Roy: - General Pablo. Teniente Roy y sargento Collin reportando nuestro regreso. - Habló por el comunicador de su nave caza.

Pablo: - ¿Teniente? ¿Se puede saber dónde usted y el sargente estaban? Perdimos contacto con usted hace media hora. -

Roy: - Tuvimos un percance junto a la legión 501 en su espacio orbital. -

Pablo: - Más vale que el general Skywalker confirme su historia, joven padawan. O estará en serios problemas. -

Roy: - Cuente con ello. -

La batalla espacial en este frente estaba muy atrasado comparado con el resto. No solo fueron los últimos en llegar, sino que también la 194th legión disponía de menos recursos que otras como la 501 o el 212 cuerpo de ejército. Así que su avance era mucho menos progresivo.

Entre muchas otras cosas, la 194th contaba con menos bombarderos, por lo cual los asaltos frontales contras las naves Lucrehulk que conformaban el bloqueo separatistas era muy arriesgados, y la probabilidad de éxito muy baja. Afortunadamente, el general parecía tener una idea en mente.

Roy: - General. Deberíamos contactar con la 501 y pedirle bombarderos y cazas de apoyo si queremos derribar esos acorazados separatistas. -

Pablo: - Negativo. Recibimos noticias de las tropas en tierra. El general Windo y el escuadrón Rayo están a punto de asaltar la ciudad capital de Ryloth. No tenemos tiempo para esperar por refuerzos si queremos despejar el sector. Si no destruimos esas naves antes de la derrota separatistas... ¿Quien sabe de lo que son capaces? Tal vez ejecuten un bombardeo orbital en represaría. Tenemos que atacas y ahora. -

Roy: - ¿Alguna idea? -

Pablo: - Si. ¿Comandante Tukk? ¿Están listos? -

Tukk: - Las lanzaderas están listas y a la espera. -

Pablo: - Muy bien. Teniente Roy, valla con el capitán Hammer y la compañía Neptuno y asalten la Lucrehulk de la derecha. Comandante Tukk, al de la izquierda. El resto, seguidme a por el del centro. A todos los acorazados, brindad fuego de apoyo. -

De pronto, los tres acorazados abrieron las enormes puertas de los hangares centrales, y miles de lanzaderas LAAT/i despegaron de su interior rumbo hacia los acorazados enemigos. Era una maniobra sumamente arriesgada, pues estos transportes si bien podrían surcar el vacio del espacio sin mucho esfuerzo, no estaban diseñados para el combate contra otros cazas. Eran mucho más lentos, y los droides Buitre lo verían como presas fáciles, de allí el sobresfuerzo que los cazas de la república tuvieron que hacer para mantenerlos alejados.

Tanto el general Pablo, como el teniente Roy y todos los pilotos clones estaban enfrascados en una encarnecida batalla contra los droides Buitre. Decenas de vidas se perdían cada minuto, y los clones dentro de las lanzaderas no podían hacer más que respirar profundamente y esperar llegar a su destino, pues ni siquiera podrían tener las puertas laterales abiertas para contemplar la batalla. Solo podían esperar... y rezar.

El propio capitán Hammer era muestra de ello. Era un gran guerrero sin lugar a dudas, pero se sentía demasiado inseguro dentro de una nave y tenía sus razones. En tierra el tenía control sobre sus acciones. Sus decisiones podrían salvarle la vida o la de sus hermanos, pero tanto en el aire como en el espacio estaba a merced del transcurso de la batalla y las caprichosa Fuerza.

Roy: - Ya lo vi R5. Son demasiados. - Respondió a los pitidos del droide que viajaba acoplado a su nave.

Collin: - Teniente. Se acercan más cazas Buitre. -

Roy: - Esto no me gusta... A todos los cazas. Defended a los transportes a toda costa. -

Simplemente era demasiado. El joven padawan apretaba los dientes cada vez más cuando uno de los transportes bajo su cargo explotaba a sus espaldas. Sabía lo que era la guerra y sus consecuencia, pero allí iban hombres. Hombres que contaban con él para cumplir su misión y les estaba fallando.

Collin: - Teniente... Espere... -

Ante el llamado de su subordinado y y los asustados pitidos del droide B5, Roy apretó el acelerador de su nave, saliendo de la formación y adentrándose solo contra los droides enemigos. Era un acto temerario y para nada aprobado por ningún superior, pero es seño fruncido de Roy daba a entender que estaba dispuesto a aceptar el castigo si sobreviviría a este encuentro. Pero no perdería a ninguno otro hombre. No hoy.

El padawan se lanzó de frente, abatiendo decenas de droides de la incontable marea que se les abalanzaba encima. Su caza estelar se abría paso entre el fuego de las explosiones o los fragmentos de metal que volaban en todas direcciones. Sus blaster no dejaban de disparar, hasta el punto de estar a punto de sobrecalentarse. El droide R5 estaba sumamente asustado, y en su lenguaje binario le pedía al joven piloto que recapacitara sobre sus decisiones, pero este simplemente no escuchaba. Y antes siquiera de poder darse cuenta, estaba justo al frente de la entrada del hangar de la Lucrehulk.

Roy: - ¡R5, salta! -

Tan pronto ingresaron dentro del sello magnético que mantenía la gravedad dentro del hangar de la nave Separatistas, la carlinga del caza salió disparada tras un fuerte estallido, permitiendo a Roy saltar a ridículas velocidades fuera de su nave. El droide B5 tuvo que hacer exactamente lo mismo, eyectándose de su puesto segundos antes que el caza se estrellase violentamente contra el interior del hangar de la Lucrehulk en una violenta explosión.

El único motivo por el cual Roy pudo sobrevivir a tal estupidez fue la naturaleza misma de su cuerpo mecánico, mucho más resistente que uno orgánico, aunque carente del uso de la Fuerza que permitía a los Jedi aterrizar con elegancia incluso en esas situaciones.

Roy no cayó de esa forma, sino como una piedra cuyo impacto retumbaba en la inmensidad del interior del hangar, escondiendo sus partes orgánicas al hacerse una bola para evitar alguna herida grave. Aunque el impacto y las incontables vueltas que dió lo dejaron bastante mareado, incluso con su oído cibernético mejorado. Pero ese no era el momento de preocuparse por eso.

Tan pronto el joven recuperó la compostura, no dudó por un segundo en agarrar sus dos sables de luz y lanzarse contra el droide más cercano que tenía. Roy estaba envuelto en una vorágine de violencia, aunque su actitud distaba bastante del lado oscuro. Él solo quería asegurar la vida de la mayor cantidad de clones posibles, aunque esto pusiera en peligro la suya propia.

Los droides vieron como ese extraño cybor se abalanzaba sobre ellos sin ningún tipo de autopreservación. Sus ropa estaban desgarradas producto a la propia caída, e incluso sus placas de plastoide que recubrían sus hombros estaban abolladas por los diferentes impactos contra el duro suelo metálico.

Durante dos minutos, Roy se enfrentó en solitario a una armada. Los droides Buitre que estaban aún en posición de caminante hacían lo posible por alcanzarlo con sus cañones, pero el joven era demasiado rápido, y solía cortar sus estabilizadores antes que pudiesen hacer algo al respecto.

Roy era muy consciente de su desventaja, así que sabía muy bien que debía mantenerse en constante movimiento si no quería ser rodeado, como una burbuja de aire bajo el agua en su constante escalada hacia la superficie. Su enfoque estaba en los enemigos que tenía al frente, procurando siempre interponer a los droides que eran las lentas a sus espaldas para evitar que le disparasen por la retaguardia.

Sus dos sables de luz orquestaban una magnífica danza que cortaba a traves de los circuitos enemigos, y desde la distancia solo se podía ver su bella silueta dejada a su paso, como el aleteo de una mariposa. Y fue en todo ese desenfrenado y bello caos, que el fuego aliado se hizo presente.

Con todo el caos que Roy hizo a su paso, así como el enorme agujero en las defensas enemigas, los clones pudieron encontrar un punto perfecto por el cual penetrar las líneas enemigas. A espaldas del joven padawan, las lanzaderas ingresaron al interior de los múltiples hangares abriendo fuego con sus cañones laser y torpedos, mientras los artilleros abriendo fuego sobre las formaciones de droides con los poderosos rayos laser que traspasaban a sus victimas a la mitad.

Una vorágine de destrucción y explosiones se sembró en los hangares de la Lucrehulk. Los clones de la 194th fueron actores de uno de los escenarios de guerra más difíciles de la campaña de Ryloth, luchando con todas sus fuerzas para establecer una cabeza de playa mientras el resto de lanzaderas llegaban al punto de encuentro.

En el frente de todo, Roy cambió su estilo de combate drásticamente, dejando la agresividad a un lado y concentrándose en servir como escudo para que los clones pudiesen tomar posiciones antes la llegada de nuevos enemigos. Su mera presencia frente a todos y los sables de luces tan llamativos lo convertían en presa fácil, atrayendo la mayor cantidad de disparos posibles. Sus sables no dejaban de sacudirse de un lado para el otro, formando un escudo tan eficaz como el propio de las droidecas, pero hasta alguien como él tiene sus límites.

De no ser por el muro de escudos que se levantó justo al frente, Roy hubiese llegado rápidamente al punto de colapso. Los clones finalmente lograron alcanza el frente, usando los escudos antidisturbios para montar una línea defensiva y avanzar sobre los corredores, resistiendo con todas sus fuerzas para no ceder ante la imponente cantidad de bláster que sus enemigos le propiciaban.

Fue en esta desesperada resistencia que imitaba perfectamente la valentía de los guerreros espartanos en el Golfo de Damocles, donde los clones mostraron su temple y su determinación.

Como si hubiesen sido entrenados por el propio Julio Cesar de la antigua Roma, los escudos antidisturbios montaron un perfecto testudo al frente del joven padawan, hincando la parte inferior contra el suelo mientras se inclinaban para mantener una posición firme y una guardia baja, mientras sus compañeros lanzaban detonadores y disparaban desde la seguridad del interior de la formación.

Los blaster asomaban la punta de sus cañones entre las hendiduras de la formación, abatiendo a incontables enemigos antes que siquiera pudiesen acercarse, manteniendo heroicamente la posición hasta que llegaron los refuerzos, los cuales entraron en el interior del hangar desatando furia, bláster y destrucción.

Fue en ese asalto que el capitán Hammer descendió de las lanzaderas, tomando el mando directo de todas las unidades presentes y organizándolos en efectivos grupos de ataque que poco a poco fueron clamando la supremacía del interior de los hangares de la Luckrehulk.

Los clones con escudos avanzaron junto a sus hermanos, dejando atrás a joven teniente, el cual lucía un aspecto mucho peor de lo que él mismo creía.

Sus ropajes estaban llenos de marcas de blaster, muchos que ni siquiera él mismo había notado. Su cuerpo metálico podía informarle a su cerebro el daño recibido e incluso causarle dolor, pero solo si él lo deseaba. Desde que decidió tal temerario acto apagó todo lo innecesario, dejando solo una máquina que estaba dispuesta a cumplir con su misión.

El capitán se acercó al joven una vez la posición era segura, y sus pasos pesados no pasaron desapercibidos. Roy se dió la vuelta, cansado y con ojos derrotados por el agotamiento. Pero lo menos que se esperaba, era que el propio Hammer le diese un puñetazo en el rostro.

Hammer: - ¿¡Se puede saber en qué diablos estabas pensando!? ¡Casi logran que te maten! -

EL padawan cayó sobre el suelo aturdido por el golpe que recibió bajo su mentó. Estaba atolondrado, pues tal sacudida a su cabeza le desconectó el cerebro por un segundo, aunque así lo posible por levantar su cuerpo. Solo entonces Hammer supo que se había excedido un poco al ver la sangre brotar de su boca, pero eso no era nada comparado con la idea de que hubiese muerte por su estupidez. Aún así... el joven padawan solo respondió con una pregunta.

Roy: - ¿A cuántos... A cuántos hombres... perdimos? -