Primer verano

A pesar de todas las veces que Harry me había asegurado que Edward quería conocerme, estaba muy nervioso cuando llegó el verano y Harry fue a buscarlo a Londres. Igual por eso al principio el chico se mostraba tímido a mi alrededor, porque yo cuando estoy nervioso lo que me pongo es espinoso.

Me di cuenta de que Harry me observaba divertido en esas ocasiones, cubriendo siempre mi parte y la suya de conversación con su ahijado. Hasta que una tarde que habíamos quedado en mi casa para merendar y explorar un poco en el río, Harry apareció apurado y me preguntó si podía cuidarlo un par de horas porque había surgido una cosa en la panadería. Y sin tiempo a reaccionar, estaba sirviendo merienda para los dos en mi cocina.

— Entonces… eres mi tío —rompió Edward el hielo, entre bocados del bizcocho que Harry había traído.

— Eso parece.

— La abuela me enseñó una foto de tu madre una vez. Te pareces a ella.

Eso me hizo sonreír, mucha gente decía que me parecía a Lucius.

— Gracias. Tú me recuerdas a tu padre.

— ¿Sí? ¿también fue tu profesor?

Me levanté para ofrecerle un vaso de zumo o de leche, parecía que la observación sobre Remus había sido adecuada, seguramente mi tía siempre había hablado del parecido con su hija.

— Sí, yo iba al mismo curso que Harry.

— ¿Te caia bien? mi profesora de DCAO me cae bien aunque la gente dice que es muy seca.

Sonreí y corté otro trozo de bizcocho para cada uno.

— ¿Parkinson?

Abrió mucho los ojos, como si le sorprendiera que yo supiera eso viviendo en medio de la nada.

— ¿La conoces?

— Claro. Mira.

Fui al salón y cogí un álbum de fotos de la estantería y lo abrí para él. Le señalé una foto con Pansy, Blaise y Theo el día de la boda de Blaise.

— Oh, el profesor Nott. —Señaló él— Me da pociones.

— Lo sé. Yo le enseñé todo lo que sabe —le aseguré en voz baja, confidente—. Ellos eran mis amigos en Hogwarts. Siguen siendo mis amigos —manifesté con un sentimiento cálido, porque ellos se habían esforzado mucho para que continuara siendo así a pesar de mi aislamiento.

Fue agradable ver al chico reír. Según Harry, la risa era de mi prima.

— ¿También conoces a mi jefe de casa entonces? es amigo de Harry.

Asentí mientras terminaba mi té.

— Longbottom. Sí, lo conozco. En realidad conozco a los amigos de Harry de la escuela, a todos.

— ¿Y a los Weasley?

— También.

— Pero no vienes con nosotros el proximo domingo al almuerzo. Le pregunté a Harry.

Sentí que me había metido yo solo en una trampa y escuché a Harry diciéndome que el sombrero había ofrecido a Edward las cuatro casas, sin duda había una sombra manipuladora Slytherin ahí. O Black quizá.

— Bueno, nos conocíamos, pero ellos no me conocen ahora y no sé si les gustaría que yo esté.

— En pascua le hicieron a Harry un monton de preguntas sobre ti.

— ¿De veras? —Harry no me había dicho nada, pero tampoco hablaba mucho de sus cosas con su familia conmigo, yo suponía que porque yo no les gustaba mucho.

— A mi no me parecio que les cayeras mal. Deberías pensar en venir, ¿no hacen esas cosas los novios?

Parpadeé varias veces, sorprendido por la palabra. Novios, vaya. No lo había pensado desde el punto de vista humano, mi veela gritaba enlazados tantas veces en mi cerebro que se me olvidaba que había una vida humana en la que yo era el novio.

— Lo pensaré. ¿A ti te parecería bien?

Su cara se llenó de una sonrisa.

— Claro. —Lo reforzó asintiendo un par de veces con la cabeza— Y creo que a Harry le gustaría mucho, así no le harían tantas preguntas, ¿no?

Segundo verano

Algunas mañanas, Harry tenía que trabajar hasta la hora de comer porque tenía encargos o porque alguno de sus empleados necesitaba unas horas libres, así que Edward venía por flu y me acompañaba mientras yo trabajaba.

— Draco.

— Dime, Edward

— ¿Tú pasas la luna llena con Harry?

Yo ya sabía que le asustaba el lobo, Harry lo había comentado hacía tiempo. Me sorprendía porque me parecía un niño muy valiente, pero podía entenderlo perfectamente, los sonidos eran espantosos y asustaban más cuando se trataba de un ser querido.

— Sí.

— ¿No te da miedo?

— Me lo daba al principio, durante mucho tiempo, porque yo no había conocido un licántropo como él.

— ¿En qué sentido? —me preguntó curioso, viniendo a colocarse junto a la mesa en la que yo cortaba ingredientes.

— Él es… extraordinario. Como un gran cachorro peludo.

El niño me miró con escepticismo.

— Cuando vivíamos en casa de la abuela, algunas lunas lo escuchaba aullar y gruñir. Me aterraba.

— Lo que hace peligrosos a los licántropos es que una vez que se transforman, son animales, no hay pensamiento humano. Harry no es así.

— ¿Cómo puedes estar seguro de eso?

— Porque paso las lunas con él. Y porque mi veela y su lobo están enlazados, ¿sabes lo que es?

— No.

Inconscientemente, me llevé la mano al hombro izquierdo donde lucía mi mordedura de enlace, sorprendentemente fuerte para estar hecha por el humano Harry, aunque al lobo le encantaba lamerla como si quisiera dejar también su saliva en ella.

— Entre criaturas existen las parejas destinadas. Cuando la encuentras, y ocurren una serie de cosas, se crea un lazo, uno muy fuerte que nos permite estar mentalmente conectados cuando Harry es un lobo. Conozco sus pensamientos. Él jamás te dañaría. Ni yo.

— No he visto nunca una veela, ¿das mucho miedo?

Reí. A pesar de que la adolescencia ya golpeaba su puerta, Edward seguía teniendo la inocencia y el candor de un niño.

— ¿Quieres comprobarlo tú mismo? —pregunté, dejando lo que tenía en la mano sobre la mesa para comenzar a desatar mi delantal.

Me miró, con los ojos redondos de miedo, y negó con la cabeza.

— Mejor un día con Harry.

— De acuerdo —le respondí y volví al trabajo.

Estuvo unos minutos observando como acababa de cortar y cogía un mortero para empezar a pulverizar otro ingrediente.

— Draco

— Dime.

— ¿Me enseñarías?

Lo miré de reojo, parecía muy concentrado en mis manos y en el caldero que estaba preparado a medio metro en la larga mesa.

— ¿Pociones? claro —respondí calmado, pero por dentro lleno de ilusión porque me pidiera justamente eso, yo había pasado muchas horas con mi padrino gracias a las pociones.

— Harry me dijo que tú creaste una para él que le ayuda a estar mejor después de la luna. Es guay.

— ¿Quieres ayudarme a preparar la del mes que viene?

— ¿Puedo? —cuestionó sorprendido.

— Por supuesto. Solo remángate y ve a lavarte las manos, hay otro delantal detrás de la puerta.

Tercer verano

— Draco.

— Dime Edward.

— ¿Harry y tu no vais a tener hijos? ¿Ni a casaros?

Me senté junto a él en el sofá. Acababa de ir a recogerlo a casa de los Weasley mientras Harry descansaba tras la luna.

— Es… complicado.

— Tu siempre me explicas todo de manera que pueda entenderlo.

Sonreí, pero porque la lisonja era muy sibilina.

— Vale. Para tener hijos… creo que ya sabes como va, ¿no? ahora lo enseñan en la escuela y todo.

— Sí sí, —Movió las manos con desinterés— espermatozoides y óvulos y todo eso.

— Exacto.

— Pero de eso teneis. Harry tiene óvulos.

Así que también había una conversación previa con su padrino al menos sobre eso. Me relajé un poco.

— Em, sí, es cierto. Pero las pociones hacen que estén ahí, guardaditos. Harry no menstrúa y eso es necesario para un embarazo. ¿Me entiendes?

— Vale —asintió vigorosamente, pero me siguió mirando a la espera del resto de la respuesta..

— De acuerdo.

— ¿Y casaros? —insistió.

— ¿A qué viene este interés?

— Todo el mundo se casa despues de ser novios un tiempo y tiene hijos. Si vosotros os casais… podeis adoptarme. Yo puedo ser vuestro hijo. Así si a Harry le pasa algo, me quedaría contigo.

Creo que me congelé como una estatua al menos por dos minutos.

— ¿Draco? ¿He dicho algo malo?

— No no, claro que no, Edward. —Me giré para verlo mejor— En realidad… Harry es tu tutor y yo tu familiar más cercano, a efectos legales somos responsables de ti. Yo no te dejaría solo si le ocurriera algo.

No le dije la verdad: que una criatura enlazada se deja morir cuando pierde a su pareja.

— Pero no queréis ser mis padres —respondió con un puchero.

— Oye —Tragué grueso— creo que si le preguntaras a Harry te diría que ya es tu padre, que lo ha sido siempre. Pero podemos hablar de esto los tres, claro que sí. Aunque un papel no cambiará lo que significas para nosotros, Edward.

Y apunté mentalmente hablar con Harry no solo de esta conversación, sino de hacer testamento porque si a él le pasaba algo, Edward iba a necesitar que otro adulto lo cuidara, porque yo me apagaría sin remedio.

Cuarto verano

— Draco.

— Dime, Edward.

— He leído una cosa, sobre veelas.

El muchacho era bueno en todas las asignaturas pero parecía que su camino estaba en las criaturas mágicas. Lógico, vivía rodeado de ellas, incluido él mismo. El invierno anterior nos habían llamado de la escuela, el flamante estreno de nuestro nuevo título de padres en proceso de adopción. No pensé que se sentiría bien volver a Hogwarts, la verdad, pero entendí a Pans cuando hablaba de la paz que generaba vivir entre esas antiguas paredes.

— Creo que el señor Lupin necesita un sanador especializado en híbridos —nos dijo Pompfrey.

— Hasta ahora siempre nos habían dicho que la naturaleza metamorfomaga vencía a la lupina —respondió Harry, preocupado.

— Diría que con la adolescencia, el lobo está ganando terreno. Yo no soy experta, pero veo también a la señorita Weasley y creo que ella acude a un excelente especialista. Deberían concertar una cita con él.

Hablamos con Fleur y ella nos dio las señas del sanador que, efectivamente, nos dijo que se estaban desarrollando algunos rasgos. No habría transformación pero el resto era cuestión de ir estudiándolo porque cada híbrido era distinto.

A partir de entonces, Edward empezó a interesarse más y más por las criaturas y la hibridación, que afectaba también de alguna manera a Victoire, su mejor amiga.

— Cuéntame.

— En uno de los libros que me prestó Fleur dice que las veelas macho pueden gestar.

— Es cierto. En algunos casos.

— ¿Tú no quieres?

Suspiré y me senté junto a él.

— Para que una veela macho pueda gestar hacen falta dos espermatozoides y que el otro padre también sea veela. Solo así se produce la magia necesaria para que funcione. ¿Por qué te interesa?

— Creo que Harry siempre ha querido una gran familia.

— Y la tiene. Mira, Ted, es un tema difícil. Él no quiere gestar y yo lo respeto. Además tampoco querría...

Me callé y apreté los labios.

— ¿Qué no querría?

— Está preocupado por ti.

— Yo estoy bien —contestó, frunciendo el ceño—. ¿Qué no me estás diciendo?

— Harry me explicó que cuando naciste, tu padre estaba muy agobiado porque heredaras la licantropía. Harry no se perdonaría si tuviéramos un hijo y estuviera expuesto a eso, ya le está resultando duro contigo, la hibridación de dos criaturas puras es más compleja.

— Eso es una mierda —masculló, más ceñudo todavía.

— Edward…

— ¡Yo estoy bien! no os teneis que preocupar por mí.

— Somos tus padres, ¿cómo no vamos a preocuparnos por ti?

Se quedó callado, mirándome. Y de repente se abalanzó sobre mí y me abrazó.

— Lo siento.

Le devolví el abrazo con fuerza, aspirando el olor que mi veela ya identificaba con mi cachorro.

— No te disculpes, es lógico que quieras saber. Y prefiero que lo hables conmigo, para Harry la cuestión de gestar sigue siendo muy difícil. Necesitas respetarlo.

— Lo haré, te lo prometo. Yo solo… me da rabia por vosotros. Y no quiero que estéis preocupados por mí.

—Te queremos, Edward, siempre vamos a preocuparnos por una cosa o por otra.

Quinto verano

— Draco.

— Dime, Edward.

— ¿Cómo supiste que Harry era el adecuado?

Nunca eran preguntas fáciles con él. Me senté a su lado y miré la foto de nuestra boda sobre la chimenea.

— Cuando tenía tu edad, estaba completamente obsesionado por él. Para mal y para bien, ya sabes que entonces nos odiabamos a muerte. Pero tenía eso que entonces yo no sabía lo que significaba: podía seguir su olor por toda la escuela, distinguirlo en medio de la multitud sin problemas. Luego, llegó la guerra y yo… tomé malas decisiones. Y aún así él me salvó durante la batalla, dos veces. Y declaró a mi favor en mi juicio. Y me devolvió mi varita, la varita con la que él había conseguido derrotar a Voldemort, ¿sabes? el ministerio quería ponerla en una vitrina y él simplemente vino a mi encuentro en un pasillo y me la devolvió. Fue la última vez que lo vi.

— Pero luego os encontrasteis aqui.

— Yo me mudé aquí y me castigué durante años con soledad. Mi único contacto con el exterior era Blaise, él venía y me traía viveres e ingredientes de pociones, así acabé trabajando para él.

— ¿Y Pansy y Theo?

— Por carta. Estuve años sin verles. Mi única constante era un hombre lobo que cada luna llena se tumbaba en el porche, aguantando los garrampazos de magia de los hechizos defensivos. Hasta que de repente, desapareció.

— Porque vino a ocuparse de mí.

— Yo entonces no lo sabía. Esos dieciocho meses fueron muy duros y me hicieron darme cuenta de que me había aislado de una manera terrible. Sirvieron para impulsarme a salir de aqui varias veces para reunirme con mis amigos. Y de repente, en setiembre, volvió.

— ¿Sabías que era Harry?

— Yo creo que en el fondo mi veela lo sabía. Su olor era distinto porque era un lobo, pero su magia… creo que siempre supe que era él de alguna manera.

— ¿Por eso le abriste la puerta? ¿Por que volvió?

— Y me trajo flores.

— Oh.

— Cuando abrí la puerta y vi sus ojos… supe que no debía temer a ese licántropo, pero también supe que estaba perdido, porque era él y lo que sentía en la escuela me estalló dentro y creció y creció hasta que no pude contenerlo dentro de mí.

— Así que simplemente lo supiste.

— ¿Esto es por Vic?

Edward se sonrojó de esa manera tan encantadora que aún me hacía verlo como un niño a pesar de sus dieciseis.

— Este año algo ha cambiado y yo… puedo distinguir su olor por los pasillos. A veces creo que lo hace aposta, ¿las veelas pueden hacer eso?

— Pueden marcar a sus parejas con su olor, como otras criaturas. Tú puedes oler a Harry en mí y a mí en Harry.

Nos lo había explicado el sanador, el olfato de Edward no era tan fino como el de un licántropo completo, pero su criatura podía identificar nuestros olores porque lo éramos también y nos reconocía como padres, igual que nosotros a él como cachorro.

— Sí. Porque sois mi familia.

— Diría que en el caso de Vic es porque ella quiere que huelas a ella, es una manera más o menos consciente de avisar de que eres suyo.

— Yo no creo que pueda hacer eso. Pero a veces querría. Ella es… wow.

Entendí los significados del corto vocablo en lenguaje adolescente porque era cierto que la muchacha era muy guapa, inevitable con esos padres y siendo una veela, y adoraba el suelo que pisaba Edward desde siempre según todo el mundo, lo raro era que esta conversacion no se estuviera dado antes.

— ¿Necesitamos hablar de cosas incómodas de control de natalidad? entre criaturas no funciona exactamente igual.

— Yo... he leído mucho. Y todavía no salimos juntos, creo que Bill me mataría.

Reí, porque tenía razón, desde que Edward había empezado a desarrollar rasgos lobunos, Bill se tensaba inconscientemente a su alrededor, con la consiguiente regañina de su mujer y su hija. Era lógico, cosa de lobos.

— Bueno, igualmente quizá los tres tengamos que hablar sobre esto.

El chico se frotó la nuca.

— Harry se pone protector y... me agobia un poco.

Volví a reir. Lobos, sus territorios, sus cachorros... era divertido de ver.

— Hablaré con él —entendí que era por eso que había venido a preguntarme a mí sobre el tema.

— Gracias, Draco.

— Y ahora, a trabajar —le recordé, poniéndome de pie—. Esas pociones no se van a hacer solas.

Y seguimos charlando de mil y una cosas mientras subíamos al laboratorio y nos poníamos el delantal.