Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores siguen siendo míos.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 15
Edward
Puedo catalogar que Isabella es pésima en los deportes acuáticos. No cabe la menor duda cuando veo que tiene tanto terror de sostener sus pies en la tabla, surfear no es lo de ella.
Su risa es de frustración cuando cae de nuevo, se enrojece hasta el cuello al darse cuenta que la observo.
― ¡Ya no puedo! ―grita, aferrándose a la tabla―. Me doy por vencida.
Dejo escapar el aire por la boca. Paso las manos por la cara y decido nadar a su lado.
Mis manos serpentean en su cintura, mis dedos se deslizan en su piel, la atraigo a mi pecho.
― ¿Qué pasa?
Isabella sacude la cabeza. Mi vista se pierde en cómo su cabello largo parece algas marinas flotando en el agua.
― No tengo buena coordinación motora, no en el agua ―aclara―, porque soy buena para jugar tenis.
Es graciosa cuando se excusa.
― Está bien, agárrate de mí y volvamos ―ofrezco mi espalda, necesito que se suba.
Isabella da un brinco y sus piernas se enredan en mi cadera, aferrando sus brazos a mis hombros.
Tenemos cuatro días en Martinica. En esta semanas hemos conocido la mayoría de las islas del este del mar Caribe. Conocimos los mejores lugares de cada isla, así como el ambiente nocturno, mientras que Emmett nos ha tenido que seguir sin mucha paciencia y con su mueca permanente en el rostro.
No quiero volver a Miami. Nos restan algunos días para estar cerca de Isabella y aunque nuestro acercamiento es bueno, me rehuso a alejarme de ella.
― Hoy estás muy serio ―dice, y su índice está molestando mi oreja― ¿estás de mal humor? Aunque no creo, cuando eso sucede sueles fumar.
Mis cejas se juntan. ¿Qué tanto sabe ella de mí?
Estamos flotando en el mar, a unos cuantos metros de la orilla. Me detengo apreciar el agua cristalina, volteo a donde está Emmett, lo diviso que sigue tumbado en la arena mientras bebé una cerveza.
Permito que Isabella se quede frente a mí. Ella ferozmente se aferra con sus manos en mis hombros.
― Creo que me empiezas a conocer ―verbalizo― no sé qué vaya a pasar ahora que regresemos ―le estoy permitiendo saber mis miedos y no sé si sea capaz de captar.
Una ola provoca que su cuerpo se agite contra el mío. Resbala un poco de mis manos y con fuerza sus piernas se envuelven en mí.
Sonríe, escupiendo el agua que ha tragado.
― Me estoy acostumbrando a tus manías ―dice― te mueves mucho en la cama al dormir, eres madrugador y te gusta darte una ducha al despertar, amas andar descalzo y puedes tomar café a cualquier hora del día.
Mi sonrisa se expande. La emoción que siento porque conozca un poco de mí es gratificante.
― Ah… ―continúa, arrugando la nariz― tu mal humor lo ocultas prácticamente kickboxing.
― Lo último no es verdad ―replico―. Realmente me gusta hacer ejercicio.
Suavemente sus delgados hombros se elevan.
Está mordiendo sus labios al tiempo que me sigue observando.
― Creo que ya estoy lista ―musita―. Hemos practicado lo suficiente para no dar el siguiente paso.
La rojez en sus mejillas me distraen y estúpidamente estoy sonriendo. Sé lo que quiere porque es lo mismo que anhelo desde la primera vez que la vi.
Beso sus labios.
― Estaré encantado de terminar nuestro entrenamiento. Pero antes necesito que planeemos cómo será nuestro regreso, no les has contado a tus padres de mí y quiero saber el porqué.
Su risa es nerviosa.
― No sé, quizá es porque prefiero hablarlo de frente, no sé cómo vayan a tomarlo, Edward. Me casé con un desconocido y…
― Vivirás conmigo ¿no? ―me veo un poco desesperado al interrumpirla―. Seguiremos haciéndoles creer a todos que somos un matrimonio real,
Sus cejas se alzan.
― No sabía que íbamos a estar bajo el mismo techo. Solo me dijiste que al casarnos seria más fácil que Sam cediera lo del desfalco.
― No. Te dije que mientras estaba el proceso nos comportariamos como una pareja estable ―le recuerdo―. Ya tengo arrendado el apartamento y el plan está en marcha.
Pestañea confundida.
― Está bien ―afirma―. Será cómo tú quieras.
― No ―protesto―. No quiero que sea como yo quiera, necesito saber si de verdad estás de acuerdo o no. No quiero que te calles nada, necesito que seas honesta y me digas lo que piensas.
Estrecha los ojos, mirándome.
― Déjame entender ―murmura―. Llegaremos a Arizona y les haremos creer que somos unos recién casados, viviremos juntos y tendremos sexo ―sonríe abochornada― seremos toda una pareja de empresarios, con mi porcentaje fácilmente puedes unirte a la compañía ―sus cejas se juntan― me preocupa saber cómo tomará la noticia mi padre, será un golpe duro para él enterarse que ahora pertenecerás a nuestro grupo.
― Es la única forma de interceptar a Sam.
Sus labios se fruncen. No me resisto y la beso largamente.
Nuestro beso se mantiene; mi boca está avasallando la suya mientras nuestras narices se rozan.
Su mano empuja levemente mi pecho y nuestro beso se rompe. Mis ojos la evalúan, ella no está rechazandome, no lo está cunado su pecho sube y baja y la excitación es evidente en su rostro.
Sus ojos destilan deseo.
― Voy a cumplir la parte de mi trato ―exhala.
La beso fugazmente.
― Es tiempo de que yo cumpla mi parte ―confirmo.
Se acerca. Aferrándose con más fuerza a mi cuerpo y suavemente descansa su frente sobre la mía, sus dedos están jugando con mi incipiente barba.
Su sonrisa es nerviosa.
― Sin sentimientos ―me recuerda.
Ella sabe que está noche cerramos el trato y empieza el verdadero reto.
Sabemos que Edward está enamorado, pero no sabemos los sentimientos de Bella, ¿que opinan ustedes? Por cierto, ¿ya quieren que inicie la nueva etapa?
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