10 de agosto 1812

Elizabeth giraba lentamente, absorta en la belleza del paisaje que se desplegaba ante ella. La vegetación verde y la amplia extensión del campo se extendían hasta el horizonte, interrumpidos solo por las suaves colinas que se alzaban en la distancia. Sus tíos, los Gardiner, estaban sentados a cierta distancia sobre una roca plana, descansando y conversando en voz baja. Al lado de Elizabeth, el coronel Weston, vestido con su uniforme de coronel, observaba con atención la expresión de admiración en su bello rostro.

Hacía casi un mes que Elizabeth y los Gardiner estaban de vacaciones en el norte del Reino. Hasta ese momento, cada día había sido una nueva aventura, con visitas a lugares naturales muy hermosos y pintorescos pueblos. En una semana comenzaría el viaje de regreso, y estimaban llegar a Longbourn sobre fines de mes.

Unas tres semanas atrás llegaron a Lambton, que fue el hogar de la Sra. Gardiner hasta el momento de su boda. En el pueblo aún vivían familiares y amigos de la Sra. Gardiner, entre ellos, su hermano menor, el coronel Weston.

El coronel tenía veinte ocho años, no era apuesto en el sentido convencional, pero su educación, amabilidad, honestidad e inteligencia le conferían un atractivo particular.

El coronel y Elizabeth se habían conocido en Londres años atrás, cuando ella tenía apenas dieciséis años y él era un joven capitán. Aunque en aquel entonces el joven oficial había apreciado la dulzura y belleza clásica de Jane, fue la vivacidad, belleza no convencional, e inteligencia de Elizabeth la que realmente capturó su atención. Sin embargo, la juventud de ambos y la falta de medios económicos en ese momento impidieron que pudiera aspirar a cortejarla.

La vida del coronel había cambiado considerablemente desde entonces. Ahora, tenía una carrera establecida en el ejército y una casa que había heredado en Lambton. Si bien no era rico, estaba en posición de mantener una familia. Estaba recuperándose de una herida de batalla, y aún le quedaba al menos un mes más de licencia para poder reintegrarse a su regimiento. Por ese motivo, decidió unirse a los Gardiner y a Elizabeth en el resto del viaje.

"Tío, ¿podemos subir a aquella colina?" preguntó Elizabeth, señalando una pequeña colina que estaba a unos cien pasos que le recordó a Oakham Mount.

El Sr. Gardiner sonrió levemente y respondió, "Tu tía y yo no tenemos tu estamina, Lizzy. Ya estamos muy fatigados." Mirando a su cuñado, agregó, "Frederick, ¿te animas a acompañar a Lizzy hasta la cima?"

"Con mucho gusto," respondió el coronel Weston con una sonrisa. "¿Me concede el honor de escoltarla, Srta. Bennet?"

Elizabeth sonrió, aceptó su brazo y juntos comenzaron a caminar hacia la colina. Aunque el coronel ofreció galantemente su ayuda en las partes más difíciles de la subida, Elizabeth estaba acostumbrada al ejercicio, y prácticamente no necesitó asistencia.

A medida que la joven pareja se alejaba, la Sra. Gardiner miró a su esposo y comentó en tono bajo, "Querido, me parece que Frederick está interesado en Elizabeth. No me sorprendería que le propusiera matrimonio antes que regresemos a Londres."

El Sr. Gardiner suspiró y, con un matiz de preocupación en su voz, respondió, "Sí, he notado su interés. Además, tengo la impresión que Elizabeth también disfruta de su compañía."

La Sra. Gardiner, sorprendida por la expresión de duda de su esposo, preguntó, "¿No apruebas que mi hermano tenga interés en Elizabeth? Sabes que Frederick es un caballero honorable y honesto. Sé que no va a poderle ofrecerlo todos los lujos a los que Elizabeth está acostumbrada, pero tiene un ingreso de más de 300 libras."

"Lo sé, Madeleine," dijo el Sr. Gardiner con un tono serio, "créeme que aprecio mucho a tu hermano. Mi preocupación es que en cualquier momento pueden requerir que regrese al continente. Lamentablemente estamos en guerra y no tenemos contactos para que pueda rescindir su comisión."

"Entiendo tus preocupaciones, y las comparto." respondió la Sra. Gardiner con una expresión de pesar. "Pero como bien lo indicaste, no hay mucho que podamos hacer al respecto en este momento…"

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21 - 22 de agosto 1812 397

Los viajeros llegaron a Lambton el día que tenían planificado. El coronel Weston, con gran entusiasmo, insistió en que los Gardiner y Elizabeth se hospedaran en su casa. Sin embargo, dado que la residencia del coronel era relativamente pequeña y contaba con solo una sirvienta, declinaron amablemente la invitación y optaron por alojarse en la posada principal.

A la mañana siguiente, mientras Elizabeth se terminaba de vestir y arreglar el cabello, su tía le avisó que el coronel Weston estaba esperándola en la salida privada de la posada. Relativamente sorprendida porque eran dos horas antes de la hora que había acordado pasar a buscarlos por la posada, terminó rápidamente de arreglarse y bajó las escaleras para encontrarse con él.

El coronel Weston estaba vestido con su uniforme militar, con una expresión de preocupación y determinación. Cuando Elizabeth entró en la pequeña habitación, se levantó con una sonrisa que intentaba ocultar su tristeza. Después de intercambiar los saludos de cortesía, el coronel le dijo, "Lamento mucho que hoy no voy a poder acompañarlos, Srta. Bennet. He recibido órdenes urgentes de mis superiores, y debo partir de inmediato hacia el norte del país. Varios de los soldados de mi regimiento ya están en camino."

El rostro de Elizabeth se entristeció al escuchar la noticia. Disfrutaba mucho de la compañía del coronel. Sin embargo, antes que pudiera contestar, el coronel tomó su mano con ternura, la miró a los ojos y continuó, "Si bien esperaba y deseaba tener unos días más para disfrutar de su compañía y conocerla aún mejor, no quiero partir sin antes hablar con usted sobre mis sentimientos y esperanzas."

Elizabeth se ruborizó, sintiendo una mezcla de sorpresa y emoción. El coronel se inclinó ligeramente, le besó la mano y continuó con voz firme y afectuosa, "Srta. Bennet, en estas últimas semanas, la admiración que desde que la conocía siento por usted, se ha transformado en un sentimiento mucho más profundo y tierno. Pienso constantemente en usted y deseo estar con usted en todo momento. Le aseguro que nunca he experimentado sentimientos similares por ninguna otra dama, y estoy convencido que esos sentimientos van a crecer aún más."

Se arrodilló, su mirada sincera, y con voz clara le preguntó. "¿Me haría el gran honor de ser mi esposa?"

Elizabeth cerró los ojos por un momento, reflexionando sobre lo que sentía por el coronel. Sin duda, lo admiraba y respetaba. Disfrutaba de su compañía, y estaba segura que los sentimientos que sentía por él iban a crecer con el correr del tiempo. Abrió los ojos y, con una sonrisa, respondió, "Sí, coronel Weston. Con gusto acepto ser su esposa."

El coronel, visiblemente emocionado, sonrió ampliamente. Se levantó y lentamente acerco su rostro al de Elizabeth y la besó suavemente en los labios. Elizabeth cerró los ojos, inmortalizando ese momento especial en su memoria. Fue un beso breve, y al abrir los ojos, el coronel le preguntó, "¿Puedo llamarte por tu nombre cuando estemos solos o con los Gardiner?"

Elizabeth asintió y el coronel agregó, "Me gustaría que me llames Patrick en lugar de coronel Weston."

"De acuerdo, Patrick."

"Gracias, Elizabeth. Me has hecho el hombre más feliz del mundo. Enseguida que termine esta misión, voy a ir a Longbourn para hablar con tu padre. ¿Me permites que te escribira mientras tanto?"

"Sí, puedes. ¿Sabes cuánto tiempo estarás en el norte?"

"No lo sé con certeza; pero estimo que será por varias semanas. Lamentablemente hay varios disturbios debido a la muerte de trabajadores en las fábricas y en las minas. La milicia local está desbordada y ha solicitado ayuda para poder controlar la situación, ya que hay serios indicios de una posible rebelión."

"Espero que puedan contener la situación en el norte. He escuchado y leído que las condiciones de trabajo en las fábricas y en las minas son muy malas, y que son comunes los accidentes."

"Lamentablemente, en muchos casos es como tú dices." Suspiró, "Espero que la situación mejore y no haya que tomar medidas drásticas."

Conversaron unos minutos más sobre diversos temas hasta que los Gardiner se unieron. El coronel se quedó a desayunar con ellos y antes de irse habló brevemente con el Sr. Gardiner sobre su compromiso con Elizabeth y sus intenciones de viajar a Longbourn en cuanto pudiera.