Pablo: - ¿Ocurre algo, padawan? -
Roy: - No... No maestro... Todo está bien. Listo para empezar. -
Pablo: - ¿Estas seguro? Hoy parece estar más distraído... de lo normal. -
Roy: - No se preocupe. Solo estaba... pensando en algunas cosas. -
El padawan trato de forzar la sonrisa de siempre, pero cuando alzó la mirada se encontró con la mirada inquisidora del Jedi. Pablo parecía estar al límite de su paciencia, y con razones.
Pablo: - Joven padawan. Necesito que no me haga perder más mi tiempo.
Roy: - ¿Maestro? -
Pablo: - Ya han paso varias semanas desde que empezamos a entrenar y tu condición con la Fuerza no ha mejorado en lo más mínimo. Tu conexión con la Fuerza sigue siendo tan débil que parece inexistente. Podría pensar que ni siquiera te estás tomando esto en serio.
Roy: - Yo... estoy haciendo lo mejor que puedo... General. -
La cara de Roy se oculto en su sombra, pues la cabeza agachada impedia a Pablo para ver la falsa sonrisa en su rostro. Pero el Jedi no necesitaba verla para saber como lucia.
Pablo: - Aquí no soy tu general. Aquí soy tu maestro. Y como tu maestro me debo preocupar por tu desarrollo. Pero no puedo hacer nada si no pones de tu parte. Yo soy solo una guía, no una palanca. Mejorar tu conexión con la Fuerza solo depende de tu propio tiempo y esfuerzo. -
Roy no encontró malicia en las palabras de su maestro. De hecho, el simple hecho que se llamase a sí mismo maestro y no general hacia la carga del ambiente más lijera, pero no por eso tenía más esperanzas. ¿Acaso tendría algún sentido tratar de excusarse? ¿Valdría la pena siquiera hacerlo? Y lo más importante de todo. ¿Tendría la posibilidad de seguir siendo un Jedi si sabían la verdad? ¿O al menos parte de la verdad? Las palabras de Hammer y Tukk parecían muy tentadoras en ese momento. Tenía tanto que perder... y aún asi... decidió seguir adelante.
Roy: - Maestro yo... - Suspira.
Pablo: - ¿Que ocurre? -
Roy: - Creo que hay algo que debería contarle. -
Pablo: - Soy todo oídos. -
Roy: - Yo... he alcanzado mi límite en el control de la Fuerza. -
Pablo: - ¿Tu límite? Eso no tiene sentido. Eres demasiado joven para siquiera pensar eso. De hecho, ningún maestro ha sido capaz de alcanzar su límite. Ni el propio Yoda podría firmar eso.
Roy: - Apenas tengo quinientos midiclorianos por celula. -
Escuchar eso fue... peor que un balde de agua fría para Pablo. Eso era imposible. ¿Cómo alguien que sólo tiene el 10% de los midiclorianos de un Jedi promedio siquiera fue aceptado en la academia? De ser cierto... El entrenamiento de Roy ni siquiera valía la pena.
Pablo: - Necesitas al menos cinco mil midiclorianos por celular para ser aceptado en la academia. Dime... ¿Cómo alguien como tu pudo llegar a ser admitido? -
Roy pensó seriamente en si respuesta. Lo que iba a decir no era algo fácil de digerir, ni siquiera para él mismo.
Roy: - Llegue al templo como cualquier otro niño... un bebé que nunca conoció a su familia. Decía que era prometedor, que mi control de siete mil quinientos midiclorianos por célula me haría un buen Jedi, y eso creí por mucho tiempo. Siempre fue uno más del montón, nada que destacar, pero al menos tenía un control decente sobre la Fuerza.
Pablo: - Uno no cambia simplemente la cantidad de midiclorianos en su cuerpo. Es parte de la propia sangre. Eso no tiene sentido. -
Roy: - Tenía trece años cuando... cuando algo... algo malo pasó. Sufri... Un accidente... Y tuvieron que ponerme una transfusión de sangre. -
Pablo: - ¿Un accidente? ¿Qué tipo de accidente? -
Roy: - No quiero hablar de ello. - Su tono fue sentenciante. No tuvo que repetirlo dos veces.
Pablo: - Lo... Lo entiendo. -
Roy: - Mi cuerpo... no acepto del todo los cambios, y estoy grave por unos meses. Al final me logré recuperar, pero al final mi cuerpo sufrió demasiado. Mis niveles de midiclorian se desplomaron, y mi conexión con la Fuerza se volvió inexistente. Mi único consuelo fue el camino del sable de luz. - Roy tomó su sable y lo miro con ojos tristes pero agradecido. - Esto... es lo único que me queda... y es lo único a lo que puedo aspirar. Por eso... Le pido que me perdone... maestro. Pero... no podre cumplir con sus expectativas. No importan cuanto me esfuerza. Ya ya... no podre mejorar. -
Pablo se quedó sin palabras al escuchar su historia. Nunca había leído u oído hablar de esto. ¿Un Jedi al cual se le hizo una transfusión de sangre y perdió su control de la Fuerza? Eso era algo. El Jedi miró a su padawan, pero Roy no era capaz de alzar la mirada. Sus ojos tristes miraba con pesar su sable de luz, y su sonrisa hacia lo posible por esconder el dolor de su rostro. Pobre muchacho. ¿Cuanto pudo haber sufrido en estos tres años? Al fin y al cabo. Roy apenas cumplía los dieciséis.
Pablo entendió que no podría obtener más respuestas del joven. Él no estaba en condiciones de dárselas, y no quería resultar ser muy persistente. Eso podía deteriorar su ya delicads relación maestro - alumno. Pero si quería saber más del tema, sabría que el maestro Yoda podría decirle algo más. Por ahora... era mejor dejar las cosas tal y como estaban.
Pablo: - Si lo que dices es cierto, entonces no tiene sentido seguir intentándolo en vano. Necesito... Necesito un tiempo para... asimilar todo esto y... o. Las lecciones terminaran por hoy. Trata... trata de descansar un poco.
Roy: - Si, maestro. -
El joven se puso de pie incapaz de mirar a su maestro a los ojos. Estaba... asustado. Parece que Pablo se lo había tomando con más calma que la que deberia, pero no tenía la fuerza para preguntárselo directamente. Roy se dio la vuelta y se retiró. Sus pasos secos hacían eco en la silente y vacía habitación oscura de metal. La puerta automática se abrió ante las pisadas de Roy, pero la voz de su maestro lo detuvo de pronto.
Pablo: - Roy... - El joven se dio la vuelta y ambos se miraron a los ojos con muchas dudas. - Lo siento. -
La palabras fueron escuchadas, pero tardaron en ser procesadas. Una disculpa tan repentina no estaba en sus planes. Ni siquiera los sonidos salieron de su boca para expresar su gratitud, y solo un gesto de agradecimiento pudo hacer de respuesta. Por primera vez desde que lo conoció, Pablo vio una sonrisa verdadera en el rostro de su padawan antes de abandonar la sala y dejar al Jedi envuelto en sus pensamientos.
Pablo: - Supongo que tendré que tomar una óptica diferente con este muchacho. - Suspiró. - Maestro Yoda. ¿En que problema me ha usted metido? -
Por otro lado, Roy caminaba pensativo por los pasillos del Venator. Todo lo sucedido con su maestro le dejaba muchas cosas que pensar. No era la primera vez que alguien le recomendaba que dejara de ser tan reservado y que se abriera con aquellos en los que podía confiar, pero él siempre hizo oídos sordos ante esas palabras. ¿Por qué ahora decidió escuchar y seguir los consejos de esos dos clones que apenas conocía? Eso era un misterio hasta para él. Pero eso no quitaba lo agradecido que estaba con ellos.
Hermanos de armas. Un concepto algo abstracto. Algo absurdo para algunos, pero tan real como la vida misma para aquellos que han luchado codo con codo en el campo de batalla. Lealtad, confianza, simpatía, respeto. Eran valores que aquellos unidos bajo una bandera común compartían. Los clones fueron creados para luchar, y no conocían otra cosa más allá del campo de batalla, las instalaciones de Kamino y los lazos que compartían con sus hermanos. Roy era un joven que no encajaba con sus semejante, por mucho que intentase negarlo. Pensar en esta nueva familia que el destino y la guerra le habían regalado era tan emocionante como deprimente. Pero al menos, un pedacito de este universo pudo acoger a esa joven alma tan errante y darle un lugar al que llamar: Hogar.
La llegada de Roy a los dormitorios no pasó inadvertida. Los clones se apresuraron a recibirlo y a alabarlo por el grandioso combate que tuvo con el comandante Tukk. Ni el propio Roy era consciente de esto, pero el comandante mantenía un puesto inquebrantable en las luchas de prácticas, y nadie jamás le había logrado hacerle frente e incluso estar tan cerca de ganarle.
La confianza de los clones hacia Roy se convirtió en respeto cuando demostró su valor y el sacrificio en la batalla de Christophsis. El propio Roy no era consiente de todas las vidas que salvo a sus espaldas, pues estaba tan concentrado en el enemigo de enfrente que no tuvo tiempo a pensar en eso. Lo que hizo fue casi por instinto. Y para aquellos que tuvieron la suerte de ver la pelea con el comandante Tukk, ese respeto se convirtió en admiración. Una admiración que el padawan ignoraba, pero cuyos efectos no tardó en sentir.
Clon 1: - Jaja. Teniente. Menuda golpisa de dio al comandante. -
Clon 2: - Yo personalmente creo que el muchacho le ganó al Tukk. Hammer seguro no contó un par de golpes o no los vio.-
Clon 3: - El capitán Hammer no acepta las trampas. -
Clon 4: - Y mucho menos cuando el propio Hammer fue el de la idea de tener un "ranking." Seguro a él le gustaría ver al comandante perder su título de campeón. -
Clon 5: - Yo también quisiera ver eso. -
Clon 3: - Y díganos Teniente. ¿Cómo es que es tan buen peleador a tan corta edad? -
Roy: - Mejor llamadme Roy. Esto de Teniente aún me cuesta aceptarlo... Y bueno... Con respecto a su pregunta... Simplemente entrené mucho... Eso es todo. -
Clon 4: - Ya quisiera yo tener ese optimismo. -
Clon 2: - ¿Que me dices Roy? ¿Te animas a jugar una partida de cartas? -
Clon 1: - ¡Oye! -
Roy: - Jajaja. Tranquilo. No soy el general. No voy a negarles a jugar... Pero no me haré responsable si los atrapan. - La risas no faltaron tras el comentario. - Pero de momento voy a rechazarlo. Necesito... Necesito descansar un poco. Tal vez más tarde los acompaño. -
Clon 4: - Le tendremos un asiento guardado. -
Roy: - Gracias por eso. Nos vemos chicos. -
El padawan se retiró a su camarote. Es posible que como rango militar tuviese que dormir en una cabina compartida junto a cuatro clones de su batallón, pero al ser el alumno del general al menos le permitirán tener su propio camarote, pues meditar con tantos chicos hablando de cualquier banalidad le resultaría imposible meditar.
Roy se aseó un poco y se acostó sobre su cama. Siempre tenía ropa puesta, sin importar las circunstancias o el calor. Incluso esos días en los que el sistema de enfriamiento de los cubículos se vio afectado por una batalla espacial, y todos los clones tuvieron que desprenderse de sus armaduras por el calor, Roy se mantuvo vistiendo esas largas túnicas de padawan, aunque las gotas de sudor corriese a chorro por su rostro. ¿Acaso estaba escondiendo algo bajo su piel? ¿Alguna extraña enfermedad? ¿O simplemente le daba vergüenza?
Fuese cual fuese la respuesta, Roy simplemente se acostó sobre su cama, pensando en las muchas cosas que habían pasado y que estaba por pasar. Su conciencia navegó por sus pensamientos hasta que cayó profundamente dormido. El mañana será simplemente un nuevo comienzo.
