Capítulo 4: Edward

Me desperté con la habitación sumida en la oscuridad, empapada en sudor y con la respiración agitada. Observé el reloj en la mesita de noche, aún de madrugada.

Intenté dormir en más de una ocasión, pero no lograba quitar las mismas imágenes de mi mente:

Personas encerradas, llorando, suplicando por sus vidas. Sangre que corría por las desiertas calles de Forks, y ojos igual de rojos que el mismo infierno.

Charlie estacionó el auto cerca de la entrada de la escuela, una simple despedida y el auto ya retomaba su camino en la carretera. Angela me esperaba en la puerta saludándome con emoción. Compartíamos la primera clase.

— Aún no sé sobre qué hacer el artículo de esta semana. — se quejó mientras dejaba algunos libros en su locker. — Mi cerebro está en blanco.

— Ya te he dicho que menciones algunos rumores de los estudiantes de aquí. — sugirió Jessica apareciendo del otro lado. Me guiñó antes de continuar — Así todos esperaran por leer lo que aparecerá la próxima semana.

Angela cerró el locker.

— No voy a convertir mi espacio en una columna de chismes, Jess.

— Es lo que yo haría. — dijo levantando las manos en señal de paz.

— Tiene un punto. — señalé.

Seguí a Angela hasta la clase de biología, al ser la primera vez que entraba tuve que seguir el protocolo y entregarle la carta al profesor sobre mi reciente admisión en lo que mis compañeras continuaron su camino y saludó a compañeros. B. Banner leí en su insignia sobre su camisa del maestro.

— Tenemos nueva alumna en la clase — mencionó el señor Banner, nadie estaba prestando atención — tome asiento señorita Isabella...Swan.

— Sólo Bella. — le mencioné lo más bajo posible.

El asintió y me invitó a incorporarme.

El aula consistía en estrechas mesas blancas altas con diversas herramientas colocadas en ellas, contaban con el espacio suficiente para tomar apuntes, acompañadas de dos asientos por espacio. Busqué a Angela, pero ya tenía compañera, al igual que el resto de conocidos. El único asiento vació en el aula era junto a un pálido joven de cabello castaño sumido en sus pensamientos. La mirada del señor Banner seguía sobre mí, esperando a que hiciera mi siguiente movimiento. Sintiéndome orillada a hacerlo caminé hacia él.

— ¿Puedo? — pregunté sujetando el respaldo del asiento.

Él no respondió, sólo me observó por unos segundos y desvió su mirada hacia el frente. Tragué duro al sentarme a su lado, me removí sobre la silla sintiéndome de lo más incómoda.

Observé mi reflejo en el espejo, intentando contener el manojo de nervios en el que me había convertido. Dejé el grifo abierto y tomé agua para refrescarme, cubrí mi cara, mis antebrazos y mi cuello.

— ¿Bella? — preguntó Jessica entrando al baño de mujeres. — ¿Estás bien?

— Solo necesitaba... un poco de aire. — respondí, caminé hacia el dispensador de papel y tomé un poco para secarme. — Sentí calor.

— ¿En Forks? — preguntó divertida — Saliste corriendo de allí.

— ¿Lo hice? — murmuré distraída.

— Mike casi tropezó al intentar seguirte, pero Edward y tú desaparecieron al cruzar esa puerta.

Hice una mueca, incómoda al escuchar lo de Mike Newton. Tiré el bulto de papel húmedo. Pero ella tenía razón, en cuanto escuché el timbre, tomé mis cosas con prisa para salir del aula, pero mi compañero, de quien ahora conocía el nombre, me ganó al ser el primero en irse. La pregunta era; ¿Yo estaba huyendo de él? O ¿él de mí?

Fue la clase más incomoda de mi vida. A pesar de haberme ignorado en primera instancia, lo descubrí mirar de reojo ante cualquier movimiento que hacía, una mirada fija, penetrante y persistente. Pero me hacía sentir como si hubiera algo malo en mí, como si le incomodara mi presencia.

— Honestamente, me sorprende ver a Mike tan embelesado con alguien, Angela y yo apostamos a que...

Volví al presente, y Jessica no dejaba de parlotear de lo mismo, haciendo referencia a los movimientos en falso de su amigo, desconocía sí lo hacía por querer convencerme de tomarlo en serio o evitarlo porque a ella le interesaba.

— ¿Te veo en el almuerzo? — le pregunté.

Ella asintió, confundida al dar por finalizada la conversación, tomé mis cosas y salí de allí, camino a control escolar. Consideré las posibilidades de buscar el cambio de clase, o buscar el cambio de compañero como último recurso.

Para mi sorpresa, ya había alguien buscando lo mismo que yo, mi compañero de laboratorio, Edward.

— Lo lamento, las demás clases están llenas.

— Supongo que tendré que vivir con eso. — dijo a regañadientes y salió molesto.

Cruzamos miradas, no había mucho que descifrar en esa mirada.

— ¿En qué puedo ayudarte?

La observé, sonreí amablemente, disculpándome por mi siguiente acción: salir de allí.

¿Qué esperaba qué me resolvieran si ya conocía la respuesta? No podrían cambiarme, ella misma lo dijo "las demás clases están llenas".

Sólo esperaba que el comportamiento de Edward cambiara en la próxima clase, no esperaba una actitud amable, no buscaba un amigo en él, pero era mi última esperanza antes de hablar con el señor Banner. Solo necesitaba llegar a tolerarlo lo suficiente para en un futuro acreditar la materia.