-Bella POV-

Los días se deslizaban frente a mí con una lentitud angustiante. Me desconcertaba la paciencia que había desarrollado al seguir las órdenes de Jasper sin rechistar. Aquella aparente sumisión me otorgaba ciertos "privilegios", según él los llamaba, pero no podía evitar preguntarme si este mismo método ya lo había aplicado con sus víctimas anteriores y qué era lo que había fallado en su caso y si es que yo iba por el mismo camino o lograría sobrevivir algo de tiempo.

Después de algunos días y mucha fuerza de voluntad logre conseguir el acceso a la primera planta, donde se extendían la sala y la cocina, además de otra habitación que Jasper designaba como su "oficina". Aun así, la entrada al sótano permanecía prohibida, al igual que la puerta de dicha oficina, ambas custodiadas por llaves que solo él tenía y desconocía su paradero.

Había intentado entrar a ambas cuando él se ausentaba, pero nunca tuve éxito, incluso llegué a ser atrapada en el intento.

Estampó mi cuerpo contra la pared, me sorprendía la fuerza que tenía o era la escasa y limitada alimentación de los últimos días lo que me hacía sentir más delgada y débil, pero eso no pareció importarle cuando tomó mi mano jalándome hacia él.
¡Basta! ¡Lo siento! No volverá a pasar... — Sacó de su bolsillo una pequeña navaja, Charlie tenía una igual que utilizaba cuando salía de excursión.
El primer corte me trajo al presente, una delgada línea que se cubrió de inmediato por sangre que ya goteaba al suelo.
¡Dije que no lo volveré a hacer! — grité cuando hizo el segundo y tercer corte en la palma de mi mano.
Intenté alejarme, pero no pude, cuarto y quinto corte, solo podía ver como la sangre cubría ya la palma entera.
Esto no es nada en comparación a si hubieras entrado. — me soltó, la sangre ya cubría sus dedos. — ¿Quedó claro?
Observaba mi mano atónita. Tomó mi muñeca con fuerza, le observé asustada.
¿Quedó claro? preguntó de nuevo. Esta vez más serio. Asentí.
Me soltó y corrí escaleras arriba hacia la habitación. No sin antes escuchar un suspiro extasiado de su parte.

Por otro lado, estaba su habitación, la cual siempre permanecía abierta, incluso llegó a sugerir, de manera insinuante durante las noches, que podría dejarla abierta en caso de que necesitara compañía. Nunca le presté atención.
Con el paso de los días noté que tenía una rutina, abandonaba la casa puntualmente cada mañana y antes de irse, dejaba el periódico a la vista para mantenerme al tanto de mi desaparición en Forks. Al principio, gritaba y le lanzaba los periódicos antes de que cerrara la puerta y desapareciera por horas, después opté por destrozarlos en cuanto él se retiraba y dejar la evidencia sobre la mesa, pero últimamente prefería ignorarlos. Aunque el seguir conectada con mi antigua vida de la manera que fuera posible evitaba que perdiera la cabeza en ese lugar.
No me había quedado de brazos cruzados después de todo como él creía, en secreto, tomaba cada foto de Charlie, mis amigos y las guardaba bajo mi cama. No sabía si era lo suficientemente cautelosa y silenciosa cuando lloraba por las noches, aferrada a esos recortes como esperanza de volver a ver a quienes amaba.

Picoteaba las verduras en el plato perdida en mis pensamientos cuando escuche su voz. Sin terminar de asimilarlo le vi a los ojos confundida.
— ¿Qué? — pregunté.

— ¿Cómo estuvo tu día? — repitió con calma.
No respondí, seguía sorprendida, aunque sentía que mi noción del tiempo se desvanecía, recordaba cada detalle de los golpes, los gritos, los castigos...

¡Por favor no! supliqué cuando me arrastraba hacia la cama tomando en el camino uno de los grilletes. Aún sentía entumecida mi mejilla.
Parecía que mi sufrimiento le causaba placer, como si fuera su momento favorito del día.
Entonces esa ventana quebrada apareció de la nada. dijo divertido.
No respondí nada, solo esperaba el siguiente golpe. El cual nunca llegó, el grillete se cerró sobre mi tobillo.
Has perdido el derecho a tus próximas comidas hasta nuevo aviso.

Desperté en la madrugada asustada cuando lo vi a mi lado acariciando mi mejilla. Me alejé instintivamente, empujándome al otro extremo de la cama.
¿Qué haces aquí?
Te he traído algo de ropa. — se limitó a decir acercándose a mí, bajó su mano hacia mi cuello, acarició la gaza — Ya está mejorando la herida.
Observé hacia la mesa y había un par de prendas que reconocía.
¿Cómo...? le observé sorprendida Vienes de casa de Charlie. susurré.
Él volvió su camino hacia mi rostro, explorándolo, su frio toque producía escalofríos, aún así le sostuve la mirada.
Eres un maldito sinvergüenza.
Su lento y cauteloso toque se detuvo, de un segundo a otro aprisionaba mi cuello con su mano impidiéndome respirar. Sus movimientos eran rápidos, estaba sobre mi aprisionándome y apretando su agarre.
Después de todo lo que he hecho por ti. dijo furioso No logras apreciarlo.
Ja-más. — logré responder soltando el poco aire que sostenía.
Perdí el conocimiento.

— Vaya, de verdad te he hecho daño ¿no es así? — preguntó trayéndome al presente.
Y allí estaba él, con una sonrisa, como si también hubiera visto esos recuerdos, y le produjera sincera diversión.
— ¿Cómo está Charlie? — me limité a responder.
Él rio y al no ver una reacción por mi parte asintió, se enderezó en su silla antes de responder.
— Realmente le ha afectado, podría decirte que comienza a verse algo enfermo.
No lo pensé dos veces al acercarme, él se sorprendió debido a la proximidad.
— Entonces déjame ir, déjame verlo. —supliqué. Su expresión serena no cambió en lo absoluto antes de responder.
— No arruines el momento. — se limitó a decir, acarició mi mejilla y no pude evitar sentirme asqueada.
El coraje solo crecía, la impotencia y las ganas de llorar, aún así logré controlar las lágrimas para asentir, derrotada. Tragué el nudo en mi garganta que se había formado, alejé el plato de comida.
— Me gustaría subir un momento... a mi habitación.
No me moví hasta esperar su aprobación, después de los más largos segundos él aceptó. Me levanté de mi asiento calmada, pero sin poder verle a los ojos, caminé hacia las escaleras para subir a la habitación, una vez que lo perdí de vista corrí hasta entrar y cerrar la puerta a mis espaldas, entonces me derrumbé. Había soportado mucho, pero tenía un límite. Traté de silenciar mi llanto sobre la almohada, pero no tuve éxito, aun así Jasper no me molestó.

Desperté sumida en la oscuridad, estaba sedienta por tanto llorar por lo que decidí bajar a la cocina por agua. La luz de la luna filtrada por lo que podría llamarse "ventana" iluminaba muy poco el lugar, no me animaba a encender el interruptor y despertarlo. Quería evitarlo a toda costa, si era posible también ignorarlo el día siguiente. Sosteniendo mi vaso, noté algo inusual: la puerta de la oficina de Jasper estaba entreabierta.
Mis pensamientos se llenaron de posibilidades, podría encontrar una salida, un celular, lo que sea. Me acerqué nerviosa, pero antes de tocar la perilla, me detuve, casi podía distinguir las cicatrices que me había dejado el último incidente con la puerta, instintivamente me alejé. Cerré los ojos y me maldecí por ser tan cobarde.
Detrás de mí, lo escuché.
— Buena chica.
Un escalofrío recorrió mi espalda al sentir su mano deslizándose mi cabello.