—Está bien. Sólo debo concentrarme en lo que tengo que hacer... —dijo Tanukichi con una mirada decidida.

Caminó por toda la habitación, observando y detallando todo con mucho cuidado. Tenía que haber una manera, debía haber una forma, tenía que...

Y entonces, cortando la fina y prolija línea de pensamiento que llevaba, algo muy parecido a una esperanza apareció frente a él.

Se trataba de una ventana.

De repente, el chico recuperó todo el color que la mortal palidez le había arrebatado.

«Lo sabía», pensó con renovado entusiasmo. «Lo sabía... Ahora, sólo debo...»

Sin darse tiempo a disfrutar, el chico se dedicó a analizar la situación. No debía distraerse por nada del mundo. La ventana estaba muy alta. Desde su posición, Tanukichi podía ver que tenía el tamaño justo para que él pasara por allí con algo de esfuerzo.

Excelente, no habría problema alguno, al menos, en esa parte. No es como que fuera la primera vez que al chico le tocaba escapar de Anna por un lugar muy estrecho. Su sentido de supervivencia había rozado el límite en múltiples ocasiones. Esta vez no sería la excepción.

—Veamos... —comentó mientras observaba la ventana—. Está muy alta —suspiró—. Era de esperarse, después de todo, éste es el cuarto de servicio. —miró en dirección a la barricada—. Tengo poco tiempo. Solo debo buscar algo que me lleve a ella y asunto arreglado.

Se dio otras palmadas en el rostro y se dirigió a la barricada improvisada. Tenía que encontrar un soporte lo bastante alto como para treparse y llegar.

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Tanukichi nunca lo habría pensado, pero, irónicamente, el haberse concentrado tanto en lo que debía hacer para escapar representaría su condena.

Al estar tan ocupado en ello, obvió el hecho de que, en el techo, tal como como ocurría con todas y cada una de las aulas de clases, y habitaciones de servicio en Tokioka, existía un compartimiento de ventilación. Dicho agujero, cuadrado y cubierto por una tapa, poseía el tamaño perfecto para que cualquier persona, lo suficientemente esbelta, y hábil, cupiera en él.

De esa forma, toda persona que pueda entrar y salir por dichos ductos, podría tener acceso a todos y cada uno de los espacios del enorme instituto, pues, todos se hallaban conectados entre ellos y, por lo tanto, las habitaciones se comunicaban entre sí.

Anna Nishikinomiya era una chica que, a pesar de hallarse bajo el control total de sus instintos, poseía una inteligencia y astucias envidiables; razón por la cual nunca había sido descubierta en su empeño por darle su amor al chico. Sin embargo, gracias a esta ''conciencia'' que había obtenido recientemente, sus capacidades mentales incrementaron drásticamente. Ella sabía lo que tenía que hacer desde el principio. Pensaba usar esos pasajes que siempre estaban allí, por encima de la cabeza de todos y que la mayoría solía ignorar.

Sabiendo que el chico estaba muy alerta en medio de su encierro voluntario, la presidenta se movió rápidamente en dirección a un salón vacío, alejado. No hubo necesidad de utilizar mesas para treparse y alcanzar la tapa del ducto.

Anna era alta. De hecho, era de la misma altura que Tanukichi y, en ocasiones, parecía incluso ser más alta que él chico de cabello castaño. Este factor, aunado al de sus potentes, y anormales, capacidades físicas, fungieron como la amalgama perfecta para llevar a cabo su jugada con éxito.

Dando un buen salto, alcanzó el ducto. Enredó sus dedos entre las múltiples rejillas de la tapa y tiró de ella, arrancándola de cuajo y, posteriormente, lanzándola lejos. Entonces volvió a saltar, pero éste salto fue diferente. Lo hizo con un poco más de fuerza; quería entrar por el agujero que había quedado expuesto.

Valiéndose de sus habilidades sobrehumanas, Anna ingresó al ducto con pasmosa facilidad y comenzó a reptar a través de la cuadrada tubería, siempre ayudándose con sus manos y antebrazos.

—Pronto estaré allí, Okuma-kun. —dijo la chica con una voz tan aguda, que parecía tener algún tipo de problema en la garganta. Estaba sonrojada y babeaba sin cesar—. Pronto. Sólo espérame y verás⁓.

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Tanukichi no pensaba en nada cuando tomó un pequeño balón de la barricada y lo aventó hacia un lado.

Tampoco lo hizo cuando escuchó como la tapa del ducto que poseía el cuarto donde se encontraba, densa, pesada y bien asegurada al cielo raso, salía despedida de sus apoyos, impactando ruidosamente contra el suelo, provocándole un sobresalto.

Mucho menos le dio tiempo de pensar en cualquier cosa cuando Anna, emergiendo con antinatural facilidad del agujero cuadrado en el techo, aterrizó en el rústico piso detrás de él con la agilidad y gracia de una gimnasta profesional.

Sin esperar reacción alguna por parte del castaño, Anna corrió hacia él, lo tomó por los hombros y, sin ningún tipo de delicadeza, lo estampó contra una pared cercana.

Un gemido entrecortado fue todo lo que el chico emitió ante el dolor que le atenazó la espalda.

La fuerza del impacto fue tal, que Tanukichi casi podría jurar que algunos huesos habían crujido, de manera preocupante, en su espalda. Tal vez uno de sus omóplatos estuviera un poco fuera de lugar ahora.

—¡Por fin...! ¡Por fin, Okuma-kun! —exclamó Anna, tenía los ojos desorbitados y la boca hecha agua—. ¡Ahora podremos nutrir nuestro amor cuántas veces queramos...! ¡No! —sonrió con demencia—. ¡Cuántas veces sea necesario!

—A-Anna-senpai... ¿c-cómo...? —preguntó, incrédulo y en shock, Tanukichi. La espalda le dolía horrores y hablar le parecía tan díficil.

Por unos segundos, la mirada del chico se desvió del rostro excitado y enrojecido de la chica para centrarse en el lugar por el ella acababa de emerger.

«Apenas y cabría una persona delgada por allí», pensó el joven con desconcierto. «Y, aun así, Anna-senpai salió con tanta facilidad, sin problemas, a pesar de lo alto que se encuentra».

—No fue muy difícil saber lo que harías, O-ku-ma-kun. —comenzó ella. Su expresión demente había desaparecido y ahora hablaba con suma tranquilidad—. ¿Sabes? Podría actuar ahora mismo y hacer todo lo que tengo planeado para ti en éste mismo instante, pero, mi parte racional me pide que alargue un poco las cosas y que saboree el momento ya que... —sonrió tímidamente—. Quiero ver tus lindas expresiones, ya sabes, de derrota y sumisión⁓.

El chico notó que la expresión de su captora se había suavizado y ahora parecía más calmada. Mucho más normal. No aparentaba, para nada, ser la maniática, y calenturienta, chica que lo perseguía todos los días y que ahora lo tenía a su merced.

Sin embargo, esto no le dio confianza alguna, después de todo, ella aún lo tenía cautivo entre sus, sólo en apariencia, delicadas manos.

—Verte con esa cara es tan estimulante~ —habló ella con ese tono que intentaba sonar sensual.

«Creo que la palabra que busca es "excitante", Anna-senpai», pensó el chico. «Su falta de conocimiento de lo obsceno, aún en este tipo de situaciones, era increíble».

—A-Anna-senpai…

—Shhhhh. —lo calló ella—. Guarda esa linda voz para cuando tengas que gemir, o gritar⁓ —dejó escapar una risita—. Así como yo lo he hecho todo este tiempo por ti, mi amado Okuma-kun. —sonrió—. Puedo continuar con la explicación, ¿no? —frunció el ceño—. ¿O quieres que vayamos directamente a la acción? —inquirió, apretándose contra él.

—Explicación —respondió él sin dudar un segundo.

Ella sólo asintió y se alejó un poco.

—Está bien. Como decía, yo estaba consciente de que tú harías cualquier cosa para evitar que llegara hasta tu posición. —Echó un rápido vistazo a la enorme cantidad de objetos apilados contra la puerta—. Al colocar todo eso contra la única entrada a este lugar, no solo estabas evitando que yo entrara, también eliminabas tu única oportunidad de huida, Okuma-kun —ladeó la cabeza y sonrió con amabilidad. Una sonrisa enferma, hipócrita y triunfal—. Ahora, dime, ¿qué harás? Incluso si alguien llegara al instituto en este momento, cosa que dudo muchísimo, no podrías hacer nada, Okuma-kun. —saboreaba cada palabra de desaliento que le enviaba al chico—. Absolutamente nada⁓.

Tanukichi observó, con creciente pánico, como la poca calma que se había instalado en aquel rostro pálido, desaparecía para dar paso a uno que no quería ver.

Aquella nueva expresión era la más pura representación de la lujuria y el deseo. No duró mucho, Anna hizo todo el esfuerzo que pudo para mantenerse calmada y continuar con lo que estaba diciendo.

—Siempre te escapabas, de alguna forma lograbas huir... —ladeó la cabeza, aún no lo entendía —. Era muy curioso, ¿qué era esa extraña suerte que tenías, Okuma-kun? —preguntó con una ceja enarcada—. Por eso tenía que actuar con cautela y cortar toda vía de escape. —aparecieron los corazones en su mirada y comenzaron a multiplicarse—. No sabes las ganas que tenía de echar abajo ésa estúpida puerta. El enorme esfuerzo que tuve que hacer para no destrozarla. Pero pude pensar a tiempo y saber que mi desesperación no era lo correcto. Así que, en lugar de actuar por impulso, decidí usar la cabeza y supe que, lo más eficaz cuando un depredador persigue a un escorpión, es acorralarlo y que éste muera por su propio veneno. —respiró, intentando mantenerse calmada para poder terminar su monólogo—. Y eso fue lo que tú hiciste, Okuma-kun. Tu propia estrategia fue puesta en tu contra.

Como si le cayera un balde de agua fría, Tanukichi supo que, de verdad, no tenía posibilidad alguna. Esta vez no había salida. Nadie vendría en su rescate. Nadie aparecería para evitarlo.

Ni Ayame, tampoco Goriki, entrarían oportunamente, cómo solía ocurrir por casualidades de la vida, a ese lugar y Anna no lo soltaría para evitar que la vieran. De hecho, nadie sabía que él estaba allí. Ni siquiera su mejor amiga, y líder de S.O.X.

Debía resignarse. Su racha de buena suerte había terminado.

Con súbita calma, y el rostro cargado de la misma serenidad de quién acepta lo inevitable, sea bueno o malo, Tanukichi decidió hablar. Su voz era baja y profunda.

—¿Puedo preguntar algo más, Anna-senpai?

—¡Claro, Okuma-kun! Puedes preguntar lo que quieras.

El chico tomó aire y luego se arrepintió de haberlo hecho. Un dolor punzante le atenazó la espalda apenas hubo inflado un poco sus pulmones. Al sentirlo, una mueca de dolor atravesó su rostro impasible.

Al verlo, Anna sonrió y apoyó sus manos en los hombros ajenos.

—Espera un momento, Okuma-kun —con rápidos y precisos movimientos, tan antinaturales como su propia fuerza, siempre cuidando de apretar lo justo y no pasarse de la raya, Anna consiguió reacomodar los huesos de la espalda del chico. No estaban fracturados, después de todo. Sólo estaban un poco fuera de lugar—. Listo, no quiero que mi Okuma-kun sufra demasiado. Te necesito fresco, sano y en una pieza⁓.

Sintiendo que el dolor en su cuerpo desaparecía, el chico al fin se animó a continuar.

—Cuando me habló desde el otro lado de la puerta, vi sus pies por debajo de ella —comenzó él—. Luego, cuando armaba la barricada, pensé que usted seguía allí, de pie, porque aún se veía la sombra que proyectaban sus zapatos por debajo de la puertaa. —suspiró—. Me equivoqué. Usted nunca estuvo frente a la puerta, ¿verdad?

—Correcto. Recuerda que me dejaste atrás cuando entraste aquí, sólo fue cuestión de ir a el salón de ciencias y buscar el muñeco del cuerpo humano, colocarle unos zapatos y apoyarlo en la puerta. El resto fue fácil, sólo debía hablar sin que se notara que no era yo la que estaba apoyando mi peso contra la puerta y luego alejarme sin provocar sospechas.

Tanukichi asintió en silencio.

—¿Alguna otra pregunta, Okuma-kun? —comenzaba a notarse la impaciencia en su voz.

—Solo una cosa más. Al principio, cuando entré al salón de clases a buscar los libros, escuché un ruido fuerte, como de algo cerrándose con fuerza; era usted cerrando todas las puertas, ¿cierto? —Anna no respondió, sólo se limitó a sonreír—. Nunca tuve ninguna oportunidad. Siempre estuve atrapado —comenzó a sentirse agitado—. Ya cuando subí para buscarlos, usted había cerrado ya la mayoría de las puertas, ¿no es así? Y una cosa más que también pude sentir antes de entrar aquí —frunció el ceño—. ¡Usted cerró todas y cada una de las puertas del instituto y dejó abierta la puerta de este lugar a propósito!

—No hace falta que grites, Okuma-kun. —comenzó Anna, utilizando un tono de voz terriblemente amable y comprensivo—. Tan perspicaz como siempre. Esa es una de las cosas que amo de ti. —suspiró—. Así es. Fui bastante rápida, ¿eh? Incluso dejé la llave en la cerradura, porque te encerrarías en este lugar y lo demás ya se sabe.

—Lo sabía... —murmuró el chico, sin ánimos. Era la más viva expresión de la derrota.

—Entonces, Okuma-kun —la impaciencia en su voz era más que palpable—, ¿ya podemos continuar?

—Sí —fue toda la respuesta de él.

El efecto fue inmediato. Perdiendo el control nuevamente, Anna casi saltó en su sitio.

—¡Ahora podré...! ¡Ahora podré! —sin perder más tiempo, Anna se lanzó a su cuello y lo lamió con gusto. Al sentir la tibia lengua de la chica contra su cuello de forma tan repentina, Tanukichi gimió de sorpresa—. ¡Eso es! ¡Ese sonido...! ¡Ese sonido hecho por Okuma-kun, es música para mis oídos! —y siguió lamiendo el cuello expuesto del chico.

—A-Anna-senpai... —repentinamente, se había olvidado de su resignación y ahora reaccionaba—. ¡E-Espere, por favor...! —fue inútil. La joven lo ignoró por completo.

Como pudo, el chico elevó los brazos, dispuesto a alejarla. No le agradaba nada el hecho de que, aunque no lo dijera, estuviera comenzando a disfrutar de aquella retorcida situación.

No pudo hacer mucho. Anna reaccionó con rapidez y, después de quitar sus manos de los hombros de él, atrapó las del chico entre las suyas y las mantuvo sujetas, por medio de las muñecas, en contra de la pared.

—Resistirse es inútil...O-ku-ma-kun~ —canturreó ella en su oreja, para después lamerla, introduciendo su lengua en el orificio auditivo—. No entiendo cómo es que todavía lo intentas.

Y volvió a bajar hasta su cuello.

—Anna-senpai, no... —se removió contra ella y la chica, en respuesta, se apegó más a él, inmovilizándolo casi por completo entre el cuerpo femenino y la pared.

—Quieto... —susurró contra su nuez de Adán y, acto seguido, atrapó con los dientes el cuello de la camisa de uniforme de él.

El sonido de la ropa rasgándose inundó los oídos del chico. Anna había destrozado, usando únicamente sus dientes, parte de su camisa y chaqueta de uniforme, dejando al descubierto parte de clavícula y el pecho de Tanukichi.

—Necesito más —murmuró ella—. Debo tener más, quiero saborear toda la piel de Okuma-kun, poco a poco —chupó con fuerza la clavícula y se alejó a los pocos segundos, dejando una húmeda marca, que parecía más una mordida—. Recién estamos comenzando~ —dijo con voz melosa.

Elevó su enrojecido rostro, hasta hallarse frente a frente con el del chico. Tanukichi, que no estaba mejor que ella —estaba casi tan rojo como la chica y transpiraba mucho—, la miró directamente a los ojos. Ésos lindos y azulados ojos, que ahora estaban opacos y cargados de lujuria, le devolvieron la mirada.

—Lo más importante... —susurró ella, a centímetros de la boca ajena—. El beso, nuestro beso, Okuma-kun. —y procedió a juntar sus labios con los del chico.

Y, mientras Anna se apoderaba de su boca, besándolo con intensidad y desesperación, mordiendo con insistencia los labios del chico, dejándolos amoratados y apenas permitiéndole respirar lo suficiente como para no sufrir por falta de oxígeno, Tanukichi sólo pudo pensar en que esto, todo lo que Anna le había hecho en los últimos minutos, era tan sólo el comienzo y que lo peor, o mejor, dependiendo de la perspectiva, aún estaba por venir.