…

- ¡Pero nada! – interrumpió Isanari. – Siempre ha sido mi decisión mantener este lugar. Fue por mi terquedad, y sólo por mi terquedad, que quise mantener vivos los sueños de tu madre. Pero ya lo sabía. Tu madre no habría querido vernos discutir de esta manera. – Isanari lentamente sacudió su cabeza. – Pero tú, Fuutarou… eres diferente. Eres inteligente, tienes un futuro brillante por delante, y has trabajado como nadie para entrar en esa universidad. – Hablaba con tanta convicción como lo haría cualquier padre, afilada como una navaja por la mirada en sus ojos. – No eches eso por la borda.

De una sola vez, la amargura que seguía en la profundidad de su mente se abrió paso a la fuerza hacia la boca de Fuutarou. – ¡Bueno, ¿entonces para qué he trabajado tan duro?! ¿Qué sentido tiene? ¡Actúas como si no te importara este lugar! ¡O mamá! Ella es la razón por la cual yo quería estudiar medicina en primer lugar. ¡¿Tienes idea de los años que eso me tomará?!¡¿Qué más vamos a dejar atrás entre ahora y ese momento?! ¡¿No le hiciste… no, no le hicimos una promesa a mamá?!

Fuutarou se mordió los dientes. Ahora no era el momento de enojarse, aunque estuviera justificado. Su padre siempre había llevado esa carga sobre sus hombros él solo, rechazando cualquier ayuda de sus hijos. Era muy terco, en serio, pensaba Fuutarou para sí mismo.

- Papá. – dijo Fuutarou luego de tomarse un momento para calmarse. – Todavía hay maneras en las que puedo ayudar. Aún trabajo a medio tiempo, y tengo mucho dinero ahorrado, incluso desde cuando fui tutor. Mi beca pagará el resto, así que puedo vivir cómodamente. Y si eso no basta, incluso puedo… – Dudó por un momento, pero rápidamente forzó el pensamiento a formar palabras. – Puedo devolver a Tappi al refugio de Takebayashi, ya que todavía no lo he adoptado por completo. Lo que sea que nos estén pidiendo, yo puedo cubrir la diferencia…

- Raiha fue aceptada en Kurobara, Fuutarou.

Y así sin más Fuutarou se quedó callado. Toda la convicción que había reunido en estos últimos momentos, cada pieza de bravata y arrojo, se había desplomado totalmente. No; más bien, siempre había sido bastante frágil. ¿Tomarse un descanso de la universidad? ¿Hacer que le revocaran esa beca por la que se había esforzado tanto? Una idiotez en cada sentido de la palabra, y Fuutarou sólo pudo quedarse avergonzado en silencio.

- Sabes, tu madre debió tener unos genes increíbles o algo así. – se rio Isanari, pero la risa sonó bastante vacía. – Porque tu viejo aquí no es el hombre más inteligente del mundo. ¿Quién habría pensado que un idiota como yo podría haber engendrado a dos niños tan brillantes? En serio… – Sacudió lentamente su cabeza. – Los dos son muy, muy brillantes. Ya deberías saberlo, Kurobara es la misma escuela a la que fueron esas chicas. No es fácil entrar en ella, ni tampoco es barata.

Otra vez, Isanari se volvió a reír, aunque fuese sólo por forzar algo a romper el silencio que compartían. – Perdóname, Fuutarou. No he sido el mejor de los padres, ni para ti ni para Raiha. – Isanari cerró los ojos, dejando salir un profundo suspiro. Recuerdos de esos largos años que componían esas partes de su vida comenzaron a juntarse. Una miscelánea de felicidad con amargura y lamentos del pasado que lo seguían hasta el lugar donde ahora estaba parado y la rabia que merecía con todas las de la ley. – Por culpa de mi egoísmo, por haber sido tan terco para dejar ir este lugar, ustedes dos tuvieron que crecer con una deuda como parte normal de sus vidas. Nos hemos mudado a lugares cada vez más y más pequeños; aprovechamos cada descuento de compras que podemos encontrar. Cosas como salir de compras o ir a comer juntos pasan muy rara vez…

Isanari miró a Fuutarou. – Y ahora mírate. Pronto cumplirás tus veinte años, Fuutarou. Mi propio hijo ha crecido tanto, y no pasará mucho para que Raiha también me alcance. Algún día, querrás comprar tu propia casa para iniciar tu propia familia. Sé que le hice una promesa a tu madre de cuidar este lugar, pero más que nada en el mundo, le prometí que haría lo mejor por nuestros hijos. Por eso es que…

Dio unos pasos al frente, deteniéndose frente a Fuutarou. Por un momento, Isanari se preguntó cómo habían pasado los años tan rápido para ver a su hijo ahora igual de alto que él, y que la mirada en los ojos de ambos ahora era de adultos. Colocó una mano sobre el hombro de su hijo.

- Por eso es que quiero que ustedes sean libres, Fuutarou. Ambos, tú y Raiha.

Y finalmente, Fuutarou se dignó a hablar. Nada en absoluto como los largos momentos de silencio contemplativo. – … Lo entiendo, papá. – dijo dudando un poco, asintiendo lentamente. – Lo entiendo.

- Perdóname de nuevo, Fuutarou. – dijo Isanari. – Es la última cosa que querría hacer. Yo… ya pensaré en alguna forma de decírselo a Raiha, así que por ahora ¿podrías mantenerlo entre…?

- Te seguiré el juego por el momento. – interrumpió Fuutarou. Aunque sus sentimientos habían estado mayormente de acuerdo entre sí, había algo más ardiendo en lo profundo de esos ojos dorados, formando una penetrante mirada que enfrentaba la de su padre. Cruzó los brazos duramente sobre su pecho mientras declaraba. – Seguiré estudiando. Trabajaré hasta los huesos para convertirme en doctor. Llegaré a ser exitoso y haré mucho más dinero del que estos patéticos hombres de negocios verán en sus vidas. Y volveré aquí. Aquí mismo, y a quien sea dueño de este lugar, le daré una oferta que no podría rechazar.

- Fuutarou… – dijo Isanari, y por un fugaz momento, parecía como si estuviese listo para volver a perder el control. – ¿No estabas escuchando nada de lo que dije? ¡Te dije que quiero que seas libre de todo eso! ¡Todo lo que estás diciendo es que estás dispuesto a matarte y desgastarte por completo! ¡Si lo haces, te vas a arrepentir!

- Si soy libre, entonces tengo el derecho de tomar mis propias decisiones, ¿no? – replicó Fuutarou en tono severo. – Ya lo sé, papá. Haré lo que haga falta para tener éxito. Soy inteligente, me esforzaré más que nadie, puedo…

Sin aviso, Fuutarou sintió que lo jalaban hacia adelante, el cuello encima de sus botones se arrugó entre los dedos de Isanari, como si estuviera a segundos de arrancárselo por completo. – No empieces a hacerte el listo conmigo, Fuutarou. – dijo el hombre. – ¿Crees que por ser un poco inteligente y capaz de decir algunas palabras grandes puedes hacer lo que sea? ¿Cualquier cosa que quieras?

Fuutarou apretó los dientes, mirando fijamente a los ojos de su padre. No necesitaba que le dijeran eso, ya lo sabía. Y siempre había sido así. Como si su papel en el mundo fuese siempre hacerse a un lado. Permanecer impotente contra todo lo que le rodeaba, esperando a que le llegaran oportunidades que parecían alejarse más y más de él. El dinero movía al mundo, la carne ardía más rápido que los billetes, y las monedas dejaban grietas mayores en el mundo de lo que él jamás podría. Si fuera a buscar su propio lugar en el mundo, esas eran las verdades que tenía que aceptar. El tipo de persona en la que debía convertirse.

Abrió su boca para hablar de nuevo.

- ¡E-espera, espera! – Una voz ahogada gritó desde la puerta. – No podemos meternos en…

- ¡Tu papá tiene razón, Fuutarou! – Acabando de atravesar la puerta se encontraba Miku, apretando ambos puños mientras lo miraba intensamente. – ¡Lo que estás pensando es una locura!

- ¡¿M-Miku?! – exclamó Fuutarou. – ¡¿Qué estás haciendo…?! ¡Espera, ¿Nino también?! ¿Qué hacen ustedes dos aquí?

- Oh cielos…" – Isanari se miró la mano, soltando lentamente el cuello de la camisa de Fuutarou. Intercambió miradas entre ambas hermanas, y tratando de reírse a medias, les dijo: – Chicas… escucharon todo eso, ¿eh…? Bueno, eso fue un poco embarazoso, por no decir más.

- Ugh… – Nino empezó a chasquear los dientes, y dio un paso adelante con cuidado. – "¡Esto no fue lo que acordamos, Miku!" – pensó mientras fulminaba con la mirada la nuca de su hermana. – "¡Se suponía que nos escurriéramos calladitas y pensáramos en esto! ¡¿Qué bien vamos a hacer metiéndonos ahora?!"

- ¡Disculpen! – Miku se inclinó rápidamente ante ambos. – Nosotras… no queríamos escuchar su conversación. Sólo veníamos a buscar a Fuutarou para disculparnos con él, y terminamos…

- ¿Disculparse…? – preguntó Fuutarou. – ¿Disculparse por qué?

Pero Miku siguió presionando. Sus pensamientos ya estaban fijos en una, y sólo una cosa. Al principio, sólo era un pensamiento placentero, un pequeño sueño que solía entretener dentro de los confines de su propia mente. Aunque, cómo se dio cuenta más tarde en su vida, la valentía era una bestia que no le agradaban las riendas, y las dudas sólo llevaban a la tentación. Y Miku había desperdiciado muchos años de su vida dudando. – Ustedes… ¿querrían vendernos este lugar a nosotras?

Los dos hombres oyeron las palabras fuertes y claras, pero no sin que antes un prolongado silencio precediera a un grito simultáneo de Fuutarou e Isanari. – ¿Qué?

- Vinimos a hablar de negocios. – reafirmó Nino. Se puso de pie al lado de su hermana. Por cómo iban las cosas, parecía que el raciocinio no era un factor común para las personas en esa habitación. Así que Nino continuó, reclamando su propia tajada en este circo de bravatas y locuras. – ¿Quieren escucharnos?

- Ustedes quieren… – dijo Fuutarou.

- … ¿comprar este lugar? – completó Isanari.

- Así es. – asintió Miku. Luego miró a su hermana, como si quisiera disculparse por saltar a esto tan repentinamente, pero la mirada que Nino le devolvió compartía cada uno de sus sentimientos, así que Miku continuó. – Nuestra madre una vez nos dijo que, si no fuese profesora, algún día le gustaría abrir su propio café. Su propio pequeño lugar para servir pasteles y café a diario. Ella… dijo que era "sólo un simple sueño" y que nosotras cinco éramos todo lo que ella necesitaba. Nuestra madre dijo todo eso, pero…

Miku respiró profundamente de nuevo, colocando una mano sobre el pecho. – Pero incluso entonces, ese pensamiento hacía feliz a nuestra madre. Y ahora, también es nuestro sueño. Queremos abrir nuestro propio lugar, así que por favor, véndannos este local. Y entonces… podríamos… – Por alguna razón, Miku sentía como si tuviera que seguir adelante sin detenerse. ¿En qué momento de su vida se convirtió de la chica que hablaba poco a una chica que decía demasiado? Pero con todo, Miku continuó. – ¡Podríamos cuidar de este lugar por ustedes!

- Mi… Miku… – tartamudeó Fuutarou, incapaz de encontrar las palabras correctas. – ¿Eso no es…? Quiero decir, lo que estás diciendo es algo… es casi una locura. Apenas están…

- Tú eres la última persona aquí que tiene derecho a hablar de locuras. – espetó Nino con una mirada asesina. Luego volvió su atención hacia Isanari, aclarándose la garganta. Profesional. Tenía que ser profesional. – Discúlpenos. En términos simples, las dos queremos que ustedes consideren vendernos este lugar. Sé que podríamos parecer como un par de niñas que piden demasiado, pero Miku se graduará pronto de la escuela culinaria, y yo voy camino a obtener mi certificado de negocios, incluso antes, si es necesario.

- ¿Pero tienes alguna idea de lo que costaría un lugar como este? – dijo Fuutarou. – Abrir un negocio no será sencillo. Especialmente si una de ustedes apenas está saliendo de la escuela, y la otra todavía asiste a una universidad de cuatro años.

- Él tiene razón. – explicó Isanari. – Respeto su determinación, chicas, pero hay demasiadas cosas a considerar. Maruo ya me ha ayudado muchas veces, yo no podría…

- Hemos estado trabajando. – intercedió Miku. – Desde nuestro tercer año de preparatoria, Nino y yo hemos estado trabajando. Aunque sea sólo a tiempo parcial, hemos ahorrado todo lo posible.

- Es cierto. – dijo Nino. – Ambas decidimos que queríamos hacer realidad nuestro sueño con nuestro propio esfuerzo, no con la ayuda de papá. Todo lo que les ofrecemos es lo que hemos ahorrado en los últimos tres años.

Y poco después, Isanari simplemente se dio cuenta que los ojos no iban en su dirección. Si hubiese algo de lo que podrían convencerle, sería que las miradas en sus ojos no tenían ninguna razón para mentir. Lentamente, Isanari volvió a dirigirse de vuelta al escritorio, arrancando un trozo de papel y sacando un bolígrafo. – Tienen mucho corazón, chicas, les concedo eso. – dijo Isanari con una risita. Escribió algo en el papel y se los entregó. – Aquí tienen.

- ¿Qué es esto…?

- Es la oferta que recibí.

Fuutarou no necesitaba mirar al papel para saber lo que podría estar escrito en él. Vio lo rápido que la mirada en los rostros de las chicas se disipaba, dejando atrás sólo unas miradas en blanco al ver el número una y otra vez. – Nino… – Miku dijo lentamente. – Esto… esto es…

Nino arrugó el papel en su mano, maldiciendo entre dientes.

- Estoy seguro que ya lo escucharon, pero muchos lugares ya tienen el ojo puesto en este local. – explicó Isanari. – Desde hace años, he logrado repelerlos, pero siguen viniendo. Un lugar polvoso y viejo como este no se ve bien cuando la calle se vuelve más popular. – Suspiró profundamente. – El arrendamiento ha aumentado drásticamente. Recibo múltiples llamadas a diario. Todas las tiendas que una vez conocí ya fueron vendidas a otros propietarios. Llevar un lugar como este no va a ser fácil, chicas. En serio es una locura.

- Maldición… – murmuró Nino para sí misma. Apenas podía contener la vergüenza. – Y justo cuando sonábamos tan seguras de nosotras…

Miku bajó la mirada hacia el suelo, sujetándose las almohadillas de sus auriculares.

- Si fueran ustedes dos… – habló Isanari. – Si les entregara a ustedes dos este lugar, ¿puedo confiar en que protegerán el sueño de mi esposa, junto con el de su madre?

El silencio fue instantáneo. Un momento ensordecedor en el tiempo donde Nino, Miku, y Fuutarou tuvo que repetir las palabras una y otra vez en su cabeza, como si pudieran haber escuchado mal al hombre enfrente de la habitación. Por cada curva y giro salvaje que corría por su mente, terminaron convergiendo hacia tres "¡¿Huh?!" como si el pensamiento diera un salto en sus mentes.

- No estará hablando en serio… – dijo Nino.

- ¿Por qué iba usted a…? – dijo Miku.

Con todo el corazón que pudo poner en su voz, Isanari se rio. – No suena a una mala oferta, ¿verdad? ¿Qué dicen ustedes dos?

- ¡Momento, momento! – salió al paso Fuutarou. – Papá, ¿de qué estás hablando?

- Whoa, ¿ahora te vas a poner en contra de la idea? ¿Qué sucede? ¿No quieres que tus amigas cuiden del lugar ahora?

- ¡Eso no fue lo que quise decir, y lo sabes! Yo… me sentiría emocionado si Miku y Nino se ocuparan de este lugar. Serían perfectas, pero… – Su repentina emoción por la idea había enviado una descarga a las dos hermanas. – Pero… ¿esto no es demasiado? ¿Entregárselos así nada más?

Isanari le sonrió a su hijo. – Tal vez. Pero como te dije, Fuutarou, yo nunca fui el hombre más inteligente. Ni de cerca. – Sus ojos se dirigieron hacia las dos chicas que tenía enfrente, y con el pulgar en su pecho, declaró: – Soy el tipo de hombre que sigue su instinto. Seguro, me ha llevado a algunos malos giros aquí y allá, pero si me hizo llegar hasta aquí, entonces no puedo decir que haya sido del todo malo.

Isanari miró alrededor a toda la oficina. – Cuando mi fallecida esposa y yo iniciamos este lugar, tomamos un montón de préstamos como capital inicial. Las cosas fueron bien por un tiempo, hasta que ella se enfermó y tuvimos que cerrar el lugar. Entre esos préstamos y las cuentas del hospital, los tres tuvimos que vivir en la pobreza por casi todo lo que han vivido nuestros hijos. Tuve que tomar más y más préstamos sólo para mantener todo aquí andando. – Se giró hacia Miku y Nino. – Ese será su precio, chicas, por tomar este lugar. Porque todo está conectado a este lugar, la deuda, los intereses que todavía quedan, les serán transferidas a ustedes dos. Esa es la mejor oferta que puedo darles en este momento.

Nino and Miku intercambiaron miradas entre sí. Desde todos los puntos de vista, no era una mala oferta. De hecho, era un excelente trato, aunque hubiera algunos detalles que todavía tenían que finalizar. Sin embargo, ahora mismo, había una sola cosa que querían aclarar. – No sabemos qué decirle… – dijo Nino. – Todo suena tan surreal. Como si ahora estuviésemos soñando…

- ¿Pero por qué nosotras? – preguntó Miku. – Incluso si pueden transferir la deuda, podrían hacer eso y conseguir una gran bonificación si aceptan la oferta que nos mostraron. Podría pagar la escuela de Raiha y la universidad de Fuutarou. Echar todo eso por la borda sólo para dárnoslo a nosotras… no puedo evitar pensar que no nos merecemos algo tan generoso. ¿Por qué… por qué nosotras?

- Porque ustedes son buenas chicas. – declaró Isanari simplemente, y con voz fuerte, mientras le daba unas palmadas en la espalda a Fuutarou. – Ustedes dos, Itsuki-chan, Ichika-chan, y Yotsuba-chan, ¡que cargó más del triple de las cajas que este hijo mío!

- ¡Papá! – Fuutarou le lanzó una mirada enojada a Isanari.

Isanari ignoró su rostro de vergüenza. – Mi hijo nunca ha sido el mejor para mostrar gratitud. Así que, si nunca se los ha dicho directamente, déjenme ser el que les diga que ustedes cinco realmente le ayudaron muchísimo. Siempre pensé que, si yo no estuviera siempre para vigilarlo, crecería para convertirse en un tipo amargado y solitario.

Fuutarou murmuró algo más entre dientes, pero no se molestó en seguir presionando el asunto. En este punto, estaba demasiado cansado. Completamente exhausto. Aunque, más allá de los comentarios burlones que le lanzaron, siempre supo que venían de un lugar sincero. Por eso, cuando nadie lo estaba mirando, escondía una ligera sonrisa en su rostro.

- Por eso, puedo poner toda mi fe en ustedes, chicas. – declaró Isanari. – Todas ustedes son fantásticas, y no hay muchas más a quienes pudiera confiarles cuidar este lugar. Prefiero eso antes que una corporación sin corazón cualquier día.

- Pero ¿no le preocupa que terminemos haciendo un desastre? – preguntó Miku. – ¿Qué no seamos lo bastante buenas? Apenas sí sabemos lo básico como para llevar una tienda, y así…

Para su sorpresa, lo primero que hizo Isanari fue reírse. – No sería la primera vez que escuché a alguien decir eso.

- ¿Qué quiere decir?

Señaló hacia un lado, hacia Fuutarou. – Su madre dijo exactamente lo mismo. Desde el día que firmamos por primera vez esos papeles, hasta la noche anterior a que abriéramos, ella siempre decía lo mismo. Todos los días, todas las noches, no importaba las veces que tuve que asegurarle que sí podía. Cielos, cómo extraño a esa mujer. Pero, a diferencia de mi esposa, ustedes dos no se quedarán atrapadas con un pésimo compañero de negocios.

Las dos hermanas le lanzaron miradas perplejas (como si quisieran confirmar algo mutuo). Luego, Nino y Miku se miraron una a la otra. La realización vino lentamente. No había nadie más a quien Isanari podría haber estado dirigiéndose excepto a ellas, y la hermana a la que habían conocido durante todas sus vidas. Por un momento, fue como si vieran versiones totalmente diferentes de sí mismas, reflejadas en los ojos de la otra.

Una hermana, una compañera.

- ¿Qué crees tú, Miku…? – preguntó Nino, todavía insegura de si todo esto estaba sucediendo realmente o no.

- Si somos nosotras dos… – murmuró Miku. – Creo… creo que podríamos lograrlo, ¿no estás de acuerdo? Seremos compañeras, después de todo. Tal vez podríamos… no, ¡sé que lo lograremos!

- Entonces…

Mientras asimilaban el detalle, Isanari se apoyó contra el hombro de Fuutarou, sonriendo ampliamente. – Pareces estar muy orgulloso de ti mismo, viejo. – dijo Fuutarou.

- Podría decirse. – replicó Isanari. – No es la decisión más fácil que haya tenido que tomar, pero a juzgar por tu cara, ¿asumo que no tienes problemas con mi plan?

- No… – Fuutarou negó con la cabeza, sonriendo. – En absoluto. De hecho, creo que es la mejor idea que se te haya ocurrido.

- ¡Bueno, eso me alegra escucharlo! Porque eso significa que tendrás que soportar un poco más a tu viejo.

- ¿A qué te refieres?

- Creo que voy a aceptar esa oferta que me hiciste. – Una sonrisa diabólica se formó en el rostro de Isanari, y Fuutarou apenas podía imaginar lo que podría estar maquinando su padre. – Todavía no estamos fuera de deudas. Si les entregamos el lugar, significa que no vamos a ver ni un solo yen de todos los tratos que nos ofrecieron en otros negocios. Ya no seguiremos gastando en la panadería, pero sigue el asunto de los préstamos que tomamos por las cuentas médicas, y más importante aún, asegurarnos de enviar a Raiha a una buena escuela. Allí necesitaré que me ayudes, Fuutarou.

- Ya veo… – Fuutarou suspiró, pero el aire le salió un poco más animado de lo que esperaba. – Al final sigue siendo lo mismo, ¿no?

- ¿Algún problema con ello?

- ¿Qué sentido tiene que me preguntes eso ahora? – respondió Fuutarou sarcásticamente. – Yo diría que esas dos ya tomaron su decisión.

- Nosotras… – respondieron Nino y Miku simultáneamente. – ¡Lo haremos! ¡Aceptamos!


(-0-)


Unos reflejos opacos se curvaban en el bol metálico de la mezcladora. Imágenes extrañamente distorsionadas, ensanchadas y dobladas en cada ángulo mientras la niña andaba curiosamente en círculos a su alrededor. Mientras estos últimos minutos se extendían volviéndose horas, Raiha no pudo evitar andar distraída y mirando por todos lados alrededor de la cocina de la panadería, ocupándose con los viejos alrededores a los que les había dado vueltas varias veces.

- Me pregunto dónde está todo mundo. – murmuró Raiha. – ¿No crees que ya se tardaron mucho, Yotsuba-san?

Junto a ella, la cuarta quintilliza no tuvo problemas en dejar que esos minutos pasaran de ella sin darse cuenta. Mover las cajas era un trabajo agotador, y no había mejor confort que el suave y abrazable toque de un amigable felino. Yotsuba estaba de pie con las manos debajo de las patas delanteras de Tappi, levantándolo para que se estirara ligeramente enfrente de ella. – ¡Más le vale a Uesugi-san cuidar bien de ti, Tappi-san! – Yotsuba mostró todos sus dientes en una sonrisa. – ¡Y espero que tú también estés cuidando de él!

- Umm… ¿Yotsuba-san?

- ¿Hm? Perdón, ¿dijiste algo, Raiha-chan?

- Decía que ya pasó un buen rato desde que Nino-san y Miku-san se marcharon. Me pregunto si todo estará bien…

- ¿De verdad pasó tanto tiempo? – Yotsuba miró alrededor de la habitación. Parecía como si se estuviera encontrando en varias cosas diferentes a la vez, finalmente decidiéndose en un pensamiento. – ¡Ah! ¿No creerás que están tratando de… escaquearse las tareas?

- ¿Tú crees? – Raiha alzó una ceja, sin verse convencida. – No… no creo que ese sea el caso. Hm…

- Bueno, ¡entonces vamos a buscarlos! Raiha-chan, tú conoces bien el camino por aquí. ¿Por dónde deberíamos…?

- Umm… ¿hola? – sonó una voz más allá de la cocina de la panadería. Resonó por todo el enorme y vacío espacio hasta la entrada principal, arrastrando el ligero eco mientras seguía llamando. – ¿Hay alguien aquí? ¿Ho… hola…?

Raiha y Yotsuba intercambiaron miradas entre ellas. ¿Un visitante? ¿Aquí?

- ¿Estábamos esperando a alguien más, Raiha-chan? – preguntó Yotsuba.

- ¿N… no? – replicó Raiha. – No, no que yo sepa.

- Entonces ¿será un cliente?

- ¿Un cliente? ¡¿Aquí?! ¡Ponte seria, Yotsuba-san!

Yotsuba se rio para sí misma. – Lo siento, se me olvidó. Vamos, hay que ver quién es. Tal vez se haya perdido.

Salieron de la cocina, asomando las cabezas por la esquina al acercarse al área principal de la panadería. Por el ruido de las pisadas, debía ser una sola persona. Por el sonido de su voz también sonaba algo familiar. Familiar, y extrañamente asustada.

- ¡Ah! – exclamó Yotsuba. – ¿Eres tú…?

- ¡AHH! – La visitante gritó sobresaltada, al escuchar la fuerte voz detrás de ella. Se aferró a la tela de su top, justo encima de su corazón descontrolado para regañarla. – ¡No me asustes así, Yotsuba! ¡Podría haberme desmayado!

- ¡Itsuki-oneechan! – saludó Raiha rápidamente, reconociendo a la quinta hermana. Corrió hacia ella y rodeó la cintura de Itsuki con sus brazos felizmente. – ¡Viniste!

- Hola, Raiha-chan. – dijo Itsuki, dándole palmaditas en la cabeza a la niña.

- Creí que dijiste que estarías ocupada con las clases hoy.

- Y lo estaba. Acabo de volver justo ahora, y… – La sonrisa en la cara de Itsuki se desvaneció lentamente, recordando la razón por la que estaba aquí. – ¿Nino y Miku están aquí?

- Estábamos a punto de ir a buscarlas. – dijo Yotsuba. – ¿Por qué? ¿Qué está sucediendo?

No hubo respuesta. Yotsuba abrió su boca para volver a preguntar, pero por alguna peculiar razón, hubo algo que la detuvo de hacerlo. Como si la pregunta no fuese ni de cerca tan inofensiva como esperaba, y la hizo dudar. – ¿Itsuki…?

- Cuando llegué a casa – dijo Itsuki – papá estaba buscándonos a todas. Me… me dijo que recibió una llamada Himakajima.

- ¿Himakajima…? – La realización llegó Yotsuba lentamente. – Espera, allí es donde…

Itsuki respiró profundamente.

- Es… es el abuelo. Papá dice que se ha puesto muy enfermo. Ahora mismo está en el hospital.

Esta historia continuará…


Notas del traductor:

¿Qué tal, gente? Ah, el fandom de las quintillizas parece algo apagado aquí, ni un solo review desde el capítulo 7 (y ese último ni cuenta), pero bueno, alguien habrá por allí. Vamos por partes.

Como siempre, bobalon sabe cómo hacer sus capítulos una montaña rusa emocional. Primero teniendo a las quintillizas fangirleando por el nuevo gato de Fuutarou (espero que se lo quede permanentemente), me hicieron morirme de la risa. Y rayos, todavía andan celándolo incluso como futuras cuñadas. No me sorprende mucho viniendo de Nino, viendo que en este punto él ya es prácticamente parte de la familia, pero aun así, podrían tratar de llevarse con Takebayashi cuando se vuelvan a ver. Luego viene la discusión entre Fuutarou e Isanari. Ya sabía yo que la propiedad de la panadería tendría que ser transferida a las quintillizas un día, pero vaya, sin duda que supo hacerla la transferencia de negocios más emotiva que haya visto. Dice mucho que Isanari esté dispuesto a dejar el lugar en sus manos, por lo mucho que significa para todos ellos. Incluso aunque pudiera conseguir más dinero vendiéndosela a otros, prefiere dejársela a las chicas porque saben que protegerán el sueño de su difunta esposa, junto con los de Rena. Y como eventualmente serán familia, será un trato ganar-ganar para todos los involucrados.

Pero el final, ¡oh no, parece que el tiempo se le agota al abuelito! Y ahora que Ichika está fuera del país, apuesto que en cuanto se entere cogerá el primer vuelo a Japón, porque no hay manera que se quede fuera de esto. Aunque viéndolo por el lado amable, eso le dará oportunidad de ver a Fuutarou más pronto, ¿no?

Ya, no hay más que decir. Sin agradecimientos esta vez tampoco, así que supongo que nos veremos a la próxima, sayonara.