-Bella POV-

Seguí a Edward agradecida por lograr sacarme de esa situación, voltee hacia donde estaba Jasper, no estaba contento, pero tampoco haría una escena en el estacionamiento de la escuela, nos miramos por última vez y este se fue. Supliqué que Charlie no me marcara y confirmara que él había mandado a recogerme.

Trastabillé cuando Edward se detuvo frente a sus hermanos: Emmett, Rosalie y Alice. Los vi, cada uno emanaba una vibra diferente, si pudiera categorizarlos, pondría a Emmett como el deportista de la familia, a Rosalie como la chica popular y a Alice como a la chica de las artes. Claro que frente a mí y por la escena que no sabía si ellos habían presenciado tornaba el ambiente incómodo y serio.

— Bien chicas, es hora de irse — canturreó Emmett quitando la alarma de su Jeep. — Edward, te esperamos en casa.

— Alice. — le llamó a lo que ella solo asintió y se subió al auto.

— Adiós, Bella. — Alice se despidió de mí, le sonreí y Rosalie solo nos ignoró.

— Vamos.

Edward me guio hacia las instalaciones de la escuela a paso rápido y siempre volteaba hacia atrás, pendiente ante cualquier movimiento.

— ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? — preguntó al cerrar la puerta de un salón vacío.

Me observó en busca de algún rasguño, moretón o algo parecido. Mostrándome una faceta más cálida que la que había percibido antes, le miré confundida dudando en si decirle la verdad o no.

— Estoy bien, — el pareció dudarlo— en serio... lo estoy.

— De acuerdo. Yo... — tomó el pomo de la puerta — Iré a comprobar si ya se fue, puedes esperar aquí, estarás a salvo y...

— Espera.

Edward se detuvo.

— No me dejes sola... —susurré, — por favor. — Me lamenté al instante en que mi voz se quebró.

— No lo haré. — respondió segundos después, segundos que me parecieron eternos. Lo pensó antes de finalmente invitarme — Acompáñame.

Me armé de valor, asentí.

Le seguí por el largo pasillo del instituto manteniendo distancia detrás de él, aún en estado de alerta ante el mínimo ruido que escuchara. Edward pareció notarlo, me ofreció su mano y no lo pensé mucho cuando terminé cediendo al contacto frío de su cuerpo.

El estacionamiento lucía vacío, aún había un par de autos estacionados pero el movimiento de alumnos había cesado. No había rastro de él, fue entonces cuando me permití respirar tranquila y notar la cercanía que tenía con Edward Cullen en este momento.

— ¿Tienes algo que hacer? — preguntó Edward a mi lado, aun sosteniendo mi mano.

— Yo... tengo. — balbucee nerviosa y lo solté. —Debería ir camino al trabajo.

Miré mi auto a lo lejos, aún podía llegar a tiempo. Me giré para agradecerle a Edward y despedirme, pero me sorprendió cuando dijo con tranquilidad:

— Vamos, te llevo.

— No creo que... — comencé con mi excusa, pero me interrumpió.

— Insisto. Eso me haría sentir más seguro después de esto.

— Mi auto está aquí y...

— Nosotros podemos llevártelo a casa. — respondió haciendo referencia a sus hermanos que ya no estaban allí.

— No me dejarás decirte que no ¿verdad?

— No.

Sonreí, este Edward me agradaba.

— Tú ganas.

Caminé hacia el volvo a nuestra izquierda siguiéndole el paso. El impecable auto estaba estacionado, Edward quitó la alarma y caminó hacia mi lado para abrirme la puerta. Le observé antes de entrar. Si alguien me hubiera dicho una semana atrás que estaría dentro del mismo carro con Edward Cullen no le hubiera creído, menos que en el mismo día se había convertido en una especie de héroe.

¿Esto realmente había pasado o acaso es parte de una pesadilla volvió a transformarse en sueño?

— ¿Lista? — preguntó al ponerse el cinturón a punto de encender el auto.

— ¿Y a dónde debería conducir exactamente? — preguntó al salir de la escuela. — ¿Dónde trabajas?

— En Newton's Olympic Outfitters.

— ¿Hace cuánto? ¿No se te hace cansado por la escuela? — preguntó con la vista hacia el frente.

— Acabo de cumplir una semana. — comencé —Y aún no me ha afectado en la escuela, pero si eso llega a pasar te avisaré.

Su risa me sorprendió, le vi de reojo aún sin creerlo del todo. Reneé se burlaría de mí por el hecho de pensar que la risa de Edward Cullen era una de las cosas más bonitas que había escuchado.

Edward se estacionó frente a la gran tienda. Tomé mi mochila dispuesta para abrir la puerta pero me detuve. Él me observó cuando me debatí en si preguntarle o no, pero lo hice.

— ¿Me odias?

— ¿Qué? — preguntó Edward confundido. Sonrió esperando algún tipo de broma, pero cuando ya no dije nada negó — No, no te odio.

— ¿Seguro? — Le observé esperando que confesara.

— Ya no.

Ambos reímos, asentí y abrí la puerta.

— Espera. — me llamó. — ¿A qué hora sales?

— A las nueve ¿por qué?

— Pasaré por ti.

— Y si te di una hora falsa...

— Entonces me quedaré esperando.

— Nueve, hora correcta. — le confirmé.

— Espérame dentro si es necesario... — Le observé esperando su justificación. — En caso de que él decida venir aquí y... No quiero que eso te incomode.

— Esperare dentro entonces.

Salí del auto y caminé hacia el lugar, al abrir la puerta la campana de bienvenida sonó. Volteé una vez más hacia el auto de Edward, pero este ya se iba.