10 de agosto 1812

Una mañana cálida a mediados de agosto, la familia Bennet se encontraba en el salón desayunando. El aroma del café, té, y el pan recién horneado llenaba el aire mientras conversaban de manera animada. La Sra. Hill, la fiel sirvienta, entró con una carta en la mano y se la entregó al Sr. Bennet. La expresión en el rostro de este cambió al comenzar a leerla, y un silencio expectante se apoderó de la habitación.

"¿Qué pasó, Sr. Bennet? ¿Quién mandó la carta?" preguntó la Sra. Bennet, incapaz de ocultar su curiosidad.

El Sr. Bennet, con la carta en la mano, respondió, "La carta proviene de un abogado conocido del Sr. Phillips, el Sr. Morrison."

Al ver las miradas inquisitivas de su esposa e hijas, continuó, "Después de la trágica muerte del Sr. Collins y la Sra. Collins debido a la viruela, solicité al Sr. Morrison que investigara si aún quedaba algún potencial heredero que pudiera reclamar Longbourn."

"¿Y qué respondió? Por favor Sr. Bennet, no nos mantenga en suspenso." insistió la Sra. Bennet, ansiosa por conocer más detalles.

"Según sus investigaciones ya no hay ningún otro posible heredero," explicó el Sr. Bennet con un tono que reflejaba alivio.

"¿Y qué implica eso, Padre?" preguntó Jane, su voz cargada de curiosidad y esperanza.

El Sr. Bennet tomó un sorbo de té antes de responder, "La vinculación de Longbourn establece que, en caso de que no queden herederos hombres al momento de mi muerte, la hacienda puede ser heredada por una de ustedes."

La noticia causó una oleada de emoción en la habitación. La Sra. Bennet, con los ojos brillando de alegría, exclamó, "¡Estamos salvadas! ¡Jane, mi querida Jane, vas a ser la dueña de Longbourn! Es una alegría tan grande que no puedo contenerme. Voy a ir enseguida a Meryton a contarle las buenas noticias a mi querida hermana. ¡Voy a organizar una fiesta para celebrar!"

El Sr. Bennet levantó una mano para calmar el entusiasmo de su esposa, "Sra. Bennet, le pido que, por el momento, se abstenga de hacer una fiesta. Recuerde que los Lucas están de luto por la reciente pérdida del Sr. Y la Sra. Collins. Sería de muy mal gusto festejar en este momento ya que tu alegría es a expensas de su tragedia."

La Sra. Bennet, visiblemente desilusionada, asintió con la cabeza. "Tiene razón, Sr. Bennet. Pero voy a contarle a mi hermana la buena notica."

El Sr. Bennet asintió y continuó, "Debo partir cuanto antes a Hunsford para obtener el certificado de defunción del Sr. Collins. Después, iré a Londres para realizar las disposiciones legales necesarias."

"¿¡A Hunsford y a Londres!?" preguntó la Sra. Bennet, sorprendida y algo alarmada. "¿Por qué debe ir hasta allá?"

"Porque debo hacer las gestiones pertinentes para asegurar que nuestras hijas puedan heredar Longbourn si algo me sucede. Aunque no hay otro heredero varón, hasta el día que muera puedo existe la posibilidad de tener un hijo varón, por eso es crucial que haga un testamento que indique lo que se debe hacer después que muera."

Suspiró y agregó, "Voy a pedirle al Sr. Phillips que me acompañe para que se asegure que todo esté en orden."

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18 de agosto al 2 de setiembre 1812

La última semana había sido extenuante para el Sr. Bennet. La serie de viajes y gestiones que había tenido que realizar le habían dejado exhausto. Tras visitar a Hunsford con el Sr. Phillips para obtener los certificados de defunción del Sr. y la Sra. Collins, se dirigieron a Londres para encontrarse con el Sr. Morrison.

un abogado meticuloso y diligente que había revisado exhaustivamente todos los documentos

El Sr. Morrison y el Sr. Phillips, dedicaron varias horas en revisar todos los documentos legales relacionados con la vinculación de Longbourn y el árbol genealógico de la familia Bennet para asegurarse que no había ningún error. Después de días de trabajo intenso, lograron cerrar todos los trámites legales necesarios para que Jane se convirtiera oficialmente en la heredera de Longbourn si el Sr. Bennet moría sin tener un hijo varón.

En el camino de regreso a Longbourn, el Sr. Bennet experimentó un dolor punzante en el pecho que se atenúo en pocos minutos. Atribuyó el malestar al cansancio y al ajetreo de los últimos días ya que no estaba acostumbrado a un ritmo de vida tan agitado.

Al llegar a su casa, su esposa y Jane lo esperaban ansiosamente en la puerta. La Sra. Bennet, con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo, fue la primera en hablar.

"¡Oh, Sr. Bennet!" exclamó Fanny con evidente emoción. "¡Gracias! ¡Estoy tan emocionada! Mi hermana me contó hoy por la tarde las maravillosas noticias, pero quiero que usted me las confirme: ¿es cierto que Jane es ahora la heredera de Longbourn?"

El Sr. Bennet asintió con una sonrisa. "Sí, es cierto, querida. Ya no tienes que preocuparte de quedarte sin casa por si me muero antes que tú."

Jane, con una sonrisa dulce y agradecida, le expresó su gratitud a su padre. Hasta ese momento había tenido serias dudas que su padre la eligiera como heredera, especialmente porque sabía que tenía una notable preferencia por Elizabeth.

La emoción de la Sra. Bennet era palpable mientras continuaba hablando sobre su buena fortuna. "Estoy tan contenta, Sr. Bennet. ¡Mi sueño se ha hecho realidad! Tenía tanto miedo de tener que depender de la caridad de mis hermanos para tener un techo donde vivir, y que nuestras pobres hijas tuvieran que trabajar..."

Por unos minutos más, la Sra. Bennet siguió hablando sobre su buena fortuna y agradeciendo a su esposo. Posteriormente, dado que era casi la hora de la cena, el Sr. Bennet se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa y guardar los importantes documentos en su despacho. La cena fue muy animada y la familia miraba ahora el futuro con tranquilidad y esperanza.

Sin embargo, en medio de la cena, la Sra. Hill, claramente agitada, se acercó al Sr. Bennet y le dijo por lo bajo. "Señor Bennet, hay un soldado del regimiento del coronel Forster en la puerta. Dice que necesita hablar con usted con urgencia."

El Capitán Denny, de veintisiete años, era el hijo menor de uno de los abogados más prominentes de Londres. Su familia era oriunda de Derbyshire, pero se habían mudado a Londres cuando era un niño. Aunque Denny no destacaba por su apariencia física, su carácter afable y su simpatía lo habían hecho muy querido entre sus compañeros de regimiento. Tras cumplir la mayoría de edad, decidió unirse a la milicia y, gracias a su dedicación y méritos, ascendió rápidamente a Capitán.

Había conocido a George Wickham cuando ambos eran niños, y se reencontraron hacia un año en una reunión social de un mutuo conocido de Derbyshire. Dado que se conocían desde hacía años, entablaron una amistad. Fue Denny quien le sugirió que con el dinero que aún le quedaba comprara una comisión en la milicia. Denny fue muy elocuente y entusiasta cuando le listó todas las ventajas que tenía unirse a la milicia: las tareas eran relativamente sencillas, no tenían que arriesgar la vida como lo hacía el ejército, eran respetados por la población y en general a muchas damas les gustaban los caballeros con uniforme.

Poco después Wickham compró su comisión y se unió a regimiento del Coronel Forster. Pero, a medida que pasaba el tiempo, las diferencias entre los dos caballeros se hicieron cada vez más evidentes. Poco a poco Denny se fue distanciando de Wickham, ya que, para su pesar, comprobó que su amigo era mentiroso y tenía tendencias a apostar.

Unas semanas atrás, Denny le había dicho en confianza a Wickham que tenía intenciones de cortejar a Lydia Bennet. Aunque reconocía que Lydia era aún muy joven y además inmadura para su edad, Denny disfrutaba de su compañía y además la consideraba una de las jóvenes más bonitas que había conocido. Estaba convencido que, con el correr del tiempo y la orientación adecuada, podría convertirse en una buena esposa. Además, consideraba que, aunque la dote de Lydia era modesta, podría negociar con el Sr. Bennet que le otorgara unas 50 libras al año mientras viviera. Para tristeza de Denny, a los pocos días, Wickham comenzó a demostrar abiertamente interés en Lydia.

Denny se sintió traicionado por las acciones de Wickham, y porque Lydia de la noche a la mañana dejo de prestarle atención y transfirió sus afectos a su antiguo amigo. La desilusión de Denny alcanzó un punto crítico cuando se enteró que Wickham y Lydia habían huido, aparentemente con la intención de casarse en Gretna Green. Conociendo bien los hábitos y planes de Wickham de casarse con una heredera, Denny sabía que eso no iba a suceder.

A pesar de su enojo y decepción con Lydia, Denny no podía permitir que la familia Bennet sufriera por la irresponsabilidad de Lydia. En particular, sentía un afecto especial por Kitty Bennet, quien siempre lo había tratado con calidez y respeto. Consciente de las posibles repercusiones si la fuga de Lydia se hacía de público conocimiento, Denny decidió actuar con rapidez para proteger los potenciales daños que podían ocurrirla a la familia Bennet.

Lo primero que hizo fue hablar con el Coronel Forster y contarle todo lo que sabía sobre Wickham y sus sospechas que no pensaba casarse con Lydia. Posteriormente, se ofreció a llevar personalmente una carta que Lydia le había dejado a la esposa del coronel donde le contaba sobre su plan de huir con Wickham y sus intenciones de casarse antes que sus hermanas. Además, Denny se comprometió a tratar de averiguar el paradero de Wickham para proporcionar a la familia Bennet la información más precisa posible.

Partió hacia Longbourn a caballo, decidido a entregar la carta al Sr. Bennet, y proporcionar toda la información que pudiera ayudar. Durante el viaje, se detuvo solo lo necesario para cambiar caballos y descansar, movido por una urgente preocupación de llegar cuanto antes. Finalmente, al llegar a la casa de los Bennet, se dirigió a la entrada principal y pidió al ama de llaves que informara al Sr. Bennet de la urgencia de su visita. Su expresión mostraba una mezcla de determinación y ansiedad, reflejando la gravedad de la situación que estaba a punto de revelar.

El Sr. Bennet condujo al Capitán Denny a su despacho. Tras cerrar la puerta y tomar asiento, el Sr. Bennet, visiblemente preocupado, hizo un gesto para que Denny se sentara. Con un suspiro, el Sr. Bennet lo miró a los ojos y dijo, "dada la hora de la noche asumo que esta no es una visita de cortesía."

"Lamentablemente soy portador de malas noticias, Sr. Bennet" Con el semblante grave, le entregó la carta de Lydia.

Thomas comenzó a leer la nota y su expresión se tornó cada vez más seria a medida que avanzaba en la lectura. Al llegar al final, el Sr. Bennet empalideció visiblemente y levantó la vista hacia Denny.

"¿Usted o el Coronel Forster saben si efectivamente las intenciones de Wickham eran casarse con mi hija en Gretna Green?" preguntó el Sr. Bennet, con voz entrecortada por la preocupación.

Denny negó con la cabeza. "Primero le aseguro que lo que ha sucedido nos ha tomado completamente por sorpresa. El Coronel Forster está muy contrariado, ya que la Srta. Lydia estaba viviendo bajo su techo y su supervisión. Respecto a su pregunta, aunque no tengo certeza, sospecho que el motivo de la huida de Wickham se debe a deudas de juego y con algunos comerciantes y no a un deseo de contraer nupcias. Además, Wickham ha dicho que sus ambiciones son casarse con una heredera."

El Sr. Bennet sintió una punzada en el pecho, un dolor que hizo que su respiración se volviera más pesada. Intentó calmarse, pero la ansiedad era palpable. "¿Qué han hecho para rastrear a Wickham?"

"Dos oficiales y yo hemos iniciado una búsqueda siguiendo la ruta principal hacia Gretna Green, y también en los barrios de los suburbios de Londres. El coronel Forster nos dio órdenes de continuar con la búsqueda por unas semanas."

A pesar de la angustia evidente en su rostro, el Sr. Bennet hizo un esfuerzo por mantenerse sereno. "Muchas gracias por la información, Capitan Denny. Voy a ir a Londres a primera hora de la mañana."

Denny se retiró poco después, prometiendo mantenerlo al tanto si descubría alguna pista adicional.

Esa noche dolor en el pecho del Sr. Bennet se volvió más persistente, pero decidió no consultar al Sr. Jones, el apotecario, en ese momento. Estaba demasiado inmerso en sus pensamientos y en la necesidad urgente de encontrar a su hija.

En esta ocasión, su cuñado, el Sr. Phillips, no podía acompañarlo ya que se había torcido el tobillo recientemente y debía hacer reposo.

Como tenía los detalles del itinerario de los Gardiner y las posadas donde se hospedaban, le pidió a Jane que les escribiera a Elizabeth contándole lo que había sucedido y pidiéndole que el Sr. Gardiner regresara a Londres lo antes posible para ayudarlo con la búsqueda.

Al enterarse que su hija predilecta se había fugado, la Sra. Bennet sufrió un fuerte ataque de nervios. Su angustia y desesperación fueron tan intensas que la Sra. Hill y Jane la llevaron a su habitación y le dieron té con láudano para que se tranquilizara. Debido a todo el ajetreo, la noticia se filtró entre los sirvientes. La Sra. Hill, trató de contener los rumores y se esforzó por mantener la calma en Longbourn, pero la situación pronto se volvió incontrolable y a la mañana siguiente varios de los vecinos hablaban sobre la ruina de Lydia y de sus hermanas.

A primeras horas de la tarde, muy cansado y con una evidente preocupación en su rostro, el Sr. Bennet llegó a la casa de los Gardiner. El ama de llaves, aunque sorprendida por su visita inesperada, lo recibió sin hacer preguntas. Preparó la habitación de huéspedes con diligencia, reconociendo la angustia que reflejaba el rostro del hermano político de su patrón. El Sr. Bennet se encerró en la habitación, agotado tanto física como emocionalmente, y pasó la noche sin mucho descanso, sumido en la preocupación por su hija y el escándalo que había estallado en su familia.

A la mañana siguiente, el Sr. Bennet se levantó temprano y lo primero que hizo fue contratar a un investigador privado. Después de reunirse por una hora con el investigador y hacer un esbozo del rostro de su hija, Thomas se dirigió a una de las posadas en las afueras de Londres, donde era probable que la pareja hubiera pasado durante su huida.

En la posada, el Sr. Bennet describió a Lydia y Wickham con tanto detalle cómo pudo. La posadera, aunque amable, no había visto a la joven pareja que él buscaba. Regresó frustrado a la casa de los Gardiner, su mente atormentada por la incapacidad de obtener resultados.

Los días siguieron de manera similar. Thomas se dedicó a visitar más posadas sin éxito, y todas las tardes recibía un reporte del investigador. Su preocupación crecía con cada día que pasaba sin noticias concretas. Sus noches eran cortas y las horas se alargaban mientras esperaba cualquier información que pudiera ofrecer una pista sobre el paradero de su hija.

Unos días después, Thomas estaba leyendo el reporte del investigador cuando Denny vino a visitarlo. Sin mucho preámbulo, Denny comenzó, "Sr. Bennet, hemos logrado rastrear el carruaje con que Wickham y su hija huyeron desde Brighton. Sabemos que fue devuelto en una posada en las afueras de Londres. Desde allí, tomaron un coche de alquiler. Hemos conversado con el cochero y actualmente, dos de mis compañeros están investigando el barrio donde el cochero los dejó."

Thomas suspiró con tristeza, pero al menos ahora tenía otra pista sobre su posible paradero. Con voz cansada respondió, "Muchas gracias por la información, Capitán. ¿Podría indicarme en que barrio fueron vistos por última vez?"

"Es en un barrio muy pobre de los suburbios, si desea lo puedo escoltar hasta allá."

Unos días más tarde, el Sr. Bennet, con la tensión y el cansancio acumulados en sus hombros, entró en la sucia habitación de una descuidada y pobre posada con el corazón pesado. El espectáculo que encontró fue una escena que dio por finalizada las leves esperanzas que aún tenía de la virtud de su hija menor; Lydia estaba despeinada y yacía desnuda en una cama destartalada entre sabanas viejas y desteñidas, junto a ella estaba Wickham. Al ver al Sr. Bennet, Wickham se levantó y comenzó a vestirse con prisa.

La furia que sentía el Sr. Bennet en ese momento era casi palpable. "Lydia, vístete inmediatamente. Nos vamos de aquí ahora mismo," ordenó con firmeza, intentando mantener el control en medio de su rabia contenida.

Lydia, al ver a su padre, palideció y se quedó paralizada por unos momentos, la sorpresa y la culpa pintadas en su rostro. Finalmente, encontró la voz para responder con obstinación: "No, Papá. No voy a irme contigo. El Sr. Wickham y yo vamos a casarnos. Ya hemos planeado todo."

El Sr. Bennet, incapaz de ocultar su sarcasmo y frustración, replicó: "Lydia, basta de decir tonterías. Si realmente iban a casarse en Gretna Green, ¿por qué están todavía en Londres?"

Wickham, intentando manejar la situación con una actitud calmada y manipuladora, se dirigió a Lydia: "Mi amor, déjame hablar a solas con tu padre. Estoy seguro de que podemos resolver esto de manera adecuada."

El Sr. Bennet, disgustado por la actitud de Wickham, lo miró con desdén. Luego se dirigió nuevamente a Lydia con tono más severo: "¡Lydia, vístete de una vez y ven conmigo! Sino te voy a llevar a la fuerza."

"No, Papá. ¡No me iré sin Wickham!" insistió Lydia con determinación.

Thomas sintió el peso de la desesperación sobre él. La búsqueda había sido larga y agotadora, y sabía que el tiempo apremiaba. A estas alturas, era muy probable que Lydia estuviera embarazada, una realidad que complicaría aún más la situación. Además, la reputación de sus otras hijas iba a estar arruinada si Lydia no se casaba con Wickham.

Cerró los ojos brevemente, recordando las súplicas de Elizabeth que le habían advertido de los peligros de permitir que Lydia fuera a Brighton. La vergüenza y el arrepentimiento llenaron su mente, al darse cuenta de cuánto había fallado al no escuchar a sus hijas.

Con un suspiro profundo y resignado, el Sr. Bennet tomó una decisión difícil. "Sr. Wickham," dijo con una mezcla de sarcasmo y determinación, "lo espero en la taberna de aquí abajo en cinco minutos. Hablaremos allí sobre cómo resolver esta situación."

El Sr. Bennet, frustrado y furioso por la situación, descendió las escaleras y se sentó en una mesa apartada, en una esquina sombría. Poco después, Wickham tomó asiento frente a él. Los dos hombres se estudiaron en silencio, cada uno esperando que el otro hablara primero.

Finalmente, el Sr. Bennet rompió el silencio, "Lo escucho, Sr. Wickham."

Wickham, con un aire de falsa sinceridad, comenzó: "Sr. Bennet, le aseguro que quiero mucho a su hija—"

El Sr. Bennet lo interrumpió bruscamente, "Sr. Wickham, no soy tonto. No me haga perder el tiempo con tonterías que ni usted ni yo creemos."

Wickham se dejó caer en su silla, respirando profundamente antes de continuar. "Lamentablemente, para poder casarme con su hija y mantenerla adecuadamente, necesito dinero."

El Sr. Bennet frunció el ceño. "La dote de Lydia es de 1.000 libras."

Wickham lo miró con una mezcla de astucia y determinación. "Usted sabe que ese dinero no es suficiente para mantener adecuadamente una esposa como Lydia. Necesito unas 10.000 libras para poder casarme con ella."

El Sr. Bennet sacudió la cabeza con firmeza. "No; definitivamente no. Le recuerdo que el coronel Forster está muy molesto por su comportamiento ya que abandono su puesto sin su permiso, y además huyó con una señorita que estaba bajo su custodia."

Wickham palideció ligeramente ante la mención del coronel Forster; era consciente que enfrentaría severas consecuencias por su conducta. Respiró hondo antes de responder. "Quizás usted tiene razón, y el coronel Forster me castigue. Pero si Lydia regresa a Longbourn sin casarse conmigo, estará arruinada, y sus otras hijas también."

"No se preocupe por el futuro de mis hijas," replicó el Sr. Bennet con una nota de desdén. "Estoy seguro que por mucho menos de 10.000 libras van a haber varios caballeros que van a estar dispuestos a casarse con ellas, incluso con Lydia..."

La conversación se extendió durante media hora. El Sr. Bennet sistemáticamente intentando reducir el monto solicitado por Wickham, y Wickham tratando de obtener la mayor cantidad de dinero posible. Finalmente, se llegó a un acuerdo: el Sr. Bennet accedió a darle 5.000 libras para que Wickham se casara con Lydia, y pagar sus deudas que ascendían a casi 50 libras.

Al día siguiente, el Sr. Bennet acompañó a Wickham a comprar una licencia especial para que se celebrara cuanto antes el matrimonio, un paso necesario para que pudieran casarse cuanto antes.

Para conseguir 5.000 libras, y pagar las deudas de Wickham, el Sr. Bennet se vio obligado a pedir un préstamo, ya que requería la firma del Sr. Gardiner y del Sr. Phillips para retirar el dinero del contrato matrimonial de su esposa.

Posteriormente, el Sr. Morrison redactó el contrato matrimonial de forma tal que Wickham solo podría acceder a las 5.000 libras de la dote de Lydia cuando ella cumpliera 21 años. Mientras tanto solo podía acceder a los intereses de ese dinero. A pesar de múltiples protestas, Wickham finalmente firmó el contrato.

A pesar de sus sentimientos de furia, el día de la boda, el Sr. Bennet se esforzó por mantener una apariencia de calma. La ceremonia se llevó a cabo con la formalidad requerida, y una vez casados, se retiraron a unas habitaciones en una pensión donde pasarían diez días, y posteriormente viajarían al norte del país con el regimiento del Coronel Forster.

Al día siguiente de la boda, muy cansado el Sr. Bennet regresó a Longbourn.

Al llegar a la puerta de su casa, fue recibido por su esposa que estaba muy agitada y con el rostro demacrado. "¡Oh, Sr. Bennet!" exclamó, sus palabras saliendo atropelladamente. "Hubo un accidente terrible, y Lizzy está gravemente herida."

El Sr. Bennet sintió una oleada de pánico. Su corazón comenzó a latir con una intensidad alarmante y el dolor en su pecho se volvió abrumador. Antes de poder procesar completamente la noticia, el dolor se volvió tan intenso que se sintió mareado y debilitado. Sus piernas flaqueaban y, en un instante de desesperación y fatiga acumulada, se desplomó en el suelo.

Fanny, alarmada, se apresuró a ayudarlo. "¡Sr. Bennet, por favor!" gritó, corriendo hacia él y pidiendo ayuda a los sirvientes.