Todo de mí

Escrito por bobalon, traducido por Fox McCloude

Disclaimer: Gotoubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. La historia le pertenece a bobalon, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.


Capítulo 19 — Más fácil la segunda vez


Caricias de las flores deshojadas por el viento. Pétalos que cargaban las pasiones que florecían en la primavera, arrastradas dejando rastros de colores blancos y rosas. Se esparcían generosamente sobre estanques y la hierba, y por las calles de la ciudad, ocasionalmente apilándose sobre las cabezas de aquellos que se quedaban debajo de las ramas. Confeti para una fiesta de primavera, una invitación para enviar a lo ancho y largo, anunciada desde las copas más altas de los árboles para que todos pudieran oírlo. Después de todo, la sutileza nunca fue su mejor color.

Una invitación que las masas dispersar por la ciudad respondieron de inmediato. Ambos anticipaban que las cosas tomarían un giro en esta dirección. Estaban en Tokio. Habían pasado la última hora disfrutando del resplandor posterior a su descuido, y una multitud aglomerada no era nada menos que un castigo. Una consecuencia de un error tonto que, extrañamente, a ninguno le molestaría volver a repetir una y otra vez.

Por las mismas razones, de alguna manera lograr encontrar un lugar sólo para ellos dos era una verdadera bendición. Un milagro inmerecido. Un pequeño espacio en las cuatro esquinas de su manta de picnic, y un lugar para finalmente descansar en medio de la concurrida tarde. A Fuutarou nunca le gustaron mucho las multitudes. Desde que llegó a Tokio, tuvo que aprender a ahogar ese ruido constante que lo rodeaba. Había aprendido a tomar cada oportunidad que se le presentaba, así fuera colarse por el espacio más pequeño en la hora pico del tren, o en medio de la pelea de los compradores que se amontonaban enfrente de las ofertas de la tienda de comestibles. Reglas para sobrevivir cuando estabas en la gran ciudad.

A pesar de la agotadora perspectiva de su ya-no-tan-nueva vida, Fuutarou estaba dispuesto a admitir que estos últimos dos años habían sido un viaje que bien valió todas las dificultades. En esta misma primavera, otro año vendría a su final. Otra oportunidad para recopilar esas memorias mal alineadas y misceláneas, reflexionar sobre las personas a quienes pertenecían. Si los pensamientos terminaban con una sonrisa agradable en sus labios, entonces seguramente algo, en alguna parte, iba bien en sus vidas.

Durante este momento, al menos, Fuutarou sabía que las cosas iban bien así como estaban.

– Y ahora ¿qué te tiene divagando? – Ichika le picó la mejilla con el dedo. Estaba tendida junto a él, con la cabeza descansando cómodamente en su regazo. En los momentos en que se robaba una mirada hacia arriba, la somnolienta chica se encontraba atrapada en un pequeño trance. Se preguntaba qué pensamientos extraños viajaban por la mente de su amante mientras observaban los cerezos en flor sobre ellos. Parecía meditativo, incluso tranquilo. A ella siempre le había parecido encantadora esa parte suya. Como su expresión al ser pillado en cualquier parte entre los pensamientos más triviales y sentimentales, algo que era a partes iguales calmante y divertido. Por esas razones, Ichika siempre dejaba todo de lado sólo para burlarse de él.

– Creí que estabas dormida. – dijo Fuutarou, cogiendo uno de los pétalos perdidos que cayeron sobre el cabello rosa de la chica.

– Lo estaba hasta hace un momento. – Ichika se cubrió la boca mientras bostezaba. – ¿Dormí demasiado?

– Sólo un par de minutos. Te desplomaste apenas terminamos de comer. Sabes, realmente te quedas dormida muy rápido.

Ichika se rio, y luego se rodó de lado para quedar sobre su espalda. – Supongo que el jet-lag de verdad me tiene descolocada. A esta hora ya debería estar a punto de irme a la cama. – Miró el reloj en su muñeca, fijándose en los dos diales que marcaban la hora en sus dos hogares. Ya seguramente serían casi las diez de la noche allá en California.

– Eso tiene sentido. – dijo Fuutarou. – ¿Y bien? ¿Tuviste una buena siesta?

– De hecho sí. Tus muslos hacen una almohada bastante decente. – Empezó a picarle debajo de la pierna unas cuantas veces. – Parece que todo ese ejercicio empieza a dar su fruto. Sigue así y pronto estará más firme y musculoso.

– Hey. – la regañó Fuutarou. – Nada de disfrutar mis muslos.

Ella alargó las manos, jalándole ambas mejillas. – Aw, ¿cómo te parece justo eso? Tú siempre parecías gozar bastante de los míos. Yo también merezco mi ración.

– Ya bájale. – se rio Fuutarou. – Si estás de humor para bromas, eso significa que estás bien despierta. Ahora levántate, antes que se me entuma la pierna.

– Sí, sí… – Ichika lentamente se enderezó. Con sus dedos empezó a acariciarse las partes desordenadas de su cabello mientras echaba una mirada rápida a su área de picnic. El Hanami estaba tan repleto como podría estar en una tarde templada, incluso más tratándose de una ciudad tan poblada como Tokio. – Hey, Fuutarou-kun, ¿todavía nos queda algo de…?

La interrumpió un dulce sabor al chocolate, traído hasta sus labios a mitad de la oración. – Sí, todavía nos queda bastante. – dijo Fuutarou, levantando su caja de bombones de chocolate. – ¿Quieres que te sirva algo de té?

Ichika ahogó su afirmativa mientras masticaba con cuidado. Juntos, ambos continuaron su picnic debajo de los cerezos. Todavía quedaban bastantes bolas de arroz y golosinas para el resto de la tarde, y conversaciones más que suficientes para pasar el tiempo rápidamente. Un poco demasiado rápido, si acaso Fuutarou o Ichika lo admitirían a regañadientes. Tan rápido como la joven actriz había vuelto a Japón, Ichika sabía que su tiempo sería breve. Y pensar en ello no haría más que gastar el poco tiempo que podrían disfrutar juntos. Así que Fuutarou e Ichika sólo podían sonreír. Sonreír y reírse mientras se apoyaban uno contra la otra en los hombros, participando de las lentas lluvias de los pétalos de cerezo y el sol de la primavera.

- ¡Wow! – dijo Ichika mientras miraba el teléfono de Fuutarou. – Esto me trae muchos recuerdos. ¡Ya tenía el presentimiento de que se le vería genial!

Un aire de inmenso (y debatiblemente abrumador) orgullo llenó los pulmones de Fuutarou, haciéndole hinchar el pecho. – Por supuesto que se vería increíble en el uniforme de Kurobara. ¡Raiha nació para llevarlo! ¡Quiero decir, sólo mírala! No creo que entiendas lo linda que puede ser.

Ichika se rio. – Sí, sí. Lo estoy viendo, Fuutarou-kun. Le queda perfectamente. – Ella apoyó su cabeza sobre el hombro de él. En el teléfono de Fuutarou había una foto de cuerpo completo de Raiha con un uniforme de marinero negro con una falda blanca en la parte inferior. Una tela blanca colgaba alrededor de su cuello, amarrada con un lazo blanco abajo. Estaba de pie haciendo una pose calmada y apacible, haciendo un gesto de paz hacia un lado. A juzgar por la mirada ligeramente cansada mirada en su foto, parecía que esta no era la última de las fotos de "sólo una más" tomadas por un padre muy consentidor, y una serie de fotos similares enviadas al teléfono de Fuutarou probaron aún más ese punto.

– Ha pasado mucho tiempo desde que vi a Raiha-chan. – continuó Ichika. – Parece haberse vuelto más alta desde la última vez. Su cabello también se ve más largo.

– Sí… – dijo Fuutarou, apoyándose con una mano en la mejilla. No podía recordar cuándo empezó, pero su pequeña hermana ahora optaba por echarse los mechones de su cabello hacia los lados. Aún llevaba un lazo con forma de mariposa sobre su cabeza, aunque ahora sostenía una coleta modesta. – De verdad está creciendo. No se siente que haya pasado tanto tiempo…

– ¿Crees que vas a extrañar verla como una niña pequeña?

– Un poco, pero tendrá que crecer tarde o temprano. – Fuutarou se deslizó por varias de las fotos. Las expresiones en la cara de Raiha iban desde risa casual, candidez, hasta que finalmente se le agotó la paciencia mientras se alejaba de la cámara. Las tomas subsiguientes mostraban a Isanari molestando a su hija, incluyendo algunas tomas de selfie donde sonreía ampliamente en el medio. – Parece que a esos dos les va mejor que nunca. Ver a Raiha sonreír así… no puedo evitar ponerme sentimental con eso. Está comiendo bien, y podemos permitirnos pagarle una buena escuela. Sólo espero poder mantener esa sonrisa en ella por el mayor tiempo posible.

– De verdad eres el chico más dulce, Fuutarou-kun. – Ichika le plantó un beso rápido en la mejilla. – Sigue así y casi harás que me ponga celosa. Estoy segura de que Raiha-chan debe sentirse como la chica más afortunada del mundo por tener un hermano mayor tan maravilloso como tú.

– Ja. Soy grandioso, ¿verdad?

– El mejor. – Ichika envolvió sus brazos alrededor de él, presionando sus mejillas cariñosamente contra las de él, aunque con un poco de fuerza de más, ya que Fuutarou se encontró teniendo que usar los brazos para no caerse hacia atrás.

– ¿Qué te dio de repente? – dijo Fuutarou entre las risitas de Ichika.

– ¿Qué pasa? – preguntó Ichika. – Parece que a tu ego le hacen falta algunas caricias. ¿Qué mejor que tu linda novia llenándote de todo su amor?

– Eso ya suena más como tú. – dijo Fuutarou poniendo los ojos en blanco. Ambos se rieron de sí mismos, y tras un breve instante, Fuutarou se puso de pie. – Iré al puesto de sakura mochi que pasamos antes. Probablemente ya la fila esté más corta.

– ¡Oh! Casi se me olvidaba. ¡Sí, eso suena perfecto en este momento!

– ¿Estarás bien esperándome aquí un rato?

– No hay problema. – asintió Ichika. – ¿Crees que también podrías traer algunas de esas galletas? Se veían deliciosas.

– Seguro. Volveré enseguida. – Ambos se despidieron con la mano, y pronto Fuutarou desapareció en medio de la multitud del parque. Aunque lo había dicho, una fila más corta podría significar dos cosas muy diferentes cuando se trataba de Tokai y Tokio. Los dos sabían que no sería un viaje rápido, así que Ichika se tomó algo de tiempo para entretenerse. Tenía un libro en su bolso que se había comprado en la librería del aeropuerto en Los Ángeles, e Ichika no podía pensar en un mejor momento para abrir las páginas.

– Um… disculpa…

Apenas había hojeado unas cuantas páginas antes de levantar la mirada. Frente a ella estaban un par de hombres que parecían ya en sus veintitantos, tal vez cercanos a los treinta, que la veían con expresiones cautelosas a la cara. Una expresión que Ichika les devolvió de igual manera. – Um… ¿hola?

– Perdón por interrumpir. – dijo el primero. – Pero ¿por casualidad no eres Ichika Nakano-chan?

– ¿H-huh? – Ichika tuvo un pequeño respingo. En retrospectiva, no era imposible que alguien la reconociera aquí. Fuutarou hasta le dijo que tenía que ser más cautelosa, pero Ichika insistió tontamente en que no iban a necesitar un disfraz para salir. No era como que ella fuese una estrella mayor o algo, y cualquiera de sus trabajos recientes en el país debían de ser noticias viejas. Las probabilidades eran escasas. Las probabilidades deberían haber sido escasas.

Y el shock de la realización la previno incluso de tratar de mentir para zafarse. Tenía cuatro hermanas idénticas, debería haber sido fácil sacudírselos, pero la joven actriz no pudo pensar en decir otra cosa. – Oh… jaja. ¿Necesitaban algo de mí?

– ¡L-lo sabía! – dijo el primer hombre emocionado. Al parecer se dio cuenta que se estaba pasando de entusiasmo, ya que rápidamente se recompuso. – Quiero decir, tuve un presentimiento cuando te vi, ¡pero no puedo creer que de verdad seas tú!

– ¡No puede ser, ¿de verdad es ella?! – se le unió el segundo hombre. – ¡H-hola! Los dos somos… en serio, de verdad, somos grandes fans tuyos, Nakano-chan.

– Oh, ¿de verdad? – preguntó Ichika. – Me alegro de escuchar eso.

– ¡Ambos lo somos! ¡En serio, eres una de las mejores actrices recientes! ¡No puedo creer que un par de tipos como nosotros podemos hablar contigo en este momento! ¡Es nuestro mayor día de suerte!

– Jaja… – replicó Ichika con calma, recuperando la mayor parte de su compostura. – Me halaga escuchar eso de ustedes. Pero en serio, estoy…

– ¿Estás de vuelta oficialmente en Japón?

– ¡Agh! – gruñó el primer fan. – ¡Si lo hubiera sabido, me habría traído algo para que lo autografiaras! ¡Necesito recordar este día!

– Si no es mucho pedir, ¿crees que podamos molestarte para una foto?

– ¿Una foto? – Ichika se rascó detrás de la nuca. – Hmm… bueno, no creo que ahora sea un buen momento…

La mirada del segundo fan se puso rígida. Fue en ese momento que notó el pequeño arreglo de picnic para dos personas donde Ichika estaba sentada. – ¡O-oh! Es cierto, qué grosero de mi parte. Debe ser tu tiempo privado, ¿verdad, Nakano-san? Seguro llegamos de metiches, ¿verdad, Takao?

El primer fan asintió rápidamente. – ¡Tienes razón!

– Les agradezco mucho que sean tan comprensivos. – Ichika sonrió mientras se reía suavemente. – En cualquier otro momento, me encantaría la oportunidad de conectarme con mis fans, pero como acabas de decir, estoy aquí como parte de mi tiempo privado. – Se puso las palmas una contra la otra, doblando tímidamente los hombros mientras hacía el gesto lo más educadamente posible. – Pero en verdad estoy muy agradecida con los dos por su apoyo. De verdad, muchas gracias. Me aseguraré de seguir dando lo mejor de mí.

– Lo sabía… – El segundo fan se agarró el pecho, casi como si se fuera a caer en cualquier momento. – Nakano-chan es un ángel. Es tan dulce.

– ¡Nakano-chan! – exclamó emocionado el primero. – Lo siento, yo… sólo quiero decirte que, antes de que te dejemos en paz, quería que supieras… ¡que yo siempre fui leal a ti!

– ¿Huh…? – Ichika levantó una ceja.

– Realmente pensé que fueron muy injustos contigo. – continuó. – Ya sabes, todas esas noticias sobre el escándalo porque estabas saliendo con alguien, ¿recuerdas? Había mucha especulación de que fue por eso que terminaste en un hiato.

– Oh… eso. – se rio ella a medias. – Sí, ya ha pasado mucho tiempo desde entonces. Más de un año.

El primer fan volvió a asentir. Demasiado, al punto que casi parecía estar haciéndole reverencia. – Nosotros, los miembros leales de tu club de fans, hicimos todo lo posible para que el internet no mancillara tu buen nombre. Quiero decir, ¿a quién le importa un estúpido escándalo por salir con alguien? Sigues siendo asombrosa, talentosa, hermosa, maravillosa, encantadora y…

– Ya te estás yendo muy lejos, viejo. – interrumpió su amigo.

– ¡Pero es la verdad! ¡La verdad absoluta e indisputable! ¡Sólo pensar en todos esos posers estúpidos que se hacían llamar tus "fans" me pone tan… tan… ugh! Alguien como tú merece ser tratada mejor que como te trataron aquí, Nakano-chan.

– No, sí te entiendo. Que se vayan al diablo esos haters, hombre. – El segundo se giró para ver a Ichika. – Pero si estás aquí ahora, ¿significa que estás planeando tu gran regreso a Japón?

– ¡Tienes razón! – replicó su amigo entusiasta. – ¡Todos pensábamos que no faltaba mucho! Dios mío, va a ser lo más increíble cuando ocurra.

– ¡Estará en los titulares! ¡En las noticias! ¡Tenemos que correr la voz por todas las redes sociales!

Ichika se rio nerviosamente. En cierto punto antes en la conversación, podría haber jurado que había arreglado las cosas, pero parecía que no iba a ser tan fácil. Siempre caminaba en una línea muy delicada entre la vida pública y la privada, y una actriz debía tener mucho cuidado con ambas al interactuar con los fans. Estos dos no eran peligrosos en ningún motivo (de hecho parecían tener buenas intenciones con ella), pero en serio, recibir toda esta atención era abrumador, estresante. Como si hubiese tenido que asegurarse de mantener la guardia alta al menos en parte en todo momento.

– Hey. – los interrumpió una voz. – Si ustedes dos ya terminaron aquí, quisiera pedirles que dejen en paz a Nakano-san para que disfrute de sus vacaciones.

De pie detrás de ellos y con una mirada asesina en sus ojos estaba Fuutarou. Sus brazos estaban cruzados de manera amenazante sobre su pecho, mientras una pequeña bolsita de papel con sakura mochi y galletas colgaba entre sus dedos.

– No estábamos… – empezó a decir uno de ellos, pero luego se tomó el tiempo de mirar a Fuutarou de pies a cabeza. – Um, espera un momento, ¿quién eres tú? Nakano-chan, ¿conoces a…?

– Ya la molestaron lo suficiente. – interrumpió Fuutarou, sin dejar que volvieran siquiera a mirar a Ichika. – ¿O se los tengo que repetir? Ichika Nakano se encuentra aquí de vacaciones y la están interrumpiendo. Les estoy pidiendo amablemente que se marchen, para que Nakano-san pueda estar tranquila.

El hombre parecía querer aclaraciones, hacer preguntas o refutar algo, pero todo se volvió un tartamudeo mientras la mirada en los ojos de Fuutarou se entrecerraba aún más. Su todo era de advertencia, y sus palabras golpeaban como si fueran un puño. – No estábamos tratando de incomodar ni nada. Sólo queríamos…

– Takao, él tiene razón. – lo interrumpió su amigo. – Ya les quitamos mucho de su tiempo. Mejor ya vámonos.

– Yo sólo… — suspiró. – Tienes razón. Perdón por molestarte, Nakano-chan.

Ichika le restó importancia con la mano. – Está bien. Gracias de nuevo por sus amables palabras, a los dos.

Una pequeña chispita se encendió en sus ojos. Por la forma en como sus labios se curvaron en una amplia sonrisa, parecía que otra vez estaban a punto de soltarse en otro ciclo de halagos y admiraciones, pero la mirada tajante de un novio protector detuvo todos estos pensamientos. Con toda la satisfacción que pudieron reunir, los dos hombres se inclinaron y se marcharon.

Con un suspiro de pesadez, Fuutarou volvió a tenderse sobre la manta. – ¿Se me fue la mano allí?

Ichika se rio. – No, creo que estuviste muy bien. De hecho, diría que te portaste muy varonil. ¿Te he dicho lo ardiente que puede ser ese lado tuyo?

– Muy graciosa.

– No estoy tratando de bromear. De verdad, tenías a mi corazón a mil por un segundo.

– Aceptaré el cumplido, muchas gracias. – Fuutarou le ofreció uno de los sakura mochi envueltos. – Tuve suerte, casi se habían terminado para cuando llegué al frente de la fila. Ten.

– ¡Se ven deliciosos! Gracias, Fuutarou-kun. – Ambos se sirvieron. Casi se veían demasiado lindos para comerlos, pero el olor dulce que brotaba del arroz pintado de rosa los tentó demasiado a ambos como para no dar el primer mordisco. – Aunque sí me siento algo mal. – continuó Ichika entre bocados. – Tanto por ti como por ellos, quiero decir. Parecían buenos chicos, y tuve que depender de ti para hacer que se marcharan.

– Bueno – dijo Fuutarou – supongo que cierta actriz no es tan "noticia vieja" en Japón como pensaba, ¿eh? Tus "fans más leales" parecían estar de acuerdo con eso.

– Ya basta. – murmuró Ichika. – Es embarazoso cuando lo dices así. Pero… me quedé en shock de escuchar que todavía hay gente esperando a que vuelva a debutar aquí. Supongo que una pequeña parte de mí pensó que dejaría de importarles luego de este primer año.

– Por supuesto que hay gente esperando por ti. Todos lo estamos. – Fuutarou se giró hacia ella, sonriendo gentilmente. – Especialmente yo.

Ichika se sonrojó, forzándose a soltar una risita alegre. – Soy la chica más afortunada del mundo por tenerte como mi fan número uno, Fuutarou-kun. Sólo me alegra que esos dos fueran tan comprensivos. Por un momento entré en pánico y no supe qué decir…

– Lo entiendo. Sé que no se vería bien si tuvieras que ser descortés con tus fans en público, ¿verdad? Tal vez se hagan ideas equivocadas sobre ti como persona. Debe ser muy difícil. Por suerte yo no tengo esa clase de problema. – Fuutarou dio un mordisco despreocupado.

– Supongo que es una de las ventajas de tener un novio gruñón. – se rio Ichika. – ¿Quién diría que tu cara de villano sería útil en momentos como este? Eres como mi propio y apuesto guardaespaldas personal. – Deslizó su dedo lentamente por el borde de la mandíbula de Fuutarou, presionando su cara para que él mantuviese sus ojos siempre en ella.

Fuutarou ahogó una tos, y de inmediato soltó los primeros pensamientos que le vinieron a la cabeza. – En ese caso, necesitamos discutir sobre mi salario y compensación. No sé qué tan fácil vaya a ser para mí cuando te hagas grande en la industria. Será sólo cuestión de tiempo.

– Bueno… puedo darte algo ahora mismo. Considéralo un "pequeño adelanto" por ser siempre tan bueno conmigo. – Ichika se le acercó para plantarle un suave, cálido y gentil beso en la mejilla. Mantuvo los labios por un poco más de lo usual, lo suficiente como para que sonara un agradable ruidito cerca de su oreja cuando sus labios se separaron. – ¿Qué te parece eso, hmm?

– Estamos en público, Ichika… – murmuró Fuutarou, cubriéndose el punto de su mejilla que rápidamente se calentaba más entre más miraba la cara alegre de su amante y la enorme sonrisa en sus labios. – Pero… creo que me podría acostumbrar a eso.


(–0–)


Los minutos se estiraron en unas cuantas horas más. Unas cuantas sombras se proyectaban al pasar del día de primavera, y como la brevedad de los cerezos en flor, eventualmente el día llegaría a su final. Poco a poco, los otrora tranquilos cuerpos comenzaban a moverse, familias, amigos y amantes. En poco tiempo, Fuutarou e Ichika se encontraron siendo arrastrados junto a aquellos que abandonaban el parque. Por corto que pareciera el tiempo, los únicos sentimientos que quedaban entre ellos eran de calma y reposo. Un alivio para sus espíritus que daba vida a sus pasos y aligeraba sus cuerpos mientras se dejaban llevar por el viento.

– Y aquí comienza otro año. – dijo Fuutarou mientras caminaba junto con Ichika.

– Sigamos haciendo nuestro mejor esfuerzo. – replicó Ichika. Los dos continuaron por el sendero, bajando hacia donde la multitud se iba dispersando hasta dejar solo algunas caras. Volver a casa todo el camino por donde vinieron sería muy simple. Sólo necesitaban un momento para descansar y pensar en el trayecto de vuelta a la estación. El directorio cercano habría sido el mejor lugar para comenzar, pero mientras se acercaban un poco para leerlo, Fuutarou se había girado con curiosidad hacia un lado, y vio a una chica de cabello oscuro que estaba parada allí.

– ¿Takebayashi…?

– Whoa, ¿Fuutarou?

La aludida giró su cabeza un poco. Sus muy abiertos ojos azules echaron un vistazo de arriba abajo en dirección hacia él, hasta que finalmente soltó una ligera risa. – De verdad eres tú. Qué sorpresa encontrarte. ¿Asumo que viniste a observar las flores igual que todos los demás?

Fuutarou asintió. – Sí, ya estábamos por marcharnos. ¿Así que tú también estás aquí?

– ¡Por supuesto! Yo vivo cerca, y muchos estudiantes de nuestra universidad vienen a… –Takebayashi se detuvo, alzando ojos y oídos al pensar en algo más interesante. – Oh, espera, ¿dijiste "estábamos"? ¿Significa eso que estás con…? – Echó una mirada un poco detrás de Fuutarou, notando a la chica de pelo rosa que aguardaba pacientemente. – ¡Ah! Tú debes de ser la novia de Fuutarou. Nakano-san, ¿verdad? Wow, eres incluso más linda en persona.

– Hola. – Ichika la saludó amablemente. – ¡Y gracias! Tú debes de ser Takebayashi-san, la compañera de clases de Fuutarou-kun, ¿correcto? Es un placer conocerte al fin.

– Lo mismo digo. He oído muchas cosas sobre ti. Nunca creí que podría conocer a la chica por la Fuutarou se desvive constantemente. – Takebayashi miró a Fuutarou, sonriendo ampliamente. Una mirada que Fuutarou conocía bastante bien, y todos los problemas que invitaba, pero no tenía las palabras ni la rapidez de detenerla antes que Takebayashi pudiera continuar. – Lo digo en serio, ¡este chico no para de hablar sobre ti!

Fuutarou la fulminó con la mirada. – Hey, Takeba…

– ¿Es así? – Ichika giró la atención hacia su pareja, apretando su cuerpo contra él. – Entonces, espero que hayan sido cosas buenas. Después de todo, Fuutarou-kun también habla muy bien sobre ti, Takebayashi-san.

– ¿Qué? – Takebayashi se rio. – No es posible. ¿Fuutarou? ¿Diciendo cosas amables sobre los demás? ¿Y sobre mí, de todas las personas?

– Es cierto. – se rio Ichika. – Ustedes dos son viejos amigos, ¿verdad? Y ahora otra vez son compañeros de clase en la universidad. Gracias por cuidarlo por mí.

– Ustedes dos se están llevando bien muy rápido… – murmuró Fuutarou, aunque demasiado bajo como para hacerse oír entre las risas compartidas de las chisas.

– Oh sí. Él y yo tenemos nuestra historia. Desde primaria y luego en secundaria, yo era como su hermana mayor mientras crecíamos, y déjame contarte, este chico era un verdadero dolor de cabeza. Fuutarou siempre se estaba metiendo en problemas, y yo era la que tenía que regañarlo cada vez. Se saltaba las lecciones, me ignoraba durante mis tutorías, y en general me volvía loca. Hubo muchas veces que tuve que perseguirlo para que no fuese a reprobar. Toda una pieza de trabajo, este chico.

Ichika le dio unos codazos en las costillas a Fuutarou. – Eso suena un poco familiar, ¿no crees, Fuutarou-kun? ¿No te hace sentir algo de nostalgia?

– Actúas como si tú y tus hermanas hubieran dejado de darme dolores de cabeza. – replicó Fuutarou secamente. – Y a Takebayashi le gusta exagerar las cosas todo el tiempo. Especialmente si significa meterse conmigo.

Takebayashi negó con la cabeza. – Nop. Esta vez no. Antes solías odiar todas esas sesiones de tutoría, ¿recuerdas? Imagina lo sorprendida que estuve cuando descubrí que tú también te habías vuelto un tutor. La paciencia nunca fue tu mayor virtud, ¿sabes?

– Hablas de algo que fue hace mucho tiempo. – Fuutarou rodó sus ojos.

– ¿De verdad era tan malo? – Ichika se les acercó. Como si las dos de pronto fuesen viejas amigas, Takebayashi e Ichika conversaban como si tuviesen muchos años para ponerse al tanto. – Ahora me entró mucha más curiosidad. No puedo imaginarme a Fuutarou-kun siendo ese tipo de chico malo. El Fuutarou-kun que conozco siempre ha sido muy diligente.

– No me lo creerías si te lo dijera. – se rio Takebayashi. – Supongo que los viejos hábitos nunca mueren para un delincuente. Incluso cuando empezó a tomarse los estudios con seriedad, Fuutarou seguía actuando como un mocoso malcriado. Siempre se acaloraba cuando teníamos exámenes, me desafiaba para ver quién sacaba las mejores notas, y hacía un pequeño berrinche cuando perdida, que por cierto era todo el tiempo. En una ocasión, en el octavo grado…

– ¿Podrían ustedes dos…? – Fuutarou movía la mirada entre ambas. Estas dos habían hecho click una con la otra demasiado bien, y se sentía como que tenía que duplicar sus defensas sólo por verlas paradas una al lado de la otra. Como si fueran las dos mitades de un espejo del caos, eran iguales en fuerzas. Una que se deleitaba por todas las cosas que le dieron dificultades, y la otra que gozaba por la idea de un hermano menor cuyos botones eran irresistibles de pulsar. Y en cuanto sus ojos diabólicos encontraron su camino hacia los de él, Fuutarou no pudo más que contener su aliento.

– Sólo estábamos jugando, Fuutarou-kun. – dijo Ichika, dándole unos golpes juguetones en el hombro.

– Sí, ¿por quién me tomas? – se rio Takebayashi. – ¿En serio crees que le diría a tu linda novia sobre todas las historias súper embarazosas de cuando éramos más jóvenes? ¿O que tal vez tenga algunas de tus fotos en la secundaria guardadas en mi teléfono que estaba a punto de sacar?

– Eres un desastre, Takebayashi. – dijo Fuutarou volviendo a rodar los ojos, antes de volverse hacia ella. – De vuelta en el tema, ¿qué te trae por aquí, de todos modos?

– ¿A mí? Pues vine a ver las flores, ¿qué más?

– Sí, ¿pero tú sola? – preguntó Fuutarou en tono cruel. – ¿O viniste con alguien?

Para su gran sorpresa, Fuutarou vio que Takebayashi giraba su cabeza rápidamente, como si acabara de recordar algo. Forzó una tos, como si necesitara un momento para pensar en una pregunta muy simple. – ¿C-con alguien? – tartamudeó. – ¿Por qué asumes eso, Fuutarou? ¿Acaso necesito estar aquí con alguien para disfrutar del Hanami? Y aunque lo estuviera, eso… eso es privado, ¿sabes?

Fuutarou levantó una ceja. – Quiero decir, supongo que no tienes que estar aquí con alguien. Sólo pensé que estarías aquí con un par de amigos, familia o algo así.

– Oh. Oooooh… – Takebayashi estiró el sonido, hasta que empezó a reírse algo dudosa, con aspecto peculiarmente aliviado por su última declaración. – Ya veo, a eso te referías. Ja, ja…

– Entonces… ¿sí lo estás?

– Er… bueno… verás, yo estaba, um…

– ¡Ena! – De pronto, una voz masculina se les aproximó por un lado. – Perdón por la espera, tuve problemas para encontrar el… – Se detuvo a medida que se acercaba, mirando a las tres personas frente al directorio del parque. Llevaba una camisa de manga larga blanca y marrón, desabotonada para mostrar debajo una camiseta negra de cuello alto que se ajustaba a su constitución delgada. Tenía pelo oscuro y rizado que se asomaba debajo de su gorro pasamontañas. Un breve resplandor llenó los cristales de sus gafas mientras se las ajustaba, revelando unos ojos color almendra muy curiosos. – Oh, ¿está todo bien aquí?

– ¿Ena..? – Fuutarou miró detrás de él. ¿Acaso se estaba metiendo en el camino de alguien más? Casi parecía que el recién llegado les hablaba directo a ellos, pero…

La mirada de Fuutarou se encontró con la de Takebayashi, que sonreía de manera ligeramente retorcida, y un leve tono rosa teñía sus mejillas al darse cuenta que los dos chicos miraban en su dirección. Se pasó la mano despreocupadamente por su larga cabellera oscura para apartarla, aunque fuese sólo para distraerse por un momento. – ¡S-Sanada-kun! – exclamó Takebayashi, un poco más fuerte de lo que quería. – ¡Allí estás! Me preguntaba a dónde te habías desaparecido.

Fuutarou se giró hacia el recién llegado con gafas. Murmurando para sí mismo dijo: – Espera… ¿Sanada? ¿Te refieres a…?

– Sí, perdón por eso. – Sanada los rodeó. – Es que me equivoqué de camino por un momento. ¿Estos dos son amigos tuyos? – Al acercarse, le dio una mirada más cautelosa a Ichika, y luego a Fuutarou, deteniéndose por un momento mientras le analizaba la cara. Había algo muy distintivo sobre la expresión de Fuutarou (la forma como fruncía el cejo y doblaba la cabeza) que le hizo, por alguna razón, imaginarse a un joven delincuente cuyo cabello rubio estaba levantado de una manera muy desordenada. – Oye… tú me pareces algo familiar…

Takebayashi se rio, señalando a Fuutarou. – De hecho, ya lo conoces. Es Fuutarou Uesugi, de la secundaria. Y ella es su novia, Ichika Nakano-san.

– Espera, ¿en serio? ¡¿Uesugi-san?! – Los ojos de Sanada se ensancharon. Con un paso algo más confiado, el chico de gafas se le acerco. – ¡Casi no te reconozco! Te vez muy diferente a como te recordaba. ¿Qué no solías tener tu cabello…?

– No necesitas recordarme. – lo detuvo Fuutarou rápidamente. – Pero wow, esto me trae recuerdos. Tú… luces casi idéntico a cómo te recordaba, de hecho. Estás estudiando en Kioto, ¿verdad? ¿Qué te trae por aquí?

– Muchas personas me dicen eso. – se rio Sanada. – Ena, er… quiero decir, Takebayashi-san, me dijo que ustedes otra vez eran compañeros de clase. Hasta me dijo que estabas saliendo con… — Como si una segunda parte de su cerebro fuese más lenta para seguirle el paso a todo lo que dijeron en los últimos minutos, Sanada se detuvo en seco. Sus ojos se giraron a la joven que observaba tranquilamente junto a Fuutarou. Finalmente cayó en cuenta antes de soltar su nombre en voz alta. – ¡Tú eres Ichika…!

Ichika se asustó un poco por lo repentinamente emocionado de su tono. – ¡Oh! Hola, es un placer conocerte. ¿Eres… otro de los amigos de Fuutarou-kun?

- Y-y-yo… ¡s-sí! Es decir, hasta cierto punto. No era que fuéramos los mejores amigos ni nada, pero Uesugi-san y yo éramos buenos compañeros… ¡aunque no es que no hayamos sido buenos amigos! Perdón, estoy divagando, ¿verdad? Déjame empezar de nuevo. Sólo quería decir que…

– Es tu fan. – dijo Takebayashi, suspirando con algo de desgano.

– ¿De verdad? – dijeron Fuutarou e Ichika al unísono. Ambos miraron a Sanada, que parecía estar esforzándose por contener la más grande sonrisa en su rostro detrás de unos labios muy apretados.

Sanada se rascó detrás de la cabeza. – Yo… a veces veo algunas de tus películas aquí y allá…

– Oh, así que ahora estás siendo modesto al respecto. – Takebayashi hizo un puchero. – ¿Te olvidas de cómo me hiciste volver a ver las películas que Fuutarou me recomendó? Tú tienes prácticamente todas sus películas.

– ¡No es cierto! Sólo tengo un par de ellas.

– Seguro que las tienes. Sólo admite que ya eres un enorme fanboy. Sería un gran alivio para mí.

– No me llamaría exactamente un "fanboy" a tiempo completo o algo así… espera, Ena, ¿a qué te refieres con…?

Takebayashi le puso rápidamente el dedo en los labios. – ¡No me llames así en este momento!

– ¿Qué? Quieres decir que te diga Ena…

– ¡No lo hagas!

– Espera, ¿por qué? Creí que habías dicho que estaba bien…

– ¡Sí, pero no en este momento! Es embarazoso…

Sanada le lanzó una mirada perpleja, preguntándose por qué Takebayashi estaba hablando en voz tan baja. Hubo un extraño cambio en su mirada mientras ella intercambiaba miradas entre él y la pareja que estaba parada frente a ellos, tiñendo sus mejillas de otro tono rosa. Le tomó más tiempo de lo que querría admitir, pero finalmente le preguntó. – ¿Todavía no se lo has dicho?

Después de una breve pausa, Takebayashi finalmente se rindió. – He querido hacerlo, es sólo que nunca surgió de manera naturalidad. Estábamos ocupados con los exámenes en las últimas dos semanas, y… ya sabes, realmente no estamos…

– Umm… – Fuutarou señaló a ambos. – Perdón por interrumpir, pero uh… Sanada-san, Takebayashi, ¿ustedes dos están saliendo o algo?

Sus palabras fueron como si se hubieran chocado contra una pared muy dura, y los dos se echaron para atrás donde estaban. – Ja ja… – Takebayashi se rio nerviosamente. – Eso es… increíblemente directo para preguntar, Fuutarou.

– ¿De verdad? Siempre creí que era obvio, considerando lo cercanos que siempre han sido ustedes dos. ¿Tú qué crees, Ichika?

Ichika se rio divertida. – Yo estaba pensando lo mismo. Se ven muy lindos juntos; hasta discuten como una pareja.

– No estamos discutiendo. – dijeron ambos, Sanada y Takebayashi, deteniéndose rápidamente al darse cuenta que lo dijeron juntos. De nuevo, Takebayashi empezó a juzgar con sus mechones de cabello, una imagen que Fuutarou apenas podía recordar haber visto alguna vez, mientras la mirada de Takebayashi se tornaba tímida y miraba a todos lados excepto hacia ellos. – Para ser honesta… es un poco vergonzoso hablar de esto ahora… Sanada-kun y yo no estamos exactamente…

Sanada volteó en su dirección, dándole una mirada algo confusa. Ella se la devolvió, como si intentara comunicarle de manera silenciosa "Hablaremos luego de esto".

Ichika notó cuidadosamente la manera en que ambos se miraban. Claramente había algo que los dos necesitaban arreglar, e incluso si Fuutarou era un viejo amigo con quien deseaban ponerse al tanto, parecía que en este momento ellos eran los que parecían estar sobrando aquí. – Bueno, – les dijo Ichika en un tono juguetón, lanzándole un guiño a Fuutarou al agarrarlo del brazo – no queremos entrometernos, ¿verdad, Fuutarou-kun?

Fuutarou se encogió de hombros. – Es asunto suyo. Ya nos hemos quedado aquí lo suficiente, así que probablemente sea mejor si regresamos. Ichika tiene que volver al aeropuerto más tarde esta noche. – Les dio un cortés asentimiento a Takebayashi y Sanada. – Me alegro de haberme puesto al día con ustedes de nuevo. Te veré el próximo semestre, Takebayashi.

– Ajá… – dijo Takebayashi, sonando un poco aliviada de escuchar eso. – Gracias por entender. Perdón si los incomodamos un poco.

– No es ningún problema. – dijo Fuutarou. Comenzaron a tomar caminos separados, lentamente volviendo hacia la multitud que fluía abandonando el parque. – Cuídense, los dos.

– Gusto en conocerlos. – dijo Ichika, despidiéndose.

Takebayashi sonrió. Observó cómo los dos caminaban cerca uno de la otra, cómo parecían complementarse perfectamente hasta en los detalles más pequeños. Fue tal como Fuutarou había dicho (o más bien alardeado), él e Ichika eran una pareja, donde cada uno sabía los verdaderos colores del corazón del otro, con y sin palabras habladas. Ambos se veían felices, cómodos, como si jamás hubiera un día problemático mientras estuvieran juntos. Y tal vez, en algún lugar no tan profundo como Takebayashi podría pensar, envidiaba eso. Ella alzó su mano en alto sobre su cabeza mientras empezaba a despedirse. – Bye-bye, Fuutarou, Nakano-san…

Un paso firme se puso delante de ella, mientras una voz dubitativa les llamó con fuerza. – ¡Uesugi-san! ¡Espera!

Todos voltearon a verlo. De pie sobre el sendero estaba Sanada, alargando el brazo como si intentara agarrar algo en el espacio enfrente de él. Estaban sólo a unos cuantos pasos de distancia, pero parecía que tuvieran algo más que estaba muy fuera de su alcance.

Fuutarou le lanzó una mirada extrañada. – ¿Sanada-san? ¿Qué sucede?

Durante un momento, Sanada no les respondió. Sus gafas se deslizaron ligeramente fuera de su nariz, pero no parecía haberlo notado. O tal vez, había asuntos mucho más urgentes dándole vueltas en la cabeza, reunidos con la fuerte aspiración que se dio mientras se sujetaba las muñecas de su camisa. Finalmente se atrevió a preguntarles. – Uesugi-san, Nakano-san, ¿no es… no es difícil?

– ¿Difícil? ¿Qué cosa?

Sanada rápidamente sacudió su cabeza. Por los nervios, sus primeros sonidos que salieron de su boca fueron tartamudeos, pero ya no pudo soportar dudar mucho más. – Y-ya sé que nosotros dos no hablábamos mucho antes, y que debe ser muy extraño que te pregunte algo así de la nada, pero… ¿no es difícil para ustedes dos? ¿Estar tan lejos uno de la otra?

– H-hey… Sanada-kun… – Takebayashi se paró detrás de él, colocándole la mano en el hombro. – No deberías meterte en cosas privadas de esa manera…

– Necesito saberlo. – dijo Sanada. Miró a Fuutarou e Ichika, poniéndose la mano sobre su pecho. – ¿Cómo hacen los dos para que las cosas funciones, cuando están tan separados entre ustedes? ¿No es difícil?

– ¿Estás hablando de relaciones de larga distancia? – preguntó Ichika.

Sanada asintió. – Comparados con ustedes dos, la distancia entre Tokio y Kioto es mucho más pequeña. Pero cuando pienso en ello, no sé cómo puede funcionar. Ustedes dos parecen haberlo resuelto todo, y quiero entender cómo es.

– Tokio y Kioto… – Fuutarou repitió las palabras. Recordó que estos dos habían elegido asistir a diferentes universidades luego de pasar la mayor parte de sus años de adolescencia juntos. Siempre había creído que Takebayashi y Sanada eran como uña y carne, inseparables. Perfectos una para el otro, y entre más pensaba en ello, más surreal le parecía que esas dos personas frente a él se vieran como extraños entre sí. Como si fueran dos personas que, en algún punto, lentamente habían empezado a distanciarse, apenas manteniéndose unidos por un delgado hilo de nostalgia.

Una mirada al rostro de Takebayashi fue suficiente para que Fuutarou entendiera. Una mirada que le recordó que ella era igual que ellos, que podía estar igual de confundida y llena de incertidumbre sobre cosas que él creía haber dejado atrás junto con Ichika. – Ya has dicho demasiado, Sanada-kun. – murmuró Takebayashi, tratando de jalarlo hacia un lado. – Mejor dejémoslos en paz, ¿quieres? Es embarazoso…

– Pero…

– ¿Y quién te dijo que tenemos todo resuelto? – dijo Ichika. Suavemente inclinó su cabeza contra el hombro de Fuutarou, entrelazando sus dedos con los de él, mientras recordaba este último año que habían pasado separados. – ¿Quién dice que cada día que pasa no es el más difícil sólo por estar lejos de Fuutarou-kun? Tienes razón, Sanada-kun. Es muy difícil. Y a veces, los días se vuelven todavía peores. No es igual para todos, y no creo que nadie tenga la culpa tampoco. En realidad, es así de difícil.

– Entonces – continuó Sanada – ¿cómo puede alguien aprender a hacerlo mejor? ¿Cómo puedo, es decir, cómo puede alguien querer que las cosas funciones, pero todavía no poder sacudirse la sensación de ser un lastre para la otra persona? Especialmente tratándose de alguien tan inteligente, bonita, y tan perfecta que cualquier chico estaría feliz de enamorarse de ella.

– No es muy sutil respecto a esto, ¿verdad? – le murmuró Fuutarou a Ichika, que tuvo que luchar contra una risita inapropiada cuando se lo preguntó.

– Oh, uh, ¿qué fue eso? – preguntó Sanada. – No lo escuché bien.

– Yo, uh… le estaba preguntando… – Fuutarou se aclaró la garganta. Se dio cuenta que Takebayashi se había girado para desviarse de la conversación, pero sus orejas habían captado cada palabra. – Estaba preguntando, ¿acaso parece que la "otra persona" quiere hacer que las cosas funcionen?

Sanada asintió rígidamente. – ¡S-sí! Claro que sí, de hecho. Es sólo que… uno de ellos podría… sentirse algo inseguro de las cosas. Tal vez sea un cobarde; podría creer que no vale la pena como para que ella sacrifique tanto de su tiempo por él. Los dos… – rápidamente agitó las manos – … H-h-hipotéticamente hablando, por supuesto yo… los dos podrían haberse dado cuenta que querían estar juntos antes de tomar caminos separados.

– En ese caso, me sentiría muy mal por la "otra persona" aquí. – Ichika se puso una mano en la mejilla, soltando un largo y exagerado suspiro. – Ella debe pensar que este chico es alguien realmente muy especial si está dispuesta a pasar por tantas cosas sólo por él. Es una pena que él no pueda verlo. ¿Crees que la "otra persona" habría tomado esa decisión sin pensarlo primero?

Takebayashi miró cautelosamente detrás de la cabeza de Sanada, sin decir nada.

– Si me lo preguntas – añadió Fuutarou – yo diría que "este chico" piensa que se está volviendo un lastre para la persona equivocada.

– ¿A qué te refieres? – preguntó Sanada. – Quiero decir hipotética…

– Sí, sí. "Hipotéticamente". – dijo Fuutarou masajeándose su cuello. – Creo que está siendo lastre para sí mismo. Tiene a alguien que piensa que es especial, y si fuera tan inteligente como creo que es, debería saber que uno no encuentra a una persona tan especial en cualquier parte. Si no se da prisa en decidirse, entonces terminará perdiéndola algún día, y todo habrá sido para ser nada. Y ni siquiera podría decir "al menos lo intenté". – Fuutarou sacudió su cabeza con calma. – Y si ese fuera el caso, creo que yo me sentiría mal por esa "otra persona" también.

Sanada se quedó en silencio. Sus gafas estaban ligeramente desviadas, lo que le dificultaba un poco saber con exactitud qué clase de cara estaba haciendo en ese momento, pero el silencio por sí solo les dijo todo. Era como si sus palabras fuesen más fuertes que el tintineo de los cientos de voces distantes que rodeaban el parque, mientras los que asistieron al Hanami continuaban desapareciendo. Las palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, desmenuzando los trozos que le sonaban tan familiares. En el fondo, Sanada ya lo sabía. Sabía lo único que se interponía en ser una mejor pareja para aquella persona que siempre estuvo a su lado.

– Ya… ya veo. – Sanada se rio por lo bajo. Un tono rosa llenó sus mejillas mientras se ajustaba finalmente sus gafas, y sus manos continuaban jugueteando con cualquier aspecto que considerara inapropiado, desde el desastre de su pelo rizado hasta el doblez de su gorra. – Creo que… la persona que necesitaba escuchar esto habría querido darles las gracias. Estoy seguro de eso. Y también de que querría disculparse muchas veces por las molestias.

– Bueno, "esa persona" sigue siendo un ser humano. – dijo Ichika con una sonrisa agradable. – Seguro que hay otras cosas más importantes en las que debería enfocarse en este momento. – Deslizó la mirada hacia la persona que estuvo más callada durante la conversación, cuya larga cabellera oscura se deslizaba detrás de sus orejas que ahora estaban al rojo vivo.

– ¿P-por qué me miran todos? – tartamudeó Takebayashi. Tenía los nudillos apretados con fuerza sobre su mentón mientras miraba de izquierda a derecha, antes de detenerse en Sanada. – ¿Ya terminaste de preguntar cosas por tu amigo o lo que sea? Cielos, realmente te encanta irte de lengua. Ahora, ¿no crees que ya gastaste mucho de su tiempo?

– ¡Oh! ¡Claro! – Sanada rápidamente hizo un par de reverencias rápidas. – ¡Lo siento, los dejaré en paz! Uesugi-san, fue genial volver a verte. ¡Y Nakano-san, rezaré por tu éxito!

– Oh, pero Sanada-kun. – sonrió Ichika. – Dile a tu "amigo" que le deseo la mayor de las suertes. Lo estaré apoyando.

– Igual yo. – añadió Fuutarou. – Les deseamos a ambos lo mejor. Estoy seguro que deben ser perfectos uno para la otra. Después de todo, parece que ambos se sienten muy incómodos.

Takebayashi miró en su dirección, con un ligero tic detrás de su sonrisa, pero por una vez en la vida, la chica de pelo oscuro no encontró palabras para refutar. Y Takebayashi en efecto había dado un esfuerzo absoluto. En vez de eso, se agarró con fuerza de la muñeca de Sanada, jalándolo en la dirección opuesta. – Muy bien, esta vez sí va en serio. – declaró en voz alta. – ¡Ya nos vamos!

– ¡Wh-whoa! Ena, ¿a dónde vamos? La estación está por…

– ¡Silencio, Kou-kun! ¡Nos vamos! – Takebayashi se dio la vuelta. – ¡Nos vemos el próximo semestre, Fuutarou! ¡Adiós!


(–0–)


Una convergencia de caminantes. Un corazón industrial para servir a cientos de viajes, seguidos de cientos más. Comparado con el lugar donde tuvieron su primera despedida, el Aeropuerto Internacional de Tokio se alzaba como una gran meca para los turistas y viajeros por todo el país. Otro momento para traer humildad a las almas solitarias, recordándoles lo pequeños que eran en este enorme mundo que compartían. En la distancia y por todas partes había murmullos y ruidos, a veces amplificados hasta un jaleo muy molesto, a veces reducidos hasta una simple nimiedad que se perdía en el fondo del día a día. Aquí, ellos eran sólo otra pieza de ese ambiente, ese escenario para los sentidos de alguien más. Dos almas sencillas que estaban por darse su segunda despedida.

Siempre se sentía diferente en un aeropuerto. El aire sabía diferente; el ruido los golpeaba como si fuera de otro mundo. Incluso las rueditas del equipaje de Ichika se sentían como que hacían un ruido diferente mientras iban rodando por el amplio piso. Sus miradas curiosas tomaron el lugar que una conversación distraída no pudo entre todo el ruido y la multitud moviéndose. Después de todo, era la primera vez que ambos estaban en el aeropuerto más grande de Japón. Y siempre había una persona entre ambos que estresaba hasta el último detalle.

– ¿Segura que tienes todo listo? – preguntó Fuutarou mientras se paraban fuera del chequeo de equipaje. – ¿Todo lo que necesitarás en el trayecto? ¿Tu teléfono, cargador y los boletos del avión?

– Todo está aquí. – replicó Ichika, palpando su bolsa. – Ya estoy agarrándole el hilo a esto de los viajes, así que tranquilo, todo lo tengo ya previsto.

– Y ya te aseguraste de haber chequeado todo, ¿verdad? ¿Sin confusiones con algún vuelo conectado o escala? Lo último que querrás será quedarte varada en un aeropuerto y perder tu vuelo.

– Sí, y sí, Fuutarou-kun.

– Sólo por si acaso, deberías instalar algunas apps de traducción. Tendrás que pararte en Taiwan, ¿verdad? Déjame ver si hay algunas buenas online. Con suerte serán gratis…

– Vamos, te estás preocupando demasiado. – dijo Ichika suspirando. – Estaré bien. Volví aquí sin problemas, ¿no? Ten un poco más de fe en mí.

Fuutarou se encogió de hombros. – No te hará daño estar preparada. Leí en alguna parte que los percances ocurren todo el tiempo, y se vuelve una pesadilla organizar las cosas cuando estás viajando. Sólo estoy diciendo que nunca lo sabes con seguridad. – Miró a Ichika, que se había puesto con uno de sus brazos en jarra, respondiendo sin más que una ceja levantada. Luego de una corta exhalación, Fuutarou continuó. – De acuerdo, y quizás sí estoy un poco preocupado.

– Eso ya suena más como tú. – se rio Ichika. – Prometo que estaré bien. Te enviaré un mensaje de texto en cuanto aborde y en cuanto aterrice, aunque puede que sea algo tarde para ti cuando lo haga.

– Me quedaré despierto y esperaré.

– De verdad no tienes que hacer eso, Fuutarou-kun. Probablemente aterrizaré en california a eso de… – Ichika levantó su reloj, pero antes de terminar de ver los dos diales que mostraban las horas en ambas zonas, su atención se vio atraída al zumbido vibrador en su bolsillo. Era su teléfono. – ¿Hm? Oh, déjame atender eso. Podría ser… oh sí, es ella. Dice que está justo afuera de nuestra puerta y nos está buscando. Dame un segundo para enviarle un mensaje. Estamos en…

Una voz muy fuerte y algo ronca la interrumpió. – ¡No hace falta! ¡Ya los encontré!

Aproximándose venía una mujer muy alta con ropas oscuras. Llevaba una chaqueta de motociclista de cuero delgado sobre un top gris, junto con pantalones de cuero falso que parecían brillar ligeramente con cada paso que daba con sus botas de cordones. Sobre sus ojos llevaba unas enormes gafas de sol redondas, algo que Fuutarou cuestionaba por dentro, ya que estaba anocheciendo. A su lado rodaban un par de maletas bastante grandes.

– ¡Perdón por llegar tarde, amiga! – dijo la mujer, haciendo una floritura con su largo cabello oscuro. – Entré por la puerta equivocada y me topé con un sujeto que no paraba de tratar de hablar conmigo. Estúpidos turistas, lo juro. Creen que pueden hacer lo que les venga en gana, tal vez fuese norteamericano o algo.

– Erika… – se rio Ichika. – Tú también eres norteamericana.

– Sí, y todos somos terribles. – Erika movió su cuello, soltando un largo y cansado gruñido. – ¡Ah! Hace mucho que no venía de vuelta a Japón. Ni siquiera nos hemos ido y ya lo estoy extrañando. Adiós, Tokio; ¡hasta pronto, mi querido sol naciente! Espera por mí, que algún día regresaré. – Lanzó un beso volador hacia el aire.

– Bueno, parece que la has pasado bien. ¿Qué onda con el equipaje extra?

– Ugh. Recuerdos y cosas así. Mi familia no dejaba de hostigarme de que recogiera esto y como yo ya estaba aquí, pues… – Le dio una suave patada a una de las maletas, lo suficiente para que sus ruedas golpearan pensada y densamente en el suelo. – Más vale que esto no sobrepase el límite de peso, o que el cielo me ayude. Pasé toda la mañana tratando de meterlo todo, y si tengo que empezar a sacar cosas…

– Si eso sucede, puedes mover algo de lo que llevas al mío. – aseguró Ichika. – Fuutarou-kun me ayudó a empacar, y tengo algo de espacio extra en mi equipaje. ¡Oh! Casi olvido presentarlos. Erika, él es mi novio, Fuutarou Uesugi-kun. Fuutarou-kun, esta es mi amiga, Erika Sasaki.

Fuutarou hizo una reverencia educada. – Hola, Sasaki-san. Muchas gracias por acompañar a Ichika. Y aprecio mucho que la hayas ayudado tanto mientras está en el extranjero.

– Oh, puedes decirme Erika. – dijo la mujer de cabello oscuro mientras se le acercaba. Sus manos sujetaron las de Fuutarou, ofreciéndole uno de los apretones más firmes y vigorosos que Fuutarou jamás había sentido entre sus nudillos. – Y no fue ningún problema. Es un placer conocerte al fin, Fuutarou-san. – Cogió sus gafas de sol por el borde, arrastrándolas hacia su nariz. Sus ojos color almendra lo miraron de pies a cabeza, mientras fruncía los labios y asentía lentamente con la cabeza. – Mmm… hmm… ¡sí, nada mal! – dijo con una sonrisa, volviendo a acomodarse las gafas. – Eres todo un guapetón, Fuutarou. Parece que Ichika le echó mano encima a un verdadero galán.

Por un momento, Fuutarou sólo pudo quedarse parado echando atrás ligeramente la cabeza, inseguro de dónde comenzar con las palabras. Ichika había hablado sobre su compañera actriz de vez en cuando, así que debería haberse anticipado a la fuerza de su personalidad, y la forma tan asertiva de hablar con la gente. Los dos hasta eran de la misma estatura. – G-gracias. – logró finalmente decir Fuutarou con una sonrisa rígida. – Es… la primera vez que me lo dicen.

– Sé un poco suave con él, Erika. – se rio Ichika. – Hoy fue un día muy ajetreado para él. De hecho, todo el fin de semana.

– Je, sólo digo lo que siento. Ambos se ven lindos juntos. Ahora… – Levantó las agarraderas de sus dos maletas de nuevo. – Ojalá pudiera quedarme más para hablar y conocerte un poco mejor, Fuutarou, pero tengo que chequear toda esta basura antes que se nos haga tarde para el vuelo. Así que los dejaré a ustedes dos solos antes de irnos hacia la puerta, ¿está bien? Tómense su tiempo.

Tan rápido como vino, Erika se había marchado. Sus dos maletas llenas se golpeaban una a la otra mientras las arrastraba por el aeropuerto.

– Es… alguien con mucho carácter. – dijo Fuutarou.

– Lo es. – Ichika estuvo de acuerdo. – Pero es una buena chica. Me alegro que haya ofrecido viajar conmigo a pesar de ser tan repentino… una parte de mí piensa que sólo necesitaba unas vacaciones. Es un espíritu libre, después de todo…

– No es algo malo, supongo. Mientras estés en buenas manos, Ichika.

Se quedaron de pie solemnemente en medio del corredor. Los dos amantes se habían encontrado en otra encrucijada de sus impredecibles vidas. Dentro de las enormes paredes del aeropuerto, dentro del aparente recorrido de los cientos de extraños que caminaban a su alrededor, esta pequeña pausa en sus viajes individuales serviría como un recordatorio de todas las cosas que realmente importaran. Todos los pensamientos tiernos y soñadores, reunidos dentro de la calidez de las manos del otro que se sujetaban llenas de amor.

– Bueno… – comenzó Ichika. – Parece que otra vez estamos aquí, ¿eh?

– Así parece. – dijo Fuutarou estando de acuerdo.

– Es un poco… ¿cuál es la palabra que busco…? ¿"Anticlimático", tal vez? No he estado fuera ni por un año, y aquí estamos. Se siente demasiado pronto para todo esto; como si todavía no estuviera lista. Pero al mismo tiempo…

– … ¿Se siente como si no fuera lo bastante pronto? – terminó Fuutarou.

– Wow, de verdad eres bueno en este tipo de cosas. – se rio. – De verdad necesito tener más cuidado cuando estoy contigo más a menudo. Sabes tanto de lo que pienso, que casi me da miedo.

– Lo dices como si yo fuera el único. – Fuutarou miró fijamente a Ichika, con las manos apretadas con más fuerza sobre la punta de los dedos de su amante, como si este pequeño gesto fuese todo lo que necesitaba para mantenerla aquí para siempre. – Estoy seguro que tú sabes tan bien como yo lo que estoy pensando ahora.

– Tal vez, tal vez. Siempre eres muy serio, y al mismo tiempo, te distraes con las cosas más pequeñas. Pero eso es lo que me gusta de ti, Fuutarou-kun. – Ichika sonrió. Una sonrisa gentil y anhelante. – Si tuviera que adivinar, ¿ahora mismo estás pensando que vas a extrañarme demasiado?

– Algo así. – replicó Fuutarou con una sonrisa. – Me duele verte partir de nuevo, Ichika. Desearía que hubiera una forma más fácil para ambos, pero sé que esto es lo mejor para ti y tu sueño. Así que… sólo puedo seguir deseándote suerte.

– Gracias, Fuutarou-kun… – Ichika lentamente envolvió sus brazos alrededor de él. – Gracias por soportarlo todo por mí. Gracias por ser tan paciente conmigo, y por pensar en lo que es mejor para mí. ¿Crees que… estará bien si puedes esperarme un poco más?

– Voy a estar bien, Ichika. Voy a estar bien.

– Porque recuerda lo que te dije, Fuutarou-kun. – Lo apretó con sus brazos todavía más. – Seguiré contando los días. Han pasado tantas cosas esta semana, que no sé lo que pasará en el futuro. Al menos… mientras yo sepa que tú sigues aquí, esperándome, entonces estará bien. – Enterró la cara en el pecho de él. – ¿Me prometes que tus brazos seguirán aquí cuando regrese? ¿Para cuándo finalmente vuelva permanentemente?

– Lo prometo, Ichika.

– De verdad no te merezco, Fuutarou-kun.

Fuutarou se rio. – De verdad no lo haces.

– Parece que a alguien realmente se le subió mucho el ego. – se rioIchika, pellizcándole las mejillas a su arrogante amante. – Incluso estás bromeando ahora. Y me encantaría ver esa horrible cara que pondrás cuando atraviese por esa puerta. ¿Cuánto lloraste la primera vez, hmm?

– Estás imaginando cosas. De hecho, apuesto a que fuiste tú la que no pudo parar de llorar, Ichika.

– ¡Ja! ¿Qué clase de actriz de tercera crees que es tu novia? – Se puso los dedos sobre el pecho, sacándolo con orgullo. – Una actriz estelar no es alguien que fácilmente pierde la compostura. Espero que puedas contenerte hasta que vuelvas a casa, porque vas a estar llorando en mi almohada esta noche.

– Y pensar que hace apenas unos segundos que estaba hablando sobre mi ego. – Ambos se rieron. Dentro de la calidez del abrazo del otro, los dos amantes no podían hacer otra cosa que reírse. Con todo lo que se había dicho y hecho, el mundo a su alrededor se había vuelto un poco más ruidoso. Un poco más animado para recordarles de la brevedad de estos días no anticipados.

De manera oportuna, Erika había regresado a su pequeño lugar enfrente de las puertas. – Todo despejado y listo para partir. – dijo con un pulgar arriba. – Estoy lista cuando tú lo estés, Ichika.

– Ya estábamos a punto de terminar aquí. – replicó Ichika. – ¿Verdad, Fuutarou-kun?

– Sí. – asintió Fuutarou. Cruzó ligeramente los brazos uno encima del otro. – Cuídense, ¿de acuerdo? Que tengan un viaje seguro de regreso, las dos.

– Lo haremos. – Ichika se acercó para darle un rápido beso en los labios. – Supongo que decir adiós es un poco más fácil la segunda vez, ¿eh?

– Sólo un poco. – Fuutarou sonrió. – Apenas un poco.

Tomaron caminos separados fuera de las puertas de seguridad. Unos pocos momentos después mientras podían ver los detalles del rostro del otro mientras atravesaban la fila. Cada paso hacía que la imagen del otro se volviera más borrosa en la distancia, reemplazada con una mano levantada para despedirse del otro por última vez. Un momento después, y la imagen del otro desaparecería entre la multitud y la distancia de la terminal del aeropuerto.

– Hey, Erika. ¿Puedo preguntarte algo?

– ¿Hmm? ¿Qué sucede?

– ¿Tú crees que… soy una persona terrible?

– ¿De dónde salió eso? Por supuesto que no lo eres.

Ichika soltó una risita seca. – No lo sé. Me siento terrible y culpable al respecto. Pensar que, llegué al punto de decirle una mentira a Fuutarou-kun de esa manera.

– ¿Una mentira?

Ichika lentamente se colocó sobre la cinta móvil. Fuera de la ventana cercana, los cielos ennegrecidos del anochecer ya pintaban el espacio hasta donde podían ver sus ojos. Al otro lado, más allá del horizonte que estaba frente a ella, estaba un lugar que seguramente debería haberle dado la bienvenida en la mañana. Su sol recién despertado y las altas palmeras que proyectan sus sombras sobre las calles. Fuera de esta ventana había grandes aviones que la llevarían más lejos otra vez, este tenue reflejo de una mujer cuyos ojos y labios no podían evitar decir mentiras. Sintió el toque frío del vidrio en la punta de sus dedos mientras continuaba.

Deslizó lentamente sus manos hacia su boca, presionando el pañuelo desechable muy de cerca para que pudiera impregnarse con las lágrimas que bajaban por sus mejillas.

– En realidad no lo es… – dijo Ichika finalmente. – No… realmente no es más fácil decir adiós la segunda vez.

Erika le dio unas palmadas en los hombros a su amiga. Por alguna razón, le parecía apropiado soltar una pequeña risita. A menos que estuviera en su imaginación, la chica de cabello oscuro alcanzó a vislumbrar brevemente al joven que estaba de pie solemnemente fuera de las puertas del aeropuerto, con la mirada triste hasta los últimos momentos en los que Ichika desapareció de su vista. Tal vez por eso pensó que sería seguro enterrar sus ojos entre sus manos, cuando parecía que nadie más lo estaba viendo. Si tan solo fuese un poco más cuidadoso, se habría percatado de que Erika se estaba quedando algo atrás de Ichika, y si se hubiera tomado el tiempo de conocerla, Fuutarou tal vez habría sabido que Erika era una persona bastante entrometida.

– Pensándolo bien… – Erika continuó riéndose – tal vez eres terrible. Totalmente despreciable, lo peor de lo peor. – Se adelantó, echándole un brazo alrededor de los hombros a su amiga. – Ustedes dos están prácticamente hechos el uno para el otro.

Esta historia continuará…


Notas del traductor:

Uff, y aquí estamos de nuevo. Este se actualizó más rápido de lo que me esperaba, pero no me quejo. Y qué bueno que ahora que tengo la app en el móvil no me pierdo de las actualizaciones como antes.

Bueno, no sé ustedes, pero no podría haber pedido una mejor continuación al capítulo anterior. Fuera de los momentos obvios entre Fuutarou e Ichika (increíbles como siempre), me alegró que por fin Ichika haya conocido a Takebayashi, y me encantó que rápidamente las dos pudieran llevarse bien a primera vista (no como Nino y Miku que se pusieron celosas, y ni estando en una relación con Fuutarou). En los capítulos anteriores debo admitir que me preocupé de que Sanada no anduviera por allí cuando apareció, pero me imaginé que también debían estar llevando su relación a distancia. Y no sé por qué, pero se sintió genial leer a Fuutarou dándole a Sanada consejos de cómo sobrellevar el hecho de estar tan lejos de tu persona amada. Y claro, fue bueno volver a ver a Erika, aunque haya sido solo un momento, lástima que no la vimos interactuar con el resto de las quintillizas. Por último pero no menos importante, ya llevaba tiempo queriendo ver a Fuutarou marcando territorio con su novia, aunque se tratara solo de un par de fans de la actriz excesivamente entusiasmados pero inofensivos. Eso para que Ichika se enamore aún más de él.

Bueno, y con eso el reencuentro llega a su final, y vuelven a verse separados por el océano. La espera será muy larga, pero el día se acerca más. Y con eso yo llego al final de este cap, sin reviews, sin agradecimientos, pero con la satisfacción de seguir. Hasta la próxima, ¡sayonara!