Todo de mí
Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude
Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.
Capítulo 18 — El sabor del hogar
El batir de yemas doradas. Golpes y batidos hacían sonar cada giro dentro del brillante tazón, estirándose en viscosas hebras amarillas mientras se aferraba a los palillos de madera. Luego vino el chisporroteo. El líquido dorado burbujeaba a fuego lento, y el deleitable aroma brotaba de él. Pliegue tras pliegue, la forma se esponjaba y finalizaba. A primera vista, todo parecía un poco demasiado sencillo. Demasiado ordinario. Sin embargo, siempre había belleza en los platos simples, e incluso una pizca de cebolla verde era un lujo tan bueno como cualquier otro. Y cuando se combinaba con cucharadas frescas de arroz sazonado y un tazón de sopa de miso, no había forma de perder el apetito.
Ocho trozos cortados por cada porción, y algo extra para los ojos hambrientos que estaban encima de su refrigerador (el lugar favorito de Tappi). El tiempo que pasaba cortando, cocinando y limpiando en la pequeña cocina a menudo atraía una pequeña audiencia que observaba cada uno de sus movimientos. El curioso gato había desarrollado un curso especial que llevaba desde el suelo, pasando por el gabinete cerca del suelo, y finalmente sobre la superficie plana de su pequeño refrigerador.
Fuutarou estaba al menos agradecido de que Tappi fuese un gato bien portado, sin ofrecer más que doblar su cuello mientras lo seguía, a la vez que sacudía su cola sobre el borde como un péndulo felino. El chico alzó la mano, dándole de comer algunas sobras a su paciente compañero.
– Cuidado al bajarte, Tappi. – le advirtió como si el gato pudiera entenderle. Fuutarou continuó su camino, colocando un par de cosas sobre la bandeja de madera. Un par de palillos limpios, un pequeño plato, un tazón para el arroz y otra para la sopa de miso, junto con una taza de cerámica para el té.
Y luego, otro juego igual justo después.
– Hey. – dijo Fuutarou. – Ya es de mañana…
Estaba de pie sobre el manojo de mantas que se encontraban encima de una cama desordenada, con una mano colocada en la cadera.
– …Ichika.
Sacudiéndose mientras dormía pudo ver su cabello mañanero. Se puso a desordenar los mechones rosas con la mano, y una voz que encarnaba el letargo mientras murmuraba lentamente, sumergiéndose más en las sábanas que jalaba hacia sí misma con avaricia. – C… cinco… diez minutos más, Fuu… tarou… ku… – La voz de Ichika se fue apagando en susurros suaves antes de terminar.
Fuutarou rodó sus ojos. – Eso fue lo que me dijiste cuando empecé a cocinar el desayuno. Ahora mira; acabo de terminarlo.
– Pero… mmm… – volvió a quejarse Ichika, cada vez más largo con cada movimiento perezoso debajo de las mantas. – OK… está bien. Me voy a levantar… justo ahora…
– Ichika.
– Está bien, está bien. Estaba a punto de levantarme. – La joven actriz bostezó cansinamente. Sus brazos se alzaron en alto sobre su cabeza, estirándose con pereza mientras saludaba a la mañana. Todo mientras las mantas de la cama de Fuutarou se deslizaban lentamente fuera de su piel totalmente expuesta, deteniéndose justo en los lugares exactos para dejarlo preguntándose por qué se sentía tan molesto en primer lugar. Y por la mirada pícara en el rostro de Ichika, estaba muy lejos de sentir vergüenza de ello. – Iré a lavarme. Tú puedes empezar sin mí.
– No… no me molesta esperar. – replicó Fuutarou. Desviando la mirada hacia un costado, Fuutarou le entregó una de sus camisetas limpias de una gaveta cercana. – No te tomará mucho de todos modos, ¿verdad?
Ichika sonrió. Esa mirada tan linda y tímida en su rostro era más que suficiente para hacerle toda la mañana. Se dirigió hacia el baño, no sin antes decirle: – Sí, lo haré rápido. No me extrañes mucho, ¿está bien?
– Me esforzaré por no hacerlo.
– Ah, buenos días tú también, Tappi-kun. – Ichika deslizó sus dedos por el cuerpo estirado del gato, mirando divertida cómo ronroneaba de gusto. Cuando llegó la noche pasada, Ichika había sido recibida por unos ojos cautelosos que se deslizaban entre las rendijas de los muebles, posados sobre algún punto elevado donde cupiera, o debajo de la cama cuando espió con curiosidad, dondequiera que Tappi pudiese alejarse de la juguetona mujer que estaba empeñada en no dejarlo solo.
– Parece que por fin se acostumbró a ti. – dijo Fuutarou.
– De verdad se parece a ti, Fuutarou-kun. – Ichika le devolvió una sonrisa. Sus dedos acariciaban la suave panza del gato estirándose a sus pies. – De una forma u otra, Oneesan siempre encontrará la forma de entrar a tu corazón. ¡Eso te lo garantizo!
– Eres una engreída, ¿no? Sólo apúrate y vístete antes que la comida se enfríe.
– De acuerdo, de acuerdo. – La chica continuó, pero al meterse en el baño, Ichika se giró una última vez. – Oh, ¿y Fuutarou-kun?
– ¿Sí?
Ella le sonrió diabólicamente. – Sabes… no estuviste nada mal anoche. Nunca me imaginé que pudieras ser tan…
– ¡L-la comida se va a enfriar, Ichika! – interrumpió Fuutarou alzando la voz, y con una risita, Ichika desapareció tras el click de la puerta del baño. El chico se quedó con una mueca de vergüenza en el rostro mientras miraba su cuarto y la larga noche que pasaron juntos. Mientras la esperaba, comenzó a limpiar un poco el desorden. Bastó una sola noche para convertir su pequeño apartamento en una pequeña zona de desastre. Aunque no fue nada como la primera noche que Ichika había pasado aquí. Su presencia y sus regaños eran lo que había evitado que esa holgazana a quien llamaba su novia fuera totalmente descuidada al arrojar sus cosas por allí.
Aunque Fuutarou no podía evitar sentir algo de vergüenza al andar por las esquinas de la habitación. Ahora que la evidencia estaba esparcida por todo el piso, sobre las sillas, y sobre los muebles que ocupaban el espacio de su pequeño apartamento tipo estudio.
Ambos se sentaron a desayunar. Una comida bastante humilde para comenzar su día, e Ichika se deleitaba con cada bocado de él. Después de todo, la comida sabía mejor cuando era preparada por la persona que más la consentía. – Perdón por hacerte hacer todo el trabajo, Fuutarou-kun. – dijo Ichika mientras se echaba un bocado del tamagoyaki. Se apoyó con una mano sobre su mejilla mientras murmuraba con el delicioso sabor del plato hecho en casa.
– Ni lo menciones. Te ha afectado mucho el jet-lag desde que regresaste, así que no te culpo. La semana de verdad se fue volando, ¿verdad? Pero me alegro de haber podido volver a verte.
– Eres muy dulce. Te compensaré hoy con el almuerzo, ¿qué te tal te suena eso? ¿Qué se te antoja, pizza, ramen, o tal vez algo de curry?
– ¿No se te olvida algo? – cuestionó Fuutarou. – Y también, ¿por qué lo primero que piensas es en comida para llevar? No me digas que es todo lo que has comido desde que te fuiste a los Estados Unidos…
– ¡C-claro que no! Espera… ¿por qué preguntas? – Ichika levantó sus codos, alternando miradas entre el lado izquierdo y derecho de sus caderas. Y todo el tiempo mostraba una expresión entre un puchero y confusión. – ¿Acaso te parece que he subido de peso? Eso no es lo que estás pensando, ¿verdad?
– Yo… no dije nada de eso. ¿De dónde sacaste esa idea?
– Pero no es verdad, ¿cierto?
– Eso no fue lo que…— Fuutarou se detuvo en seco. No era momento para empezar con bromas, y el chico de pelos oscuros rápidamente colocó a un lado sus palillos. Enderezando la espalda, mantuvo sus ojos fijos en la mirada preocupante de su compañero, y dijo simplemente: – No, no hay manera de que eso sea verdad. Más bien, yo diría que te ves mejor que nunca, Ichika.
– No lo estás diciendo sólo por querer hacerme sentir mejor, ¿verdad? – preguntó Ichika, colocando los brazos sobre su estómago. Un pequeño lapsus en su juicio hizo que Fuutarou se imaginara por un momento que la chica frente a él era Itsuki, completa con la misma expresión y postura que la hermana menor solía hacer cuando se preocupaba por lo mismo. Si se hubiera dejado llevar, no habría podido responderle inmediata y confiadamente.
– Por supuesto que no. – dijo Fuutarou.
– ¿Lo dices en serio?
– Con todo el corazón.
– Muy bien… de acuerdo. Confío en ti, Fuutarou-kun. Sé que no me mentirías. – Ichika recogió sus palillos y volvió a comer. – Perdón. Sólo fue algo estúpido que dijeron las chicas. Como sea, ¿de qué estábamos hablando?
– Estaba por contarte nuestros planes para hoy. – dijo Fuutarou. – ¿Recuerdas? Lo estábamos discutiendo anoche.
Mientras los palillos se encontraban todavía en su boca, un pequeño foco se encendió en la cabeza de Ichika. – ¡Ah, es cierto! ¡Hanami!
Un picnic bajo la efímera gracia de los cerezos, una temporada a full florecimiento. Desde los últimos días que marcaban el pasaje de dos estaciones, la calidez de la primavera que se aproximaba dejaría lugar a que muchos sentimientos pudieran florecer. Confort, placer, amor. La primavera señalaba el cierre de otro año bajo esos momentos decisivos que marcaban las vidas de ambos. Lo único que lamentaban el año pasado fue que jamás tuvieron la oportunidad de disfrutar de este momento siendo sólo ellos dos, sin nadie más.
– No puedo creer que se me olvidó. – continuó Ichika. – Nunca pensé que podríamos pasar el Hanami juntos este año. Será nuestra primera vez.
Fuutarou asintió. – Aprovechemos el tiempo que nos queda juntos. Antes que regreses a los Estados Unidos.
– Sí… – Ichika respiró profundamente. Echó un ojo a las esquinas del diminuto apartamento que fácilmente llamaba su hogar. No tenía que ser lujoso, pero tampoco tenía que ser humilde. Mientras la persona que más amaba la estuviera esperando, Ichika no querría otra cosa que volver a dondequiera que estuviese. Se puso de pie, alzando los brazos sobre su cabeza. – ¡Muy bien! ¡Vamos a asegurarnos de pasarlo lo mejor posible!
– ¿Quién se supone que eres ahora? – se rio Fuutarou. – ¿Yotsuba?
– Je… – Ichika se rio. – Pensé que me vendría bien tener algo de su energía. Seguro que a veces podría usarla. De hecho… – Ichika le dio la vuelta a la mesa, cogiendo su equipaje de viaje recubierto de amarillo. Luego de abrir la cremallera de los bolsillos, Fuutarou sólo pudo hacer una mueca cuando vio los manojos de ropa siendo metidos a la fuerza adentro. Tal vez en algún momento habían sido doblados limpiamente, pero ese momento ahora parecía muy lejano. A Ichika parecía no importarle ni un poco, pues la joven actriz eventualmente sacó un par de calcetas largas gris oscuro y un top deportivo rosa. Se giró hacia un lado. – ¡Fuutarou-kun, salgamos a trotar un poco!
– ¿A trotar? – El chico alzó una ceja. – Espera, ¿ahora mismo?
– ¿Por qué no? Me ayuda mucho a iniciar el día. No he podido hacerlo desde que regresé.
– Es un poco repentino. Ni siquiera hemos planeado lo que llevaremos para nuestro picnic.
– ¿Quieres hacer algo simple? ¿Como un onigiri?
– Oh… ese ya era el último arroz que me quedaba. Si hacemos onigiris creo que tendremos que esperar a que se cocine primero… pero supongo que estaría bien. Aunque no tengo un buen par de zapatos para correr…
Al ser atrapado perdido en sus pensamientos, Fuutarou no se había dado cuenta que su pareja le había dado la vuelta a la mesa de té. Sus brazos le estaban acariciando los hombros, y algo pesado estaba apretándose contra su espalda mientras se inclinaba cerca de él. – ¡Vamos, será divertido! Y además… – Ichika se puso a jugar con los mechones de su oscuro cabello, separando los que colgaban detrás de su oreja. El calor de sus susurros le provocó un escalofrío que le recorrió toda su espina. – Realmente tenemos que trabajar en tu resistencia un poco, Fuutarou.
La rodilla del chico golpeó la mesa. Un poco más de fuerza y las tazas habrían derramado su contenido. Y algo sobre la forma en como Ichika estaba sonriendo le dijo al avergonzado chico que no tenía ningún remordimiento sobre la última parte. Sintió tragar enormes bocanadas de aire y al girarse la cara, empezó a tartamudear. – ¡P-para con eso, Ichika! Mira, iremos, ¿de acuerdo? Sólo… déjame ir a cambiarme y saldremos.
(–0–)
Ambos continuaron con su rutina matutina. Un poco más de tiempo para guardar los platos y ordenar un poco el desastre antes de salir del apartamento. Fuutarou había mencionado que había sendero muy cerca por donde podían correr que pasaba cerca de un pequeño parque. Desde allí, podían seguir el camino principal que llevaría a uno de los enormes estanques donde Fuutarou a menudo encontraba a sus compañeros de la universidad corriendo. Bastante simple, y tenía la confianza de poder seguirle el paso a Ichika, y si era solo una carrera corta, entonces no sería un gran problema.
Ichika también quería creerlo. Quiso descartar la sutil culpa que iba arrastrando, sabiendo que difícilmente había derramado alguna gota de sudor comparada con el pobre chico que jadeaba y se tambaleaba totalmente agotado detrás de ella. Y esto fue después de una sola ronda ligera. Ella trotó unos pocos pasos hacia atrás, quitándose sus auriculares. – ¿Estás bien, Fuutarou-kun? ¿Quieres tomar un descanso?
- Estoy… bi… en… – Fuutarou se inclinó sobre sus rodillas. Unas gotas de agua rodaban por la comisura de su boca y dejaban manchas húmedas en su camiseta.
Ichika le dio unas palmaditas amables en la espalda. – Tómate tu tiempo. Seguiremos cuando hayas recuperado tu aire.
– Subestimé la distancia. – murmuró Fuutarou para sí misma, quitándose algo del agua de su mentón. – Creí que había mejorado. Al menos un poco, pero ya estoy muerto.
– Si sirve de algo, has mejorado mucho desde que nos conocimos. – se rio Ichika. – Salir a trotar puede parecer simple, pero si tu forma no está bien, eso sólo te dificultará más las cosas. Mira, empieza con pararte un poco más derecho.
– ¿Así?
– También la postura. Ayuda mucho mantener tu pecho y hombros levantados de este modo. – La chica le pasó los dedos y la palma por el pecho, acariciándole los sólidos músculos que había bajo la camiseta. – Tu fuerza también ha mejorado, pero valdría la pena agregar algo de entrenamiento cardiovascular. Oh, y asegúrate de pisar con todo el pie y no sólo con el talón.
Fuutarou asintió suavemente, pellizcándose la punta de su mentón. – Ya veo… así que sólo tengo que…
– Ah, y no pienses demasiado en ello. ¡Sólo siéntelo!
Tras un respiro rápido, Fuutarou se enderezó. – De acuerdo. Creo que ya estoy bien, podemos continuar.
– ¡Grandioso! Iremos un poco más lento en el camino de vuelta. – Ambos continuaron su ruta de trote. Vestigios del viento primaveral soplaban hacia ellos, elevando los pétalos recién caídos de los cerezos en flor. Una mañana agradable para un día agradable.
– Por cierto… – dijo Fuutarou mientras corría junto a Ichika.
– ¿Hm? ¿Qué pasa?
– Podríamos llevar algunas cosas más para nuestro picnic. ¿Deberíamos parar en la tienda de comestibles antes de volver a casa? Vi una en el camino hacia aquí.
– Antes de volver a casa, ¿eh…? – repitió Ichika, dejando que las palabras salieran de su lengua muy lentamente. Tenía la mirada fija hacia adelante, hacia los enormes edificios que formaban la ciudad de Tokio, y por supuesto toda la gente que había en ellos. En alguna parte dentro de esta ciudad de millones había un lugar diminuto, rodeado de cuatro paredes con una cama cálida, una pequeña mesa, un curioso gatito, y un chico que tenía toda la paciencia del mundo cuando se trataba de ella. En alguna parte de este lugar había otra vida que codiciaba con mucho deseo, una que a veces se sentía tan lejana que le hacía creer que las memorias de hoy eran solo un sueño. Si lo era, entonces la chica que soñaba despierta deseaba poder cerrar sus ojos por mucho más tiempo. – Seguro. Pero primero, ¿te importaría repetir eso una vez más, Fuutarou-kun?
– ¿Qué cosa? ¿Lo de volver a casa?
– Sí… eso. Es que suena… realmente lindo cuando lo dices.
Y lentamente, Ichika fue acelerando el paso. Empezó a correr adelante felizmente, dejando a su compañero que trató torpemente de perseguirla. – ¡Hey! ¡Espera! ¡Ichika!
– La tuviste demasiado fácil. ¡A ver si puedes seguirme el paso!
– Tienes que estar bromeando… ¡Ichika! ¡Vamos, ahora estás corriendo!
Se fue para atrás. Tan brillante como los reflejos de los rayos del sol sobre la superficie del estanque alrededor del que estaban corriendo, Ichika sonrió. – ¡Sólo quiero volver a casa pronto!
Luego de perder el ritmo en su ruta y algunas vueltas alrededor de esquinas familiares, los dos encontraron su camino hacia una tienda de comestibles. Fuutarou había frecuentado este lugar entre sus largas caminatas de ida y vuelta a la Universidad de Tokio. Sólo sería un viaje corto, una breve parada para comprar las botanas que se ajustaran a sus antojos y las bebidas que tuvieran mejor sabor en el calor de este brillante día de primavera. Aunque de momento, Fuutarou no encontró nada más deseable que otra botella de agua, que rápidamente compró en el momento que pusieron un pie en la tienda.
En cuanto a Ichika, eligió una bolsa de hongos de chocolate, un paquete de vegetales en conserva, y una botella de mocha frappucino. Fuutarou por su parte eligió un pequeño paquete de karaage, dango tricolor, y una enorme botella de té verde. Incluso se llevaron una pequeña rebanada de tarta de fresas cuando se atraparon una al otro mirándola por demasiado tiempo. – No hace falta que llevemos nada demasiado pesado. – dijo Fuutarou mientras caminaban hacia otro pasillo. – El onigiri será el plato principal, así que podemos elegir los complementos aquí. ¿Tienes algo en mente?
Ichika miró los estantes de comida enlatada, tarareando para sí misma. – Hmm… bueno, nunca viene mal un poco de atún. El salmón también suena bien. ¿O preferirías algo más acorde con la temporada, como un onigiri sakura?
– No estoy seguro si encontraremos los ingredientes para hacerlo aquí. – replicó Fuutarou. – Pero tienes razón. Algo de la temporada suena perfecto. Podemos coger dos de los que ya están hechos aquí.
– Buena idea. – Ichika asintió. – Entonces, ¿necesitamos algo más?
Fuutarou pensó por un momento. – No… nada realmente. Creo que todo lo demás que necesitamos lo tenemos en mi lugar. Oh, ¿qué te parece algo para la noche? ¿Deberíamos pensar en algo para cocinar, o nos llevamos algo preparado?
– Pues parece que será un largo día para nosotros. – dijo Ichika. – ¿No será mejor tomárnoslo con calma esta noche?
– ¿Entonces para llevar?
– Si tú quieres, podemos ordenar una pizza. Perfecto si queremos ver una película o hacer algo más esta noche.
– ¿Pizza? No lo sé. Suena a que será un poco caro sólo para nosotros dos.
– Vamos, ¡yo lo cubriré! Es lo menos que puedo hacer por tu hospitalidad. – Ichika le guiñó el ojo. – Y nunca la has probado antes, ¿verdad? Es bueno que te des un gusto de vez en cuando.
– Quiero decir, si insistes tanto. – Fuutarou se encogió de hombros. – De acuerdo, me parece bien. Terminemos con lo que necesitamos aquí entonces. – Puso sus últimas compras en la cesta. – ¿Crees que…?
– Hey. – dijo una voz detrás de ellos. – ¿Esa de allí no es una actriz?
Ambos se quedaron con los hombros rígidos. Antes de siquiera pensar en alguna excusa, dos chicos que no se veían mayores que estudiantes de preparatoria se habían acercado a ellos.
Y continuaron de largo.
– Oh, ¿Misako Morioka-san? – dijo el segundo chico. – Viejo, soy un gran fan suyo. Es preciosa. ¿Alguna vez la has visto…?
Fue entonces que Fuutarou e Ichika se dieron cuenta de que estaban parados junto a un estante de revistas. Una portada de letras brillantes decoraba el frente de cada publicación, con una imagen clara de lo que habría en las páginas.
Ambos suspiraron profundamente. – Casi me olvido de eso. – dijo Fuutarou, ahora más cauteloso que antes. – ¿Es buena idea que andes así por allí? ¿Qué pasará si alguien te reconoce?
La atención de la actriz estaba enfocada en otra parte. Sacando la revista que esos chicos estaban mirando, Ichika comenzó a examinar lentamente la cubierta. – Ah, ya veo, ya veo… – murmuró Ichika para sí mismo.
– ¿Ichika?
– ¿Hm? – Dio un pequeño respingo. – Oh, lo siento. ¿Qué decías, Fuutarou-kun?
– ¿Por qué estás tan distraída? – Miró hacia sus manos. – ¿Una revista?
– Sí, ¿te acuerdas de ella? – Ichika le enseñó la portada. Era una fotografía de cara, y la actriz que estaba en el centro era una mujer de aspecto glamoroso con una larga cabellera castaña. Un montón de texto intrusivo decoraba el espacio a su alrededor, siendo el más prominente el que detallaba: "Misako Morioka. ¡Entrevista exclusiva con una de las principales actrices en ascenso de Japón en la década!"
– No puedo decir que sí…
– Morioka-san. Es una antigua coestrella mía. ¿Te acuerdas, El Acertijo Carmesí? ¿La última gran película que hice mientras seguía en Japón? Ella era la actriz principal.
– Ah, ahora sí me parece familiar. – Fuutarou se asomó por encima del hombro de ella, observando como hojeaba algunas de las páginas. Chisme de celebridades, escándalos de relaciones, y un montón de sesiones de fotos. En lo que concernía a Fuutarou, nada parecía valer la pena para revisar, a no ser desde luego que los artículos hablaran sobre Ichika. – ¿Y? ¿Qué pasa con ella?
– Parece ser que a Morioka-san le ha ido bastante bien. Mucho mejor desde la última vez que escuché de ella. ¿Ves este artículo? Ya tiene sus propias entrevistas exclusivas y todo. – Ichika avanzó unas páginas más. – Whoa… parece que apareció en otro papel protagónico. Es un drama. Ahora que lo pienso, ese siempre fue su fuerte…
– Dudo mucho que sea mejor que tú. – declaró Fuutarou con confianza, pero para Ichika bien podría haber sido ignorancia.
Ichika se rio. – Oh vamos, ahora estás siendo totalmente parcial. Estoy seguro que las únicas películas que has visto son donde aparezco, o las que te obligo a ver.
– Eso no es verdad. – Fuutarou levantó un dedo. – He estado viéndolas más en mi tiempo libre, desde que Takeda me dio la contraseña de algunos de los sitios de streaming donde está suscrito. Incluso tienen películas occidentales subtituladas, aunque algunas todavía me confunden.
– Wow, de verdad estás metido en ellas. Estoy impresionada. ¿Pero por qué películas occidentales?
– ¿Por qué más? – Fuutarou le puso la mano sobre su cabeza, desordenándole un poco sus mechones de cabello corto y delgado. – Siempre lo que digo va en serio, Ichika. Eres la mejor actriz que conozco, sea en Japón o en Estados Unidos. Es justo que sepa una cosa o dos si vas a creer que estoy sólo siendo parcial.
Ichika le lanzó una mirada. ¿Cómo podía no hacerlo, cuando las palabras salieron tan desvergonzada y estúpidamente de su boca, como si fuese lo más fácil del mundo? Fuutarou no era un actor, ni novato ni prodigio cuando se trataba de disfrazar sus verdaderos sentimientos. De cierta manera, Ichika deseaba que lo fuese. Cualquier cosa para ralentizar los fluidos rojos y rosas que llenaban sus mejillas cuando estaba menos preparada para ello.
Las páginas de la revista eran lo único que la separaba de la cara de su amante, sostenidas para enmascarar la barrera de sus labios y todas las palabras que no podía sacar rápido. Cuando incluso eso se volvió algo embarazoso, Ichika tomó represalias dando uno, dos, y luego tres golpecitos de la revista sobre la cara de Fuutarou, empujándolo lejos de ella con un tímido gesto de negación. – Estamos en público, idiota… – murmuró quedamente. – No digas cosas al azar así…
Fuutarou le devolvió la sonrisa. Celebrar las victorias pequeñas, por todas las oportunidades que tendría de eso. Ambos dejaron la revista de vuelta en el estante. – Aunque eso me puso a pensar… – Fuutarou se le acercó, ahuecando las manos junto a la oreja de Ichika. – ¿No estás… ya sabes, un poco preocupada de que la gente te reconozca también? Hemos andado por todo el lugar sin nada para disfrazarte.
Ichika le restó importancia con la mano. – Oh, no te preocupes de eso. Ichika Nakano ya es noticia vieja en Japón. Bueno, no es como que haya sido muy grande para empezar. Eso me recuerda; debo enviarle mis saludos a Oda-san mientras sigo aquí.
– ¿Tu manager?
– Ex manager. – lo corrigió. – Estamos haciendo una pausa en el contrato por el momento. Él y yo hemos estado en contacto desde que me fui, y ha estado muy… entusiasmado sobre mi regreso. –Ichika se rio nerviosa. Recordaba exactamente cómo fue su conversación por teléfono.
…
– … ¡Estoy más que impresionado, Nakano-san! – Oda la había llamado una noche, luego del lanzamiento de una de sus nuevas películas estudiantiles. – Pensar que nuestra actriz estrella haya mejorado tanto, tus habilidades son absolutamente fenomenales.
– Tus halagos me avergüenzan, Oda-san. – replicó Ichika bostezando. Se rodó de un lado hacia el otro, mirando el reloj sobre su mesita de noche. Era un poco después de la medianoche, un poco tarde para tener esta clase de conversación. Pero para su antiguo manager en Japón, una llamada después de las cinco de la tarde era un momento tan bueno como cualquiera. – Hago lo mejor que puedo.
– No lo entiendes. – continuóOda. – ¡Una actriz con tu talento sólo aparece una vez en la vida! Tus dotes de actuación sólo podrán dispararse ahora que puedes interpretar roles en japonés y en inglés. Incluso Kiku-chan ha empezado a aprender algunas cosas de tus nuevas películas.
– Yo… entiendo. – De nuevo, Ichika bostezó. – Oda-san, ¿crees que podemos hablar de esto más tarde? O quizás por email, porque yo…
El exuberante hombre la ignoró. Su voz de pronto se puso cautelosa, al punto de empezar a tartamudear nervioso. – N-N-Nakano-san… no te han dado… ofertas, ¿verdad?
– ¿Ofertas…?
– ¡N-no han tratado de reclutarte otras agencias, ¿verdad?! – exclamó Oda. – ¡N-no puedes, ¿de acuerdo?! ¡Eres nuestra estrella, Nakano-san! No podemos permitirnos…
– Oda-san… – Ichika gruñó quedamente, mirando su reloj digital marcando otro minuto más en la noche. – No te preocupes. Puedo asegurarte que…
– Porque me han contactado varias firmas que han preguntado sobre ti y…
…
Ichika sacudió su cabeza para apartar esa molesta memoria. – Como sea, ¡basta de hablar del trabajo! – Alargó la mano, quitándole la cesta de compras de las manos a Fuutarou. Se balanceó libremente mientras paseaba hacia los cajeros, llamando a Fuutarou. – Vamos a pagar esto y volvamos a casa deprisa. Quiero darme una ducha.
Con sus comestibles en mano, Fuutarou e Ichika se dirigieron de vuelta al apartamento. Estaba a menos de un par de minutos de distancia, e Ichika se imaginó que ya habrían hecho suficiente como para caminar el resto del camino. Subiendo unas escaleras y luego de atravesar una puerta que se veía como las de todos los vecinos, los dos entraron a su lugar especial. Un lugar que llevaba a un pequeño pasillo con sus zapatos colocados limpiamente junto a la pared. Un lugar que guardaba un aroma del cual Ichika nunca tenía suficiente, robándole todas sus preocupaciones en el momento en que la puerta se cerraba detrás de ellos.
Espiando en una esquina más abajo había un par de ojos felinos, fijos en una cabeza ladeada. Igual que siempre, cuando Tappi escuchaba los rechinidos de la puerta del apartamento al abrirse. El cambio eventual de completa indiferencia de su gato era un saludo al que Fuutarou ya se había acostumbrado, y le acarició juguetonamente la cabeza a Tappi mientras pasaba. Era reconfortante. Había veces en que el joven universitario se preguntaba cómo había dado por sentado un hogar no vacío. Ahora que había dos en este lugar, Fuutarou no quería otra cosa más que trabajar más duro para que estos días eventualmente se volvieran el resto de su vida.
Ambos tomaron turnos. Fuutarou dejó que Ichika entrara primero a la ducha mientras él organizaba las cosas en la cocina. El arroz ya había terminado de cocinarse, sus ingredientes ya estaban colocados, y ya había terminado de reunir los últimos tazones. Cuando los sonidos de su alacena chirriando hacían eco por el diminuto apartamento, servía como una señal para que Tappi asumiera su lugar encima del refrigerador. Verlo cocinar, al parecer, era algo que al gato le daba un gran placer. Añadiendo a su propio entretenimiento, su piadoso dueño ocasionalmente le ofrecía sobras de comida durante el proceso, mientras fuera paciente.
Pero lo que más estimulaba los sentidos del usualmente bien portado gato eran las ocasiones cuando Tappi escuchaba un sonido muy familiar y distintivo. Tappi sabía exactamente los ruidos que hacía la gaveta en el gabinete más cerca de la pared, mientras sonaba el ruido de hurgar entre las herramientas, y el abrelatas mientras abría el contenedor de atún. Cuando eso sucedía, Tappi nunca podía observar tranquilo.
– ¿Qué le pasa? – se rio Ichika mientras salía de la ducha, envuelta en una toalla. Lo primero que la recibió fue el gato posado donde estaba, con el cuello estirado y el cuerpo inclinado como si estuviese a punto de saltarle a Fuutarou en cualquier momento.
– Sólo está portándose como un malcriado. – dijo Fuutarou rodando los ojos. Volteó hacia arriba para lanzarle a Tappi una mirada de regaño. – Tendrás un poco más tarde, ¿está bien? Compórtate.
– ¿Eso funciona con él?
– ¿Quién sabe? – El chico se encogió de hombros. – Sólo no lo mimes mientras no estoy mirando. O sino seguirá pidiendo más.
Ichika estuvo feliz de hacerle caso, indicándole que entrara al baño para empezar más pronto. Las preparaciones eran muy simples. Bolas enrolladas de arroz recién hecho para empacar, acompañado de condimentos comprados en la tienda junto con relleno pre-empacado. Ninguno de los dos lo admitiría abiertamente, pero ambos, Fuutarou e Ichika, sabían que eran pésimos cocineros. Un síntoma de sus hermanas menores, que a menudo llenaban sus estómagos con comidas calientes luego de largos días. En estos dos últimos años que habían pasado viviendo mayormente solos, su repertorio de habilidades culinarias y con la comida difícilmente eran impresionantes. De hecho, algunos argumentarían que hasta eran patéticas. Al menos, Fuutarou tenía algo de consuelo en el hecho de poder seguir instrucciones, y su desayuno de esta mañana resultó bastante bien para ser su primer intento.
Pero el onigiri, eso era algo que al menos podían preparar con confianza. "Lo más sencillo era lo mejor", un sustancial dicho que dictaba la pobre paleta de colores en la vida de Fuutarou por gran parte de su frugal existencia. Lo que fuera que llenara su estómago de la manera más barata, independientemente de su sabor. Todo respecto a esta comida era simple. El arroz era simple, la sazón era básica, hasta las algas marinas prácticamente se envolvían solas.
Y aun así, la pequeña pizca de arroz que probó del dedo de Ichika era mejor que cualquier cosa que hubiese comido. – ¿Qué tal está? – preguntó Ichika. – ¿Suficiente sazón? ¿Necesita un poco más?
– Creo que sabe genial. – dijo Fuutarou, limpiándose los labios. – Una vez que agreguemos el relleno, estará perfecto.
– ¡Grandioso! – Ichika sonrió. Ahora entendía por qué a Nino y Miku les encantaba tanto hacer esto. Incluso si un niño podía seguir esta receta, ver la cara de la persona a quién más quería darle de comer le llenaba su corazón de una gran calidez. La motivaba a seguir esforzándose al máximo. El arroz se sentía como si cada grano brillara mientras le daba forma en su palma. La sazón cargaba el aroma más delicioso mientras se esparcía por todo el tazón. El alga marina hacía sonar un placentero crujido al doblarse entre sus dedos, tentándolos a tomar un bocado.
Uno por uno los bultos de arroz se redondeaban entre sus palmas. Serían sólo ellos dos, así que no tenían que irse de mano con la preparación. Más bien, el tiempo parecía irse con algo más de rapidez. Su tiempo cocinando se perdía en medio de la conversación. Palabras de confort y tranquilidad. Como en el momento en que uno de ellos fuera recibido en su casa luego de un largo y agotador día. Hablando, bromeando, quejándose y jugando mientras seguían adelante, como si hoy fuese como cualquier otro día.
Era su hogar.
Un vistazo a esos días lejanos, y una memoria a la cual aferrarse por lo que quedaba del largo viaje por recorrer.
Su almuerzo estaba limpiamente empacado en una canasta de picnic, envuelta en una manta para dos. La limpieza vino después. Ichika recibió un recordatorio de lo exigente que podía ser su pareja. Lo que normalmente consideraría suficientemente bueno sería una atrocidad en los ojos de Fuutarou, aunque era posible que ambos tuvieran razón y a la vez estuvieran equivocados, de una forma u otra. Independientemente de eso, ahora estaban de pie dentro de la santidad de una cocina totalmente limpia. Cada plato utilizado había sido fregado y puesto en su lugar. La encimera había sido fregada hasta quedar reluciente, al igual que el piso bajo sus pies.
– ¿Cómo estamos? – dijo Ichika mientras se inclinaba de espaldas contra la encimera. Ya que habían empacado todo lo que necesitarían para el picnic, decidieron compartir la última rebanada del pastel que habían recogido antes.
– Ya es más de la una y media. – replicó Fuutarou, doblando el último delantal. – No debería empezar a reunirse mucha gente todavía. No si nos vamos demasiado pronto, de cualquier manera.
– ¿A dónde se fue Tappi?
– Probablemente a dormir en su lugar debajo del escritorio. Le encanta estar allí.
– Entonces me adelantaré para cambiarme entonces. Toma, puedes acabarte el resto. Di ah… – Ichika levantó su tenedor y Fuutarou tomó una pequeña mordida. – Oh, espera un segundo…
– ¿Hmm?
Ichika se tocó el pómulo. – Tienes algo aquí.
– ¿De verdad? – Se frotó la mejilla, pero al parecer se pasó un poco de fuerza.
– Ah, ahora mira. Te volviste a ensuciar, justo después que nos habíamos duchado. – La chica se le acercó, asegurándose de mantener esos brillantes ojos azules donde Fuutarou podía verlos. – ¿Acaso querías que te limpiara de nuevo…?
Sin esperar su respuesta, Ichika lentamente cogió la crema batida que le manchaba la mejilla. Sus labios hicieron un suave ruido de succión mientras su dedo se separaba de su boca, dejando que la punta de su lengua acariciara de un lado al otro de sus labios. Dulzura y sabor. Se quedó observándolo hasta que quedó satisfecho. Empezó a ralentizar sugestivamente su movimiento para disfrutar de cada instante. Después de todo, esos ojos dorados le pertenecían a alguien que la deseaba y lo sabía.
Finalmente, Ichika se rio de sí misma. – ¡Vamos, di algo! ¡Deberías haber sabido a estas alturas que esto ya te venía, Fuuta—whoa!
De pronto se sintió alzada del suelo. Sintió un deseo, pasión, e impaciencia, todo a la vez. Una fuerza que se metió sin esfuerzo debajo de sus piernas, y luego de sus muslos hasta que Ichika se vio forzada contra la encimera de la cocina. Como si fuera por instinto, sus piernas se abrazaron con ternura alrededor del cuerpo que se había presionado contra ella, dejándola sin nada a que aferrarse excepto por la pared de la cocina a sus espaldas.
Luego de echar una larga y perpleja mirada en esos ojos dorados, Ichika supo que acababa de provocar a una bestia hambrienta, y que se fue un poco de mano. Un cosquilleo y una bromita demasiado cerca, y toda su confianza y compostura se había derrumbado por completo. Ichika era la que debería haberlo sabido. Sabía exactamente hacia dónde habían mirado los ojos de su amante en el momento en que ella salió de la ducha, llevando esa camiseta apenas abotonada de Fuutarou como si fuera un vestido. La flexibilidad de su piel mojada se había colado entre la delgada tela de algodón, dejando que las líneas de su ropa interior negra se asomaran a través de ella.
Y ahora, todo lo que podía pensar era en el calor. Ardiente. Las voces de sus alientos exhaustos e impulsivos que resonaban en este diminuto espacio entre ellos, acortando más la distancia que los separaba a medida que su amante se acercaba a ella. Cuando lo hacía, Ichika por instinto apretaba sus piernas alrededor de la cintura de él. A veces se olvidaba de la fuerza que había esculpido sus músculos. Desde los extremos de sus anchos hombros hasta la longitud de sus brazos, que ahora sus uñas recorrían tímidamente.
Despacio. Firme y feroz con cada parte de su lujuria durmiente. Y al mismo tiempo, su tacto era gentil. Delicado en cada forma que el peso de su mano iba subiendo, girando y acariciando las curvas de su pierna, luego el muslo, y luego la cintura. Deslizándose detrás de ella estaba su otra mano, colocada firmemente en la parte inferior de su espalda para que ella cayera más sobre él. La sostenía como si fuese de porcelana. Frágil. Como si cada parte de ella, desde la cabeza que descansaba sobre su delgado cuello, hasta los pies que apuntaban hacia el borde de la encimera, estuviesen hechos de cristal.
Pero Fuutarou ya lo sabía. Sabía exactamente la clase de mirada que le pertenecía a alguien que lo deseaba a él, tanto como él a ella. Sabía lo embriagador que resultaba para ella convertirse en la que estaba a merced del otro. Sabía dónde tocarla y con cuánta fuerza tenía que apretarla para forzar a su amante a soltar los más dulces sonidos, enviándolos a los lados de su cuello.
Y aun así, Ichika permaneció engreída. Aunque el brillante tono rojo de sus mejillas traicionaba cualquier sentido de esa falsa bravata, Ichika permaneció engreída. Su sonrisa era retorcida, igual que su entrecejo. Sus dedos acariciaron los mechones todavía húmedos del cabello oscuro del chico antes de apretarse con rudeza al acercarse a su nuca. Lo jaló para atraerlo más cerca. – Nunca tienes suficiente de mí, ¿verdad? – declaró Ichika mientras apretaba sus dientes.
– Ya sabes que no puedo. – Fuutarou se inclinó hacia adelante. Una sonrisa ligera se formó en sus labios. Tal vez había un ligero deje de paciencia en él después de todo. Sólo un poquito. – Así que, voy a disfrutar de cada momento que tenga contigo, ahora.
– ¿Sí sabes que se va a llenar de gente si vamos demasiado tarde…?
Ella preguntó eso, pero Ichika sabía que eso no le importaba. Y justo ahora, tampoco a ella.
Su dedo se curvó hacia la separación de sus labios, su último gesto provocativo e invitación para que él finalmente hiciera lo que quería.
Esta historia continuará…
Notas del traductor:
Uff, y por fin estoy de vuelta con esta traducción. Había estado ocupadísimo con las clases en la universidad, y no ayudó que la semana pasada actualizaron varias de las historias que sigo y que traduzco en fila, lo que aunado a tener mis propios proyectos me dejó bastante presionado. Afortunadamente con este ya me quité los más urgentes de encima, si bien parece que no hay mucho fandom en español que esté leyendo de las quintillizas últimamente aquí.
Pero bueno, ya es tarde así que no me explayaré, y viendo que no hay reviews, tal vez actualice las notas mañana con más calma. Buenas noches a todos.
