Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores siguen siendo míos.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 3

El vértigo me aborda, sé qué necesito vomitar.

Con las pocas fuerzas que me quedan, flexiono los dedos en la fina baranda. Aferrándome a no desmayar.

Estoy en medio de una pesadilla, de un mal sueño y necesito despertar.

Cierro fuertemente los párpados.

Inhalo y exhalo. Entonces, abro muy lentamente mis ojos y él está aquí, frente a mí y se sigue riendo.

Bella calma. Desmenucemos esto por partes; soy una Swan, pertenezco a una de las familias más influyentes e importantes de Arizona. Mi padre es el mejor asesor financiero y este tipo debe ser un secuestrador.

Sí. Él me secuestró para poder obtener una recompensa.

Quiere estafar a mi padre. Pero no tiene idea con quién se mete.

― ¿Cuánto quieres por dejarme ir? ―Intento persuadirlo por medio de su objetivo―. Mi padre puede pagarte lo que quieras, solo déjame hablar con él.

Su cara demuestra arrogancia. Se cruza de brazos sin quitar su cínica sonrisa.

― Oye ―pronuncia riéndose― no estás secuestrada.

― ¡Demuestramelo! ―grito―. Me tienes aquí en contra de mi voluntad y exijo irme.

― Estamos en Key West, Florida ―anuncia con los brazos en alto―. Estamos viviendo nuestra luna de miel porque tú me lo pediste.

Niego.

― No pude haberme casado con un desconocido, no estoy loca ni soy idiota.

Se encoge de hombros. Lo veo sacar una cajetilla de cigarros, elige uno y lo enciende con habilidad, comenzando a fumar.

― Lo hiciste ―comenta, dejando escapar el humo―. Y ya me canse de explicaciones, si quieres que hablemos sin gritos, estaré en el despacho.

Está por dar media vuelta y se detiene a mirarme de esa manera libidinosa.

― Estás en tu casa, amor ―termina diciendo antes de continuar su camino.

Juro que quiero lanzar mi bolso en su cabeza. Con suerte se desmaya y lanzo su cuerpo al mar. Sin embargo sé que soy muy cobarde para hacerlo.

No sé qué hora puede ser. Pero por el color del cielo creo que está en su hora crepuscular, lo sé por los tonos anaranjados que predominan en el horizonte y también porque mis tripas gruñen y están teniendo una batalla campal entre ellas.

Rebusco en mi bolso. Mi celular no está por ningún lado y tampoco mi identificación.

Resoplo. Él las tiene, las ha robado para evitar que escape.

Abrazo con fuerza mi bolso a mi pecho, debo mantener la serenidad.

Tengo qué escapar.

Ideando cómo huir, mis pies caminan lentos, así mis ojos contemplan cada rincón del inmenso yate.

La piscina de agua dulce es preciosa. Hay un bar en el fondo y está repleto de toda clase de alcohol, las luces multicolores colocadas estratégicamente recrean un ambiente fiestero, supongo que las noches de rumba son muy a menudo.

Sigo conociendo. Subo al segundo piso y es donde está la sala de estar, empiezo a buscar un teléfono o alguna computadora, necesito de alguna forma comunicarme y pedir ayuda.

El olor a comida proviene del fondo, tímidamente me acerco. Asomo la cabeza por la puerta, la cocina es hermosa y enorme para un yate.

― La comida está servida.

Llevo una mano a mi pecho. Ese hombre grandulón me acaba de asustar, volteo. No sé qué le divierte, pero tiene una sonrisa amable.

― Necesito un celular ―pido.

― Aquí no hay, siempre procuramos desconectarnos del mundo cuando estamos en altamar.

Sé que miente. Lo único inteligente que puedo hacer es fingir que le creo.

― Qué lástima. De casualidad ¿sabes cuánto tiempo estaremos aquí?, traigo el estómago revuelto y sé que en cualquier momento vomitaré.

― Ahí… ―señala detrás de mí― hay un botiquín, seguramente tiene pastillas para el vértigo. Apúrate a tomarla porque la cena está servida y Edward detesta que lo hagan esperar.

Mis ojos lo fulminan cuando se va.

Sin importarme su petición, continuo explorando el yate.

Decidido omitir el área del comedor y sigo mi camino a la única habitación que está cerrada, giro de la manija y la puerta se abre.

La oscuridad del lugar hace que tropiece. Cosas caen junto con mi anillo de compromiso y mi bolso.

No pierdo tiempo. A gatas sobre el piso busco a tientas lo que ha caído.

Estoy desesperada por no ser descubierta. Tengo tanto miedo que siento mi corazón retumbar en mis oídos.

Me concentro en hallar el anillo. Para mí tiene un valor sentimental que quizá no importa, Sam me engañó, al menos quiero conservarlo conmigo de un mal recuerdo. Probablemente se me quite lo estúpida.

Mis dedos lo encuentran bajo el escritorio, lo aferro conmigo y lo guardo en mi bolso.

Escucho un timbre de iPhone. Asustada, mi cabeza golpea en la mesa de escritorio. Me levanto y busco el aparato, mis dedos tientan la superficie.

― ¿Qué haces aquí?

La habitación se ilumina y mi cuerpo se estremece. Es él de nuevo, por su gesto malencarado, sé que está enojado.

― Quiero mi celular ―exijo―. Me robaste mi celular junto con mi identificación y pasaporte, dámelos.

Da los pasos suficientes para llegar a mí. Su porte me intimida; tiene gallardía y una masculinidad que pienso es irreal.

Inclina su rostro cerca del mío.

Y mi respiración se agita de anticipación.

― ¿Qué me darás a cambio? ―su voz es seducción.

Los vellos de mi piel se erizan al bañar mi rostro con su aliento mentolado.

― No sé qué quieres… ―trago.

Sus manos se posan en mi cadera, sus dedos aprietan mi piel.

― Legalmente eres mi esposa ―susurra, sus labios arrastrándose por mi mandíbula― quiero nuestra noche de bodas.

Mi pecho sube y baja. Siento perfectamente cómo su cuerpo se amolda contra el mío y mis tetas están aplastadas contra su tórax.

― No. ―Intento dar un paso atrás y sus manos no me lo permiten―. No te creo nada, no pude casarme contigo.

Resopla. Se aleja de mí y abre un cajón del escritorio. Me tiende una carpeta.

― Estás son las pruebas de que eres mi esposa ―espeta―. Ahí está el certificado de matrimonio, sellado por un juez de Florida.

Niego con la cabeza.

― Anoche estabas muy ebria y también caliente ―dice―, me pediste infinidad de veces que te cogiera, te desnudaste. Me quitaste la camisa y me frotaste la polla hasta que me vacíe en mis calzoncillos.

Dios. Esa mujer que describe no soy yo, nunca he sido tan liberal.

― Después, saliste que querías casarte ―añade―. Me diste este anillo y me pediste que lo tirara, aquí está ―deja en mi mano el anillo de compromiso que Sam un día me regaló, lo aprieto en mi palma.

― Estas mintiendo ―lloro, cubriendo con mis manos la cara.

Estoy cansada y solo quiero ir a casa. Estoy tan abatida que puedo lanzarme al mar tan solo para alimentar a los tiburones con mi cuerpo

― Si quieres respuestas ―su voz se ha dulcificado―. Solo mira por ti misma.

Veo con horror la carpeta que está en mis manos.


Hola. Todo lo que quieran saber sé irá revelenado poco a poco, estos solo son capítulos introductorios. Así que por ahora me gustaría saber sus opiniones, teorías o conjeturas. ¿Quieren otro capitulo?

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Respondiendo un review: no, Edward no es un asesino y tampoco voy a romantizar la misoginia. Les pido que le den una oportunidad, porque esta historia es más ficcional y romántica de lo que creen, con su toque picante de seducción.

Aquí los nombres de quienes comentaron el capítulo anterior: Liz, mrs puff, Ary Cullen 85, Car Cullen Stewart Pattinson, Marxtin, Adriana Ruiz, Maryluna, Deniz, Estela, Kiss, Mapi13, The Vampire Goddess, Noriitha, Jimena, AleCullenn, rociolujan, Pepita GY, Valeria Sinai Cullen, Dess Cullen, Karo29, Dulce Carolina, danymoli1795, krisr0405, Daniela Masen, ,Cary, ALBANIDIA, Verónica, Diannita Robles, patito feo, saraipineda44, Ady, Gigi, Antonella Masen, Lili Cullen-Swan, lilydiazcb150, Cassandra Cantu, Rosemarie28 y comentarios Guest

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